LA PALABRA DE DIOS EN MI BOCA - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

LA PALABRA DE DIOS EN MI BOCA

INTRODUCCIÓN

 

Dice la palabra de Dios en Mateo 8:23: “Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!  Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.  Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?”

Hemos leído muchas veces este pasaje de la Biblia y no deja de ser extraordinario que alguien le hable a las olas y al viento, y estos que no tienen oído, oyen. Es que se trata de un lenguaje y de un poder especial. Se trata del poder de la palabra de Dios. Su palabra es lo más poderoso que Dios tiene para hacer su obra. Hay una gran diferencia entre la palabra del hombre que sirve para comunicarse y la palabra de Dios que es espíritu, vida y poder. La palabra en sí misma es un poder tremendo y eso nos diferencia de los animales; por el entendimiento que tenemos a través de pensamientos y por medio de las palabras. Dicho de otro modo; la gran diferencia que tenemos con los animales es poder comunicarnos a través de la palabra. Es por eso que el hombre ha llegado a crecer tanto en conocimiento, en ciencia y poder. Porque la palabra del hombre, aunque no sea la palabra de Dios, tiene poder. Santiago aseveró que en la lengua está el poder de la vida y de la muerte. Sabemos de personas que por causa de algo que le dijeron han querido suicidarse. En cambio, hay quienes después de haber escuchado palabras positivas quieren vivir. Es importante ese miembro que Dios ha puesto en nuestra boca que es la lengua. No debemos apresurarnos a hablar porque podemos causar mucho daño, por no entender o no saber qué es lo que empuja nuestras palabras.

 

LO QUE DIOS HABLA, SUCEDE

 

Jesús les dijo a sus discípulos: “Pasemos al otro lado”. Subió con sus discípulos a la barca y Él se fue a dormir. El pasaje de Mateo señala que se levantó una tempestad en el mar, que en realidad es un lago pequeño de agua dulce, o un ensanchamiento del Río Jordán con una longitud de 21 km y 13 km de ancho, y que de una costa se puede apreciar la otra. Allí, por causa de unos efectos geográficos, en determinadas condiciones se producen vientos fuertes y tormentas repentinas. Lo cierto es que al desatarse la tormenta la barca comenzó a anegarse. Los discípulos de Jesús que eran pescadores y conocían muy bien éstas tempestades, se asustaron. Ellos conocían el Mar de Galilea mucho antes que Jesús; sin embargo, se llenaron de miedo y despertaron a Jesús diciéndole: “¿Qué haces? ¿Estás durmiendo y no te das cuenta que perecemos?” Entonces, Él les dijo: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” De aquí aprendemos que, quien tiene temor, no tiene fe ya que el temor actúa contra la fe. El temor es una fe negativa; es creer que lo malo va a suceder. El temor, o, esa fe negativa, proviene de las fuerzas del mal que operan siempre asustándote. Viene una enfermedad y las fuerzas del mal te asustan y cuando lo hacen, deprimen el sistema de defensa de tu organismo. Entonces te va mal por causa de tus temores.

Muchas cosas se hacen, no por fe sino por temor. He hablado con personas que se han vacunado contra el Covid y les pregunté por qué se vacunaron; y me respondieron, por ejemplo, que si no se vacunaban iban a perder el trabajo. ¿Eso era por convicción y certeza de que la vacuna inmuniza o era el temor de que te echen del trabajo? O el temor de que te pase algo si no te vacunas. Creo que la mayoría de la población se vacunó, no por tener certeza acerca de la eficacia de la vacuna sino porque no podrían viajar o entrar a determinados lugares. Entonces, por temor se obedece y se hace algo, pero que no proviene de la fe. Parafraseando lo que les dijo Jesús, sería: “Si ustedes no temieran, se darían cuenta que cuando hablé, dije que iríamos al otro lado. Pero ustedes no creyeron en mi palabra. Ustedes al ver la tempestad creyeron que iban a perecer. Ustedes creyeron en la circunstancia que nos asedia, pero yo les dije: Vamos al otro lado”.

Muchas veces, sin darnos cuenta negamos la fe en la palabra de Dios ya que las circunstancias, fácilmente nos roban la fe. El diablo te rodea por algún problema de enfermedad y te influye temor; y tú, presto a obedecer al temor, y no a Dios, te privas de disfrutar de su paz. Yo me he propuesto que este año vamos a esforzarnos por conocer la palabra de Dios y por creerla, y te aliento a hacer lo mismo. Cuando al principio todo estaba oscuro y había caos, en Génesis leemos: “Dijo Dios: Se la luz; y fue la luz”. Lo que Dios dice, Dios hace; cuando Dios habla, Dios produce. ¡Hay un poder extraordinario en la palabra de Dios! Por eso quiere que creamos en Él; porque cuando creemos en Él, creemos en las palabras que dice. No se trata de creer en un ente que no sé bien qué es. Creer en Dios es creer en lo que Él dice y en los principios que ha establecido; es conocer su palabra y afirmarse en ella. Porque no hay poder en el universo más grande que la palabra de Dios. ¡Yo creo en la Biblia! Y la Biblia dice en Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. El Señor no estaba temiendo que algo saliera mal cuando abriera su boca; Él tenía fe. Por medio de la palabra de Dios han sido creadas todas las cosas visibles e invisibles por su eterno poder y deidad. Es por eso que Jesús tenía poder al hablar. Le habló al muerto y el muerto lo oyó. Le habló al viento y a las olas; y las olas y el viento lo oyeron y le obedecieron. A un paralítico de nacimiento, de 40 años de edad, que nunca había podido caminar le dijo: “Levántate y anda”; y el paralítico se levantó al instante por el poder que había en sus palabras.

