HERIDAS QUE DAN VIDA - Misión Vida para las Naciones

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Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

HERIDAS QUE DAN VIDA

Quiero compartir contigo una experiencia que he vivido con Dios, que marcó mi vida. Dios tiene algunos métodos para tratar con nosotros, que a veces no entendemos y esto hace que nos enojemos con Él. Si no sucede algo que nosotros creemos que debiera suceder o si Dios no hace lo que queremos que haga, entonces decimos que es una injusticia lo que nos sucede, y algunos agregan algo más: ¡Dios es injusto! o dicen algo semejante como: ¿Por qué Dios permite que a mí me pase esto? ¿Justo ahora, justo a mí me pasa esto?

En diciembre del año pasado había organizado junto con los pastores un evento en Monte Beraca en el que se había planificado el levantamiento de pastores, diáconos y líderes. El día doce del mismo mes me habían operado de la próstata en la ciudad de Buenos Aires y enseguida me dieron de alta; yo estaba lo más bien antes del evento. El sábado veinte previo a la actividad, como a las cuatro de la mañana me levanto a orinar y en lugar de orina salió sangre; en ese momento pensé que me estaba desangrando y corría riesgo de vida… ¡Estaba sin saber qué hacer! Esa misma madrugada quedé internado y no pude estar en el gran evento… A veces Dios hace cosas que nosotros no entendemos, tal vez te ha sucedido a ti, y en ese momento, ¿no te ha dado la impresión de que te sentías como Job? ¡Hay que ser caradura para sentirse como Job! Porquela Bibliadice que Job era varón perfecto; yo también me he sentido como Job, también he sido un caradura como muchos pero he decidido no quejarme más de lo que Dios me manda, he decidido recibir lo que Él me mande sabiendo que a los que a Dios aman, y yo lo amo, todas las cosas les ayuda a bien. ¡Yo se que Dios obra para mi bien a pesar de las circunstancias que considero que no son favorables!

DIOS BENDICE LA OBEDIENCIA

Cuando atravesamos ese tipo de circunstancias desfavorables nos parece que la cruz que cargamos es la más pesada de todas, y decimos: “¡La cruz que yo llevo es muy pesada!” Viene otro y te señala: “No, ¡pesada es la mía!” Y le contestas: “¡Ojalá yo llevase tu cruz!” ¡Siempre tenemos la impresión de que a nosotros nos ha tocado bailar con la más fea!

Pero cada uno de nosotros tenemos una cruz a nuestra medida, Dios sabe cuál es la cruz que debemos cargar; si yo creo que es injusta la cruz que cargo, estoy considerando a Dios injusto. Algunos dicen: “Me enojé con Dios porque es injusto, no puede ser lo que yo estoy viviendo”, y a continuación la frase que todos conocemos: “¡No me merezco esto!”  ¡Claro que no mereces lo que estás viviendo! ¡Mereces el infierno! No estás allí por la gran misericordia de Dios, porque Cristo derramó su sangre y murió en la cruz del calvario para que no vayas al infierno, ¡pero el lugar que te corresponde es ese!

Queremos entender o razonar o directamente decidimos que Dios no razona bien, entonces le preguntamos: Dios, ¿por qué esto? Si nos encontramos con algún pastor le preguntamos: ¿Por qué Dios permite que a mí me suceda esto? Queremos razonar, pero Dios es muy grande, es muy sabio e inteligente y sus razones no siempre las podemos alcanzar porque Él es muy grande y nosotros somos muy pequeños. A Dios no le interesa darnos explicaciones, lo que Él quiere es que le obedezcamos y le amemos para que nos vaya bien, y la mejor actitud que puede tomar una persona frente a Dios es decirle: “¡Señor, aunque no entienda, te amo y quiero obedecerte!”

¡Dios bendice la obediencia! A Él le gusta que seamos obedientes. ¿Por qué? Él no siempre puede explicarnos lo que está haciendo porque no entenderemos, así que a veces tiene que emplear ciertos métodos que no nos gustan. ¿A qué madre le gusta que pinchen a su hijo que está enfermo? ¿Crees que ella diría: ¡Ah, qué ganas tengo de que pinchen a mi hijo!? ¿Por qué deja que un doctor le de una inyección? ¡Por el bien del hijo! Lo consuela y lo alienta diciéndole: “Ya va a pasar…” ¡Porque hay dolores que hacen bien! Hay heridas que hacen bien, te ayudan a crecer y a madurar en la vida; esto es para los que aman a Dios, no para los que no lo aman. Posiblemente una herida, para quien no ama a Dios, lo destruye, le quita las ganas de vivir, etc. pero a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien.

En algún tiempo yo creía, y lo he predicado, que Dios solamente sana la enfermedad pero no la hace, o que cura la llaga pero no hace la llaga, yo creía eso hasta que un día me pasó algo y le pedí explicaciones a Dios pero Él no me las dio; yo quería entender qué era lo que Dios quería hacer conmigo, quería entender por qué permitía que yo viviera lo que estaba viviendo y le decía: “¡No entiendo!” Yo oraba: “Señor, no sé qué es lo que me quieres enseñar en esto que estoy viviendo, yo creo que esto no me ayuda para nada, esto me hunde, me fatiga, no puedo rendir, no puedo servirte con todo esto que estoy viviendo”. ¡Yo quería explicaciones pero Dios no me explicaba nada! ¡Y más bronca me daba! Pero no me podía enojar con Él porque estaba consciente de que no tenía a nadie a quien recurrir. Algunos que he conocido, porque Dios no les daba lo que querían, fueron y se ofrecieron a satanás. ¡Yo ni loco, ni ebrio! Así que si Dios está enojado esperaré que se le pase el enojo pero yo quiero ser su amigo. ¡No tengo otro a dónde ir! ¡El es mi Dios y mi creador, aunque a veces no puedo entender lo que Dios está haciendo conmigo!

Dios me llevó a un pasaje de la Bibliaque se encuentra en Job 5:17: “He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso”. “Bienaventurado” significa dichoso; parece ser que en el castigo de Dios hay esperanza de dicha. Para algunos el castigo es una maldición y un motivo de depresión, de tristeza, de amargura o de rebeldía, de violencia, pero, según este pasaje, el castigo es corrección. ¿Qué es corregir? Algo que andaba por un determinado camino y se apartó, la corrección lo vuelve al camino correcto por donde debe caminar. ¡El castigo de Dios es correctivo!

“Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan”. (Job 5:18) ¡Con esta palabra ya me reventó! Yo creía que Dios no hace la llaga pero sí la hace; si un médico con un bisturí te hace un agujero para sacarte un quiste, ¿por qué Dios no puede usar su bisturí para hacerte un agujero y sacarte alguna cosa que está podrida dentro de ti?

Recuerdo una vez que me caí y se me zafó el codo; me dolía tanto que no quería que nadie me tocara, al final me llevaron a un hombre viejito para que me lo vuelva al lugar, éste me tocaba el codo y me hacía doler pero en un momento me hizo un clic y sentí el alivio porque el hueso volvió a su lugar. A veces el dolor es necesario, la llaga es necesaria y Dios enseña a través del dolor de la llaga que Él mismo produce. ¡Él hace la herida y sus manos la sanan! Así que no estés tan mal, no digas: “Mi cruz es más grande que la otra” o “Es muy injusto lo que estoy viviendo”, porque si amas a Dios y si estás en sus manos nada malo podrá dominar tu vida. ¡Dios está obrando para bien de tu existencia!

MI HISTORIA

La Biblia es clara, Dios permite que nos sucedan ciertas cosas que nosotros no entendemos y al no entender nos ponemos mal. Yo le preguntaba a Dios: ¿Qué quieres que aprenda? ¿Qué estás haciendo conmigo? ¿Por qué permites esto? Pero no me daba cuenta que yo iba en una dirección y Dios me quería llevar en otra. Para que tú puedas ir en la dirección que Dios quiere, Él tiene que producir ciertos sacudones en tu vida. Yo era arquitecto y mi pasión era la arquitectura, así que mi cabeza estaba estructurada para ser arquitecto, constructor, empresario, pero Dios empezó a cortar todas esas cosas que eran mi fortaleza. Primero me cortó el trabajo. Yo no entendía por qué no tenía trabajo, era de la idea de que los que se esmeran y esfuerzan tienen trabajo, solamente los vagos no lo tienen, pero resulta que me esmeraba y me esforzaba, era inteligente, despierto, todo lo que quieras pero yo no tenía trabajo. Tuve que irme de mi tierra natal, San Juan, Argentina, dejando a mi familia, a la ciudad de Buenos Aires, pero allá tampoco tenía trabajo. ¡No tenía nada! Yo le preguntaba a Dios: “¿Qué estás haciendo? ¿Qué quieres conmigo? ¡No entiendo Dios!” Le decía más: “¡Dios te tengo miedo! ¿Qué otra cosa me vas a quitar? ¿Qué vas a hacer?” Pero yo seguía con mi carrera, con mi profesión. Se tenía que romper todo hasta que yo le dijera al Señor: “¿Qué quieres conmigo?” Un buen día, después de cinco años de demolición comencé a pensar: “¿No querrá Dios que yo me dedique a la obra?” ¡Menos mal que rompió todo! ¡Porque yo ahora soy el hombre más feliz del mundo! Ahora se que estoy caminando en la dirección que Dios quería y no en la mía, pero para que sucediera eso Dios tuvo que hacer muchas cosas en mi, tenía que hacerme ver que no era con mi inteligencia ni con mis fuerzas, tenía que demostrarme que yo no vivía para mi, y que no eran mis proyectos los que se tenían que cumplir sino los suyos, así que me hizo bolsa, y me rompió todo mi orgullo.

¿Sabes lo qué es vivir en Buenos Aires, a1300 kilómetrosde mi tierra con mi esposa y mis hijas y no tener para darles de comer? ¡No tenía ni dinero ni comida! Recuerdo un día que salí temprano de mi casa porque no quería permanecer allí viendo que mi esposa y mis hijas no tenían qué comer, así que me fui a una plaza, me senté en un banco y peleé con Dios, “le canté las cuarenta” y le dije: “Señor, yo te he dado mi vida, si querés que muera, estoy dispuesto, si querés que ayune hasta la muerte yo lo hago pero no tienes derecho a tocar la comida de mi esposa y de mis hijas”. En esa plaza Dios me habló y me dijo: “¿Tu esposa es tuya y tus hijas son tuyas? ¿No son mías? ¿No me las habías dado?” Hay muchos cristianos pasmados como yo que le dicen en algún momento a Dios como yo le dije: “¡Señor, te ofrendo mi vida, aquí esta mi esposa y mis hijas!” Todo lo que tenía se lo había dado a Dios pero ahora le decía: “¡No te permito que toques la comida de ellas!” ¿Son mías o son tuyas?” me preguntó Dios. Yo agaché la cabeza y le dije: “Sí Señor, son tuyas”. “¿Y si yo las quiero matar qué?” Él no solamente era dueño de hacerlas pasar hambre sino también de matarlas. ¡Yo me estremecí! Se las había entregado, así que Él era dueño de llevárselas cuando quisiera… así que nuevamente agaché la cabeza y le dije: “Señor, si te las quieres llevar, hazlo”. ¡Qué bueno es Dios! ¡Me las dejó hasta ahora! Pero ese día me fui temblando a mi casa porque pensé que me las iba a matar, que se iban a morir y yo me quedaría solo. ¡Fue una lucha muy grande! ¿Cómo hago yo para razonar con Dios y preguntarle: Por qué haces esto? ¡Yo no entendía nada! Pero Dios tenía para darme a mí lo que yo necesitaba.

Hay un versículo paralelo al que hemos visto que se encuentra en Hebreos 12: 5 y 6: “5y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; 6 Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”.

¡Dios disciplina y azota! ¿Qué te habían enseñado? Yo he escuchado decir: “¡Dios es bueno, Él no castiga!” Respóndeme: “Un padre que no castiga a su hijo: ¿Es bueno o mal padre?” La sicología moderna nos señala que los que castigan a los hijos son malos padres perola Biblianos enseña que un padre bueno castiga a sus hijos, los disciplina y les pone límites para que no sean más peligrosos “que mono con Gillette”. Una madre que nunca disciplina ni castiga a un hijo es una mala madre, con perdón de la sicología moderna. Mi padre me sacó bueno y me la dio, pero ahora los padres no saben qué hacer. “¿Qué hago?”, preguntan. “¿Le doy un chirlo?” ¡No! Al niño hay que explicarle porque si uno le habla, el nene entiende. Hay cosas que el nene no entiende porque él es delante del papá y la mamá como tú eres delante de Dios, eres muy chiquito y Él es muy grande. El nene es muy chiquito y el papá es grande, entonces ese niño quiere meter el dedo en el enchufe y el padre, que se guía por la sicología moderna le dice: “¡No mi amor, no ponga el dedo en el enchufe! Ahí hay un conductor eléctrico de cobre que tiene una carga de electrones positivos y al hacer contacto contigo se conecta a tierra y produce un cortocircuito.” Y el nene con un añito te contesta: “Ah, ya entendí”. ¿Qué le interesa al padre? ¿Que entienda cómo funciona la corriente o que no meta el dedo? El niño lo mira al padre e intenta meter el dedo, pero le dice el papá: “¡Te voy a pegar!” El quiere explicaciones pero lo que gana es una palmada en la mano. ¡El nene se queda loco, no entiende por qué el papá hace eso y se pone a llorar! Pero el padre logró salvar a su hijo de una descarga eléctrica. Así hace Dios con nosotros, Él permite y hace cosas que nos duelen para que nos quedemos quietos y no sigamos avanzando en nuestros caprichos, en nuestros proyectos y pensamientos, porque sus pensamientos son más altos que los nuestros y sus caminos son más altos que los nuestros.

Leamos Hebreos 12:6 al 8: “6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”.

¿Dios nunca te castigó? Si no has sido disciplinado por Dios entonces no eres hijo sino bastardo. Entonces, lo importante no es que Dios te explique qué está haciendo, sino que Él quiere que le obedezcas, si es necesario te dará una palmada en las manos que te dolerá y te hará llorar si es que ya no estás llorando porque Él me ha mandado a predicar hoy esto. Creo que hay muchos que están llorando y le han dicho al Señor: “¿Por qué a mí?” Pero hay algo hermoso que tiene Dios. Hace unas semanas estuve en Argentina ministrando a una mujer que estaba destruida; ella había ido cuando chica a la iglesia, pero su papá era un hombre que en la iglesia ponía cara de santo pero en la casa era un demonio. Ella, su mamá y sus hermanos sufrieron mucho, pasaron los años y estaba muy decepcionada del padre, y apareció un tío que abusó sexualmente de ella, entonces tuvo un gran shock en su vida y no supo cómo resolverlo. Pasados unos años se hizo amiga de unos líderes de la iglesia y en confianza les contó todo lo que había pasado; esos líderes le contaron a la mamá y al pastor, no sé cómo han manejado la cosa pero lo cierto que a esta chica la comenzaron a rechazar y la apartaron de ellos. Ella estaba consciente que la mamá y el pastor ya lo sabían pero veía que nadie hacía nada y nadie resolvía nada. Finalmente ese tío se convierte, llega a la iglesia, se hace amigo del pastor, y comienza a andar para arriba y para abajo con él; la chica miraba al que la había violado con el pastor, teniendo privilegios en tanto que a ella no la dejaban crecer en algún cargo de responsabilidad y era evidente que dudaban de ella y no le tenían confianza. Todo esto fue dando lugar a un resentimiento que creció y se endureció. La muchacha veía que no le permitían desarrollar sus dones en la iglesia y al mismo tiempo, veía cómo se les abrían puertas al tío que la había violado y a sus hijos.

Finalmente se rebeló contra la iglesia, contra el pastor, para colmo, la iglesia tenía el ministerio de tramitar adopciones de niños y comenzaron a tramitar la adopción de una niña para que el tío la críe y ya no aguantó más. Se alejó de la iglesia muy enojada y se juntó con un hombre, pero había un problema y era que ella no podía tener relaciones porque al ser abusada se volvió frígida. El hombre con el que se había juntado, el primer año la trataba bien, el segundo año ya la comenzó a rechazar, el tercero le hizo la vida imposible y al cuarto le fue infiel y la dejó. Estaba decepcionada del padre, del tío, del pastor, no sé cómo se animó a hablar conmigo. Ella me dijo: “¿Cómo quiere que vaya a la iglesia? ¿Cómo quiere que confíe en los pastores? ¡Yo no puedo confiar!” ¡Estaba totalmente resentida! Mientras hablaba, dentro de mí estaba la convicción de que ella había atravesado todo ese valle para que supiera lo qué sufre una mujer abusada e incomprendida y el Espíritu Santo me daba testimonio de que la iba a restaurar, la iba a levantar y a usar a pesar de todo lo que ella estaba viviendo.

En un momento me dijo que cuando tenía doce o catorce años un profeta le profetizó que iba a ser una gran sierva de Dios y me miraba como diciendo: “¡Imposible que yo sea una sierva de Dios!” Yo conozco al pastor que le profetizó, a quien respeto mucho, entonces le dije a la chica: “Yo estoy hoy aquí para confirmar lo que hace años te profetizaron. Creo con todo mi corazón que a pesar de todo lo que te ha pasado y lo que ahora te pasa por la cabeza, Dios hoy comienza a consolarte y a levantarte. Serás una sierva de Dios y muchas mujeres serán socorridas por ti, por lo que has vivido, Dios te dará una sensibilidad que otras mujeres no van a tener.” ¡Me miraba sorprendida! ¡No podía creer que después de todo lo que había pecado y de lo que le habían hecho, Dios pudiese pensar en ella!  Le regalé el libro “Historias que sanan” y le puse: “Hoy Dios comienza a consolarte y empieza a escribir una nueva historia en tu vida.”

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ª Corintios 5:17). ¡Dios puede hacer todo nuevo! ¿Qué es lo que Dios hace? El no puede, a veces, dar explicaciones pero sí puede consolarte; quizá no puede quitarte el dolor porque Él ha hecho la llaga, y la sanará, pero sí puede consolarte. Y lo que está haciendo Dios hoy, con este mensaje, es consolar a los que lloran y a los que están heridos. ¡Dios me ha mandado a decirles a los que están atravesando por circunstancias incomprensibles que Él tiene planes y que los va a hacer realidad! No los vas a entender pero Dios te va a consolar y más adelante verás lo que Él ha estado haciendo. Normalmente estamos metidos en nuestros planes ignorando los planes de Dios y para que Él pueda salirse con la suya tiene que hacer heridas.

CONCLUSIÓN

Le leí a la chica un pasaje de la Bibliaque se encuentra en 2ª Corintios 1:3 al 5: 3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 4el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 5Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”.

¡Este pasaje me lo dio Dios para ti! No le pidas a Dios que te explique qué es lo que está haciendo pero dile: “Señor, me echo en tus brazos, me pongo en tus manos, yo no tengo otro a quién ir, no tengo a dónde ir. Tú eres mi consolador, tú eres Padre de misericordia y eres Dios de toda consolación; no me expliques nada Señor, sólo consuélame.” ¿Entiendes cómo obra Dios? ¡A Él no le importa tanto explicarte las cosas pero le interesa consolarte!

Hay cosas en las que mi mamá y mi papá no podían ayudarme; cuando yo iba corriendo y me caía en las piedras lastimándome las rodillas, me salía sangre y comenzaba a llorar “como un marrano”. Mi mamá no me podía quitar el dolor pero me levantaba en sus brazos, me secaba las lágrimas y me decía: “Bueno mi amor, ya se le va a pasar. Sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana”. Ella no me podía quitar el dolor que tenía, pero me consolaba. ¡Me hacía bien estar en sus brazos! ¡El dolor estaba pero también estaba el consuelo!

Hay algunos que todavía no han aprendido a echarse en los brazos de Dios, no han aprendido a dejar que Dios les abrace y les arrulle diciéndoles: “Hijo, yo he hecho esta herida y yo la voy a sanar. Quiero decirte que te amo y quiero ayudarte, bendecirte y consolarte porque yo soy Padre de misericordias y Dios de toda consolación”.

Leamos nuevamente 2ª Corintios 1:4: “…el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. ¡Qué lindo es Dios! Él te ama pero también piensa en los que te rodean y te dice: “No solamente te voy a sanar, te voy a usar y de la misma manera que te he consolado a ti con toda la autoridad ayudarás a otros”.

Si yo no hubiera experimentado las cosas que viví no podría traer palabras de consuelo para ti. Le agradezco a Dios por todo lo que pasé, todo fue muy útil y produjo cambios en mí que yo no entendía pero ahora veo que Dios tenía planes que a mí no me cabían en la cabeza. ¡No me cabía en la cabeza que estaría en Uruguay, hoy, predicando a una multitud por radio, por televisión, por Internet, pero Dios lo tenía! No se si lo habrás notado pero cuando te hablo no lo hago como quien te cuenta un cuento, te hablo con autoridad, con fe, porque tengo la autoridad de Dios para decirte que Dios es así. No te hablo como algún medico que te receta unas pastillas a ver si te hacen bien, te hablo como alguien que sabe que lo que te dice te hará bien, éste es el remedio de Dios: ¡Su consuelo! ¡Tú necesitas ser consolado por Dios! No hay otro remedio, lo mejor es entregarte en las manos de Dios y decirle en oración:

“Señor, no entiendo lo que estoy viviendo pero entiendo que estoy en las mejores manos, entiendo que tú eres mi Padre, mi consolador. ¡Yo de aquí no me muevo! ¡Me quiero quedar en tus brazos! Señor, sólo quiero en esta hora abandonarme en tus brazos. Te doy gracias por todas las llagas que has provocado en mi, yo se que no hay despropósito en ti, que harás conmigo como hiciste con Job. Tu palabra dice: “Y consoló Jehová a Job, y su postrer estado fue mejor que el primero”. Señor, yo creo que mi postrer estado será mejor que el primero, yo me abandono en tus brazos y te entrego a ti todos mis dolores, todas mis amarguras, todas mis heridas. ¡Tú las sanas! Mientras tanto yo recibo de ti el consuelo, porque tú eres Padre de misericordias y Dios de toda consolación. Consuélame Señor, no quiero consuelo de ningún otro lado, quiero recibir el consuelo de ti. ¡Lo recibo, Señor! ¡Gracias! En el nombre de Jesucristo hago esta oración, amén”.                                

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