DISEÑADOS PARA ALUMBRAR - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

DISEÑADOS PARA ALUMBRAR

luz

INTRODUCCIÓN

En el capítulo cinco del libro de Mateo, Jesús estuvo enseñando acerca de varios temas, pero en un momento, se dirigió a los que le seguían y les dijo: 14Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14 al 16). En este tiempo, Dios me ha hablado muy fuerte acerca de esto. Tú no te puedes esconder, no puedes ser un cristiano “de la secreta”, no puedes pasar desapercibido. ¡Si eres cristiano, has sido llamado a ser luz!

Leamos nuevamente Mateo 5:16: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. La luz que nosotros emitimos tiene que ver con las buenas obras que hacemos. Al leer este pasaje de la Biblia, descubrí que las obras buenas, que son vistas por los hombres, son las que producen gloria para el Padre. Cuando la gente ve las obras de Dios manifestarse a través de los cristianos, declaran: “¡Gloria a Dios!” En cambio, cuando la obra no es de Dios, opinan cosas como: “¡Qué lindo el pastor, qué bien que habla!” Entonces la gloria no es para Dios sino para Márquez. Yo digo que el hecho de darle la gloria a Dios es un determinante, porque si lo que tú haces es de Dios, es lo que Él quiere, la gente termina glorificando al Padre. ¡No podemos confundir las buenas obras de Dios con las que nosotros hacemos por nuestra cuenta!

            NUESTRAS OBRAS EMITEN LUZ

La idea en todo esto es que no podemos pasar desapercibidos ya que una ciudad que está sobre un monte no se puede esconder sino que todos la ven y lo mismo sucede con un cristiano. El creyente está diseñado por Dios para alumbrar y todos los que ven sus obras glorifican al Padre. ¡Nuestras obras emiten luz! Me di cuenta que este detalle es el click, que demuestra, que lo que estás haciendo es de Dios o no, cuando comencé a recibir comentarios en Facebook, felicitándome por la obra que estamos haciendo en Haití. Más de un sesenta por ciento de los comentarios que llegan, declaran: “¡Gloria a Dios!” “¡Bendito sea el Señor por la obra que están haciendo!” ¡La gente glorifica al Padre por un hogar que construimos para niños! ¡Están admirados y sorprendidos! Muchos incrédulos se preguntan: “¿De dónde sacan ganas y dinero para irse hasta Haití a hacer semejante obra?” Y nosotros les respondemos que fue Dios quien nos mandó, lo hacemos porque Dios lo quiere así. ¡Hacemos su obra porque estamos llenos del amor de Dios por los haitianos!

Por supuesto que no todos opinan lo mismo. Por ahí me llegó un comentario de una hermanastra, ya que para mí no llega a hermana, quien dijo: “¿Y por qué se tienen que ir tan lejos? ¡Cómo si aquí no hubieran pobres!” Yo le contesté: “A mí no me preguntes, pregúntale a Dios”. ¡A mí también me sorprenden las ocurrencias de Dios, ya que yo jamás hubiera pensado ir a Haití! ¡Si yo tengo mucho que hacer en Uruguay! Pero a Dios se le ocurrió que vayamos a Haití y como sé que ésto es de Él, quiero alegrar su corazón.

La idea de Jesús es que nosotros como su cuerpo, hemos sido llamados por Dios para mostrar su gloria, hemos sido apartados por Él para mostrar las bondades del reino de los cielos. Dios nos ha comprado, por lo que nuestra vida ya no nos pertenece. ¡Tu vida ya no te pertenece! ¡Tu tiempo ya no te pertenece porque ahora es el tiempo de Dios! ¡Tú has sido comprado para un reino! ¡En ti se tiene que ver el rostro de Dios! ¡No tienes derecho a andar con esa cara triste y amargada! ¡Tienes que andar con el rostro radiante! Si viene a ti la tristeza y la angustia, tiene que durar poco tiempo, porque tu rostro tiene que alumbrar. ¡En tu cara se debe reflejar la gloria de Dios!

Algún predicador señaló que nosotros no somos responsables de la cara que teníamos al nacer, pero somos responsables de la cara que tenemos después de los cuarenta. Mira la cara de esos cristianos que tienen temor por el futuro, que no saben qué será de ellos más adelante. ¡Ellos no reflejan en su cara la esperanza y la fe! Los creyentes que están mal y entristecidos, o que están pensando en el pasado, en lugar de mirar con optimismo el futuro, arrastran las cargas del pasado y manifiestan tristezas y melancolías en su rostro. Ellos están ocupando su cerebro, sus pensamientos, su tiempo y sus emociones en asuntos que no glorifican a Dios.

Hay creyentes que pasan desapercibidos en sus trabajos, en una de esas, alguien se entera que es cristiano, pero él o ella están haciendo lo imposible para que no se note porque temen que sus compañeros se burlen y no quieren perder a sus amigos. ¡Esos no alumbran! ¡Van escondiendo la luz debajo del almud! Esconden la ciudad que ha sido creada por Dios para estar arriba de la montaña así todos la pueden ver. ¡Pero Dios te ha llamado del reino de las tinieblas a su luz admirable para que todos vean su gloria en tu vida! ¡Dios es el mejor modelo de Padre! En la vida, andamos buscando buenos referentes porque están faltando padres. ¡Los padres han dejado de ser padres! ¡Se han vuelto egoístas y hedonistas! ¡No quieren atender a sus esposas e hijos! ¡Mas Dios está queriendo mostrar su gloria en el rostro de esos padres y madres cristianos! ¡Dios necesita gente que muestre las bondades de los valores de la civilización occidental y cristiana!

Estuve dando una charla en una cena en la que participé y hablé de los valores de la civilización occidental y cristiana, una civilización en la que una mujer puede salir a pasear y mirar vidrieras, tomada de la mano de su marido. ¡Es la civilización que le dio valor a la mujer! A pesar de todos los problemas que tenemos, somos la civilización que más le ha dado honor a la mujer; la que le ha dado el derecho de votar, la libertad ante la ley a ser igual que el hombre, porque en otras civilizaciones no se le permite dar su opinión, y además, debe cubrirse el rostro.

Estuve en los Emiratos Árabes en donde quieren parecerse a occidente pero siguen siendo musulmanes. Estábamos muy felices, comiendo en un restorán, entonces vimos que entró un hombre y detrás entró la mujer, pero éste no la dejó pasar primero ni le abrió la puerta para que entrara. Ella, estaba toda tapada y no se le veía nada. Vi también que habían puesto un biombo que separaba al matrimonio del resto de la gente que estaba en ese lugar. Yo me preguntaba por qué esa señora estaba tan tapada y por qué estaba comiendo detrás del biombo, entonces me di cuenta que para poder comer, debe quitarse el velo y lo tiene que hacer detrás del biombo ya que sólo se puede descubrir delante de su marido. ¡Pero la civilización occidental y cristiana le ha dado honor a la mujer! En otra civilización, la mujer tiene que servirle al hombre, pero ella no se puede sentar a comer con su marido.

Estando en la India, recuerdo una oportunidad en que me invitaron a almorzar; me dispuse a comer y esperaba que se sirvieran los demás pero nadie lo hacía. El hombre me decía que comiera y yo quería que se sentaran conmigo. La mujer, esposa del pastor, no podía sentarse a la mesa donde estaba el marido, ella tenía que comer en otro lado.

Yo digo que vivimos en una civilización hermosa, pero se está volviendo fea porque estamos destruyendo los valores del evangelio. Nosotros valoramos a la mujer porque la Biblia nos enseñó que ésta salió de nuestra costilla. La mujer es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos. También nos señala la palabra de Dios que si nosotros somos ásperos con ellas, nuestras oraciones serán estorbadas; los hombres debemos darle honor como vasos frágiles. ¡De ahí surgió la civilización occidental! La que logró que la mujer sea única en el hogar, la civilización de la monogamia. Ninguna mujer querría compartir a su marido con otras veinte mujeres más. Es que la Biblia nos ha enseñado que, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y ya no serán dos, sino que serán una sola carne.

Las cosas que hemos aprendido de las escrituras, las que tienen que ver con el reino de Dios, como el amor al prójimo, el respeto a nuestros semejantes o amar a nuestros enemigos, hicieron brillar a la civilización occidental.

¡Me duele ver cómo los hombres, en Haití o en la India se entretienen jugando a las cartas y la mujer dedica el día a buscar bosta, leña y agua, la que cargan sobre sus cabezas y caminan kilómetros llevando a cabo esas tareas! Yo les he prometido a las mujeres haitianas que íbamos a trabajar para que tuvieran una canilla donde pudieran sacar agua en su casa. Esas cosas sencillas hicieron grande a la civilización occidental y cristiana, y levantaron las naciones más desarrolladas de la tierra. En otras civilizaciones la mujer no puede estudiar, no se le permite hacerlo o directamente no lo puede hacer porque tiene que encargarse de juntar bosta.

¡Es precioso el bien que nos ha dado la Biblia! Hemos desarrollado las ciencias porque hemos aprendido que el trabajo no es un castigo sino una bendición. De la Biblia hemos aprendido que no hay mejor cosa que alegrarse y deleitarse en la labor de nuestras manos. También la palabra de Dios señala que quien no trabaje, no coma. Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). Por lo tanto, en la civilización occidental, el trabajo no es un problema. ¡Todos trabajamos! Mientras, en otras civilizaciones se sientan a meditar las veinticuatro horas sin hacer nada, sin desarrollar la razón ni la inteligencia. Pero, por el hecho de haber aprendido a trabajar y hacer las obras que Dios quiere que hagamos, hemos desarrollado ciencias. Digo todo esto porque quiero que aprendamos a valorar la civilización y la cultura en la que hemos nacido y tenemos que defenderla.

            LA LUZ DESVANECE LAS TINIEBLAS

Jesús, en una oportunidad, antes de sanar a un ciego de nacimiento, declaró: “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Juan 9:5).

En una de las explosiones que tuvo lugar en Siria un niño resultó con quemaduras graves en sus ojos; cuando salió de su estado crítico le preguntó a la mamá por qué estaba todo oscuro. La mujer se sentía impotente ante la situación. ¡La oscuridad es terrible! ¡Cuando no sabemos si somos hombres o mujeres, es terrible! ¡Cuando no sabemos qué es un matrimonio! ¡Cuando estamos redefiniendo todos los valores importantes que hicieron fuertes a la sociedad! ¡Cuando a la familia no le queremos llamar familia sino unidad social! ¿Cómo se conforma hoy en día una unidad social? ¡De cualquier manera! ¡Da lo mismo! Dos hombres y una mujer, tres mujeres y un hombre, etc. ¡Imagínatelo como quieras! El concepto de familia, hoy es, un grupo de personas que viven bajo un mismo techo. ¡Se está destruyendo el verdadero concepto de familia! ¡Se desvanece la definición de sexo! ¡Se inventan cosas nuevas para destruir lo que Dios ha enseñado!

Dios necesita que nosotros, los cristianos, alumbremos, porque la luz disipa las tinieblas. ¡Las tinieblas no tienen potestad sobre la luz! Se define tinieblas como la ausencia de luz, pero si hay luz, se desvanecen las tinieblas. ¡Con que solamente brille la luz de Jesús, las tinieblas son reprendidas! ¡Las buenas obras que glorifican al Padre, disipan las tinieblas! Las buenas obras son aquellas que glorifican al Padre; son aquellas que hacen que la gente le dé la gloria a Dios.

