AMOR QUE VIVE - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

AMOR QUE VIVE

INTRODUCCIÓN

 

El amor de Jesús es un amor que vive. Amor muerto no me satisface, no me consuela ni me llena. Amor muerto puede traer tristeza y depresión; hasta puede generar deseos de suicidio. No sirve el amor de alguien que se murió. Muchos esposos o esposas no quieren vivir porque se le murió el cónyuge. Padres y madres que no quieren la vida después que se les murió un hijo. Es como que si el amor quedara impotente, y produce la muerte y la ausencia de amor.

Todos necesitamos el amor y éste nos hace bien. Hay muchas maneras de expresar el amor; hay muchas maneras de motivar a alguien para hacerle ver que uno lo ama. Existen los besos y los abrazos. Un joven que ama a su novia, sabe que le gusta el chocolate blanco, no le regala una tortuga, le regala chocolate blanco. Ella que ama el chocolate blanco se pone feliz y se cuelga de sus hombros. ¿Cómo le expresa el joven su amor a la chica? Comprándole chocolate blanco. Yo pregunto: ¿cómo se expresa el mayor amor? Pareciera ser que hay niveles de amor. Un nivel de amor es: mientras me sirvas te amo, cuando ya no me sirvas se acabó el amor. Si haces lo que yo quiero me demuestras que me amas y yo te retribuyo ese amor, de lo contrario no esperes que te ame. Hay muchas maneras de demostrar que uno ama. A veces simplemente un “te amo” o un abrazo hace que esa persona se sienta amada. Hay formas simples de demostrar amor. Yo llevo cuarenta años casado con mi esposa, y cuando voy al cajón de los calzoncillos, pienso qué linda que es ella porque siempre me tiene los calzoncillos limpios. Eso también es una forma de expresar amor hacia el esposo. Haciéndole la comida a un ser querido uno le demuestra amor. ¿Pero qué tan grande es el amor y cómo se mide? ¿Qué tiene que hacer una persona para demostrar que su amor es grande, el más alto de todos los niveles de amor?

 

LA MAYOR EXPRESIÓN DE AMOR

 

En Mateo 21 leemos así: “Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga. Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

Mateo destaca que Jesús entró arriba del burro como Rey, y eso se corresponde con una profecía que se encuentra en Zacarías 9:9: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”. Ésta es una de las tantas profecías que se cumplieron con Cristo. Tú te preguntarás qué importancia tendrá esto. Tiene importancia, porque los que no han creído que Cristo es el Mesías, están esperando que venga ese Mesías. Ahora, ¡cómo se las van a arreglar para que el Mesías que está por venir no venga en una limusina sino sentado arriba de un burro!

El pasaje de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén está relatado en los cuatro evangelios y hay muchos detalles sorprendentes en esta historia. Jesús les dijo a los discípulos que vayan a la aldea de enfrente y que allí encontrarían una burra que tiene un pollino, esto es un burrito chiquito que nunca nadie ha montado. Ese día en que Jesús entró a Jerusalén la gente había cortado ramas de palmeras y las tendían en el camino, otros tendían sus mantos. Pasó pues el burro con Jesús montado sobre él; y el burro ve los mantos y las ramas de palma, y piensa qué importante que es. ¡Qué burro el burro! ¡Él no era importante! ¡Lo importante era lo que él llevaba arriba! ¡Era Cristo! La gente no veía al burro, sino que miraba a Jesús. Si a un burro lo monta Cristo, el burro se vuelve bueno, deja de ser chúcaro y no patea. El día que Cristo sea visible en tu vida, la gente no verá a una persona chúcara, sino que verá a un hombre bendito y a una mujer bendita.

Jesús finalmente subió al burro y entró en Jerusalén después de haber tenido un disgusto grande con sus discípulos que no querían que el Señor fuera a esa ciudad. El Señor enfoca su mirada en Jerusalén y sube a la ciudad porque tiene que hacer algo extraordinario allí. Jesús dijo a los discípulos: “Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Juan 11: 7,8 y 16).

Era un día complicado, entre festivo y lleno de temores. La pascua es una de las tres fiestas más importantes del año para los judíos y en pascua van a Jerusalén. En aquel tiempo llegaban judíos de todas partes a celebrar la pascua. La Biblia señala que había una gran multitud. De pronto, todos comienzan a aclamar: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Cuentan los evangelios que los religiosos de la época se vuelven locos. Lo que la gente gritaba le correspondía al Mesías y ellos decían que Jesús no era el Mesías. Mas todos aclamaban: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él, respondiendo, les dijo: “Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían”. Jesús confirmaba así que Él era el Mesías. También, todos sabían que el Mesías venia según la sangre, de la descendencia de David. Esa fue la semana más importante y la más difícil de Jesús y sus discípulos. Yo te pregunto: ¿Reconoces a Jesús como el Mesías? ¿Lo reconoces como el Rey de reyes y Señor de señores? ¿Qué tratos tienes con Él? ¿Cuánta revelación tienes del Señor?

