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El Salmo 23 es uno de los salmos que ha saciado a millones de personas en las circunstancias más conflictivas y más difíciles; hoy quiero hacer énfasis en el primer versículo: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”.
Hay muchas personas que son autosuficientes, creen que lo pueden todo y no necesitan de un Dios; alegan que Dios es un bastón, que es un invento del hombre, por causa de su temor e inseguridad. La verdad es que si el hombre ha creado un Dios, ¡qué bien le salió! ¡Hay que inventarse un Dios que haya creado todo un universo! Un pastor se encontró con alguien muy autosuficiente, que le decía: “Yo resuelvo, yo puedo, yo tengo voluntad”. El pastor le hizo unas preguntas muy sencillas: “Ah usted no necesita nada, ¿usted se lleva bien con todo el mundo, verdad y todos se llevan bien con usted?” “¡No!”, responde el hombre. “Ya que no necesita a Dios, ¿cómo anda su familia?” “Precisamente me estoy divorciando…” Le hizo otras preguntas como: “¿Usted nunca se enoja, nunca pierde los estribos, no?” “¡Claro que me enojo y pierdo los estribos de vez en cuando!” Cuando terminó de preguntarle, le dijo al hombre: “¡Me parece que usted está necesitando un pastor!” ¡Jehová es mi pastor! ¡Nadie puede decir que ya se siente satisfecho, que ya está todo bien y no necesita más!
Me detengo en el primer versículo del Salmo 23 porque hablo con mucha gente que está encerrada en una cárcel muy dura, de la que es muy difícil salir, y esa cárcel se llama “la necesidad”. Las personas trabajan mucho y se desgastan pero siguen necesitados, éstas, a veces creen que si logran alguna cosa entonces van ser felices. Algunos creen que al casarse todo va a estar bien, que cuando consiga otro auto se sentirá satisfecho, que si se divorcia estará bien, o si obtiene un título entonces se sentirá realizado. Pero cada vez que alcanzan esas cosas descubren que aún no son felices, todavía están necesitados: ¡Hay una disconformidad adentro que no pueden quitar con nada! Esto les sucede a todos los que no tienen a Jehová como su pastor. “Jehová es mi pastor, nada me faltará” dice el salmo 23, versículo 1. Significa que en Dios está todo lo que yo necesito. No necesito otra esposa, otro trabajo o un título: ¡Para satisfacer todas mis necesidades necesito a Dios!
He visitado recientemente uno de nuestros centros comunitarios, el cual está en un lugar chiquito donde no hay más de diez chicos; cuando llegan al lugar podemos apreciar sus caritas, ¡tan desamparados! Se los ve tan faltos de todo, algunos han perdido a su mamá, otros a su papá porque no querían saber más nada con ellos, otros han perdido a su cónyuge por la misma razón. Y ¿cómo hacer para saciar a una persona que no puede ver a sus hijos ya que el juez se lo ha prohibido? ¿Se puede saciar a una persona que tiene grandes necesidades? ¿Cómo hacer que una persona, que tiene un cáncer terminal se sienta satisfecha? ¿Un enfermo así podrá pronunciar: Jehová es mi pastor, nada me faltará?
Nos llegó la noticia desde San Juan, que han internado en terapia intensiva a un familiar, una persona joven; hace unos tres meses comenzó a sentir un dolor en la espalda y él creía que era un problema muscular, se demoró un poco y cuando fue a consultar al médico vieron que tenía una mancha en el pulmón, le hicieron los estudios pertinentes y le diagnosticaron cáncer. Los médicos han dicho a sus familiares que no creían que iba a salir de ésta. (Al momento de escribir este mensaje, este familiar ya partió con el Señor).
Estuve también leyendo un libro, cuyo autor fue a visitar a un amigo que tenía cáncer y estaba postrado en cama. ¿Qué le puedes decir a alguien que le está costando respirar, que la vida se le va y deja a su esposa, a sus hijos, cuando ha sido el sustento de la familia y ha cuidado mucho de ella? Pero Dios decide que ya no la va a cuidar más y entonces comienza a sentir que se le agotan las fuerzas. Cuenta el autor del libro, que le tomó la mano a su amigo y comenzaron a recitar el salmo 23: “1Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2 En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. 3 Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. El moribundo apretó la mano al ministro y casi no podía pronunciar palabra así que con las pestañas trataba de seguir. Cuando llegaron a la parte que dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte…” el hombre le apretó más la mano y movió su cabeza como diciendo amén: “4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.
