LA PALABRA DE DIOS: Es inamovible y se cumple - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA PALABRA DE DIOS: Es inamovible y se cumple

INTRODUCCIÓN

 

Jesús comparó a los que edificaban su casa sobre la roca con una persona prudente; esto significa, los que edifican sus vidas sobre su palabra. Y no importa si vienen pestes, ríos, vientos, terremotos; la casa queda firme. Los cristianos debemos confiar que nuestra casa permanecerá firme con Covid, con terremotos, con lo que venga. Tu casa será fuertemente edificada e inamovible si basas tu vida y tus decisiones en la palabra de Dios. Hay un lugar donde se predica la palabra de Dios y es la iglesia; allí, Dios envía su palabra sobre los que le buscan, para que tengan paz, sanidad, bendición.

Aquellos que buscan a Dios encuentran su poder, sus fuerzas, su paz y su bendición en su palabra. Quien ama a Dios ama también su palabra. Aquellos que hemos puesto nuestra fe y nuestra esperanza en el Dios vivo; hemos creído lo que dice su palabra, la inamovible, indestructible y verdadera palabra de Dios. Para nosotros, su palabra es nuestra comida y nuestra bebida; es la proteína para nuestra vida espiritual, la cual es eterna.

 

SU PROMESA: ESTÁ CON NOSOTROS

 

En el evangelio según San Juan, en el tiempo en que se acercaba la crucifixión de Jesús, el Señor había anunciado quienes lo iban a traicionar y a negar. Leemos en Juan 13:21 que Jesús anuncia la traición de Judas. Él sabía que todos se iban a espantar y huirían, quedándose solo. En el mismo capítulo 13 también anuncia que Pedro le iba a negar. No obstante, en el capítulo 14, les dice a los que creen en Él y le siguen: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre…No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:16 y 18).

El problema es cuando el creyente cree que Dios no está con él, siente que Dios no lo escucha y no sabe si Dios lo va a ayudar o no. Yo llamaría a esa persona, dudante más que creyente. Las bendiciones de Dios no son para los dudantes sino para los creyentes; esos que ponen su total confianza en Dios. No es cuestión de decir: “Creo en Dios, pero tengo miedo porque se murió fulano y mengano por el virus y ya viene por mi”.

En la Biblia leemos acerca de creyentes que están firmes y totalmente comprometidos con Dios y su palabra. Esos disfrutan de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, la paz que guarda sus pensamientos y los guía a la hora de tomar decisiones. Jesús les dijo a sus discípulos: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16 y 17). Falta saber si crees que el Espíritu Santo está contigo y en ti.

Con ese panorama tan oscuro, ya que Judas lo iba a traicionar, Pedro lo iba a negar y todos iban a huir dejándolo solo y que sería entregado en manos de inicuos y sería azotado; todo eso sabía Jesús que le iba a acontecer. Conociendo todo lo que iba a pasar les dijo a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Ese consolador tiene que estar contigo y en ti siempre; no puede ser que se te vaya cuando ves o escuchas que mueren más personas por causa del virus y sientes que te va a comer crudo. Jesús, en medio del panorama que tenía que enfrentar les dice a sus seguidores: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

La paz del mundo es superficial y engañosa; mas Jesús nos ofrece su paz, la paz que sobrepasa todo entendimiento. “Ustedes crean en Dios y en lo que yo les digo. Yo estaré con ustedes para siempre”, afirma Jesús. Es importante que creas que Dios estará contigo todos los días hasta el fin del mundo; no importa que otras pestes vengan, no importa si hay guerra.

 

SU PROMESA: EL NOS ESCUCHA

 

Todos los días tratamos con personas turbadas, y lo más lamentable es que muchos de ellos son creyentes. Muchos dicen: “Yo creo en Dios, pero…” Cuando agregan ese “pero” lo arruinan todo porque están manifestando que Dios no tiene poder, que su palabra no tiene poder. Esas personas manifiestan su falta de fe en la palabra de Dios. Yo les sugiero a esas personas que lean la Biblia y anoten cada versículo bíblico que Dios les da. Sabe que la palabra de Dios es inamovible y las promesas de Dios son para aquellos que la creen y la abrazan. Dice la Biblia en el Salmo 34:17 y 18: “Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.

Si crees en la palabra de Dios hoy serás libre de todas tus angustias. Dice la palabra de Dios: “Claman los justos…” ¿Eres justo? ¿Eres justa? Un motivo de paz, de esperanza y de gozo es saber que Cristo murió derramando su sangre y me limpió de todos mis pecados. Si Jesús te perdonó y limpió todos tus pecados, entonces eres justo y tienes derecho a clamar. Nunca más digas que oras y Dios no te oye. Si Cristo te ha limpiado cree en la palabra de Dios, afírmate en ella y confiésala. ¡Claman los justos, y Jehová los oye, y los libre de todas sus angustias!

El Salmo 34 comienza diciendo: Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmos 34:1 al 4). No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ¡Deja entrar la palabra de Dios en tu corazón!

Leemos en el Salmo 46:1 al 3: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”.  Los verdaderos creyentes no están atribulados por malas noticias.

David declaró: “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmos 56:3). No tenemos derecho a sentir temor; el único temor que se nos es permitido tener es el temor del Señor. Pídele a Dios que te libre de las ataduras del temor y de la angustia. No importa lo que digan los que se creen poderosos si Dios es más grande que ellos y es tú Padre. Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza; Él es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. ¡En Él creemos y confiamos! Y declaramos como el salmista: Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Salmos 103:1 al 5). ¡Tienes que creer lo que dice este Salmo y tienes que abrazarlo y confesarlo a viva voz! Si crees caminarás con esperanza, firme, porque has creído en su palabra.

 

SU PROMESA: EL ME LIBRA DE LA PESTE

 

En el Salmo 91:1 y 2 leemos: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”. ¿Cómo demuestras tu confianza en Dios si no crees en la palabra que te está dando? Tú dices: “Yo confío en Dios, pero Él no me escucha”. “Yo confío en Dios, pero les contesta a otros y a mí no”. ¿Esa es tu confianza en Dios? “Yo confío en Dios, pero llevo años orando y no pasa nada”. El problema de algunos creyentes es cuando dicen que creen en Dios y agregan un “pero”. Si no quitas de tu vocabulario esa contraposición, no le podrás mostrar al mundo, ni a Dios, que confías en Él y en su palabra.

Hubo una etapa en mi vida que cada vez que hablaba con mi pastor le decía, pero esto, pero lo otro. Un día, el pastor me puso la mano sobre mi cabeza y dijo: “¡Espíritu inmundo de “pero” te echo fuera!” ¡Se fue! ¡Fui libre! Comencé a confiar en Dios y a declarar mi confianza en Él. El mundo, las circunstancias, el diablo y la gente me hacían ver que lo que Dios había dicho no era tan cierto.

“Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora”, dice la palabra de Dios en el Salmo 91:3. “Pero mira el Covid. ¿Esto estará incluido en esa promesa?”, dices tú. El Salmo 91 se escribió hace unos tres mil años, y piensas que tal vez fue para esa época, pero no para ahora. Sabe que la palabra de Dios es viva y eficaz; lo que Él ha declarado es inamovible y aún tiene vigencia.

“Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará” (Salmos 91:4 al 7). O tienes la palabra de Dios atesorada en tu corazón o tienes temores; tienes palabra de Dios o tienes angustia e inseguridad en tu corazón.

 

CONCLUSIÓN

 

Hoy deberías pedirle perdón a Dios por ser tan incrédulo y tan incrédula. Estos no son tiempos para andar desprovistos sin palabra de Dios. Su palabra es la espada del Espíritu. Estos son tiempos en que tenemos que ejercer fe en la palabra de Dios pase lo que pase.

“Oro para que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guarde tu corazón y tus pensamientos en Cristo Jesús. Libra a tu pueblo de la incredulidad y la dureza de corazón Padre. Libéralos de las cadenas del temor y de angustia, te lo pido en el nombre de Jesús. Libra a tu pueblo de oponerse a tu palabra cuando dicen “pero”. ¡Glorifica tu nombre sobre tu pueblo, Señor! Te expresamos nuestra gratitud de pertenecer a tu pueblo, de no ser huérfanos ni advenedizos como son los que no tienen a Cristo. Somos tus hijos, porque así dice tu palabra: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Que los que no creen crean Padre y por la fe reciban esta palabra, en el nombre bendito de Jesús, amén”.

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