LA ADVERSIDAD: ¿Permitida por Dios o por el diablo? - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA ADVERSIDAD: ¿Permitida por Dios o por el diablo?

INTRODUCCIÓN

Hay cosas que suceden en la vida que nos toman por sorpresa; éstas son las adversidades que aparecen de pronto, que no esperábamos ni planeamos, pero vienen igual. Adversidad es algo negativo, adverso, contrario; de esa misma raíz viene la palabra adversario. Adverso significa “contrario a”. Cuando llega una adversidad es algo contrario a nosotros, algo que no esperamos ni queremos que suceda nunca, pero viene. A todos los seres humanos nos ocurren adversidades; cosas repentinas que nos llevan a preguntar, ¿por qué a mí? O, ¿por qué Dios permite que me suceda esto?

El día en que estábamos culminando el campamento de jóvenes de Beraca, con unos mil ochocientos jóvenes acampantes y otro tanto de personas que habían ido a la celebración con bandas invitadas, fuegos artificiales, predicadores, etc., cuando estaba preparándome para ir a la celebración, llega uno de nuestros pastores y me da la noticia de que ocurrió un accidente en una ruta cerca de la ciudad de San Carlos en Maldonado. Un vehículo que se dirigía a Beraca con hermanos de nuestra iglesia colisionó contra un tráiler de otro auto y murieron cinco personas, dos de ellas decapitadas. ¡Uno entra en shock en su cabeza! Luego me dicen que hay dos chicos participando del campamento cuyas madres murieron en el accidente. El pastor de Maldonado habla por teléfono con el esposo de una de las mujeres que falleció y este hombre estaba tan turbado que no sabía qué decir, y yo tampoco tenía palabras. Pero tomé el teléfono para hablar con el hombre y ahí estaba del otro lado de rodillas junto a la cabeza de su esposa muerta, pidiéndole a Dios que se la resucite y diciéndome que Dios no le había avisado que iba a suceder eso. Agregó: “Yo no estaba preparado para esto. ¿Por qué Dios no me preparó para esto?” Eso es una adversidad.

A la hora de empezar con la celebración en Beraca había cinco muertos; cuando terminó, eran ocho los fallecidos. ¿Cómo le contábamos del accidente a la chica que estaba acampando? Esperamos a que terminara la celebración y le dimos la noticia. Tuvimos que dejar que saltara y se alegrara para después llamarla y contarle lo que pasó. Había también un joven de unos diecisiete años que tiene cinco hermanos, la mayor era la responsable de ellos porque habían quedado huérfanos. Era como una madre para ellos, y esa mujer también falleció. Ahora se había quedado sin sus padres y sin su hermana mayor.

Yo te quiero preguntar: ¿Estás preparado para la adversidad? ¡Nadie está preparado! Te pregunto más: ¿La adversidad la manda Dios o el diablo? Quiero decirte que Dios permite la adversidad. A veces los predicadores queremos defender a Dios y decimos que algo no vino de parte de Él sino del diablo y lo dejamos libre de cargos y culpas. Yo te digo hoy, que todas las adversidades son permitidas por Dios. Nada hace el diablo que Dios no se lo permita; si te toca un pelo es porque tiene permiso. Nosotros nos preguntamos, para qué y por qué. Hay muchas adversidades en la vida para las que no estamos reparados, la mujer que dio a luz un hijo por primera vez no estaba preparada, no tenía experiencia previa. Hay muchas cosas que Dios permite que vivamos sin experiencia previa.

La semana después del campamento de jóvenes viajé a la ciudad de San Carlos y tuve una reunión con los deudos. Éramos unas veinticinco personas y a la hora de hablar yo no tenía palabras, no sabía que decirles, no tenía una explicación porque hay situaciones adversas que no responden a la razón. ¿Cómo explicarle a la razón que esto puede pasar y que es permitido por Dios? Un hombre, papá de una de las accidentadas no quiso entrar con nosotros porque estaba muy angustiado y decía que buscaba consolación, y que sólo podría dársela el hecho de tener a su hija, pero ella ya no estaba. Estaba con nosotros también un papá que era ateo y me contaron que el día anterior al accidente se había encerrado en su casa y abrió la llave del gas con intenciones de suicidarse. Una mamá me dijo que lo que había sucedido es inexplicable pero que Dios la había consolado y tenía paz.

En la reunión había toda clase de sentimientos y expresiones, pero quiero dejar sentado que no tenemos que buscar la respuesta en el mundo de las razones. El hombre que perdió a su esposa me pedía que le explicara por qué Dios no lo había preparado. Me dijo que Dios le había arruinado su sueño de abrir una célula junto con la esposa, pero ella ahora estaba muerta. El hombre tenía sueños buenos, de servir a Dios junto a su esposa, pero Dios no se lo permitió. Él pedía una explicación, pero la razón es demasiado pequeña para explicar algunas cosas que Dios permite. El tema es que el Señor lo permitió. Dios es Dios y Él está en control de todas las cosas, y nos enseña a través de las adversidades, aquellas cosas que no entran en la razón. Nuestra mente es muy pequeña para poder entender aquello que Dios quiere enseñarnos, y lo que nos quiere enseñar no es a través del razonamiento sino de experiencias, lamentablemente, a través de experiencias traumáticas. No es que Dios no sabe de qué se trata. El Padre mismo envió a su Hijo a la cruz, y Jesús sudando gotas de sangre, le dijo: “Padre, todas las cosas son posibles para ti, aparta de mi esta copa”. Sin embargo, la voluntad del Padre era quebrantarlo hasta la muerte para cumplir un propósito de Dios. ¡Es difícil vivirlo!

Hablé con una mujer a la que se le murió la mamá hace año y medio y desde ese entonces vive con miedo. El temor y el terror se apoderaron de ella. Hay cosas que no funcionan con razonamientos, pero tampoco con sentimientos. No quería entrar a la oficina para hablar conmigo, y me dijo que entró porque la empujaron; después de unos minutos de conversar conmigo, me abrazó porque se sentía mejor y en paz. ¿Cómo explicas eso si no es Dios el que obra? Dijo Job: “Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan” (Job 5:18).

EL EJEMPLO DE JOB

Leemos en Job 1: “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. A éste no le tendría que haber pasado nada malo porque era bueno. ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mi padre? ¿Por qué, por qué, por qué? Aquí hay una interrogante que no entendemos ya que Job era bueno, recto, temeroso de Dios y apartado del mal.  “Y le nacieron siete hijos y tres hijas. Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales. E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos”.

Era un hombre que vivía bien, tenía muchas riquezas; era un hombre recto, prudente y tenía temor de Dios. Dice la Biblia en Job 1: 6 al 10: “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra”.

Satanás intentaba decirle a Dios que Job lo amaba por lo que le había dado. Y entonces comienza un drama extraordinario en el que Dios le va a demostrar no sólo a satanás sino también al mundo, quién era Job. El pensamiento íntimo del Señor es: “Yo sé que Job me ama por lo que soy, y me ama le dé o no le dé”. Hecho el desafío, le dice a satanás: “He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová”. Y comienza a producirse lo que nosotros diríamos, una gran injusticia. ¿Tienen que sucederle cosas malas a un hombre tan bueno? Hay personas malas que consideran que no es justo que les suceda algo malo; cuanto más las personas buenas piensan que no les tienen que suceder cosas malas por cuanto son buenas.

Continuamos con el relato de Job que dice: “Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia” (Job 1: 13 al 19).

En un momento, Job perdió todo lo que tenía; sus hijos, sus bienes y los animales: ¡Todo!

El padre que perdió a su hija, no quería entrar a la cena con nosotros; él tenía un vacío y una gran depresión que vino por la ausencia de su hija. La adversidad ataca la razón y los sentimientos. Cuando te llegue la adversidad no te pongas a razonar con Dios ni le pidas explicaciones porque sus motivos están por encima de la razón humana. Supongamos que Dios le explica por qué murió su hija en un accidente, ¿eso le da consuelo? Alguno pide que Dios sólo le responda por qué, así me decía el papá de una de las jóvenes que estaba en el campamento que perdió a su esposa, ¿por qué Dios permitió eso? No te van a servir de nada las explicaciones en este momento. Así que no busques explicaciones porque no te darán el consuelo, y tampoco busques por el lado de los sentimientos. Entonces ese padre que sentía un profundo dolor y una gran depresión por lo vivido no hacía preguntas ni buscaba respuestas, sólo quería estar solo, así que se quedó en su casa.

Los tiempos de crisis sacan a luz la verdadera esencia del creyente. Los tiempos de crisis determinan que clase de unión tienes con Dios, qué clase de relación tienes con el Señor y qué te impediría continuar con esa relación. ¿Qué podría hacer Dios que no te guste, que hiciera que perdieras tu relación con Él? Si amas a Dios con todo tu corazón, no te apartará de Él lo que perdiste, una crisis o adversidad. ¡Te aferrarás de Dios con todas tus fuerzas y no lo cuestionarás!

