PERSEVERANCIA: VIRTUD DIVINA - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

PERSEVERANCIA: VIRTUD DIVINA

INTRODUCCION

Quiero hablarte hoy acerca de la perseverancia. Ésta es una virtud que viene sobre los creyentes que esperan en Dios y los lleva a la victoria. Muchos no llegan a la victoria porque no son perseverantes. La perseverancia es una gracia que Dios derrama sobre los creyentes para que estén firmes en la fe y en la palabra que Él les ha dado. Quiero decirte algo muy importante y haré énfasis en esto hasta la venida de Cristo; los que van a caer en los próximos tiempos son aquellos que no se afirman en la palabra de Dios.

Tú necesitas sustentarte en la palabra de Dios y no moverte de ella. Las circunstancias, satanás y sus demonios vienen con ímpetu para hacerte dudar de la palabra que Dios te ha dado o para que te olvides de ella, pero tú tienes que perseverar en la palabra de Dios que es la espada del Espíritu. Con la palabra de Dios tú combates; no con ideas, razonamientos o emociones. Por lo tanto, es necesario estar firmes en la palabra de Dios. ¡Tienes que leer la Biblia! No puedes correr el riesgo de enfriarte o debilitarte porque la palabra de Dios ha dejado de ser importante en tu vida. Demuestra que tu fe en la palabra de Dios es firme. Estamos acostumbrados a depender de nuestros estados de ánimo.

PERSEVERANCIA Vs. INTELIGENCIA

Se está estudiando un concepto que tiene que ver con el hecho de que la perseverancia vence a la inteligencia. No son los inteligentes los que conquistan las victorias sino los perseverantes. Hay un concepto que se refiere a la inteligencia emocional. Ya a las empresas no les interesa conocer el coeficiente intelectual de los aspirantes. Antes este era un requisito importante, pero fueron descubriendo que tener mucha inteligencia no significa tener capacidad para relacionarse en el trabajo con sus compañeros, con el jefe, o con su cónyuge. Hay muchos que son inteligentes pero no saben cómo manejarse en algunas situaciones de la vida y son manejados por las emociones. Por eso se habla de inteligencia emocional. Ahora, las empresas ponen énfasis en los test que miden habilidades y aspectos de la personalidad que influirán en la futura adaptación a la empresa y al rendimiento. Los empleadores al hacer preguntas al aspirante ven qué capacidad tiene éste para relacionarse ya que el relacionamiento es muy importante. ¿A qué apuntan con esto de la inteligencia emocional? A que no te dominen las emociones. Digamos que las emociones irrumpen en nosotros y van más allá de la racionalidad. La persona no quiso matar, pero lo hizo y no sabe por qué.

Lo que trato de hacerte entender es que las emociones deben ser dirigidas y controladas. Se está estudiando cómo hacer para educar las emociones, y la Biblia señala que Dios nos ha dado a nosotros espíritu de poder, de amor y de dominio propio. Se trata de un estado de ánimo proporcionado y guiado por el Espíritu Santo.

Un matrimonio tuvo una hija que nació descerebrada, o sea, sin capacidad cerebral, y vivió más de doce años. Ellos no se lamentaban por lo que les tocó vivir, porque para ellos su hija era un tesoro. En una oportunidad, viajando en un tren, un barco chocó contra el puente por dónde éste estaba pasando, entonces el tren se sacudió y cayó al agua comenzando a hundirse. Los padres desesperados lograron romper una ventanilla y salvar a su hija, pero ellos murieron. Era una niña en silla de ruedas que no se podía manejar por sus propios medios, ¿era más importante salvarla a ella o que los padres siguieran viviendo? Aquí tenemos un ejemplo de racionalidad versus amor. La razón dice que hubiera sido mejor que los padres vivieran; la vida de la niña no era tan importante. No obstante, lo que prevaleció en los padres no fue la razón sino el amor.

Hay ciertas cosas que operan en nosotros y nos llevan a reaccionar para bien o para mal, fuera de nuestra razón o intelecto. Eso es lo que han descubierto. Y la Biblia señala que Dios nos ha dado un espíritu de poder, de amor y de dominio propio. Cuando los estados de ánimo o la inteligencia emocional operan repentinamente no nos da tiempo a pensar, por lo tanto, las emociones tienen que estar sujetas. Se habla de la educación de los sentimientos, pero según la Biblia hablamos del poder del Espíritu Santo operando en la vida del creyente. La idea es que tenemos que perseverar en esos sentimientos y emociones que son de Dios, porque satanás siempre va a crear argumentos o circunstancias para que nos salgamos de juicio. Aristóteles sugirió que tenemos derecho a enfurecernos contra alguien. “Todos podemos enfurecernos contra alguna persona. El problema es si nos enfurecemos con la persona correcta, en la medida correcta, por la circunstancia correcta, en el momento correcto. Eso es difícil”. La Biblia dice así: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26). Puedes airarte con alguien, pero no debe dominarte la ira. El Espíritu Santo quiere obrar con poder y amor en nosotros, y darnos dominio propio para que caminemos por la vida tomando las decisiones correctas y no impulsados por sentimientos repentinos.

Acerca de la perseverancia, dijo Jesús que el sembrador salió a sembrar su semilla. Cuando yo era chico, veía a los sembradores arrojar semillas al viento. Hoy en día las semillas se comercializan envasadas por miles, son transgénicas y no permiten la siembra con semillas orgánicas. Entonces tienes que colocarlas en el surco una por una, aunque antes se arrojaban las semillas sobre la tierra y eran un montón. El sembrador entonces salió a sembrar, y una parte cayó en el camino, otra en el pedregal, otra entre espinos y otra en buena tierra. Y dice Lucas 8:15: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. La tierra en este caso representa el corazón del hombre. Hay corazones como la tierra con espinas, como pedregales, o como el camino en el cual la semilla es hollada y en donde vienen las aves y se la comen. Pero hay corazones buenos, y la semilla que se siembra es la palabra de Dios. Los que retienen la palabra son los que perseveran en ella y se afirman. Jesús dijo: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Lucas 6:24 y 25). Lo que le da firmeza a tu vida, a tu matrimonio, a tu familia, tu trabajo y tu economía, es que retengas la palabra de Dios en tu corazón.

En uno de los hogares de Beraca plantaron unos plantines de tomates en un invernáculo, pero en tres días no vamos a ver tomates aún. La persona que no es perseverante es impaciente. “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. El fruto está ligado a la perseverancia y ésta implica esperar con fe, plantarse en la fe, y saber que Dios va a obrar. Entonces no me voy a desesperar porque si lo hago, entonces no soy perseverante; si me angustio menos. No soy perseverante si se me va la boca diciendo que Dios no me escucha, Dios se demora, etc. El perseverante vive seguro y sabe que Dios va a obrar; no se apresura porque hay un tiempo de sembrar y un tiempo de cosechar. Entonces, los corazones buenos dan fruto con perseverancia. Son los que perseveran los que logran las victorias por lo que la inteligencia es vencida por la perseverancia.

Cuando estudiaba en la secundaria, había cuatro alumnos que eran los mejores, y entre ellos estaba yo. Tres éramos amigos y a veces nos decíamos que no íbamos a estudiar para matemáticas por ejemplo y que los ejercicios lo íbamos a sacar en la prueba. Nos desafiábamos a nosotros mismos; éramos inteligentes. Y a nosotros nos gustaba disfrutar la vida, queríamos divertirnos, entonces yo estudiaba muy tarde a la noche. Al otro día, cuando la profesora preguntaba acerca de lo que había estudiado en cuestión, yo levantaba la mano. Aprovechábamos a estudiar en los recreos con mis otros dos amigos. Pero había uno que cada vez que lo invitábamos a salir para divertirnos se negaba porque tenía que estudiar. ¡Qué plomo!” le decíamos. “¡Otra vez vas a estudiar!” Supongamos que era viernes y el lunes teníamos prueba, entonces lo invitábamos para ver algún partido el fin de semana, pero no había caso. “El traga” se la pasaba estudiando. Y nosotros lo despreciábamos porque él nunca disfrutaba de la vida, porque tenía que estudiar. Pero tengo que decirte que nosotros, los tres amigos inteligentes, apenas lográbamos un siete o un siete con cincuenta en calificación y con siete se exoneraba la materia. Y si teníamos seis con setenta y cinco íbamos a llorarle a los profesores: “Me faltan veinticinco centésimos. ¡Póngamelo!” Y ellos accedían. ¡Así fuimos sacando las materias! Yo rendí exámenes unas cuatro veces en todo el período de secundaria, y salíamos aprobados, pero con siete cincuenta como máximo. Ahora, el abanderado era “el burro” que estudiaba mucho y se sacaba nueve y diez. Y ese era el puntaje más alto. Así que todos los años pasaba con nota alta. ¡El perseverante le ganó a los inteligentes!

INTELIGENCIA EMOCIONAL

El perseverante es más inteligente que el inteligente. Me refiero a la inteligencia emocional que nos lleva a ser disciplinados y a perseverar en lo que queremos alcanzar. Yo aprendí de perseverancia cuando me enamoré de Marta. Para los que no saben, ella no se quería casar conmigo y decía que yo era un negro ruliento. Y me sucedió que en mi desesperación por su negativa, yo le preguntaba a Dios por qué tenía que estar viviendo eso, y por qué no me contestaba y me daba una palabra. Yo me compré todos los libros que hablaban acerca de la oración y me los leí todos. Así que yo puedo aseverar que la aflicción produce victoria. No logró Marta arrebatarme la victoria. Yo aprendí a perseverar. Le hablé una, dos, tres veces, hasta que me cansé y la cansé a ella. Pero entonces yo iba a Dios y le decía: “Señor, qué hago? ¡Yo la amo!” Y le pedía al Señor una palabra, y un día, estando yo desesperado agarré la Biblia la abrí y señalé un pasaje: Mateo 21:22: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. “¡Guau!” exclamé. Lo leí y lo volví a leer varias veces. ¡Dios me había hablado! Me volvió la esperanza. Ahí mismo me arrodillé y comencé a orar: “Señor, te pido que me des a Marta”.

Yo creí a la palabra de Dios. Al día siguiente esperaba encontrarla a ver si me miraba, si me hacía una guiñada, lo que fuere. Pero ni una sonrisa. ¡Nada! Ni me registraba. Y ella me había dejado bien claro que conmigo no se iba a casar. Un día su hermano me ve y me dice: “Marta se va a casar en diciembre con el otro”. Enseguida me pregunté qué había salido mal. Pensaba si realmente Dios me había hablado. Me arrodillé al lado de mi cama y llorando dije: “Dios, ¿qué pasó? Tú me dijiste que todo lo que yo te pidiera en oración creyendo lo iba a recibir. ¡Por favor háblame!” Llegó un momento que abría la Biblia y sistemáticamente me salía Mateo 21:22. La cerraba y cuando la abría de nuevo, ahí estaba el pasaje de Mateo 21:22: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Otra vez me volvía el alma al cuerpo. “Señor, te reclamo que me des a Marta. Yo me afirmo en esta palabra…” A los días volvía el hermano y me decía: “Marta se ha comprado la heladera”. O sea que ya tenía fecha para casarse, tenía cocina, heladera, ¡todo! Y yo sólo tenía ese versículo bíblico. Pero no había nada que me mostrara que algo estaba sucediendo porque las evidencias eran todas contrarias a la fe y a la perseverancia. Yo me enojaba y me daban ganas de aventar la Biblia, de ir y decirle que no la quería más, etc. ¡Ella vivía al lado de mi casa! ¡Por favor! Yo sabía a qué hora salía a estudiar piano y me sentaba un rato antes en la vereda, para verla. Pensaba que me iba a saludar, pero ella pasaba tiesa.

Yo aprendí que, o te aferras a la palabra de Dios o pierdes. Pasados los dos años viene el esposo de la hermana y me invita a salir con ellos y me dijo que también iba Marta, pero me fui a casa y le dije a Dios: “Yo no quiero salir con Marta. Sólo quiero que me quites este amor por ella. Quiero odiarla. Tampoco quiero ser necio porque tú me dijiste que todo lo que pidiera en oración, creyendo lo recibiría. Así que voy a salir con ellos y le voy a hablar por última vez”. Así que me le aproximé y le dije: “Por última vez te voy a preguntar si te queres casar conmigo”. Y ella me dice: “Sí!” Se había peleado con el otro y yo no sabía nada. ¿Dónde quedaron la cocina y la heladera? En la casa de Marta. ¿Con qué cocina y con qué heladera equipamos nuestra casa cuando nos casamos? Con la que se había comprado para casarse con el otro. Ahí aprendí a perseverar en la palabra de Dios. Eso me sirvió cuando comencé mi pastorado en Uruguay ya que muchas cosas sugerían que yo iba a fracasar, pero me aferré a las promesas de Dios y perseveré por veintiséis años predicando el evangelio, y Dios me ha sacado adelante. Yo no recuerdo en todo este tiempo haberle dicho a Dios: “No tengo ganas de predicar. No lo voy a hacer”. Yo sigo sembrando a ver si alguna palabra cae en buena tierra.

Los que no perseveran se apartan del camino y se quedan; los que no perseveran no conquistan las promesas. Viene a mi memoria el caso de una mujer que estuvo orando por su esposo por años. Ella me decía que él era muy duro, que reñía del evangelio y la maltrataba, pero no le importaba porque había creído e iba a orar hasta que la piedra se ablandara. La mujer me hablaba con tanta fe que me maravillaba. Pasaron algunos años y me dijo: “Mi marido no va a cambiar. Es más duro que una piedra”. Le reconvení que había orado mucho por el esposo y tal vez llegó el momento en que él se iba a entregar a Cristo, pero ella había desistido. “Que se busque otra, yo me voy a separar. No quiero saber más nada con él”. Le dije que estaba arrojando a la basura diez años de haber perseverado en oración. “No importa, ya estoy cansada y fastidiada. Se me fue el amor” me dijo. Le informó al esposo que lo iba a dejar, pero él le insistía llorando que no lo hiciera. ¡Y lo dejó! El esposo vino llorando a la iglesia y me preguntaba qué hacer porque la esposa lo estaba abandonando. Yo le dije que debía entregarse a Cristo y accedió, y en su desesperación hizo una oración pidiéndole perdón a Dios por haber sido tan duro con esposa. Estaba feliz y se sentía en paz. Yo llamé a la mujer, le conté lo sucedido y la felicité. Pero ella me respondió: “¡Que se busque otra!” Esa mujer casi venció. Le faltó perseverar un poquito más. Aquellos que dicen que ya no aguantan más, no sean como esa mujer que casi venció. Ella terminó separándose de su esposo y arrojó a la basura diez años de oración.

La perseverancia no entiende de razones. La perseverancia está ligada a la fe y la fe no retrocede. La perseverancia te ayuda en la fe para que alcances la victoria a su tiempo. El fruto tiene un tiempo. Quien no es perseverante, es impaciente, entonces se acelera, se enoja con Dios, con el pastor y con la vida. Y este tipo de actitudes demuestran que no hay paciencia ni perseverancia y sin esta virtud no se alanza la salvación del alma. Los que creemos, somos pacientes y perseverantes hasta la muerte. Dijo Jesús: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13).

Recuerdo un hombre que me dijo, se sentía mal; él reconocía que le había sido infiel a la esposa, pero hubo un tiempo en que fue fiel, aunque en ese tiempo no era feliz y no tenía victoria, entonces fue infiel. Después volvió a serle fiel pero no veía avances en su vida así que decidió ser infiel nuevamente. Hay quienes se sienten con derechos habidos porque fueron fieles por un tiempo. Quiero decirte que Dios conoce tu vida y tu corazón; el Señor conoce tu futuro y sabe que vas a caer. Yo le dije a ese hombre: “¿Te crees que Dios es tonto y que te va a bendecir así porque sí porque fuiste fiel un tiempito?” ¡Hay que ser fiel y perseverante toda la vida!

Dios premia la perseverancia. Había un rey que reinó en Jerusalén, su nombre era Uzías; este rey fue coronado a los dieciséis años de edad. Era muy jovencito, pero gracias a Dios había un sacerdote que lo guiaba. Leemos en 2ª de Crónicas 26:5: “Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó”.  Queda claro aquí que ésto le sucedió en los días de Zacarías porque en otro tiempo no buscó a Dios y en los días en que buscó a Dios, señala la Biblia que el Señor lo bendijo grandemente. “salió y peleó contra los filisteos, y rompió el muro de Gat, y el muro de Jabnia, y el muro de Asdod; y edificó ciudades en Asdod, y en la tierra de los filisteos. Dios le dio ayuda contra los filisteos…se divulgó su fama hasta la frontera de Egipto; porque se había hecho altamente poderoso. Edificó también Uzías torres en Jerusalén…Asimismo edificó torres en el desierto, y abrió muchas cisternas…” En ese tiempo en que persistió en buscar a Dios, el Señor lo bendijo. “E hizo en Jerusalén máquinas inventadas por ingenieros, para que estuviesen en las torres y en los baluartes, para arrojar saetas y grandes piedras. Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso”. Y aquí viene la clave: “Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso” (2ª de Crónicas 26:16).

Cuando se sintió fuerte creyó que podía hacer lo que se le daba la gana, pero lo que necesitaba era persistir en buscar a Dios y ser humilde. El incienso se quemaba en el altar del incienso y sólo los sacerdotes hacían este trabajo por orden de Dios. Dice la Biblia que su corazón se enalteció para su ruina. Y desde ese momento le empezó a ir mal. La perseverancia es algo que Dios ama hasta el fin de tus días. No se trata de perseverar por un tiempo y después Dios tiene que aguantarte todo lo que se te antoja. Tienes que perseverar en buscar a Dios todos los días de tu vida. El apóstol Pablo les dijo a los gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien porque a su tiempo segaremos si no desmayamos” (Gálatas 6:9).

La perseverancia vence la inteligencia. Muchas personas que no son tan inteligentes si perseveran en Dios, serán gobernados por su Espíritu. Mi abuelo murió ya hace más de cincuenta años y puedo decir que aún está cosechando por su perseverancia. La perseverancia te da victoria para el mal o para el bien, todo depende en qué perseveras. Una hermana de la iglesia, una colaboradora muy fiel y eficaz que trabajaba con gozo, tenía un esposo incrédulo y ella creía y declaraba que él se iba a convertir. Un día se encontró con un compañero de la secundaria y fueron a tomar algo y a recordar viejos tiempos. Ella estaba encantada, me contó que le habló del evangelio. Pasados los días, este amigo la invitó otra vez a tomar algo, y así una tercera vez, entonces le advertí del asunto. Y ella me dijo: “Si, no sé qué pretende este hombre. Yo soy cristiana, sirvo a Dios y soy una mujer consagrada al Señor. Y él me habla cosas con doble sentido. ¡Está loco! Yo soy de Dios. No sé qué espera de mí. Él no es mi tipo. Es gordo, petizo y bigotudo. No sé qué se cree.”

Un día vino llorando porque se había acostado con el gordo, petizo y bigotudo. Ese hombre persistió y perseveró hasta que lo logró; él logró debilitar el alma de la mujer. Recordemos la historia de Sansón; la Biblia dice que por causa de que Dalila lo presionaba cada día con sus palabras y lo importunaba, su alma fue reducida a mortal angustia. Una y otra vez la mujer lo importunaba para que le contara el secreto de su fuerza hasta que lo debilitó.

CONCLUSIÓN

¿Sabes tú cuáles son los sentimientos que gobiernan tu vida? Hay sentimientos de odio, de amargura y de tristeza que irrumpen en el alma y te llevan a tomar decisiones, pero esos estados de ánimo te apartan de la autoridad del Espíritu Santo quien te da dominio propio y la capacidad de resistir esos sentimientos.

Las personas que estudian acerca de la inteligencia emocional hablan de educar las emociones, y yo no me refiero a eso ya que la Biblia dice que lo que es nacido de la carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Necesitamos educarnos en amar a Dios, en buscarlo y someternos al Espíritu Santo, porque nuestras fuerzas no radican en nuestra educación o inteligencia, nuestras fuerzas y nuestra victoria están en el poder del Espíritu Santo que obra en la vida de los creyentes que temen a Dios y guardan sus mandamientos.

Había una viuda y un juez injusto, y este hombre no temía a Dios ni respetaba a hombre alguno pero la viuda era una mujer perseverante. Todos los días iba al juez y le decía: “Hazme justicia de mi adversario. “Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (Lucas 18). Y Jesús enseñó por medio de esta parábola: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” Se refirió aquí a que debemos orar siempre y no desmayar.

La perseverancia es en la palabra, en amar a Dios y en orar. Yo estoy seguro que hay personas que comienzan algo y nunca lo terminan; se casan y se divorcian porque el matrimonio no era lo que esperaba, entre otras cosas más. Y eso no te hace una persona de victoria sino de derrota. La perseverancia es dada por Dios para tener victoria. Quien le da al creyente la inteligencia emocional es el Espíritu Santo; Él es quien te guía a toda verdad. El Espíritu Santo es un Espíritu de poder, de amor y de dominio propio. Su presencia en tu vida hace que no seas una persona variable que hoy está bien y mañana está mal, hoy estás arriba y mañana estas abajo. Y eso son tus estados de ánimo que te dominan pero no vienen del Espíritu Santo. Tus emociones te gobiernan, mas Dios quiere que te gobierne el fruto del Espíritu Santo que es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, templanza, mansedumbre, bondad y fe. ¡Eso es lo que Dios quiere hacer prevalecer en tu vida!

Reconoce delante de Dios que tus estados de ánimo te gobiernan, pídele perdón y dile que te bendiga. Que su Espíritu Santo te guie y en lugar de ser una persona variable, seas firme y perseverante.

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