CUANDO DIOS GUARDÓ SILENCIO - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

CUANDO DIOS GUARDÓ SILENCIO

INTRODUCCIÓN

Meditaremos acerca de una oración que hizo Jesús y que el Padre no contestó; aunque parezca mentira, al Señor le sucedió lo que a muchos de nosotros nos sucede cuando oramos por algo y pareciera que nuestra oración no llega y lo único que hay es un silencio de parte de Dios.

Que Dios no te conteste a ti o a mí es para hacerse muchas preguntas, ¡pero que no le responda a Jesús es sorprendente.

Leemos en Mateo 26:36 y 37: 36Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera”.

¡El Creador del cielo y de la tierra, el Señor de señores y Rey de reyes estaba entristecido y angustiado en gran manera!

Seguimos leyendo el pasaje: 38Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de  pecadores. 46Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega” (versículos 38 al 46).

Hasta ese momento, Jesús nunca había experimentado una tristeza y soledad profunda; la comunión que Él tenía con el Padre le daba seguridad y confianza. Jesús sabía que el Padre estaba con Él, que lo defendería y podía mandarle legiones de ángeles los cuales lo librarían, como en una ocasión en que quisieron despeñarlo por una montaña; lo persiguieron de muchas maneras pero nunca estuvo desamparado, siempre contó con esa presencia poderosa que le rodeaba y era el hecho de que el Padre estaba con Él. ¡En todo su ministerio, Jesús contó con la presencia, el poder y el respaldo del Padre! Muchas veces quisieron quitarle la vida pero no pudieron porque no estaba determinado que debía morir en ese momento; aunque comenzó a experimentar la soledad de Dios, soledad que generó el hecho de que el Padre se estaba apartando de su lado y el conocimiento de que vendrían contra Él y que en esta oportunidad no sería defendido sino que quedaría solo en manos de pecadores. ¡El Hijo del hombre iba a ser entregado en manos de pecadores! Lo trataron de endemoniado, lo quisieron apedrear pero nunca había estado en las manos de los pecadores, aunque llegó la hora en que debía estarlo. Nada de lo que sucedió fue imprevisto, ni fue forjado por las circunstancias del momento, todo se sabía de antemano, todo estaba escrito, todo estaba dicho. Y era tanta la tristeza, la soledad y la angustia, que Jesús llegó a declarar: “Mi alma está triste hasta la muerte” y le pidió a sus discípulos que orasen con Él pero ellos se durmieron. Lo más triste no fue que sus discípulos se durmieron. ¡Lo más triste fue que Jesús oró pero Dios no le contestó!

El Señor fue donde estaban sus discípulos y los vio dormidos, entonces les pidió que orasen con Él una hora, y se apartó nuevamente a orar las mismas palabras: “Padre mío, si no puede pasar de mi esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. Así clamó tres veces; a la tercera vez no esperó más una respuesta del Padre porque había entendido que no había otra salida más que ser puesto en las manos de gente pecadora.

Cuando hablo de gente pecadora, me refiero a personas incentivadas por poderes de maldad que operan en las regiones celestes, gente endemoniada, que tenían un odio profundo ya que los demonios habían generado en ellos una repulsión contra Jesús.

Satanás estaba acostumbrado a hacer caer a los siervos de Dios; hizo pecar a Abraham, a Moisés, a David, a Salomón, etc. Estaba acostumbrado a tentar a las personas y los hacía pecar, por lo que quedaban destituidos de la gloria de Dios. No había salvación tangible hasta el tiempo de Jesús, no había poder que los pudiera librar de la muerte y la condenación eterna. Cuando apareció el Señor, satanás lo tentó, y descubrió que no podía con él. ¡No pudo hacerlo pecar! Imagínate el odio y la bronca profundos que tenía satanás contra Jesús porque su trabajo es lograr introducir el pecado en el mundo y hacer errar a los hombres, entonces toma autoridad sobre hombres y mujeres, también sobre las naciones, pero en esta oportunidad no había podido con Jesucristo, aunque le andaba buscando la vuelta. ¿Cómo lograr hacerle algo a Jesús? Es muy sencillo, el Padre decidió poner a Cristo en las manos de satanás, y no fue un plan que se le ocurrió a Dios a último momento.

