La meditación de hoy está en el Salmo 46, desde el versículo 1º hasta el 7:
“1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 2 Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; 3 Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. 4Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El santuario de las moradas del Altísimo. 5 Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. 6 Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra. 7 Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob”.
¿Puedes confiar plenamente en Dios cuando las circunstancias que vives son totalmente adversas? ¿Eres capaz de estar en paz cuando “la tierra” que pisas se está moviendo? Dios está dispuesto a cuidar de ti, si le entregas tu vida.
Esta semana me saltó el corazón cuando me enteré que en Argentina, mi patria, hubo un temblor de grado 6 en la escala de Richter. Fue un temblor importante, un puntito más y hubiera sido un terremoto. Inmediatamente me acordé de los tornados que están padeciendo los habitantes de Florida, EE.UU.: ¡15.000 familias quedaron sin techo! ¡Qué agradecidos debemos estar nosotros que vivimos en Uruguay! No tememos la venida de ningún tornado o terremoto porque nuestro suelo es seguro y firme. No obstante, yo me crié en una zona sísmica, en la ciudad de San Juan, Argentina. San Juan es una de las provincias más sísmicas de Argentina; puedes entrar en cualquier día del año a una estación sismológica y ella te podrá mostrar que continuamente el terreno se está moviendo, aunque estos movimientos son imperceptibles. Hay una fisura en medio del océano Atlántico que va separando África y Europa de América, y como el mundo es esférico, el corrimiento de esas placas tectónicas produce una fricción en la cordillera de los Andes, provocando así suficiente tensión para producir movimientos sísmicos.
Me acuerdo haber crecido viendo a mi mamá gritar cada vez que la tierra temblaba. Su comportamiento se derivó a causa de un terremoto que ella vivió el año 1944 antes que yo naciera. Ese terremoto dejó toda la ciudad de San Juan destruida. ¡Toda! Hubo que demoler todo y hacer la ciudad de nuevo; imagínate tirar todos los ladrillos de la ciudad de Montevideo y edificarla nuevamente. Mucha gente murió en ese terremoto y a causa de él surgió un nuevo trazado de la ciudad; se podría decir que San Juan es la ciudad más nueva que hay en Argentina. Pero yo no viví el terremoto de 1944 porque nací en el 51; me crié sintiendo temblores, pero estos nunca fueron de real significación. De vez en cuando sentía un sacudón, era más o menos como ir en el ómnibus, lo único que en vez de moverse el ómnibus se movía el piso. A veces discutíamos: “¿Sentiste el temblor?” Otro decía: “No, no tembló”. Pero para saber si realmente la tierra tembló, teníamos que fijarnos en una araña que colgaba del techo. Si se había movido, efectivamente hubo un temblor. Para mí era lo más normal sentir vibraciones, por lo que hasta me molestaba ver a mi madre gritar al más mínimo temblor. Ella siempre decía: “Cuando hay temblores, es necesario correr debajo de un dintel”; las construcciones antisísmicas, tienen los dinteles bien hechos de manera que si uno está en un edificio, para que no le caiga el techo en la cabeza, lo mejor es meterse debajo de un dintel de una puerta. Mi mamá gritaba y corría debajo de un dintel, y yo pensaba: “¡Pero qué exagerada!” ¡Hasta que yo mismo estuve en medio de un terremoto! Corría el año 1977, estábamos durmiendo con mi esposa, y a eso de las 6 de la madrugada, ¡me movieron la cama! En ese tipo de situaciones, uno se despierta y dice: “No puede ser que se me mueva la cama, debo haber soñado”, pero cuando pensé eso, sentí otro sacudón más fuerte y esta vez sí me despabilé del todo. Luego se empezó a mover todo, nos miramos con mi esposa, nos abrazamos y dijimos: “Si morimos, que sea juntos”. Y entonces por primera vez, vi un techo que se ondulaba, y yo que soy arquitecto y conozco de hormigón armado, me quedé totalmente sorprendido porque jamás creí que el hormigón de un techo se podría oscilar de esa manera. Gracias a Dios, en esa oportunidad, no cayó ninguna casa en San Juan, pero sí cayeron una gran cantidad de viviendas en una zona denominada Caucete, pero eran casas que no estaban construidas bajo normas antisísmicas. Cuando conocí el terremoto, me empezó a pasar lo que le sucedía a mi madre cada vez que ocurría un temblor; me di cuenta que ella no era tan exagerada. Yo pude ver en esa oportunidad, cómo el pavimento se agrietó profundamente de tal manera que éste se abrió en dos; recuerdo que me saqué una foto dentro de la rajadura, con mi auto al lado. Vi cómo estructuras de hormigón se retorcieron como si fueran simples latas… cuando sobrevienen a nuestras vidas esas circunstancias que uno jamás se imaginó vivir, recién allí buscamos a Dios. Aunque yo me había criado en una zona sísmica, fui impactado. Hay que ver cómo uno clama cuando le ocurren esas circunstancias. Me acuerdo que cuando nos dijeron que el epicentro había sido en Caucete, a 30 km de San Juan, fuimos a auxiliar a unos hermanos que teníamos allí y vimos cómo una pared se rajó en dos partes, una hacia la derecha y otra a la izquierda, y el techo a dos aguas, cayó totalmente aplastando los bancos, el armonio, el púlpito y todo lo que había. La construcción quedó totalmente destruida, aunque ningún creyente murió.
Recordando esto que sucedió en San Juan hace ya varios años, y viendo lo que ocurrió en Miami recientemente, me hizo pensar en las tormentas que todos tenemos que atravesar en algún momento de nuestras vidas. Qué bueno que nosotros aquí en Uruguay no tengamos que temer por terremotos, pero sí vienen terremotos y tornados espirituales a todo ser humano. Uno de los problemas que tiene el hombre es que no sabe cómo resolver los problemas, le falta sabiduría para enfrentarlos, por eso termina haciendo cualquier cosa. Los matrimonios se divorcian, las mujeres quieren ser hombres y viceversa… recientemente hablé con un muchacho, ex – travestí que se inyectó siliconas en los pechos y en las nalgas. El pobre muchacho ha adelgazado y ha caminado demasiado de modo que la silicona que tenía en las nalgas, le bajó a la pantorrilla. ¡Eso sí que es un tornado! Le dije: “Ve al cirujano y sácatelo”, pero me expresó el muchacho que no sería posible, pues la doctora le dijo que debería hacerle varios cortes para extirparle totalmente la silicona. ¡Qué triste! Algunos no saben qué hacer para vivir mejor y otros no saben qué hacer para morir mejor. Ahora están proponiendo la eutanasia para los niños; hemos leído noticias muy tristes: 700 Ongs esta semana le han prometido al mundo que para el año 2015 no habrá un país en el mundo donde no esté aprobada la ley de aborto. Éste será un derecho y las mujeres podrán tener sus hijos cuando deseen. ¡El mundo está en conflicto! Hace sólo un tiempo atrás, el presidente de Rusia, Putín veía con desagrado la decisión de Bush, el presidente de EE.UU. de atacar a los terroristas de Irak, pero ahora los terroristas han atacado a Rusia y Putín está decidido a atacar a los terroristas en cualquier parte del mundo. Se han comparado los términos de Bush con los de Putín, ¡y son iguales!
Hoy aprenderemos una lección importantísima, tomando en consideración la vida de Daniel, que fue un profeta, estadista, sabio, inteligente, prudente y sin tacha: ¡Realmente fue un hombre de Dios! Hay quienes se quieren dedicar tiempo completo a la obra de Dios, para servirle y aseveran que si trabajan en alguna otra cosa, esa otra actividad les robará tiempo para servir a Dios. ¿Cómo habrá hecho Daniel para ser uno de los más grandes profetas de la antigüedad y a la vez ser también gobernador sobre 120 sátrapas? Algunos no pueden hacer varias cosas a la vez: Si oran, no tienden la cama y viceversa. Yo me pregunto: ¿Los días de Daniel habrán sido de 24 horas? ¿De cuántas horas son los tuyos? Ese rico que gana un millón de dólares por día, tiene 24 horas también para ganarlos, mientras que tú ganas 5 dólares en el mismo tiempo. Hoy quiero hablarles acerca de algo importante que Dios tiene para nosotros, lo mismo que tenía para Daniel: ¡Un espíritu superior!
Cuando Dios nos ha llamado a ser parte de su reino, lo ha hecho para que tengamos una vida mejor y superior en todos los sentidos; al hablar de una vida superior, me refiero a que seamos gente que sabe resolver problemas, situaciones, con una visión aguda y capaz de ver más allá de las circunstancias visibles. ¡Dios nos ha llamado a vivir una vida superior! ¡No me conformo con menos!
Hay algo que nadie te puede robar: La presencia de Dios en tu vida. José, antes de ir a Egipto, era para sus hermanos, un soñador, mimado de su padre, detestable y se lo querían sacar de encima. ¡Pero Dios estaba con él! Tanta odio le tenían que lo vendieron como esclavo a Egipto, ¡pero no pudieron quitarle la presencia de Jehová de los Ejércitos en su corazón! El mundo puede hacerte muchas cosas, pero no puede quitarte a Dios. ¡Tienes que retener a Dios! ¡Tienes que estar lleno de su Espíritu! Cuando vendieron a José como un esclavo, dice la Biblia que él era varón próspero porque Jehová estaba con él. ¿Quién te puede quitar a Dios si has decidido vivir con Él? No importa que tu madre, tu padre o quien sea, esté blasfemando contra ti, aplastándote y enterrándote con sus palabras, apreciando más a tus hermanos que a ti. ¡No importa! ¡Que no te falte Dios! La presencia de Dios trae sabiduría al corazón del creyente. No estamos muy acostumbrados a pedirla, porque nos apremian más otras cosas, como por ejemplo, pagar la factura de la luz, del agua, alguna deuda, algún problema con la tarjeta de crédito. ¡Estamos acostumbrados a pedir cosas triviales y nos perdemos las mejores! Dios está esperando escuchar de tu boca, oraciones que valgan la pena.
¿Quién era José? Era un esclavo, pero Jehová estaba con él y era varón próspero. No había cárcel ni acusación que lo pudieran detener; indefectiblemente José iba a ser alguien que llegaría a ser una persona de importancia porque el temor de Jehová estaba sobre él y según la Biblia ese es el principio de la sabiduría; deja que digan de ti lo que quieran, el temor de Dios te apartará del mal, te alejará del pecado, y de tomar decisiones equivocadas. Todo otro temor es vano, no sirve para nada, pero el temor de Dios te sacará adelante. ¡El temor de Jehová proporciona inteligencia, sabiduría y prudencia!, por lo tanto, en vez de orar a las apuradas, dile a Dios: “Apúrate y acompáñame a la universidad, a mi trabajo”. ¿Y quién era Daniel? ¡Un esclavo! El rey Nabucodonosor tomó cautivo a Judá y a su rey, Joacim, y los llevó a Babilonia, oportunidad en que el rey Nabucodonosor dijo: “Quiero que me elijan de entre los jóvenes que han traído de Judá, a los más lindos, inteligentes y sabios. Les daré tres años para que les den la ración y el vino del rey, y le enseñen las letras y las ciencias de Babilonia porque quiero tener gente entendida alrededor mío”. En ese montón estaban Daniel y sus cuatro amigos. Pero el versículo clave que hoy quiero compartir con ustedes está en Daniel capítulo 1, versículo 8: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”. A cualquier deportista le sucede lo mismo que a Daniel: No puede comer cualquier cosa, necesita una dieta especial para responder física y psíquicamente mejor que el resto, se esforzará pues, en recibir las vitaminas y proteínas faltantes, y comerá un alimento especial y seleccionado. Cualquiera que desee lograr cosas, debe establecer un régimen especial, no sólo de comidas sino de ejercicios, obligarse a acostarse y levantarse temprano, etc. ¡Quien anhele superarse en la vida, tendrá que establecer un régimen especial para su vida! Si tomas “mate” todos los días hasta el mediodía no esperes que Dios te coloque en un lugar alto, si te quedas viendo TV hasta que cierra el canal, no creas que te irá bien. ¡No serás una persona sabia ni entendida! Daniel pues, se propuso no contaminarse con la comida del rey. ¡El quería ser prudente y sabio! Toda verdad es paralela, así como es necesaria una dieta en la comida para mantener el cuerpo en forma, es también necesaria una dieta para el alma y el espíritu. ¡Tienes que elegir de qué se alimenta tu cabeza! Daniel no solamente estableció una dieta de comida. Él oraba tres veces al día, era un esclavo, pero aun así decidió buscar a Dios con todo su corazón. Babilonia es indicada en la Biblia como la madre de las rameras, de las hechicerías, de las brujerías, seguramente que a un buen cristiano no le gustaría habitar en ella. ¿A dónde mandó Dios a Daniel? ¡Lo envió cautivo a la corte del rey de Babilonia, llamado Nabucodonosor! Y este rey, comienza a observar que Daniel tiene un espíritu superior: “este hombre tiene el espíritu de los dioses”, afirmó, porque él no creía en un dios, sino en muchos dioses. El tema no es tener muchos dioses, sino tener a Dios en el corazón. A Daniel le tocó ir al foso de los leones, porque prefirió honrar a Dios, antes que obedecer un reglamento del rey que decía que no se podía hacer petición alguna a ningún dios, a no ser, al mismo rey. ¡Él decidió tener una relación con Dios aunque le costara la vida! Y a sus tres amigos, también les sucedió lo mismo, quienes fueron echados en el horno de fuego por no querer reverenciar una estatua del mismo rey. Ellos, al igual que Daniel, prefirieron su relación con Dios, antes que obedecer a los hombres, aunque éste fuera un rey. Es preferible perder un lugar, una oportunidad, una relación, pero no perder la relación con Dios.
Daniel, como leímos, propuso no contaminarse con la comida del rey; no se trata sólo de comidas, sino de una dieta espiritual. ¡Tú necesitas una dieta espiritual! Si alimentas tu corazón con la palabra de Dios, tu vida será totalmente distinta, a que si lo alimentas con televisión. Por lo tanto, tienes que tomar por norma, venir a la casa de Dios, escuchar y leer su palabra, orar, y no pedir tonterías. No es importante pedirle a Dios que te saque de las deudas, sino que te dé sabiduría para no tenerlas. ¡Si no tienes sabiduría, jamás saldrás de las deudas!
Hablé esta semana con un jerarca muy importante del gobierno quien me confesó, que por dedicarse en demasía a su profesión, perdió a su primera esposa, luego a la segunda y ahora está a punto de perder la tercera.
¡Hoy, Dios quiere hablarte! Cuando recibes su palabra, a Él recibes, del mismo modo que cuando la rechazas, a Dios rechazas.
Esta mañana, las noticias internacionales comentaban acerca del conocido futbolista, Diego Armando Maradona; está llegando a Cuba para ser internado en una clínica mental. Todo el mundo discute quién tiene la culpa, si él o quien le proporcionaba droga, o los parientes, o los médicos… ¡Todos debaten! Pero ayer, un hermano de él, declaró que el propio Maradona, tiene la culpa de todo. Y yo te pregunto a ti: ¿Quién tiene la culpa de todos los males que tú tienes? El problema de Maradona, ¿de quién es? ¡De él mismo! Cada uno de nosotros nos presentaremos delante de Dios, a rendir cuentas, sin nuestro padre, sin nuestra madre, sin nuestros hijos, solitos, desnudos, hasta sin la ropa que tenemos puesta ahora. ¡No podremos esconder nada! No culpes a los que te rodean, de la situación que estás padeciendo. ¡No es lo que entra a tu vida lo que te contamina, sino lo que sale de ella! Jesús presenta una enseñanza muy especial acerca de ello y hoy lo aprenderemos.
Leamos Marcos capítulo 7, versículos 6 y 7: 6Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. 7 Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”.
Se planteó una discusión, porque los discípulos, al pasar por un campo, tuvieron hambre, entonces, cortaron algunas espigas de trigo y las comieron, violando así uno de los mandamientos de los ancianos que indicaba, que antes de comer había que lavarse las manos siguiendo un ceremonial especial. Todo buen judío tenía que observar determinadas reglamentaciones religiosas que provenían de lo que ellos mismos llamaban “la tradición de los ancianos”. Los religiosos de la época le dijeron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?” Hay toda una recopilación de enseñanzas que constituyen la ley de Moisés, que es lo que está en la Biblia y también hay toda una interpretación de la ley de Moisés, que escribieron los ancianos y que se denomina la “tradición de los ancianos”.
Dios tiene un serio problema con las personas que no saben diferenciar entre su palabra y la tradición religiosa de la iglesia. Jesús hizo una diferencia muy clara entre lo que Dios dijo y lo que decían los ancianos; éstos querían hacer cumplir la ley de Dios a la gente, y para ello, ponían reglamentos que terminaron siendo ordenanzas que iban contra la ley de Dios. Jesús les respondió: “¡Hipócritas! Con razón escribe Isaías de ustedes: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, enseñando como doctrina, mandamientos de hombres”. Una doctrina es lo que se cree acerca de una verdad divina establecida por Dios, es una enseñanza que deber ser creída y no arrancada. El libro de Apocalipsis dice en reiteradas oportunidades: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida…” (Apocalipsis 22: 18-19). En la época de Jesús, existían dos corrientes religiosas: Los saduceos, que no creían en el más allá, en la eternidad, ellos sacaban partes de la palabra de Dios y los fariseos, que sí creían en la eternidad pero reglamentaban todo y Jesús los criticaba porque diezmaban hasta la menta y el eneldo, pero dejaban pasar lo más importante de la ley de Dios que es la misericordia. Y en este mismo pasaje que estamos leyendo Jesús les dice: “Porque ustedes se levantan contra la palabra de Dios, por hacer cumplir los reglamentos que ustedes tienen”. Los ancianos habían establecido una ley, la del Corbán; que expresaba que si yo había apartado algo para ofrendárselo a Dios, eso era intocable, y si mis padres tuviesen necesidad, no podría ayudarlos con ese dinero y honrarlos porque era Corbán; Jesús entonces les dice: “Dios ordenó honrar al padre y la madre, pero ustedes le dicen a la gente que si el dinero que tienen es Corbán, tienen el derecho de negarle asistencia a ellos, si hacen esto, cumplen con la ley de los ancianos pero no con la ley de Dios que dice “honra a tu padre y a tu madre”, enseñando como doctrina, reglamentos humanos ”.
¿Por qué se enoja Jesús? Porque la gente no tiene conciencia y no sabe discernir entre lo que ordena Dios y lo que prescribe el hombre; las personas se confunden porque no se interesan tanto en entender y conocer la palabra de Dios sino en saber qué se puede hacer y qué no… muchos vienen a una iglesia y preguntan: “¿Aquí las mujeres pueden usar pantalón o no? Si se puede usar pantalón, me gusta, me quedaré en esta iglesia”. Les importa muy poco si Dios permite o no usar pantalones… quieren usarlos, así que deciden ir a esa iglesia. La gente quiere saber de reglamentos, qué está bien y qué no… No les importa saber qué dice Dios de determinado tema, sino qué dice la iglesia. ¿Permiten fumar en esta iglesia? ¿Permiten tomar vino? Dios se enoja con aquellas iglesias que se interesan más en reglamentos que en amar a Dios y respetar su palabra, porque lo que él ha dicho es muy importante. ¿Te gustaría tener un novio al que le escribes cartas y que él no lea ninguna? “Te amo pero no he tenido tiempo de leer las 12 cartas que me mandaste en los últimos 6 meses. ¡Cómo me gustaría saber lo que me dijiste pero no tengo tiempo! ¡Pero las tengo guardadas en un cajón!” Hay gente que tiene la Biblia abierta en una mesita de su casa, otros, para dormir bien, la usan de aspirina y la ponen debajo de la almohada. Esos le están diciendo a Jesús: “Amado mío, no he tenido tiempo de leer la Biblia, pero como tú verás, la tengo debajo de la almohada. Quiero que sepas, que la tengo abierta en el lugar más preferencial de la casa”. ¡Pero para llevarse bien con Dios, hay que amar su palabra! Quien ama la palabra de Dios, ama a Dios. El muestra a través de su palabra qué es lo que se debe hacer.
La gente no entiende que debe diferenciar entre la palabra de Dios y las tradiciones humanas. ¡Hay iglesias que están llenas de tradiciones! El deseo de Dios es que sus hijos estén unidos, pero la iglesia de Jesucristo está separada, dividida, y tristemente, la peor parte en esto la llevamos los pastores. Las iglesias están desunidas no por doctrinas; creemos las mismas, enseñamos la misma palabra, pero no estamos de acuerdo con la práctica de tal o cual pastor. ¡Estamos divididos por tonterías! No encontré ningún pastor de ninguna iglesia evangélica que predique en contra de la doctrina de la trinidad. ¡No! Todos creemos las cosas fundamentales, la palabra de Dios, que es lo que nos une. Pero, ¿qué es lo que nos divide? ¡Lo menos importante! Imagínate qué ridículo es que te lleves mal con tu esposa y te quieras divorciar solamente porque no sabe hacer un tipo de comida: Ella te ama, lava tu ropa, tiene limpia la casa, te espera para almorzar, te pone los zapatos en su lugar, pero decides divorciarte porque no te gusta cómo hace “tal” comida. ¡Qué locura! ¿No? Esto es lo que hicieron los fariseos con Jesús: “¿Por qué tus discípulos no cumplen con la ceremonia de lavarse las manos antes de comer?” ¿Y de dónde salió eso? ¡De la tradición de los ancianos! Y Jesús hace una división importante: “No enseñen como doctrinas, mandamientos de hombres”. A Dios le interesa por sobre todas las cosas, su palabra, que se respete lo que él ha dicho. Si Él ha dicho “honra a tu padre y a tu madre” tú debes hacerlo, no importa si te han fallado o te han abandonado, Dios sigue diciendo: ¡Hónralos!
Meditemos acerca de dos términos que revelan virtudes que forman parte de la sustancia de Dios y de aquellos que le hemos buscado y abierto nuestro corazón. Sus virtudes, pues, son las nuestras; su deseo es honrarnos de tal manera que las cosas que Él siente y vive, nosotros también podamos sentirlas y vivirlas. ¡Es maravilloso saber que Dios nos hace partícipes de su propia vida!
Leamos Marcos 8:1-10: “1En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: 2Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; 3y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. 4Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? 5El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. 6Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. 7Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. 8Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. 9Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió. 10Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta”.
Recientemente hablé con un muchacho en nuestra comunidad de rehabilitación “Beraca”, él está buscando a Dios y le ha abierto su corazón. El infierno le hizo creer que era una mujer en cuerpo de hombre, así que se puso siliconas en los pechos y en las nalgas pero por alguna causa inexplicable, la silicona se le ha bajado y se ha alojado al costado de una pantorrilla. ¡Qué situaciones terribles tienen que padecer aquellos que están lejos de Dios! Le dije: “No te hagas problema, te harán una operación y te sacarán la silicona” pero me respondió: “No, es silicona líquida, me ha dicho la doctora que es necesario hacerme varios cortes en diferentes lugares…” Llegó a “Beraca” en un completo desastre pero ahora está buscando a Dios, sirviéndole y ayudando a sus semejantes como un hombre. ¡Qué compasivo y qué misericordioso es Dios! Hoy recordaremos éstas; sus virtudes.
El pasaje que leímos habla de una multitud que estuvo escuchando a Jesús durante tres días en el desierto; en un determinado momento Jesús dice a sus discípulos: “Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer”. Observen el hambre que despierta la palabra de Dios. Sus discípulos le contestan: “Estamos en el desierto, ¿de dónde vamos a sacar pan para alimentar una multitud de 4000?” En aquellos tiempos las ciudades eran de 6000 o 7000 personas, las poblaciones no eran numerosas. Aún Uruguay, que no es un país muy poblado, lo es mucho más que los reinos de aquella época; hablar de 20.000 personas en aquel tiempo, era demasiado, ¡pero Jesús predicaba en el desierto y juntaba 4000 sin contar mujeres y niños!
Jesús luego, interrogó a sus discípulos: “¿Qué tienen ustedes?” La respuesta fue: “Tenemos siete panes y algunos pececillos”. El maestro, tomó esos peces y esos panes, los bendijo y comenzó a cortarlos y a repartirlos. ¡Y la comida se multiplicó! Finalmente todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró, se juntaron siete canastas. La compasión produce provisión y bendición. Una madre es capaz de estirar una comida por amor a sus hijos, es maravilloso ver la habilidad que tiene una mujer, que con poco dinero, cocina y le lleva a un hijo que está en la cárcel. La compasión provoca algo muy fuerte dentro de nosotros; cuando no la tenemos, no damos, sólo queremos proveernos a nosotros mismos pero no a los demás. Pero, ¿por qué Dios nos ayuda y no nos tiene en cuenta que nos hemos revelado contra Él? ¡Porque es compasivo y misericordioso!
Hemos hecho reportajes en la calle, con la siguiente pregunta: “¿Usted cree en Dios?” Recuerdo una mujer que dijo: “No, no creo en Dios”. Le contesté: “¿Alguna vez le pediste algo?” ¡Y me respondió que sí! “Entonces, le dije, no es que no crees en Dios, sino que estás enojada con Él”. Hay quienes se enojan con Dios del mismo modo que se enojan con su suegra o con algún pariente. Muchos dicen: “Estoy enfurecido porque no hizo lo que le pedí”. La pregunta debiera ser si alguna vez esas personas habrán hecho lo que Dios les pidió. ¡No existimos para que Dios haga lo que nos plazca, sino para hacer lo que Él quiere! El “Padre nuestro” dice: “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad”, no nuestro reino ni nuestra voluntad, sino la de Él. Cada vez que oras así, testimonias en tu contra. Recientemente, en la cárcel de Tacuarembó, una ciudad del interior de Uruguay, una Pastora de nuestra iglesia dio su testimonio frente a varios presos, y abrió su corazón, contando cómo había sido abusada por su propio padre; relató todo lo que vivió y sintió, refirió toda su soledad, su amargura, y luego dijo: “Pero Dios ha sanado mi corazón, y aunque antes tenía odio a quien me abusó, ahora tengo compasión por él y por todos los abusadores, así que si aquí hay algún abusador que quiere recibir perdón, quiero que venga a llorar en mi hombro. Yo le perdonaré y le bendeciré”. ¡Los presos comenzaron a pasar adelante y le abrazaban llorando, pidiendo perdón a Dios! Si la compasión de Dios no hubiera venido sobre ella, no podría haber actuado de ese modo. En el ambiente de la cárcel, ser un violador es lo más degradante que hay; un ladrón podríamos decir que pertenece a la “clase alta” pero el que ha abusado, está en el escalafón más bajo del estrato carcelario. Conocí uno de ellos, que el día que llegó a la cárcel, fue violado por 29 presos… cosechando su siembra. Nunca podremos llegar a entender, cómo es que siendo así los seres humanos, Dios siga teniendo compasión de nosotros.
Jesús dijo: “Tengo compasión de la gente”. La palabra compasión está formada por dos términos: “Com” y “pasión”; significa “compartir la pasión o capacidad de sentir en las tripas”; otra traducción sería “sentir en las entrañas lo que otro está sintiendo”. Cuando tú puedes sentir en tus entrañas el sufrimiento de otro, recién en ese momento te puedes conmover por él y no solamente tienes ese sentimiento sino que estás dispuesto a hacer algo por esa persona. ¡Esa es la virtud de Dios! La Biblia nos enseña que Él es Dios compasivo y eso significa que tiene la habilidad de sentir en sus entrañas lo que yo siento. Muchas veces tenemos determinado sentimiento porque nos hicieron algo malo, por ejemplo, en el caso de la violación, una mujer se puede sentir destruida porque abusaron de ella, pero a veces también tenemos sentimientos horribles de otra clase, por ejemplo, si nos drogamos, por nuestra propia culpa y no porque alguien nos haya hecho daño.
Recuerdo una oportunidad cuando en “Beraca”, nuestro centro de rehabilitación, el Pastor Andrés González estaba cortando una tela con una cuchilla; en determinado momento lo llaman, de modo que saca la mirada de lo que estaba cortando para prestar atención a quien lo llamaba, y siguió cortando… ¡Se hizo un corte en uno de sus dedos! ¡De seguro, sintió algo! La virtud de Dios es que Él puede sentir lo que sintió el Pastor Andrés cuando la cuchilla cortó su dedo. Muchos dicen: “¿Dónde está Dios?” ¿Dios no ve lo que me está ocurriendo? ¡Dios sí está viendo tus circunstancias! La gente cree que Dios no es compasivo pero si él no lo fuera, ya hubiera hecho con este mundo lo que muchos hacen con el cigarro cuando lo terminan: ¡Aplastarlo bajo sus pies! Dios es lento para la ira y grande en misericordia, cada vez que Dios planea enviar un juicio, espera y espera el arrepentimiento hasta que su termómetro sube más allá de los límites que Él puede soportar.
La meditación de hoy está en Mateo capítulo 3, versículos 1 y 2: “1En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
El “reino de los cielos” es algo que no nos llama la atención ni nos preocupa. Sí nos inquieta qué comeremos hoy o qué vestiremos así como el resto de nuestros problemas cotidianos: Que tuve una discusión con mi hermana, que mi marido vino enojado del trabajo, etc. ¡Para esas cosas sí estamos a la orden del día! Pero Dios está ocupado en cosas más importantes, tiene sus ojos puestos en instaurar su reino en nuestras vidas y constituye para Él un tema de suma importancia. Desde que comenzó a predicar Juan el Bautista en el desierto de Judea, por primera vez en la historia de la humanidad, se empezó a hablar del acercamiento del reino de los cielos a la tierra. ¿Qué es el reino de los cielos? Es el gobierno de Dios; es el lugar donde Él reina con total y absoluto señorío y de eso aprenderemos hoy.
El humanismo intenta establecer el reino del hombre en la tierra. Proclaman: No hay Dios, no lo hemos visto, ni creemos que tenga que introducirse en las cosas de los seres humanos. “Yo creo en el hombre”, es una frase célebre de los uruguayos. La he escuchado más que en otros países, pero nadie puede hacer nada que Dios no le autorice, ni siquiera satanás. Para Dios, el reino de los cielos es algo muy importante y desde Juan el Bautista, se anuncia su advenimiento a la tierra. ¡Dios anhela manifestar su reino aquí! “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad” es la oración del “Padre nuestro”. Cuando en una oportunidad mencioné en una prédica acerca de un “reino teocrático”, inmediatamente un periodista declaró en uno de los diarios más importantes de la capital: “El pastor Márquez quiere implantar un gobierno teocrático”. ¡Y seguro que se efectivizará! Está profetizado que en el milenio Jesús pondrá su trono aquí en la tierra. ¡El reino de los cielos está viniendo! Un reino de justicia, de paz, de poder, que existe en el cielo pero que no se manifiesta en la tierra por causa del libre albedrío del hombre. El ser humano libertad y ha decidido hacer lo que le parece o lo que siente. Esta semana atendí a una mujer que no podía entender por qué le había ido tan mal en la vida. Tiene dos hijos presos, otro drogadicto y el último vive en el exterior. Está atormentada porque siendo ella “tan buena”, los cuatro le han salido malos. Pero hablando con esta mujer, me cuenta que los cuatro hijos son de cuatro hombres distintos. Le dije: “¡Tú has hecho muy mal las cosas!” Y me responde: “No, pastor, yo no hice mal las cosas, me salieron mal. ¡No me fue bien en la vida!”. El ser humano no quiere asumir responsabilidades, en todo caso le echa la culpa a Dios de las cosas que le suceden. Finalmente le dije: “Si no asumes tus pecados, Dios no te puede ayudar. Dime la verdad: ¿Cuántos hombres has tenido? ¡Porque los cuatro que has tenido no han sido los únicos!” Y la mujer se sonríe y dice: “Sí, tuve muchos”. Ella se crió en un colegio católico y a los 17 años de edad decidió hacer su propia vida. ¡Cuando decidimos tomar nosotros mismos el timón de nuestra vida, impedimos que el reino de Dios se establezca en ella!
La venida del reino de los cielos implica el advenimiento de un reino de poder que transforma las vidas, que rehace lo deshecho, que trae paz, bienestar y bendición. Los creyentes más que estar preocupados por el pago de la luz o los zapatos que tienen que comprar… deberíamos investigar qué es el reino de los cielos y orar: “Venga a nosotros tu reino”. ¿Cuántas veces oras diciendo “venga tu reino a mi vida, a mi familia”? ¡Hay cosas realmente importantes que no nos están importando!
Hoy fui a un barrio pobre, donde había calles tan pequeñas que apenas podía dar vuelta el automóvil. ¡No me imagino un barrio pobre en el cielo! No me imagino el cielo con todas las paredes pegoteadas de carteles que anuncian: “Vote a Fulano, vote a mengano en las elecciones”, etc. ¡En el reino de los cielos hay rey! El hombre no quiere tener un soberano en su vida y los cristianos lamentablemente estamos contaminados con la mentalidad de este mundo. Le pregunté a un muchacho el otro día: “¿Por qué te viniste a esta congregación?” “Porque me casé, en contra del consejo de mi otro pastor, y algunos criticaron mi decisión. Yo era consagrado, secretario del pastor, y me enamoré de una chica pero él me dijo que no me pusiera de novio con ella; no obstante lo hice y me casé”. Ahora ella no quiere venir a la iglesia porque considera que el trabajo en la obra de Dios le está robando el marido y hace meses que dejó de venir. Entonces le dije: “¿No será que el pastor estaba en lo cierto cuando te aconsejó? ¿No será que el pastor te venía consagrado y previó que tu esposa te celaría? ¡Tienes que decidir si tienes pastor o no!” Es un chico lindo y consagrado que quiere servir a Dios y llora por hacerlo, pero es independiente. La gente no quiere tener autoridad sobre su cabeza y satanás ha trabajado deteriorando la imagen de las autoridades. Como no hemos orado por ellas, éstas son malas y como son malas, nos molestan.
En los barrios pobres es donde más aflora el resentimiento; hay gente allí que quiere recibir de ti, pero también quiere que cierres la boca y no opines respecto de lo que les das. En uno de esos barrios firmamos un convenio con el CAIF (Centro de Atención a la Infancia) Para efectivizar el mismo, nos iban a dar el local del Centro Comunal y firmamos para ello, un contrato con la Comisión del barrio. Ya estaba todo listo; sólo restaba edificar unos baños, pero la Comisión se enojó y decidió no ceder el local, aunque ya estuviese el contrato firmado por cuatro años. ¿Qué motivó esa actitud? La historia comenzó cuando la iglesia realizó en el barrio una fiesta con motivo del “Día del Niño”; habíamos conseguido una donación de bebidas y la repartimos entre los niños. Cuando terminó la fiesta, había sobrado y decidimos repartirla entre esos merenderos. ¡Ese fue el motivo por el cual nos negaron el local! ¡Que nos llevamos la bebida sobrante, proporcionada por nosotros mismos! Ser pobre no es sinónimo de humildad. Esta gente del incidente es pobre pero orgullosa, vanidosa y prepotente. ¡Y la mayoría de los ricos, también son prepotentes porque se sienten ricos!
Vamos a abrir nuestras Biblias en Lucas capítulo 5 versículos 12 al 13: “12Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 13Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él”.
No hay circunstancia difícil que Dios no pueda revertir. Si te embarga el dolor, la angustia, la enfermedad, hoy puedes acercarte a Dios y recibir su toque. ¡Él esta esperando un acto de fe de tu parte! Como ocurrió con el leproso…
La lepra es una enfermedad muy significativa y más lo era en los tiempos bíblicos. El vocablo “lepra” tiene dos traducciones: Significa “mancha” y también “castigo de Dios”. Era una enfermedad típica de aquella época como hoy sería el SIDA. Existía en esa época bíblica todo un sistema jurídico que protegía a la sociedad de de ser afectada con la peste de la lepra; en efecto, un enfermo de lepra era desterrado de su familia y de su ciudad para siempre. Cuando a una persona se le declaraba la lepra, no podía volver a su casa; no había un hospital para leprosos sino que se les asignaba determinadas regiones en el campo, en los desiertos, en las cuevas. Algunos vivían en comunidades o en grupos, otros totalmente solos y allí, en medio del desierto o del campo, tenían que procurarse su agua, su alimento y tenían totalmente prohibido acercarse a personas sanas, de tal manera que estaba reglamentado que debían gritar cuando habían transeúntes en el camino; asimismo debían poseer una campana o un cencerro y tenían la obligación de identificarse y gritar diciendo: “¡Leproso! ¡Leproso!” También estaba reglamentado que no podían acercarse a determinada distancia de una persona sana, por lo tanto, el leproso era uno de los individuos más solitarios, más aislados, más angustiados y afligidos de toda la sociedad. No tenían sistema sanitario que les ayudara a aliviar su enfermedad. Había diferentes tipos de lepra, algunas muy malignas, producían unas llagas profundas de tal manera que la carne salía a flor de piel y comenzaba a supurar y aún empezaba a descomponerse y a caerse. No había gasas ni alcohol, no había algodones, ni canillas de agua, imagínense lo que era soportar esa enfermedad en el desierto, envuelto con trapos que no podían ser lavados en lavarropas ni con jabón. ¡La vida del leproso era por demás dolorosa! Nada le proporcionaba un poquito de fe o esperanza… Nunca más podría ver a su padre, a su madre, a sus hermanos, nunca más podría volver a su casa a celebrar un cumpleaños, jamás podría regresar a su ciudad… cualquier leproso que rompiera estas normas sería apedreado, sería muerto, porque estaría poniendo en peligro a toda la comunidad. Las medidas que tomaba la sociedad de esa época era una manera de protegerse del leproso pero no una forma de proteger al leproso.
Esta semana fuimos a la cárcel de una ciudad del interior del país, Tacuarembó, y allí vimos personas que no tienen lepra pero viven como si lo fueran. A algunos de ellos nadie les visita, no han experimentado el amor de sus padres, muchos de ellos son resentidos crónicos, llenos de indignación, de odio, que no creen que alguien pueda comprender su situación. Muchos de ellos nos dijeron cuando les visitamos: “Ustedes vienen a hablar aquí, ¿pero quién soluciona nuestros problemas? Usted viene a hablarme pero nunca ha estado en mi lugar y jamás ha vivido lo que yo he vivido”. Luego me mostró los dos brazos; los tenía llenos de cortes por todos lados… tuvo varios intentos de suicidio, sus dos brazos parecían un matambre. Otro preso dijo: “El juez no sabe nada de nosotros, no entiende lo que vivimos”. Otro me dijo: “Usted no sabe lo que es ver la sangre de su propio hijo; su propia madre, mi mujer, a la que yo amo, lo mató delante de mis ojos”. Hablamos con una mujer presa, que conoció el evangelio desde pequeña, se apartó de él y se introdujo en la droga. Un día, drogada, mató a su propio hijo; cuando volvió en sí, se enteró del asesinato que había perpetrado. Les dijimos a los presos que lo peor no es la cárcel que tiene barrotes sino la cárcel interior. Hay muchos presos que salen de la cárcel pero siguen encerrados en sus propios sentimientos, en sus propias amarguras, en sus propios pensamientos, de modo que no salen cambiados sino iguales o peores. Les hablamos de la necesidad de que Jesucristo haga una obra nueva en sus vidas, porque si pretendemos una vida mejor de la que estamos viviendo, tendremos que pensar distinto de lo que estamos pensando y tendremos en consecuencia que hablar distinto de lo que estamos hablando y obrar distinto de lo que estamos obrando. Porque solamente cuando se piensa, se habla y se actúa distinto es cuando nuestra vida cambia. ¡Si quieres cambiar tendrás que empezar por cambiar tu manera de pensar! Tu vida no es mala por lo que te han hecho los demás sino porque no has sabido cómo enfrentar las situaciones que se te han presentado. Les dijimos a los presos que tanto adentro como afuera de la cárcel hay personas que viven la misma esclavitud, la única diferencia es la reja pero Jesús puede dar libertad dentro y fuera de la cárcel; él dijo: “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Hay una libertad que no te la puede dar el juez, ni tu padre, ni tu madre, ni la iglesia, es la libertad que el hijo de Dios les da a aquellos que creen en él. Si puedes creer en Cristo, tus pensamientos, tus palabras, tus hechos cambiarán y vivirás una vida mejor.
Un leproso era una persona a quien nadie le podía ofrecer nada que valga la pena, nada que lo consolara, nada que lo ayudara en su enfermedad. ¡Era una enfermedad incurable! Pero hay una lepra peor, que es la del corazón; hay heridas, aflicciones, angustias, dolores, resentimientos, situaciones y hechos vividos que están marcados como si fuera con cincel dentro de nuestro corazón y pareciera que jamás obtendremos sanidad en esa área. Hay personas que han golpeado mucho la puerta del cielo pero ésta no se ha abierto y se han preguntado por qué Dios no contesta la oración; he conocido muchas personas resentidas con Dios, que al no encontrar alivio para el dolor, endurecen su corazón y se fortalecen en su odio, en su resentimiento y en su amargura. Estoy hablando no sólo de gente de afuera de la iglesia, sino también de dentro de la iglesia que no ha podido ser sanada de su lepra. ¡Pero hoy Dios quiere hacer un milagro especial! ¡Tú eres una persona muy especial! Todo leproso es una persona muy especial: El corazón de Dios, sus ojos y sus oídos se inclinan de un modo especial para ayudar y salvar a los leprosos. ¿Será posible que hoy lo puedas creer? El leproso es la persona más rechazada, más solitaria y más impotente de la sociedad pero para Dios no hay límites; su amor, su gracia, su poder no tienen límites. Hay enfermedades en el corazón, en el alma que no la pueden sanar los psiquiatras, los psicólogos, ni los tratamientos; no se pueden comprar remedios en la farmacia… yo conozco esos dolores. Cuando se viven esas situaciones extremas, uno busca una palabra, un consejo oportuno que lo aliente; me acuerdo en ese tiempo que mi corazón estaba quebrado, hambriento y necesitado, no había hombre ni mujer en la tierra que me pudiera dar una palabra de aliento. Recuerdo que ni mis padres, ni mis hermanos entendían mi situación y todos callaban; creo que todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido como Job. Iba a Dios y le preguntaba: “Señor, ¿quién me puede ayudar?” ¡Me sentía solo!” Una palabra, esas circunstancias, tocó mi corazón: “No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca” (Miqueas 7:5).
Hay dos elementos que necesariamente deben estar presentes en tu vida para que tengas victoria, y de eso aprenderemos hoy: Jesús y la fe. Recuerdo una chica que vino a mí diciéndome: “Pastor, me caso la semana que viene”. “¡Qué lindo!”, le contesté y me replicó: “Sí, pero el problema es que tengo dudas, no estoy segura que este muchacho es el hombre de Dios para mi vida”. “Muy fácil, no te cases”. Su respuesta fue: “No pastor, la fiesta ya está lista”. ¡Y se casó dudando!
Asimismo, conocí una joven en el interior de nuestro país, quien con 22 años ya tenía 5 hijos de un hombre que no era su esposo y tampoco lo quería; como había sido miembro de nuestra iglesia anteriormente y quería servir a Dios, uno de nuestros pastores le había aconsejado: “Si quieres servir a Dios, tienes que casarte”. Pero ella alegaba que no lo quería… “¿Y por qué estás con él?” “Porque es bueno, me ha cuidado, pero no me quiero casar porque no lo amo”. No obstante, con tal de servir a Dios, se casó con aquel hombre pero lo hizo con bronca porque no lo quería. ¡A los dos meses lo abandonó y se fue con otro! Ahora cuando la encontré, se había separado otra vez (del último compañero) y le estaba yendo muy mal. La ley no le permitió tener a sus cinco hijos así que tres fueron con el padrastro y dos quedaron con ella. También ese mismo día que la encontré, la habían expulsado de la pensión porque no había pagado durante varios meses. Hacía 15 días que no veía a sus hijos pero en la puerta de la iglesia se encontró con una señora que los había llevado hasta allí. ¡En la iglesia (a donde hacía tiempo que no iba) encontró sus cinco hijos! Lloraban y se abrazaban… Le dije a esta joven: “Si te hubieras aferrado a Jesús, él te hubiera llenado de amor y hubieras amado al papá de tus pequeños. ¿Cómo te va ahora? ¿Mejor o peor?” Me contestó: “¡Peor!” ¿Qué enseñanza sacamos de este testimonio de vida? En todo lo que emprendas, hay dos cosas que no te deben faltar: Una es la fe y la otra es la presencia de Jesús.
El pasaje que quiero compartir está en Mateo capítulo 8, versículos 23 al 27: “23Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”
Los discípulos de Jesús eran pescadores del mar de Galilea; ellos conocían muy bien las tormentas, no eran personas que se fueran a asustar fácilmente por una tempestad, pero ésta era una de verdad, así que desesperados despertaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, ¿no ves que perecemos?” Jesús les preguntó: “¿Por qué teméis hombres de poca fe?” Luego se levantó y reprendió las olas y el viento y uno de los evangelios dice que habló al mar y le dijo: “Calla, enmudece” y al instante se hizo grande bonanza. ¡Jesús es maravilloso!
Primeramente, ten en cuenta que si tienes temores, no tienes fe. Muchos cristianos, simplemente por afirmar que lo son, creen que automáticamente tienen fe, pero conozco muchos que son incrédulos. “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Jesús trataba de enseñarles a sus discípulos que si había temor en sus vidas, eso significaba que no tenían fe. El que teme no tiene seguridad; está en una posición de indecisión, de cobardía, de no avanzar, dice Hebreos 11:1 que la fe es “…la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La fe hace que tengamos determinada actitud frente a la tormenta, esto es muy importante, sin fe no se puede enfrentar una tempestad. Tampoco nadie puede decir: “A mi no me va a venir una tempestad”. A todos nos ha venido una cuando no la esperábamos y muchas veces nos sentimos desprotegidos y aturdidos al enfrentarlas. ¡No podemos prever una tempestad! Hay personas que temen un cáncer y les viene, hay otros que también lo temen pero no les viene, en tanto que otros que no le tienen temor al cáncer, les sobreviene la enfermedad. Tú no puedes predecir las tempestades, vienen cuando no las esperas, no obstante, tienes que estar preparado para ellas. Hay personas que no lo están… tengo una tía que no estaba preparada para que su esposo se muriera. Ella era una creyente de toda la vida, pero cuando falleció su esposo que era un líder de la iglesia, consideró que Dios había cometido una injusticia y decidió que no podía vivir sin él. Han pasado decenas de años y no puede salir de su depresión y de su angustia porque nunca aceptó esa situación. ¿Estás preparado para que se te muera tu esposa? No te quiero asustar pero sí decirte que estas cosas suceden y debes estar preparado para la tormenta.
Entre las personas que atendimos en aquel pueblo del interior, hablé con otra joven que se enamoró de un muchacho. Comenzaron a relacionarse y el muchacho de vez en cuando trataba de evitarla… la chica pensaba “¿Qué le pasa…?” finalmente terminaron conviviendo pero siempre había algo raro que ella no lograba entender qué era hasta que un día el chico le confesó que tenía SIDA; se lo dijo cuando ya habían convivido meses. Generalmente no prevemos que la tempestad vendrá a nuestras vidas… hay personas que no han estado preparadas para un quebranto económico y se han suicidado, pero recuerda, hoy Dios te ofrece las armas para hacerlo: Su hijo Jesús y la fe.
También hablé la semana pasada con un empresario, un hombre con muchos negocios, campos, actividades y muchas secretarias y mujeres también… hace dos años su esposa se dio un tiro en la cabeza. Le dije: “Pero, ¿no dio ninguna señal de que se quería suicidar?” “La verdad que la vi deprimida pero con tantos negocios y cosas por hacer, creí que era la menopausia. Empezó a fumar y a tomar whisky compulsivamente y yo no me enteré…” ¿Cómo enfrentas las situaciones que llegan a tu vida? Una forma es enfrentarla con Cristo y otra es hacerlo sin él. ¡No te recomiendo que enfrentes sin Cristo ninguna tempestad!
Algunos creen que por ser cristianos no les sobrevendrán tempestades. ¡Están equivocados! Sobre los cristianos también surgen tormentas. Y se presentan a veces, tan grandes o más grandes que las que vienen sobre aquellos que no creen en Dios, así que no digas “de esta agua no he de beber” o “a mí no me va a pasar”, mejor di: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” y “Aunque ande en valle de sombra y de muerte no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu callado me infundirán aliento” ¡Deja entrar esta palabra en tus entrañas! Déjala entrar en la médula de tus huesos y di: “Jehová está conmigo como poderoso gigante. ¡No sucumbiré!”
Dios anhela la victoria de sus hijos, que éstos tengan poder, gobierno, autoridad, fe, confianza y esperanza. Desea que sean un pueblo confiado, que sabe lo que hay que hacer, lo que hay que decir y a dónde ir. Un pueblo que aún en las circunstancias adversas, en medio de vientos y olas, esté seguro de que la decisión tomada es la correcta.
¡Estamos destinados a reinar! Un reino no deja de recibir embates, todo lo contrario: Atraviesa circunstancias difíciles y las vence.
Hoy estudiaremos la última etapa de la vida de David, en la que él llega con su gente a la fortaleza de Sión, un lugar inexpugnable. En todo el tiempo de la conquista de la tierra prometida, no lo había logrado Josué ni ninguno de los jueces que le sucedieron. ¡Nadie! El único que logró hacerlo fue David y la conclusión que sacamos es que obtuvo la victoria porque fue preparado por Dios, había cumplido los objetivos que Él le había encomendado, por lo tanto le fue entregada la fortaleza de los jebuseos, lugar donde se edificó lo que después se llamó la “ciudad de David”, es decir, Jerusalén.
En el capítulo 5 de 2ª de Samuel, versículo 6, se nos relata el momento culminante en el que David con su gente se acerca a la fortaleza. Era un lugar elevado, tenía alrededor de 70 u 80 metros de altura sobre el nivel del mar. Una fortaleza que no había podido ser alcanzada nunca, por lo tanto, los jebuseos estaban muy tranquilos y seguros porque nadie había logrado vencerlos. Y del mismo modo, en la vida de cada uno de nosotros, hay demonios que se sienten seguros de sí mismos viviendo en estas fortalezas porque no nos hemos puesto a batallar contra ellas. De igual forma, también hay fortalezas diabólicas en la iglesia.
Dice este pasaje:
“6Entonces marchó el rey con sus hombres a Jerusalén contra los jebuseos que moraban en aquella tierra;…” ¡Marchó con sus hombres! Cuando fue a pelear contra Goliat no tenía a nadie. En los inicios de la vida cristiana, uno enfrenta luchas en solitario, pero cuando se une al cuerpo de Cristo, las guerras que peleamos ya no son “de a uno” sino que forman parte de una visión, de una conquista de cuerpo. ¡Ya no necesitas luchar solo! ¡Dios te da una familia preciosa en Cristo! Lo importante de esta guerra de David es que ya no iba solito sino con un cuerpo de compañeros que habían sido formados en Adulam. Cuando los conoció, no eran maduros, sino amargados, afligidos y endeudados que se unieron a él por necesidad; este tipo de personas no son aptas para la guerra porque ven sus problemas más grandes que los del grupo. En la iglesia y en la vida del creyente, también ocurre lo mismo. Generalmente, en un 99% llegamos a Dios por nuestras necesidades, porque hemos tenido un quebranto familiar o financiero, o por una enfermedad. ¡Tu necesidad, es la oportunidad de Dios! En realidad, David no podía contar con esa gente que sólo pensaba en su miseria; pero cuando luchó en Sión, contra los jebuseos, ellos ya habían crecido, madurado y estaban dispuestos a servirle. ¡Ya no eran 400 amargados, sino los 400 valientes de David!
Asimismo Dios quiere que todo creyente llegue a un nivel de poder y de autoridad; somos un pueblo de reyes y sacerdotes, el creyente ha nacido en Cristo para vencer y gobernar, forma parte del cuerpo de Cristo, la iglesia es su esposa, Él está reinando por lo tanto su esposa también está llamada a lo mismo. ¡Has nacido para eso! Las etapas de Belén, de Adulam, de Hebrón y de Sión son las que transitamos aquí en la tierra, donde nos preparamos para reinar juntamente con Cristo. Dios quiere derramar su Espíritu sobre tu vida: espíritu de poder, de amor y de dominio propio. ¡Tienes que transformar lo que tocas! ¡Tienes que transformar tu familia, tu barrio, tu sociedad! Dios ha diseñado a la iglesia para ponerla en un lugar de autoridad, para que se posicione. Todo territorio que le hemos dejado al mundo, lo ha tomado el enemigo: Nos hemos alejado de la política, satanás se ha metido en la política, nos hemos apartado de la economía, y también ha tomado la economía. Dios anhela tener una iglesia posicionada, de influencia, con gente capacitada, pensante, inteligente, sagaz. ¡Dios quiere prepararte para eso!
Hay dos cosas importantes que te llevarán a ser una persona de victoria y te hará entender que realmente Dios te ha puesto como autoridad en el mundo: Primero, la preparación previa que Dios hace sobre tu vida; Dios te prepara desde el mismo momento en que naces en Cristo. Cuando eres un bebé espiritual, para lo único que sirves, es para buscar un David y llegas a él amargado, endeudado y afligido. El segundo punto es la unidad; Belén, Adulán y Hebrón también tienen que ver con lo que es la preparación previa pero cuando llegamos a Sión es esencial la unión. Cuando David llegó a las puertas de la fortaleza de Sión, lo hizo con un ejército unido, gente que se había hecho carne de su carne y hueso de sus huesos. En Hebrón comenzaron a gestarse relaciones firmes y estables, relaciones de pacto; en esa etapa, ya maduramos y no velamos tanto por nuestras necesidades sino que empezamos a tener una visión de grupo.
Sión es la fortaleza que nadie conquistó. Hay fortalezas en tu vida y en tu país que nadie ha conquistado pero que caerán en el nombre poderoso de Jesús. ¡Fortalezas que nadie venció pero que tú podrás vencer! No se trata de qué tan difícil sea la fortaleza sino qué tan preparado estés tú para hacerla caer. Para David no fue difícil porque estaba capacitado por Dios para la conquista; había llegado ese tiempo y le costó solamente un día destruir a los jebuseos que habían estado allí por cientos de años. ¡Sólo un día! ¿Por qué tan poco? ¿Por qué no fue tan difícil? ¡Muy importante: salió victorioso en la preparación previa! Fidelidad en lo poco, en lo natural, fidelidad en servir a otros en medio de “mis” necesidades, fidelidad en las relaciones… ¡Necesitamos ser gente fiel! Hay una clave entre la unidad y la fidelidad, debemos llegar a un punto de madurez tal, que establezcamos relaciones de pacto y podamos ver que las victorias no son individuales sino colectivas. El mayor enemigo no es la pornografía, la droga, el adulterio, el humanismo, el mayor enemigo está en nosotros y es la falta de unidad, el egoísmo y la deslealtad. Satanás jamás podría doblegar una iglesia unida. Hay fortalezas en tu vida que jamás las podrás vencer si no estás unido a la iglesia de Cristo. ¡No lo lograrás solo!
Cuando David conquistó la fortaleza de Sión, ya no eran 400 amargados sino 400 valientes; los que se convierten en valientes dejan de ser amargados pero los que no se deciden a ser valientes siguen amargados, incomprendidos, desechados. Sienten que son puestos de lado, que son rechazados pero lo que sucede es que no se han unido. Ellos ven y piensan diferente… ¡Tienen sus propios proyectos y su propia visión!
Hoy leeremos el libro de Job, capítulo 7, desde el versículo 1 al 11: “1 ¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra, Y sus días como los días del jornalero? 2 Como el siervo suspira por la sombra, Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo, 3 Así he recibido meses de calamidad, Y noches de trabajo me dieron por cuenta. 4 Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga, y estoy lleno de inquietudes hasta el alba. 5 Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo; Mi piel hendida y abominable. 6 Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor, Y fenecieron sin esperanza. 7 Acuérdate que mi vida es un soplo, Y que mis ojos no volverán a ver el bien. 8 Los ojos de los que me ven, no me verán más; Fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser. 9 Como la nube se desvanece y se va, Así el que desciende al Seol no subirá; 10 No volverá más a su casa, Ni su lugar le conocerá más. 11 Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma”.
Quisiera hablarles hoy, acerca de las tempestades que llegan a nuestra vida y cómo Jesús las puede calmar.
Recientemente, con uno de los chicos de Beraca tuve una experiencia muy linda. Estaba desesperado por salir de la esclavitud de la droga, así que le dije: “Me voy para Beraca. ¿Me acompañas?” El chico aceptó mi propuesta de modo que lo llevé a la comunidad; al otro día lo puse a pintar y le dije a un soldador que estaba cerca: “Lo dejo a tu cuidado porque está desesperado por la droga. Quiero que estés al tanto de él”. El chico pues, comienza a pintar, en tanto que el soldador se pone la máscara e inicia su trabajo; en un descuido, el chico desaparece. Mandé tres o cuatro personas a buscarlo. El me había comentado la noche anterior que cuando le faltaba droga, se desesperaba a tal punto que podía matar a alguien; recordando ese comentario, lo veo venir con la cara roja y bañado en lágrimas; le dije: “Vamos a orar”. Pensé: “¿Dónde lo llevo a orar?” Lo llevé a la cocina, y cuando entro, veo un recipiente con unos cuchillos grandísimos, mal lugar para orar pero seguí… comencé a bendecirlo en el nombre de Jesús y a reprender el espíritu de adicción y de muerte que le tenía atado. Luego de un rato, su rostro comenzó a cambiar. ¡Se sintió mejor! Así que se fue nuevamente a pintar. A las 3 o 4 horas, le oré y nuevamente se tranquilizó. Pasó el primer día, y al siguiente le indiqué a otra persona que esté pendiente de él y orase si fuera necesario. ¡Ya lleva cuatro días sin drogas y no ha matado a nadie! ¡Dios es poderoso y calma las tempestades!
No sabemos ni siquiera cómo llega el día de la calamidad. Pero me sorprende ver de qué manera tan sencilla Dios calma la tempestad. No se que estás atravesando; Job estaba en medio de la tempestad y decía: “¿No es una lucha la vida del hombre y sus días como los días del jornalero…? He recibido meses de calamidad y noches de trabajo me dieron por cuenta. Cuando estoy acostado digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba. Fenecieron mis esperanzas”. ¿A quién le ha sucedido lo mismo? Tenemos 130 personas en Beraca que implican 130 casos distintos. Hay allí personas heridas porque se han burlado de ellos desde la niñez. Recientemente filmamos un programa de TV al que fue una hermana que hoy está trabajando en Beraca y contó en su testimonio que cuando tenía 4 añitos de edad, su madre le decía: “¡Mátate! ¡Mejor es que te mueras!” La niña miraba a la madre y no entendía nada… pero fue atormentándola día a día, semana tras semana, año tras año: “¡No debieras vivir!” Años hablándole en esos términos, hasta que un día la chica colgó una soga para matarse; cuando estaba lista con el banquito para hacerlo, se dijo: “Esto no es tan fácil como parece”. Decidió no hacerlo pero dejó todo en su lugar para que su madre lo vea, se asuste y se arrepienta de haberle insistido tantas veces de que se mate. Al otro día la madre le dice: “¿Y esa soga y ese banquito? La chica respondió: “Me quise matar”. “¿Y por qué no lo hiciste?” –replicó la madre- “¡Lo hubieras hecho!” Y comenzó a explicarle cómo hacer para matarse sin sufrir: Si se cortaba las venas, debería poner las muñecas en una palangana con agua para atenuar el dolor… ¡Su madre estaba completamente loca! Esta chica vivió atormentada hasta que Jesús calmó la tempestad.
Hay muchas personas que viven en medio de una tormenta. Algunas tempestades duran meses, años y otras son repentinas. A veces los mismos médicos le dicen a sus pacientes: “Este dolor no se le va a ir nunca…” Hoy una mujer me dijo: “Yo tenía dolores de cabeza y el médico me auguró que tendría ese dolor hasta el día de mi muerte”. ¡Pero vino Jesús y se fue el dolor! Te pregunto en esta hora: “¿Qué tan real es Cristo para ti? Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…” (Juan 14:6) ¿Vives con Jesús? ¿Él es el Señor de tu vida? ¿Realmente lo tienes en tu corazón y forma parte de tus circunstancias? Cuando viene una circunstancia difícil, ¿puedes reírte de ella o te entran dudas, temores y angustias y te enfermas? ¿Se te viene todo al piso? ¿O puedes tener confianza y esperanza porque para ti, Jesús no es una historia sino una realidad diaria y viva? ¡Qué cosas preciosas él hace!
Vamos a leer la Biblia en el libro de Jueces. Dice la palabra de Dios que el período de los jueces fue oscuro; en esa época, no había rey en Israel y cada uno hacía lo que bien le parecía, así lo expresa el versículo 6 del capítulo 17.
Nuestros días son parecidos a aquellos; se pretende imponer una moral a través de la cual cada uno haga lo que bien le parezca. Leamos desde el 10 al 13 del mismo capítulo: 10Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó. 11Agradó, pues, al levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos. 12Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía. 13Y Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote”.
Este levita salió de Belén buscando dónde establecerse y llegó a un lugar donde vivía un tal Micaía quien le preguntó su nombre y su tribu, y al ver que era de los levitas, le dijo: “Te daré dinero, comida y vestido y serás para mí por padre y sacerdote”. El levita, que no era sacerdote pero era de la familia de los mismos, evaluó la oferta y la aceptó. Una persona que está desorientada, que no le va bien en sus negocios, en su hogar, en las decisiones que toma y está pidiendo ayuda, tiene una necesidad tremenda de paternidad. Micaía, decide que necesita padre y sacerdote; encuentra a este levita -menor que él- y lo alquila para que sea su consejero, para que consulte a Jehová por él, aunque, una vez que ya está en su casa, lo tiene como un hijo más; así que, no sabemos si al final, el levita fue padre o hijo.
Cuando no hay límites sólidos, cuando no hay dirección establecida, cuando no hay una moral ni valores absolutos en los que todos estemos de acuerdo, no podemos opinar ni legislar. Hoy en día se está tratando de que todas las opiniones sean verdad; hay quienes expresan este concepto de la siguiente forma: “Vivir y dejar vivir. No me importa lo que piensas tú, con tal que me dejes tranquilo hacer mi vida”.
Históricamente, el padre es ese ser que encamina a los hijos, que los cobija, los sustenta, les da consejos, les pone límites y les enseña el camino por dónde ir, para que crezcan con esperanza, con confianza y conocimiento de lo que está bien y mal. La figura que muestra por excelencia a una persona que da dirección, no es un juez, un político o un gobernante, es un padre. Hay un problema con esta figura: Dios ha querido usar el vocablo “padre” para los hombres del planeta tierra y también para sí mismo; la misma palabra pues, es usada para los hombres y para Dios. Él tiene un llamado para cada hombre: Ser padre por sobre todas las cosas; él ha puesto en nosotros su imagen y semejanza y al hacer esto, nos ha desafiado a ser un modelo de sí mismo. ¿Qué está esperando Dios? Que cuando un niño vea a su padre, observe un modelo de Dios. ¿Qué espera Dios de un padre? Que conozca sus mandamientos y los ponga por obra, que se apoye en Él, se llene de su sabiduría, tenga un corazón como el suyo, vea y entienda las cosas como él las entiende, y camine por los caminos que él le ha dado para andar. Cuando el hombre se sale de esa posición, decimos que hay anarquía y comienza a suceder lo que ocurrió en el libro de Jueces: cada uno hacía lo que bien le parecía.
Hoy quiero honrar la figura del padre. Hay un problema con esa palabra; nuestra mente asocia ideas, vivencias y la primer imagen de padre que tenemos, es la del que poseemos, el que veces termina siendo un abuelo, un tío, un vecino, un padrastro o quizás la propia madre. Recientemente conocí una joven que nunca pudo abrazar a su padre; desde muy chiquita vio cómo él agredía a su madre, de modo que se fue endureciendo contra él, formando así una imagen negativa de lo que es ser un padre. Hay en nuestra mente una imagen de ésta figura de acuerdo a lo que hemos vivido. Quizás esa imagen de padre, es conforme a algún vecino que nos llamó la atención, pero si no encontramos a nadie, seguro comenzarán a llamarnos la atención los delincuentes de la esquina que roban y toman cerveza. El mundo está lleno de hombres que han deformado la idea de padre, distorsionando así, la misma imagen de Dios. Hoy debes comprender que al no amar a tus hijos, al no cuidarles ni darles dirección, al no ponerles límites, al no animarles, al no darles fe ni esperanza, al no trabajar con ellos en la formación de su carácter; has pecado contra Dios porque has permitido que una mala imagen de él se instale en sus corazones. Cuando ellos vienen al evangelio y se les habla de Dios como padre, rechazan la imagen de Dios, porque inconscientemente refutan la figura de padre. ¡Necesitamos que Dios haga algo nuevo en todo el mundo!
Traigo hoy la profecía de Malaquías que creo, es el tiempo de su cumplimento. El último versículo del Antiguo Testamento dice: (Malaquías 4:5) “5He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. 6El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. Ha llegado el tiempo, en que les hablemos a los padres, porque así lo indica la profecía, el corazón de los padres se volverá al de los hijos y luego el corazón de los hijos se volverá al de los padres. ¡Dios hará una obra maravillosa en este tiempo! Hay en la iglesia chicos y chicas a quienes les he dado un abrazo y me dicen: “Pastor, es el primer abrazo que recibo en mi vida… ¡como hubiera querido recibir un abrazo como éste, pero de mi padre!” Debo decirles a los hombres, que no están respondiendo al papel de padres. ¡Están denigrando la figura de Dios! Es triste ver jóvenes desorientados, aún luego de estar años en el cristianismo, porque rechazan en su inconsciente la figura paterna. ¡Pero hoy vengo con fe y esperanza a publicar que éste es el tiempo de la venida de Jesucristo! ¡Dios levantará padres! Hijos que nunca tuvieron un padre, lo tendrán; estoy hablando de un espíritu que vendrá sobre el corazón de los hombres para que tengan amor y se quebranten por hijos que no son los propios. En el antiguo testamento el padre de la fe, Abram, fue llamado por Dios, quien le dijo: “Tu nombre no será más Abram, que significa “padre enaltecido” sino será Abraham que significa “padre de multitudes”. ¡Estoy creyendo que Dios levantará muchos hombres que serán padres de multitudes! Hombres que serán conmovidos en sus corazones no sólo por sus hijos sino por los hijos de esta tierra. ¡Nuestros países serán benditos porque los niños comenzarán a tener padres! 87 años tenía la madre Teresa de Calcuta cuando falleció, pero aun a esa edad, ya viejita y sola, decía: “¡No aborten a los niños! ¡Tráiganmelos a mi!”