SÉ LIMPIO Y RECIBIRÁS VISIÓN - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

WhatsApp:(+598) 095333330

MENSAJES DEL CIELO

SÉ LIMPIO Y RECIBIRÁS VISIÓN

1294171167824_fINTRODUCCIÓN

Leemos en Mateo 8:1 al 3: “1Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció”.

Una multitud seguía a Jesús cuando bajaba del monte. El hecho de que mucha gente lo siga no significa que todos entren en una relación con Jesús y a veces, el que menos esperamos, es quien se consagra al Señor. Yo me pregunto qué motivación tenía la multitud para seguir a Jesús. ¿Querían servir al Señor o servirse de Él? Algunos eran mirones, sólo lo seguían para ver qué hacía Jesús. El Señor hace muchos milagros pero el hecho de que lo haga en otros no cambia tu vida ni le da significado; te puede llamar la atención pero no aumenta tu fe ni te lleva a abrir tu corazón para entregárselo a Él.

En este relato aparece un hombre con una enfermedad muy grave, así era la lepra, y la ciencia no tenía la cura. Hasta hace dos décadas atrás, en Uruguay habían leprosos. Cuando llegué a este país, al poco tiempo me habían concedido una entrevista con quien era presidente en esa época, el Dr. Lacalle. Conversando con él me contó que en Uruguay se había erradicado la lepra ya que hacía poco tiempo había muerto la última persona con esta enfermedad. Con alegría me comentó que Uruguay estaba libre de lepra. Aún en esa época, a los leprosos se los recluía en algún lugar especial que contaba con atención médica y tratamientos para ese mal; del mismo modo que hoy se toman precauciones para manejar el ébola, también se hacía con la lepra en ese entonces. Lo cierto es que la lepra era una enfermedad peligrosa, y tanto en aquella época como en esta, es tipo del pecado, ya que la Biblia compara el pecado con la lepra.

Era una maldición que representaba el mal del pecado. La lepra hacía que la carne se cayera a pedazos causando heridas e infecciones severas, acompañadas de mucho dolor; quienes padecían de esta enfermedad no tenían mucha expectativa de vida. Tratando de librar a las poblaciones de la lepra, se crearon leyes que impedían a los leprosos llegar a la ciudad; éstos eran personas que vivían aisladas y rechazadas por causa de su enfermedad. Tampoco había mucha compasión para con ellos. Una frase  que pululaba en ese entonces  como hoy en día, cuando alguien sufría de lepra era: “Algo habrá hecho mal o algo habrán hecho sus padres”.

Lo cierto es que un leproso no se podía presentar donde había gente; ellos vivían en zonas desérticas, alejadas de la ciudad y por obligación debían llevar una campanita, entonces, cuando alguien andaba por el camino, éste tenía que hacer sonar la campana informándole al caminante que había un leproso para que esa persona se librara de contagiarse.

En algunas películas hemos visto cómo los leprosos se tenían que esconder, además debían cubrirse totalmente para no dejar ver su podredumbre. Le ley señalaba que si una persona leprosa se acercaba a la gente debía ser apedreada. ¡Era una vida muy triste! El leproso tenía que vivir aislado, escondiéndose y no debían mostrarse en público para no contagiar a nadie. Pero éste leproso que menciona Mateo 8 era temerario. A pesar de que había mucha gente que seguía a Jesús, él tenía fe en el Señor y estaba convencido de que podía sanarlo y no le importó la ley o si la gente se incomodaba, tampoco le importó ser apedreado. Lo cierto es que este hombre se presentó delante de Jesús con una fe tremenda y le dijo: “Señor, si quieres puedes sanarme”. Y Jesús que vino a buscar y a salvar lo que se había perdido lo tocó, y eso también fue algo temerario porque estaba tocando a un leproso y esa enfermedad se contagiaba por contacto. Pero Jesús lo tocó y le dijo: “Quiero, sé limpio”. ¡Y al instante la lepra le dejó!

LEPRA = FIGURA DE PECADO

El pecado funciona como la lepra; no es algo que los médicos o los sicólogos pueden quitar, tampoco se quita con algún jabón especial. Leí que la policía en Estados Unidos usa el extracto de la Coca-Cola cuando hay accidentes porque con eso limpian la sangre. Ese extracto también tiene varios usos industriales porque la Coca-Cola contiene ácido fosfórico lo que entre otras cosas ataca el herrumbre, así que la utilizan para aflojar tuercas, por ejemplo. Descubrimos entonces que la Coca-Cola limpia muy bien, o sea que te agujerea el estómago. ¡Pero no hay Coca-Cola que te limpie el pecado! ¡No hay nada que te limpie el pecado! Y así como Jesús puede limpiar la lepra en un instante, también puede perdonar tus pecados en un instante.

Había una multitud que no estaba interesada en ser limpia de sus pecados, pero había un hombre que sí lo estaba y sabía que Jesús podía limpiarlo. Muchas veces nos acercamos a Jesús, no por lo que Él tiene para darnos, sino por lo que queremos que nos dé. Nos acercamos al Señor con intenciones personales y egoístas. Puede haber una multitud, pero la pregunta es, ¿esta multitud está buscando consagrarse a Dios y hacer su voluntad? ¿Son de los que oran: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga mi reino y hágase lo que te pido? ¿Tú eres de los que ora así? Hay una multitud de creyentes a quienes sólo les interesa lo que el evangelio les puede dar. A muchos les gusta el evangelio de la prosperidad y hablan del tema, también se refieren a cómo tener fe para prosperar, etc. Algunos oran: “Señor, dame un mejor trabajo, dame un mejor sueldo”. Éstos están velando por su reino y esperan que Dios haga lo que ellos quieren. No son siervos de Dios sino que hacen a Dios su siervo. Pero el hombre se tiene que alinear con aquellas cosas que Dios quiere hacer. Así hizo el leproso, se alineó con Jesús. El Señor quería limpiarlo de la lepra y el hombre se presentó delante de Él a pedirle que lo limpiara. ¡No hay cosa más linda que Dios perdone nuestros pecados! El perdón de los pecados te da vida eterna, te habilita como ciudadano del reino de los cielos y te hace hijo de Dios. El perdón de los pecados te habilita a tener la naturaleza divina y te hacer pertenecer a la familia de Cristo.

Ese hombre nunca más tuvo que andar escondiéndose tapando su miseria. Los pecadores tratan de tapar su miseria para que no se vea la inmundicia que tienen adentro y pretenden tener una buena imagen de sí mismos. Como declaró el dramaturgo alemán Friedrich Hebbel: “El que soy, saluda tristemente al que pudo haber sido”. Yo sé que no soy pero sé lo que quiero ser, y quiero ser bueno, amoroso y misericordioso; entonces me muestro como si lo fuera, sonrío y tapo mi inmundicia, tratando de mostrar a la gente una buena imagen. La persona amargada trata de poner cara como que está todo bien y si le preguntas cómo anda, te contesta: “!Bien!” Así, el pecador trata de que no se vea su pecado y de no exponerlo porque sería exponer su miseria. Y cuando lo esconde, cree que todo está bien. Si no se entera mi señora, mi jefe o el apóstol, todo está en orden. ¡Qué no se enteren! ¡Esta es una cultura que Dios detesta! Nosotros queremos ocultar nuestro pecado y hacer de cuenta que no pasa nada, pero en esa lucha de pensar que todo está bien y que no pasa nada, la gloria de Dios se apaga en nosotros y el Espíritu Santo se contrista, entonces sólo nos queda la cultura del cristianismo, pero perdemos la gloria y el poder del cristianismo. ¡Dios está necesitando gente que muestre su gloria y su poder! Para manifestar la gloria y el poder de Cristo es necesario que Él haga con nosotros como hizo con el leproso. ¡Jesús lo tocó y al instante quedó libre de su inmundicia!

El pecado condiciona a las personas y las obliga. Jesús declaró que quien hace pecado es esclavo del pecado. Tú puedes funcionar con una imagen de cristiano pero de todas maneras eres dominado por el pecado. Si cubres ese pecado, si lo tapas o lo justificas no te lo podrás quitar de encima. Si te comparas con algún cristiano peor que tú, dices: “Si ésta hace lo que hace siendo cristiana, entonces yo soy la madre Teresa de Calcuta”. Si por compararte con otros consideras que eres bueno o buena creo que estás haciendo mal. Debes compararte con Jesús, y si lo haces saldrás mal parado; tendrás que decirle: “Perdóname, estoy lleno de inmundicia. Sopla sobre mi Señor. ¡Te necesito!” El pecado condiciona a las personas y no las deja ver bien; porque cuando hay pecado en tu vida, ves mal, entiendes mal y razonas mal, porque un espíritu del infierno domina tu mentalidad. Es por eso que, cuando la gente va a un encuentro, le ayudamos a confesar esos pecados que deben ser limpiados y perdonados, y cuando las personas se arrepienten delante de Dios y le piden perdón, declaran entre lágrimas: “¡El Señor me ha perdonado!” ¡En un instante Dios quita la culpa y la carga; en un instante te hace libre! Una vez que eres libre ya no ves las cosas como las veías por causa del pecado. Hay gente que llega al encuentro y nos dicen que no pueden perdonar pero cuando el Espíritu Santo les convence de pecado, de justicia y de juicio, ellos piden perdón a Dios y al finalizar la actividad dicen que van a ir a abrazar a esa persona que no podían perdonar. Si Dios perdona tu pecado te cambia la perspectiva de la vida, cambia la dirección de tu existencia porque el pecado te lleva en una dirección y el Espíritu Santo te lleva por otra totalmente diferente, pero si domina el pecado, entonces el Espíritu Santo se retrae.

El leproso se postró delante de Jesús y le dijo: “Señor, si tú quieres puedes limpiarme”. ¡Él sabía que Jesús podía hacerlo! Ahora no hay leprosos en Uruguay, o sea, personas que tienen una enfermedad infecciosa que provoca lesiones en la piel, pero sí hay leprosos espirituales que necesitan el perdón de sus pecados. Estos andan escondiendo sus pecados haciendo de cuenta que todo está bien. Muchos se niegan a asistir a la iglesia porque dicen que tienen pecados. Piensan que en la iglesia nos vamos a burlar de ellos o no los vamos a amar; piensan que los vamos a señalar o a rechazar, entonces deciden quedarse con su pecado en casa. Pero al leproso no le importó lo que dijera, viera o decidiera la multitud, él sabía que Jesús era su esperanza. ¡Sabía que si el Señor quería, sería libre de su enfermedad y de su opresión! ¡Es un buen motivo para irse al infierno, no querer presentarse delante de Jesús!

Hay una joven que amo mucho y que trato de ayudar; ella por momentos está bien y por momentos mal, y escribe frases que dan pena en Facebook y en Twitter. Entonces, le puse en su página: “Otra vez estás escribiendo sandeces”. La chica a los dos días reacciona y me escribe: “¡Mira lo que te puse! ¡Soy una desgraciada! ¡Qué mal que estoy! Pero después me dijo: “No me vas a ver más porque se me cae la cara de vergüenza. ¿Qué vas a pensar de mí?” Yo me pregunto, ¿esa actitud la llevará a salir adelante? ¡No! ¡Si supiera que la amo y quiero que Dios llene su corazón y tome las riendas de su existencia!

Algunos están tan oprimidos por el pecado que no tienen fuerzas para congregarse, pero lo cierto es que hay que venir a Jesús, ¡no hay vuelta! Tienes que ver al Señor cara a cara y creer que Él puede. ¡Es que fuera de Jesús no hay quien limpie! ¡Fuera de Jesús no hay quien perdone y quien te sane! ¡Dios no quiere que ocultes tu pecado!

Cuando Caín mató a Abel, Dios le preguntó: “¿Dónde está tu hermano?” Y Caín, tratando de ocultar lo que había hecho le respondió: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Tratas de  convencer a Dios o a tu pastor de que está todo bien, pero no lo está. El Señor le dijo a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mi desde la tierra”. Cuando Adán desobedeció el mandato de Dios, queriéndose quitar el pecado de encima le dijo al Señor: “La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol, y yo comí”. Todos sabemos que las mujeres son bravas, pero la decisión de pecar es mía. Por más que la mujer sea una víbora enviada por satanás, el que decide pecar soy yo. ¡No le puedo echar la culpa a la mujer! Luego, Dios le dijo a la mujer: “¿Qué es lo que has hecho?” Y ella queriéndose quitar el fardo de encima respondió: “La serpiente me engañó, y comí”. Si la serpiente logró engañarte, no estabas tan agarrado o agarrada de Dios. Tu mirada estaba puesta en el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal pero no en Dios. ¡Te atraía demasiado ese árbol! Tanto que estabas dispuesta a dejar de lado lo que Dios te ordenó, con tal de alcanzar aquello que estabas anhelando.

DOS CLASES DE CRISTIANOS

Dije que hay dos clases de creyentes; unos se sirven de Cristo y los otros sirven a Jesucristo. Hay un tipo de cristianos que centran su atención en lo que Dios les tiene que dar, tanto a él como a su familia o a su empresa, etc. Se concentra en su bienestar. Esos oran así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga mi reino y hágase mi voluntad, y si no se hace mi voluntad me enojo y me voy de la iglesia. Si no se hace mi voluntad no ofrendo ni diezmo, tampoco creeré más en ti”. Hay gente que asiste a la iglesia en función de lo que Dios le da, pero Jesús necesita personas que prediquen el evangelio, que le digan a los demás que Él puede quitar su lepra y perdonar su pecado. ¡El Señor necesita discípulos!

Las iglesias están llenas de personas que no le han ofrendado a Dios su vida como dicen que lo han hecho, tampoco han permitido que se haga la voluntad de Dios con ellos como se espera que sea. Hay multitudes que siguen a Jesús pero no son todos sus siervos. Muchos buscan el favor de Dios pero no hay muchos que quieran manifestar el favor de Dios a la gente. Dios ama a la gente y espera que tú hagas lo mismo y le lleves el evangelio; no que te ames a ti mismo. Cuántos parientes tuyos se están yendo al infierno y como no quieres tener problemas no le predicas el evangelio, porque no quieres que se enojen y se burlen de ti. Sabe que si escuchan el evangelio y se niegan a recibirlo serán condenados eternamente y serán culpables de su desobediencia a Dios, pero si tú no le hablas, la culpa será tuya. ¡Dios te va a demandar la sangre de aquellas personas a las que no les quisiste hablar! No quieres perder a tus amigos o a tus parientes, no quieres que se burlen de ti porque hablas de Cristo, por eso no les predicas. Estás escondiendo el evangelio y la Biblia dice que si te avergüenzas de Jesús aquí en la tierra, Él se avergonzará de ti en el cielo.

A Jesús lo seguían las multitudes pero no se fiaba de ellos porque conocía sus corazones. Señala Mateo 8:18: “18Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado”. Quiero decirte que a veces Jesús se cansaba de la gente porque sabía con qué corazón se acercaban a Él: “19Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. 20Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mateo 8:19 y 20).

Hay muchos que se arrugan enseguida; ellos dicen “yo voy”, pero después, “achican”, como dice el dicho popular. Recuerdo una joven que sintió el llamado de Dios para ir a la India, hasta que un chico se enamoró de ella y se terminó la visión de la India. Varias veces me preguntó: “Pastor, ¿se acuerda que Dios me ha llamado a la India?” “Sí, me acuerdo, vos seguí orando”, le respondía yo. “Comenzá a interesarte por ese país, buscá información acerca de su cultura, qué problemas hay en la India, aprendé el idioma”. Ella estaba convencida de que iba a ir a la India, pero, ¿hasta cuándo le duró ese llamado? Hasta que un muchacho le dijo: “¡Qué linda que sos! Siento algo por vos”. La joven quedó deslumbrada pero en los proyectos del joven no estaba la India. Ahí murió el llamado para ir a la India.

¿Hay algo que sabes que era de Dios pero no lo hiciste, y hasta el día de hoy no le has dado a Jesús lo que le prometiste? “Lo que sucede es que tuve que trabajar. Es que me casé y usted verá que la ollita es la condenada…” ¡Le echan la culpa a la olla! Alguna mujer culpa al marido. “Yo quería servir a Dios pero me casé con este infeliz que no quiere saber nada”, o viceversa. ¡Le echan la culpa a las circunstancias para no darle a Jesús lo que les ha pedido! ¿Serás tú esa persona que le tiene que pedir perdón a Dios? Tal vez le has dicho a Jesús: “Cuando quieras y como quieras, Señor”. “Bueno, ve a Haití”, te dice Dios. “¡Ah no, a Haití no!”

Yo quiero honrar a mi sobrino Natanael y a su esposa Eva por haber tomado la decisión de irse a Haití a servir a Dios en el hogar de niños. Antes de ponerse de novio, Natanael, que vivía en San Juan, Argentina, me declaró que quería irse a Haití, y cuando se puso de novio con Eva, él le comentó su deseo y ella estuvo de acuerdo. Los dos ansiaban ir a Haití y me insistían para que los mandara; yo les dije que primero tenía que ver cómo andaban en los hogares Beraca en Uruguay, entonces se vino de San Juan y estuvo unos cuatro años colaborando en uno de los hogares. Al tiempo vino su novia y se casaron, entonces me insistían: “Pastor, ¿usted se acuerda que queremos ir a Haití?” La verdad es que yo me resistía por varias razones, una era que la familia de mi sobrino no quería que fuera, y su familia son mis parientes, pero yo no quería tener problemas con ellos. Los retuve en Uruguay lo más que pude hasta que un día decidí mandarlos. ¡Cuán felices estaban! Desde que llegaron a Haití han vivido cosas extraordinarias. A los pocos meses de haber llegado, la encargada del hogar les entregó un bebé que había ingresado con seis meses de vida. Mi sobrino y su esposa pasaron a ser los padres de ese bebé. ¡Estaban felices! ¡Los embargó un gran amor por esa criatura y lloraban de emoción por el desafío que Dios les había presentado al criar ese niño!

Muchas veces Dios te pide cosas que a ti te parecen que no son trascendentes, pero mi sobrino y su esposa ven a ese niño como una bendición. Hace unos días nació una criatura y su mamá, de veinte años, murió en el parto. La abuela no podía mantenerlo así que nos lo entregó a nosotros, entonces la encargada del hogar lo puso en manos de mi sobrino y su esposa para que lo criaran. ¡Ellos lloraron de emoción! Me han dicho: “Nosotros estamos buscando tener un bebé y Dios nos mandó uno terminado”. En medio de tantas dificultades, están felices.

Nos visita desde Haití, Carolina, la encargada del hogar y de la iglesia que hemos establecido en aquella nación. Ella ha atravesado circunstancias difíciles, lo más reciente es que está negociando qué hacer con una UPA, esto es, un artefacto purificador de agua que el ejército de Uruguay les ha brindado, pero eso se maneja con técnicos y con productos químicos. Entonces Carolina está viendo dónde comprar lo que se necesita para la máquina. En este tiempo le han devuelto una camioneta que estuvo dos años en un taller porque no la han podido arreglar y me pide consejo acerca de cómo hacer con ese vehículo. También ha ido con el alcalde de la ciudad a la montaña, más precisamente, un lugar donde hay una fuente de agua porque la gente del pueblo no les quiere dar agua; los acompañó un empresario que trabaja cerca del hogar y casi se muere porque fueron en vehículo hasta cierto punto pero después había que subir a pie, con cincuenta grados de temperatura al sol y demoraron unas cuatro horas para llegar, todo para resolver el problema con el abastecimiento de agua. Además de todo eso, Carolina tiene que resolver cada problema que se presenta con los niños. Y lo único que yo recibo de ella es la alegría de estar sirviendo a Dios y de ver cómo la mano del Señor se mueve en cada cosa que emprende. ¡Ella está feliz!

Tú puedes estar viendo de una manera negativa las cosas pero Dios te transforma para que las veas de otra manera. Cuando sirves a Dios, lo que parecía insignificante y no te gustaba porque creías que no podías, ves que sí puedes y encima, Dios te da paz y bendición. ¡Él te llena del gozo del Espíritu! Me siento feliz por Natanael y Eva porque están sirviendo a Dios y no les ha parecido trabajoso ni poca cosa, y mucho menos difícil vivir en Haití, en medio de las dificultades, criando a los niños de Dios. “Por cuando lo hiciste a uno de éstos mis pequeñitos, a mí lo hicisteis”, dice el Señor.

CONCLUSIÓN

Dios quiere que muchos vengan a su reino; Él necesita gente que esté dispuesta a quitarse de encima las cargas que le retienen. Los hermanos que están en Haití, todos tienen parientes en Uruguay, pero cumplieron con la palabra de Dios que dice: “26Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”(Lucas 14:26). Ellos estuvieron dispuestos a dejar todo por amor a Jesús y por hacer lo que el Señor les ha demandado.

¿Qué estás esperando? ¿Qué Dios te dé más sabiduría? ¿Que te dé más victoria, más dinero, un mejor trabajo? ¿Eso es la fuente de tu felicidad? ¿Esa es la fuerza que te mueve?

Si hay pecado en tu vida, acércate a Dios y pídele que te perdone. Una mujer me dijo: “Pastor, cada vez me cuesta más hacer lo que hago. ¡Tengo una opresión encima! Vivo cansada”. Yo le dije que eso era espiritual. Porque, quien hace la voluntad de Dios saca fuerzas de donde no hay. El poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad y sacamos fuerzas de nuestra debilidad. Hay un dicho popular que dice: “Hacer de tripas el corazón”. Algo sucede en tu interior cuando Dios está en el negocio;  pero es su negocio y no el tuyo. El Señor te llena el corazón cuando le sirves, te bendice, te fortalece, te libra y te respalda. Dios pone su gloria y su poder sobre ti, entonces tú obras, no en tu poder sino en el de Él. Y la luz que te alumbra no es tuya sino de Dios. Cuando hay opresión espiritual es porque mi mirada se ha desviado y no sé hacia donde voy, tampoco tengo la certeza de que lo que estoy haciendo, es lo que Dios quiere. ¡Necesitas el perdón de Dios! En esta misma hora, Jesús pondrá su mano sobre ti, y así como sanó al leproso, te limpiará en un instante. Entonces, tendrás una visión más clara acerca de lo que Dios quiere de ti y no le negarás más lo que Él te ha pedido.

Sé que hay personas a quienes Dios les ha demandado cosas, pero se han enredado en los negocios de la vida, en vanidades y afanes, y no le han respondido al Señor. ¡Atiende a su llamado antes de que sea tarde! ¡Ven a los pies de Jesús! Él te limpiará y te orientará. Si eres consciente de que tienes que rendirte a Jesús porque sabes que le has estado negando el derecho de obrar en tu vida pídele perdón y ofrécele tu vida ahora mismo.

MENSAJES

MISIÓN

VIDA

PARA LAS NACIONES

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo, Uruguay

WhatsApp: (+598) 095 333 330

email: info@misionvida.org

twitter: misionvidauy

facebook: iglesiamisionvida

Diseño: VerakaWeb