LA OFRENDA SUPREMA - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA OFRENDA SUPREMA

INTRODUCCIÓN

La historia de la existencia del ser humano tiene que ver con ofrenda, y en la Biblia encontramos un sistema de ofrendas que tiene que ver con nuestra relación con Dios. El Señor ha establecido mecanismos de relacionamiento con Él por medio de ofrendas, como leemos por ejemplo en Génesis, que al principio de la historia de la humanidad, Caín y Abel presentaron una ofrenda a Dios sobre un altar y Dios miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no fue así con Caín.

O sea que hay ofrendas que a Dios le agradan y otras que no le agradan. Como dije, en toda la historia, en cuanto al relacionamiento de Dios con los hombres encontramos temas referentes a ofrendas. En Génesis 3:15 vemos que después que Adán y Eva pecaron, Dios emitió una sentencia a satanás y anunció una ofrenda: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Siempre la ofrenda está relacionada al perdón de los pecados. Cuando hablamos de ofrenda nos referimos a sacrificio y viceversa. Cuando tú ofrendas en tu iglesia, esa ofrenda está relacionada a tu inversión de vida en alguna tarea que desempeñes; digamos que tu ofrenda equivale a un día de trabajo, y lo que has invertido fue tu vida para presentar una ofrenda a Dios. Y el Señor no mira el valor monetario sino el valor de la vida que presenta la ofrenda. Por eso la calidad de la ofrenda está íntimamente relacionada al corazón adorador y agradecido del que presenta esa ofrenda. No hay quien pueda compararse con Dios a la hora de ofrendar porque Él es un dador por excelencia. El Señor da ofrendas y también pide ofrendas. Dios sentenció a la serpiente y le dijo que pondría en enemistad la simiente de la mujer y su simiente. Simiente significa descendencia. Esta es la primera profecía bíblica de la venida de Cristo; y se refiere a la venida del Señor para pisarle la cabeza a la serpiente. ¿Con qué le pisó la cabeza a la serpiente? Con un sacrificio. La muerte de Cristo en la cruz, fue una ofrenda. Nunca hubo y no habrá una ofrenda como la de Cristo en la cruz del calvario.

LA OFRENDA DE DAVID

Hay una circunstancia que vivió el rey David, la cual encontramos en 2ª de Samuel y 1ª de Crónicas cuando satanás se levantó contra Israel e incitó a David a hacer un censo. ¿Es bueno o es malo hacer un censo? En una oportunidad, Dios mandó a censar al pueblo. Y ahora, satanás incita a David a hacer lo mismo. ¿Cuál es la diferencia? El problema no es el censo sino el origen, o sea, quién manda a hacerlo. Un censo no es bueno ni malo en sí mismo, pero si Dios lo manda, es bueno; en cambio, si Dios no lo manda, entonces el censo es malo. Se le ocurrió a David hacerlo y hasta Joab, general de su ejército lo increpó y no quería hacerlo, pero la orden del rey, dice la Biblia, pudo más que Joab. Esto es lo que suele suceder con una persona que insiste con algo y lo quiere hacer a toda costa, pero cuando lo hace se pregunta por qué lo hizo.

La Biblia señala que se arrepintió David de haber hecho el censo y le pesó en su corazón; y se dio cuenta que no había sido Dios quien lo había mandado, sino que fue una ocurrencia suya, por lo tanto, fue algo malo. Evidentemente, David estaba orgulloso del ejército que poseía, porque el censo tenía que ver con la cantidad de hombres que había en Israel con capacidad de ir a la guerra. David quería medir cuánta fuerza tenía y eso resultaba abominable a los que entendían que Dios no quería que confiaran en las fuerzas humanas porque, de hecho, la victoria más grande de David fue cuando enfrentó a Goliat, y en esa oportunidad él estaba solito frente al gran ejercito de los filisteos.

David se dio cuenta que había pecado, y cuando uno peca, irremisiblemente vienen las consecuencias. Dios perdona tu pecado y te libra de la maldad, pero no de las consecuencias. Siempre hay consecuencias. Lo importante es que seas perdonado y librado de maldad; es decir, que el pecado no te siga dominando. Pero eso no significa que las consecuencias no vienen. Leemos en 2ª de Samuel 24:10: “Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente”.

A pesar de lo que hizo, David tenía las cosas claras. Algunos que sucumben ante el pecado, luego dicen: “No lo voy a hacer más”. Por ejemplo, tienes una boca que parece cloaca, salvo cuando estás en la iglesia. Y sabes que está mal lo que haces, entonces te propones que no vas a decir palabras soeces. Supongamos que logras dejar de insultar y crees que porque dejaste de hacerlo ya están perdonados tus pecados anteriores. ¿Cuántos insultos te mandaste antes de haber tomado la decisión de no pecar más? David le pide a Dios que quite su pecado. No es solamente dejar de mentir o insultar; no es solo dejar de adulterar. Para ese pecado necesitas el perdón de Dios, y para que haya perdón, siempre media la sangre, siempre hay sacrificio y ofrenda. Lo que se presenta delante de Dios a favor de los pecadores, eso es ofrenda. A David le quedó claro que había pecado y que el único que podía quitar su pecado era Dios.

Sucedió que Dios le mandó un profeta llamado Gad, a quien le dijo: “Ve y di a David: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga. Vino, pues, Gad a David, y se lo hizo saber, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que tres días haya peste en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué responderé al que me ha enviado” (2ª Samuel 24:12 y 13). David no dudó acerca de lo que tenía que contestar: “Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres”.

La Biblia dice que es terrible caer en las manos del Dios vivo. Posiblemente yo no hubiera elegido lo que eligió David. No necesita tres días Dios para aplastarnos. ¡En un instante lo hace! Tal vez el enemigo puede perseguirte por tres meses, pero en un segundo Dios puede aplastarnos. Pero David eligió caer bajo la poderosa mano de Dios porque él sabía que su misericordia es grande. El enemigo no va a tener misericordia de mí, pero mi Dios tendrá misericordia de mí. Si te ha ido mal, si has metido la pata, si has pecado, no busques ayuda en ningún lado ya que, al que más has ofendido con tu pecado es a Dios, pero al que debes acudir con prioridad es a Él. ¡Hazme caso porque te va a ir bien!

David eligió, y dice la Biblia en 2ª Samuel: “Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres…Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre”. Entonces, Dios detuvo al ángel. “Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora; detén tu mano. Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna jebuseo…Y Gad vino a David aquel día, y le dijo: Sube, y levanta un altar a Jehová en la era de Arauna jebuseo”.

David había conquistado a los jebuseos; estos estaban sobre la parte más alta de lo que hoy es Jerusalén, y esa parte no estaba habitada, sin embargo, allí había un terreno que pertenecía a un jebuseo. Allí detuvo su mano el Señor, y allí, el profeta Gad le dijo que debía hacer el altar. Entonces David habla con el dueño porque quería comprar esa “era” para edificar un altar a Jehová. “Y Arauna dijo a David: Tome y ofrezca mi señor el rey lo que bien le pareciere; he aquí bueyes para el holocausto, y los trillos y los yugos de los bueyes para leña. Todo esto, oh rey, Arauna lo da al rey. Luego dijo Arauna al rey: Jehová tu Dios te sea propicio. Y el rey dijo a Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata”.

¡No le des a Dios cualquier cosa! Si te vas a presentar delante de Dios, hazlo con una ofrenda que le agrade. No te presentes a Dios con ofrenda prestada o regalada; presenta una ofrenda que te cueste. Dios valora al creyente que le da valor a Él y se presenta con un sacrificio que le honra. David podía haber presentado una ofrenda gratis ya que el jebuseo estaba dispuesto a regalarle todo, pero él se negó y le dijo: “No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada”. Ese lugar alto en que el ángel detuvo su mano y en el que David levantó un altar a Dios fue la era de Arauna. Es el lugar más alto de Jerusalén. En ese lugar se limpiaba el trigo, y como era un lugar alto, el trigo se aventaba y el viento se llevaba la cáscara y la paja, quedando solo el trigo. Allí, en ese lugar alto posiblemente había pequeños altares dedicados a dioses paganos. Los jebuseos eran parte de los cananeos y Arauna, jebuseo, era un hombre rico en esa zona.

LA OFRENDA DE ABRAHAM

Te voy a explicar qué significa una ofrenda que cueste. Dios le había prometido a Abraham un hijo. Su esposa era estéril y no tenía descendencia. Poseía muchos animales y muchos siervos, y dice la Biblia que era un hombre riquísimo. Un día, Dios le concede tener un hijo, un único hijo. Y no solo era el único, su descendiente, sino que Dios se lo había prometido. Y también le prometió que le daría una descendencia que no se iba a poder contar. Pero un día, Dios le dijo a Abraham: “Quiero que me sacrifiques a tu hijo, tu único hijo, el que amas, en el lugar que yo te voy a mostrar”. Abraham agacha la cabeza, y no le cuesta tomar una decisión, no porque no ama mucho a su hijo, sino porque había determinado hacía mucho tiempo que no hay nada más precioso que Dios para él. Cualquiera razonaría: ¿Cómo Dios le va a pedir al único hijo, el de la promesa, el hijo que tanto ama? Pero Abraham, toma un asno, junta leña y le dice a su hijo que lo acompañe a ofrecer holocausto al Señor, y se dirigen al lugar que Dios le mostraría.

Leemos en Génesis 22: “Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos…Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos”.

Fue al Monte Moriah donde Abraham llevó a Isaac por orden de Dios, y donde tiempo después, David ofreció un holocausto después de la mortandad por causa de la peste. En ese monte Abraham casi sacrifica a su hijo, pero Dios lo detuvo: “Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único…y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”.

En el Monte Moriah que significa algo así como, “señalado por Dios”, en la parte más alta se podía ver la ciudad de David, la que había conquistado a los jebuseos y allí construyó David la capital, que luego se llamaría Jerusalén.

En la misma roca y en el mismo lugar en que Abraham ofreció a su hijo Isaac, pasados muchos años, David hizo un sacrificio en el Monte Moriah. Dio una ofrenda de valor a Dios, una ofrenda que le costó. Prepara entonces un altar en el Monte Moriah, y Dios le revela a David que tenía que edificar un templo allí mismo. ¿Dónde está el lugar santísimo del templo de Salomón? En el Monte Moriah. Dios eligió ese lugar, donde los siervos que Él ama le dan a Él lo que más aman.

LA OFRENDA DE DIOS

En Génesis 3:15 leemos lo que Dios le dijo a satanás: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Pasado el tiempo, vino Jesús al mundo. Cuando se habla de Jesús como el Hijo de Dios, se le dice el Unigénito Hijo de Dios; significa, el único que tiene los genes de Dios, el único engendrado por Dios. Dios también tiene solo un hijo engendrado por Él. El niño nació y creció; Dios pasea su mirada por el planeta en busca de un hombre que pueda representar a la humanidad delante de Él y no encuentra ninguno. Están todos contaminados. Cada cual se apartó por su camino; cada cual se envenenó con el veneno del pecado. No hay justo ni aun uno. No hay uno que haga el bien. Entonces el Espíritu Santo engendra uno. Cuando se habla de Jesús como el hijo de la virgen María, la Biblia habla del Primogénito, o sea, el primer hijo de María. Pero cuando se habla de Jesús como el hijo de Dios, se refiere al Unigénito Hijo de Dios. Ahora, ese niño no miente, ese niño se empeña en hacer la voluntad de Dios. Cuando fue más grande dijo: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Y el Padre se regocija en ese hijo obediente. Y cuando el Hijo se bautizó, se escuchó una voz del cielo como un estruendo que dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. ¡Dios ama a su Hijo Unigénito! ¡Él es lo mejor que ha encontrado en el planeta Tierra! ¡No hubo ni habrá otro como Él! No hubo ni habrá otro que lo complazca como Jesús le complace.

¿Quién le va a ganar a Dios en dar una ofrenda? ¿Los padres estarían dispuestos a dar la vida de sus hijos ante una situación dada? Nosotros consideramos más preciosa la vida de nuestros hijos que nuestra propia vida. Podríamos arriesgarnos a dar nuestra vida pero procuraremos por todos los medios de guardar la vida de nuestros hijos. Sin duda alguna, lo más precioso que tenía Abraham era su hijo, y lo más precioso que tenía Dios el Padre en la tierra era su Hijo. Leemos en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Dios te amó más a ti que a su propio Hijo; te valoró más a ti que a su propio Hijo. Estuvo dispuesto a ofrecer la vida de su Hijo; arriesgó la vida de su Hijo. Se jugó a que su Hijo iba a seguir siendo fiel. En el momento del Getsemaní, ahí estaba su Hijo luchando entre su voluntad y la voluntad del Padre, transpirando gotas de sangre y diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

¿Puedes imaginarte un hijo más precioso que él? Dios el Padre lo pone en el altar y lo sacrifica por nosotros. ¿Fue por el valor intrínseco que tenemos nosotros que nos amó tanto Dios? ¿Qué virtud o mérito tenía yo? Romanos 3:23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Dios me amo a mí, pecador y puso su Hijo como ofrenda en rescate por mi vida, un pecador. ¿Entiendes la importancia y el valor de la ofrenda? Cada vez que presentes una ofrenda piensa que para Dios es muy importante. En la ley del Antiguo Testamento están establecidas los tipos de ofrenda, para qué es cada ofrenda, etc. Y Dios dijo que el cabrito que se sacrificaría, previamente había que escogerlo y examinarlo porque debía estar limpio, y sin defectos ni manchas.

Uno de los profetas se quejó contra Israel porque el pueblo llevaba para sacrificar ovejas perniquebradas y dijo: “Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos” (Malaquías 1:8). Al Rey hay que presentarle una ofrenda escogida y especial. Había una ofrenda que tenía que ver con los primogénitos de los animales. Siempre había que ofrecerle a Dios el mejor animal. Ese corderito limpio, sano, puro y sin mancha es prototipo de su Primogénito, limpio, puro y sin mancha.

Yo vengo de una iglesia en la que se les enseñaba a las personas a que no ofrendaran los billetes arrugados ni manchados, sino que escogieran el mejor billete para ofrendar a Dios. En esa iglesia había siete reuniones por día, todos los días; y había hermanas que estaban todo el día planchando los billetes, para presentar a Dios ofrendas dignas. Es que la ofrenda, o sea el sacrificio, tiene que ser de olor grato a Dios porque Él no nos dio lo que le sobraba. Dios nos dio lo único que tenía, puro y sin mancha; lo de más valor nos lo dio como precio de rescate por nuestros pecados. Y cuando le pedimos a Dios que quite nuestro pecado como dijo David, tenemos que pensar que no fue nada fácil. Para nosotros es fácil pedirle a Dios que nos perdone, pero para Jesús fue un precio muy alto. Y Dios estaba viendo lo que hacían con su Hijo. Tal vez decía: “Aguanta Hijo. Te estoy dejando solo pero el rescate que vas a lograr con lo que estás haciendo es grande. El precio que estás pagando es por la salvación de la humanidad”.

CONCLUSIÓN

¿Cuál es el lugar más explosivo del planeta Tierra? ¿Cuál es el pedazo de tierra que reclaman, el catolicismo, los musulmanes y judíos? El Monte Moriah, la explanada del templo. En ese lugar se puede dar la tercera guerra mundial. Es el lugar donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac, es el lugar donde David ofreció holocausto, el lugar donde Salomón dedicó la ofrenda más importante, miles de animales para consagrar el templo que había sido edificado allí. A la hora de dar, Abraham dio lo mejor que tenía; a la hora de dar, Dios dio por nosotros lo mejor que tenía. ¿Cuál crees tú que es la mejor ofrenda que le puedes dar a Dios? ¿Qué vas a poner en el altar? ¿Le has dado tu vida a Cristo? Muchos dicen que le dieron su vida y cuando el pastor les dijo algo que no les gustó, se enojaron, se fueron de la iglesia, se levantaron en huelga y no ofrendaron más, aun dejaron de orar. ¡Eso no es darle la vida a Jesús! Lo más valioso que tienes, lo que le debes dar y no le debes negar a Dios es tu propia vida.

Dile: “Señor, yo he pecado y no merezco ni el perdón ni la salvación, y si lo recibo es por tu gran amor y tu misericordia. Tu diste por mi tu vida, pura, limpia y sin mancha. Tu santa vida diste por mí. La mía no vale, pero no tengo otra cosa de valor para darte. Te la doy y no te la niego, Señor. Voy a vivir para ti. Voy a agradecerte por la eternidad. Jesús, tú me libraste del lago de fuego y azufre. Jesús, tú me libraste del poder del pecado y de la muerte. Gracias Padre, por ofrecer la vida de tu Hijo para salvar la nuestra. Gracias te doy en el nombre de Jesús, amén”.

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