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Leemos en 1ª de Juan 3:16: “16En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”.
¿Has conocido el amor realmente? Aquellos que han conocido el amor son transformados y ya nunca más vuelven a ser las mismas personas. El amor transforma en muchos aspectos; antes de enamorarme yo era mugriento y me convertí en una persona limpia. ¡El amor de Dios toca a las personas y las transforma! Digamos que el gancho que Dios usa para atraerte es el amor.
El apóstol Juan dice: “En esto hemos conocido el amor…” Hay muchas cosas que parecen amor pero no lo son; los hombres y mujeres confunden la lascivia y la codicia, cosas que son perjudiciales, con el amor. Algunas actitudes atentas o cultas parecieran que se relacionan con el amor pero no lo son; por ejemplo, cuando un hombre es muy caballero, esto es una expresión de cultura pero no de amor, porque puede ser un hombre malo, horrible, violador, pero atento.
En el libro que he escrito, titulado “Historias que sanan” se encuentra la historia de Karen, una chica que se enamoró de un muchacho muy atento; él la invitaba a tomar café y ella se sintió halagada. El muchacho la acompañaba a todos lados, pero resultó que no la amaba, era un psicótico que la aprisionó en los lazos del temor, la golpeaba y cada día la amenazaba con que la iba a matar.
¿Cómo se yo que soy amado? ¿Cómo sabe una mujer o un hombre que son amados? ¿Cómo puede saber un adolescente que es amado? La mayor manifestación de amor, y hay muchas clases, es el amor de Dios, y es el único verdadero. Está el amor de la madre, del padre, del esposo o la esposa, está el amor de una chancha, de una vaca, de una cabra pero hay uno que es el amor de Dios y a ese, la Biblia le llama el verdadero amor, por lo que Juan señala: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros…” ¡La máxima manifestación del amor es que Dios dio su vida por nosotros!
Digamos que tú le puedes dar leche caliente a alguien que tiene frío en la calle, le puedes dar abrigo, y esas son expresiones de amor, pero la máxima expresión de amor es que des la vida por esa persona, que llegues a considerar la vida del otro más valiosa que tu vida misma y que la pongas para salvar la del otro. ¡Ahí ya se complica!
El amor paga un precio alto, paga el precio que tenga que pagar. No es una cosa descabellada dar la vida por otra persona, al menos, creo que una madre es capaz de dar la vida por su hijo o hija, tal vez un padre puede dar su vida por su hijo o su hija, no por el de la vecina pero al menos por el suyo propio. ¡Qué alegría poder decirte que nosotros somos hijos propios del Dios del cielo y que Él dio su vida por todos! Cuando Cristo dio su vida por ti en la cruz del calvario y estuvo dispuesto a derramar su sangre gota a gota por amor a ti, no estaba dando la vida por algún extraño sino por sus hijos, por aquellos a los que ama tan profundamente, tanto que debió pagar con su vida y lo hizo. “En esto hemos conocido el amor…”
La segunda parte del versículo que se encuentra en 1ª de Juan 3:16 es la más complicada: “…también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. En eso vamos a conocer que el amor de Dios tocó tu vida, no antes, y te pregunto: ¿El amor de Dios tocó tu vida? El instrumento más poderoso de Dios es su amor, Él nos ha atraído, no con lazos de temor, no con amenazas ni imposiciones sino con su amor. Le amamos porque Él nos amó primero y el amor es el que ha conquistado a las personas más difíciles.
Los chicos que conocemos y han estado no sólo en la droga sino que también han delinquido, chicos con vidas muy complicadas, vienen de hogares en el que no encontraron amor. He encontrado cientos de mujeres que están con un hombre simplemente porque tienen miedo de quedarse sin techo, por esa causa conviven con una persona a la que no aman y tampoco él las ama sino más bien las desprecian y desechan. Entonces, los hijos no ven el amor y no saben dónde está el amor, o conocen que sus madres y padres son infieles a sus cónyuges y cuando le preguntas si creen en el amor te dicen que no. Así que van por la vida resentidos, angustiados, insatisfechos, incrédulos, negativos; si les preguntas si creen en la familia te contestan: ¿Para qué la familia? ¡Son hijos que no han sido contenidos! Si les preguntas si creen en el matrimonio te dirán que no. El argumento más fuerte es: “Yo no he conocido el amor. No he visto el amor entre mi madre y mi padre”.
¡El mundo es una mentira! Y si no le creen al padre y a la madre, ¿le creerán al policía? ¿Le creerán a Dios? ¿Le creerán al evangelio? Pero cuando encuentran personas que aman y el amor de Dios los toca, cuando alguien vez tras vez les habla dulcemente al corazón y gasta tiempo con ellos, -éste está gastando su vida por ellos-, entonces comienzan a preguntarse qué tiene de especial esa persona, y se empiezan a convencer de que el amor existe. Es cierto que al principio son reacios a creer, ya que esa vivencia va contra su idea de que el verdadero amor exista, pero luego son tocados y transformados por el verdadero amor.