¡Uno sólo puede sentirse satisfecho y completo en Dios y ha hecho las cosas de tal manera que nada puede saciarnos, sólo Él mismo!
Recuerdo también una conversación curiosa que tuve con un hermano sobre el pasaje de la Bibliaque se encuentra en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Discutíamos que no era un video o un dibujito sino la palabra, entonces el hermano me dijo: “Entonces los sordos no pueden tener fe”. La fe es la comunicación que Dios tiene con nosotros a través del medio que sea pero que llega a la médula de nuestros huesos, a lo más profundo de nuestro ser, de modo que también un sordo puede conocer a Cristo aunque esté impedido de oír. ¡Hasta un ciego, sordo y mudo puede conocer a Cristo y encontrar satisfacción para su alma!
Así que si estás insatisfecho, el problema no es lo que te falta, si estás insatisfecho lo que te falta se llama Jehová, tu pastor. Tú quieres alcanzar algo pero no lo logras y crees que cuando lo hagas te sentirás satisfecho, pero el Señor te dice que Él es el único que puede satisfacer tu alma.
Invitamos a venir a nuestra iglesia a un hermano llamado Nick que no tiene ni brazos ni piernas; él viaja a todas la naciones para predicar y es un ejemplo porque en su situación se muestra totalmente satisfecho, y le imparte fe y aliento a las personas. Todos los que tienen sus miembros lo quedan mirando y se dicen: “¡Pensar que tengo dos manos y dos pies!” Este hombre no tiene nada prácticamente sólo el tronco, pero hace un montón de cosas; para desplazarse, lo hace en el piso como un gusano. ¡Él ha encontrado en Dios la esperanza, la fe, y la paz! ¡Cuántas personas tienen sus ojos, manos y pies pero no encuentran la forma de ser satisfechos! Algunas mujeres dicen: “Cuando mi marido cambie, yo voy a estar satisfecha, si no cambia seré una infeliz toda la vida. Necesito que cambie para ser feliz”. Lo mismo dicen los esposos. ¡Te estás agarrando de algo muy débil! ¡No es eso lo que te traerá satisfacción! El Señor te dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). ¡El centro de todo sustento y toda satisfacción está en Dios!
Es común escuchar frases como: “Yo soy amargado porque mi papá me pegaba”, “soy un violento porque mi padre me pegaba”, “yo me drogo y alcoholizo porque mi papá se alcoholizaba, gritaba e insultaba”. ¡Así que necesitas que otros estén bien contigo para que seas feliz! El Señor te ofrece ser feliz a pesar de todo, Él te ofrece llenar tu existencia. No sé qué le has estado reclamando a Dios, a la vida, a tu esposo o a tu suegra pero tienes que aprender esto hoy. El Señor te dice: “Si yo dependiera de tu suegra para que seas feliz, sería un Dios muy chiquito; si tú dependieras que tu marido cambie para que seas feliz yo sería un Dios muy débil, pero puedo hacerte feliz a pesar de lo que te hace tu esposo o tu papá. ¡Yo te puedo hacer feliz a pesar de cualquier cosa porque yo soy Dios! ¡Yo satisfago!”
Jesús dijo de los que creen en Él, que de su interior correrían ríos de agua viva, no dijo que si tenían las dos manos o los pies, si eran ciegos o sordos: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38). ¡Yo creo que tenemos que buscar eso! ¡Si tú estás buscando otra cosa para ser feliz, estás errado, tienes que buscar en Dios eso que te está faltando y necesitando!
