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Quiero hablarte acerca de cuatro verbos que si los haces funcionar, te llevarán a ser una persona bendecida. Salmos, capítulo 4, versículo 8 dice así: “8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Yo tengo tantos problemas como tú. En este último tiempo me despertaba a la madrugada pensando en cómo resolver ciertos inconvenientes que se han presentado, como por ejemplo, la estructura del nuevo templo que estamos construyendo. Este asunto me llevó a despertarme a las cuatro de la mañana, pero después de desvelarme quedó resuelto, así que me levanté y fui hacer lo que había pensado. Me di cuenta que necesito predicarte a ti, tanto como a mí, acerca de cosas que nos ayudarán a mejorar nuestra efectividad y a mantenernos sanos. Tú y yo queremos vivir sanos, ¿verdad?
Los cuatro verbos son: creer, confiar, esperar y descansar, y si los pones en práctica verás que tu vida será una bendición.
“8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. (Salmo 4:8) La confianza no viene de nuestra formación o preparación; no viene por causa de nuestra agilidad o habilidad. La confianza viene de Dios. Es un don de Dios, una gracia que el Señor nos da.
La Biblia dice que Jesús es el león de Judá. Una de las características que tiene el león es que siempre está confiado, no se asusta por nada. Si se ve amenazado por algún otro animal, sólo con su rugir lo espanta. Cuando yo era niño me mordió un perro, y después de este hecho yo le tenía pánico a cualquier perro que veía, tanto que hasta el ladrido de un chihuahua me asustaba. ¡Imagínate si se me presenta un león!
El león está echado tranquilo, a su alrededor se mueven toda clase de animales y algunos hacen ruidos extraños pero éste ni se inmuta. Una vez que el león ha comido se echa a dormir, a descansar, y no anda ansioso pensando que le va a faltar el alimento, sabe que algo aparecerá y él lo va a cazar. No vive perseguido por el hambre ni tampoco por el temor que le puedan generar otros animales. El león se echa y descansa.
La Biblia señala que Jesús es el león de Judá y yo tengo una buena noticia para ti que no saqué del periódico porque la prensa, la mayoría de las veces nos da malas noticias, sino que lo leí en la palabra de Dios y la buena nueva es que tú eres hijo, eres hija del león de Judá. ¡Los leones engendran leoncitos! La Biblia dice que los cobardes no entrarán en el reino de los cielos; si eres cobarde entonces no eres león, pero si eres cristiano, eres hijo del león de Judá, y como león que eres, está en tu esencia el vivir confiado y en victoria.
El primer verbo que quiero mencionar es creer y se trata de tener fe. La verdad es que quien no tiene fe o no cree ya está derrotado de entrada porque la fe es un poder positivo. Jesús dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23). La persona que cree no dice: “Yo siento que Dios se ha olvidado de mi”. Quien no cree, confiesa negativamente. En cambio, el que cree es como el león que vive confiado. La persona que no cree tiene temores, y éstos se expresan como una fe negativa: “Dios se olvidó de mí”, “Dios no me escucha”. ¡Esto no es una declaración de fe! Un hombre me dijo: “Mi abuelo fue pobre, mi padre fue pobre y yo soy pobre a mucha honra”. ¿Ese hombre tiene alguna chance de prosperar? ¡No!
Hoy vas a necesitar fe y debes expresarla haciendo o diciendo cosas. La fe produce declaraciones que muestran valentía, certeza y seguridad; pero la falta de fe te lleva decir cosas que manifiestan duda e incredulidad, por ejemplo: “Nunca voy a llegar a nada”, “Soy un fracaso”, “No debí haber nacido”. Esas son confesiones de personas negativas e incrédulas, temerosas de enfrentar la vida y las circunstancias. Pero quien tiene fe dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. ¡No importa qué tan grande sea el problema porque todo lo puedo en Cristo que me fortalece!
Para el que cree, los problemas son un ejercicio que sirve para tonificar los músculos espirituales. Si tú no te ejercitas, tus músculos estarán flácidos pero si lo haces, tendrás músculos firmes. Y los inconvenientes que se te presentan son ejercicios espirituales que te llevan a practicar cómo enfrentar al diablo y cómo burlarte del infierno declarándoles que contigo no pueden.
Algunos, en vez de decir: “He tenido muchos problemas, pero los he enfrentado y he vencido”, ponen una cara como de haber sido vencidos por todos sus problemas. Pero Dios nunca nos dijo que los creyentes no tendríamos problemas. Yo me atrevo a decir que nosotros los creyentes tenemos problemas y más graves que los que no son creyentes.
Jesús dijo respecto de la semilla que cayó entre pedregales y no echó raíces: “20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza” (Mateo 13:20 y 21). Los creyentes recibimos palabra de Dios y el diablo dice: “Vamos a probar si esta persona ha creído la palabra”. Satanás se presentó delante de Dios y le dijo: “Ese Job te ama porque tú le has dado de todo. No te ama por lo que tú eres sino porque lo has llenado de bendición”. Y Dios le respondió: “Quítale todo lo que tiene, sólo que no toques su vida”. ¡Y le tocó todo! ¡La familia, los bienes, su salud! Job atravesó por una gran prueba pero en medio de esta calamidad, él declaró: “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19:25).
Una cosa es vivir con fe y otra totalmente distinta es vivir sin ella. Si vives sin fe tienes la derrota garantizada, de lo contrario, tu victoria es un hecho. ¡Dios te garantiza la victoria por causa de la fe! Yo bendigo, felicito y honro a aquellos que asisten a la casa de Dios, llueva y truene, con problemas o sin ellos, porque la Biblia dice que la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios. ¡Es en su casa donde Dios te habla y donde creces en la fe! Si tienes fe se te nota en la cara, ya que cuando escuchas la palabra de Dios comienzan a brillar tus ojos, en cambio otros miran con escepticismo, ¡son inmutables! ¡Tienen una expresión dura! Yo te digo que si no crees, estás frito.
Una consecuencia directa de creer, la encontramos en el término confiar, y es el segundo verbo que traigo a colación, por lo que, quien cree, confía. Según el diccionario, la confianza es una esperanza firme que se tiene en alguna persona o cosa. La confianza es un ingrediente de la fe, y éstas dos tienen un condimento que se llama certeza y seguridad. Es lo que tiene el león, por eso está confiado. Yo confío en que Dios no me va a abandonar. Algunos se lamentan: “Dios, ¿dónde estás?” No sé tú pero yo lo tengo adentro. Algunos salen a la calle de noche y sienten que algo los está persiguiendo. ¡Ni se enteran que Dios está ahí con ellos! Otros reciben una mala noticia y se desesperan: “¡Dios mío, no permitas eso!” El Señor va a permitir muchas cosas para que quede demostrado que tú eres su hijo o su hija; y también permitirá otras cosas para que quede demostrado que no eres su hijo.
El hijo de Dios que enfrenta problemas y dificultades se fortalece y sale firme; y el que no cree, revienta. Así que es necesario que vengan las pruebas, las dificultades y problemas para que Dios, los demonios, tu pastor, tu suegra y los que te rodean sepan que tú eres más que vencedor por medio de aquel que te amó. Si no vinieran pruebas a tu vida no sabremos si eres “chicha” o “limonada”. Y el que no es creyente, cuando viene la prueba se debilita, se angustia, se enoja con Dios y se rebela; entra en enemistad con Dios y se frustra. Por lo tanto, es necesario vestirse con la fe y con la confianza para estar firmes en el día de la prueba.
El tercer verbo es, esperar. Hay muchas cosas que yo quiero hacer y antes de que finalice el año, pero de a poco me fui dando cuenta que no las voy a poder hacer. Entonces, tuve ciertas ansiedades porque, cosas que me había propuesto llevar a cabo, no las logré, por lo que luché mucho y en ciertos momentos me pregunté si debía ir a la obra de la construcción del templo o quedarme en la oficina, si iba para acá o para allá. ¿Qué te quiero decir con esto? Que parte de la confianza, es saber esperar. Si tú crees, tienes confianza y si tienes confianza no te haces ningún problema si debes esperar. Aunque quieras apurar a Dios, te darás cuenta que Él no está apresurado. Tú quieres que Dios haga las cosas rápido porque estás apurado; quieres que lo haga ya, porque si no, te pones ansioso. ¡El Señor no va a reventar sino tú! ¡Él no se va a agitar, el que se agita eres tú, tampoco va a entrar en afán y ansiedad, pero tú sí! Y cuando entras en un estado de afán y ansiedad queda claro que no tienes confianza ni fe, porque el que tiene fe y confía, sabe esperar.
Dios le había prometido un hijo a Abraham; él tenía noventa y nueve años de edad y su esposa era estéril. Pero Dios le había dicho que le daría una descendencia como las estrellas de los cielos y la arena del mar. A pesar de sus limitaciones, Abraham creyó a Dios contra esperanza. ¡Sólo Dios podía haber hecho algo así! Abraham caminó más de cuarenta años con la promesa que le hizo Dios acerca de que le daría descendencia, también le dijo otras cosas: “13Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. 14Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza” (Génesis 15:13-14). Abraham con noventa y nueve años escuchaba eso y pensaba: “Yo ni siquiera voy a estar cuando esto acontezca”. Pero creyó, tuvo paciencia, tuvo confianza, y señala la Biblia en Génesis 15:6: “6Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. ¡Dios lo declaró justo no por lo que Abraham hizo sino por lo que creyó!
Abraham había esperado cuarenta años. ¿Por qué? ¡Porque quien tiene fe sabe esperar! En una conversación que tuvo con Dios, le preguntó: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Y Dios le contestó: “4Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará” (Génesis 15:4). Y Abraham le puso por nombre a su hijo Isaac.
¡Dios cumple lo que promete! Debemos hacer nuestra parte y esa parte es no ponernos ansiosos ni afanosos, sino saber creer, confiar y esperar. Vemos cómo los tres verbos se van concatenando o sumando. Quien cree en Dios, confía; quien confía, espera; y quien espera sin afán ni ansiedad, descansa. ¡Y todo esto viene de Dios!
Para que no creas, para que no confíes, no esperes ni descanses, el diablo te manda una cantidad de situaciones y problemas, de modo que te desenfoques, porque se ha propuesto robarte la fe y la confianza para que no estés dispuesto a esperar. Abraham falló en esta última área ya que se había empezado a desesperar tanto él como su esposa Sara, que era estéril pero quería tener hijos. Entonces había una ley que decía que si la esposa no podía tener hijos, el hombre se podía llegar a la esclava, y si ésta quedaba embarazada, el hijo sería de la señora de la casa. Leemos en Génesis 16:2: “2Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai”. Abraham accedió, y de su unión con la esclava nació un hijo al que llamó Ismael, el padre de los árabes, los que quieren hacer desaparecer a Israel del mapa. Ismael se burlaba a Isaac, así como su madre se burlaba de Sara, hasta que un día le dijo a Abraham: “Echa a esta sierva y su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo”. Y él tuvo que hacerlo así. El apóstol Pablo señala que así sigue haciendo ahora el hijo de la esclava, porque sigue afligiendo al hijo de Abraham y su señora. Viven tratando de hacer acuerdos de paz y son parientes, son hermanastros, hijos del mismo padre y distinta madre. Abraham no supo esperar y las consecuencias las está pagando hoy Israel. ¡Tú tienes que aprender a esperar! Si aprendes a esperar, el fruto será espiritual, si no sabes hacerlo, el fruto de lo que hagas será carnal. ¿Por qué? Porque Dios no está apurado. ¡No lo apures a Dios ni te atrevas a actuar por tu cuenta cuando él se demora!
El profeta Samuel le dio instrucciones a Saúl y le dijo que se fuera a determinado lugar y esperara allí siete días. Estaban los enemigos de Israel formados para la guerra y Saúl comenzó a desesperarse porque pasaban los días y Samuel no aparecía. Saúl era rey y Samuel era profeta y sacerdote, y el pueblo no podía ir a la guerra si el profeta no ofrecía sacrificios de paz delante de Dios, entonces Saúl se desesperó y pidió que le trajesen el ganado y él mismo ofició de sacerdote e hizo el sacrificio. Al terminar el sacrificio cuando aún no finalizaba el séptimo día, llegó el profeta. Y éste le dijo al rey Saúl: “13Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre” (1ª Samuel 13:13). Saúl se apuró, se desesperó y cuando Samuel le pidió explicaciones, él respondió: “Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado…me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí en Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí sacrificio”. No supo esperar, porque el que espera en Dios será recompensado por Él. ¡El Señor no te quiere afanado y apurado!
Es importante pues, creer, confiar, esperar y descansar.
Leí recientemente en las noticias algo que ya sabíamos y se trata de que el bebé que está en el vientre de la madre es afectado por los estados emocionales de ésta. El artículo señala que las madres ansiosas trasmiten enfermedades al niño que está en su vientre. Pero no sólo eso, ya que la ansiedad provoca un aumento en la presión arterial, trastornos en tu sistema digestivo, te genera cáncer y otras cosas más. ¡No hemos sido fabricados por Dios para vivir ansiosos!
La ansiedad no te permite rendir bien. Es como si quisieras acelerar el auto pero sin ponerle el cambio. ¡No se va a mover nunca! La ansiedad es como un acelerador del alma. “¿Y si no me apuro? ¿Y si no lo hago? No puedo esperar a Dios. ¿Por qué tengo que esperar? Me siento presionado”. Y el diablo te da manija: “Dale, dale, que te va a ir mal si no te apuras”. ¡Pero te apuras y te va mal!
El afán y la ansiedad, llevan a las personas a tomar decisiones carnales y pecaminosas. Hay cristianos que quieren agradar a Dios pero sus ansiedades los trastornan. Entonces elaboran razonamientos: “¿Y si no lo hago? ¿Y si no me apuro? Y comienzan a funcionar en base a razonamientos. Pero tú tienes que funcionar en base a la fe. Lo que Dios quiere lo revela, entonces tú lo crees y lo haces. ¡La fe es por sobre la razón! La razón nunca va a poder razonar una visión tan grande y extraordinaria como la que Dios revela a través de la fe. Tú quieres dar explicaciones de por qué lo hiciste o por qué no y la embarras más.
Dijo el rey David: “6 Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; Mas yo en Jehová he esperado” (Salmo 31:6). Cuando yo era chico, había un programa de televisión en donde aparecía una mujer muy gorda llamada Nelly Beltrán que se aceleraba sola; en uno de los sketch que hacía, por ejemplo, estaba en un lugar y entraba una persona que saludaba, entonces ella pensaba: “Dijo buenas tardes, le caí bien. Me va a buscar. Yo voy a ir a la plaza y él irá detrás de mí. Me va a comprar flores y me dirá: Necesito hablar contigo. Me dirá que me ama y yo me voy a casar con él”. ¡La mujer comenzaba a viajar en su mente y todo porque el hombre la había saludado!
Uno de los problemas de los jóvenes de la iglesia, es que cuando son muy demostrativos en su manera de ser, las chicas piensan: “Me busca, está muerto conmigo”. Y lo mismo ocurre con la chica que saluda, sonríe, porque es muy atenta y de buenos tratos, el joven ya piensa que la chica lo busca.
“Detesto a los que esperan en vanidades provenientes de la ilusión” (Salmo 31:6) declaró David. Según el diccionario, la ilusión es una distorsión de los mecanismos de percepción. O sea que yo veo algo que no es como en realidad es, sino que lo invento. Pero la fe no funciona así. Digamos que está la ilusión del corazón y la ilusión óptica; por ejemplo, vas caminando por el desierto, sediento, el sol te quema, entonces en el horizonte ves un oasis con agua y palmeras, entonces tú corres hacia allí y al llegar, te tiras de cabeza pero es sólo arena.
Con Dios, el trato no funciona con la ilusión ni con la razón sino con la visión revelada por Él. Cuando yo no sé qué va a pasar, me quedo tranquilo esperando en Dios. Sé que Dios está obrando y coincida o no con Él, lo acepto y creo que está bien. ¡Yo sé en quién he creído! Sé que Él es justo y bueno aunque no parezca. ¡Yo espero en Dios! Aunque no sepa lo que hará Dios, de todas maneras espero en Él. Y si yo sé que Dios lo va a hacer, ¿para qué me voy a apurar? ¡Esperaré en Él! Sepa o no sepa lo que Dios va a hacer espero en Él, porque a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien. El diablo no me va a robar la fe ni la confianza; no logrará que yo deje de esperar en Dios ni que me ponga ansioso al punto de que yo no descanse en el Señor. ¡No podrá! Yo no me pondré temeroso o ansioso; no me voy a volver incrédulo ni dejaré entrar un espíritu de duda en mi corazón. ¡Voy a confiar y a esperar! ¡Voy a descansar!
Quiero decirte que es más importante el descanso del alma que el del cuerpo. Si tu alma no tiene paz, si sigue corriendo aún cuando estás durmiendo, al día siguiente te despiertas más cansado que cuando te acostaste. Por lo tanto, es necesario tener el alma preparada. Lo que importa no es tu circunstancia adversa. ¡El problema no es tu problema; el problema eres tú! ¿Cuál es la condición de mi alma para enfrentar los problemas grandes, medianos o pequeños? El problema es mi alma y no la adversidad que estoy atravesando. Lo importante es tu condición espiritual para enfrentar los problemas. Una persona que no está preparada para enfrentar determinadas circunstancias, se puede espantar con una cucaracha. Pequeños problemas la desmoralizan y destruyen. El asunto es, cuán preparado estás para enfrentar el problema. El verdadero creyente se puede reír de los problemas porque éstos no se estrellan contra él sino contra el Dios que gobierna su vida. ¡Jehová está a mi lado como poderoso gigante! ¡Los problemas no podrán destruirme! ¡Qué vengan de a uno que yo les voy a demostrar quién soy! ¡Soy hijo de león! ¡Vivo confiadamente, creo, espero y descanso en Dios!
Si estás preparado, no te hagas drama por causa del tamaño del problema.
En una oportunidad, tenía que renovar mi carné de conducir en la ciudad de San Juan, Argentina. Estaba haciendo el trámite, entonces un médico me tomó la presión arterial y me dijo que estaba alta. Me preguntó si yo me estaba tratando por causa de la presión y le dije que de vez en cuando me tomaba un té de yuyos; entonces me negó el carné de conducir porque podía dispararse la presión y darme un ataque por lo que sería peligroso para los demás, que yo maneje en la calle, y para poder acceder al documento debía llevarle un certificado médico. Así que fui a lo de un amigo que es cardiólogo y le dije que me lo hiciera; cuando fui a verlo nos pusimos a conversar y después de un rato le dije: “¿Me haces el papelito?” “Sí, cómo no”, me respondió. “Acostate en la camilla que te voy a revisar”. “¿Para qué querés que me acueste en la camilla?” “Vos sos mi amigo y yo te tengo que chequear, no pensarás que te voy a dar el certificado así no más”. Me tomó la presión, me auscultó el corazón, mediante una ecodoppler me mostró el funcionamiento de mi corazón, los ventrículos, las aurículas, la velocidad de la sangre que entraba y salía, también se veía el espesor de las arterias… ¡Todo! Después de los análisis me dijo que mi corazón estaba bien, entonces le pregunté si me daría el certificado pero me mandó a hacerme análisis de orina y de sangre. ¡Yo tenía mi corazón puesto en el carné de conducir! ¡Cuánta vuelta por un certificadito! Otro amigo bioquímico, hermano en Cristo con quien me crié en la iglesia me hizo los estudios y me salió que tenía alto el ácido úrico, el colesterol, los triglicéridos, etc. ¡Tenía mal todo! Volví a mi amigo cardiólogo con todos los resultados y me recetó unos medicamentos para tomar; luego me hizo el certificado y lo presenté para que me dieran el carné de conducir.
Esto me ha dejado una enseñanza que tendré presente por el resto de mi vida. Mi amigo el doctor me dijo que las complicaciones que yo presentaba eran el resultado de mi forma de alimentarme y del estrés por causa de los problemas que tengo que enfrentar. Cuando una persona presenta un cuadro como el mío, ya los médicos le dicen: “No coma más, no duerma, no viva más”. A mí como pastor, estando estresado, lo que me pueden decir es que no predique más, que no atienda más a la gente y no me cargue de problemas. Pero mi amigo me dijo lo siguiente: “Vos sos un general del ejército de Dios que está al frente de una gran guerra. Yo no puedo ir al general que está en la guerra y decirle que se vaya a descansar. Yo no te voy a mandar a descansar. Te voy a ayudar para que tu cuerpo esté en condiciones de enfrentar cualquier situación”. Fíjate que el estrés no es por causa de muchos problemas sino por la debilidad que tiene la persona al momento de enfrentar las circunstancias adversas. ¡Puedes estresarte porque has visto una cucaracha! Quiero decir que hay personas que con pequeños problemas se estresan muchísimo y hay quienes enfrentan esos mismos problemas, o aún más grandes, sin estresarse. Dicho de otra manera: Si tú crees, si confías, si esperas en Dios, tendrás descanso.
Un día, Moisés estaba hablando con Dios, cuando guiaba al pueblo de Israel por el desierto. Eran tres millones de personas, quienes tenían que comer y beber todos los días. Además, entre esos tres millones había mujeres que parían hijos. ¡Eran tres millones de problemas! La gente iba a Moisés a pedirle consejos o a que él les solucionara sus problemas. ¡Moisés estaba hasta la coronilla de problemas! Dios le decía: “…tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto” (Éxodo 32:7) y Moisés le rebatía “…mira que esta gente es pueblo tuyo” (Éxodo 33:13) “Tu pueblo”decía Dios. “¡No, el tuyo!” insistía Moisés. Y Dios le responde en Éxodo 33:14: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. No resultó en menos problemas sino en más descanso, y descanso del alma. No se trataba de dejar de atender a las tres millones de personas sino que contaba con la presencia de Dios y que Él le daría descanso. ¡Si la presencia de Dios está conmigo yo soy fuerte!
David sabía refugiarse en Dios. Fue un gran poeta en Israel pero no como los de hoy que se inspiran mediante el alcohol o la droga. David no se inspiraba debajo de la sombra de un árbol tomando jugo de naranja, más bien se obligaba a mostrar su confianza en Dios en medio de sus conflictos. No es que agarró el arpa y comenzó a recitar: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno”. ¡No! ¡Lo estaban por matar! Era un hombre que se había acostumbrado a huir para que no lo maten. Pero escribió el Salmo 23 “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar…Confortará mi alma…” ¡Dios le dará confort a mi alma! ¡Mi alma tiene aire acondicionado!
Bendigo a aquellos que se congregan en la casa de Dios para escuchar su palabra porque la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios. ¡Hoy tienes que dejar de lado tus temores! Tu temor involucra incredulidad, la cual es contraria a la fe. ¡La duda es enemiga de la fe! Quiero que examines tus pensamientos y tus palabras porque éstas evidencian la fe que tienes. Tú crees que te va a ir mal, el médico te ha dicho que no vas a sobrevivir la enfermedad que se te diagnosticó y tienes fe de que te vas a morir. ¡Eso es lo tu incredulidad y tu temor te predican! Pero Dios quiere que recibas hoy un bautismo de fe, y la unción del Espíritu Santo que te moverá a la fe, a la esperanza y a saber esperar confiadamente en el Señor. ¡Eso le dará descanso a tu alma! Dormirás como nunca antes lo has hecho y descansarás con una paz que nunca has disfrutado, no importa cuál sea tu circunstancia. ¡El problema no es el problema! ¿Estás preparado para enfrentar cualquier circunstancia? Los problemas van a demostrar que tú eres un hijo o una hija de Dios, y que no eres vencido por éstos porque eres más que vencedor por medio de aquel que te amó. Si quieres dejar hoy tus temores, angustias, impotencias, afanes y ansiedades acércate a Dios para recibir de Él su paz.
ANEXOS: