LAS SINRAZONES DE DIOS - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LAS SINRAZONES DE DIOS

INTRODUCCIÓN

Tal vez te has preguntado: “¿Por qué Dios permite que yo viva esto?” A ti te parece que es injusto lo que estás viviendo, dando a entender que Dios ha hecho las cosas mal. Hay circunstancias que realmente son complicadas como lo que le sucedió a una mujer que ha estado casada por seis años, y como quería terminar su carrera, no quería tener hijos. Se recibió de abogada y quedó embarazada por cual se sentía realizada. Pero cuando llegó a los nueve meses de embarazo faltando unos días para el parto, el bebé se le muere en la matriz. La mujer no encontraba consuelo. Se preguntaba por qué Dios estaba permitiendo que le sucediera eso, y sus palabras fueron: “Nosotros hicimos todo bien, pero salió todo mal”. Así reaccionamos nosotros, decimos que hacemos las cosas bien, pero nos salen mal, y le echamos la culpa a Dios. Nos arrogamos el derecho de juzgar a Dios como si Él no fuera Juez del universo.

Las sinrazones de Dios son esas cosas que no entendemos que Dios hace o permite que suceda. Cuando Él permite que suceda algo que no esperamos, tendemos a ofendernos; nos angustiarnos y nos preocupamos. La mujer dijo: “Lo único que quiero es que Dios me explique”. ¿Te parece que debemos pedirle explicaciones a Dios? Debo decirte que lo que Dios hace no siempre lo tenemos que entender porque nuestra mente es finita y no está preparada para determinadas cosas.

Tengo una nieta de tres años que con firmeza me dice: “¡No abuelo! ¡Es así!” Yo me pongo serio y le digo: “¡No! ¡Esto no es así!” Y mi nieta insiste en que es como ella dice por lo que le pregunto: “¿Quién te enseñó que esto es así?” Y me responde: “Yo solita”. Esta es la actitud que tomamos nosotros los mayores. Queremos pedirle explicaciones a Dios y pretendemos enseñarle por qué razón está mal lo que Él permite que nos suceda. Déjame decirte que no es por medio de la razón que vas a entender sino por medio de la fe y el amor. A través de la fe y del amor es que nosotros nos ligamos a Dios. Es por medio del amor que logramos entender lo que nos resulta difícil de entender, pero no necesariamente tenemos que entenderlo todo. Y sucede que Dios se revela a aquellos que le aman. Así dice la palabra de Dios en 1ª Corintios 2:9: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Los que le aman se acercan a Dios en intimidad y el Señor les revela cosas que otros no ven ni entienden. No se trata de querer razonar con Dios sino amarlo. Quien ama a Dios entiende muchas cosas que no entienden los que no lo aman. Yo digo que quien no ama a Dios no debe opinar acerca de Él; no tiene autoridad para opinar porque quien no ama a Dios no lo conoce. En cambio, el que ama a Dios sí lo conoce.

DIOS HA CREADO TODO LO QUE EXISTE

Una verdad que tienes que tener en claro es que Dios ha creado todo cuanto existe. ¡Dios es el Creador de todo! Creó las serpientes; creó los animales lindos y los feos. Dios creó lo que te gusta y lo que no te gusta. Todo lo que Dios creó tiene que ver con sus planes y propósitos, y a nosotros no nos compete opinar si está bien o está mal lo que Él hace. La mente de Dios es muy grande, más de lo que nos podemos imaginar. Dios ha creado todas las cosas y como yo lo amo me deleito en su creación. Él ha hecho cosas que no entiendo; no me agrada ver un bicho feo, pero Dios lo creó con un propósito y me alegro de todas maneras porque yo amo a Dios.

A veces no nos conformamos con nada. Nacimos con rulos y despreciamos el cabello que tenemos, y lo planchamos porque no aceptamos lo que Dios ha hecho. Tenemos que aceptar que Dios es un gran artista y ha hecho variedad de cosas; y que, como artista, hay cosas que al público le gusta y otras no. Pero debemos conformarnos con el hecho de que a Él le gusta su creación. Todo lo que tienes te lo ha dado Dios y Él es el artista. Muchas veces los artistas son incomprendidos, pero yo soy una obra de arte de Dios. ¡Dios ha creado todo cuanto existe! Lo afirma la Biblia en Colosenses 1: 16 y 17: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. Dios creó a satanás y a todos los demonios; y tú te preguntas por qué lo hizo. Es que tu mente no es la mente de Dios, por lo tanto no entiendes sus planes. La única manera de llegarse a Él es creyéndole y amándole. Ese es el método que Dios ha establecido para que tengas paz en tu corazón. Lo que Dios ha creado no es para nosotros sino para Él. Para ti es tu esposa, tu esposo, tus hijos; pero tampoco son tuyos. Dios tiene planes con tu matrimonio y con tu familia; y son sus planes. Dios hace una obra maravillosa que no entendemos. Él está preparando un reino glorioso que no entendemos; pero los que le amamos nos gozamos con lo que Dios hace.

DIOS PERMITE TODO LO QUE SUCEDE

Otra verdad que tiene que quedar bien clara es que Dios permite todo lo que sucede; lo que te gusta y lo que no te gusta. Dios permite todas las cosas. Nosotros no estamos en condiciones de decidir si está bien o no lo que Él ha permitido que suceda. Te lo digo más claro: Dios me permite que yo peque si mi decisión es pecar. Aunque el hecho de que Él lo permita no significa que esté de acuerdo. Una de las noticias recientes es que en Irán derribaron un avión ucraniano que dejó un saldo de ciento setenta y seis muertos y ellos alegan que fue un error. Nosotros tenemos la tendencia a cuestionar a Dios por tal acontecimiento preguntando por qué Él permite que mueran personas inocentes. Hay cosas que no entendemos. Pero no ha sucedido nada que Dios no permita. Si Él no hubiera querido que derribaran ese avión no lo hubieran derribado.

Dios conoce todas las cosas. Dice la Biblia que nuestros cabellos están contados y que valemos mucho para Dios. Sí, no hay cabello que se caiga que Dios no sepa; Èl se acuerda más de nosotros los que estamos pelados. Dios está en control de todo lo que sucede. Pero nosotros no entendemos por qué se nos cae el cabello. Dios permite todo lo que sucede. Cuesta creer que Dios permita la muerte de personas; pero, así como suceden determinados hechos, Dios permite que sucedan todas las cosas, las que nos gustan y las que no. Después de saber esto, ¿te dan ganas de amarlo más a Dios o lo amas menos? Hay quienes al ver que lo critican a Dios y le alegan todo lo malo que sucede, quieren defenderlo con argumentos; pero Dios no necesita que lo defiendan porque Él se defiende solo. A Dios le da igual si te gusta o no lo que Él hace.

Dios está elaborando un plan en el cual nos está incluyendo; y a nosotros nos toca amarlo y creerle. Nosotros debemos someternos a Él. Dice Dios en su palabra: “…para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Isaías 45: 6 y 7). Nosotros decimos que Dios es un Dios de paz, y no queremos creer lo contrario, pero Él también crea la adversidad.

DIOS NO ESTÁ DE ACUERDO CON TODO LO QUE EL PERMITE

Otra de las verdades que necesitamos afirmar es que, aunque Dios permite que algunas cosas sucedan, no significa que Él está de acuerdo. No significa que Él está contento con lo que sucede. Una cosa es lo que Dios permite y otra es lo que Él considera bueno, y lo que considera malo. Lo que sucede es que Dios ha creado ciertos actores, que somos nosotros, a quienes ha dado libre albedrío. Por eso es que Él no tiene que estar de acuerdo con lo que tú crees que está bien. Dios tiene sus propios caminos y sus propios pensamientos, y que no son los nuestros. ¿Quién es el juez? ¿Tú o Él? Yo quiero ser amigo del Juez. No hay otro fuera de Él, no conozco. No hay otro que sea justo como Dios es justo. No hay otro que sea misericordioso como Dios es misericordioso. No hay otro que perdone como Dios perdona, por lo tanto, yo tengo que presentarme con mis miserias delante de Él y decirle: “Señor, tú eres Soberano. Yo te amo y creo que tú eres Santo y Justo. Y el hecho de que a mí no me guste algo que permitiste o que hiciste, no te hace menos Santo, ni menos Justo. ¡Tú sigues siendo Dios!”

