HAY MUERTES QUE DAN VIDA - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

HAY MUERTES QUE DAN VIDA

INTRODUCCIÓN

Hoy tenemos que meditar acerca de la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, reconociendo que no es más importante la muerte, ni más importante la resurrección porque una no puede ser sin la otra. No puede existir la resurrección si primero no existe la muerte. La muerte era una necesidad absoluta que abriría la puerta al poder más grande que se ha manifestado en el planeta Tierra y es el poder de la vida sobre la muerte, la resurrección. ¡El poder que levantó de la muerte a Jesús! La cruz y la muerte de Jesús son un misterio que no entenderemos en su totalidad hasta que el Señor nos lo revele, pero somos felices al participar de la revelación y del conocimiento que Dios ya nos ha dado.

Leemos en Colosenses 2:2: “…para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo”. Se discute si el Padre y el Hijo son dos personas distintas, o si son uno; si el Hijo obedece al Padre, entonces son distintos el Padre y el Hijo, por lo tanto no es un solo Dios. Muchos discuten la doctrina de la trinidad y hay miles de explicaciones para un misterio muy grande: Cómo Dios se hace Hijo mientras que permanece como Padre en el cielo y cómo sostiene el universo mientras está aquí en la tierra. ¡Esto es un misterio! Pero disfrutamos porque no se trata de un teorema matemático o una cuestión de la física y de la química a resolver ya que son cosas que se resuelven creyendo, cosas que tienen que ver con la fe de los que disfrutan de la paz de Dios y del perdón de sus pecados.

Eso de que la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado no es ningún tema matemático, físico o químico sino que es un misterio y una verdad que disfrutamos por la fe y somos felices porque sabemos que sabemos que sabemos, no porque lo hemos demostrado sino porque le creemos a Dios.

MORIR PARA VIVIR

Era una necesidad que Jesús transitara la muerte para desatar la potencia de la resurrección. Ya he dicho en varias oportunidades que una sola semilla tiene dentro de sí el potencial de un bosque; dentro de esa semilla hay una fuerza capaz de generar un gran bosque. Nosotros nos sorprendemos de la cantidad de semillas que genera un árbol que nació de una sola. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Eso se trata de nosotros y también habló acerca de sí mismo; era necesario pasar por la muerte. No sé por qué pero Dios ha determinado que las cosas sean así. La muerte de Jesús es algo bastante difícil de explicar ya que la Biblia señala que el alma que pecare, esa morirá. ¿Cómo explicar entonces que Cristo murió si realmente no pecó? Decimos que Cristo no pecó pero se le atribuyó el pecado de todos nosotros. El Señor se puso sobre sus hombros nuestro pecado, entonces vino la muerte por causa de que se hizo pecador en nuestro lugar y esto también es difícil de entender. Y más misterioso se puso el asunto cuando vemos que no fue Pilatos quien decidió que Jesús fuera muerto, tampoco fue Herodes, ni siquiera los religiosos, o sea que no intervino ninguna decisión humana. Jesús había venido al mundo a padecer y a morir por nosotros y lo más extraordinario de todo es que antes de morir dijo: “…porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10: 17 y 18). Esto fue un acto soberano de Dios y una decisión de obediencia de Jesucristo. Hablamos de lo mal que actuó Pilato cuando se lavó las manos, de que los religiosos de la época estaban endemoniados, de lo endemoniado que estaba el diablo, y de tan endemoniado que estaba hizo de todo para matar a Jesús, sin embargo, nadie lo mató porque Él estaba poniendo su vida por nosotros y estaba determinado desde antes de la fundación del mundo que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. No es un sacrificio que alguien colocó sobre el altar sino que Jesús mismo se puso en el altar para ser sacrificado. ¡Qué misterio! Jesús, para demostrar el poder que tenía sobre la muerte, Él mismo la probó. Se colocó en la posición de desamparado por el Padre, por lo que dijo: “Padre, ¿por qué me has desamparado?” El Padre lo dejó solo en el momento de su muerte porque fue necesario que se rompiera el vínculo que existía entre el Padre y el Hijo para que Él quedara en absoluta debilidad no solamente física sino también espiritual delante de satanás y sus demonios. El gran galardón de satanás fue que había logrado introducir el pecado a través de Adán y Eva y juntamente con el pecado logró introducir la muerte y ésta es el fruto del pecado. El hombre no fue creado por Dios para morir; el hombre fue creado para vivir eternamente. Si no hubiese pecado, el ser humano no probaría la muerte física. Por cuanto entró el pecado, entró también la muerte, por eso la Biblia declara que era necesario que Jesús padeciera y muriera porque hay un vínculo entre la muerte y su resurrección.

Nosotros vemos una simple semilla que al humedecerse se hincha, se pudre y se desarma, pero podemos apreciar que dentro de ella comienza a surgir un renuevo que luego se transformará en un gran árbol. De la misma manera estaba planeado por Dios en la eternidad, que el árbol de Jesucristo sería grandísimo. ¡Mira que ha llegado hasta lo último de la tierra! ¡Sus ramas rodean la tierra y sus raíces penetran en las naciones más difíciles! El aguijón de la muerte es el pecado y el poder de la cruz es el que desata la resurrección. Para nosotros esto no es una historia bien narrada ni mucho menos un cuento religioso; nosotros vivimos éstas realidades creyendo día a día que es así y por la fe lo experimentamos. Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mientras más cerca se encuentra el cristiano de la muerte, más cerca está de la gloria; mientras más cerca de la muerte te encuentras, más cerca estás de la resurrección y de la vida. Tú también te multiplicarás y echarás raíces, serás un árbol grande como Cristo porque Él ha determinado que nuestra vida no es nuestra sino de Él, por eso dijo que el que quiera salvar su vida la perderá. ¿Qué fruto dará una semilla de maíz guardada en un cajón? ¡Ninguno! Si la semilla no es plantada y enterrada, no producirá un árbol. ¡Tú debes morir!

JESUCRISTO: EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

En una oportunidad nos visitó en Beraca un presidente de la nación, con quien salimos a caminar por el predio. Había mucha gente en el lugar y él muy sorprendido me preguntó: “¿Usted a qué le atribuye que la gente tenga tanta fe y se acerque a su iglesia?” Yo le dije: “¿Usted cree en Cristo?” A lo que me responde que sí y yo me alegré mucho por eso. Entonces continué: “¿Usted cree que él murió y resucitó?” y me contestó: “Yo soy agnóstico. Creo que murió pero no que haya resucitado”. ¡Ahí está la diferencia! Nosotros creemos en el hecho de que Jesús ha resucitado. Murió si, chocolate por la noticia, todos morimos; desde el día que naces, lo más seguro es que algún día vas a morir, pero que podrás vencer la muerte y pasarás más allá de ésta, que tu vida va a trascender el cajón y el cementerio, eso haca la gran diferencia entre el cristianismo y otras religiones. Hay muchos líderes religiosos que nos muestran cuál es el camino, pero Jesucristo declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Y señaló también: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. ¡Lo más importante de la muerte es la resurrección! ¡No vivas como si no fueras a resucitar! ¡No vivas como si Cristo no estuviera vivo y no hubiese resucitado! ¡El poder de la muerte no es nada al lado del poder de la vida! ¡Debemos decirle al mundo que Cristo vive y venció la muerte!

Ese presidente me dijo: “Yo creo que fue un hombre bueno y dejó muchas enseñanzas positivas”. Pero Cristo es mucho más que un buen hombre y nos ha dejado mucho más que enseñanzas positivas; hay muchos hombres buenos que dejan enseñanzas positivas pero lo que nosotros necesitábamos para creer que realmente somos hijos de Dios, que somos trascendentes y hay eternidad en nosotros fue una prueba que invalidara el hecho de que la muerte es el último lugar de nuestra existencia y que Cristo resucitó. Y el Señor resucitó, no un día domingo como nosotros le llamamos, sino el primer día de la semana. Domingo, del latín “dominus” o sea “Señor”. El domingo es el día del Señor y se le llama así porque es el día en que Jesús resucitó.

Leemos en 1ª Corintios 15; 12 al 17: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”.

La victoria sobre la muerte testifica de la victoria sobre el pecado porque éste acarrea muerte y si el poder del pecado es vencido, entonces también sorbida es la muerte. ¡Vana es tu victoria oh muerte! ¡Tu aguijón no me toca!

Vivimos en un tiempo en que el cristianismo predica poco sobre la muerte y la resurrección de Jesús. Algunos prefieren hablar sólo de la resurrección pero pierde brillo este hecho si la resurrección no sale de la misma muerte.

Dios, de las tinieblas hace luz y de la luz tinieblas; de la nada saca todo y de todo nada. ¡Es un Dios que todo lo puede! ¡De la muerte saca vida! La cruz y la muerte eran el paso necesario para la victoria, o sea, la resurrección y la vida eterna. Hay crisis que tienen ocultas victorias muy grandes; la crisis más grande que padeció Jesús sacó a luz su victoria más grande. El Señor enfrentó muchas cosas pero la peor de todas fue la muerte; y por cuanto enfrentó la muerte, su victoria fue grande, la resurrección. Hay muertes que dan vida, hay lágrimas que producen sonrisas; no desprecies el día de las lágrimas porque Dios, que de las tinieblas hace luz, también de las lágrimas saca risa. No le temas a las crisis porque cuanto más grande la crisis que vives, más brillará la victoria de Jesucristo en tu vida. ¡En la vida de un cristiano no hay fracasos sino victorias! ¡No le tengas miedo a la muerte! Nosotros, los que hemos creído en Cristo Jesús estamos esperando el día de la muerte; cerraremos nuestros ojos aquí abajo y los abriremos en la eternidad. Todos los temores son disipados por el Señor; no le temas a la enfermedad porque ésta no podrá destruirte. El futuro que Dios prometió para ti, la gracia que ha derramado sobre ti y su bendición disipa todo temor. ¿Por qué temes entonces? ¿Qué te preocupa o entristece? ¡Si eres de Cristo, tú no eres desgraciado sino un agraciado!

Tal vez te estás enterando hoy que existe esta realidad, la de la resurrección, que supera cualquier otra realidad o maldición. ¡Dios quiere bendecirte hoy! Dice la Biblia que el Espíritu Santo levantó a Jesús de entre los muertos y le dio vida; y Cristo ha prometido darnos vida a nosotros los que hemos creído en su nombre. Puedes acercarte a la iglesia porque te agrada el grupo social que la compone y las cosas lindas que se predica; te puedes acercar a la iglesia por varios motivos pero lo más importante del evangelio es el perdón de los pecados y la resurrección de los muertos, es decir, la confrontación de la muerte con la vida. La muerte es oscuridad y la vida luz, y nunca he visto que la oscuridad pueda atravesar la luz pero he comprobado que la luz puede atravesar la oscuridad. Éste es el tema más importante que tienes que resolver en vida, lo demás es secundario; con quien te casarás o dónde vas a vivir. ¡Deja que Cristo maneje tu barco, entrégale el timón a Él! Entrégale por sobre todas las cosas la línea que te lleva a la vida eterna, la fe en el perdón de tus pecados y tu liberación.

CONCLUSIÓN

Algunas mujeres se lamentan porque el marido las ha abandonado y se consideran desgraciadas porque no saben qué hacer, ya que se quedaron solas con sus hijos, sin dinero y sin techo. El hecho es que se alejaron de Dios y les ha ido mal, entonces les aconsejo que primero arreglen su situación con Cristo para que se les solucionen todos sus problemas. Lo más importante no es que su marido vuelva sino que Cristo more en su corazón, y cuando esto es posible, todos sus problemas ya pasan a ser de Él. A las personas que atraviesan por algo así porque se han alejado de Dios les hago hacer una oración para que se reconcilien con el Señor, para que sus pecados sean perdonados y sean limpiados, pero sucede que no finalizamos la oración, cuando me preguntan: “¿Ahora sí Dios me va a regresar a mi esposo?” ¡Había hecho un trueque! Yo te pregunto: ¿Le perteneces realmente a Jesús o lo buscas sólo por los panes y los peces que te puede dar? ¿Qué seguridad tienes de la vida eterna? Lo más importante a resolver es qué sucederá conmigo cuando llega el día de mi muerte. ¿Tendré vida eterna o no? ¡Hoy tienes que resolver este tema delante de Dios! Luego podrás hacer una lista con todos tus problemas, pero el más difícil ya estará resuelto porque has creído que tus pecados han sido perdonados y la sangre de Jesús te ha limpiado; has creído que ahora tienes vida eterna. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). La prioridad de Dios es que no te pierdas porque quiere tenerte junto a Él en la eternidad.

Si tú estás dudando acerca del perdón de tus pecados, si el diablo te miente diciéndote que Dios te perdonará casi todo pero hay dos o tres cosas que no te perdonará así que ni te esfuerces en pedirle perdón, tú dile: “Yo no me voy a quedar, voy a pedirle a Dios que me perdone todos mis pecados, hasta el peor de ellos, esos que ni siquiera creía que me podía perdonar para poder enfrentar la muerte en victoria”.

“Jesús, cubre con tu sangre preciosa a aquellos que se acercan hoy a ti y te piden que los limpies de sus pecados. Hoy proclamo en el nombre de Jesús, perdón de pecados y vida eterna; proclamo sobre ellos la victoria sobre la muerte. Aplico la sangre de Cristo sobre cada persona que hoy confiesa su necesidad de ser perdonada de sus pecados. Espíritu Santo, toca con tu fuego las vidas y arrebátalos para ti Señor, en el nombre poderoso de Jesús, amén”.

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