Leí recientemente acerca de un misionero que fue a Tobago; él había ido a bendecir a un grupo de enfermos que tenían lepra; en un momento estaba dirigiendo la alabanza y preguntó si había alguien que quería cantar alguna adoración especial, y del fondo, una mujer que no tenía ni ojos ni nariz por causa de la lepra dijo: “Yo quiero cantar el himno que dice: “Cuenta las promesas del Señor”. Cuando leí esto, me acordé de mi mamá; a ella a menudo no le resultó fácil criar cinco varones, yo solito nomás ya era muy complicado. ¡Los cinco éramos como unos potros salvajes! En mi casa no sobraba el dinero, al contrario y si yo no me enteraba era porque mi mamá nunca me dijo que no había plata, pero teníamos un plato de comida y de ahí es donde surge eso de: “Tomate toda la sopa y comé con pan”. Ella no quería que nos quedáramos con hambre. ¡Yo odiaba la sopa! Cuando me casé, hicimos un pacto con mi señora de que nunca tomaríamos sopa; ahora, a veces deseamos un plato de caldo y aprovechamos a tomar cuando nos ofrecen en algún lado, pero a mí me cansó eso de: “Tomate toda la sopa”. Entonces, mi mamá cantaba el himno: “Cuenta las promesas del Señor”; no tenía todo lo que deseaba o necesitaba, nunca alcanzaban las medias, los calzoncillos. En casa se armaba guerra cuando le sacaba los calzoncillos o las medias a mi hermano. ¡Capaz que él se había lavado las medias porque tenía que salir y yo las agarraba y me las ponía! Yo soy de la época en que se ponía la media en el mate para remendar, pero a mi mamá no le daba el tiempo para ponerse a coser las medias de los cinco así que tuvimos que aprender a remendarlas nosotros mismos. Yo tengo imágenes de mi infancia cuando mi madre cantaba el himno: “Cuando combatido por la adversidad, creas ya perdida tu felicidad, cuenta las promesas que el Señor te dio y de las tinieblas nacerá la luz. Bendiciones, cuántas tienes ya, bendiciones Dios te manda más. Bendiciones, te sorprenderás cuando veas lo que Dios por ti hará”.
¡Comienza a contar las bendiciones de Dios! Lo que me sacudió de la historia del misionero de Tobago, es la mujer sin orejas, sin nariz, sin dedos y con los labios deshechos diciendo: “Yo quiero cantar el himno “Cuenta las promesas del Señor”. ¡¿De qué te quejas tú?!
En el centro comunitario en el que estuve compartiendo con los diez chicos les dije: “No esperen para su felicidad, en nada que quieran tener”. Les conté la tristeza que me da cuando algún chico me dice que no quiere estar más en la comunidad; están insatisfechos, han estado en la calle con frío, comiendo de la basura, y cuando llegan a la comunidad encuentran una familia, tienen comida y sobre todo, amor y comprensión. Sin embargo, cuando una persona no está satisfecha por dentro, no hay nada que le puedas dar para satisfacerla. ¡Sólo Dios puede satisfacerte!
Viene a mi memoria también, la fábula de un hombre que había criado un león y lo había domesticado, andaba para todos lados con el animal, pues se había encariñado muchísimo con el león; éste era muy grande. Un día, en un espectáculo que realizaba, el león se volvió y le mordió la pierna. ¡El hombre no podía creerlo! Entonces investigaron, ya lo querían matar, pero al final descubrieron que al león le dolía una muela, estaba tan dolorido que no aguantó que el domador lo hiciera trabajar porque estaba mal de ánimo. Del mismo modo, cuando tú estás en un mal estado de ánimo, ves mal a todo lo que sucede a tu alrededor. ¡Si estás enfermo ni siquiera aguantas la luz! ¡Cuando tú estás en la cárcel de la insatisfacción nada de lo que te den te va a satisfacer porque el vacío es interior!
Cuando te gobierna un mal estado de ánimo, nada de lo que te hagan o te den, te sirve, por eso, Dios quiere sacarte de esa cárcel de insatisfacción. ¿Cuándo serás feliz? ¿Cuando te sanes? ¡La respuesta es no! ¿Cuando te cases? ¡No! ¿Cuando seas rico? ¡No! ¿Cuándo vas a ser feliz? ¿Cuando se cumplan tus sueños? ¡La respuesta es no! “Yo soy el que te sustenta”, dice el Señor, “Yo soy el que te cuida, el que satisface tu alma”.
A veces parece que estás muy necesitado y andas buscando algo para satisfacerte.