El elemento de atracción más glorioso y más grande que tiene el evangelio, es el amor de Dios sobre las personas y entregado a través de las personas.
Al finalizar uno de los cultos, se acercó tímidamente una joven que no ha sido amada en su hogar, al contrario, ha sido un estorbo para su familia. Había allí muchos que querían hablar conmigo y saludarme, así que la chica se quedó a un lado esperando tener la oportunidad de acercarse y cuando lo pudo hacer, me dijo: “Pastor, ¿me puede dar un abrazo?” ¡Me descolocó! La abracé con fuerza y le dije: “¡Te doy todos los abrazos que quieras, todos los que necesites!” Comencé a preguntarle por su vida y me dijo que nadie la ha querido. Me contó que su mamá, una prostituta, los dejaba solos, abandonados, a cualquier hora. La joven, con ocho años de edad se tenía que hacer cargo de un hermanito chiquito el que se le murió porque no sabía cómo atenderlo, así que ha cargado con esa culpa toda su vida. Hoy esa joven tiene unos veinticinco años y anda por la vida preguntándose si alguien podrá abrazarla con un abrazo de Dios.
¿Necesitas ser abrazado por Dios? ¿Todavía no has recibido el consuelo de ser amado por Dios? ¡Hoy, Dios te va a abrazar! ¡Estamos felices de predicar, de publicar y de mostrar el amor de Dios por las personas! ¡En esto hemos conocido el amor de Dios, que Jesús entregó su vida por nosotros!
El hombre sacrifica vidas humanas por extraer oro de alguna mina, por hacer grandes rascacielos; el hombre explota al hombre para tener más dinero. ¡Al hombre no le importa el hombre! Según las noticias que leemos todos los días, el estado está interesado en arreglar sus propias cuentas, más que en solucionar los problemas de sus ciudadanos; una publicación reciente señala que un niño murió de inanición, en otra anuncia que es posible que en un hospital público, no atiendan a un niño hasta dentro de un año, aunque la ley dice que brindársele turno para menos de un mes. ¡Podemos ver con esto que la ley no produce amor, no cambia el corazón de las personas!
Yo estoy feliz porque hasta los que no vienen a la iglesia dan testimonio que han sido amados por la gente de Misión Vida. Recuerdo una oportunidad en que fui con mi señora a un Shopping a cambiar un buzo que me regalaron; entonces entré al baño en el que habían varios hombres, y de pronto siento una voz detrás mío que dice: “¡Miren quien está aquí, el apóstol Márquez! ¿Cómo le va apóstol?” ¡Todos quedaron mirando! Entonces el hombre agrega: “Yo estuve en un centro comunitario Beraca, con Espinillo, en la ciudad de Aiguá.” ¡El muchacho se sentó a hablar conmigo en el baño! Me contó que se había ido de la comunidad pero ahora estaba trabajando y hacía ocho meses que no se drogaba. Le manifesté que era una lástima que no fuera a la iglesia pero que era precioso lo que Dios había hecho en su vida. Así que salí del baño, escrachado pero feliz por cuánto valor tiene Espinillo, un chico que ha tenido una vida horrible, una miseria, lleno de violencia y de pecados; y me enteré que a su hermana le han saqueado la casa que queda en la esquina de uno de nuestros centros comunitarios, en una boca de droga, pero él, un muchachito que ha tenido sexo hasta con animales está al frente de otro centro comunitario bendiciendo otras vidas. ¡Qué linda es la obra de Dios!
Nuestras vidas son cartas escritas que los hombres pueden ver. Cuando pienso en la historia de quienes han compartido su testimonio en el libro Historias que Sanan, no puedo pensar o creer a primera vista que puedan haber vivido la vida que vivieron, pero la verdad es que Dios los ha sacado de un pozo muy profundo, muy oscuro y triste, un pozo del que no se puede salir si no aparece la mano amorosa de Dios.
Hay dos pasajes de la Biblia que definen el verdadero amor, uno está en San Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, y el otro se encuentra en 1ª de Juan 3:16: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”.
Yo estoy predicando el evangelio porque un día el amor de Dios me tocó, ya que de otra menara estaría haciendo edificios porque soy arquitecto de profesión. ¡Bendito es ese día en el que me tocó y me transformó en pastor! Él hizo que yo pusiera también mi vida por la de todos aquellos que están necesitando conocer su amor. ¡Dios cambia la visión y el valor de las cosas!
A una de las mujeres que compartió su testimonio en el libro, Isabel, su mamá le decía que era una negra de ojos achinados, por lo que ella odiaba sus ojos pero ahora sabe que esos ojos son algo que la identifica y son lindos.
¡Yo soy un hombre muy feliz! Me ha tocado vivir de cerca el gran acontecimiento de la presentación del libro Historias que Sanan y por ese motivo he viajado a varios lugares con los hermanos cuyos testimonios están en el libro, el que han compartido en cada sitio a donde fuimos, y lo más precioso es que no he ido con gente extraña sino con mi familia. ¡Cada uno de los que ha contado sus experiencias en el libro, son mi familia!
