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Hoy estudiaremos el pasaje que está en 2ª de Samuel capítulo 24, desde el versículo 1: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Vé, haz un censo de Israel y de Judá”. Este mismo relato está en 1ª de Crónicas donde dice que Satanás incitó a David a hacer un censo; uniendo los dos relatos, podemos concluir que Dios permitió a satanás tentar a David para que hiciese un censo. Veamos más en detalle este hecho.
David era un rey que nunca había perdido una batalla pero deseó medir sus fuerzas y cuán poderoso era su ejército. Él siempre había ganado las batallas porque su confianza estaba en Dios y le consultaba cada vez que tenia que enfrentar alguna situación difícil; aunque tuviera poca gente, no importaba cuántas, su confianza estaba puesta en Dios. Pero después de haber sido rey durante muchos años y haber ganado muchas guerras, sintió en su corazón hacer un censo y medir así sus fuerzas. En realidad la ira de Dios se había encendido contra Israel e incitó a satanás a tentarle para hacer el censo, es decir, el censo no era la voluntad de Dios para su vida sino más bien era una prueba o tentación de satanás para su vida. Es muy sutil la tentación, no hay ningún hombre sobre la tierra que no haya sido tentado; David fue un hombre que siempre buscó a Dios, estaba acostumbrado a que Él lo respalde en todo cuanto emprendía por lo que no le resultó cosa difícil hacer el censo, pese a las observaciones de algunos que le rodeaban.
Sin embargo, luego de hacer el censo le pesó en su corazón hacerlo; y Dios habló a David a través de su siervo Gad ofreciéndole tres opciones de castigo: Que vengan siete años de hambre en la tierra, que David huya tres meses delante de sus enemigos y que ellos lo persigan o que por tres días haya peste en la tierra. (2ª Samuel 24:10-14). Estas tres opciones se resumían en dos: Caer en manos de hombre o caer en manos de Dios. ¿Quién es más poderoso? ¿Dios o el hombre? ¡Dios! Pero, a pesar de que Dios le podía hacer más daño en tres días que sus enemigos en tres meses, David eligió ser castigado por Dios, porque él conocía su corazón y su infinita misericordia y también conocía la naturaleza perversa del hombre.
Dios envió pues, la peste sobre Israel y murieron 70.000 hombres pero cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de hacerle mal y le dijo al ángel que se detuviera. Leamos el versículo 17: “Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre”. Aquí nos encontramos frente a un cuadro muy actual, en el que no se sabe por qué suceden determinadas cosas: Están los acusadores de Dios que dicen: “¿Qué culpa tiene este niño de que su madre sea una malvada? ¿Por qué Dios permite que mueran niños en una guerra? ¿Por qué Dios permite que niños mueran de hambre?” Hay preguntas que no tienen respuesta o que las respuestas no le conforman al hombre.
¿QUÉ ES LA CULPA?
Hoy les hablaré acerca de la culpa: ¿Qué culpa tenían estos 70.000 hombres que murieron a causa de una mala decisión del rey? Siempre nos hemos hecho preguntas como estas: ¿Es justo Dios o es injusto? Lo cierto es que todos nosotros tenemos distintos niveles de autoridad; cuando somos niños estamos bajo la cobertura de personas mayores y cuando ya somos mayores, nosotros mismos somos cobertura de otras personas. Por eso es que nuestras generaciones de niños y adolescentes en Uruguay y el mundo sufren tanto porque sus padres están preocupados por ellos mismos y no por sus hijos. Como aquella madre que con la excusa de irse a trabajar siempre dejaba a su hija con un tío… y al tiempo se enteró que su propio hermano abusaba de su niña. ¡Qué grandes injusticias tenemos que sufrir en el planeta tierra! Pero si Dios te ha dado hijos, tú eres el responsable. Con la excusa de traer dinero a la casa, no tienes que dejar tu hijo con cualquiera. Les voy a decir una gran verdad: Son más violadores los parientes cercanos, un padrastro, un primo, un sobrino, aquellos en quienes tenemos más confianza, que los extraños. ¡Despierta! Porque después, la primer pregunta que surge es: ¿Por qué Dios lo permitió? Pero la pregunta correcta es: ¿Quién lo permitió, Dios o tú? ¡Más importante que tu comida es la vida de tu hijo!
Había sobre el rey David una tremenda culpa. La culpa es algo de lo que tratamos de desprendernos; en un matrimonio a punto de romperse, cada cual intentará echarle la culpa al otro. Desde chicos hemos aprendido echarle la culpa a algo o a alguien. Siempre pongo el ejemplo de mi hija cuando rompió un florero: Era pequeña, no había nadie en la casa, excepto ella misma y mi esposa, tampoco había animales en casa; ante la pregunta de quién rompió el florero, mi hija respondió: “¡El gato!” Hay algo en nuestro interior, desde que somos muy pequeños, que nos lleva a tratar de sacarnos la culpa de encima, porque la culpa es la cosa más difícil que tenemos que sobrellevar. Cualquier cosa mala que yo haga la justifico sacando la culpa de mi persona y poniéndola en otra persona.
Este es un mundo en el que gana el que mejor sabe echarle la culpa a otro, pero la culpa es un poder espiritual que opera de parte de Dios sobre todos aquellos que han cometido pecado y han hecho algo fuera de la voluntad de Dios. Los psicólogos tratan de minimizar la opresión de la culpa enseñándole a la gente a transferir sus culpas: Quién tiene la culpa es su padre, su madre, etc… sintiendo así un alivio momentáneo, pero delante de Dios, ¿quién podrá justificarse? ¡Nadie! ¿Podrá un violador presentarse delante de Dios diciéndole que es lo que es culpa de su padre? ¿Podrá una madre justificarse diciendo que descuidó a su hijo porque tenia que ir a trabajar y traer dinero a la casa? ¿Conoces tus prioridades y qué es lo que Dios quiere que pongas en primer lugar? En primer lugar, tienes que poner a Dios y en segundo lugar, a tu prójimo. ¿Quién es tu prójimo? Tu esposo, tu hijo, tus parientes más cercanos.
NUESTRAS DECISIONES AFECTAN A QUIENES NOS RODEAN
En el caso de David, vemos cómo una decisión que tomó una persona que estaba en eminencia afectó a miles de personas. Las decisiones que toma el presidente Batlle nos afectan a todos, cada decisión buena que toma nos bendice y cada decisión mala que toma, nos maldice. ¿Oras por el presidente? Cada uno de nosotros está en un determinado nivel de autoridad y cada decisión que tomamos, afecta a quienes están debajo de nuestra autoridad. Un empleado está bajo la cobertura de un gerente y un hijo está bajo la cobertura de sus padres…este es un principio que rige a toda la humanidad. Somos culpables o inocentes “en paquete”; si el presidente de la república toma una buena decisión, Uruguay queda libre de alguna mala consecuencia y viceversa. No solamente tenemos que cuidarnos por nosotros mismos, sino que tenemos que ser fieles, justos y buenos administradores de lo que tenemos porque nuestras decisiones afectan a quienes están debajo nuestro.
David cometió un pecado delante de Dios y ese pecado afectó a una nación: 70.000 personas murieron a causa de su mala decisión. David tenía una gran culpa. Culpa es lo que tenemos desde que somos pequeños por haber hecho tantas cosas y no haber asumido nuestros errores pero la gran inteligencia y sabiduría es saber asumir nuestras culpas: Dios no dará por inocente al culpable, dice la Biblia. Si tú eres culpable, eres culpable por más que llores y le eches la culpa a la sociedad, al gobierno y a quien sea. Dios te hace responsable de las decisiones que tomas que te afectan a ti y que afectan también a la gente que te rodea. Muchos alcohólicos dicen que se hacen mal sólo a ellos, pero cuántas veces he hablado con mujeres que me dicen llorando que su esposo se gasta todo lo que tiene en el alcohol y no tienen dinero para alimentar a sus hijos. ¡Estos padres alcohólicos, no se dan cuenta que no sólo se hacen mal a ellos, sino a su esposa e hijos!.
Cada decisión que tomas, afecta a quienes te rodean; no sé quiénes te rodean, pero sí se que estás en autoridad y no serás libre de culpa a menos que Dios te perdone y Dios no perdona a quienes se sacan las culpas de encima sino a quienes reconocen sus culpas. Dios no te va a decir: “¡Pobrecito! La culpa es de tu madre!” Dios te dirá: “Ven y trata conmigo cuál es tu problema porque yo tengo poder para librarte de tu pecado, no importa lo que haya hecho tu padre o tu madre, yo trataré contigo con tu pecado y con tus padres trataré con sus propios pecados pero tu tienes que venir y arreglar las cuentas conmigo” ¡Tienes que saber reconocer tus codicias y tus malas decisiones! Tu necesitas reconocer tu pecado y necesitas el perdón de Dios. El único que cubre con su sangre preciosa la culpa, que es el pecado, es Jesucristo, nadie tendrá paz si no recibe el perdón de sus pecados. Cada vez que hacemos algo, nos justificamos para poder explicar por qué lo hacemos, cualquier decisión que tomamos, la tomamos justificándonos y echándole la culpa a otro. ¡Esto es un signo de inmadurez!
CONCLUSIÓN
Dijo un gran siervo de Dios, Edwin Louis Cole que “el reconocer responsabilidades nos da madurez”; sólo crecemos cuando reconocemos nuestro pecado. ¿Qué es pecado? Es haber dejado de hacer lo que teniamos que hacer o haber hecho algo que no teníamos que hacer. Saber reconocer cuáles son mis responsabilidades es saber venir delante de Dios para que él quite las culpas. El psicólogo no podrá quitar las culpas, una madre tampoco, un juez tampoco…Si tu tienes culpa no podrás huir de Dios, diga lo que diga un juez de esta tierra…Cuando Dios te quita la culpa, te da paz, es inexplicable la paz y la bendición que reposa sobre aquella persona que ha alcanzado el perdón de Dios. Muchas personas logran evadir la justicia humana pero a Dios nadie lo puede “coimear”, nadie será libre de la justicia de Dios, la única justicia que le da paz al hombre es la justicia de Dios.
¿Cómo hace Dios para justificar un pecador? Dios no es injusto, para poder perdonar a un pecador, necesita un sustituto, alguien que pague en lugar del pecador, esto es una figura legal muy común. Hay alguien que pagó en nuestro lugar, ese es Jesucristo, él es nuestro fiador, él dijo a Dios: “Carga en mi cuenta el pecado de toda la humanidad”. En la antigüedad un cordero era el sustituto del pecador, se le ponía la mano sobre la cabeza al cordero y se le “transfería” la culpa al cordero, se ofrecía pues, la muerte de un animal inocente en lugar del que debía morir, porque la paga del pecado es muerte. Jesús es nuestro SUSTITUTO. Si mi culpa no es transferida a la vida de Jesús, delante de Dios aún soy pecador. Si tu quieres experimentar la paz del perdón de tus pecados, tienes que ir delante de Dios y presentarle tu pecado. ¡Hoy es tu oportunidad! ¡Tienes que reconocer tus pecados! ¡Tienes que ponerle nombre y apellido a tus pecados! ¡Tienes que saber la causa por la cual tu vida está alejada de Dios! Si necesitas ser libre de tus pecados, haz esta oración ahora mismo:
“Padre amado, en esta hora vengo delante de tu presencia a reconocer mis pecados; Señor, he actuado injustamente contra tu justicia, contra tu santidad, soy responsable por mi vida y por la de todos aquellos que me rodean. Perdóname Señor, cúbreme con la sangre preciosa de tu Hijo Jesucristo, acepto que el sacrificio de Jesús en la cruz fue en sustitución por mi condenación, reconozco que Jesús murió en la cruz en mi lugar. Te pido que me perdones y me libres de todo pecado, de todo mal y de toda consecuencia. Me vuelvo a ti y por la fe declaro que mis pecados son perdonados, por lo tanto las ataduras de la muerte y del infierno me sueltan y tu Espíritu Santo viene a mi trayendo libertad y liberación, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: