LA GRACIA Y LA VERDAD - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA GRACIA Y LA VERDAD

INTRODUCCIÓN

Es imposible hacer algo conforme al derecho o hacer algo justo si no se hace conforme a la verdad. Si tenemos la verdad, actuaremos con justicia. Un juez que no conoce la verdad o no investiga bien con tal de hallar la verdad, no puede dar una sentencia acorde a la justicia. Lo mismo sucede en todos los órdenes de la vida; si yo no conozco bien la verdad acerca de una persona, no puedo juzgarla porque estaré haciendo daño. Y aun conociendo la verdad acerca de alguien corro el riesgo de juzgar mal a esa persona porque la verdad debe ser revelada, no debe ser conocida solamente con el entendimiento, ya que la verdad no se trata de algo escrito sino de una persona, Jesucristo. El Señor declaró: “Yo soy la verdad”.

Quien quiera conocer la verdad y practicarla, tiene que buscar con todo su corazón a Jesús. Y hay un elemento complementario de la verdad que es la gracia. No se puede hacer justicia sin la gracia. Se necesita la verdad, pero también la gracia. Leemos en Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Es Jesucristo, quien estuvo aquí en la tierra, lleno de gracia y de verdad, y de este tema estaremos compartiendo hoy.

                LA VERDAD SOLA, NO ES SUFICIENTE

Éstos son dos términos entre los cuales se conforma una tensión. Digamos que aquellos que se fundamentan en la verdad y dejan de lado la gracia, son personas o grupos religiosos que tienen una tendencia legalista y conservadora, una línea dura de cristianismo.

Son personas que tienen un alto nivel de exigencia de lo que es pureza y santidad, de tal manera que cuando una persona gay o una prostituta, o cualquier otra persona con características conflictivas entra a la iglesia, los pone mal porque procuran que, quien quiera formar parte de una iglesia cumpla ciertas condiciones para ser recibidos y aceptados. Por ejemplo, una persona que fuma no será bien recibida, o una prostituta no se sentirá cómoda sino más bien señalada. Porque los legalistas tienen un concepto determinado de sí mismos y de cómo deben ser las cosas, es por eso que les ponen barreras a las personas. La gente no quiere abrir su corazón y decir lo que le pasa porque piensan que si conocen sus miserias no serán amados o se burlarán de ellos, o no los dejarán formar parte de la congregación. En otras palabras, para formar parte de una iglesia en el concepto de los legalistas, la persona tiene que cumplir con muchos requisitos. Es decir, antes de que la persona sea tratada por el poder de Dios, tiene que mostrar ciertos cambios. Si la persona es divorciada no podrá hacer determinadas cosas, si es fumadora tendrá trabas, etc.

Lo cierto es que los legalistas se manejan con la verdad. Veamos, la prostitución es un pecado, también lo es el adulterio, así como el homosexualismo. Entonces hay cierto temor de que la iglesia sea contaminada si se deja entrar a cualquiera. Recientemente yo estaba sentado en la primera fila de la iglesia y se me acerca un joven diciéndome: “Buenas noches. Quiero decirle que yo soy gay. ¿Ustedes aceptan al gay?” “Claro”, le respondí. “Entonces puedo seguir siendo gay” añadió. A lo que le respondí: “No es que estemos de acuerdo a que seas gay, pero te aseguro que te amamos y aquí te vas a sentir amado”. Yo pregunto: El evangelio, ¿para qué clase de personas es? Es para los drogadictos. ¿Tiene que dejar de ser drogadicto para entrar a la iglesia si siente que Dios lo ama tal cual es? Jesús nos acepta tal cual somos. El joven gay me dijo: “Yo creo en un Dios de amor, que me ama y me acepta tal cual soy”. Estaba convencido de que seguiría siendo gay porque así Dios lo amaba.

LA GRACIA SOLA, NO ES SUFICIENTE

Por otro lado, están los que tienen un concepto liberal. Estos, más que en la verdad, se basan en la gracia. La gracia es el favor de Dios inmerecido por el cual perdona pecados, sana enfermedades, echa fuera demonios, rompe ataduras, une las familias. ¡Eso es la gracia de Dios! Esta clase de personas está convencida de que Dios los ama así como son y señalan que Dios es un Padre amoroso; entonces, ¿qué padre mandaría a su hijo al infierno? Para ellos el infierno no existe, tampoco la condenación. He escuchado a algún predicador decir que Jesús murió en la cruz para perdón de los pecados de todo el mundo por lo que todo el mundo ha sido perdonado, entonces todos van al cielo. La diferencia es que algunos se enteran que han sido perdonados y otros no. La verdad está ligada a la ley, y la ley te dice lo que es correcto y lo que no. La gracia sabe que está mal, pero no importa, porque Dios es un Dios de amor. Entonces, se genera como dije, una tensión entre lo que es la verdad de Dios y lo que es la gracia.

¿Qué es la verdad? Que el pecado existe. Hoy en día, la palabra pecado no se toma como tal; no se toma el adulterio como pecado y se defienden los derechos sexuales de las personas. Es un derecho humano y fundamental tener sexo como te guste, con quien te guste y donde te guste. Entonces, hablar de fornicación y adulterio está mal. Vivimos en un mundo liberal y hay iglesias liberales. También hay iglesias muy cuadradas, muy ortodoxas y legalistas y no todos pueden entrar porque si no se cumple con ciertos requisitos no será bien recibido y se sentirá incómodo.

¿CÓMO FUNCIONAN?

Veamos cómo funcionan la gracia y la verdad. Leemos en el Salmo 85:11: “La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos”. Aquí nos referimos a la verdad pura sin nada de gracia. Si vamos a ser justos, nos basamos en la verdad; lo que está bien está bien y lo que está mal está mal. Lamentablemente, cuando nos basamos en la verdad y en la justicia, establecemos una división entre los santos y los pecadores. Aquí se ve claramente el concepto de que, si la verdad brota desde la tierra, la justicia mirará desde los cielos. En el versículo anterior, el Salmo 85:10 habla de la gracia y dice lo siguiente: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”. Dije que había una tensión entre la gracia y la verdad. La misericordia forma parte de la gracia, es decir: Esta persona ha pecado, pero yo la amo y me compadezco de ella. La ley condena. Por ejemplo, dice la Biblia en Ezequiel 18:20: “El alma que pecare, esa morirá”. Mentiste, mueres. Mataste, mueres. Eso es la ley. La ley no tiene ojos; La Dama de la Justicia tiene los ojos vendados, tiene una balanza, y lo que diga la balanza eso es. En el Salmo 85:11 leemos: “La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos”. Aquí hablamos de la verdad, de la justicia y del legalismo. Y en el Salmo 85:10 leemos: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”. La verdad necesita además de la misericordia.

A una madre le han matado a su hijo y ella mirando legalmente dice que al asesino de su hijo habría que encerrarlo para siempre, o colgarlo de un árbol, y le aplica la justicia. Pero la mamá del asesino lo mira con misericordia y clama por ayuda diciendo que su hijo no es malo. Ella dice que su hijo asesinó por culpa de las malas juntas y procura un abogado.

Muchos nos piden para internar a sus hijos que han cometido delito en algún hogar de Beraca, pero les decimos que eso lo tiene que decidir un juez y si éste ve que es el caso, nos lo mandan. La mamá mira a su hijo con ojos de gracia. Visita a su hijo en la cárcel, el cual está cumpliendo un período de condena y le dice que está orando por él. El hijo está totalmente reacio y le pregunta si le trajo cigarros. Ella insiste que está orando por él y sabe en su corazón que va a ser un predicador. La mamá mira a su hijo con ojos de misericordia. Cualquier otra persona lo ve de diferente manera a ese que ha cometido delito.

O sea que, dentro de lo que es la justicia, tenemos una mirada más misericordiosa o tenemos ojos más legalistas. Están las iglesias que son muy legalistas, ortodoxas y conservadoras; y no está mal, porque la iglesia es columna y baluarte de la verdad. Y la Biblia dice que nosotros somos la sal de la tierra, lo que significa que somos los conservadores de la tierra. Somos los que no dejamos que la verdad sea torcida; mantenemos el conocimiento, la esencia y la sustancia de la verdad tal cual. Como Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran” (Mateo 24:35). Hace dos mil años, el adulterio era adulterio; hoy ya no es así. ¡No señor! ¡El adulterio sigue siendo adulterio! Todavía, nosotros somos columna y baluarte de la verdad. De ahí a que seamos muy conservadores o duros con la gente es otro tema. Necesitamos pedirle a Dios que nos enseñe a mirar con los ojos con que Él mira las cosas. Y para eso necesitamos comunión con Èl y tener un ojo como el suyo, misericordioso.

LA VERDAD Y LA GRACIA VAN JUNTAS

Leemos en Mateo 9:11: “Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” Jesús llama a un tal Mateo para que sea su seguidor. ¿Pero quién es Mateo? Es un publicano, un cobrador de impuestos. Es un tipo de persona rechazada por la religión y por el pueblo. El cobrador de impuestos era un ciudadano israelita que trabajaba para el imperio romano. El imperio romano que dominaba a Israel les cobraba impuestos. Pero, además, contrataba ciudadanos judíos para hacer el trabajo. El cobrador de impuestos no podía entrar en una sinagoga, era visto como un pecador; nadie iba a permitir que un publicano entrara en su casa y nadie iba a comer a la casa de ese pecador. Era un paria de la sociedad, aunque él se creía agraciado porque podía hacer dinero cobrando impuestos, y se quedaba con un porcentaje. Generalmente los publicanos eran gente pudiente.

¿Qué hace Jesús? Dice Mateo 9:10: “Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos”. ¡Fue Jesús a la casa del publicano! ¡Y se sentó a comer con él! Jesús cometió una transgresión. Recordemos cuando el centurión le dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mateo 8:8). Un oficial romano no podía entrar en la casa de un judío porque la contaminaba y tampoco un judío podía entrar en la casa de un oficial porque era contaminado. Un oficial romano era un pecador, y un judío era un sacrosanto; era alguien que amaba la ley y la cumplía, y llamaba a los demás de gentiles. Gentil significa “gentuza o idólatra”, porque creían en muchos dioses.

Entonces, Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos. En Mateo 9:11 leemos: “Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” Para ellos eso estaba mal y no se podía hacer. Esto es la justicia; esto es la ley y la verdad. Mateo era un pecador, y según los judíos los esquilmaba para hacerse de riquezas y para enriquecer al imperio romano, por lo que no era visto con buenos ojos que Jesús y sus discípulos se sentaran a comer con él y los reprendieron.

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:12 y 13). Los judíos hacían sacrificios en el templo. ¿Qué eran los sacrificios y las ofrendas? Eran los ritos que se hacían en el templo para el perdón de los pecados. ¿Qué significa esto? Que ni los sacerdotes, ni los religiosos cumplían la ley. Ellos también eran pecadores. Si no lo fueran, no necesitarían templo ni altar, no sería necesario hacer sacrificios. O sea que, se trata de pecadores juzgando a pecadores.

Hay personas que se creen buenas porque miran los pecados de otros y consideran que sus pecados no son nada en comparación con los de ellos. Aunque ya sabemos que por cualquier pecado nos vamos al infierno y estamos condenados. Aquellos que necesitan el perdón de Dios, aquellos que hacen sacrificios para ser perdonados por Dios, le cortan la puerta de la salvación a los que son más pecadores que ellos. Esto hace la legalidad, el conservadurismo extremo y la falta de misericordia. Y Jesús les dice: “Vayan y aprendan lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio”. No valen los sacrificios para el Señor si no se tiene misericordia por los que son más pecadores que ellos. Aquí vemos la fricción entre lo que es la verdad y la gracia. Si fuiste perdonado y salvo no fue por tus méritos, porque eras más bueno que otros; sino que fue por pura gracia, por soberanía y elección de Dios. No sabemos cómo funciona la gracia de Dios; no es racional ni tiene reglas. La gracia de Dios actúa en la vida de un sinvergüenza. Una persona que le vendía droga a otros, que embromó a tantas mujeres y abandonó a sus hijos. Pero llega la gracia y se posa sobre él. ¿Cuál es la lógica acá? ¡Es la misericordia de Dios que lo salvó! En cambio, hay otro que fue baleado por la policía o ha muerto por un ajuste de cuentas.

La verdad y la ley nos manda a todos al infierno; pero la gracia nos rescata. ¿Cuál de las dos es mejor? Necesitamos la ley para saber que somos pecadores, necesitamos la verdad para saber que estamos destituidos de la gloria de Dios, que estamos condenados irremisiblemente; y necesitamos la gracia para saber que Dios nos ama, nos perdona, que ha descendido del cielo para dar su vida por nosotros.  “…Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”, dijo Jesús. Así que, ir a comer a la casa de un publicano no era un pecado como lo consideraban los legalistas, sino que era darle la oportunidad a un publicano de ser limpio, perdonado, y de llegar a ser hijo de Dios.

¿Cómo se me vería a mí, si los domingos después de predicar me voy a un burdel? Seguramente, mucha gente dejaría de asistir a la iglesia. Ahora, imagínate que Dios me manda a predicarles a las prostitutas y tú no sabes que esto es un mandato de Dios. Me refiero con esto de que era algo así verlo a Jesús comiendo en la casa de un publicano. Nadie que fuese honorable, que fuese una persona buena y religiosamente digna, iría a la casa de Mateo, el recaudador de impuestos. Pero Jesús saco de ahí a un discípulo que escribió uno de los cuatro evangelios. Así que, si me ves predicando a una prostituta, no me juzgues, mejor primero quita la viga de tu propio ojo así veras bien para sacar la paja de mi ojo.

La gracia genera fricción con la ley. En la iglesia hay gente que se dedica a predicarles a las prostitutas y por ahí aparece un hombre entusiasmadísimo que dice sentir de parte de Dios el ir a predicarles a las prostitutas. Es complicado, no es cuestión de establecer normas rígidas; porque está aquel que se cree que tiene un gran corazón para las prostitutas cuando en realidad tienen una debilidad terrible por el sexo.

LA MUJER SORPRENDIDA EN ADULTERIO

Leemos en Juan 8: 3 al 5: “Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” Los legalistas encuentran una mujer en el mismísimo acto de adulterio, la llevan a rastras a donde estaba Jesús y le exponen lo que dice la ley. A continuación, dice la Biblia: “Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. ¡Esos hombres eran religiosos, pero sabían dónde encontrar a la adultera y a qué hora! Pero no llevaron ante Jesús al adultero sino a la mujer. Se me ocurre pensar cuántos de ellos se habrá acostado con esa mujer. Y Jesús les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Lo que dijo Jesús les tumbó la conciencia, así dice la Biblia: “Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio” (Mateo 8: 9). Ellos eran los legalistas, los defensores de la verdad; eran los justicieros, pero acusados por su conciencia fueron dejando las piedras y se alejaron uno a uno. Entonces el texto bíblico continúa diciendo: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. ¿Qué hay aquí? ¿Verdad o gracia? ¡Las dos! No vamos a negar la verdad; la verdad es que pecaste. Has adulterado, pero te amo tanto y no quiero verte morir apedreada. Quiero darte una oportunidad. Vete y no peques más. Ahí se unen la verdad y la gracia. No te condeno. La verdad es que tú mereces condenación; pero también, la verdad es que mi corazón está lleno de misericordia y de amor por ti.

Hay una confrontación entre la ley, la verdad y lo que es la gracia y la misericordia. ¿Qué haremos para ser como Jesús? Para esto no hay normas ni reglas; para esto no hay legalismo. Para esto hay solamente revelación de Dios. Quien quiera mezclar bien la gracia con la verdad deberá tener el corazón de Jesús, y para ello deberá tener una relación profunda con el Señor. Sólo Él sabe por qué a este sí y a ese no. ¡Sólo Dios sabe! No hay matemáticas en esto, no hay estadísticas. Es por la gracia de Dios, y no entiendo por qué cayó en mí su gracia, pero sucedió. ¡Aunque hayas cometido pecados, hay un Dios que te ama y tiene misericordia de ti! ¡Hay un Dios que puede cambiar tu historia! ¡Ese Dios puede cambiar tu vida!

En Juan 8, del versículo 3 al 5 vemos operando la verdad, y en el versículo 11 aparece Jesús trayendo la gracia cuando le dice a la mujer que Él tampoco la condenaba.

EL PARALÍTICO DEL ESTANQUE DE BETHESDA

Encontramos otro caso en Juan 5:10: “Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho”. La escena ahora es en el estanque de Bethesda; allí, de vez en cuando bajaba un ángel y removía las aguas. El lugar estaba lleno de gente enferma y la primera persona que se metía al agua cuando el ángel removía las aguas era sanada. Ahora, llega Jesús al estanque y pone su mirada sobre un enfermo. Era un hombre paralitico, no podía moverse por sus medios; tendría que tener a alguien todo el tiempo dispuesto a meterlo al agua en el momento que bajaba el ángel. Hacía treinta y ocho años que estaba ahí; treinta y ocho años en que todo su mundo era el borde del estanque de Bethesda, esperando que algo suceda, pero nunca sucedía.

Un día sábado, Jesús llega al estanque, lo mira, se entera que hace treinta y ocho años que estaba así y su corazón se llena de misericordia. Entonces se acerca al enfermo y le pregunta: “¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo”. Fue entonces que lo reprenden unos fariseos: “Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho”. Entonces el hombre les responde: “El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda”.

El legalismo no aceptaba que haya sido sanado en día de reposo ni que llevara su lecho cuando no era lícito. La ley decía que en día de reposo nadie podía hacer ningún tipo de trabajo y no se podía llevar ningún tipo de carga. Pero la misericordia supera el legalismo, y la misericordia de Jesús es más grande que la ley, por eso el Señor lo sanó. Pero, ¿por qué lo sana a él y no a los demás que estaban en el estanque? ¿Cómo funciona la gracia? No sé cómo, pero la gracia me cayó a mí y lo voy a alabar cada día de mi existencia por su gracia. El lugar estaba lleno de enfermos, y allá en el fondo el paralítico, entonces Jesús se abre paso entre la gente y llega a donde estaba él. A ningún otro le preguntó si quería ser sano, sólo a ese paralítico.

¿Cómo funciona la gracia? Yo no lo sé. No lo entiendo. ¿Cómo fue la gracia un día a golpear a la puerta de la casa de Gabril? Él no andaba buscando a Dios; andaba en búsqueda de la buena vida. La gracia tiene algo para hacer contigo hoy. La gracia te dice: “Has hecho mal las cosas, pero yo, tu Dios, te amo y hoy te doy una oportunidad”.

“Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho”. El hombre no sabía quién lo había sanado. Leemos en Juan 5:13 y 14; “Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”. Aquí aparece la verdad. Jesús no le dijo al paralitico: “Mira, tus pecados son muy graves. Tienes que arrepentirte y pedir perdón. Haz la oración del pecador conmigo: Señor Jesús, soy un terrible pecador y me voy al infierno. Perdóname, líbrame y dame nueva vida…” ¡Nada de eso! ¡Fue pura gracia! Jesús le pregunto: “¿Quieres ser sano?” Claro que quería ser sano. “Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda”. Luego lo encuentra nuevamente y le dice: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”.

CONCLUSIÓN

Allí aparecen la ley, la justicia y la verdad. Jesús no niega la verdad, pero tiene armas más poderosas como la misericordia y el amor. Vivimos en un tiempo en que entrarán a las iglesias los homosexuales y los transgénero, y nosotros no podemos negar la verdad, pero tampoco podemos ser inmisericordes. Necesitaremos mucha gracia y mucho amor.

Como mencioné anteriormente, se me acercó un joven gay y me dijo: “Pastor, quiero saber de qué tipo es esta iglesia porque soy gay y quiero saber cómo tratan ustedes a las personas como yo. ¿Les dan cabida o no?” Este joven está yendo a repartir comida a los que están en la calle junto con otros chicos de la iglesia. El joven agregó: “Yo creo que Dios es Padre de todos y nos ama a todos por igual; y a mí me ama así como soy, gay. Y creo que Dios no está en contra de las personas gay”. Le dije que no estaba de acuerdo con èl porque nos aferramos a lo que dice la Biblia, pero le aseguré que en Misión Vida lo íbamos a amar; le aseguré también que íbamos a hacer que se sienta bien, pero nunca le vamos a decir que está bien ser gay.

Algunos quieren que nosotros pensemos como ellos, pero nosotros pensamos como Jesús piensa, nosotros pensamos como piensa la palabra de Dios. Y si por ello tenemos que ir presos, yo no tengo problemas de ir preso. Jesús dio su vida por mí, yo también quiero dar mi vida por Jesús.

Tal vez haya alguien que no te cae bien, y el Señor está esperando que mires a esa persona con los ojos con los que Él la mira. El Señor se acercó a ti para perdonarte y ningún pecado que había en tu vida le agradaba. Tú no eras mejor que otros y Jesús se acercó a ti con amor y te mostró su misericordia. Dios quiere cambiar tu corazón; quiere poner en ti un corazón misericordioso. Quiere que dejes de señalar a los demás y ames como Él ama. Tú eres fanático de la verdad, pero no te das cuenta que actúas como un legalista y pretendes quitar la paja del ojo ajeno, pero no te das cuenta que en tu ojo hay una viga. ¡El Señor quiere hacerte libre hoy! Tú necesitas perdón porque has sido muy legalista. Eres legalista con otros, pero no contigo; has visto los defectos de otros y no has visto tus defectos. ¿A quién miras mal y con qué derecho? “Yo, que tengo todo el derecho de juzgar al mundo por sus pecados, he derramado mi sangre por todos, porque los amo y tengo misericordia”, dice el Señor.

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