¿CREES EN EL HIJO DE DIOS? - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

¿CREES EN EL HIJO DE DIOS?

INTRODUCCIÓN

Leemos en Juan 9:35 acerca de un hombre que había nacido ciego y fue sanado: “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?”

Aquí se refiere a que lo habían expulsado de la sinagoga y ya no podía entrar. La sinagoga era el lugar de la religión judía; el lugar donde se enseñaba la palabra de Dios. Allí, por siglos, se le había enseñado al pueblo de Israel que Dios es uno solo; era la religión monoteísta. Es la de aquellos que creemos en el Dios Todopoderoso, Santo y Eterno; el Dios Altísimo creador del cielo y de la tierra. Expulsarlo de la sinagoga es como que le quitaran el apellido. Los fariseos se habían concertado para que cualquiera que creyese que Jesús era el Mesías fuese expulsado de la sinagoga. Y esto ocurre hasta hoy. Todavía ellos no creen que Jesús es el Mesías.

La llegada de Jesús al mundo partió la historia en dos; y divide también a las personas en los que creen en Jesús y los que lo rechazan. Quiero hacer una comparación entre la fe y la incredulidad. No es que el incrédulo no cree; lo que sucede es que no cree en la verdad o en lo que viene de Dios. Pero tanto la incredulidad como la fe tienen que ver con creencia. Cuando hablamos de la fe verdadera, hablamos de aquellos que han creído que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías; y por haber creído hemos tomado en serio la palabra de Dios y todo lo que el Señor nos enseña. La Biblia dice que a Jesús se le dio un nombre que es sobre todo nombre para que en su nombre se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre. Cuando hablamos de Jesús, se estremece el cielo porque es Él el que lo cambia todo. Él es la luz del mundo.

Cuando hablamos de incredulidad, esto es una especie de ceguera; es una incapacidad adquirida para no creer en la verdad, por lo que quien persiste en incredulidad, persiste en ser enemigo de Dios. El incrédulo no acepta la verdad y la verdad tiene que ver con sanidad, paz, perdón de los pecados y vida eterna. Justamente, la incredulidad es todo aquello que te aleja de la bendición de Dios, de su paz, de su perdón y de la vida eterna.

El pasaje de Juan 9:35 relata acerca de un hombre grande (la Biblia no menciona la edad) que había nacido ciego. Este hombre se encontró con Jesús y el Señor lo sanó; en medio de una gran fiesta, la de los tabernáculos. En el último gran día de la fiesta Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. En ese día, día de reposo, día especial, Jesús se encontró con el hombre ciego y lo sanó; pero lo sanó usando un método poco convencional. Jesús escupió en tierra e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego. El hombre era ciego de nacimiento, nunca vio la luz; entonces fue a lavarse al estanque de Siloé como Jesús le había ordenado y volvió viendo. Cuando los religiosos se enteraron dijeron que Jesús no podía ser de Dios porque sanó en día sábado cuando no se podía hacer ninguna obra. Entonces se enfurecieron contra el hombre y le preguntaron cómo había sido sanado. Él les contó acerca del asunto y los religiosos insistían que Jesús era un pecador, más el hombre les respondió: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”. Y agregó: “Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye”.

En Juan 9:18 en adelante leemos: “Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo: ¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que, si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga”.

Los religiosos insistían en saber cómo lo había sanado y el hombre les respondió: “Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez?” (Juan 9:27) Le preguntaban una y otra vez; eso es incredulidad. Incapacidad de poder ver la luz y de poder creer. El hombre estaba feliz por haber sido sanado. Conclusión, los fariseos se molestaron más con él, lo injuriaron y le dijeron: “Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?” Y al final lo expulsaron. Se enteró Jesús de esto y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” Entonces el hombre le respondió: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?” Estaba dispuesto a creer. Le dijo Jesús: “Pues le has visto, y el que habla contigo, él es”. Y él dijo: “Creo, Señor”; y le adoró”. Dijo Jesús: “Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados” (Juan 9:39).

La facultad de creer en Jesús como el Mesías es algo que otorga Dios a aquel que le busca con todo su corazón.

Vienen tiempos del anticristo; tiempos en el que muchos creerán en él y le obedecerán. El anticristo será uno que se levantará como un falso Mesías. Mesías significa ungido. No sé en cuanto tiempo más Jesús va a dividir el mundo entre los que ven y los que no ven. La ceguera física tiene un paralelo en el mundo espiritual que es la ceguera del alma. Benditos aquellos que un día pudieron decirle a Jesús: “Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Te recibo como mi Señor y mi salvador”. Si has hecho esta oración con todo el corazón y te has aferrado a Jesús serás despreciado, serás despreciada. Se enojarán contigo. No te dejarán hablar de Cristo porque vives en un país laico. Imagínate cuando se instaure el gobierno mundial del anticristo. 

La fe es un don de Dios. Contrario a la fe es la incredulidad que es un don de satanás. Sobre aquellos que no toman en serio a Dios, satanás tiene la facultad para ponerle un velo, para que no vean ni entiendan. No se trata de creer porque uno ve un milagro. Recordemos el pasaje bíblico del rico y Lázaro en Lucas 6 cuando el rico que estaba siendo atormentado en el hades pedía que alguien fuera a hablarle a sus hermanos para que ellos no fueran a ese lugar de tormento donde él estaba, y entonces Abraham le respondió: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31).

La fe te permite ver, y dice la Biblia que la fe viene por el oír, y el oír de la palabra de Dios. Mientras tú escuches la palabra de Dios, el Señor añadirá fe y te dará conocimiento que otros no pueden recibir porque no creen en el nombre de Jesús. El hombre ciego que pudo ver no solo recibió la vista en sus ojos físicos, también recibió vista espiritual. Pudo creer. En cambio, los padres tuvieron miedo de hablar y los fariseos no creyeron pese a todas las evidencias que se les presentaron. Queda claro que el hombre nunca había visto nada porque era ciego de nacimiento. También quedó claro que Jesús no negó el hecho de que Él era el Hijo del Dios viviente. Jesús dijo: “Yo soy el pan que descendió del cielo”. En Juan 6:31 en adelante leemos acerca de los cuestionamientos que la gente le hacía a Jesús diciéndole: “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo…Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que, aunque me habéis visto, no creéis”.

Oro para que permitas que Jesús te abra los ojos y quite toda ceguera que hay ti.

Hay una gran disyuntiva en esta época y es en qué creer. Muchos me han dicho que les gustaría creer, pero se preguntan dónde está la verdad porque hay tantas iglesias y tantos pastores. Digamos que hay muchos argumentos para no creer. Se levantan pastores diciendo de otros pastores que son falsos profetas. Aun dentro de la iglesia hay confusión y oscuridad. El único que te puede permitir ver es Jesús. Él dijo: “Yo soy la luz del mundo”. Algo muy significativo sucedió con el hombre que era ciego; él le dijo a Jesús: “Creo, Señor”; y le adoró. Sabemos por lo que dice la Biblia que nadie puede ser adorado sino solo Dios. La adoración es única y exclusivamente para el Dios del cielo. Conocemos que han descendido ángeles que han hablado con siervos de Dios; ángeles majestuosos que vinieron en representación de Dios y hablaron de parte suya, y que tienen gran poder. Algunos han caído de rodillas ante esos ángeles, pero ellos les dijeron que no los adoraran porque eran consiervos y estaban al servicio de Dios. Entonces, ni los ángeles deben ser adorados; tampoco los arcángeles ni los querubines deben ser adorados. El único digno de adoración es Dios. Ya no digas que adoras a alguien, ni digas de alguien que es divino. ¡Divino solo es Dios y solo Él merece la adoración! ¿Por qué hay corrientes judías que consideran que Jesús es un impostor o un falso profeta? Porque se dejó adorar. El Hijo de Dios es Dios mismo. El Espíritu de Dios es Dios. El Padre es Dios. Tu puedes adorar al Espíritu Santo, puedes adorar a Cristo. El Señor podría haber dicho que era de carne y hueso y no hubiera permitido que le adoren; pero el ciego lo adoró. Más Jesús no se enojó, sino que dijo: “Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados”. En algún momento la gente se encuentra con Jesús y debe tomar la decisión de elegir quién es Él. A un ex presidente de Uruguay que había ido a visitarnos a Beraca cuando realizamos un bautismo de más de mil personas le pregunté si creía en Jesús y me dijo que si creía; pero fui más allá y le pregunté si él creía que Jesús es el Hijo de Dios, a lo que me respondió: “No, yo creo que fue un gran hombre, nada más”.

CONCLUSIÓN

Pídele a Dios que te de la capacidad de ver y entender quién es Jesús. En su mano se sustenta toda la creación y por Él fueron hechas todas las cosas. Juan escribió que en el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios y estaba con Dios. Este es un concepto difícil de entender, pero la fe no es una cuestión de la razón; se trata de que si tienes luz o no tienes luz. Un ateo busca argumentos para creer que Dios no existe porque está convencido por causa de sus argumentos y de los elementos de juicios que esgrime. Pero en realidad está creyendo que Dios no existe; no es que lo ha demostrado. Y cuando dices que crees en Jesús tampoco tienes argumentos racionales para creer que Él es el Hijo del Dios viviente, el Mesías enviado por Dios al mundo porque no sirven ninguno de los elementos. Simplemente se necesita luz. Si Jesús toca tus ojos tú vas a ver que Él es el Mesías. El mundo está cada vez más convulsionado; se está confrontando el mundo contra el mundo, y nosotros nos proponemos predicar a Jesucristo el Hijo del Dios viviente al mundo. Oro que Dios unja tus ojos para que puedas tomarlo en serio y creas en Él al punto de declarar que Él es tu Señor.

El lugar más importante de enseñanza de la religión monoteísta del Dios del cielo era la sinagoga. Era el lugar más seguro para aprender la palabra de Dios. Más si en la sinagoga rechazan a Cristo, esta será rechazada por Cristo. A partir de que Cristo alumbra tus ojos tu comienzas a rechazar esas cosas que van contra tu vida espiritual. Cuando llega Cristo, no solo entra la fe que te salva y que trae perdón a tu vida, sino que llega también la luz que te permite ver la diferencia entre el bien y el mal. Quien camina con Dios discierne la diferencia entre las tinieblas y la luz; sabe si algo es de Dios o no. La fe te permite ver correctamente más la incredulidad te ciega la vista.

No confíes en ninguna religión porque ninguna tiene amor para amarte ni poder para transformarte. Solo te ata a preceptos y normas. Lígate a Jesús porque Él es Ungido. No hay santo que pueda hacer lo que Jesús puede hacer por ti. Haz del Señor el centro de tu existencia. Hay miembros de iglesias que están enamorados del pastor que tienen, pero se muere el pastor y se les viene abajo el mundo. He visto iglesias fracasar porque se han centrado en la figura del pastor. No dependas de ningún pastor. Oro a Dios que Él mantenga firme el ministerio aun cuando yo ya no esté. Que Él siga siendo el centro de tu vida y el motivo de tu adoración. Oro que lo llegues a conocer al punto de que tu admiración por Él sea más grande que cualquier cosa en el mundo. Sé libre de toda incredulidad y ceguera. Que el Señor te de luz y abra tus ojos para que puedas caminar en este nuevo año de su mano. Hay personas que si se les muere un ser querido ya no quieren vivir más porque su vida era ese ser amado. Yo te digo que la vida es Cristo. Él es tu gozo, tu paz y tu fuerza. Depende de Cristo en cada momento de tu día. Muchas cosas sucederán a lo largo del año que sacudirán al mundo; pero hay algo inamovible y es que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Ungido, el enviado del Padre para salvar a la humanidad. No se trata de que, si tienes a Cristo, sino que Él te tenga a ti. Si Jesús es tu Señor, Él te tiene a ti.

Repite esta oración y dile al Señor: “Padre, he venido a pedirte que me tomes, quiero ser tuyo. Haz de mí un instrumento de tu reino. Perdóname y límpiame de mis pecados. Yo te tomo como mi Señor. Abre mis ojos, alumbra mi entendimiento, alumbra mi camino; te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.  

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