DIOS HABITA CON EL HUMILDE - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

DIOS HABITA CON EL HUMILDE

INTRODUCCIÓN

Según el diccionario, la soberbia es un sentimiento de superioridad, y sus sinónimos son la altivez, la arrogancia y la altanería. Esto significa que una persona que tiene soberbia se considera que está por encima del resto. Digamos que “se las cree”. En la jerga se define a esta clase de personas como: “cogotudos”, “agrandados”, arrogantes, altaneros o altivos; o sea que esta persona se pone en alto, no porque sea alta de estatura sino porque ha bajado a los demás. Una persona altiva considera que los otros saben menos o son menos que ella y no se van a dejar enseñar por alguien que es menos.

El altanero o soberbio no está para aprender sino para enseñar, y no está para escuchar. Sabe más que tú en todo; corte y confección, herrería, carpintería, ciencias exactas, y de los cohetes a la luna. Cuando hablas con esa clase de persona, te interrumpen para dar su opinión ya que saben más que tú y te quieren enseñar, y tú tienes que quedarte callado. Esto es malo porque las personas soberbias son dominadas por este sentimiento. No es que ellos dominan el sentimiento, sino que ese sentimiento los domina a ellos; sentimiento o sensación de superioridad que los hace creer que son más que los demás. Las personas soberbias se creen más justas, sabias e inteligentes y no se dan cuenta que se hacen daño porque lo que produce la soberbia es ceguera intelectual y espiritual. La soberbia es como una catarata que te va quitando la capacidad de ver las cosas. Hay mucho que aprender, pero los soberbios nada quieren aprender; ellos viven para exponer sus conocimientos y para enseñar. El problema es que los soberbios no se dan cuenta que no sólo se sienten superiores a los demás, también se sienten más altos que Dios.

En la iglesia, como fuera de ella, hay gente soberbia. Se supone que en la iglesia no debiera haber personas soberbias, pero las hay. ¿En qué notamos que son soberbias? En lo que ya he mencionado antes, entre otras cosas. Yo te pregunto: ¿Alguna vez te has enojado con Dios por algo que no hizo o por algo que pasó? Seguramente porque no hizo lo que querías; es que Dios tendría que haberte obedecido. ¡Dios tendría que haber hecho las cosas como las habías pensado tú!

EL CAMINO DE LA SOBERBIA

Una mujer me dijo que hacía años que estaba enojada con Dios y le pregunté cómo le había ido; ella me respondió que no le había ido nada bien. ¿Cómo le va a ir? Personalmente aprendí que no vale la pena y no sirve de nada enojarse con Dios. ¿Cuál es la condición de alguien que se enojó con Dios? Es alguien que se cree más justo que Dios. Entonces surgen comentarios como: “Esto es muy injusto, yo no me merezco esto” o “¿Por qué Dios permite que me suceda esto?” ¿Por qué Dios ha permitido tal o cual cosa en tu vida? Yo te voy a responder: ¡Porque se le dio la gana! ¿Quién le va a discutir a Dios lo que Él permite? ¿Acaso tú? Así que, sin darnos cuenta somos soberbios contra Dios. Nos levantamos contra Dios porque pensamos diferente a Él, y no está mal pensar distinto que Dios, sólo que los humildes reconocen que lo que ellos piensan es mucho más inferior a lo que Dios piensa. Pero los soberbios piensan que Dios ha actuado mal. Habría que sacar a Dios de su trono y sentarte a ti en el lugar de juez porque tú crees que Dios ha obrado injustamente.

¡Pero Dios es soberano! Si a Él se le ocurre hacer algo distinto a eso que tú crees que sería justo, ¿dejará Dios de ser justo por hacer algo que has considerado que es injusto? Dios no deja de ser Dios porque tú piensas que hizo lo contrario a lo que tú esperabas. La Biblia señala que Dios es justo y ama la justicia. Si Dios permitió algo, Él es Dios justo y si lo permitió está dentro de su justicia. “Sí, pero yo no entiendo”. ¡Qué importa que no entiendas! No tienes que entender todo lo que Dios hace. A Dios no hay que entenderlo; a Dios hay que amarlo y obedecerlo. Quien le cree a Dios, le obedece. Nosotros debemos estar en una condición de humildad tal que reconozcamos que necesitamos que Dios nos revele las cosas y nos haga luz. ¿Y si no nos ilumina acerca de algo, a quién te vas a quejar? ¿Tienes a quien quejarte mejor que Dios, que sea más poderoso, más bueno y más justo? ¡No existe! Yo he decidido ser amigo de Dios. He decidido creerle a Él, y aunque haga cosas que no entiendo, es más justo que yo, por lo tanto, no puedo sentarme en el sillón de juez y ponerlo a Dios en el banquito de los acusados. Eso es ser soberbio.

El soberbio no sólo piensa diferente a Dios, sino que también piensa contra Dios. Y esto es muy serio, porque cualquiera que piensa contra Dios, obra contra Dios y el Señor no va a permitir que nadie le pase por encima, porque Él es Soberano, creador del cielo y de la tierra y de todo lo que existe. Entonces, el soberbio es resistido por Dios; es enemigo de Dios. Cuando tú te quejas de que no puedes hacer lo que quieres y salirte con la tuya, te llenas de soberbia.

Como dije, la soberbia produce una ceguera espiritual que me lleva a ver cosas que no son. Si yo pienso que Dios ha hecho las cosas mal, aunque no entienda nada, tengo que arrepentirme. Tengo que ir delante de Dios y decirle: “Señor perdóname, yo no entiendo. Me parece que tú has hecho las cosas mal, pero sé que nada haces mal. Sé que eres justo, bueno y santo. Tú no dejarás de ser como eres porque yo piense mal de ti”.

Un día se coló la soberbia en el mundo, ese fue el día en que Eva habló con la serpiente que es satanás, quien le dijo: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Aquí hay un juego de palabras y es que satanás siempre va a usar el engaño; Dios jamás te va a engañar ni a mentir. Satanás no conoce la verdad, no sabe el poder que hay en la verdad y en él sólo hay mentira. Así que el reino de las tinieblas lo ha edificado con oscuridad; haciendo pasar la luz por tinieblas y las tinieblas por luz.

Leemos en Génesis 3: 1 al 5: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.

Ya Eva había prestado oídos a la serpiente y se puso a dialogar con ella. Vienen a tu vida, en cualquier momento del día, cuestionamientos como, por ejemplo: “Así que tu Dios es bueno. ¿Y si es tan bueno por qué permitió que te sucediera eso?” Si tú permites que esos pensamientos sigan habitando en tu mente, estás permitiendo que la soberbia se apodere de ti y que entren cuestionamientos contra Dios, y esto es lo que piensan las personas soberbias que se creen más que Dios.

La serpiente, usando el engaño le dijo a Eva: “…sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Y a continuación, vemos la actitud de Eva ante las declaraciones de satanás: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.

Eva deseó lo que Dios le había prohibido. Hoy en día, desear el mal es libertad y si encuentran oposición señalan que Dios es opresor y la religión también. Dios conoce el bien y el mal y quiere que elijas el camino del bien para que vivas y no sufras. El día en que Eva hizo caso a los engaños de satanás, entró la soberbia en el mundo. Se dice que Adán desobedeció a Dios y el pecado fue la desobediencia; y la verdad es que antes de la desobediencia fue la soberbia. La soberbia fue el primer pecado, el que llevó al resto de todos los pecados. Cuando Eva se creyó la mentira de satanás de que Dios la había engañado, se permitió la libertad de obrar en contra de Dios, y maldijo su vida y su descendencia. O sea que desobedeció después de haber creído que era más que Dios.

“…sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Esta es la oferta: seréis como Dios. ¿En qué consiste ser como Dios? Ser como Dios es hacer lo que yo quiero. No lo necesito a Dios. Frases muy usadas aun dentro de la iglesia: “Tú decides lo que está bien y lo que está mal” “Tú eres capaz”, “confía en ti mismo”, “tú puedes”, “lo que te propongas lo vas a lograr”. Esas ideas agrandan al ser humano. Lamentablemente la laicidad se ha creído que el hombre puede gobernar sin Dios. José Mujica, ex presidente de Uruguay, dijo: “Yo no creo que tenga nada que ver Dios con el gobierno humano”. Tengo una noticia para ti: Dios tiene que ver con todo lo que Él ha creado, es dueño y Señor de todo lo que ha creado. ¿Qué no tiene que ver Dios contigo o con el gobierno humano? ¿No tiene que ver Dios con la sociedad cuando Él estableció normas para que la vida familiar y social sean buenas?

El hombre decidió gobernarse solo, sin Dios. Esto también sucede en la iglesia, lo que llevó al surgimiento del evangelio de la soberbia, y lo que conocemos hoy en día como autoayuda. Autoayuda significa, hazlo tú mismo, decide tú mismo, haz lo que se te venga en gana, tú puedes, confía en ti mismo. Y estas cosas se predican desde los pulpitos, como: “Tú puedes lograr todo lo que te propones”. En las librerías evangélicas hay sectores con un cartel grande que dice: “Libros de autoayuda”. ¿Cuáles son los libros que más se venden en las librerías cristianas? No son de doctrina, ni de teología y menos de historia del cristianismo; son los de autoayuda. Autores cristianos, que para no exacerbar al mundo secular y que los incrédulos los puedan leer, omiten poner versículos bíblicos. Otras veces utilizan algún principio bíblico, pero no le dan la honra a Dios y tampoco mencionan que fue extraído de la palabra de Dios. Entonces, deshonran y pisotean la palabra de Dios. Entra la soberbia en la iglesia y se confunde la verdad de Dios con la mentira de satanás.

Jesús dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23); pero también dijo: “Tened fe en Dios” (Marcos 11:22). No es vivir independientemente de Dios; lo que se enseñó en el Edén fue independencia de Dios, y autoayuda es independencia de Dios. Tienes que guardar tu corazón, por eso necesitas orar más y leer más la Biblia; necesitas ser más humilde y amar a Dios. Tú te sientes capaz de hacer las cosas por ti mismo o por ti misma, entonces ves con desprecio al pastor, señalando que es un hombre y tiene muchos defectos. ¡Chocolate por la noticia! Entérate que Dios ha puesto a los pastores en la iglesia para edificarla. “Sí, ¿pero con tantos defectos?” ¿Vas a cuestionar a Dios por el pastor que levantó? ¿Tú crees que lo levantó por perfecto y por santo? Dios conoce los defectos de tu pastor y de los líderes, más que lo que ellos mismos se conocen. ¿Puede hacer Dios algo bueno con alguien malo? ¡Sí! Mi pastor decía: “Dios puede dar un gran golpe con una vara torcida”. Dios usa hasta los demonios porque Él es Dios. Dios usa a satanás que te quiere esclavizar, que te tienta (Dios no te tienta) para transformar la tentación en una prueba que demuestre que tienes fibra de Dios. Así que satanás se empeña en hacerte daño, pero Dios está fortaleciendo tu fe y como dice la Biblia, tu fe sale purificada de esas pruebas, sale más pura que el oro fino.

¿Qué no podrá usar Dios? Las víboras tienen veneno, pero ese mismo veneno también cura. ¿Qué es lo que Dios no puede hacer? La Biblia dice que para Él todas las cosas le son posibles. Tu confianza en Dios debe ser total. Tienes que dejar de lado la idea de que tú lo puedes decidir solo, que no te lo venga a decir el pastor porque ya lo conoces. Tienes que dejar la idea esa de que a ti nadie te tiene que decir lo que hacer.

Yo he ido a la iglesia desde el vientre de mi madre, así que, desde que tengo uso de razón conozco la Biblia. Desde chico comencé a leerla y conocía mucho de Biblia; pero aun el conocimiento bíblico te puede envanecer. A los veinte años de edad era maestro de escuela dominical y Marta, mi esposa, fue una de mis alumnas. Mis clases eran muy lindas, los alumnos querían venir conmigo y no con los otros maestros y yo me sentía orgulloso. Pero cuando Dios decidió tratar con mi soberbia, me hizo entender que lo que yo había enseñado era vanidad; que había usado su palabra con soberbia y orgullo. Me reprendió Dios por medio de un versículo bíblico que dice: “…no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1). En ese tiempo Dios me quebrantó y comencé a entender que ni siquiera podía usar la Biblia así nomás. Yo no podía usar la Biblia para justificar mis decisiones.

Algunos, queriendo recibir una palabra de parte de Dios usan la dedomancia, mueven su dedo sobre la Biblia hasta que se detienen en una parte, entonces le sale: “Y él la amó”. “Viste, es Juancito. ¡Dios me habló!” Tú tienes que hablar la palabra que Dios te ha dado, no la que tú crees que te dio. Tu dependencia de Dios tiene que ser total y absoluta. Algunos cristianos sufren mucho porque han tomado decisiones independientemente, fuera de la voluntad de Dios. Sin amor a Dios, sin palabra revelada por Dios, y sin visión de Dios no hay autoayuda que valga. La autoayuda es el esfuerzo humano de auto superarse independientemente de la voluntad de Dios. La oferta de hoy es: No necesitas a Dios. Tú puedes ser como Dios decidiendo por ti mismo lo que está bien y lo que está mal.

EL CAMINO DE LA HUMILDAD

También quiero hablarte de la virtud de la humildad. La humildad se contrapone a la soberbia y Dios busca personas humildes. Según el diccionario, la humildad es una virtud que consiste en el conocimiento de nuestras propias limitaciones y debilidades; y es la virtud de obrar en función de ese conocimiento. A las personas que se llenan de soberbia se les endurece el corazón; son gente que se ofenden fácilmente y se alejan de la iglesia. No le gustó la cara de uno, no le gustó lo que dijo el otro. Dejan de asistir a la iglesia, dejan de orar y se enfrían perdiendo el fuego espiritual, y cuando quieren acordar están lejos de Dios. ¿Por qué? Porque la soberbia te aleja de Dios, en cambio la humildad te acerca a Él. La humildad es un gran imán que atrae a Dios.

Leemos en Isaías 57:15: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”. ¿Quién tiene suficiente santidad para acercarse a Dios? ¡Nadie! ¿Quién tiene alguna virtud o capacidad para acercarse a Dios y ser recibidos por Él? ¡Nadie! Mas Dios dijo: “Yo habito en la altura y la santidad”. No es que tú vas a ir a arriba, sino que Él baja. El Señor habita con el quebrantado y humilde de espíritu. No hay virtud alguna en ti que te dé suficiente crédito, puntaje o millas para poder estar cerca de Dios; pero hay una actitud que hace que Dios esté cerca de ti y es la humildad.

Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu. ¿Para qué? Para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. El espíritu de los soberbios no será vivificado; el espíritu de los humildes y el corazón de los quebrantados serán vivificados. El talón de Aquiles o la debilidad de Dios son los humildes y los quebrantados.

Quiero decirte que si estás quebrantado o quebrantada esta es la señal más poderosa de que Dios está cerca de ti. Y tú que crees que Él no se acuerda de ti y no escucha tu oración. Yo te digo que Dios ve tus lágrimas y le conmueve. Yo te digo que los quebrantados brillan en medio de la oscuridad y Dios los detecta de una manera especial. Dios habita con los quebrantados y los humildes. También tiene dos salidas para un soberbio; lo resiste, lo aleja y pelea contra él, o lo quebranta. Dios quebranta personas para poder acercarse a ellas.

En los tiempos de mayor aflicción que he vivido, fueron tiempos en que he llorado y orado, y también he aprendido a no levantarme contra Dios. Las lágrimas más puras que he derramado fue cuando estuve quebrantado. Las oraciones más sentidas salieron de mi corazón cuando estuve quebrantado. Yo era soberbio, pero Dios me quebrantó. Soberbia es también pretender tener un gran plan para honrar a Dios pero que no es la voluntad de Dios. Muchos saben que yo tenía planes muy buenos. Yo logré tener un título de arquitecto que quería consagrar a Dios y así lo hice. Cuando tenía quince años de edad, mi pastor, Roberto Pasos me dijo: “Vos vas a ser pastor”. Yo lo miré y me reí por dentro. Decía que estaba loco; mira si yo iba a ser pastor. Yo no quería ser pastor, quería algo más desafiante y exitoso. Yo quería ser un cristiano con mucho dinero, una buena empresa, hacer grandes edificios y darle la gloria a Dios.

Ser soberbio es pretender llevar adelante mis planes sin tomar en cuenta o sin entender que Dios tiene otros planes para mí. Yo no podía creer que Dios me iba a levantar como pastor porque yo no quería ni me veía como tal. Pero Él tenía en su corazón que yo sería pastor y para ello se tomó un tiempo para quebrantarme, para dejarme bien destrozado, para que yo dependa de Él. Y yo le preguntaba por qué estaba haciendo eso conmigo y por qué me cerró los caminos. No entendía qué pretendía Dios de mí y era que mi corazón estaba cerrado por la soberbia a la probabilidad de ser pastor. Quizás estás seguro de algo que quieres, y crees que no tiene nada de malo, porque, ¿qué tenía de malo ser arquitecto o empresario? Tiene de malo que si no es la voluntad de Dios, es contra ella. Yo apuntaba a determinado proyecto que iba a impedir que fuera pastor. Entonces Dios utilizó el quebranto.

Es muy probable que no sea el diablo quien te está quebrantando sino Dios mismo. Es que Él te ama y tiene un plan para ti. Tú no entiendes lo que Dios está haciendo, pero Él sabe lo que hace. Tomaste muchas decisiones con soberbia y ahora vives las consecuencias, y entraste en quebranto. Debo decirte que Dios usa tu quebranto. ¿Amas a Dios? Si lo amas, el Señor va a usar tu quebranto. Cuanto más desesperado estaba yo, quería que Dios se apurara, y resulta que Él no estaba apurado. Yo acumulaba angustia y opresión; yo acumulaba impotencia, y le decía: “¿No ves cómo estoy?” Pero Dios no estaba apurado. Una vez le dije: “Te doy tres días para que me contestes”. Pasaron los tres días y nada, ni una palabra. Yo me dije: “¿Ahora qué hago?” ¡Le puse plazo a Dios! Hasta ayuné creyendo que si lo hacía iba a hacer que Dios cambiara de opinión. Un día ayune veintiún días y sólo tomaba agua. Ahora sí, estaba seguro que Dios me iba a contestar. ¡No me contestó nada! ¡No entendía por qué Dios no me obedecía! Queremos que Dios nos obedezca, pero debo decirte que nosotros debemos obedecerlo a Él. Dios no es nuestro siervo; nosotros somos sus siervos. Si Dios no está de acuerdo con tus planes no te permitirá avanzar en ninguna dirección. Debo decirte que Dios tiene planes en los que no te dejará avanzar porque Él va a respaldar sus planes y no los tuyos.

El humilde tiene acceso al conocimiento de Dios. El soberbio se encierra en su fortaleza y no deja entrar la revelación de Dios. Por eso la soberbia produce una ceguera espiritual. “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; más con los humildes está la sabiduría” (Proverbios 11:2). La sabiduría no es tuya; la sabiduría es de Dios. Tú crees que no hay provecho en tu quebranto y yo te digo que sí. Tu quebranto te llevará a buscar a Dios como nunca antes y el Señor te revelará su sabiduría y su conocimiento. La humildad es la puerta de entrada al camino correcto, al camino de la justicia. Leemos en Salmos 25:9: “Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera”.

Dice la Biblia que Moisés era el hombre más manso de la tierra. ¿Con quién hablaba Dios? ¡Con Moisés! Se levantó la hermana y los príncipes de Israel contra Moisés, porque éste se había casado con una mujer de Cus, de raza negra. Y dice la Biblia en Números 12: versículo 1 en adelante: “María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra…Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos. Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés? Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa”.

CONCLUSIÓN

Los humildes y los mansos serán encaminados en justicia y Dios les enseñará su carrera. Esto que te comparto no es para que adquieras un determinado conocimiento acerca de cómo es Dios, sino que es para que examines tu vida.

Veamos el contraste entre la actitud humilde y obediente de Jesús y la soberbia de Adán: La diferencia entre Jesús y Adán es que Adán “se las creyó” y decidió probar el fruto del árbol de la ciencia de bien y del mal para ser como Dios; pero dice la Biblia de Jesús: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2: 5 al 8). La diferencia fue la humildad y la obediencia de Jesús porque la humildad te lleva a ser obediente a Dios. Jesús dijo varias veces: “Yo no he venido a hacer mi voluntad, he venido a hacer la voluntad de mi Padre” (Juan 6:38). También dijo: “…la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” Juan 14:24.

El Señor supo despojarse totalmente porque la voluntad de Dios fue lo primero para Él. Jesús había venido a triunfar, logrando lo que Adán no pudo lograr. Eso hizo la diferencia, por eso Dios dijo de su Hijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Te estoy enseñando una verdad teológica. La victoria de Cristo no fue en la cruz del calvario; la victoria de Cristo fue en Getsemaní. En el jardín de Edén Adán perdió todo; pero en el jardín de Getsemaní Jesús recuperó todo. La experiencia de Getsemaní fue una experiencia de quebranto. Allí fue donde Jesús decidió renunciar a su propia voluntad para hacer la voluntad del Padre. Una vez que abrazó la voluntad del Padre, entonces vino la cruz. La decisión que nos llevó a la victoria fue la que tomó Jesús al representarnos delante del Padre, escogiendo la voluntad de Padre y no la propia. El Señor dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Eso costó gotas de agua y sangre; angustia profunda hasta la muerte. Ahí estaba siendo quebrado Jesús. Entregó en Getsemaní la última gota de voluntad propia. Nosotros los cristianos queremos ser como Jesús y andamos en sus pasos.

Si estás quebrantado, te digo en el nombre de Señor que Dios sabe sacar bendición del quebranto. Hoy Dios va a aliviar tu carga porque no estás en manos de las circunstancias sino en las manos de Dios. Y quiero decirte que es muy posible que ese quebranto que estás viviendo lo ha provocado Dios mismo para traerte nuevamente a Él. Has fracasado, has perdido. Te has casado en soberbia y ahora vienes sin tu cónyuge, en derrota; pero Dios no tiene derrotados, Dios tiene hijos, y si hijos, herederos. Si tu quebranto es grande es porque algo grande tiene Dios contigo. El Señor transforma el fracaso en bendición y rompe las maldiciones. ¡Él saca cosas buenas del quebranto! ¡Créelo y atesora esta palabra en tu corazón!

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