PROMESA DE SANIDAD - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

PROMESA DE SANIDAD

1706Leemos en Éxodo 23:25: 25Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti”. ¡Promesa de Dios! Hoy proclamo la bendición de Dios sobre tu agua y sobre tu pan. Estoy aquí para publicar con voz de trompeta, la promesa de Dios sobre aquellos que le aman y le sirven. Proclamo hoy aquí, que Dios sanará enfermedades. ¡Dios se glorificará, mostrando su gracia, su misericordia y su poder!

Hace unos días estaba con mi señora, viendo una lista de alimentos que no pueden comer aquellos que tienen exceso de ácido úrico. Yo he tenido problemas con el ácido úrico; viendo la lista, en principio creía que no tenía que comer carne, y comencé a sustituir la carne por ensaladas. ¡Me comía una ensalada de tomates impresionante! Después de unos meses de comer tomate, alguien me dice: ¡Cuidado con el tomate que tiene ácido úrico! La sorpresa mía fue grande cuando vi la lista de todo lo que no había que comer por causa del ácido úrico, porque era una lista muy grande. 

El folleto era de una publicidad de un remedio, y tenía otra lista de lo que recomendaban comer. Entonces nos fijamos en esa lista de lo que sí se podía comer, y vimos que hay alimentos que son malos para el colesterol, y otras cosas. Le digo a mi esposa: ¡Si nos cuidamos de la presión, del azúcar, del colesterol, del ácido úrico, no sé qué es lo que nos queda de la lista para comer! ¡Por favor! ¡Qué complicada se nos ha vuelto la vida!

Es verdad que nos tenemos que cuidar, pero llega el momento que las comidas te atacan, y son un veneno. Si te arreglan una cosa, te desarreglan otra. Me acuerdo una oportunidad en que estuve anémico por causa de una gastroduodenitis, y me dijeron que para contrarrestar la anemia tenía que comer hierro; pero yo no podía comer hierro por causa de la gastroduodenitis. Así que me recomendaron estar en cama, tranquilito. Estuve dos meses en cama, y no me podían levantar la anemia porque me estaban cuidando de la gastroduodenitis. Yo me levantaba de la cama y me iba al living a ver televisión y me cansaba de ver televisión y de estar sentado. Así que me tiraba en la cama de nuevo y me dormía. Pero ya estaba cansado de estar en la cama. El asunto es que nada de lo que podría comer, me servía, porque me ayudaba a contrarrestar la anemia pero me hacía mal para la gastroduodenitis. Por ejemplo, para comer hierro, tenía que ingerir ensaladas verdes, rabanito, berro, lentejas, que creo que también tiene ácido úrico. ¡Ah, Jesús!

De modo que cuando leemos estos pasajes de la Biblia: “A Jehová tu Dios servirás, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de ti”, nos alegramos y decimos: ¡Gloria a Dios! ¡Señor, bendice nuestra agua y nuestro pan!

Que no comas con sal, que toma el agua primero, que la fruta luego. Además, las indicaciones van cambiando; por ejemplo, hace como 3 años que no como huevo porque tiene colesterol. Luego, vino el Dr. Tripolone y dijo que no se ha podido demostrar que el huevo aumente el colesterol. ¡Se puede comer huevo, con clara y con yema! ¡Así que, podemos comer huevos!

Algo muy malo está pasando en el mundo, y es que los alimentos nos están atacando y enfermando; las verduras y frutas contienen hormonas, fertilizantes, pesticidas e insecticidas. Así que tenemos dentro de nosotros, sustancias que ni sabemos.

Cuando era chico, me decían: “Lava la manzana antes de comerla, lava la lechuga, el tomate…” ¡ahora hay que lavarlas por dentro, porque están contaminadas desde la raíz! Antes creían que con los pulverizadores, el veneno se encontraba en la cáscara. Pero con la lluvia, caen a la tierra, se meten adentro y las raíces toman el veneno; así que te comes una naranjita con pesticida, y dicen: ¡Qué sana es la naranja! ¡A este punto hemos llegado!

Y los médicos día a día, están descubriendo enfermedades nuevas. Pesticidas que antes estaban autorizados, ahora están prohibidos, y otros que ahora están autorizados, en un tiempito más estarán prohibidos. ¡Muchos de los pesticidas y fertilizantes son cancerígenos! ¿A dónde vamos a ir a parar? Entonces, cuando yo leo un pasaje como este: “Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti”, lo tomo para mi vida, y en esta hora también te digo a ti: ¡Tómalo!

                PROMESAS DE ABRAHAM =  NUESTRAS PROMESAS

Vamos a partir de la base, que todas las promesas hechas por Dios a Israel, son promesas hechas por Dios a nosotros. Todas las promesas hechas a la descendencia de Abraham, son promesas hechas a nosotros, por cuanto somos considerados, en la Biblia, hijos de Abraham. Porque son hijos de Abraham, dice la Biblia, no sólo los que han nacido según la sangre de Abraham, sino también los que tienen la fe de Abraham. Somos el pueblo de Dios, somos el Israel espiritual, y las promesas del Antiguo Testamento, y las promesas hechas a Israel, también son hechas a nosotros. ¡Gloria a Dios!

Hoy estamos tomando promesas, cosas que Dios ha dicho que le sucederán a aquellos que creen. Los que creemos, arrebatamos las promesas. ¡Y yo quiero creer esto!

El libro de Deuteronomio habla de maldiciones y bendiciones, y considera a la enfermedad, una maldición sobre aquellos que no sirven a Jehová, sobre quienes no tienen en cuenta a Jehová. Y habla acerca de que aquellos que aman a Jehová,  le prestan atención y  le obedecen, serán bendecidos, y Jehová no les pondrá ninguna de esas enfermedades. ¡Dios te va a bendecir con salud! Una de las bendiciones de ser hijos de Dios, es que Él quita de nosotros las enfermedades. La iglesia ha hecho muy poco énfasis en la sanidad divina, pero en el Nuevo Testamento, los evangelios hablan del favor de Dios, de los milagros que Jesús hacía, sanando a los enfermos. A veces, Jesús hacía milagros, y sanaba personas sin preguntarle nada. Se compadecía de ellos y los sanaba. A veces nosotros decimos: “Bueno, pero habría que ver qué pecado tienes. ¡Cuéntame toda tu vida!”

Toda enfermedad viene por causa del pecado, por el tuyo o por el de otro. El mundo entero está contaminado con enfermedades. Yo he aprendido de la Biblia que las enfermedades son obras de las tinieblas, obras de satanás. Una de las bendiciones del Nuevo Testamento tiene que ver con el hecho de que Jesús también promete sanidad. En Mateo 4:23 leemos: 23Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. ¡Jesús predicaba, enseñaba y sanaba toda enfermedad y toda dolencia! Y Mateo 9:35 dice: 35Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. También, Mateo 10:1 expresa: “1Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”.¡No sólo era la tarea de Jesús, sino también la de sus discípulos! Cuando Jesús vino a predicar el evangelio del reino, vino a echar fuera las enfermedades, vino a destruir las obras del diablo. Y no solo él, sino que le dijo a sus discípulos: “Vayan y prediquen el evangelio, y sanen toda enfermedad y toda dolencia”. Después eligió 72 enviándolos de dos en dos, y les dio autoridad para que echasen fuera los demonios, y para que sanasen toda enfermedad y toda dolencia. ¡Todo es todo! ¡Toda enfermedad y toda dolencia!

Yo proclamo el favor de Dios sobre todos aquellos que reciben esta palabra. Proclamo que esta promesa es liberada hoy desde el cielo, y que el Espíritu de Dios está aquí para sanar toda enfermedad y toda dolencia. ¡Vengo en el nombre de Jesús contra toda enfermedad y contra toda dolencia! Estoy harto de tener amigos con cáncer, y de mis hermanos y hermanas con cáncer. ¡Estoy en rebelión contra las obras del diablo! ¡Yo creo en la sanidad de Dios! Proclamo que personas serán sanadas en cualquier nación del mundo donde llegue este mensaje. ¡Sólo tienes que creer las promesas de Dios! Di: ¡Basta diablo! ¡Estás haciendo una obra escondida!” Algunos hermanos vienen y me dicen: Pastor, usted sabe que me han hecho una análisis y me descubrieron un cáncer…” Tienes que hacerle guerra al diablo: “¡Diablo inmundo! ¿Crees que te vas a enseñorear de la obra de Jesucristo?” ¿Crees que la obra de Jesús no alcanza? ¡La sangre de Cristo te cubre y te limpia de todo pecado, y Dios te libra de toda maldición de la ley!

Presta atención; nos enfermamos por causa de las maldiciones de la ley. Está escrito que nos enfermamos por desobedientes. Está escrito en la ley, que por hacer cosas contra la voluntad de Dios, te vas a enfermar. No es que no te vas a enfermar. Te vas a enfermar. Pero la Biblia dice que Cristo nos libró de la maldición de la ley, murió por nosotros y cargó sobre él, nuestros pecados. Él fue herido por nosotros, fue herido por nuestras rebeliones, llevó sobre sí mismo nuestras enfermedades. Dios lo cargó a él con nuestras maldiciones.

No es solamente que Dios nos quiere librar del infierno y de la condenación. Dios quiere librarnos de toda potestad de las tinieblas, quiere librarte del alcohol, de las drogas y de la enfermedad. ¡Revélate contra la enfermedad! ¡Aprende cuáles son las promesas de Dios para tu vida! “Diablo, yo pequé, pero Cristo me ha cubierto con su sangre preciosa. Cristo me ha hecho libre de la maldición de la ley, no tienes derecho legal para mantenerme enfermo. ¡Yo me declaro sano, en el nombre poderoso de Jesús!”

Pero hoy no hablemos de milagros, porque ahora tenemos la ciencia, tenemos médicos. Gracias a Dios por la ciencia, pero ésta llega hasta un cierto punto y no es poderosa para contrarrestar las verdaderas causas de las enfermedades. ¡Mas Jesús les dio autoridad a sus discípulos, para que sanen toda enfermedad y toda dolencia! ¿Se habrá acabado la época de los discípulos? ¿Hay discípulos todavía? No pongas más cara de amargado, de tristeza o de angustia cuando alguien alrededor tuyo se enferma. ¡Enójate, por favor! Uno de los más grandes evangelistas con autoridad y un poder increíble de parte de Dios para sanar enfermedades fue un pastor que se cansó de ir a los velorios de los miembros de su iglesia por causa de la fiebre amarilla. Un día comenzó a leer la Biblia y dijo: ¡No puede ser! Lo llamaban para que dé la extremaunción, y le decían: “Venga que se está muriendo”. Un día llegó a un velorio y dijo: “¡No!” Estaba harto de que se le murieran los miembros de la iglesia. Y agregó: “¡Se va a levantar en el nombre de Jesús!” El hombre leyó la Biblia, buscó a Dios, y decidió que esto había que pararlo. Desde ese día, nunca más murió un miembro en su iglesia, de fiebre amarilla. ¡Esto es sencillo! ¡Crees o no crees! Si crees, eres salvo, y si no crees, ya estás condenado, por no haber creído. ¡Conforme a tu fe, te sea hecho! Yo te doy palabra de Dios y tú decides si eres sano o sigues enfermo.

En varias partes, la Biblia nos muestra que la enfermedad es obra de satanás, y también es verdad que satanás tiene poder legal para producir enfermedades y aún para traer la muerte. Lo que pasa es que la obra redentora de Jesucristo hace nulo el decreto y el poder legal de Satanás, cuando sabemos, cuales son las promesas que tenemos y las asumimos. Supongamos que tienes una casa y se te meten intrusos. ¿Qué haces? ¿Me llamas por teléfono? ¡Tienes que hacer uso de los recursos legales que te amparan y el intruso se va a tener que ir! Nosotros tenemos la ley de la gracia, la ley de Cristo, la ley de la resurrección que nos ampara y está de nuestro lado. ¡Sobre nosotros opera la ley de la vida en Cristo Jesús, de tal manera que el poder del infierno no pueda contra nosotros!

Pero a veces no tenemos conciencia que debemos asumir los derechos legales que tenemos como hijos de Dios. Le cuentas a tus vecinos que te vino un cáncer, le cuentas a tu tía que vive a 10 mil kilómetros, le cuentas al pastor que te vino un cáncer, pero con eso no haces nada. ¡Tienes que revelarte contra el cáncer!

Una de las enfermedades contra las que me revelo es el cáncer. Lo he visto en la iglesia, al reprender a los espíritus de muerte por causa del cáncer, las personas se sacuden y caen endemoniadas al piso. Estoy seguro que detrás del cáncer hay un poder de muerte, una maldición del infierno. Yo creo que el cáncer es obra de satanás. Si bien el cáncer es algo que se puede entender mediante análisis de laboratorio, es obra del infierno, ya que en lo natural pueden verse evidencias que se manifiestan por poderes demoniacos, en lo orgánico. ¡Pero el verdadero problema no está en el organismo, sino que está en el mundo espiritual!

Las enfermedades sicológicas como la depresión, es verdad que existe en la siquis, pero hay un mundo espiritual que está afectando la siquis. El mundo espiritual afecta el alma, por lo tanto afecta tu estado de ánimo, y éste afecta a tu organismo. Mas Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”. ¡Recibe la sanidad en el nombre de Jesús!

Leemos en Lucas 13:10-12: 10Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; 11y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. 12Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad”.

                SANIDAD EN MI VIDA Y FAMILIA

Cuando yo era bautista, no leíamos estos versículos bíblicos, parecía que teníamos algo en los ojos, pero este tipo de conceptos los pasábamos por alto, ¡no existían para nosotros! Lucas era un médico, y en este evangelio, dice que una mujer tenía un “espíritu de enfermedad”. Significaría, que si un espíritu de enfermedad está en vos, podés tomar todos los remedios que quieras, pero te sanas de una cosa y te afecta otra. Jesús no le preguntó ni siquiera a la mujer si había pecado. Le dio bronca que llevara 18 años encorvada. ¡Él vio cual era el verdadero problema de la mujer! Posiblemente hoy, los médicos llevarían a esa mujer encorvada a hacerse una radiografía, y podrían descubrir un  montón de cosas que tendrían que ver con los discos de la columna, con la artrosis, con la artritis. ¡Yo creo que la artrosis y la artritis son enfermedades del diablo! Dios sanó a mi señora de artrosis; en un instante ella sintió un fuego que le recorrió toda la espalda, cuando Anacondia estaba orando y reprendiendo espíritu de artrosis y de artritis. ¡Mi señora se sanó!

Cuando yo estaba de novio con ella, tenía varices. Con veinte años de edad, no podía salir a caminar con ella porque le dolían las piernas. Nunca se lo dije, pero me preguntaba: ¿Señor, yo voy a tener que cargar con esto toda la vida? ¡Yo no pensaba qué iba a ser de ella, sino qué iba a ser de mí! Éramos bautistas, de esos que creían que no eran tiempos de milagros. Pero alguien había hablado con ella en una librería cristiana que teníamos, y le comentó que venía un predicador que oraba por sanidad. Entonces ella me dijo: ¿Jorge, por qué no vamos? ¡Me gustaría ir! Estábamos sentados, y el hombre me parecía así como le parecemos a la gente nosotros los pentecostales, bastante ridículo. Comenzó a hablar de que Jesús sanaba y que él iba sanar a los enfermos en ese día. Para mí era como haber entrado a un circo. En una de esas empieza a llamar, que pasen adelante, a las personas que tenían ciertas enfermedades y llama a las personas que tenían varices. ¡Mi señora se paró y se fue para adelante! Yo me dije: ¡Qué papelón! ¿Cómo va a pasar por las varices? El hombre luego oró, para que se sanen de esto, de aquello, de las varices. ¡Hasta el día de hoy, mi señora nunca más me ha molestado por las varices!

Mientras Jesús enseñaba, vio a la mujer. Seguramente era una buena lección; Me imagino a la gente tomando apuntes de lo que Jesús decía, y de pronto se olvida de lo que está enseñando, detiene la enseñanza, y le dice a la mujer: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”.

Continúa diciendo Lucas 13:13-15: “13Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. 14Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo. 15Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?” En estos días se habla mucho de los temperamentos: de los coléricos, sanguíneos, melancólicos y flemáticos. ¿Cómo te imaginas a Jesús? ¿Cómo te imaginas a Jesús cuando agarró el azote? ¡Hazte a un lado porque viene Jesús con un azote! El principal de la sinagoga, es decir, el que mandaba, el representante, el dueño, le dijo a Jesús, que estaba enseñando: “Seis días hay para trabajar, en esos seis días, vengan a hacer las obras que ustedes quieran, pero en el séptimo, ustedes no tienen derecho de sanar a nadie”. ¿Cómo te imaginas a Jesús? “Ah, señor, me parece que usted está actuando con un dejo de hipocresía…” ¡No! Jesús lo miró a los ojos y le dijo: “Hipócrita, ¿ustedes no liberan un burro en el día de reposo, y no lo desatan para tomar agua?” La respuesta era obvia; ¿Cómo no vamos a llevar a tomar agua a un burro en un día de reposo? ¿Y yo no iba a desatar a esta mujer, que Satanás la tenía cautiva por años? Ahí estaba la operación demoníaca de enfermedad.

¿Has visto de quién son las promesas? De Abraham. No estaba desatando a cualquiera, estaba desatando a una hija de Abraham, diciendo: ¿Yo no iba a desatar a esta hija de Abraham, que satanás tenia atada hacía 18 años? ¡Hipócrita! Jesús se enojaba. Lo más triste es que el apóstol también se enoja. Si Jesús se enoja, lo perdonamos, pero si se enoja el apóstol, no. Lo cierto es que la mujer fue libre en ese momento. Y queda más que claro, que esta mujer tenía un espíritu de enfermedad. Nadie le veía un espíritu de enfermedad; ni los judíos, ni los principales sacerdotes, ni los discípulos; nadie veía un espíritu de enfermedad. Sin embargo, Jesús, que tiene autoridad sobre todo poder que existe en el universo, le ordena a ese espíritu que salga. ¡Mujer eres libre! Habló él, y se terminó todo.

Mi oración es que Él hable hoy. Mi deseo es que Él te toque hoy. Yo quiero que Dios se glorifique en tu vida. Me acuerdo que yo comencé a creer que Dios sanaba, empecé a defender la idea de que Dios sanaba. ¡Leía en la Biblia que Dios sanaba! Yo tenía un amigo, con el que nos juntábamos a cenar una o des veces, todas las semanas y hablábamos de la Biblia, del evangelio. En aquel tiempo, cuando era director del coro, sufría de gastritis. ¡Fueron varios años! Me decían: “Toma leche”. Tomaba leche, pero me volvía el dolor. Había un yuyo en San Juan que se llama cola de zorro y tenía en la heladera varias botellas con ese te, así que iba y tomaba dos tragos. ¡No obstante, el dolor seguía! Más de una vez, dirigiendo el coro, me doblaba de dolor, aunque aún así, nunca me gustó ir al médico. Me fui a Buenos Aires, y allá el dolor continuaba. Poco a poco iba detectando las cosas que no debía tomar; tomaba mate y me quemaba entero. La salsa de la pizza, no lo podía comer. No podía comer tallarines, mucho menos parrillada.

Una vez, nos pasamos discutiendo una tarde entera con mi amigo, que si Dios sanaba o no. Yo defendía la posición de que Dios sanaba, y él decía que a veces lo hacía y otras veces no. Y había otro que estaba a favor de la medicina. Me dijeron: “Bueno, vos que decís que Dios sana, sabes que hay un predicador en el obelisco. ¿Por qué no venís a escucharlo? Es un evangelista que ora por sanidad”. Este hombre predicó, y después que predicó, dijo: Pasen aquí adelante los que están enfermos. El que me decía a mí que Cristo no sanaba, me decía: “¡Pasa vos adelante, ya que decís que te sana! ¡Andá a ver si te sana!” Yo digo: Pero si yo no estoy enfermo. ¿Ah no? ¿Y esa gastritis que tenés? Yo no consideraba a la gastritis, que fuera algo como para molestarlo a Dios. Yo pensaba que tenía que ser algo más grave para molestar a Dios. Yo defendía el hecho de que Cristo sanaba, pero de ahí a pasar al frente, me moría de vergüenza. ¡Y no pasé al frente! Di tres o cuatro pasos y dije: “Señor, si me quieres sanar acá, es lo mismo acá que allá adelante”. La campaña era en el obelisco de Buenos Aires, y yo sentía que toda Argentina me miraba a mí.  Entonces el hombre oró, y yo no sentí absolutamente nada. Cuando volví, me preguntan: ¿Te sanó? La verdad que no sé. ¿Y qué podemos hacer para saber si te sanaste o no? Desde el mismo obelisco se ve una peatonal, donde había una parrillada que se llamaba La Estancia. Entonces digo: La única manera de saber si me sanó o no, es que nos comamos una buena parrillada, con un buen vinito, y unos ajíes picantes. Me dice mi amigo: “¡Yo pago!” Entonces ordenó que traigan una parrillada, un buen vino tinto, todo lo que me hacía mal. Empezamos a comer, y comí y comí, cuando terminé de comer, no sentía nada, estaba lo más bien. Les digo: ¡Me sané! Llegué a casa como a las 2 de la mañana, la desperté a Marta, y le dije: ¡Marta, el Señor me sanó! ¡Gloria a Dios, me sanó!

                CONCLUSIÓN

Yo no puedo negar la sanidad de Dios; la he experimentado en mi esposa y en mi vida. He estudiado la Biblia, y sé que Jesucristo quiere sanarte. ¡Él tiene poder, y te ama! Él tiene misericordia, y detesta la enfermedad, porque él no te hizo para estar enfermo, te hizo para su gloria. ¡La enfermedad no glorifica a Jesús! ¡La sanidad glorifica a Jesús!

“Señor, en esta hora proclamo la destrucción de toda maldición de la ley sobre los cuerpos. Proclamo sanidad, en el nombre de Jesús. ¡Señor, extiende tu mano ahora! No solamente creemos que tú sanas, sino que sanas aquí, y ahora. Y hemos visto en tu Palabra, tu gran amor y tu gran misericordia; que ni aun preguntarás por nuestros pecados, sino que mostrarás tu bondad y tu gracia, Señor. En el nombre de Jesús, yo declaro que tú sanas ahora toda enfermedad y toda dolencia, y proclamo que satanás huye de los cuerpos. Proclamo sanidad en el nombre de Jesucristo, echo fuera, todo espíritu de enfermedad; y las personas que han estado heridas y atadas a enfermedades durante años, en este día son libres. Yo proclamo que hoy son sanados los cuerpos, son sanados los órganos, es sanado el sistema digestivo, el sistema cardiovascular. Son sanados los que sufren dolores de cabeza, dolores en los huesos, dolores en las articulaciones. Proclamo que las columnas se enderezan, para la gloria de Dios. Proclamo que los discos de la columna son sanados de la hernia, en el nombre de Jesús. Las enfermedades sexuales venéreas son sanadas en el nombre de Jesús. Sana el pie plano Dios mío, y sana las enfermedades bucales, de los oídos y de los ojos. Sana las deformaciones óseas, glorifícate Dios mío. ¡Proclamo libertad a los cautivos, y echo fuera en el nombre de Jesús, toda enfermedad  y toda dolencia! Echo fuera toda enfermedad de cáncer, todo quiste, todo tumor ahora. Proclamo tu gloria, Jesús, seas glorificado en esta hora, Señor. ¡Extiendo esta bendición de sanidad, sobre aquellos que reciben esta palabra! ¡Donde quiera que estén esas personas, que sean sanadas ahora! Hemos proclamado tu nombre, hemos proclamado tu gloria y tu poder, en el nombre de Jesús. Se corta la maldición de la enfermedad, en el nombre de Jesús. ¡Amén!” 

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