Viene a mi memoria el hecho de que hace poco, por error, tiramos a la basura una bolsa que contenía ropa, así que mandamos a un hermano de la iglesia a que fuera a rescatar esa bolsa y se encontró un chico durmiendo adentro del container. Yo me pregunto: ¿Es menos uruguayo que vos y yo? ¿Vale menos? ¡No! ¡Es un ser humano, una criatura de Dios! Para Dios ese muchacho es más precioso que una nave espacial, que un barco de trecientos metros o un edificio de un kilómetro de altura, ¡es su hijo! Para mi también son más preciosas mis hijas que un edificio muy alto, que un barco grande y un auto caro. En las noticias se publicó acerca de un auto cuyo costo asciende a ciento ochenta mil dólares. ¡Mis hijas valen más que ese auto!
Te pregunto: ¿Sabes cuánto vales para Dios? ¿Sabes cuánto Dios pagó por ti? ¿Sabes cuánto te ama? “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros”
¡Yo soy una persona muy valiosa porque Dios ha determinado mi valor! No fueron mis padres quienes han determinado cuánto valgo yo, a veces los hijos no valen nada para sus padres. No es tu esposo o tu esposa quien determina cuánto vales, a veces tu cónyuge te desprecia, te golpea e insulta, te pisotea pero no son ellos quienes han puesto precio a tu vida. No es un juez, no es la Constitución Nacional, no es el estado, el que se quiere hacer cargo de nuestros hijos. ¡Dios quiere hacerse cargo de tu vida! ¡Él puso su vida por ti y le dio precio a tu existencia!
¿Has experimentado el amor de Dios? El amor de Dios vale más que el abrazo de un padre, de un pastor o de un esposo. Leí una frase que decía algo así como: “Abajo el machismo y abajo el feminismo” ¿Qué machismo y feminismo? ¡Somos todos, criaturas de Dios, amados de Él!
¿Qué le ha dado seguridad a mi vida? Que Dios me amó y me ama; Él no me ha despreciado nunca, no me ha asustado ni golpeado nunca, Él me ha disciplinado y me ha castigado pero me lo impuso porque me ama. Yo le digo siempre que me castigue todo lo que Él quiera porque sé que lo hace bien, no como mis padres sino que lo hace con justicia, su disciplina viene de una mano amorosa.
Cuando discipliné a mis hijas y cuando las reprendí, nunca dudaron que yo las amaba, porque mi amor fue mucho más grande que toda disciplina. Yo aprendí que Dios me amaba mucho más de lo que yo pensaba y esperaba; cuando vinieron los días difíciles y malos sobre mi vida no era porque Dios no me amara, porque Él me amó y me ama en el valle de sombra de muerte y en la cumbre de la montaña, haga frío o calor, ¡mi Dios me ama! ¿Has conocido ese amor? ¿Te has rendido en los brazos de ese amor? Cuando veo en qué brazos se ponen algunas mujeres, ¡Dios Santo! “¡Cuidado no te metas, es un animal, es un bruto!” “No, a mí me gusta, yo lo quiero. Me ha dicho que me ama.” ¡Y se ponen en los brazos de un canalla!
¿Te has puesto en los brazos de Dios?
Algunos tienen miedo que Dios sea como el papá de ellos, como el esposo o el compañero que tuvieron o tienen. A Dios no le tengas miedo, ven y ponte en sus manos. Dile: “Dios yo me entrego en tus preciosas manos, abrázame Señor. Necesito un abrazo de mi Papá. Quiero sentarme en tus faldas y recibir tu amor. ¡Necesito recibir tu abrazo!”
¿Tienes esa identidad de hija o de hijo? ¿O es Dios un extraño para ti? ¡Ven hoy al encuentro de tu Padre! Si no has tenido una experiencia así con Jesús, haz una oración que te pondrá en los brazos amorosos del Padre del cielo. ¡No luches! ¡Ríndete a Dios! En el momento en que creas en el amor de Dios, recibirás ese amor. Muchas personas que son amadas no reciben el amor porque lo rechazan, pero en el momento en que creas y ahora es el momento, le dirás a Dios:
“Tú me amas Señor y quiero responder a ese amor. Confieso que creo que tú me amas verdaderamente y recibo mi identidad de hijo”.
¡Recibe un bautismo del amor de Dios, ese amor te envuelve ahora! Dios te da una nueva identidad de hija, de hijo. Dile al Señor:
“Yo creo que tú me amas al punto de dar tu vida por mí. ¡Qué valioso soy para ti Señor! Yo te agradezco y en esta hora, por la fe, recibo tu amor, tu gran amor por mí y recibo mi identidad de hijo del Papá de cielo. ¡Gracias Señor! En el nombre de Jesucristo hago esta oración, amén.”
ANEXOS: