ADORACIÓN: UN ESTILO DE VIDA - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

ADORACIÓN: UN ESTILO DE VIDA

INTRODUCCIÓN

Muchas personas no saben bien qué es la adoración; algunos creen que la adoración es una música suave, pero en realidad la adoración es la expresión de la vida de alguien que ama a Dios. Es la exteriorización de una vida que tiene comunión con Dios y lo ama.

A veces parece que tenemos un momento dedicado a la adoración en el culto, cuando en realidad la adoración debiera ser todo el culto, debiera ser antes y después también. Repito, la adoración es la expresión de una persona que conoce a Dios, que sabe quién es su Dios y le da gloria por el conocimiento que tiene de parte de Él, o sea, la revelación que Dios le da. Dios me habla y me hace ver cosas que yo no entiendo; Él tiene misericordia de mí cuando peco y se acuerda de mí cuando estoy en una situación de tristeza, angustia, afán o ansiedad. Es Dios quien me sustenta y un sinfín de cosas más, que cuando se hacen realidad en mi vida, en mi corazón, yo comienzo a ver esa grandeza, esa paternidad, esa preocupación de Dios por mí, que dio a su Hijo por mí, y empiezo a ver todo lo que es para mí y que Él no duerme y vela por mis sueños mientras yo duermo. El salmista decía: “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Salmos 121:3 y 4). Yo puedo dormir tranquilo porque el que me guarda vela por mí. Y eso produce en mí un enamoramiento y una revelación que me lleva a tener una vida de adoración y de gratitud a Dios. Entonces vivo para reconocer al Dios que he conocido. Y si no lo conozco bien, ¿qué voy a adorar? Haré lo opuesto como enojarme y quejarme; pensaré que Él no se acuerda de mí ni ve lo que me pasa.

Cuando yo sé que Dios me ve, me escucha y está conmigo tengo razones en todas las circunstancias para darle gloria a Él. Cuando sé que ninguna cosa me hará daño porque a los que a Dios aman, todas las cosas ayudan a bien, entonces le doy gloria a Dios. ¡No tengo otro motivo para vivir que no sea darle gloria a Dios! Y de esto se trata la adoración. No se trata de un momento del culto de cantar canciones lentas sino de una vida de reconocimiento. Y eso es lo que necesitamos profundizar. Porque si yo no veo a Dios obrar en mi favor en cualquier situación, entonces no tengo ganas de adorar; pero si yo veo continuamente que Él está obrando a mi favor, eso produce en mí, gratitud y adoración.

LA ADORACIÓN DEL REY DAVID

A propósito de esto, quiero referirme a rey David. Leemos en el Salmos 139:1-6: “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender”.

He llegado a entender que me rodeaste por delante y por detrás, no hay nada que se te pase desapercibido; he llegado a entender que aun cuando no he pronunciado palabra, tú ya sabes lo que iba a decir. Tú has conocido mis pensamientos antes de que yo los piense. Me ha dado cuenta que eres demasiado grande. ¿Y este conocimiento de dónde viene? ¿Cómo puede demostrar el salmista David que esto es realmente como lo ha escrito? ¡No puede! Lo sabe porque ha tenido un encuentro continuo con Dios y cuando alguien tiene un encuentro continuo con Dios, alcanza a entender lo que no comprendía, alcanza a ver lo que no veía y comienza a vivir cosas increíbles. Uno entra en una dimensión de relación con ese ser maravilloso que es nuestro Creador y a su vez nuestro Salvador, y a su vez es nuestro Padre.

Y cuando comenzamos a dimensionar quién es Dios, decimos como David: “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí”. ¡De ahí surge la adoración! Entonces declaramos: “¡Qué grande eres Dios! ¡Qué bueno y misericordioso eres! Cuando no veo y no entiendo no tengo motivos para adorar; pero cuando veo y entiendo me doy cuenta que Dios es demasiado maravilloso como para no adorarlo.

Y leemos otras cosas que ha escrito David en el Salmos 139:7-17: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien…Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!”

En aquel entonces no se conocía lo que hoy se conoce en la ciencia. David no sabía lo que es el ADN, pero sabía que había un libro donde estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. El ADN es un libro; contiene información genética de cada ser humano y el ARN transporta la información genética del ADN para la síntesis de las proteínas necesarias. Es decir, el ARN copia la información de cada gen del ADN y, luego pasa al citoplasma, donde se une al ribosoma para dirigir la síntesis proteica, cuando se forman las proteínas a partir de los aminoácidos. Digamos que el ARN hace una copia que saca del libro ADN y crea algo igual a lo que está en el librito, y ese librito está repetido en cada una de nuestras células. Ahí está toda nuestra información como el cabello, la nariz, las orejas, los ojos, etc. ¡Todo está escrito!

¿Cómo lo sabía David si no había estudiado medicina? Es que de tanto estar con Dios, fue impregnado de Él y de su conocimiento. Y David llegó a decir: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien” (Salmo 119:14).David era un adorador por excelencia. Tenía muchas cualidades y dice la Biblia que nunca perdió una sola batalla. Era un gran guerrero. Así que podría haber pasado a la historia como el gran guerrero de Israel, y fue el rey más grande de Israel, un estadista; un hombre que tenía que manejar la economía del reino, a los representantes de su reino en otras tierras y administrar la nación. Podría haber pasado a la historia como el gran estadista, pero se le conoce como el “el dulce cantor de Israel” porque era un hombre que vivía encantado de Dios. La obra que ha hecho Dios lo dejó encantado y maravillado. La relación que había entre David y Dios era más profunda que cualquier otra relación. Él iba a todos lados con Dios; invocaba a Dios antes de ir a la guerra y sabía que Dios iría con él a la batalla. Cuando volvía de la guerra, declaraba: “Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino; quien adiestra mis manos para la batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce” (Salmos 18: 31,32 y 34).

Cualquiera fuera la circunstancia, David era un adorador. Estaba parado frente a Goliat y le dijo: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel” (1ª Samuel 7:46 y 46). David buscaba a Dios, caminaba con Dios y en todas sus circunstancias estaba presente Dios. No había cosa, acerca de la cual David no hacía una canción. Todos los salmos son canciones. Cuando tenía que enfrentar un ejército David inventaba una canción, como, por ejemplo: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmos 27:3). Cuando enfrentaba la muerte surgía otra canción como: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:4). Si salía a ver las estrellas, era inspirado por la obra de Dios y surgía una canción. David veía la mano de Dios en cualquier aspecto y todo le despertaba admiración por Dios y lo llevaba a adorarlo.

Veamos lo que dice en el Salmo 8:1-4: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; de la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” Cuando miraba el cielo, quedaba maravillado y adoraba a Dios; cuando miraba a los niños también. Mirara lo que mirara, veía la mano de Dios. Cuando pensaba en algo que no se veía como señala el Salmo 139:13-14: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien”. David era un hombre que vivía maravillado de Dios. Era un gran rey y no descuidaba el reino, era un gran guerrero y se adiestraba para la guerra; pero su máximo motivo de adoración y admiración era Dios.

Un adorador es una persona que se acerca a Dios y descubre quién es Él y qué es lo que hace. Y lo que Él es me maravilla, y lo que Él hace me maravilla; yo lo exalto y le doy toda gloria y honor. Si no adoras a Dios es porque no lo has conocido, porque quien lo conoce queda deslumbrado.

Cuando pasa una linda chica los muchachos exclaman: “¡Diosa! ¡Mamita!” ¡Si conocieras bien a Dios serías un perfecto adorador! Un adorador es alguien que logra expresar la grandeza que conoce de Dios, las obras que sabe que son de Dios, la misericordia y el amor que conoce de Dios. Porque de oídas no se puede. Si adoras solamente porque te gusta la musiquita que escuchas, a ti sólo te gusta la música, pero no te gusta Dios. Tiene que ser Dios el centro de tu adoración. No necesitas una buena música para adorarlo, necesitas un buen corazón aferrado a Dios; y la adoración saldrá sola, con música o sin música. Adorar es una acción que tiene que ver con postrarse y servir. Por eso, siempre en la adoración hay postración y hay un ofrecimiento.

En la Biblia queda bien claro que el único que debe ser adorado es Dios, que nadie ni nada es como Dios. Nada es tan grande ni tan maravilloso como Dios. Nadie es tan poderoso como lo es nuestro Dios. Fácilmente alabamos una gran obra, un gran avión, un gran paisaje, etc. Pero nosotros no adoramos paisajes; adoramos al Dios que creó el paisaje. Tenemos nietos hermosos, pero no adoramos a esos nietos, sino que adoramos al Dios que creó a ese nietito. Muchas veces confundimos quién es la divinidad y le decimos al nietito que es divino, pero divino no es nadie sino solamente Dios. ¡Que no se te escape decir que algo o alguien es divino! La gente dice: “¡Qué paisaje más divino!” ¡No! ¡El que hizo el paisaje es divino!

De la adoración surge la revelación y el conocimiento. El conocimiento que tenía David no era de ninguna de las ciencias; David tenía conocimiento de parte de Dios y decía: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:3-4). Y entonces surge ese sentir de mi pequeñez y de la grandeza de Dios. ¡Señor, qué poca cosa soy, sin embargo, me has tenido en cuenta!

La adoración incluye humillación; el término adorar sugiere postrarse. Los magos de oriente, cuando llegaron a adorar a Jesús, el Rey que había nacido, se postraron delante de Él. En aquel entonces, los reyes eran adorados ya que eran considerados divinidades y la gente se postraba ante un rey. ¿Qué significaba eso? Cuando un rey conquistaba a otro, se hacía una gran ceremonia y le traían al rey conquistado, a quien hacían postrar delante del rey vencedor. Eso significaba humillación. Es decir: “Te reconozco como Señor de mi vida y de mi nación. Reconozco que tienes poder y autoridad sobre todo lo que yo poseía. Ahora tú eres el que reina”. Estar postrado delante del otro rey significaba reconocer: “Todo lo que tengo es tuyo, nada es mío y estoy a tu servicio”. La Biblia enseña que esto hay que hacerlo sólo delante de Dios. Ningún rey es dios. Nadie es divino, sólo Dios. Cuando el diablo tentando a Jesús, le ofrecía todos los reinos de la tierra con la condición de que postrado le adorase, Jesús le respondió: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10).

A nosotros como iglesia de Jesucristo nos hace falta adorar más a Dios. A veces estamos tan distraídos que no nos enfocamos en la grandeza de Dios. Yo te pregunto, ¿en qué momento habría que enfocarse en la grandeza de Dios? ¡En todo momento! Y si en todo momento yo puedo ver la mano de Dios y reconocer la grandeza de Dios, mi corazón se transforma en un corazón adorador.

La adoración tiene dos elementos fundamentales: reconocimiento y servicio; estoy a tu disposición, soy tu siervo. Antes era rey de mí mismo, de mi casa, de mis cosas; pero ahora tú eres Rey Señor. Y pedimos como nos enseñó Jesús: “Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Señor, no lo hago porque me has ganado una guerra; lo hago porque he entendido quién eres tú. ¿Notas la diferencia?

En el Antiguo Testamento había un concepto que era el de ser esclavo por decisión. Cuando alguien estaba en condiciones de ser liberado, ese esclavo podía decir que se quería quedar con su patrón porque lo amaba y le ha ido bien con él. Y en el caso de ese esclavo que tenía posibilidades legales de ser libre, pero decide que se quiere quedar con su amo, se hacía una ceremonia con testigos y se le horadaba la oreja, se le hacía una marca que significaba que ese hombre amaba a su amo y le ha ido bien con él. Yo soy siervo de Dios por amor, porque me ha conquistado quién es Él. Con Él me ha ido bien, por lo tanto yo me he transformado en su admirador. ¡Soy su fan! El día que entendamos quién es Dios, vamos a dejar de ser fans de determinados estilos musicales, porque algunos quieren adorar solo con rock y otros con cumbia; pero eso es lo que nos gusta a nosotros. El día que te vuelvas fan de Dios no te va a importar con qué. ¡Con todo nuestro ser vamos a adorar a Dios!

Y ese día la gloria de Dios será vista en nuestras vidas, porque la adoración, que es la máxima expresión de amor, produce intimidad con Dios, y la intimidad con Dios produce revelación y conocimiento de Dios. Él no le abre el corazón a cualquiera sino a quienes le aman. ¿Quién conoce el corazón de Dios? ¡El que le ama! A quien no le ama, Dios no le muestra su corazón. ¡Entiéndelo de una vez por todas! No es tu inteligencia ni tu sabiduría, no es tu conocimiento bíblico; es tu corazón abierto a Dios que hace que su corazón se abra para ti, y ahí viene revelación y conocimiento. Es en ese momento que te vuelves terco y dices: “Yo sé” ¿Pero por qué sabes? “No sé, pero sé porque Dios me lo reveló”. Se hizo luz de parte de Dios de algo que no entendías. ¿Cómo iba a entender David que había un libro donde estaban escritas todas las cosas? ¿Cómo iba a saber si no fuera porque Dios se lo reveló?

LA ADORACIÓN DE JOB

¡Yo quiero ser un adorador! Quiero tener un motivo de adoración en cada circunstancia que ocurra en mi vida. Quien sabe quién es Dios no hay circunstancias en las que no pueda adorar. Me viene a la mente Job. Sucedió una serie de circunstancias en las que Job no entendía nada ni sabía por qué, cosas que él no esperaba. Y era que sus siete hijos y sus tres hijas murieron. También Job era un hombre muy rico; señala la Biblia que su hacienda era de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales. Y también perdió todos sus bienes. ¡Perdió todo! Le sucedió a Job una calamidad repentina, pero él era un hombre que estaba acostumbrado a tener trato con Dios. Leemos en Job 1:20: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró”. El momento de calamidad y de muerte, también es momento de adorar. Tú no sabes qué hará Dios con tus circunstancias, pero sabes que Él bueno, sabes que es justo y maravilloso, entonces, tú puedes adorar, aunque no entiendas. ¿Qué pasó con Job? Que Dios estaba por darle una gran lección a la humanidad por miles de años por medio de la experiencia de Job. Eso no lo sabía Job, pero podía adorar.

El libro de Job ha servido de ayuda y de consuelo a millones de personas por miles de años. Dios tenía un proyecto muy grande a través del sufrimiento de Job. Él no entendía por qué Dios estaba permitiendo que viviera esa calamidad, pero dice la Biblia que rasgó su ropa, se rasuró la cabeza, se postró y adoró a Dios. O era un necio o era un tremendo conocedor de las maravillas de Dios, por lo que dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Y continúa diciendo la escritura: “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). ¡Eso es un adorador! ¡En mi vida veré la gloria de Dios! ¡En mi enfermedad veré la gloria de Dios! ¡En mi crisis económica veré la gloria de Dios! ¡Sé quién es Dios y sé que Él tiene propósitos eternos! ¡Yo no entiendo, pero sé quién es mi Dios!

Hace no mucho me llamó una joven, líder de la iglesia, pidiéndome que orara por su sobrino de tres meses que entró en estado de coma. Iban pasando los días y me decía que orara porque no avanzaba. Un día me sorprende con la noticia de que su sobrinito murió. Ella me dijo: “No entiendo por qué apóstol, pero sé que Dios tiene un propósito”. Pasados unos días me llamó y me dijo: “Pastor, la familia de mi papá no se hablaba con la familia de mi mamá por veintitrés años. Mi madre y su compañero no quisieron relacionarse nunca con mi padre y su compañera. ¡Todos peleados! Pero el día del velorio se juntaron los que hacían años que no se hablaban. Estaban todos desconsolados, pero comenzaron a abrazarse y a pedirse perdón”. Ninguno asistía a la iglesia y le dijeron a la joven que iban a ir a su iglesia y querían saber de Dios. ¡Dios no da puntada sin hilo! A veces no entendemos lo que Dios hace, como una niña que estaba mirando a su abuela bordar desde el suelo, entonces le dice: “¡Que feo lo que estás haciendo abuela!” La abuela la levanta, la pone en su falda y le muestra el bordado que estaba haciendo, pero desde arriba. “¡Qué lindo abuelita!” exclamó la nieta. No sirve mirar de abajo, el adorador siempre mira de arriba, siempre ve las maravillas, siempre ve la obra perfecta de Dios. El adorador siempre ve el amor y la justicia de Dios.

Jesús dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23 y 24). Los que adoran son los únicos que pueden ver y contemplar la grandeza de Dios. Los que adoran ven la perfección de Dios.

CONCLUSIÓN

Necesitamos transformarnos en una iglesia de adoradores. Tenemos que adorar, no de la boca para afuera; tenemos que adorar de corazón. Tenemos que conocer y honrar a Dios. Debemos pedirle perdón a Dios porque realmente no lo hemos conocido ya que no le adoramos y sólo nos quejamos. En un momento Job comenzó a quejarse por lo que estaba viviendo. Las heridas eran profundas, el dolor iba en aumento, entonces se le apareció Dios y le hizo unas preguntas a ver si Job era capaz de contestar, pero no pudo. Al final, arrepentido, Job le dijo a Dios: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:2 al 5).  

Señor amado, quiero contemplar tu hermosura y tu santidad. Llévame a las alturas y dame tu conocimiento, Señor. ¡Te necesito tanto y no me había dado cuenta! Me convertí en una persona amargada, quejosa, apesadumbrada. Perdí la visión y no veía la salida; no veía que tú eres Dios Todopoderoso y abres puertas cuando pensaba que ya no había solución. Padre, enséñame quién eres tú, enséñame la perfección de tus caminos. Quiero adorarte, Dios. Hoy vengo delante de tu presencia, Señor con deseos de glorificarte y honrarte, y no sé cómo. Pero me acerco a ti, Dios y bendigo tu santo nombre. Tú eres nuestro Dios, nuestro creador, nuestro sanador, nuestro sustentador. ¡Señor eres maravilloso! ¡Maravillosa son tus obras! Te adoro y te exalto en esta hora. Reconocemos que hemos pecado por no adorarte, por no conocerte; más hoy bendecimos tu nombre Dios, en el nombre poderoso de Jesús, amén. 

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