            LAS PROFECÍAS ACERCA DEL MESÍAS: EL SALMO 22      

¡No! Los acontecimientos que tuvieron lugar en la semana de Pascua están escritos en todo el Antiguo Testamento con toda clase de detalles como por ejemplo, el Salmo 22. Este es un salmo profético y hace referencia a los hechos que iban a acontecer con el Mesías, el Hijo del Dios viviente, como el clamor que dirigió al Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Estas palabras son las que pronunció Jesús pero fueron escritas casi mil años antes de que el Señor llegara al mundo. Dios le había revelado a David aspectos importantes del sufrimiento del Señor; le había hecho vivir a él aspectos que tienen que ver con la gran angustia de Jesús, su soledad e impotencia. El rey David profetiza lo siguiente: 1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? 2 Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo. 3 Pero tú eres santo,  Tú que habitas entre las alabanzas de Israel. 4 En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste. 5 Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados. 6 Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. 7 Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: 8 Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía. 9 Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. 10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. 11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; Porque no hay quien ayude” (Salmo 22:1 al 11).

Cuando Jesús fue al Getsemaní y comenzó a orar, experimentó lo que hace referencia el Salmo 22, no había quien le ayudara. Lo único que le quedaba era orar a Dios, pero estaba haciéndole una petición que no tendría respuesta porque desde la eternidad, el Padre había convenido con el Hijo que las cosas iban a ser tal cual como estaba profetizado.

Seguimos leyendo el mismo salmo: “12 Me han rodeado muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado. 13 Abrieron sobre mí su boca Como león rapaz y rugiente. 14 He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas. 15 Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte” (Salmo 22: 12 al 15).

Recordemos el momento en que el Señor tuvo sed y su lengua se pegó a su paladar; los soldados le dieron a beber vinagre con hiel, una especie de droga que le haría disminuir el dolor, pero cuando se lo acercaron a la boca, Jesús lo rechazó porque no estaba dispuesto a menguar en nada el sufrimiento que tenía que padecer por nuestra causa. No sólo tenía que derramar su sangre y ser crucificado sino que también tenía que atravesar el momento cuando el Padre lo entregaba en manos de los pecadores; Dios lo puso en las manos de satanás y Jesús clamó: “Padre mío, Padre mío, ¿por qué me has desamparado?” ¿Por qué esto? Porque en la cruz del calvario Jesús estaba cargando con la maldición de nuestros pecados, quien nunca había pecado, a quien satanás no había podido doblegar y a quien odiaba mucho. La única manera que tenía el diablo de escarnecerlo, de vengarse y hacerlo sufrir era que el mismo Padre lo pusiera en sus manos. ¿Cuál era el plan? El plan era que nosotros seamos libres de nuestros pecados y que Dios cargara en Jesucristo la maldición de todos nosotros. Y el sufrimiento que nosotros debíamos atravesar lo sufrió Él en la cruz del calvario.

¡El Padre entregó a Jesús en manos de satanás pero jamás lo haría con alguno de nosotros! Porque ya fue su Hijo a la cruz en nuestro lugar. ¡Padeció Él en lugar de nosotros!

Tú no puedes amar a Jesús, no puedes entender el misterio del perdón de los pecados y la salvación si Dios no te revela la cruz de Cristo y su sufrimiento. Si tú no eres conciente del padecimiento del Señor en la cruz del calvario, jamás vas a valorar lo que Él ha hecho por ti. Dios quiere revelarte hoy y traerte luz acerca de ese acontecimiento extraordinario, el hecho de que Jesús se ofreciera en nuestro lugar y decidiera padecer lo que nosotros nunca vamos a padecer. ¡Él tomó nuestro lugar!

¡Me imagino la algarabía de satanás y de los demonios! ¡Las personas que estaban alrededor de Jesús estaban verdaderamente endemoniadas! Ellos gritaban: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” Pilato les decía que no había encontrado ningún delito digno de muerte en Jesús y les preguntaba por qué querían matarlo, entonces decidió soltarlo después de castigarlo pero la multitud daba voces de que se dejara en libertad a Barrabás. ¡Éste era un sinvergüenza tremendo! Sin embargo la gente enardecida gritaba: “¡Libera a Barrabás y crucifica a Jesús!” ¡No aceptaban argumentos! Estaba decidido. El poder religioso de la época, Anás y Caifás, el sumo sacerdote y los principales sacerdotes trajeron a Jesús para juzgarlo y según la conclusión que ellos sacaron fue que Él debía morir porque se había hecho a sí mismo el Hijo de Dios. ¡Jesús es el Hijo del Dios viviente!

Hay animales que tipifican ciertos demonios y en el Salmo 22 se mencionan a los toros enfurecidos; éstos cuando se enfurecen contra alguien, van en su búsqueda para cornearlo hasta hacerlo sangrar y cuando huelen esa sangre se enardecen más y más, y no paran hasta destrozar su presa. David toma las palabras de Jesús y dice: “12 Me han rodeado muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado. 13 Abrieron sobre mí su boca Como león rapaz y rugiente” (Salmo 22: 12 y 13). “¡Señor, líbrame!” ¡Pero Dios no estaba para librar a Jesús! David menciona también a los perros; éstos, tipifican a los demonios así como los leones rapaces.

Mel Gibson ha interpretado muy bien la furia, el odio y las expresiones endemoniadas de los soldados que se gozaban en escarnecer a alguien.

Jesús no sólo derramó su sangre por causa de las perforaciones en sus manos y en sus pies. Recordemos cuando el Señor estaba orando en Getsemaní: 44Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44). La ciencia ha corroborado que en momentos de mucha angustia una persona puede traspirar gotas de sangre, ésta sale literalmente por los poros. Entonces, Jesús comenzó a derramar su sangre cuando estuvo orando en Getsemaní, mientras luchaba para saber si el Padre haría algo que lo pudiera librar de lo que le esperaba. Pero en un momento se levantó y tomó la decisión de continuar con lo que estaba previsto.

Señala la Biblia que lo golpearon y lo abofetearon; Jesús perdió sangre por causa de los golpes y las bofetadas. Cuando estuvo en el sanedrín delante de los principales sacerdotes, también fue escupido y golpeado. Así que no sólo derramó sangre en la cruz sino que también ocurrió cuando fue golpeado y maltratado. ¡Había sangre por todos lados! Cuando lo llevaron al pretorio le colocaron una corona de espinas con unas puntas agudas que se clavaron en sus sienes lo que provocó que su cabeza sangrara. Señala la Biblia que los soldados se burlaban y lo golpeaban con un palo en su cabeza con la corona de espinas puesta. Ya para ese momento, Jesús había perdido mucha sangre y aún faltaba la que sería derramada por los latigazos. Pilato les propuso a los judíos azotarlo y luego liberarlo, entonces lo hicieron. Los látigos romanos tenían varias puntas hechas de trozos de huesos o metal que al clavarse arrancaban pedazos de carne. La Biblia no dice que por sus llagas somos sanados sino por su llaga; se entiende pues, que el cuerpo de Jesús después de haber sido azotado era una sola llaga. Ya, todo el cuerpo del Señor había perdido mucha sangre…

Luego, dice la Biblia que horadaron sus manos y sus pies. Leemos en el Salmo 22:16 al 18: 16 Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies. 17 Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan. 18 Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes”.

Casi mil años antes de Cristo, la Biblia está describiendo a la perfección, detalles de lo que vivió el Mesías, porque estaba todo determinado. ¡Es que Dios sabía cómo iban a suceder las cosas y las dejó asentadas en las escrituras para que nosotros sepamos que nuestra salvación ha sido calculada al detalle y que los sufrimientos de Jesús tenían un propósito!

      LAS PROFECÍAS ACERCA DEL MESÍAS: ISAÍAS

Satanás odia a la humanidad, quiere destruir al hombre, pero aquel que cree en Jesús es cubierto, es perdonado y liberado de su pecado. Leemos en Isaías 50: 6 y 7: “6Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos. 7Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado”. Mesar, significa, arrancar los pelos de la cabeza o de la barba con las manos. ¡Seguramente el Señor perdió sangre en ese momento!

Tan extraordinario fue su sufrimiento que cuando salió con la cruz hacia el Gólgota, ya no podía cargar el madero, entonces le ordenaron a un tal Simón de Cirene que la cargara por Él. ¡Jesús fue totalmente golpeado y horrorizado! Señalan los entendidos que las espinas de la corona que le colocaron, al golpearlo en la cabeza hicieron que éstas se enterraran más y produjeron una hinchazón tremenda.

Yo no pretendo ser morboso, quiero que entiendas que Jesús sufrió con gozo la cruz porque te amó. Él no quería que tú padecieras lo que padecerán aquellos que no lo quieren. El Señor prefirió sufrir el oprobio, ser escupido y azotado, prefirió caer Él mismo en las manos de los demonios para que tú no tengas que pasar por eso. El gran misterio, es que si tú has creído en Cristo Jesús, no pasarás por ahí sino que irás directamente a la eternidad. No conocerás el martirio y el odio de satanás, él no podrá tocarte porque ya le tocó a Jesús en tu lugar.

Leemos también en Isaías 53: 3 y 4: 3Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”. ¡Esto fue escrito setecientos cincuenta años antes de la venida de Cristo!

El pueblo de Israel creyó que Jesús era maldito porque de no ser pecador no hubiese padecido lo que padeció. El Antiguo Testamento señala que la persona que era colgada de un madero era maldita por Dios (Deuteronomio 21:22-23) y precisamente el pueblo de Israel y los religiosos declararon que Jesús era maldito por Dios. Y la verdad es que Jesús fue maldito por Dios por causa de nuestros pecados. ¡Él fue lleno de pecados! ¡Fue cubierto de pecados! Y por cuánto en Él estaba el pecado de todos nosotros tuvo que padecer lo que padeció. La Biblia dice que Jesús sufrió nuestros dolores y llevó en su cuerpo nuestras enfermedades, y por su llaga fuimos nosotros sanados. ¡Tú tienes derecho a ser sano porque Él sufrió también por tus enfermedades! Así lo leemos en Isaías 53: 4 al 12:  “4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. 7Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. 10Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.

El capítulo 53 de Isaías describe perfectamente, con todo detalle, una gran cantidad de situaciones que Jesús vivió, cuando Él se presentó libremente delante del Padre y dijo: “Señor, aquí estoy”. Señalan las escrituras que después que haya puesto su vida por muchos, estaría contento por el fruto.

A miles y miles de kilómetros y a más de dos mil años de lo sucedido, veo a miles de creyentes que son parte del cumplimiento de esta profecía: “11Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías 53:11). Jesús te mira, se siente satisfecho y dice: “¡Valió la pena!” Como la mujer que en el parto no da más y pareciera que la vida se le va, cuando ve al hijo se goza y también declara que valió la pena tanto dolor.

Jesús soportó en sumo grado el padecimiento que nadie va a sufrir. Cuando ya las fuerzas no le dieron más, cuando ya no tenía aliento y Dios había cortado relación con Él por causa de nuestro pecado, el que estaba sobre su vida, cuando Dios le dio la espalda y Jesús no pudo clamar por ayuda en esa cruz, tuvo que morir solo y débil.

Luego que murió, señala la Biblia que descendió a los lugares más bajos de la tierra, al infierno y fue puesto bajo la autoridad de satanás. Jesús quedó absolutamente solo, indefenso y débil pero el Espíritu de Dios le levantó de entre los muertos al tercer día. También señala la palabra de Dios que si Cristo no hubiese resucitado sería vana nuestra fe porque no tendríamos certeza de la vida eterna y de la resurrección, pero, por cuanto Jesús resucitó, entonces, nosotros también vamos a resucitar juntamente con Él (1ª Corintios 15:14). El apóstol Pablo dijo: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20)

¿Qué es lo que sucede con los que creemos? Jesucristo nos identifica con su sufrimiento y con su muerte porque el murió en nuestro lugar, por lo tanto cuando Él sufrió, entonces nosotros hemos sufrido todo lo que Jesús ha padecido, y cuando murió, nos llevó a la cruz juntamente con Él. La Biblia asegura que el Señor está a la diestra del Padre sentado en los lugares celestiales y que nosotros estamos sentados juntamente con Cristo. Para Dios no hay pasado, ni presente, ni futuro. La Biblia señala que de la misma manera que Jesucristo ha resucitado, nosotros ya hemos resucitado juntamente con Él. ¡Todo lo que sucedió en aquella pascua no sólo le aconteció a Jesús sino también a nosotros! Padecimos con Él, morimos con Él, resucitamos y nos sentamos con Él en los lugares celestiales y estamos reinando juntamente con Jesús. Para el Señor es un hecho, para mí es algo que estoy esperando pero está hecho. Es por eso que cuando Jesús murió en la cruz dijo: “Consumado es”. Y cuando ya no le quedó aliento, le dijo al Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. “Quedo absolutamente dependiendo de lo que tú quieras hacer conmigo. ¡Toda mi gloria la dejé aquí! ¡Toda mi fuerza y mi poder sobre la muerte lo dejé aquí por amor a la humanidad!”

            CONCLUSIÓN

Si tú no puedes apreciar, si no puedes entender y careces de luz y de revelación acerca de lo que Cristo hizo por ti, nunca vas a valorar al Señor ni lo vas a amar como debe ser amado.

Dios quiere que le abras tu corazón y le pidas que todo lo que hoy has aprendido, venga a ti como una nueva revelación. Dile: “Trae Señor una revelación especial sobre mi vida acerca de tu sacrificio en la cruz del calvario por mí. Entiendo que no solamente tus manos y tus pies fueron traspasados, entiendo que era un plan perfecto determinado desde antes de la fundación del mundo, que estaba escrito en la Biblia. Las escrituras nos cuentan de la furia de los toros, de los perros y leones que iban a despedazar a Jesús. ¡Todo estaba premeditado y pensado por ti para que mis pecados sean perdonados!”

Cada gota de sangre que derramó Jesús limpiaba tu corazón haciendo que éste quedara limpio como el corazón del Señor, de esa manera serías como Él. Tú tienes la gloria, la unción y el poder de Jesús, tú tienes el derecho de entrar al lugar santísimo en su nombre porque ya el pecado no puede contra ti, porque fue clavado en la cruz del calvario.

Si tú no tienes una revelación especial acerca de este hecho pídele a Dios que te haga vivir en el mundo espiritual lo que hoy te ha llegado a través de este mensaje. Dile en esta hora: “Te abro mi corazón Señor, quiero ser conmovido por tu obra a mi favor en la cruz del calvario”.

He estado desde hace unas dos semanas con un estado gripal tremendo, tomando medicamentos y ya no aguantaba más, entonces le pedí al Señor que me sanara, pero pienso en Jesús totalmente molido, destruido, sangrando y perforado, y luego de que hubo muerto, un domingo a la mañana se levantó sin dolor, se presentó delante de sus discípulos y les declaró: “Yo mismo soy, miren mis manos y mis pies”. ¡Qué obra extraordinaria! ¡En un solo instante Jesús puede hacer algo poderoso en ti!

Quizás no has tomado muy en serio la obra de Cristo en la cruz del calvario y has jugado con el evangelio, pero la pura verdad es que es un tema muy serio. En un instante Jesús se levantó de entre los muertos, comió, caminó, se presentó delante de más de quinientas personas. ¡En un instante Jesús puede darte una nueva vida!

Tal vez tienes la idea de que eres un cristiano pero no has experimentado un encuentro profundo con Jesús y tus pecados no han sido perdonados, todavía dominan tu alma. Estás encarcelado a pecados de los que no puedes ser libre porque lo único que puede liberarte es la sangre de Jesús.

Si necesitas ser perdonado y limpiado, hoy la sangre de Jesús tiene el mismo poder que aquel entonces. ¡La sangre de Jesús es su vida y la vida del Señor nadie la puede matar! ¡La sangre de Jesús está viva! Es viva y es aplicada en el mismo instante en que un creyente quiere ser librado del mal y perdonado de sus pecados.

¡La sangre de Cristo te cubre y te da vida! ¡Satanás no tiene derecho a acusarte de nada de lo que tú hayas hecho si la sangre de Cristo te ha limpiado!

 

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