LIBÉRATE DE TUS CARGAS - Misión Vida para las Naciones

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LIBÉRATE DE TUS CARGAS

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INTRODUCCIÓN

Hay en el capítulo cuatro del evangelio de Juan, una historia muy linda que habla acerca de un encuentro que tuvo Jesús con la mujer samaritana.

Hablamos del “buen samaritano”, pero hay mucha gente que no sabe exactamente de qué se trata este término. Luego de la muerte del rey Salomón, hijo del rey David, el reino de Israel se divide. Hubo entonces un rey llamado Jeroboam que se separó e implantó su propio dominio quedando así el reino dividido en dos, al sur Judá y al norte Israel. De las doce tribus, diez se establecieron al norte y las dos restantes en el sur. Digamos que fue una pelea familiar y los hermanos se separaron ya que las doce tribus estaban emparentadas siendo que eran descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Habían llegado a tener un reino maravilloso pero por disputas familiares se enemistaron. Habrás notado que las peleas familiares y las divisiones por esta causa es lo que más duele. Tal vez algún extraño te ofende pero no te hiere tanto como cuando te lastima tu cónyuge.

Volviendo a la historia, el reino de norte estableció la capital en la ciudad de Samaria siendo sus habitantes los samaritanos; y al sur quedaron los judíos con la capital en Jerusalén. El reino del norte estableció su propia religión, mezclándose con otras naciones, por lo que perdió la sustancia de la religión hebrea. Jeroboam no quería que los habitantes de las diez tribus del norte viajaran a Jerusalén, que no sólo era la capital de todo el reino sino también donde se había erigido un templo y donde Dios exigía que allí se presentaran todos los israelitas delante de Él, por lo que estableció para ello tres fiestas anuales. Jerusalén era el lugar donde se hacían los sacrificios, así que la gente viajaba de todas partes del país y llevaban sus animales para ser sacrificados allí, pero Jeroboam decidió establecer otro centro religioso para que los del norte no se mezclaran con los del sur, quienes se quedaron con la esencia de las verdades de la Torá o el Antiguo Testamento. Los del sur se aferraron a las enseñanzas de los profetas y comenzaron a mirar a los samaritanos como gente idólatra y contaminada. Mientras tanto, en el reino del norte comenzaron a pulular otros dioses extraños de otras naciones ya que se habían mezclado con otros pueblos; los judíos que se jactaban de ser buenos religiosos al haber quedado aferrados a las verdades de Dios, miraban con malos ojos a los samaritanos, ni siquiera pisaban su territorio. Cuando querían ir a Galilea por ejemplo, lo más fácil era pasar por Samaria, pero no lo hacían y preferían rodear esa región para no contaminarse. ¡No querían pisar ni siquiera el polvo de Samaria! Pero vino Jesús con otro corazón y otro espíritu porque para Él, si bien los samaritanos eran pecadores como todos, también fueron creados por Dios ya que el Señor creó a todos los seres humanos, y aún entre los peores de la nación Dios tiene gente escogida.

                LE ERA NECESARIO PASAR POR SAMARIA

Estoy leyendo el libro de un pastor uruguayo que ha estado preso dieciocho años por haber cometido varios delitos, entre ellos asesinatos, y quien se ha fugado varias veces de prisión pero ahora tiene su libertad. Con esto quiero decirte que entre esos que son peores que tú, Dios tiene personas escogidas que Él va a tocar; personas que tienen una carga tan grande en sus vidas que sólo Dios puede sanar y liberar ya que sólo Él puede tomar esas cargas. Jesús vino a pagar un precio muy alto para que las cargas que tenemos no las llevemos nosotros sino Él. Dios sabe que nos hemos metido en problemas que provocaron angustias y fracasos en nuestras vidas y no podemos cargar con esas historias, pero Cristo quiere tomar tu carga porque Él ya pagó el precio para hacerse cargo de todos tus fallos. Constantemente hablo con personas que me dicen que le han fallado a Dios y ya no saben si el Señor les ama y yo hoy te digo que Dios te ama, no importa lo que hayas hecho. ¡Él puede transformar tu vida! ¡Puede cambiar tu corazón! ¡Jesús puede tomar tu carga! Le llamamos carga o dolores a lo que sucede en nuestras vidas por tomar malas decisiones, por haber hecho o dicho cosas, o porque nos han hecho o dicho cosas los demás y no lo podemos soportar, entonces andamos cargando el dolor que producen las divisiones causadas por actitudes erradas.

En la época de Jesús había una división muy grande; lo más sagrado, santo, puro y genuino de la religión judía no aceptaba o no toleraba hablar con un samaritano. Señala Juan capítulo cuatro que Jesús salió de Judea para ir a Galilea y “le era necesario pasar por Samaria”. Un buen judío no haría lo que hizo Jesús; no iría a esa región y mucho menos establecería una conversación con un samaritano, pero el Señor fue, llegó hasta un pozo de agua que había sido escavado por Abraham y allí se encontró con una mujer samaritana.

En dos oportunidades podemos ver el favor de Jesús hacia los samaritanos. El Señor hizo referencia a la parábola del buen samaritano en la que explicó que unos religiosos judíos, al encontrarse con un hombre mal herido siguieron de largo; es que estaban tan ocupados en sus asuntos y sus compromisos, los cuales les impidieron cuidar de ese hombre que estaba caído. Pero se le acercó un buen samaritano y lo ayudó. Los samaritanos estaban “contaminados”, según la opinión de los judíos, pero había algunos buenos. En donde menos te imaginas, Dios tiene gente escogida, aquellos que a tus ojos son malos pero que a los ojos del Señor son preciosos y valen mucho porque Él ha pagado un gran precio para librarlos de sus maldades.

¿Qué era lo que causó que Jesús tuviese necesidad de pasar por Samaria? Había una mujer escogida por Dios a quien Jesús debía hablarle, por lo que le era necesario pasar por allí ya que esa mujer tenía una carga muy grande. Ella tuvo seis maridos y si piensas mal dirás que era una mujer fácil pero para Jesús era una mujer perdida y desesperada que buscaba ser feliz pero no lo lograba, anhelaba tener un matrimonio y una familia feliz y no le era posible. El Señor muy prudentemente le dijo que fuera a buscar a su marido y ella le dijo: “No tengo marido”. Entonces Jesús, que conoce los corazones mejor que nosotros mismos, le respondió: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (Juan 4:17). He hablado con personas a las que le ha acontecido algo similar a lo de esta mujer y han creído que el cónyuge que tenían no servía, por lo que salieron a buscar otro, pero ese otro tampoco les sirvió y fueron en busca de otro diferente, provocando situaciones indeseadas para quienes las rodean. Muchos adolescentes me dicen: “El novio de mi mamá no me quiere, a su hija le compra regalos pero a mí no”, “mi papá viene al cumpleaños de mi hermano pero al mío no”. Hay padrastros que abusan sexualmente de los hijos de su mujer y algunos de ellos al no soportar más la situación, lo cuentan, pero hay madres que no lo quieren creer porque temen quedarse solas y sin techo. Entonces aparecen en el alma dolores tan profundos en los adolescentes que los llevan a buscar en las drogas y en el sexo, dándoles igual tener relaciones tanto con hombres como con mujeres, procurando salir de ese dolor causado dentro del seno familiar.

Debo decir que un hombre que ha tenido seis mujeres no es más feliz ahora que antes y menos si ha tenido hijos con cada una. Por malo que seas, Dios te ha dado conciencia y en momentos de lucidez te das cuenta que has obrado mal y has metido la pata muy profundo. ¡Qué difícil es salir de los enredos en los que nos metemos a veces! No has sabido esperar en Dios para que te dé a tu cónyuge y no lo has buscado.

Hablé con una mujer que se crió en una iglesia y de vez en cuando se enojaba con Dios como si fuera algo barato. ¿Crees que si te enojas con Él vas a tocarle alguna fibra muy íntima y lo harás cambiar de parecer, o harás que actué rápido? Esta mujer a los cuarenta años aún no se había casado y dijo: “Ya que Dios no me da un esposo, voy a disfrutar la vida y me voy a conseguir esposo”. Y encontró uno que tomaba mate con ella, pero duró poco. Ella me declaró que al principio era bueno, pero después cambió. Le pregunté si el hombre era cristiano y me respondió que no pero era muy bueno. “¡Te casaste con una bola de carne!” le dije. ¿Qué producía en el mundo espiritual esa bola de carne? La Biblia dice que la carne produce carne y el espíritu produce obras espirituales. Entonces ¿qué era eso bueno que tenía? “¿Era carne de primera?” le pregunté, y ella me quedó mirando. Ellos se juntaron y comenzaron a planificar sus vidas y aunque él no era cristiano ella tenía mucha fe en que Dios lo iba a cambiar. No asistían a la iglesia aunque algún día iban a hacerlo, lo cierto es que el hombre era bueno. Se hicieron una casita con mucho esfuerzo y entre los dos la pagaron, la mitad cada uno. El único inconveniente era que no podían tener hijos y convinieron hacerse fertilización in vitro. En este proceso, una visitadora social iría a la casa para ver si estaba en condiciones para la criatura. Un día, tomando mate, el marido le dijo que la hermana iba a vivir con ellos, entonces la mujer se opuso a este planteamiento. “¿Cómo qué no?” le dijo el hombre. “No, ¿y nuestro hijo, dónde va a dormir? Va a venir la visitadora social y se va a encontrar que está tu hermana” “¡Sos una infeliz! ¿Qué te pensas? Te voy a dejar porque sos una hija de…” Parece que salió mal la cosa. “Siento asco de vos, no te soporto y ya no quiero vivir contigo” se despachó el hombre. “¡No te quiero ver más la cara, egoísta!” “Pero mi amor, vos nunca me trataste así. ¿Quién te ha cambiado?” le dice ella. Hasta que un día encuentra en el celular del marido unos mensajes que le mandó la amante, la que le decía: “A esa hija de…la tenés que dejar”. Y él le respondió: “Sí, tenés razón, mi amor”. Cuando la mujer le señala que se encontró con esos mensajes, él le responde: “¡Yo no sé de dónde salió eso! Mío no es…”

                DIOS NO TE DEJARÁ CAÍDO PARA SIEMPRE

Los planes de Dios permanecen, en cambio los planes del hombre se derrumban y caen. Tú te preguntas dónde hay salvación y cómo haces para seguir viviendo. La mujer se había enojado con Dios y decidió hacer su vida, pero ahora no tiene con quién tomar mate. Yo me pongo en el lugar de la mujer samaritana que ha tenido seis maridos, que habitaba en una ciudad pequeña y todos los hombres la conocían. Me imagino que cuando la veían pasar, uno le decía al otro: “A esa mina la conozco del derecho y del revés”. Los hombres se juntan a hablar y alardean acerca de lo machos que son. Ellos creen que son más machos si han tenido más mujeres. Entonces otro le responde al anterior: “Sí, yo también estuve con ella y sé muy bien cómo es” “¿Y vos que hiciste?” “Yo hice esto, esto y esto…” “¡Ah no, yo hice más!” Y la mujer despreciada y desvalorizada anda buscando un hombre que la proteja, que la ame y la valore y como no lo encuentra, prueba con uno y con otro. ¡Qué tristeza que da, verlas mendigar amor! ¡Destruidas! Y uno pensará: “¿No tenía muchas mujeres que atender Jesús en Judea?” Pero esta mujer estaba en los planes de Dios, ella había sido escogida por Dios para salvación y bendición y Jesús debía ir a ese lugar. ¡No había ninguna casualidad! El Señor no fue a esa región por casualidad, ahí había una mujer sumamente afligida. “Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Ella le respondió: Señor, me parece que tú eres profeta”. Comenzó a darse cuenta que Jesús la conocía mejor de lo que pensaba. Posiblemente se había maquillado y arreglado como todos los días para aparentar que estaba bien, pero Jesús le dijo: “Vas por el sexto hombre, ¿qué vas a seguir buscando?” Ella le dijo: “Señor, ¿por qué hablas conmigo siendo que soy samaritana y los judíos y samaritanos no se hablan?” Jesús les había referido a los discípulos que tenía una obra que llevar a cabo y que Él no había venido a hacer su voluntad sino la del Padre ya que entre los samaritanos, Dios también tiene gente escogida.

¡Entre los pecadores Dios tiene escogidos! ¡El Señor ama a los que tú rechazas! La mujer samaritana era una persona desvalorizada y despreciada, poco menos que una prostituta; había tenido ya seis hombres y vaya uno a saber cuántos hijos tenía de cada uno. ¡Su vida era un fracaso! En Samaria no había un evangelio de paz que le diera consuelo. En general, la gente que tiene este tipo de crisis no sabe cómo salir. ¿Cómo sales de ese estado de frustración al haber intentado seis veces y luego de haber fracasado en cada una? ¿Cuántos hombres o cuántas mujeres más van a pasar por tu vida hasta encontrar la felicidad? No se trata de tener más hombres o mujeres sino de tener a Cristo en el corazón, porque el Señor te puede dar paz y felicidad aunque no haya ningún hombre o mujer en tu vida y aunque no tengas hijos. ¡Aunque no tengas nada, Dios puede hacerte feliz!

Hay cosas que ya han ocurrido y que no puedes revertir; no puedes atrasar las agujas del reloj para solucionar esas malas decisiones que has tomado en el pasado, pero Dios puede hacerse cargo de todos los problemas que has generado en tu vida. ¡Jesús pagó un precio muy alto por hacerse cargo de todos ellos! ¡El Señor te ama y te ama de verdad!

“Señor, tú eres un profeta. Tú me conoces y sabes acerca de mi…” “¡Sí, mujer! Lo que no sabes es que llegué hasta este pozo a propósito, no fue casualidad; no sabes que vine específicamente por ti. Si yo te doy el agua que tengo, nunca más volverás a tener sed. Si supieras quién es el que habla contigo mujer, tú le pedirías y Él te daría, y nunca más volverías a tener sed”. “Señor nos han enseñado que viene un Mesías, un libertador, alguien que traerá consuelo a su pueblo. Nos han dicho que hay alguien que va a gobernar e instaurar la paz”. Y Jesús le dijo: “Yo soy, el que habla contigo es. ¿Lo crees?” Y ella le respondió: “Sí, lo creo”. Entonces se fue al pueblo y comenzó a decir: “¡Encontré al Mesías! ¡Vengan a conocerlo! ¡Él me dijo todo lo que he hecho!” Los del pueblo se acercaron para saber qué decía la mujer y hablaron con Jesús. ¡Ellos quedaron maravillados porque sus palabras eran de bendición y penetraban en lo profundo de sus corazones! Pero Jesús les declaró que debía seguir su camino, por lo que ellos le rogaron que se quedase más tiempo y el Señor se quedó dos días más en Samaria, entonces los hombres le dijeron a la mujer: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”. ¡Aquellos que se habían separado del pueblo de Judá creyeron en el Mesías! ¿Qué quiero decirte con esto? Que hay esperanza donde no hay esperanza. ¡Donde está Jesús hay esperanza aunque no haya esperanza! ¡Dónde está Jesús hay solución aunque no haya solución! ¡Se abren puertas donde no se podían abrir! ¡Qué precioso es el Señor!

Desde aquel entonces hasta ahora el mundo está lleno de gente que sufre este tipo de cosas, como los niños o adolescentes que dicen: “Mi mamá no tiene tiempo de atenderme porque está con su novio” O: ¿Dónde estaba mi papá cuando abusaron de mí? ¿Dónde estaba mi mamá cuando mi padrastro abusó de mí? ¿Quién conoce mi dolor y mi soledad? ¿Quién conoce de la impotencia y la angustia que tengo? ¿Habrá alguien que entienda lo que yo estoy atravesando? Y Jesús te dice: “Sí, yo. Yo sé lo que estás sufriendo porque he pagado por cada uno de tus dolores y angustias. Yo he pagado con mi propio cuerpo en la cruz del calvario el precio de tu paz. He muerto en una cruz para verte feliz. No eres tú quien solucionará los problemas de tu vida, yo soy Dios y no hay Dios que te ame como te amo yo; no hay quien pueda solucionar tus dificultades más que yo. Yo abriré caminos en la soledad y derramaré agua en los sequedales. ¡Tú lo verás y me honrarás!”

Dice la Biblia en el Salmo 55:22: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo”. Otra versión señala: “Déjale al Señor tus angustias”. Tú crees que puedes solucionar tu vida solo o sola y Jesús te dice: “Nadie puede sostener tu vida como yo lo puedo hacer: Nadie te amará como yo te amo ni te cuidará como yo”.

He hablado con mujeres que se sentían destrozadas porque sus esposos no ha sido buenos con ellas y ahora les cuesta confiar en los hombres, entonces quieren solucionar sus vidas ellas solas. Quieren manejarse solas y no quieren que nadie entre en sus vidas y si entra alguien, tiene que hacer lo que ellas quieren. También he conocido hombres que no saben qué hacer con sus vidas. Se le acerca su hijo y le pide que le arregle el juguete, entonces el padre le dice: “Anda que te lo arregle tu madre”. “Papá, me duele…” “Decile a tu madre que te dé algo para el dolor”. “Papá, ¿me ayudas con las cuentas?” “Decile a tu madre que te ayude”. Se llaman idiotas, útiles. La mujer dice: “Bueno, que trabaje y traiga dinero que yo me encargo de todo”. Algunos hombres sólo sirven para trabajar y para llevar dinero a su casa y nada más. En algún momento de tu vida te das cuenta que la carga es muy pesada y ya no la puedes sobrellevar, entonces comienzas a angustiarte y a sentirte fracasada o fracasado. Mas la Biblia dice: “Entrégale al Señor tus cargas y Él te sustentará”. Y lo más lindo: “No dejará para siempre caído al justo”. ¡No estarás caído para siempre! Justo es aquel que busca a Dios de corazón. ¡No hay nadie que pueda decir que es justo! Pero el que busca al Señor de corazón entra en el camino de la justicia de Dios, porque la justicia de Dios, además de la condenación por los pecados, incluye su amor y su misericordia por ti. ¡Quien busca a Dios busca el amor y la misericordia! ¡Dios hará algo maravilloso en ti! En cambio, quien no busca al Señor, sigue cometiendo injusticias.

                CONCLUSIÓN

La mujer que mencioné, cuando se enojó con Dios, decidió hacer lo que a ella le parecía para ser feliz y disfrutar la vida. Lo primero que hizo fue elegir mal, escogió un hombre que para lo único que le sirvió por un tiempito era para tomar mate. Te alejas de Dios, te alejas de la justicia; buscas al Señor, entras en el camino de la justicia. Hoy Dios te está dando una oportunidad y si le buscas con todo tu corazón tu vida va a cambiar. Dios ya te considera justo por el sólo hecho de que lo estás buscando con todo tu corazón. Y el Señor te dice: “Yo no te dejaré caído para siempre porque te voy a levantar”.

Como lo dije anteriormente, conocí un pastor uruguayo que estuvo dieciocho años preso y no quería saber nada con Dios, pero tenía una madre que oraba por él. ¡Qué valor tiene una madre que ora por sus hijos! Era un hombre durísimo, se hizo de fama y fue jefe en la prisión porque era de los peores, hasta se ha escapado más de una oportunidad de cárceles en las que se encontraba, en Argentina y Uruguay. Este pastor ha escrito un libro que habla acerca de su testimonio titulado: “Gus, ¿Qué hiciste?” Y recorre las cárceles reglando su libro a los presos. Dios lo transformó en una persona sensible y misericordiosa. ¡Yo no concibo que un hombre con un corazón tan bueno haya sido una persona mala! No ningunees lo que Dios puede hacer contigo. No digas: “Dios conmigo no puede hacer nada”. ¡El Señor de la nada, hizo todo! No pienses que Dios no puede hacer nada contigo. El Señor puede usarte con poder y a este pastor lo está usando de una manera extraordinaria, y nosotros lo respaldamos en su tarea; le hemos ayudado imprimiéndole libros que regala cuando visita a los presos en las cárceles, porque hay esperanza para todos aquellos que tienen cargas pesadas.

¿Vives agobiado con cargas que no puedes soportar? ¿Has sido tentado a colgar los guantes porque no das más? Dile al Señor hoy: “Vengo a ti Jesús, toma mis cargas, no quiero quedarme en el estado de miseria en el que estoy; no quiero quedarme en este estado de ira, de enojo y de dolor en el que me encuentro. Llévate mis cargas, Señor; llévate mi angustia. No quiero vivir con este peso que te corresponde a ti porque tú compraste el peso de mi carga que yo ya no puedo sobrellevar. Porque tú venciste y te levantaste de la muerte a pesar del peso del pecado de toda la humanidad que te llevó a la cruz. ¡Hazme libre, Señor!” Yo declaro que el Espíritu Santo como un viento va a arrebatar tu carga y se la llevará, en el nombre de Jesús.

 

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