NO TE CANSES DE SEMBRAR LO BUENO - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

NO TE CANSES DE SEMBRAR LO BUENO

INTRODUCCIÓN

Yo te pregunto: ¿Los esfuerzos que haces, valen la pena? Cada esfuerzo que haces es una siembra, porque es el fruto de una decisión y de tu empeño. Cada decisión requiere un empleo de fuerza y de tiempo; digamos que cada vez que tomas decisiones, es una inversión que haces; por eso te pregunto: ¿las decisiones que has tomado han valido la pena? ¿Las cosas en las que inviertes tiempo y fuerzas te están dando resultado? ¿Estás satisfecho o satisfecha con los resultados que has obtenido?

Quiero decirte que lo que hoy estás viviendo es el resultado de tu siembra. Nadie tiene la culpa de lo que tú estás viviendo. Tú has tomado tus propias decisiones en cada oportunidad y circunstancia, y cada decisión te hace tomar nuevos rumbos. Cada decisión es una elección que deja de lado otros caminos u oportunidades. Yo soy responsable delante de Dios. Lo que cosechas no depende de cómo es la gente. Tal vez has sembrado bendición y amor pero la gente no te ha respondido como querías, pero recuerda que tu cosecha no depende de la gente sino de Dios. ¡El Señor no te va a dejar sin cosecha si siembras lo que Él quiere que siembres! Dice la Biblia en Gálatas 6:7: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. ¡A su tiempo vas a cosechar si no dejas de sembrar! Muchos se agotan enseguida y dejan de sembrar, dejan de hacer lo bueno y lo correcto.

EL RESULTADO DE MI SIEMBRA

Hemos culminado el campamento de niños número diecinueve y nos ha dejado una sensación muy linda sobre los que estuvimos trabajando en todo este tiempo. Niños que han asistido a varios campamentos de Beraca Kids, y ahora participan de los campamentos de jóvenes, hoy trabajan haciendo actividades para niños como los programas de radio, o son maestros de niños pequeños. Muchos de los maestros que han asistido al campamento de jóvenes primero, participaron de los campamentos de niños.

Esto es lo primero que hemos notado, lo segundo es la paz que ha habido en este último campamento; los chicos se han portado bien, han sido menos violentos que en campamentos anteriores. Y no es que los niños vienen menos violentos en lo que respecta a la sociedad sino todo lo contrario, pero en este último campamento se han mostrado menos violentos y más serviciales. No hubo como otros campamentos, niños que se largaban a llorar porque extrañaban a su mamá y por esta causa se nos iban a razón de cien niños más en los primeros tres días. En el último campamento la mayoría de los niños no extrañaron, sólo se fueron diecisiete de mil cien que habían inscriptos.

Nos maravillamos al ver que todo ha mejorado porque en realidad los niños son muy violentos pero en este reciente campamento no ha sido así, y hemos notado que un sesenta y cinco por ciento de los niños que han participado en este último campamento ya habían participado de otros anteriores. Esto quiere decir que hay un gran porcentaje de chicos que ya están siendo tocados por la palabra de Dios desde hace varios años, entonces llegan al campamento contentos, ya no extrañan, no te patean ni te muerden como antes ni insultan como lo hacían antes. ¡Las cosas han mejorado! Tenemos un gran porcentaje de niños que están siendo encaminados, pero llevamos diecinueve años sembrando en ellos así que yo te digo: No te canses de hacer el bien. No se trata de hacer el bien un año sino cada día de tu vida. ¡Tú vas a cosechar conforme a lo que siembras!

Cuando finalizó el campamento y los niños se fueron cada uno para sus hogares, recibimos un mensaje de una mamá, el cual nos dice que su hija llegó a su casa y se desvaneció por lo que la llevaron al hospital donde quedó internada con un posible cuadro de meningitis. La niña vuelve en sí pero la mantienen internada para hacerle estudios, a todo esto la madre estaba angustiada, llorando y desesperada, y la niña, internada, sometida a estudios médicos, le dice: “Mamá no te desesperes. ¡Dios está de nuestro lado!” La madre nos manda un mensaje, diciéndonos: “Dios los bendiga. ¡Gracias por lo que han hecho por mi hija! ¡Gracias porque han sembrado fe y esperanza en ella!” La madre estaba desesperada, pero la hija confiaba. ¡Gloria a Dios, estamos cosechando!