Llegó un hombre a consejería con un pastor, desesperado, como cuando los discípulos estaban en medio de la tempestad y Jesús estaba en la barca durmiendo y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te das cuenta que perecemos?” Jesús dormía; a Él la tempestad no le movía un pelo, tenía total y absoluta paz, sabía que iban a llegar al otro lado a donde Él había dicho que llegarían. Así que entró el hombre en la oficina del pastor y le dijo: “¡Pastor, estoy desesperado!” “¿Qué le pasa?” le pregunta el pastor. “¡He perdido todo!” Su empresa había quebrado, y agrega: “¡Tengo ganas de morirme!” Entonces el pastor le dice: “Mi hermano, lamento tanto que usted haya perdido su fe”. “¡No he perdido la fe!” dice el hombre. “Ah, lamento muchísimo que haya perdido la moral, que haya perdido su carácter”. “¡No! Yo no he perdido eso, sigo siendo el mismo”. “Perdón hermano por mal interpretarlo, lamento mucho que haya perdido su salvación”. “¡No! Tampoco he perdido mi salvación. ¡He perdido la empresa!” Continúa diciendo el pastor: “Hermano, usted no ha perdido nada importante”. ¡Muchas veces hacemos importante algo que en realidad no lo es!
“¡Si mi esposa me entendiera, pero no me entiende!” “¡Mi marido no me entiende!” Porque tu cónyuge no te entiende ya quieres hacerte el harakiri, te quieres suicidar porque no te mira, no te toma en cuenta, crees que no eres nadie y prefieres morirte. ¡Es tu marido, es tu esposa, no es Dios! Si pierdes a Dios ahí sí, desespérate, pero si no lo pierdes tienes suficiente motivo para ser feliz.
Había un hombre que estaba satisfecho sobremanera con Jesús; encontró al Señor y su corazón se había llenado, era feliz aunque estaba sin dinero, no tenía nada, apenas tenía un poco de avena para comer y agua. El hombre miraba la avena y el agua y decía: “¡Jesús, y además esto!” ¡Qué lindo encontrar satisfacción en Dios!
¿No has encontrado a Dios aún, lo andas buscando todavía? ¿Tienes esa sensación de insatisfacción y estás en una cárcel? ¡Solo, infeliz, nadie te quiere! ¡Dios te ama aunque nadie más lo haga! ¡Dios puede sacarte hoy de la cárcel de la insatisfacción!
¿Vives quejándote que te falta de acá o de allá? ¡Comienza a pedirle a Dios que te permita ver cuál es su sustento! David era un hombre que había encontrado la clave: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. ¿Quién es tu pastor? ¿Tu esposo? ¡Has elegido mal! ¿Es tu suegra? ¡Elegiste peor! ¿Márquez es tu pastor? ¡Elegiste más o menos bien! Pero si Cristo no te satisface, nada lo hará.
Pídele perdón a Dios por ser un insatisfecho y dile: “Sácame de la cárcel de la insatisfacción Señor, estoy harto de mí mismo, estoy pecando porque no estoy viendo tus promesas ni tus bendiciones. Señor, tener ojos ya es una bendición tremenda, tener oídos es una bendición. ¡Jesús, qué bendición es la vida! ¡Cuántos hay que no tienen manos y yo las tengo! ¡Cuántos hay que no tienen pies y yo los tengo! ¡Señor, gracias por la vida! ¡Gracias por haberme creado! ¡Gracias por haberme permitido ver tu creación! ¡Gracias por lo que tengo! Quiero ser agradecido Dios mío, quiero que me bendigas abriendo las puertas de esa cárcel de la falta de satisfacción”. Dile a Dios: “Tú eres la fuente de mi felicidad, aunque no tenga nada, si te tengo a ti soy feliz, me siento satisfecho. Aunque pierda todo, si te tengo a ti Señor, tengo todo lo que necesito”. ¡Todo lo que necesitas para vivir una eternidad feliz es tener una buena relación con Cristo!
Oro para que bendigas a tu pueblo Señor, en esta hora, que tu pueblo encuentre satisfacción, que las puertas de las cárceles de la insatisfacción sean abiertas y los presos salgan en esta hora, en el nombre de Jesús. Señor, glorifícate, extiende tu mano, toca a tus hijos, en el nombre de Jesús. Queremos pedirte perdón por ser insatisfechos, insaciables. ¡Glorifícate Señor, exáltate, en el nombre bendito de Jesús! Te damos a ti la gloria y la honra, en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: