EL AMOR DE DIOS - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

EL AMOR DE DIOS

INTRODUCCIÓN

Recientemente fui a Córdoba (Argentina) en oportunidad del casamiento de un sobrino que vivió varios meses en nuestro hogar; pudimos conocer a la novia y nos deleitamos con mi esposa en ello. Los veíamos en los quehaceres de la fiesta, tomados de la mano, amándose, tan unidos, tan compañeros, vimos un amor tan maravilloso en esa pareja, que Dios me inspiró para hablar del amor. El amor es una gran necesidad que tiene todo ser humano. Las naciones se preocupan por reglamentar lo que es justo, hacen leyes para que éste haga aquello y lo otro, y para controlar determinada cosa… ¡Cada ley implica tomos de letras, de gente que habla y habla! Una vez que la Cámara de Diputados vota, la ley pasa a la Cámara de Senadores, quienes vuelven a hablar y hablar, si éstos no están de acuerdo con alguna frase, la ley vuelve a los Diputados. ¿Con qué propósito se promulgan las leyes? ¡Para que tengamos un país mejor! Todo el año el Parlamento las anuncia, no obstante, cuando no hay amor; no hay ley ni reglamento que alcance para solucionar la vida de una persona o un país.

             EL AMOR AL PRÓJIMO

Pensemos en dos personas que se casaron y no se llevan bien, de modo que para mejorar la convivencia, deciden hacer un reglamento. La esposa indica en el mismo: “No dejar la ropa tirada en el piso, no roncar a la noche”, y el marido también acota sus exigencias: “Me tienes cansado de comer la comida sin sal…” Se escriben un cuaderno cada uno y aseguran que si ambos cumplen, todo irá mejor en su matrimonio. ¡Cuando no hay amor se ponen reglas!

Pero el apóstol Pablo dice en Romanos 13:8: “…el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Cuando hay amor, la mujer le dice al marido: “Me dejaste de nuevo los zapatos tirados, pero está bien, no importa, ¡te amo tanto que no me importa!” Cuando hay amor las cosas marchan de otra manera. El amor en la vida, es como el aceite en el auto; si el motor tiene aceite, éste puede andar kilómetros sin ningún problema, pero si no tiene, ¡no puede andar ni cinco minutos!

Leamos 1º Juan 4:7: 7Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Tenemos pues, dos problemas: Primero, cuánto amamos a Dios y segundo, cuánto amamos al prójimo. El capítulo 2 de la misma carta del apóstol Juan, desde el versículo 9 al 11 dice: 9El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. 10El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. 11Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”.

      El amor es el que hace que una persona pueda ver bien las cosas o no. La Biblia dice que quien no ama, está en tinieblas y no sabe a dónde va. El tener entendimiento o luz, o el saber qué decisión tomar o a dónde ir, no tiene que ver con haber leído mucho la Biblia o haber ido muchos años a la iglesia, ¡tiene que ver con si posees amor o no! Hay una relación íntima entre el amor y la luz. ¿A quién Dios le revela conocimiento? Dice el Apóstol Pablo en 1ª Corintios 2:9: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.  El que le ama, ve, en tanto que quien no le ama, no ve. Hay una relación tan íntima entre estos dos mandamientos, que el apóstol Juan afirma que quien dice que está en comunión con Dios pero está enemistado con su hermano, miente y no conoce a Dios. ¡Cuidado! Mucha gente pide consejos: “¿Qué hago? ¿Me caso con ella o no? ¿Me voy a Estados Unidos o no?” Cuando uno vive en incertidumbre es porque no tiene luz y cuando no tiene luz es porque no tiene amor. Muchos me han dicho: “Pastor, ¡hice 21 días de ayuno y Dios no me dijo nada…! Le pedí revelación a Dios y no me contestó”. Pero, ¿qué dice Dios acerca del ayuno? Leamos Isaías 58:5-11: 5¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? 6¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? 7¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? 8Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. 9Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; 10y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. 11Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”.

¡Aquí Dios está hablando de amor al prójimo…! Tienes que perdonar a tu esposa, a tu suegra, a tu hijo. Ya no te estoy hablando de tu prójimo sino de tu hermano. Qué triste que Dios tenga que llegar a hablarnos así del amor a nuestro hermano. ¿A dónde apunta la Biblia? Nuestras relaciones con nuestros hermanos en Cristo son las que andan mal y las que nos ponen ciegos. La luz de Dios tiene que ver con la actitud que tenemos con el hermano, con el hambriento, con el sediento.

Esto nos lleva a preguntarnos qué es el amor. Necesitamos definirlo; hay varias formas de amar, por ejemplo, encerrarse en un cuarto y orar: “Señor, bendice a todos mis hermanos”. Quienes actúan así, tergiversan el mandamiento de Dios de ocuparnos de nuestro prójimo, ¡y lo mandan a Él! Es Dios quien te pide que le des pan al hambriento, pero nosotros nos ponemos religiosos y al bendecir la comida decimos: “Gracias por esta comida, de tu mano la hemos recibido, bendícela y acuérdate de los que no tienen. Envíales Dios mío”. ¡Y te comes la comida! Resulta que él te mandó darle pan a los hambrientos y tú en una oración, lo mandas a él.

            ¿QUÉ ES EL AMOR? 

Tenemos que “hilar fino” para entender qué es el amor porque generalmente se confunde con un sentimiento. No obstante, el amor no es algo que hay que sentirlo, es algo que debo hacer, ¡es un mandamiento, no un sentimiento! Algunos se confunden y dicen: “Pastor, no lo siento, antes lo sentía pero ahora no. Si Dios quiere que ame a mi esposa, que me lo haga sentir”. ¡Y otra vez la culpa la tiene Dios porque no nos envía el sentimiento correcto! Imagínate que vemos gente hambrienta en la calle y le decimos a Dios: “Toca Dios, mueve tu mano de amor y de poder”; bajo una falsa caridad, estamos desobedeciendo a Dios. Lo primero que tenemos que saber hoy, es que el amor tiene que ver con obras. ¡No hay amor si no hay hechos! El amor no es un sentimiento sino un mandamiento que tiene que ver con cosas que tengo que hacer. Asimismo hay otros que afirman: “Estoy bien con Dios; no estoy peleado con nadie, en la iglesia saludo a todos mis hermanos”. “¡Hola hermano! ¿Cómo estás?” Está muerto de hambre pero seguro te responderá: “¡Estoy bien!” En cinco minutos, al terminar la reunión, saludamos a uno que tenia un problema matrimonial, a otro que estaba sin trabajo y a un tercero que estaba enfermo y angustiado, pero, ¡nos llevamos bien con todos! No obstante, ellos siguen con sus mismos problemas… Imagínense a Dios, tomándose el pecho y diciendo: “¡Cuánto amamos a esta gente que está allí en la tierra! Por favor, Gabriel, ve a decirles que los amamos tremendamente…” entonces leeríamos en Juan 3:16: “De tal manera amó Dios al mundo, que mandó al ángel Gabriel, a decirnos cuánto nos ama” ¡El no hizo eso! ¡Nos amó con hechos! Dios dice: “Si me amas tanto, ¿por qué no le das a tu prójimo lo que necesita?” Dice la Biblia que Dios dividirá las ovejas de las cabras y pondrá a las ovejas a la derecha y las cabras a la izquierda. ¿Y cuál será la característica de las ovejas? 35Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:35-36) ¿En qué Dios ve que le amamos? ¡En lo que hacemos! Si alguien ayuda a alguna de mis hijas, yo, que soy el padre, quedaré eternamente agradecido. ¡Necesitamos amarnos más! ¿Por qué? Porque necesitamos luz; quien no ama, está en tinieblas, ellas le han cegado los ojos y no ve ni entiende. Quien no ama puede hacer terribles discursos y oraciones pero está ciego y no puede ayudar a otros ni ayudarse a sí mismo. Es cierto que todos deseamos que Dios nos hable más directo, por ejemplo, que te diga: “Hijo mío, cásate con Juana”. Ya no tendrías más dudas, ¡te casarías con Juana inmediatamente! Pero para tener comunión con Dios, necesitamos amarlo; la comunión produce intimidad, es decir, el amor produce intimidad. Cuando uno ama a Dios, está intimando con Él. Conocimiento es intimidad con Dios, es poder decir: “Sé lo que él quiere, estuve hablando con él y me mostró lo que anhela de mi vida”.