Cuando Jesús sanó al paralítico, éste se afirmó y se fue glorificando a Dios. Cuando Jesús hacía milagros como estos, cuando hacía las buenas obras del Padre, lo normal era que la gente glorificara a Dios. ¡Y lo normal sería que las obras que hace el cristiano lleven a la gente a glorificar a Dios! Si lo que tú haces no glorifica a Dios entonces no es una buena obra y no sirve. ¡Demasiados cristianos pasan desapercibidos! Son vistos como hijos de cualquier vecino pero no parecen hijos de Dios. Son muchos los cristianos que se entristecen por las mismas cosas que se entristecen los incrédulos; se quejan por los problemas del país tal como lo hacen los incrédulos. Se llenan de opresiones por los problemas económicos y familiares como cualquier incrédulo. Yo pregunto: ¿Dónde está la diferencia entre un cristiano y un incrédulo? ¡El cristiano es luz y el otro es tinieblas! ¡Se tiene que ver la diferencia! ¡Algo tiene que hacer Dios en ti hoy! ¡Dios quiere hacer algo nuevo hoy en tu vida! ¡Él quiere encender el fuego dentro de ti! ¡Dios quiere llenarte de pasión, de gloria y de gracia, de tal manera que nada podrá detenerte y todo el mundo sabrá y verá que eres un hijo de Dios!

Antes de morir, Jesús oró: 22La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22). ¡Tú no tienes menos gloria que Cristo! ¡La gloria que Dios el Padre le dio a Cristo, es la misma que te ha dado a ti! Si no se ve es porque la luz está escondida debajo del almud; si pasas desapercibido es porque la luz de Cristo está escondida dentro de ti pero tiene que salir afuera. ¡La gloria de Dios tiene que ser vista en tu vida! ¿De qué le sirve a Dios un cristiano que pasa desapercibido por el mundo? ¡Yo me he propuesto que no me voy a ir de este mundo sin dejar marcas! ¡Se van a acordar de mí! ¡Y estoy trabajando para que todos aquellos que pertenecen a Misión Vida para las Naciones tengan el mismo sentir, la misma pasión y el mismo fuego! ¡No vas a pasar desapercibido por el mundo! ¡Dios te va a hacer alumbrar!

Las buenas obras no son aquellas cosas que hacemos que nos parecen que son buenas; son solamente las que tienen origen en el corazón de Dios. Tú puedes darle de comer a los hambrientos y no estar haciendo una buena obra. Puedes dar tu cuerpo para ser quemado y no estar haciendo una buena obra. Puedes hacer muchas buenas cosas, pero no precisamente estar haciendo una buena obra; porque una buena obra provoca que la gente glorifique al Padre.

Señala la canción de Marcos Witt: “No la puedes esconder, no te puedes callar, ante tal necesidad, enciende una luz en la oscuridad”. Viene a mi memoria una mujer que se levantó en medio de la congregación, y agradeció a Dios por recibir el perdón de sus pecados, agradeció por haber llegado a la iglesia. ¡Daba gloria a Dios porque sus pecados habían sido perdonados, porque había nacido la esperanza en su corazón y lo contaba con una alegría tremenda! Y cuando iba culminando su discurso dijo: “Lo único que lamento es que mi amiga que trabajó tantos años conmigo, nunca me dijo que era cristiana”.

Jesús dijo: 5Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Juan 9:5). También declaró: “Vosotros sois la luz del mundo…” y agregó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). El apóstol Pedro junto con el apóstol Juan, fueron al templo y se encontraron en la puerta, un hombre cojo de nacimiento; el hombre esperaba que se hiciera con él una buena obra, allí esperaba que la gente le diera una limosna, así que a cada persona que entraba, el cojo le estiraba la mano. Cuando los vio a Pedro y a Juan, les extendió la mano, esperando que le dieran algo. Pedro le dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6). Señala también la palabra de Dios: 7Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios” (Hechos 3: 7 y 8).

¿Es una buena obra dar una limosna? Si Dios te manda a dar una limosna, entonces es una buena obra, y quien la reciba terminará dándole la gloria a Dios. Ahora, si el Señor no quiere que tú des limosnas pero quiere que levantes al cojo, la obra que la gente quiere ver es como tú levantas al cojo.

Sea cual sea la obra que tú hagas, la señal que va a marcar el hecho de que realmente es una obra de Dios, es que la gente le dará la gloria al Señor. ¡No todos querrán hacerlo! Pero siempre habrá alguien que le dará la gloria a Dios por lo que tú haces.

Jesús sanó a diez leprosos y les dio la orden de que se mostraran delante del sacerdote. Salieron leprosos y en el camino se sanaron; nueve de ellos se fueron muy contentos a presentarse delante del sacerdote, pero uno, que era samaritano decidió volver a donde estaba Jesús y se postró a sus pies agradeciéndole por haberlo sanado. Jesús preguntó: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” ¡Las obras de Dios son para que la gente glorifique a Dios!

            CONCLUSIÓN

Quizás tú haces muchas cosas para que la gente perciba lo bueno que eres; en tu trabajo te respetan porque eres bueno, todos saben que eres cristiano y hablan muy bien de ti. ¡Estás frito si hablan bien de ti! No estamos para mostrarnos a nosotros sino para mostrar a Jesús. No estamos para sentirnos orgullosos de un empleado cristiano, del que todos dan buena referencia pero nadie le da la gloria a Dios. En la secundaria y en la universidad me hice fama de persona confiable, que no mentía; era una buena persona, pero no gané ni una sola alma para Cristo. La gente hablaba muy bien de mí porque yo no manifestaba a Cristo sino que me mostraba a mí.

Si tú eres un cantante cristiano y cuando cantas la gente le da la gloria a Dios, entonces tu obra es buena. Si cuando terminas de cantar la gente te ovaciona y declara: “¡Qué bien que canta!” Si la gente queda admirada del don que tienes, entonces tú no estás alumbrando ni estás haciendo una obra buena. La diferencia entre la obra buena y la mala es que la obra buena hace que la gente glorifique a Dios. Si tú no estás acostumbrado a producir ese tipo de obras, necesitas hoy, pedirle perdón a Dios.

Ya estamos cansados de esos que dicen: “Soy un buen esposo, trabajo mucho para mi familia”. Yo debo decirte que hay muchos pecadores y ateos que también hacen eso. Tú tienes que hacer que las personas den gloria a Dios por la calidad de padre que eres, de esposo o esposa que eres; y eso proviene de Dios, no es una obra tuya sino de Dios.

Necesitamos saber cuáles son las obras de Dios para hacerlas. Jesús dio la gloria al Padre: 4Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17: 4 y 5). “Padre yo te he glorificado porque he hecho todo lo que me has mandado que hiciera…” Jesús mismo dio testimonio de que nunca habló lo que Él quiso sino que siempre habló las palabras del Padre; y nunca hizo lo que quiso sino la voluntad del Padre, y es por eso que cuando Jesús fue bautizado, se abrió el cielo y se oyó una voz potente que decía: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. ¡La imagen de Cristo caía y caía pero la gloria de Dios se levantaba más y más! La muerte de Cristo fue la más vergonzosa y más vil, pero fue la obra que glorificó más al Padre. ¡Bendito sea Jesús!

Si tú reconoces que las obras que haces son el fruto de tu esfuerzo, pídele perdón a Dios en esta hora. No queremos ver más, buenas obras que son el fruto de tu carne, queremos ver las obras del Espíritu. ¡Dios no quiere obras de la carne! ¡Dios no quiere carne consagrada! ¡Él quiere las obras del Espíritu Santo! Si tú reconoces que algún cambio fuerte tiene que suceder en tu vida a partir de hoy, pídele perdón a Dios y dile que se glorifique en tu vida.

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