ENTRA AL SANTUARIO DE DIOS Y Tus Ojos serán abiertos - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

ENTRA AL SANTUARIO DE DIOS Y Tus Ojos serán abiertos

INTRODUCCION

 

El Rey David declaró: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos”. ¿Qué había encontrado el rey David en el santuario de Dios?

El Salmo 73 me ha hecho mucho bien y comienza con una especie de queja y de negativismo. El salmista escribió: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia. Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra”.

Y comienza esta secuencia de observaciones diciendo: “Por poco se resbalaron mis pasos, porque tuve envidia de los malos”. Luego agrega: “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas. Si dijera yo: Hablaré como ellos, he aquí, a la generación de tus hijos engañaría. Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”.

De pronto cambian sus palabras y ve otra cosa, cuando dice: “Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores”. Cuando más pensaba, cuanto más razonaba acerca de esto fue, según él, un arduo trabajo. Pero entró al santuario de Dios y comprendió el fin de todos esos a los que él envidiaba. En el santuario vas a entrar a otra dimensión; ese es el lugar donde Dios se hace presente. El santuario es el lugar donde su pueblo invoca su nombre. Por eso David declaró: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos” (Salmos 84:10). Es que David había recibido visión de Dios, conocimiento, sabiduría e inteligencia por ir a adorar al santuario.

Dice la palabra de Dios en Isaías 42:16: “… y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé”.

 

LA HISTORIA DE JESSICA y SAMUEL

 

Tuve el privilegio de casar una pareja de novios, líderes de la iglesia, quienes han vivido una vida muy complicada. Cuando Jessica era muy pequeña, sus padres se separaron. Su padre, una persona muy difícil se disparó en la cabeza y aunque quedó vivo estuvo muy delicado; y Jessica fue la que quedó a cargo de su padre. Un hombre que no se dejaba amar y que poco amaba. Yo he acompañado a Jessica en su lucha por muchos años; años de frustración, de impotencia, de querer sacar adelante su casa y pagar deudas que había generado su padre. La vi muchas veces llorar. El día de su casamiento, el novio la esperaba en el altar y cuando le tocó entrar a ella, unos niños iban adelante con un cartel que decía: “Aquí viene la mujer que le pediste a Dios”.

Como venía diciendo, Jessica vivió mucho tiempo lidiando con depresiones y angustias, ¿para qué? Samuel, el novio que nació en Venezuela, hijo de pastores, a los 14 años decidió dejar su casa y la iglesia, para hacer lo que él quería, porque no le satisfacía la iglesia ni el evangelio. El consideraba que la iglesia no encaraba los problemas que atravesaba la sociedad y quiso liberar a Venezuela del yugo de Maduro. Pero terminó preso, torturado y exiliado. Cuando lo dejaron en libertad porque su madre había intercedido por él, le dijeron: “Es mejor que te vayas del país porque si te volvemos a agarrar te matamos”. Tuvo que abandonar su país y a su familia, pero siempre pensando que la iglesia no tenía lo que él buscaba; y era que quería que la iglesia incursionara en la política. Entonces se fue al mundo, viajó por varias naciones, comenzó a ganar mucho dinero; dio muchas vueltas hasta que llegó a Uruguay. Un país que por lo menos yo no hubiera elegido para hacer dinero, tampoco Samuel. Pero llegó a Uruguay por razones de campaña política, y lo pusieron a trabajar con gente de nuestra iglesia. Entonces le predicaban, pero él dijo: “A mí no me prediquen porque yo conozco el evangelio”. Samuel no sabía para dónde estaba yendo, pero Dios lo trajo a Uruguay y le dio una esposa uruguaya.

Antes que Samuel, Jessica tuvo un novio con quien había planeado viajar por el mundo, y ese novio se fue solo al principio, luego iría ella. No pasó mucho tiempo que encontró otra mujer y se lo hizo saber a Jessica. Uno se pregunta: “¿Para qué es lo que estoy viviendo? ¿Por qué me toca vivir esto? ¿Por qué a las personas malas les va bien y yo que no le hago mal a nadie me va mal?” ¿Has pensado así alguna vez? “A ese que es tan malo le va bien y a mí que soy buena persona me va mal”.

 

MI HISTORIA

 

Yo creo que todos hemos pensado así en algún momento de nuestras vidas. Cuando me enamoré de Marta y ella no quería saber nada conmigo. Yo, criado en el evangelio, tenía muchos amigos que fueron levantados de pastores, sin embargo, eran unos sinvergüenzas que seducían a las chicas de la iglesia; en cambio yo me había guardado para la mujer que Dios me iba a dar. Me guardé; y cuando amé a una, me rechazó. Me dijo que no se iba a casar conmigo por nada del mundo. Entonces le reclamé al Señor: “¿Para qué me guardé? Hubiera sido más fácil haber salido a pecar”.

Estoy seguro que hay gente que ha vivido cosas así y se preguntan, por qué y para qué Dios permite que vivan lo que están viviendo. El rey David dijo: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí. Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”. Cuando entré a la presencia de Dios entendí lo que no entendía; entendí que había caminado por caminos que no sabía.

Cuando recibí mi título de arquitecto. Recuerdo que me costó tanto, por causa de servir a Dios. Un día le dije: “Te di los mejores años de mi vida y descuidé la facultad”. Creo que tenía unos 24 o 25 años y no había terminado tercer año de facultad. Entonces le advertí: “Perdoname, pero este año me voy a dedicar a la facultad”. ¡Ay, ay, ay; quedó temblando! Y como yo era una persona muy activa me llamaron de la iglesia y les dije: “No cuenten conmigo. Estoy estudiando”. ¿Cómo terminé ese año? Era la década de los 70 y los zurdos entraban y paraban las clases; no rendí ni una materia. En mi corazón había un gran profesional, arquitecto; pero en el corazón de Dios había un gran apóstol. Entonces, yo caminaba por mis caminos y no entendía hacia dónde iba. Y cuando Dios me quitó todo el respaldo, con título y todo yo no podía salir adelante. Cuando Marta me rechazó, le dije a Dios: “No me quito la vida porque sé que existís”. Le llegué a decir: “¿Para qué sirvió haber estudiado y haberme consagrado?”. Y como dijo el rey David en el Salmo 73 también pensé: “Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia”. “A los demás les va mejor que a mí”, pensé. “Ahora que amo a una mujer, ésta me dijo que no”.

Varios han pasado por esto; preguntándose si era de Dios o no la chica por la que oraban. Aunque otros son ciegos y van probando el sistema braille. Y yo esperando que Dios me diera lo que quería. ¡Me ha hecho caminar por cada camino el Señor! Un día, exigiéndole a Dios que me explique, porque en mi cabeza no cabía la idea de ser pastor. Entonces le pedí que me hablara, y el Señor me habló por medio de Isaías 42:16: “Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé”. Y seguí leyendo: “Sordos, oíd, y vosotros, ciegos, mirad para ver. ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como mi escogido, y ciego como el siervo de Jehová, que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?” Dios me había escogido para ser pastor y yo no tenía la más pálida idea de eso. ¡Estaba ciego!

Samuel, que pensaba comerse el mundo, fue a parar a Beraca y allá le tocó ordeñar vacas, darle de comer a los chanchos; y como si esto fuera poco, dar clases internacionales online a cristianos que quieren servir a Dios en las cuestiones cívicas. Ahora lo quieren llevar a otras naciones, pero esta vez para enseñar principios bíblicos de gobierno; y está creando escuelas cristianas de gobierno. Samuel se arrepintió y llorando le pidió perdón a Dios por la vida que llevó; cuando entró en el santuario del Señor, entendió sus caminos. Te digo que si no entras en el santuario seguirás confundido o confundida; ves, pero no vez, oyes, pero no oyes; corres, pero no sabes a dónde vas. Y es que cuando entres en el santuario, Dios te va a mostrar cuál es su visión.

Cuando Dios me trajo a Uruguay y empezaron a convertirse las personas y se bautizaban, nos gozábamos. Entonces alquilamos un cine, el cine Princess; y se llenaba de gente. Yo me maravillaba y decía: “Ahora Dios quiere que sea pastor”. A los dos años, yo había ido a una ciudad, Santa Lucía, donde vivían dos abuelitas que me querían mucho y me regalaban muchas cosas que ellas fabricaban. De regreso hacia Montevideo me llamaron por teléfono, en aquel entonces era el celular tipo ladrillo, y me dieron la noticia: “Pastor, se está incendiando el cine”. Un periodista que estaba cubriendo la noticia me preguntaba qué iba a hacer y yo le dije que no sabíamos dónde nos íbamos a congregar de ahí en más. E improvisamos abriendo las puertas de las oficinas de la iglesia en casa Betel, donde se hacían cultos cada 4 horas. Yo me empecé a preguntar: “¿Qué pasó? ¿Qué vamos a hacer ahora Dios mío?” Una hermana que quería servir a Dios y ayudar en la iglesia; el día del incendio se estaba haciendo limpieza general. El asunto es que sacudiendo unas cortinas pesadas les pegó a unos cables y estos hicieron corto circuito, y comenzó el foco de incendio sobre los cortinados hasta que el fuego tomó todo lo que había a su paso. Ella tenía una escoba con la que pretendía apagar el incendio, pero logró todo lo contrario. Los caminos del Señor no son fáciles de entender para los que no entran al santuario.

Algo similar ocurrió en la ciudad de Rivera. Yo venía de festejar el aniversario número 13 de la iglesia de Maldonado. La Intendencia de Maldonado nos prestó un cine, el cine Cantegril; y a la celebración fueron varias autoridades de gobierno. Estaban sentados en la primera fila y yo les prediqué el evangelio. Nos quedamos a dormir en esa ciudad y a la mañana siguiente nos volvimos a Montevideo; estábamos en la ruta cuando nos llamaron por teléfono y nos dijeron que el templo de Rivera se estaba incendiando. Las pérdidas fueron muchas. Salió en la prensa. ¡Igual que con el cine Princess! Pregunté cómo pasó y el que me había llamado, llorando me dijo: “¡Fui yo pastor! ¡Perdón! Estábamos haciendo un asado en el fondo y como había mucho viento acercamos el tanque contra la pared y como era de poliuretano, las chispas que volaban con el viento comenzaron a prenderla fuego”. ¡Si yo no entrara al santuario del Señor lo qué le haría a ese hermano! “¿Ahora qué hacemos?”, me preguntaban como el periodista. ¡Yo qué sé que vamos a hacer!

 

CONCLUSIÓN

 

Si me dices que estás viviendo cosas difíciles, yo te digo que te entiendo. Pero también te digo que te quedes en paz porque Dios dijo: “…guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé”.

Cuando no sabía qué hacer con mi vida; porque para mí yo era arquitecto y no sabía que para Dios era un pastor, le pedí a Dios que me hablara y me dijo que Él, en algún momento me iba a mostrar y en algún un momento cambiaría mis tinieblas en luz y lo escabroso en llanura y que no me iba a desamparar. Llegará el día en que le darás gracias a Dios por lo que te ha hecho vivir. Aunque ese día tendría que ser hoy sin importar lo que estés viviendo. Tú tienes que entrar en el santuario del Señor. Cuando comprendas que estás en las manos de Dios y que ninguna circunstancia Dios permite para tu mal sino para tu bien; cuando creas que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien; cuando creas que eres más que vencedor por medio de Aquel que te amó; cuando le crees a la palabra de Dios, ya no necesitas que las circunstancias cambien; puedes alabar igual en medio de tu crisis. Te presentarás delante de Dios y lo adorarás porque sabes que nada de lo que te está aconteciendo está fuera de su control; sabes que Él tiene las riendas de tu vida y de tus circunstancias y tú solo le adoras. Dirás como David: “No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Confesarás también: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias”. ¡Dios es tu Padre! El motivo de tu gozo y de tu confianza tiene que ser el Señor, no tus circunstancias.

“Padre, que aprendamos a entrar a tu santuario y adorarte Señor; y así como el salmista, que entremos en la profundidad de tu visión. ¡Establece tu reino en medio nuestro! ¡Quita la angustia y el dolor, quita la ansiedad, te lo pido en el nombre de Jesús! Haz libre de depresión, Padre. Yo reprendo el espíritu de muerte, en el nombre de Jesús. Corta la maldición de muerte sobre Uruguay y sobre las naciones, te lo pido en el nombre de Jesús. Declaramos que los cautivos de muerte son libres ahora, en el nombre de Jesús y para tu gloria Padre, amén”.

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