¿Por qué la Trinidad? ¿Por qué se dice que Dios es uno solo y que son tres a la misma vez? ¡Son tres pero son uno! ¡No hay explicación! El amor produce unidad; Jesús confesaba que el Padre lo amaba aunque aquí en la tierra lo escupían y lo apedreaban. Él no le achacaba al Padre los problemas que le sucedían, como muchos hacen: “Si Dios existe, ¿por qué me pasa esto o aquello?” Jesús sabía que el Padre le amaba; eran los hombres los que no le amaban. El amor trae unidad, hace que dos sean uno. “…dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). Los bisabuelos de la novia que casé, eran de Yugoslavia y los bisabuelos del novio eran de España, tradiciones tan dispares unas de otras, se juntaron. ¿Qué es lo que hace que dos personas, que se han criado de manera tan distinta, puedan congeniar, llevarse bien y sean uno? ¡El amor! Cuando hay amor no hay problemas, con amor “se aguanta a pan y cebolla”. Se produce una unidad tal, que ya no son dos familias, dos culturas sino una sola persona, con una misma mente, un mismo corazón, un mismo sentimiento. Venimos al matrimonio no para mantener nuestra individualidad, no para recibir, sino para dar y ser una sola cosa. También es el amor el que transforma cientos de personas de distintas culturas, en un solo cuerpo, que es la iglesia de Cristo. El que ama a Dios es uno con Dios y Dios es uno con él. Cuando entramos en el cuerpo de Cristo, ya no tenemos identidad sino que formamos parte de otra identidad, la de Cristo, somos uno con El, somos sangre de su sangre, carne de su carne y hueso de sus huesos. Supongamos que estoy comiendo una zanahoria y mientras la estoy masticando, ella me dice: “¡Soy una zanahoria! ¡Nunca dejaré de ser una zanahoria!” Y dentro del estómago comienzan a funcionar los jugos gástricos… y la zanahoria sigue diciendo: “¡No voy a perder mi identidad…!” Pero no obstante, deja de ser zanahoria para ser parte de Jorge Márquez. ¡Me la comí y perdió toda la identidad! Vino a formar parte de mi ser, de mi cuerpo, la zanahoria es una conmigo y yo uno con la zanahoria. Cuando vienes a Cristo y le amas, pierdes la identidad, ya no eres tú, formas parte del cuerpo de Cristo y ya no somos varios separados sino uno sólo que es el cuerpo de Cristo. El amor produce unidad. ¡Cuánto necesitamos de esto! ¡Quiero aprender a amar! El amor hace que la ovejita le dé de comer a quien le hace falta la comida y vista al enfermo, en tanto que la cabra dice: “¡Falté tres domingos a la iglesia y no me vinieron a visitar!” El amor de Dios es tal que hace que Cristo muera en la cruz del calvario por ti aunque tú no le recibas.

       CONCLUSIÓN

Amor no es llevarse bien con todos, amor es servir a todos, amor es darle a quien necesita, es hacerme uno con él. Amar al prójimo como a mí mismo, es preocuparme tanto de él como de mí. El que ama a su hermano tiene acceso a la luz de Dios, de lo contrario, está ciego. Estar en luz o en tinieblas tiene que ver con el mayor o menor grado de amor que tengo al prójimo. El que aborrece no está en luz, no puede acercarse a Dios, el que repudia no está actuando por medio de SU amor. Si no vas a la casa de alguien por algún problema, no estás amando, si has decidido no relacionarte con alguien, estás en falta, si has decidido no saludar a alguien, estás pecando, el amor y la luz de Dios no están en ti y no puedes decir que conoces a Dios. Si reconoces que tienes algo dentro que te impide amar bien, haz esta oración ahora mismo:       “Padre te pido perdón por mis pecados, ¡mi corazón se ha endurecido! Te quiero amar, quiero responder con amor aunque no me amen, quiero comprender aunque no me comprendan, quiero dar aunque no me den. Quiero ser uno contigo, con mis hermanos, quiero formar parte de tu cuerpo, ser hueso de tus huesos, sangre de tu sangre, carne de tu carne. En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

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