Nosotros tenemos que llegar a experimentar ese poder que se libera cuando creemos en la palabra de Dios y la declaramos. Narra Mateo que las personas se maravillaron diciendo: “¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?” Cuando se encontró con un endemoniado, el Señor le dijo al demonio: “Cállate, y sal de él”. ¡Ni los rebeldes se resisten cuando Dios habla! Es que cuando Dios habla, cosas tremendas suceden. Tú puedes matar con una palabra a tu cónyuge; puedes anular la vida de tus hijos con tus palabras. Pero hay una palabra que tiene más poder que tu palabra y es la palabra del Dios vivo.

 

UN NIVEL SUPERIOR DE FE

 

Hay una enseñanza en la Biblia que se encuentra en Marcos 11:22 y 23. Yo lucho cada día para que esta palabra se cumpla en mi vida y tengo que procurar que se haga carne en mí. Así relata Marcos: “Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Aquí no se trata de Dios hablando. Se trata de cualquiera. Jesús dijo: “Cualquiera que dijere a este monte”. Jesús dice que nosotros podemos hablarle también a un monte; y si podemos hablarle a un monte, podemos hablarle a una enfermedad. El plan de Dios consiste en introducirnos en su dimensión; y descubrimos que la boca que Dios nos ha dado tiene el potencial de producir sus obras. Nuestra boca tiene un potencial extraordinario de hacer que lo que no se ve se vea, y que lo que es imposible que suceda, suceda. Nuestra boca tiene el potencial de producir lo imposible. Ya no solo es la palabra de Dios; es la palabra que sale de la boca de un creyente que tiene fe en Dios. Dos cosas batallan contra la fe: el temor y la duda. ¡Nunca más digas que lo hiciste por las dudas! ¡Nunca más hagas nada por las dudas! ¡Esa frase es de maldición! Tienes que acostumbrarte a decir: “Lo hago porque tengo fe”. “Lo digo porque tengo fe”. Cuando Jesús dijo: cualquiera; eso te incluye a ti. Cualquiera que tenga fe. “…cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. No se trata de creer que será hecho lo que oro, sino que será hecho lo que digo. Esto es un nivel superior de fe. No es que te pongas a orar para que la montaña se salga de ese lugar sino de tener una fe que te lleve a hablarle a esa montaña y decirle que se salga del lugar y que se plante en otro lado. ¡Lo que digas te será hecho! Pero tienes que creer en Dios y en su palabra. Hay un potencial tremendo en tu lengua. Lávate bien la lengua porque de tu boca han salido muchas cosas malas. ¡Tantas estupideces hemos dicho! Pero hoy tienes que decidir que tu boca será un instrumento del Señor. ¡Tu boca producirá sus obras! El apóstol Pedro dijo: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2ª Pedro 1:3 y 4). Creer en las promesas de Dios te lleva a participar de su naturaleza. No tienes que saber cómo sucederá; Dios dice que sucederá. Que tú le hables a la montaña y la montaña se mueva. Antes de esto Jesús dijo: “Tened fe en Dios”. Cualquiera que no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. No son tus lágrimas lo que mueve la mano de Dios; es tu fe. Dios quiere ver las obras que harán sus hijos cuando abran sus bocas. Dios sabe que sus hijos que le aman, los que tienen fe, jamás harán algo que Él no quiere. La fe es para que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra. No es que Dios contesta que no a nuestras oraciones; es que las oraciones que están fuera de la voluntad de Dios no son oraciones de fe. La oración de fe es la que se conecta o se sintoniza con Dios, para que el hombre demande que suceda en la tierra, lo que sucede en el cielo; como Jesús nos enseñó a orar: “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. ¡Hay poder en esa oración! No puede ser que mande Putin en el mundo, o que mande Biden. ¡No puede ser que mande el hombre! Nosotros demandamos que venga el reino de los cielos a la tierra y que se haga su voluntad. Un reino de bendición, de paz y de poder. Un reino donde no hay lágrimas y no hay enfermedad. Si la obra de Dios no se manifiesta es porque están faltando cristianos que crean esta palabra; que, si no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

 

NUESTRA BOCA: INSTRUMENTO DE DIOS

 

Pídele al Señor que limpie tu boca y santifique tu lengua. Esa boca que dice tantas palabras deshonestas y malas, que habla por el temor y no por la fe, que razona por causa de la duda y no de la fe. A la hora de hablar, pídele al Señor que te toque para que tu boca se abra por causa de la fe que hay en ti. Dile que quieres crecer en la fe. Todo don de Dios, sea natural o espiritual se perfecciona en la práctica; o sea que se debe practicar. Jesús nos ha prometido que vamos a resucitar muertos, que sanaríamos enfermos y liberaríamos endemoniados. Todo miembro que no se usa se atrofia. Si llevas una vida sedentaria tus músculos se atrofian; levántate y muévete y vas a tener más agilidad. Con la fe sucede igual; tienes que practicarla. No tengas miedo si no te sale al principio. ¡Vuelve a intentar! ¡Pelea hasta que la fe se apodere de ti y hasta que tú te apoderes de la fe! “Tened fe en Dios.  Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Procura que esta palabra se haga carne en tu vida.

Le dijo Dios a Ezequiel cuando lo llamó: “Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes” (Ezequiel 2:4 al 7).

Te puede causar muchos problemas hablar la palabra de Dios, mas tú tienes el deber de predicar su palabra, escuche la gente o deje de escuchar. Hay quienes no querrán escuchar, pero eso no quiere decir que tienes que dejar de hablar porque tu boca le pertenece a Dios y tú tienes que hablar su palabra. Nuestra boca ha sido creada para ser instrumento de Dios, para que nosotros hablemos por Él, en su nombre; para que seamos sus representantes en la tierra, y para que atemos en la tierra y desatemos también. A eso se refirió Jesús cuando les dijo a sus discípulos que les ha dado a ellos las llaves del reino. “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:18).

Los cristianos han sido llamados para conocer su voluntad y para actuar en función de su voluntad. Le dijo Dios a Ezequiel: “Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes” (Ezequiel 2:8 al 10). Jesús dijo: “Yo soy el pan que descendió del cielo”. Juan declaró: “En el principio era la palabra, y la palabra era con Dios, y la palabra era Dios…Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho…Y aquella palabra fue hecha carne, y habitó entre nosotros”. (Juan 1:1, 2, 3 y 14). Esa palabra vino al mundo y se hizo hombre, y el mundo por Él, por la palabra fue hecho. Cuando Dios le dijo a Ezequiel: “Come mis palabras”, esto significa; métete a Cristo adentro porque Él es la palabra viva de Dios. ¡Jesús es la palabra encarnada de Dios! Por eso dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Lo que sale de Jesús es la palabra de Dios. Dios le ordenó a Ezequiel: “Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy”. Y continúa diciendo Ezequiel: “Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes” (Ezequiel 2:9 y 10). Y agrega: “Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras” (Ezequiel 3:1 al 4).

 

CONCLUSION

 

Debo advertirte que lo que hoy te estoy predicando es la palabra de Dios. No es un hombre el que te habla. ¡Es Dios que envía su palabra a tu vida! Es un buen día para pedirle perdón al Señor, porque el instrumento que nos ha dado para bendición del mundo no ha sido usado debidamente. Muchas palabras que he hablado eran fruto de mis dudas, de mis angustias y temores; y también he hablado vanamente muchas palabras. Brotaban palabras y yo no las frenaba. Hoy tienes que pedirle al Señor que limpie tu boca. Isaías tuvo una visión del trono de Dios y entonces exclamó: “¡Ay de mí! ¡Soy hombre muerto! ¡Mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos, aun cuando soy un hombre de labios impuros y habito en medio de un pueblo de labios también impuros!” Y dijo: “Entonces uno de los serafines voló hacia mí. En su mano llevaba un carbón encendido, que había tomado del altar con unas tenazas. Con ese carbón tocó mi boca, y dijo: Con este carbón he tocado tus labios, para remover tu culpa y perdonar tu pecado” (Isaías 6:5 al 7).

Hoy Dios quiere tocar tu boca con carbón encendido. Preséntate delante del Él y ofrécele tu boca, pídele que te limpie. Muchas veces has usado tu boca para chismear, para hablar mal de los pastores y de los hermanos; personas por las que Jesús ha muerto. Si el Espíritu Santo te ha dado convicción de pecado y sabes que debes limpiar tu vida delante del Señor, y que tu boca tiene que hablar palabra de Dios y no sandeces; hablar la palabra de Dios por la fe, dile a Dios: “Padre amado, me presento delante de ti y te pido perdón porque mi boca no ha sido un instrumento tuyo. La he usado mal y descuidadamente; y mi lengua muchas veces ha desatado maldición. Perdóname, Señor. Lávame ahora con tu sangre preciosa y límpiame. Límpiame y seré limpio, Señor; quema mi boca con braza de tu altar. Yo hoy te consagro mi lengua y mi boca, en el nombre de Jesús, amén”.

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