Dice la Biblia en Isaías 55:8: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová”. Hay una gran diferencia entre nuestros pensamientos y los de Dios; entre nuestros caminos y sus caminos. ¿Por qué nos ponemos mal? Porque queremos entender lo que no nos ha sido dado entender. Pretendemos que Dios piense y sienta como nosotros; pero Él nos dice: “Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene compasión de ustedes. Que cambien los malvados su manera de pensar, y que dejen su mala conducta” (Isaías 55:7 TLA). Y agrega: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55: 8 y 9 RVR). ¿Todavía tienes ganas de estar cerca de Dios? ¿Cómo te fue lejos de Dios? ¡Cuántas decisiones erradas tomaste en tu vida! ¿No te va mejor con Dios? ¿Reconoces que cuando andabas en tus caminos estabas perdido sin saber qué hacer con tu vida, pero cuando llegó la luz de Dios alumbró tus pensamientos y tus caminos?

                DIOS JUZGARÁ TODO LO QUE SUCEDE

Otra verdad que nos queda afirmar es que Dios es el Juez Supremo y Él juzgará todo lo que sucede. O sea, pueden suceder cosas que Él permite, pero Dios va a juzgar todo lo que suceda. Porque no es solamente Dios el que decide; somos nosotros también los que decidimos nuestros caminos. Dios está sentado en el trono y nosotros somos los acusados; y satanás es nuestro acusador, pero Jesús es nuestro abogado. Es por eso que vamos a Jesús; porque Él nos defiende e intercede delante del Padre. También nos ofrece el perdón de todos nuestros pensamientos, de nuestros caminos, de nuestros errores y pecados, y nos ofrece vida eterna juntamente con Él. Nosotros tenemos una esperanza viva que viene de las promesas de Jesús. Dios nos prometió que hay un reino del cual nos quiere hacer partícipes a quienes le amamos y le creemos a Él.

Una mujer, la cual ha asistido a la iglesia desde pequeña, me dijo que siempre ha dudado si Dios existe. También les encuentra defectos a los pastores, a la iglesia, y le encuentra defectos a Dios. Entonces decidió ir por su propio camino sin entender que los caminos del hombre, todos son malos. Y los pensamientos del hombre, dice la Biblia, son vanidad. Por eso Dios va a juzgar al hombre. ¿Y a quién va a perdonar? A quien le cree y le ama. Lo cierto es que me dio tristeza ver a esa mujer tan descarriada, sin rumbo, creyendo que las decisiones que toma la van a llevar a un buen puerto.

LA HISTORIA DE UNA PASTORA       

Este mensaje surgió a raíz de una charla que he tenido con una pastora muy amada; esta hermana ha caído en depresión, una especie de opresión satánica, al punto que no puede dormir de noche. Ella no entiende y quiere saber por qué Dios permite que viva lo que está viviendo. Ella dice que quiere volver a ser la pastora de antes, pero mi esposa le dijo: “Nunca más vas a volver a ser la de antes. Estás atravesando por una prueba y siempre que los creyentes pasan por una adversidad salen mejor de lo que empezaron. Nunca vas a volver a ser la misma pastora de antes. ¡Vas a ser mejor!”

No entendemos los métodos de Dios. ¡Son complicados! Él nos mete en el horno de fuego para sacarnos más purificados. Dice el apóstol Pedro: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1ª Pedro 1:6 y 7).

Estás en el horno de la prueba y crees que te vas a quemar. Crees que Dios está haciendo las cosas mal; no entiendes por qué Él hace lo que hace, pero cuando el Señor te saque del horno, serás una persona más crecida, más madura, y tu fe será más preciosa que antes. ¡No le tengas miedo a la prueba! ¡No le temas a la depresión! ¡Vas a salir de ahí! ¡No habrá más tristeza, opresión ni angustia! ¡Dios te va a sacar a victoria! Para otros la depresión es muerte, para ti es vida. ¡Dios hará algo bueno en tu vida! Obtendrás cosas buenas de cosas malas. Dios es el que hace de las tinieblas luz. Deja de pensar que tu vida se va a acabar y la muerte te va a alcanzar. Tienes que creer en el Dios que te ha prometido vida eterna; Él tiene todos tus cabellos contados. ¡Nada se le escapa!

El profeta Elías mató cuatrocientos cincuenta profetas de Baal en un día, en el Monte Carmelo, al norte de Israel. Y la reina Jezabel, cuando se enteró dijo: “Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos”. ¿Qué hizo Elías? ¡Se asustó! Se olvidó que Dios era su fortaleza y huyó. Se fue hacia el sur porque para el norte ya no había más lugar para esconderse, porque era otra nación. Huyó hacia el desierto de Israel y llegó a Beerseba, la última ciudad al sur de Judea. Y en el camino sentía que se moría. El miedo que tenía lo estaba atormentando. Dice la Biblia en 1ª de Reyes 19:4: “Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”. ¡Quería morirse! Te estoy hablando del profeta Elías, uno de los más grandes de la antigüedad. A cualquiera le puede suceder como le sucedió a él. Son cosas que no entendemos ahora, pero las entenderemos después.

LA HISTORIA DE MOISÉS

Moisés fue rescatado del río Nilo por la hija de Faraón y fue adoptado por ella. Fue criado en el palacio de Faraón y aprendió las ciencias egipcias, convirtiéndose en un hombre culto y formado. Pero por sus venas corría sangre hebrea y la sangre tira. Entonces, a él le molestaba ver las injusticias que se cometían con sus hermanos hebreos. Él conoció a sus verdaderos padres y hermanos. Un día vio que un soldado egipcio golpeaba a un esclavo hebreo y decidió hacer justicia. Moisés tal vez sentía que era el libertador de su pueblo, entonces mató al soldado que estaba maltratando al hebreo. Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: “¿Por qué golpeas a tu prójimo?” Y él respondió: “¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?” Y dice la Biblia en Éxodo 2:14 y 15: “Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián”. Al huir perdió todo; perdió los privilegios que tenía en el palacio en cuanto a comodidad, poder, conocimiento.

Y llegó al desierto. Allí comenzó una vida sin dirección y sin sentido. Así estuvo por cuarenta años. Me lo imagino preguntándose como muchos: “¿Qué hago acá? ¡Te has olvidado de mí, Dios! ¿Por qué has permitido que pase esto?” Así pasaron los días, los meses y los años; cuarenta años sin saber qué diablos hacer. No hacía más que cuidar ovejas. Hasta que un día, a los ochenta años de edad se le presentó Dios en el monte Horeb y le dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias…Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxodo 3: 7 y 10).

Entonces Moisés respondió a Dios: “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” ¡No entendía nada! Había llegado a ser nada, y había llegado a ser nadie; y ahora Dios le estaba diciendo que lo iba a usar para liberar a su pueblo de Egipto. Él lo había intentado y no lo logró, y ahora, con sólo una vara, que era con lo que contaba, viene Dios y le dice que lo va a usar. Entonces Moisés lo empieza a cuestionar a Dios: “¿Cómo voy a ir yo al Faraón? ¿Qué le voy a decir? Yo soy tartamudo. ¡Te has equivocado conmigo! No es a mí a quien tienes que mandar allá”. Y le termina diciendo a Dios: “¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar”.

Pero Dios que es más testarudo que Moisés, le dijo que lo mandaba a él. Le costaba creer que el desierto había servido para algo. A ti te cuesta creer que lo que estás viviendo servirá para algo bueno. Finalmente, Moisés obedeció a Dios y fue a Egipto, se presentó ante Faraón y le pidió insistentemente que dejara ir a su pueblo. Como éste se negaba, Dios envió las plagas de las que habla la Biblia; pero ya no pudo resistirse más y los dejó ir. Tres millones de personas salieron al desierto. ¿Quién los dirigía? El master en desierto. El licenciado en desierto.

Moisés no podía vislumbrar lo que Dios estaba haciendo, pero el Señor tenía planes perfectos. Por cuarenta años se preguntó: “¿Qué hago acá en el desierto?” Iba de un lado a otro en el desierto, se conocía los caminos, las montañas, el clima y los animales que allí había. ¡Conocía bien el desierto! Cuando Dios lo envió a Egipto pensó que él no servía para hacer eso que le estaba encomendando y le pidió que buscara a otra persona idónea. Pero Dios había escogido al que Él había formado en el desierto, sin que él entendiera nada de lo que estaba viviendo. Por cuarenta años Moisés guió al pueblo hebreo por el desierto y los llevó hasta la tierra prometida.

Jesús le dijo a Pedro, cuando éste se negaba a que le lavara los pies: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después” (Juan 13:7). Sólo tienes que creer que lo que Dios está haciendo contigo, y lo que está permitiendo es perfecto, porque a los que a Dios aman, en todas las cosas les ayuda a bien. ¿Crees en Dios? Él te va a sorprender. ¿Amas a Dios? Él te va a sorprender. Dios te ama como nadie te ha amado. El Señor tiene misericordia de ti. Quizás tú ni entiendes por lo que estás viviendo, pero Dios sabe lo que está haciendo.

CONCLUSIÓN

Un día le dije a Dios que se hiciera su voluntad en mi vida, y ese día el Señor comenzó a derribar todas mis estructuras mentales y a quitarme lo que amaba. Entonces lo cuestionaba: “¿Por qué haces esto? ¿Por qué permites que viva esto? ¿Qué quieres lograr de mí? ¡No te entiendo Dios!” Yo no entendía lo que Dios estaba haciendo, pero Él estaba formando un pastor. Así que yo sé acerca de lo que te estoy hablando. Él me llevó al desierto y allí habló a mi corazón. Y un día me trajo a la República Oriental del Uruguay.

¿Dejarás que Dios haga contigo lo que Él quiere? Tú tienes que decidir si se lo vas a permitir porque el Señor te ha dado la libertad de decidir. Tú tienes que decirle a Dios: “Señor, me pongo en tus manos y confío en tus perfectos planes. Te entrego hoy mi depresión. Yo reconozco que me he estado quejando contra ti. Yo soy de los que ha dicho: ¡No entiendo lo que Dios hace! Sentí deseos de morir porque para mí la vida no tiene sentido. Pero tu palabra llegó a mi vida y me ha tocado. Y aunque todavía no entiendo qué es lo que estás haciendo conmigo, creo que es bueno. Confío en ti, Señor. No me voy a guiar por lo que mis ojos ven, por lo que escucho o siento. Me voy a dejar guiar por tu Espíritu Santo para que Él haga la obra en mí. Líbrame Padre, de mis propios pensamientos y de mis caminos. Te lo pido en el nombre poderoso de Jesús, amén”.

“Padre, oro por aquellos que aún no entienden lo que estás haciendo, pero se aferran a ti, Señor. Se aferran a amarte y a creerte, y confían que tú vas delante de ellos. Oro por aquellos que se sienten débiles y están siendo tentados a abandonar la fe; están siendo tentados a abandonar tu amor y quieren irse de la iglesia. Líbralos Padre, te lo pido en el nombre de Jesús. Tú eres misericordioso, Padre. Oro por aquellos que no le encuentran sentido a la vida cristiana y no están conformes. Que tu Espíritu Santo les toque en esta hora, en el nombre de Jesús, amén”.

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