¿Por qué menciono toda esta historia? ¿Cómo podemos hacer para medir cuánto amor hay en una persona? ¿Cómo medir el amor que Jesús tiene por ti? Jesús mismo lo dijo en San Juan 15:13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. No es chocolate blanco ni es tener los calzoncillos limpios. La muestra de amor más grande es dar la vida por los amigos. Para saber dónde está la medida más grande de amor, tendremos que indagar, según lo que definió Cristo, y esto no es una idea que se le ocurrió a Él. El Señor mismo lo declaró. Tampoco es un pensamiento lindo sino una definición. No hay amor más grande que este, que uno de la vida por sus amigos. ¡La muestra de amor más grande es dar la vida por los amigos!

Alguno dirá: Jesús dio la vida por los amigos, pero no por sus enemigos. Jesús te dice: “Yo no tengo enemigos y he entregado mi vida por todos”. El corazón de Jesús es tan grande que Èl considera sus amigos a los más grandes pecadores. En nuestro corazón caben las personas que nos caen bien. Son esas personas que invitamos a comer y las que nos invitan como retribución. Dijo el Señor: “Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Más cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” (Lucas 14: 12 al 14). Jesús nos llama a agrandar nuestra medida de amor. El apóstol Juan dijo en su primera carta: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1ª Juan 3:16). No es que hayas logrado algún mérito para que el Señor te amara. Yo doy testimonio de que Jesucristo me ama, y nada de lo que yo haya hecho hizo que Èl me amara menos. Jesús me amó a mí primero sabiendo todo lo malo que yo iba a hacer. Su amor alcanza para amarme a pesar de mí mismo, de mis yerros y pecados. A pesar de mi temperamento Cristo me ha amado y dio su vida por mí. ¡Nadie me ha amado como Jesús me ama! ¡El amor está vivo! El amor muerto no sirve. Si Cristo estuviese muerto no me serviría de nada, pero Cristo vive. ¡El Señor resucitó de entre los muertos! ¡El amor de Dios está en mí! ¡El amor proviene de personas vivas! Dice la Biblia que las muchas aguas no podrán apagar el amor. ¡Es un fuego que consume! Hay amores equivocados que igualmente consumen, pero son equivocados, mas el amor perfecto es el amor de Jesús. Es el amor de aquel que dio su vida por nosotros a pesar de nosotros. Cristo me ama a mí a pesar de mí.

Yo amo a mi esposa porque es linda, porque es buena, porque me lava la ropa; amo a mi esposa por un montón de cualidades que tiene. Pero Cristo nos ama a todos, aunque seamos feos y malas personas. No digas que nadie te va a amar porque Dios te ama como nadie te ha amado jamás. No hay nada que tú puedas hacer que haga que Jesús no te ame. Están lo que insultan a Cristo, los que lo maldicen y lo odian; también odian a los que amamos a Cristo. Pero no van a lograr que Cristo deje de amarlos. El Señor murió en la cruz del calvario también por ellos. ¡Bendito sea el amor de Jesús! ¿Por qué subió a ese pollino? ¿Por qué se puso delante de esa gran multitud? Porque su pasión era morir por nosotros. Nosotros no valíamos tanto, pero Jesús nos dio valor al morir por nuestras vidas. ¡El amor está vivo!

El apóstol Pablo dice en 1ª de Corintios 13: “…el amor nunca deja de ser”. No depende de lo que has hecho. ¡Jesús te ama! Cuando Jesús entró en Jerusalén, todo parecía una fiesta, pero la pura verdad era que todos se iban a volver en su contra. Unas semanas antes Jesús había resucitado a Lázaro, y en el velorio que duraba varios días había muchos religiosos entre otras personas que vieron cómo el Señor resucitó a Lázaro. A los fariseos no les importó que Lázaro haya vuelto a vivir porque se indignaron y decían que el mundo entero se iba detrás de Jesús, y debían matarlo porque se quedarían sin gente, entonces se juramentaron matar a Jesús. Por eso los discípulos le insistían a Jesús que no fuera a Jerusalén porque lo iban a matar. Pero a Jesús no le importó lo que fuese a suceder porque en su corazón estábamos nosotros. Él fue igual a la ciudad, y estaba dispuesto a morir por nosotros. Y lo que necesitamos para ser mejores cristianos es una revelación de ese amor para no amar solamente a los que nos agradan y caen bien. Necesitamos una revelación para llenar de amor a aquellos que no nos aman, y a aquellos que nos traicionan. ¡Necesitamos una dosis del verdadero amor! Ese amor que está dispuesto a dar la vida por el prójimo. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1ª Juan 3:16). Yo prometo quemar mi vida por amor a la gente y usar lo que me resta de vida para predicar del amor de Cristo. ¡No soy yo! ¡Es Èl! No me importa lo que pienses de mí, yo sé lo que tengo en mi corazón. Tengo a Cristo y te voy a decir que te amo.

 

CONCLUSIÓN

 

El apóstol Pablo quería que los efesios conocieran el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que sean llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:19). Ese amor es más grande de lo que puedas pensar. No te lo puedes imaginar. No lo puedes racionalizar. Solamente se lo puede conocer porque se manifiesta dentro tuyo. Lo conoces con un conocimiento que no es mental ni sentimental; lo conoces porque es Cristo mismo viviendo en ti. Plenitud significa completitud. Aquí vemos que se une el amor con la plenitud de Dios. Ser llenos de la plenitud significa ser llenos con todo lo que es de Dios. ¿Qué tan grande es la plenitud de Dios? es la pregunta.

Falleció el famoso matemático Stephen Hawkins; murió y no te puede amar, es más, nunca te amó. Tampoco ninguna de sus conclusiones llenó tu corazón ni tu vacío, y no quitó tu amargura. Como si fuera poco, murió, pero tengo una buena noticia: ¡Dios sigue vivo! No es Hawkins quien te salva, es Cristo. Hawkins hizo algunas observaciones acerca del universo, y dijo que el universo está en continua expansión. Hablando de los límites del universo, Hawkins no llegó a entender si había límite o no. Sí llegó a la conclusión que el universo crece y no para; de tal modo que, si se construyese una nave que viajase a la velocidad de la luz y saliésemos a buscar los confines del universo, no llegaríamos nunca porque el universo se sigue agrandando a una velocidad mayor que la velocidad de la luz. Se descubrió una galaxia vecina y nosotros no tenemos capacidad ni siquiera para salir a explorar más allá de nuestra galaxia. Marte está a un paso de pulga sin embargo la distancia entre la Tierra y ese planeta es enorme. ¡Es impresionante la dimensión del universo! Pero la Biblia dice de Dios: “…Los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener…” (2ª de Crónicas 6:18). ¡Dios es más grande que todo el universo! El rey David decía al Señor: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmo 139: 7 al 10). Algunos creyentes hacen cosas confiados que el pastor no los ve. ¡Burro! ¡No te ve el pastor, pero te ve Dios!

Siguiendo con la explicación de la palabra plenitud, dice la Biblia que si tú conoces el amor de Cristo que excede todo conocimiento, eso te lleva a ser lleno de toda la plenitud de Dios. Todo ese Dios es tan grande que el universo no puede contener; Dios va más allá del universo, el universo está dentro de Él y no hay nada fuera de Dios. ¡Todo está dentro de Èl! ¡Cuánto te ama el Señor! Deja de preocuparte por tu deuda, por tu enfermedad o porque alguien te hizo algo. Preocúpate por ser lleno por Dios. Ocúpate por ser lleno de su presencia. ¡Dios quiere llenarte con su plenitud! No sé cómo es pero lo quiero. No sé cómo es pero me gusta. Por eso murió Cristo en la cruz del calvario; porque estaba dispuesto a pagar el precio que tenía que pagar para demostrarnos que nos amaba con una medida de amor que es más grande que cualquier otra clase de amor.

Hace poco estuve con una joven de veinte años de edad con cara triste, se veía frustrada; no había alegría en su cara, había tormento. Ella perdió a su mamá y su papá abusó sexualmente de ella, y fue a parar al Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). Llegó hasta prostituirse. ¡Ha vivido toda clase de inmundicias! A tal punto llegó su frustración que no podía sonreír, solamente pensaba en fracaso. “Mucha gente me falló”, decía la joven. “Confié en personas que me fallaron”. Cuando oré por ella cayó al piso una y otra vez, pero no veías avances. Le hablé acerca de cuánto la amaba Jesús y que quería cambiar su vida. Le dije que el Señor quería quitar su pasado y poner futuro en ella. Cuando la llenura de la plenitud de Dios viene sobre ti, no hay lugar para tristezas, amarguras ni odio; cuando la plenitud de Dios te llega ya no hay fracaso, la enfermedad pierde significado y la derrota no es más. Depende de la perspectiva de donde veas las circunstancias. Desde cierta perspectiva las circunstancias te dominan, pero de la perspectiva de la plenitud de Dios, tú eres vencedor. Nada tiene poder delante de la presencia de Dios. Nada es lo suficientemente triste para robarte las ganas de vivir. ¡Nada es nada! Hoy, el Señor quiere arrancarte las raíces de amargura de tu pasado y quiere darte un futuro nuevo.

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