Estaba por dilucidarse qué clase de creyente era Job. Cuando oyó acerca de todo lo que había sucedido, dice la Biblia en Job 1: 20: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró”. No hubo preguntas en ese momento, no buscó respuestas, no dejó que la depresión lo abrumara; Job se inclinó delante de Dios y lo adoró. La adoración es la máxima expresión de amor. En otras palabras, es como si Job hubiera dicho: “Señor, no quiero entender nada, sólo no quiero dejar de adorarte porque te amo”. Hay momentos en que no sirven las explicaciones. Y dijo Job: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:21 y 22). En esto podemos aplicar el versículo que dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). ¿Cómo te podría ayudar a bien una adversidad tan grande? Sin embargo, la Biblia afirma que todo le ayuda para bien a los que aman a Dios. Job entendía esto, no era para celebrar la noticia, pero se inclinó y adoró a Dios, entonces declaró: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”.

¡En amar a Dios y adorarlo está tu éxito! Job no dijo: ¿Por qué me hiciste esto Dios? ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¡Te he amado toda mi vida!” Dice la Biblia en Job 1:5: “Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días”. Era un hombre que buscaba a Dios de todas maneras. ¿Por qué le tuvo que pasar semejante calamidad? Porque a satanás le tenía que quedar claro que un verdadero creyente no ama a Dios por las bendiciones que recibe del Señor. Porque a Job le tenía que quedar claro que lo más importante que él tenía era Dios y lo demás podría desaparecer.

Tengo que hablar con creyentes que están enojados con Dios porque les quitó un ser querido o alguna cosa. Y es en la adversidad donde se descubre que realmente cuestionas a Dios y tienes cosas contra Él. Resulta que es en la adversidad que le atribuyes al Señor injusticia de algo que te sucedió. No es la razón, tampoco los sentimientos los que te darán paz; lo que te dará paz es tu fe en Dios. La fe te lleva a aferrarte a Dios, aunque lo que te acaba de ocurrir te dice a gritos que Dios es injusto, que no tendrías que estar pasando por esto.

Una mujer con la que hablé, me contó que a los seis años de edad había sido abusada sexualmente y sufre hasta el día de hoy. Después de haber tenido varios hijos y no haber podido concretar una familia ni tener un hombre que la amara, ella guardaba eso en su corazón, hasta que una persona le cuenta a la hija que su mamá había sido abusada cuando tenía seis años. La mujer no ha podido dormir en paz desde que se enteró que le contaron a su hija. La perseguía el temor de que abusaran de sus hijas además de volver a experimentar el mismo temor del día que la abusaron. Le dije que su problema no es el miedo ni el abuso sino su relación con Dios. ¿Cuál es tu relación con Dios? ¿Tu amas al Señor y le adoras o quieres arreglar tus problemas mediante razonamientos, o queriéndole hacer entender tu perspectiva? Lo que necesitas es amar a Dios. Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. No es de extrañarse si transitas situaciones complejas e incomprensibles; eso no es nada de otro mundo, es de este mundo. Pero la verdadera relación del creyente con Dios sale a luz precisamente en la adversidad. El verdadero creyente cree lo que dice la Biblia y no lo que le insinúa las circunstancias. ¿Cómo puede ser que una joven que servía a Dios y se arreglaba todos los días porque decía que era una princesa del Señor muera con su cuerpo destrozado? ¡A todas luces es una injusticia! No obstante, la Biblia dice que Dios es justo y tú tienes que creer lo que el Señor dice en su palabra y no lo que te dictan las circunstancias. ¡Te estoy metiendo en un aprieto!

¿Qué vas a hacer cuando venga sobre ti una adversidad? ¿Seguirá siendo Dios el mismo o tienes una imagen propia de Él? Tú dices: “Yo creía que Dios iba a hacer esto o aquello”, “Yo creía que Dios iba a cumplir mis sueños, pero ahora falleció mi esposa. Dios arruinó mis sueños”.

¿Es justo o es injusto Dios? La fe dice que Dios es justo, así lo dice su palabra. ¿Qué gritan las circunstancias? Que Dios es injusto. Pero lo que digan las circunstancias no me importa. Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”.

En medio de esta situación aparecen en escena los amigos de Job con intenciones de consolarlo. Uno le insinuó que estaba en esa situación porque algo había hecho mal, seguramente había pecado. Y Job se rascaba, porque a todo esto el diablo le dijo a Dios: “Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida…e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios”.

Esto es difícil de explicar, pero no viene por el lado de la razón sino de la fe. Dios es bueno porque su palabra dice que Él es bueno y no porque lo dicen las circunstancias. Y Dios consuela porque su palabra señala que es el Consolador, no porque genere circunstancias que traen consuelo, sino porque Él quita la aflicción. Al final del libro de Job, la Biblia dice: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”. ¿Cómo quito su aflicción si se le habían muerto los siete hijos y las tres hijas? Lo cierto es que Dios te mete en la aflicción y te saca de ella.

En el tiempo en que yo le preguntaba a Dios por qué, el Señor me mostró el versículo de Job 5:18: “Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan”. En esto de que te hago la herida y te sano, estoy tratando contigo y te estoy llevando a un nuevo nivel espiritual y de relación conmigo, te dice el Señor. Yo también tuve que decidir qué hacer con Dios. ¿Vas a seguir cuestionando la Biblia? ¿Vas a seguir cuestionando a Dios? ¿Vas a seguir cuestionando a la iglesia y al pastor? ¿O te vas a inclinar delante de Dios y lo vas a adorar?

Entonces aparecen los amigos de Job defendiendo a Dios: “Dios sabe lo que ha hecho, vos no sabes nada”. Y Job no tiene consuelo, las palabras de sus amigos no alcanzan. ¿Te han querido consolar alguna vez en un velorio? Tú agradeces, pero por dentro dices, ¿por qué no te callas? Quieres estar solo, sola, en silencio; te niegas a recibir consejo y consuelo. En el capítulo 12 del libro de Job, éste se molesta con sus amigos y les dice: “Ciertamente vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría. También tengo yo entendimiento como vosotros; no soy yo menos que vosotros; ¿Y quién habrá que no pueda decir otro tanto?”

Esto no se resuelve en el mundo de la razón ni con explicaciones. ¡Job estaba necesitando un encuentro con Dios! En el capítulo 13 dice Job: “He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos. Como vosotros lo sabéis, lo sé yo; No soy menos que vosotros”. ¡No me vengan a contar lo que ya sé! Y comienza a decirles: “¿Ustedes creen que Dios necesita abogado que lo defienda? “¿Han venido a hacerme injusto a mí para que Dios sea justo? No entiendo sus razonamientos; sus razonamientos no me dan paz ni consuelo”.

En Job 13:13 en adelante leemos: “Escuchadme, y hablaré yo, y que me venga después lo que viniere. ¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y tomaré mi vida en mi mano? He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; No obstante, defenderé delante de él mis caminos. Y él mismo será mi salvación, porque no entrará en su presencia el impío”. Sé que no soy santo y puro, ningún impío entrará en su presencia, pero sé que Él es mi salvación. Más adelante Job dice: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de argumentos. Yo sabría lo que él me respondiese, y entendería lo que me dijera” (Job 23). Job quería que Dios le explicara, y el Señor se le presentó a Job, pero no le dio explicaciones, sino que le dijo: “Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás”. Y comenzó Dios a hacerle preguntas que él no podía responder. Cuando terminó la conversación, Job vio que Dios era mucho más grande y más sabio de lo que pensaba. Y dijo Job a Dios: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42: 2 al 6).

Luego, Dios lo hizo orar por sus amigos, y quitó Dios la aflicción de Job cuando él hubo orado por sus amigos, y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. Dice la Biblia en Job 42: 12 en adelante: “Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas, y tuvo siete hijos y tres hijas. Llamó el nombre de la primera, Jemima, el de la segunda, Cesia, y el de la tercera, Keren-hapuc. Y no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos”.

CONCLUSIÓN

El alma se niega a creer que recibirá consuelo. Cuando uno pierde un hijo, no se consuela con otro hijo; sin embargo, la Biblia señala que Dios quita la aflicción, y cuando el Señor quita la aflicción, te haya quitado un hijo o no te haya dado ninguno, tu alma está satisfecha porque Dios satisface el alma afligida.

Hoy Dios te confronta y te pregunta: “¿Qué vas a hacer el día que venga la aflicción sobre tu vida? Tienes que transformarme a mí, en la prioridad de tu existencia. Tengo que ser para ti el valor más grande que tienes. No vaya a ser que algo que amas mucho te cause una gran aflicción. Si me adoras, no habrá nada que te frustre. Ponme en el primer lugar de tu existencia. Tus seres queridos no son más importantes que yo, tus bienes no son más importantes que yo. Yo soy el mayor bien que tienes. ¿Me amas o no me amas? Por mucho menos de lo que tenía Job me has cambiado y dejado de lado. Vuélvete a mí y no me niegues nada. Dame tu vida”.

Si Dios es más importante que todo lo que tienes o deseas, preséntate delante de Él y dile: “Te voy a adorar me des o no me des. Tenga o no tenga te voy a adorar. Enfermo o sano, yo te voy a amar. Eres el motivo de mi amor y de mi adoración. Eres el motivo de mi alegría. Si te tengo a ti, lo tengo todo Señor”.

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