NO IMPORTA TU EDAD: ¡FUERZAS SOBRENATURALES! - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

NO IMPORTA TU EDAD: ¡FUERZAS SOBRENATURALES!

Leemos en Isaías 40:28: 28¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance”.

¿Te imaginaste alguna vez a Dios agobiado sentado en una piedra, diciendo: “Esto me supera”? ¿Te lo imaginas agotado e impotente? La Bibliaseñala que Él no se cansa con cansancio, le llama también el Todopoderoso. Isaías dice que no desfallece, no se fatiga y no hay quien alcance su entendimiento. Y en Isaías 40:29 al 31, leemos: “29El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. 30Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; 31pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

¡Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas! No los que “arrancan solos”, como dice el dicho popular, no los que se apresuran o los que se llenan de afanes y ansiedades y terminan tomando decisiones equivocadas. ¡Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas! Es decir, los que cuando arrancan, lo hacen con la certeza de que están llevando a cabo la voluntad de Dios, de modo que emprenden decididos.

Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas, no las viejas; no las fuerzas humanas sino las divinas. Cuando habla de “nuevas fuerzas” se refiere a que tendrán una fuerza que antes no han conocido. Tú puedes haber experimentado la fuerza de tener dieciocho, veinte, veinticinco años o más, pero el profeta Isaías se refiere a otras fuerzas que los hombres no conocen, las que tendrán sólo los que esperan a Jehová, no los que tienen dieciocho, veinte, cuarenta; no los que tienen setenta u ochenta. ¡Cualquiera que espere a Jehová tendrá nuevas fuerzas! ¡Esto no es para los jóvenes ni para los viejos, es para cualquiera que espera a Jehová!

            TU VIGOR NO DEPENDE DE TU EDAD, TE LO DA DIOS

No necesitas tener determinada edad para tener vigor, las nuevas fuerzas son para los que esperan a Jehová. No son para los que arrancan solos; porque están los que esperan a Jehová y los que no, los segundos salen solos pero lo hacen con sus propias fuerzas, ideas y planes, entonces, Dios deja que se vayan y se estrellen… ¡tiene que dejarlos que se agoten! Y posiblemente cuando se agotan, se frustran y se cansan, y harán como el hijo pródigo, que dijo: 17… ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lucas 15.17 al 19). Posiblemente cuando esté en la lona, cuando ya no tenga fuerzas ni recursos, levante la mirada, y entonces Dios le dirá: “¡Estaba esperando este momento para poder bendecirte, ayudarte y renovarte! ¡Estaba esperando este momento para darte alas de águila!” ¡Abre tus alas y remontarás!

Yo he puesto en Facebook la siguiente frase: Quien conoce la voluntad de Dios y la hace, no le faltan fuerzas, ni le faltarán; nada ni nadie podrá detenerlo. Como sea de grande su visión serán sus fuerzas porque no depende de si ni vive para sí. Depende de Dios y vive para Dios y Dios lo sustentará”.

Los que esperan a Jehová conocen su voluntad y los que quieren hacer la voluntad de Dios reciben su respaldo. La característica de aquellos que esperan a Jehová es que, al hacerlo, esperan conocer sus planes. ¡Hay una diferencia abismal entre vivir para uno mismo y vivir para Dios! Hay una gran diferencia entre servirse y servir a Dios. Dios respalda a aquellos que están dispuestos a hacer su voluntad y están convencidos de que no habrá nada ni nadie que los detenga o les impida llevarla a cabo. Pero para conocer la voluntad de Dios es necesario esperarlo porque cuando uno está lleno de uno mismo, no le presta atención a Dios, entonces, Él decide esperar que te canses de ti mismo, de tus proyectos, de tus pensamientos. Dios espera que fracases en tus planes, entonces en ese momento volverás tu rostro a Dios y clamarás: “Padre, ¿dónde estás? ¿Por qué no me escuchas? ¡Cinco años pidiéndote que me ayudes!” y Él te responderá. “Lo que sucede es que estabas ocupado en un trabajo que no era el mío”.

Cuando yo tenía unos veinticinco años, treinta, treinta y cinco largos, viví un período de muchísima frustración, no sabía qué hacer con mi vida; había llegado al punto en que no alcanzaba mi sabiduría ni mi título, tampoco alcanzaba mis fuerzas. Dios me había dejado correr y correr hasta que me estrellé… ¡se me habían agotados las fuerzas! En aquel entonces comencé a clamar a Dios como nunca antes. Cuando uno se siente fortalecido ni se acuerda de Dios, tú crees que Él está corriendo la carrera a tu lado, pero no es así.

Entonces surgieron ruegos y oraciones sinceras; comencé a decirle: “Señor, hágase en mi tu voluntad, quiero conocerla y hacerla”. Pero Dios no me contestaba ni me mostraba nada porque Él sabía que en mi mente yo estaba totalmente cerrado a la posibilidad de yo fuera pastor. Si Dios se hubiera sentado a conversar conmigo y me hubiera dicho: “Quiero que seas pastor”, yo le habría dicho: “¡Estás loco, mira a quién estás eligiendo! ¡Yo no soy pastor! ¡Estás equivocado!” Así que uno de los métodos que Dios tiene es el silencio, Él espera y yo también, Él para que se me vayan los pájaros de mi cabeza y yo para que me hable. Y mientras yo sigo con mis ideas, Él, cabezón como yo sigue con las suyas. Aprendí que cuando fui a Dios con mis ideas Él me dijo: “¿Por qué vienes a mi con tus ideas si yo tengo mis planes? Antes que tú nacieras yo ya tenía un propósito contigo”. Fue duro para mi y para Dios porque Él quería que yo hiciese su voluntad pero estaba empeñado en hacer la mía. En medio del fracaso ocurrió que yo me levantaba temprano, oraba y lloraba; le pedía a Dios que me hablara y Él lo hacía pero sus palabras no me consolaban porque no surgía la concreción de sus promesas.

Así fue que un buen día, Dios me dio una palabra que se clavó en mi corazón y nunca más olvidaré; se encuentra en el Salmo 40: 1 al 3: 1Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;  Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. 3Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová”.

En aquel entonces, al leer esto decía: “Señor, ¿pacientemente? ¡Con lo apurado que estoy! ¡Apresúrate a responderme, Dios!” Pero descubrí que Dios no estaba apurado, aunque yo sí lo estaba.

¿Tú eres de los que arrancan solos? En el apuro del hombre, Dios no obra, y Él ha puesto en mi corazón decirte precisamente esto; que yo estuve en esa edad muy débil pero hoy que tengo sesenta y un años, y sigo trabajando y muchos comentan en Facebook: “¡Dios lo bendiga y le conserve las fuerzas apóstol!”

A los veinticinco años de edad yo ya había hecho mil cosas en la iglesia y en ese tiempo le dije a Dios: “Te he dado los mejores años de mi vida, te di mis fuerzas y por ello no he podido terminar mi carrera, así que este año me voy a dedicar a estudiar por lo tanto no cuentes conmigo hasta que me reciba”. ¡Ese año me fue mal en todas las materias! ¡No podía creer lo que me estaba sucediendo!

Yo no entendía lo que Dios me quería hablar pero de cabezón, le di y le di para adelante. Le dije a Dios: “Si no creyera en ti, yo no quisiera vivir más. Si no creyera que tú existes, me quitaría la vida”. ¡Así le dije a Dios! Y hoy con sesenta y un años de edad le digo: “Señor, dame unos añitos más. Quiero arrojarle algunas bombas más al diablo. ¡Dame fuerzas!”

¡Con veinticinco años yo no sabía ni qué encarar, no tenía fuerzas para nada! Pero con la edad que tengo hoy, me tomo un avión y me voy a Haití para hacer allí la obra de Dios.

1Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;  Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. 3Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová” (Salmo 40: 1 al 3). ¡Hoy se está cumpliendo esa palabra! En aquel entonces yo no me veía en un púlpito, no veía una multitud ni gente de muchas naciones escuchando el mensaje por televisión o por radio; yo de eso no sabía nada, pero la palabra que Dios me ha dado es perfecta. Él me dijo: “Verán esto muchos y temerán y confiarán en Jehová”. Hoy son muchos los que están viendo, temiendo y confiando en Jehová. ¡Dios, a mí me sacó de un pozo muy profundo de depresión, de angustia, de impotencia, de soledad! ¡Me cambió la vida y puso alabanzas en mi boca! ¡Aleluya! ¿Verdad que a veces no tienes fuerzas ni para cantar? ¿Verdad que hay veces que no tienes fuerzas para levantar tus manos para adorar al Rey? ¿Verdad que muchas veces te han faltado las fuerzas para asistir a la iglesia? Varios creyentes me han dicho que no tienen palabras. ¿Cómo que no tienes palabras? ¿Tienes Espíritu o no? Si el Espíritu de Dios está en ti hay palabras y hay poder; Dios nunca dependió de tus palabras ni de tu poder, nunca contó con tus fuerzas, Él solo quiere tu corazón, dáselo. ¡El es el Dios Todopoderoso! y te dice. “¡Son mis fuerzas las que necesitas! ¡Necesitas mi gracia y mi sabiduría! Tú no tienes palabras porque arrancaste solo, porque estás gobernado por tus pensamientos e ideas. Tú tienes tus propios planes y no cuentas conmigo. ¡Cómo quisiera que cuentes conmigo!”

Él no puede respaldar planes humanos porque tiene los suyos y para que tú puedas entrar en ellos, tienes que renunciar a tus proyectos.

Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas. Estas aves no vuelan haciendo fuerzas con sus alas, sino que aprovechan la fuerza de los vientos y se dejan llevar por ellos, pueden volar por horas ya que poseen un instinto para captar las corrientes de aire y aprovecharlas. El término hebreo “ruaj” es el que se utiliza en la Biblia para la palabra “viento” y también para la palabra “espíritu”; depende del contexto en que se encuentre, entenderemos que se trata del viento o del espíritu. Por tanto, cuando Isaías señala que los que esperan a Jehová levantarán alas como águilas, significa que se dejarán sostener por el Espíritu Santo, Él los llevará a las alturas y los mantendrá sin que se cansen ni se fatiguen.

Los jóvenes se quedan sin fuerzas, los ancianos se fatigan pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas. ¿Has probado esas fuerzas? ¿Hasta cuándo te vas a golpear? “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” le dijo el Señor a Pablo.

Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Hay una debilidad tanto en creyentes como en los no creyentes que tiene que ver con el desgaste que produce usar las fuerzas naturales o  humanas; pero hay una fuerza sobrenatural, que hace, que nada ni nadie te pueda frenar. ¡No hay demonio que pueda detener a un cristiano que está haciendo la voluntad de Dios y tiene su respaldo! ¡No ha nacido diablo que pueda detener a un cristiano!

Samuel le dio determinadas recomendaciones a Saúl y le ordenó que lo esperara siete días en un lugar específico para ofrecerle allí a Dios holocausto: “Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer” (1ª Samuel 10:8). Saúl vio que el respaldo de Dios estaba sobre su vida, había sido levantado como rey, tenía la unción del Espíritu y ya se creía Tarzán. ¡Muchos creyentes terminan debilitándose cuando se creen que son Tarzán! Al llegar el séptimo día, resultó que los filisteos estaban allí y querían guerrear; el pueblo estaba ansioso y afanoso, entonces Saúl mandó a traer los animales engordados para ofrecerlos en holocausto a Jehová. ¡Se metió a hacer lo que le correspondía al sacerdote, un oficio que a él no le concernía! Hizo los sacrificios y cuando terminó, llegó el profeta Samuel en el día que había estipulado. ¡Por su ansiedad, su soberbia y ceguera, Saúl arrancó solo! Leemos en 1ª Samuel 13:8 al 10: 8Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. 9Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. 10Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle”.

             “¿Qué has hecho?” le preguntó Samuel a lo que él respondió: 11…Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, 12me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. 13Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1ª Samuel 13: 11 al 14). ¡Saúl arrancó solo! ¡Dios no lo respaldó! ¡Actuó locamente! ¡Teniendo toda la unción y el respaldo de Dios!

Hay dos clases de creyentes que se debilitan: Aquellos que están ansiosos por lograr lo que quieren, pero no conocen, ni les interesa hacer la voluntad de Dios; ellos creen que Dios los tienen que respaldar porque supuestamente están haciendo lo correcto. Claro que hay gente que sabe que lo que está haciendo está mal, sin embargo persisten en ello. Y hay otros que se debilitan porque desprecian el lugar que Dios les ha dado, desprecian el propósito de Dios para sus vidas. El mundo está lleno de mujeres que quieren ser hombre y hombres que quieren ser mujer; de creyentes que tienen sus propios planes y señalan que no tiene nada de malo que ellos hagan lo que están haciendo. Están esos que quieren servir a Dios y dicen: “Pastor yo quiero servir a Dios, póngame en algún lugar, yo hago lo que sea. Póngame a cuidar los baños aunque sea, yo voy a servir a Dios felizzzzzzz”. ¡Y al poco tiempo se desinflan! Están cuidando los baños y se asquean, entonces piensan que no es un trabajo digno para ellos. Se aburren del lugar que Dios les ha dado, se olvidan de que quien es fiel en lo poco será puesto en lo mucho. Alguno dice: “Yo ya pagué el precio. ¡A mí me corresponde otro lugar!” Se cansan, se fatigan, porque les resulta pesada la tarea que Dios les ha dado, y es que ellos tienen otros intereses. Muchas veces Dios pone a una persona en un lugar y lo tiene ahí porque está probando su fidelidad. Ese no es tu lugar, lo se, pero ahí te tiene Dios, y tú por dentro te retuerces y dices: “Este no es mi lugar. ¡Me voy solo y arranco solo!”

            CONCLUSIÓN

Recuerdo una mujer a quien atendí, que estaba desesperada por casarse. Yo le aconsejé orar, pero ella estaba apurada, y se casó nomás. ¡Arrancó sola! ¡Se quería casar y se apresuró! Así sucede también con los negocios, con el estudio, y con todas las cosas que emprendemos en la vida: “¿Por qué estás estudiando esta carrera?” “Algo hay que estudiar apóstol, y mi mamá me dijo que para ser alguien hay que estudiar”. “¿Te mandó Dios a estudiar eso?” Si estudias, debes hacerlo para Dios, porque eres de Él; si trabajas, debes hacerlo para Dios, porque eres de Él. ¡Tu vida no te pertenece! Ahí aparecen los que pierden las fuerzas y el ánimo. ¡Pero este es el día de recuperar fuerzas!

Dios no te ha traído su palabra en vano. Este es el día de responderle a Jesús en su llamado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). “31…los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40.31).

“¡Señor, renueva las fuerzas de los que no tienen ningunas! ¡Renueva las fuerzas de quienes están cansados, de los agobiados! ¡Espíritu Santo, ayúdales en esta hora a renunciar a sí mismos, enséñales a esperar a Jehová! Ayúdales a anhelar y desear la voluntad de Dios. Renueva las fuerzas Señor, tú das aliento al cansado, tú multiplicas las fuerzas del que no tiene ninguna, Señor”.

Anímate a hacer una oración a Dios y dile: “Señor, hoy tomo la decisión de renunciar a lo que sea, te entrego a ti cualquier cosa que me demandes. ¡Estoy cansado de fracasar! ¡Estoy cansado de empujar, estoy agobiado! ¡Es más fuerte que yo esta lucha, Señor! ¡Muéstrame tu voluntad y tendré tu respaldo! Dame tu respaldo Dios, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.

 

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