Todos los días cosechamos; algunos cosechan abrojos, cardos y espinas, pero otros cosechan bendición. Este año hemos cosechado en los campamentos paz, mucha paz y bendición por lo que estamos agradecidos a Dios.

LO QUE SEMBRAMOS, INEVITABLEMENTE COSECHAMOS

El apóstol Pablo le dice a los gálatas: “…Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:16 y 17). Aquí la palabra de Dios está hablando de dos resultados, uno malo y otro bueno, y el resultado tiene que ver con la semilla que se siembra. Está el fruto del Espíritu Santo y está el fruto o las obras de la carne. Éstas son dos naturalezas distintas; una es la naturaleza de la carne y la otra la naturaleza del Espíritu y el apóstol Pablo exhorta a andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne. En la Biblia hay una ley que contradice la teoría de la evolución; esta teoría sugiere que se puede mutar de una especie a otra, por ejemplo, un pez se puede transformar en pájaro, un mono en un ser humano, etc. Por un lado se habla de la mutación de ciertos caracteres dentro de una especie y por otro lado de una mutación de una especie a otra a lo que le llaman evolución. Sin embargo la Biblia nos dice que Dios hizo cada árbol según su especie, cada planta según su especie y cada animal según su especie. O sea que si yo planto semillas de eucaliptus obtendré árboles de eucaliptus. Si quiero obtener eucaliptus más vale que no plante semillas de pino. Si Dios dijo que cada árbol da semilla conforme a su especie, significa que las chanchas siempre tendrán chanchitos. No existe la mujer que haya dado a luz un perro dóberman ni se ha encontrado un mono que se haya mutado a ser humano porque lo que producen las semillas que se siembran, es conforme a la especie que se siembra. Si siembras para la carne, de la carne recogerás corrupción y muerte; y si siembras para el Espíritu cosecharás vida eterna.

Los seres humanos producen uno, de dos clases de frutos; fruto de la carne o fruto del Espíritu. Cuando produce fruto de la carne se dice que la persona es carnal y cuando produce fruto del Espíritu, es espiritual. Si domina el Espíritu, el resultado es espiritual, pero si domina la carne el resultado es carnal. Jesús dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”.

La carne no puede producir obras espirituales; mucha gente quiere ser buena y hace fuerza para cambiar sus emociones y sus hábitos, hacen fuerza para dejar de insultar o para no enojarse pero no les sale porque las obras espirituales no las produce el ser humano. Las buenas obras no las produces tú; las buenas obras las produce el Espíritu Santo en el creyente y es un fruto del Espíritu, no del ser humano. Por lo tanto no tienes que estar tratando de cambiarte porque jamás podrás cambiar tu naturaleza, jamás podrás cambiar tu carne y aunque hay carne buena, regular o mala, no importa de cuál de ellas se trate porque la carne es carne y produce obras de la carne. El Espíritu es bueno y hay uno solo y es el Espíritu de Dios. Las obras que produce el Espíritu Santo en el creyente son las que a Dios le agrada, por lo tanto no tengo que luchar por producir buenas obras sino por mantenerme en una comunión correcta con el Señor y debo depender del Espíritu Santo. Es la búsqueda de Dios lo que hace que el Espíritu Santo se mueva con poder en el creyente y éste produce naturalmente las buenas obras de Dios. ¡No tiene que esforzarse!

La higuera no vive con miedo a dar durazno o algún otro fruto, porque sabe que dará higos. Las obras del Espíritu que le agradan a Dios, el Espíritu las produce naturalmente en el creyente. Te sale un amor de tu corazón y por más que quieras no puedes odiar ni insultar, no puedes enojarte con alguien porque amas a esa persona y el amor de Dios brota como una fuente de tu corazón. ¡Eres una bendición! Pero eso no es de ti sino del Espíritu de Dios que está en ti. Cuando se producen las obras de Dios la gente se admira y glorifica al Señor. Las obras de Dios son tan buenas, tan grandes y hermosas que naturalmente la gente aclama: ¡Gloria a Dios!

Hay personas que se especializan en domar la carne o volver su carne espiritual; se torna buena pero a su propio criterio, se vuelve religiosa, establece normas, viven oprimidas porque sabe que tiene que amar y trata de hacerlo pero no tiene amor. No está en la naturaleza de la persona el producir buenas obras, todo tiene que ver con el origen, de dónde sale esa buena obra y de ti no sale, la buena obra sale de Dios. A veces hacemos un gran esfuerzo y logramos concretar una buena obra humana lo que lleva a la gente a alabarnos por nuestro mérito porque cuando la buena obra la hace el hombre entonces admiramos al hombre, mas cuando la buena obra la hace Dios, lo admiramos a Él y le glorificamos. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” dijo Jesús (Mateo 5:16). Las buenas obras no salen de tu corazón, salen del corazón de Dios y lo que tú necesitas para hacer esas buenas obras es vivir una vida abrazado a Dios y aferrado al Espíritu Santo.

LA COSECHA DE LA CARNE

Hay una lista en Gálatas capítulo cinco donde el apóstol Pablo habla de los resultados de una vida carnal y una vida espiritual. Gálatas 5: 18 al 21 dice así: “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Tú haces fuerza para no adulterar y te mueres de ganas por hacerlo, y luchas con todas tus fuerzas para no ceder ante tu deseo pero ves a una mujer y te das cuenta que eres carne. Tú dirás: “¿Yo idolatría? ¿Hechicería? ¡No!” ¿Y qué de las enemistades? “Yo me llevo bien con todos” ¿Y con tu suegra? “¡Ah, no!” Si ves que te sale solito el enojo y la enemistad contra tu hijo, tu cónyuge o alguna otra persona entonces eres una persona carnal. Hay pecados que tú no cometerías ni loco pero la envidia te invade cada dos por tres.

Yo he contado que cuando me estaba iniciando en el ministerio, el pastor Rubén Giménez decidió hacer una campaña evengelística y eligió cinco predicadores entre los que me encontraba yo, y a cada uno le tocaba un día para predicar. “¡Ahora van a ver lo que yo soy!” pensé. Yo tenía un anhelo tremendo de que Dios manifestara su gloria cuando me tocara predicar, entonces ayunaba y oraba con todas mis fuerzas pero yo no amaba mucho a las almas sino que quería demostrar que mi predicación era más efectiva que la de los otros predicadores. Así era yo. Cuando predicaba otro, dentro mío yo sentía el deseo de que no se salvaran muchos así a la hora de mi predicación pasarían al frente una gran cantidad de personas, y si no, me iban a quitar la gloria a mí. ¡Tenía un corazón recontra torcido! Yo oraba con pasión, oraba con una oración perseverante y era una carnalidad. Yo quería que se notara que mi prédica daba más resultado que el mensaje de otro. ¡Eso es envidia! Pero Dios fue trabajando en mi corazón y me enseñó que si yo amaba a las almas, tenía que amar que se salvaran conmigo o sin mí. Si tú ves que aparecen esas cosas que se mencionan en el libro de Gálatas en tu vida y estás anhelando que alguien se fije que tú eres espiritual y si no te ponen en un cargo importante entonces te sientes mal porque no te reconocen, eres carne pura. Eso hace cortocircuito con el Espíritu Santo.

LA COSECHA DEL ESPÍRITU

Luego de la lista de las obras de la carne que da el apóstol Pablo en Gálatas 5, menciona lo que son las obras del Espíritu. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Así que si está operando el Espíritu Santo, naturalmente se manifiesta el gozo, la benignidad, la paciencia, la mansedumbre, etc. Es algo que sale solo de tu interior y tú no lo puedes frenar y la gente comienza a decir: “¡Qué linda es esta persona! ¡Qué lindo espíritu tiene!” Es que el Espíritu Santo está produciendo sus frutos en ti. Tú, por tu propia cuenta jamás vas a producir eso. Una mujer me dijo que tenía cáncer en sus entrañas y yo le pedí a Dios que secara ese tumor y la sanara; si la mujer es sana, ¿crees que podría decir que fui yo quien la sanó? ¡No! ¡Yo no puedo hacer nada! ¡Las obras de Dios son extraordinarias y poderosas! Gálatas 5:24 dice así: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Una persona espiritual puede declarar como el apóstol Pablo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi” (Gálatas 2:20). Estoy crucificado juntamente con Cristo; he crucificado mi carne junto con mis pasiones y deseos, ya no actúo conforme a mis deseos sino a los deseos del Espíritu Santo. Para que el Espíritu Santo tenga libertad y haga su obra yo tengo que estar muerto. No sirvo más para tomar mis iniciativas porque ahora estoy a disposición del Espíritu Santo y es Él quien toma las iniciativas en mí. ¡Ya no vivo yo! Ya no vivo en la carne, ahora vivo en el Espíritu; estoy muerto para el mundo y para el pecado, estoy muerto para mis deseos, pero estoy vivo para Dios.

EL EJEMPLO DE BERACA

El Señor me mostró un paralelo; digamos que hay un paralelo de cosecha natural y de cosecha espiritual. Hace diecinueve años que hemos adquirido el predio de Beraca; diecinueve años cortando pasto, regando plantas y plantando árboles. Diecinueve años arreglando desperfectos y haciendo el mantenimiento del predio, e invirtiendo en construcciones. Cuando comenzamos a trabajar en el lugar, era un páramo seco, no había agua ni luz; lo que cubría el predio eran unas chircas bien altas. Nos habían prestado una chirquera para eliminar esas malezas que tenían troncos durísimos y la hicimos bolsa pero ahí estábamos con el corazón puesto en transformar ese terreno lleno de malezas en un jardín. En mi empeño de quitar todas las chircas y cardos, todos los años me envenenaba porque nacían cada vez más cardos y nadie los plantaba, nacían solos. Yo arremetía contra esos cardos y hacía de cuenta que eran demonios del infierno; éstos son fruto de la maldición del pecado, entonces yo aceleraba y pasaba sobre ellos. Y cada vez que caían los cardos yo pensaba que caían los demonios. Podía estar horas arriba del tractor, muchas veces se me hacía la noche y seguía arrancando cardos, me llamaban para comer pero yo no quería porque me empecinaba en arrancar toda esa maleza. Las personas que pisan Beraca hoy, dicen: “¡Qué paz hay en este lugar!” Pero han sido diecinueve años de sembrar.

Toda tu vida es una siembra. Puedes estar produciendo abrojos, espinas y cardos o puedes estar produciendo flores y perfume del Señor. Porque tu vida produce sí o sí, conforme a lo que siembras. Si tu hogar o tu trabajo nunca van para adelante, si siempre estás endeudado, si luchas con enfermedades todo el tiempo, estás sembrando mal. Y una siembra mala es el resultado de hacia dónde está inclinado mi corazón; si mi corazón está inclinado hacia Dios, Él se agradará de mí y pondrá en mi corazón semilla buena para hacer cosas buenas.

Yo noté un paralelo entre trabajar en el mantenimiento de Monte Beraca durante diecinueve años y trabajar allí con los niños. En ambos casos yo veo una bendición hermosa de parte de Dios. Y lo remato con el versículo 7 del capítulo 6 de Gálatas que dice así: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. ¡Cómo me duelen esas personas que se han ido enojados de la iglesia y han vuelto con alguna enfermedad venérea! Cuando la carne actúa, ésta se enoja hasta con Dios. ¿Te has enojado con Dios alguna vez? Yo me he enojado con el Señor, le recriminé qué estaba haciendo conmigo, por qué no me explicaba bien, yo sólo quería saber por qué. Le decía: “Explícame por qué y yo me quedo tranquilo”. Y Dios no decía nada…

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. Cuando tú haces las obras de Dios pueden surgir un montón de envidiosos, gente que te odia y se burla de ti; pero tú tienes que tener certeza de lo que haces. Si amas a Dios y sabes que lo que estás haciendo es lo que el Señor quiere no dejes de sembrar. ¡No dejes de hacer lo que Dios quiere! A ti te parece que estás sembrando el bien pero estás cosechando el mal y no es así. Habrás dicho alguna vez: “¡De qué me ha servido ser bueno!” Y otros van más allá: “¡Le tendría que haber roto la cabeza!” ¡Se arrepienten de hacer el bien! Dios nunca se arrepintió de hacerte bien. La carne se arrepiente de hacer el bien mas el espíritu sabe que va a cosechar y no dejará de obrar bien, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos.

Han sucedido cosas lindas en el último campamento de niños. Mucha gente se alejó de nosotros por causa de un programa de televisión que nos injurió. Muchos se han indignado contra nosotros por causa de esos periodistas y nos culpaba de hacer negocio con la gente, de esclavizarla y otras tantas cosas. Pero Dios por otro lado tocó personas que se indignaron con lo que nos estaban haciendo. Estuve en un casamiento y el anfitrión me presentaba a sus invitados, algunas personas me daban la mano y decían: “Ah…” Parece que estoy cosechando mal. ¡Parece! Una persona que estaba tan indignada con el conductor de ese programa decidió donar mil dólares para el campamento de niños. Ese hombre es el papá de Cavani, jugador de la selección uruguaya de fútbol. Puede ser que algunos te quieren hacer creer que no vale la pena la obra que estás haciendo pero Dios se va a encargar de hacerte cosechar aún en contra de los que quieren que tengas una mala cosecha. No significa que si le has hecho bien a alguien esa persona te hará bien a ti; tal vez esa persona es carnal, desagradecida, es resentida y amargada y no te paga bien por bien sino mal por bien. Pero tú no trabajas para esa persona; tú trabajas para Dios y el Señor te pagará. Yo no dependo del beneplácito de la gente sino que dependo del beneplácito de Dios. Quiero conformar al Señor, quiero amarlo y hacer lo que le agrada porque Dios hará que yo coseche conforme a lo que he sembrado. Por eso no me importa si la gente es agradecida o no porque Dios es agradecido; no me preocupa si me paga o no, Dios me paga bien. ¡Yo trabajo para Dios!

CONCLUSIÓN

¿Te has dado cuenta tal vez que tu fruto no es del Espíritu? ¿Brota de ti la paz, el gozo, la paciencia, la benignidad, templanza, mansedumbre y fe? Entonces eres una persona espiritual. ¿O surge de ti el escepticismo, el negativismo, la envidia, la borrachera, las orgías o pecados ocultos? Eso es fruto de la carne. El fruto que sale de ti tiene dos orígenes en dos especies muy distintas; una es la especie carne y la otra es la especie espíritu. No hay evolución. La carne no evoluciona hasta ser espíritu; la carne debe morir. La Biblia dice que el alma que pecare morirá, dejará de funcionar, será crucificada y quedará sujeta al designio de Dios; y el alma que no quede sujeta al designio de Dios, definitivamente será muerta. Dios quiere sacar buen fruto de ti.

Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). No es lo que tú haces o produces sino cuán aferrado estás a Jesús. Dios hará que tú produzcas mucho fruto pero tienes que reconocer que no estás produciendo su fruto sino impaciencia, afán, ansiedad enfermedad, resistes a las personas, no las puedes amar; te cuesta estar gozoso y tener esperanza, te resulta fácil enojarte y amar lo que no te conviene. ¡Arrepiéntete y pídele al Señor que te transforme! Decide hoy morir a la carne. No es que el cristiano se sube a la cruz y se clava, y cuando alguien le dice unas cuantas cosas, se baja de la cruz y reacciona. La cruz es lo que hizo Cristo por nosotros. Pablo declaró: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Dice la Biblia que cuando Cristo murió en la cruz del calvario nos llevó a nosotros los que íbamos a nacer dos mil años después, nos puso juntamente con Él. Jesús murió por nosotros, por lo tanto nosotros morimos allí mismo. Si no se ha hecho realidad ese hecho en tu vida es porque no lo has creído, porque cuando crees se hace evidente.

Dile a Jesús: “Señor, quiero verme juntamente contigo. Creo que cuando fuiste a morir en la cruz, me llevaste a mí. Me veo muerto juntamente contigo en la cruz del calvario. He muerto Señor, y ya no vivo para mí, ya no vivo para la carne. Quiero que tú produzcas este milagro que sólo se produce por la fe. Tengo fe que no solamente estoy crucificado y muerto contigo sino que también estoy resucitado juntamente contigo. Creo que el poder del Cristo resucitado está en mí. El Espíritu que levantó a Jesús de entre los muertos está en mí y me ha levantado de la muerte para que viva, ya no para mí sino para ti, Jesús. Hazme libre de mí mismo, Señor. ¡Perdóname y límpiame! Hoy declaro que estoy muerto al mundo pero vivo para Dios. Hazme producir por tu Espíritu Santo lo que tú quieres que produzca Señor, en el nombre de Jesús, amén”.

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