NUESTRA CONFIANZA ABSOLUTA DEBE ESTAR EN DIOS - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

NUESTRA CONFIANZA ABSOLUTA DEBE ESTAR EN DIOS

INTRODUCCIÓN

La meditación de hoy está en el Salmo 46, desde el versículo 1º hasta el 7:

1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 2 Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; 3 Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. 4Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El santuario de las moradas del Altísimo. 5 Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. 6 Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra. 7 Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob”.

¿Puedes confiar plenamente en Dios cuando las circunstancias que vives son totalmente adversas? ¿Eres capaz de estar en paz cuando “la tierra” que pisas se está moviendo? Dios está dispuesto a cuidar de ti, si le entregas tu vida.

 

TERREMOTOS FÍSICOS Y ESPIRITUALES

Esta semana me saltó el corazón cuando me enteré que en Argentina, mi patria, hubo un temblor de grado 6 en la escala de Richter. Fue un temblor importante, un puntito más y hubiera sido un terremoto. Inmediatamente me acordé de los tornados que están padeciendo los habitantes de Florida, EE.UU.: ¡15.000 familias quedaron sin techo! ¡Qué agradecidos debemos estar nosotros que vivimos en Uruguay! No tememos la venida de ningún tornado o terremoto porque nuestro suelo es seguro y firme. No obstante, yo me crié en una zona sísmica, en la ciudad de San Juan, Argentina. San Juan es una de las provincias más sísmicas de Argentina; puedes entrar en cualquier día del año a una estación sismológica y ella te podrá mostrar que continuamente el terreno se está moviendo, aunque estos movimientos son imperceptibles. Hay una fisura en medio del océano Atlántico que va separando África y Europa de América, y como el mundo es esférico, el corrimiento de esas placas tectónicas produce una fricción en la cordillera de los Andes, provocando así suficiente tensión para producir movimientos sísmicos.

Me acuerdo haber crecido viendo a mi mamá gritar cada vez que la tierra temblaba. Su comportamiento se derivó a causa de un terremoto que ella vivió el año 1944 antes que yo naciera. Ese terremoto dejó toda la ciudad de San Juan destruida. ¡Toda! Hubo que demoler todo y hacer la ciudad de nuevo; imagínate tirar todos los ladrillos de la ciudad de Montevideo y edificarla nuevamente. Mucha gente murió en ese terremoto y a causa de él surgió un nuevo trazado de la ciudad; se podría decir que San Juan es la ciudad más nueva que hay en Argentina. Pero yo no viví el terremoto de 1944 porque nací en el 51; me crié sintiendo temblores, pero estos nunca fueron de real significación. De vez en cuando sentía un sacudón, era más o menos como ir en el ómnibus, lo único que en vez de moverse el ómnibus se movía el piso. A veces discutíamos: “¿Sentiste el temblor?” Otro decía: “No, no tembló”. Pero para saber si realmente la tierra tembló, teníamos que fijarnos en una araña que colgaba del techo. Si se había movido, efectivamente hubo un temblor. Para mí era lo más normal sentir vibraciones, por lo que hasta me molestaba ver a mi madre gritar al más mínimo temblor. Ella siempre decía: “Cuando hay temblores, es necesario correr debajo de un dintel”; las construcciones antisísmicas, tienen los dinteles bien hechos de manera que si uno está en un edificio, para que no le caiga el techo en la cabeza, lo mejor es meterse debajo de un dintel de una puerta. Mi mamá gritaba y corría debajo de un dintel, y yo pensaba: “¡Pero qué exagerada!” ¡Hasta que yo mismo estuve en medio de un terremoto! Corría el año 1977, estábamos durmiendo con mi esposa, y a eso de las 6 de la madrugada, ¡me movieron la cama! En ese tipo de situaciones, uno se despierta y dice: “No puede ser que se me mueva la cama, debo haber soñado”, pero cuando pensé eso, sentí otro sacudón más fuerte y esta vez sí me despabilé del todo. Luego se empezó a mover todo, nos miramos con mi esposa, nos abrazamos y dijimos: “Si morimos, que sea juntos”. Y entonces por primera vez, vi un techo que se ondulaba, y yo que soy arquitecto y conozco de hormigón armado, me quedé totalmente sorprendido porque jamás creí que el hormigón de un techo se podría oscilar de esa manera. Gracias a Dios, en esa oportunidad, no cayó ninguna casa en San Juan, pero sí cayeron una gran cantidad de viviendas en una zona denominada Caucete, pero eran casas que no estaban construidas bajo normas antisísmicas. Cuando conocí el terremoto, me empezó a pasar lo que le sucedía a mi madre cada vez que ocurría un temblor; me di cuenta que ella no era tan exagerada. Yo pude ver en esa oportunidad, cómo el pavimento se agrietó profundamente de tal manera que éste se abrió en dos; recuerdo que me saqué una foto dentro de la rajadura, con mi auto al lado. Vi cómo estructuras de hormigón se retorcieron como si fueran simples latas… cuando sobrevienen a nuestras vidas esas circunstancias que uno jamás se imaginó vivir, recién allí buscamos a Dios. Aunque yo me había criado en una zona sísmica, fui impactado. Hay que ver cómo uno clama cuando le ocurren esas circunstancias. Me acuerdo que cuando nos dijeron que el epicentro había sido en Caucete, a 30 km de San Juan, fuimos a auxiliar a unos hermanos que teníamos allí y vimos cómo una pared se rajó en dos partes, una hacia la derecha y otra a la izquierda, y el techo a dos aguas, cayó totalmente aplastando los bancos, el armonio, el púlpito y todo lo que había. La construcción quedó totalmente destruida, aunque ningún creyente murió.

Recordando esto que sucedió en San Juan hace ya varios años, y viendo lo que ocurrió en Miami recientemente, me hizo pensar en las tormentas que todos tenemos que atravesar en algún momento de nuestras vidas. Qué bueno que nosotros aquí en Uruguay no tengamos que temer por terremotos, pero sí vienen terremotos y tornados espirituales a todo ser humano. Uno de los problemas que tiene el hombre es que no sabe cómo resolver los problemas, le falta sabiduría para enfrentarlos, por eso termina haciendo cualquier cosa. Los matrimonios se divorcian, las mujeres quieren ser hombres y viceversa… recientemente hablé con un muchacho, ex – travestí que se inyectó siliconas en los pechos y en las nalgas. El pobre muchacho ha adelgazado y ha caminado demasiado de modo que la silicona que tenía en las nalgas, le bajó a la pantorrilla. ¡Eso sí que es un tornado! Le dije: “Ve al cirujano y sácatelo”, pero me expresó el muchacho que no sería posible, pues la doctora le dijo que debería hacerle varios cortes para extirparle totalmente la silicona. ¡Qué triste! Algunos no saben qué hacer para vivir mejor y otros no saben qué hacer para morir mejor. Ahora están proponiendo la eutanasia para los niños; hemos leído noticias muy tristes: 700 Ongs esta semana le han prometido al mundo que para el año 2015 no habrá un país en el mundo donde no esté aprobada la ley de aborto. Éste será un derecho y las mujeres podrán tener sus hijos cuando deseen. ¡El mundo está en conflicto! Hace sólo un tiempo atrás, el presidente de Rusia, Putín veía con desagrado la decisión de Bush, el presidente de EE.UU. de atacar a los terroristas de Irak, pero ahora los terroristas han atacado a Rusia y Putín está decidido a atacar a los terroristas en cualquier parte del mundo. Se han comparado los términos de Bush con los de Putín, ¡y son iguales!

EL TURBIÓN LLEGA A TODO SER HUMANO

El mundo está convulsionado. Muchos están entrando en zonas de tormentas, de terremotos, de huracanes, y el único lugar de refugio que existe y donde podemos vivir confiados, es Dios, que es el refugio perfecto. Jesús nos dice: “…no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar;…” (Mateo 10:28) ¿Se puede vivir en paz con tantos problemas y dificultades? En nuestra comunidad de rehabilitación Beraca, esta semana se escapó un chico. Se fue sin decirle a nadie y al llegar a su barrio, se encontró con otros chicos con quienes tenía una deuda por drogas; lo atraparon, lo golpearon, le sacaron el jean y lo dejaron en calzoncillos. Su madre lo trajo de regreso a la comunidad y cuando yo llego a Beraca, me encuentro con un tumulto; el chico estaba tapándose el ojo con un trapo sucio, como dice el chiste: “No me ocurrió nada… y venía con el ojo en la mano”. Tenía el ojo morado y cerrado totalmente. La madre llorando me dijo: “¿Qué hago pastor? Tengo un hermano gemelo de éste, que se suicidó de un tiro”. La doctora dijo que había que hospitalizarlo, pero la madre no quiso internarlo porque no sabía si estaba requerido por la justicia. El chico se había ido para no volver más, pero luego dijo: “No, yo quiero quedarme en Beraca. ¡Aquí me quedo!” Qué cosas tremendas que viven algunos, pero también, qué maravillosa es la paz que Dios nos da a los que confiamos en Él. Realmente cuando la Biblia dice que Dios es nuestro refugio, nuestro amparo y fortaleza, es cierto. Yo tuve una vida serena; me crié tranquilo con mi mamá y con mi papá que nunca se peleaban… sólo una vez vino la Policía a mi casa; le dijeron a mi madre que mi hermano estaba detenido; si le hubieran dicho que yo era quien estaba detenido, lo hubiera creído, pero como le hablaron de mi hermano Hugo que era sosegado, no lo creyó. Eso es lo más grave que viví en San Juan, pero aquí en Montevideo, les aseguro que he vivido circunstancias peores: Periodistas que me persiguen, personas que me quieren matar… de modo que leer el salmo 46 en esas circunstancias es un refrigerio.

¿Has probado la paz de Dios en tu vida? El hombre se cree vivo, más inteligente que Dios pero con tantas cosas malas que ocurren, el único lugar de refugio contra terremotos, turbiones, bravezas del mar, el único lugar donde nuestra alma puede tener paz, es en una confianza absoluta en Dios. No importa qué tan grande sea el problema, si Dios está conmigo y yo estoy con Él, no hay problemas que me pueda turbar. No sé si has experimentado la paz de Dios; quizás no tuviste el padre que yo tuve, que me hacía sentir confiado. Para mi no existían los problemas. ¡Yo me agarraba de la mano de mi papá y le sacaba la lengua a todos! ¡Pero una vez me atraparon sin mi papá, y me dieron varios puñetazos y me tiraron en la basura! Yo llegué llorando a mi casa, me preguntaron qué me pasó y les contesté: “¡Me tiraron a la basura!” Para mí, mi papá era un gigante…su presencia me hacía estar confiado. Nunca me voy a olvidar cuando entraron ladrones a mi casa, no sé cómo estaría mi padre por dentro, pero él nos infundía confianza. ¡Qué experiencia hermosa el no tener miedo porque está mi papá! Uno cuando es pequeño no entiende que su papá también es frágil y luego al descubrirlo impotente, es como si Tarzán se comenzara a caer de las ramas… gracias a Dios, no vi a mi papá flojear en toda mi vida, sino que observé cómo iba a trabajar aún con fiebre, ¡y tomé su ejemplo! ¡Yo soy igual! Viví confiado porque tenía un padre que trabajaba y nos proveía, pero cuando crecemos, vemos a nuestro padre y decimos: “¡Todas no se las sabe! ¡Tan fuerte no es!” Pero el padre del cielo, el Dios que te ha prometido guardarte, que te ofrece su paternidad, no falla como los padres de aquí abajo. El de arriba no actúa desencajado, Él es perfecto, es el Dios que dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Yo confiado en el papá de aquí abajo, aprendí a confiar en el de arriba. Vi algunas imperfecciones en mi papá pero también lo vi buscar a Dios y así, aprendí a buscar a Dios. Saber y entender que hay un refugio, nos da esperanza. Siempre vi a mi madre, en las crisis, decir: “Dios es nuestro amparo y fortaleza” y aprendí también de ella a buscar a Dios en mis crisis; sé que tengo un lugar donde ir cuando se mueve el piso: ¡La palabra de Dios!

 

CONCLUSIÓN

Si no te resulta tan fácil confiar en Dios, si en las circunstancias adversas tiemblas y te desesperas, hoy puedes recibir a Dios en tu corazón y con él, un soplo de confianza para que tú también puedas decir: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno”. ¡Hoy es momento de regresar a Dios! Puedes confiar en él, aunque un terremoto azote tu vida; Él no sólo te dará paz en medio de tus circunstancias, sino que también te hará vencedor en ellas. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:

“Padre querido, vengo delante de ti, a pedirte perdón por vivir lejos de ti, y a causa de ello, he sufrido angustias y temores. ¡Líbrame en esta hora! Te entrego mis cargas y decido confiar en ti. Cuánto me cuesta porque veo las circunstancias y no te veo a ti, no veo la grandeza del Dios que tengo, más bien veo la grandeza de las circunstancias que me agobian. Pero hoy he decidido refugiarme a la sombra de tus alas. ¡Tú eres mi Dios, mi fortaleza y mi refugio! Abro mi corazón para que lo llenes de esperanza y de fe. ¡En ti descanso! Tú eres mi luz y mi salvación, no temeré mal alguno. ¡Gracias Dios mío! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

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