LAS CEBOLLAS DE EGIPTO NO SON TAN BUENAS - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LAS CEBOLLAS DE EGIPTO NO SON TAN BUENAS

La obra que Dios tiene que hacer es tan grande e importante, está tan bien pensada y planificada que necesita gente sin preconceptos, que no esté atada a lo material, a lo que conoce o sabe, naturalmente hablando; que no esté atada a lo que su alma ha percibido a través de lo que ha visto, oído o tocado. Se necesita gente preparada por el Espíritu Santo, con un conocimiento de la obra de Dios, tal, que esa persona se sienta pequeña dentro de la inmensidad del proyecto de Dios.

Yo necesito sentirme parte de un plan muy grande, pero también debo entender que tengo que hacer mi parte y que el plan que Dios tiene conmigo ya lo ha venido desarrollando desde antes que yo exista y continuará después de que me vaya. Dios habló con Abraham, al que considera su amigo y le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que yo te mostraré”. Y él obedece acerca de un plan que Dios tiene con sus descendientes, el cual se extiende hasta hoy en día. Ésta es una película que Abraham no llega a concebir, sólo sabe que debe creer y obedecer. Él no entiende por qué Dios lo saca de Ur de los caldeos ni se hace demasiadas preguntas; el Señor simplemente le dijo que debía marcharse, dejar su tierra y su parentela e irse a una tierra que Él le mostraría. No le mostró con lujo de detalles que iría a la tierra de Canaán ni le dio explicaciones del asunto. ¡No! ¡Sólo le dijo que lo guiaría!

Lo importante para Dios es la disposición de nuestro corazón, y que podamos decirle: “Señor, voy a caminar contigo. ¿A dónde voy? ¿Cuál es la primera milla que debo caminar? Yo voy a caminar contigo y creeré que tú vas conmigo y que me mostrarás paso a paso lo que debo hacer”.

 

            EL EJEMPLO DE ABRAHAM

Señala la Biblia que Abraham llegó a la tierra de Canaán donde habitaba el cananeo; él dijo de sí mismo que allí era extranjero y advenedizo. Tampoco entendía lo que estaba haciendo, pero Dios le había prometido darle esa tierra a su descendencia. A medida que transcurre el tiempo, Dios va desenvolviendo la visión, va abriendo el panorama y te muestra las cosas que hará contigo. ¡Así trabaja Él! Si Dios te mostrara todo lo que tiene que hacer contigo, tú te asustarías, porque los planes eternos de Dios no caben en nuestra cabeza. Así que hoy te muestra un poquito, mañana te muestra otros poco y tú caminas por la fe.

En un momento, Dios le dijo: “Ten por cierto que tu descendencia irá cautiva a Egipto, pero yo los traeré de allá y los reestableceré aquí, en la tierra donde tú estás. La tierra a la que te traje, será de tu descendencia”. Pasaron cuatrocientos treinta años y la descendencia de Abraham se aumentó dentro de los límites de Egipto, y en esclavitud. El pueblo estaba cautivo en esa nación y no veían ni entendían cuáles eran los planes de Dios, pero Él se le presentó a Moisés y le dijo: “He visto el clamor de mi pueblo…” Señala la Biblia que el pueblo lloraba y clamaba; gemían porque eran azotados y los mantenían en servidumbre. No tenían casa propia, no eran dueños de sus propias vidas, tampoco de sus familias ni de las cosas que poseían. Los amos de los descendientes de Abraham eran los egipcios y valían en función de los ladrillos que podían fabricar, si no lo hacían con facilidad, los mataban y nadie podía reclamar nada.

Dios va desenvolviendo su plan y necesita gente que pueda ver algo de lo que Él está haciendo. Conocemos que Dios llamó y envió a Moisés; éste estaba creído que Dios se había equivocado y por lo tanto le sugirió que buscara otro mejor que él. Moisés se dio cuenta que no calificaba para la función que Dios le estaba pidiendo, pero el Señor le dijo: “Ve, yo iré contigo y pondré palabras en tu boca. ¡Preséntate delante de Faraón!” “¿Y qué le digo?” “¡Yo te señalaré lo que debes de decir, no te hagas problemas cabezón!”

De este modo, Dios va guiando a su pueblo a través de personas que aprenden a creerle y a obedecerle, y al tomar una decisión entienden que están obedeciendo y no hacen lo que les parece que está bien, sino lo que Dios quiere.

Así va transcurriendo la historia del pueblo de Israel, y Dios los ha traído hasta el día de hoy. ¡Él los está guiando como un padre que guía a sus hijos!

Cuando salieron de Egipto, lo hicieron por el obrar poderoso y sobrenatural de Dios, mediante plagas que debilitaron el corazón del faraón hasta quebrantarlo. Finalmente éste los deja ir y cuando el pueblo de Dios sale, hasta el mar Rojo se hizo a un lado y se abrió dejando pasar a su pueblo. Entraron a un desierto, tramo que debían atravesar en veinte o treinta días, y al llegar al borde de la tierra prometida, Dios les dijo: “Ustedes entrarán a la tierra que le prometí a Abraham mi amigo. Yo les prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob que les daría esta tierra a ustedes y hoy entrarán a poseerla”. La historia nos relata que se nombraron doce espías y diez de ellos no creyeron en la palabra de Dios. Esos diez contaminaron al pueblo con su negativismo, con su falta de visión y su rebeldía, los contagiaron de tal manera que después de haber visto los milagros portentosos en Egipto y en el desierto, terminaron declarando: “¡Mejor hubiese sido quedarnos en Egipto!”

Yo he visto creyentes que en su corazón vuelven a Egipto y argumentan que antes, estaban mejor. Son seducidos y atraídos hacia atrás; son tentados a creer que era mejor la vida que llevaban antes. Dios les dijo al pueblo: “Esta tierra que yo les he prometido es tierra en la que fluye leche y miel, donde ustedes comerán de los frutos que no han plantado, beberán el vino de viñas que no han cultivado y habitarán en casas que no edificaron”. Esto es conocido en la Biblia como la tierra prometida, significa, tierra de bendición, un territorio donde ellos tendrían paz y prosperidad, donde podrían desarrollar su familia y donde lo que produjeran sería de ellos.

Cuando Dios saca a los creyentes de la esclavitud del pecado, los lleva a través de un desierto, a la tierra prometida. ¡Dios te ha llamado para llevarte a un territorio de bendición! Su plan es establecerte en una tierra en la que te irá bien, que todo lo que haga tu mano, prospere, que te cases y te vaya bien en tu matrimonio, que tengas hijos y te vaya bien en su crianza. ¡Dios quiere eso para el creyente y no otra cosa! ¡Dios quiere tu bien, el de tu cónyuge y el de tus hijos! ¡Dios quiere el bien de las familias de la fe! ¡Tú tienes que entrar en ese territorio!

Estaban a punto de entrar a la tierra prometida y los diez espías malvados declaran: “La tierra es buena pero el trabajo es pesado, nos van a conquistar, la gente que habita el lugar es gente de guerra, son muy grandes, nosotros somos como cucarachas comparados con ellos”. Tenían una visión negativa, frente a una visión eterna de Dios, que se había gestado cuando Abraham comenzó a caminar con Él.

¡Dios está desarrollando un plan extraordinario y para ello necesita de gente que crea extraordinariamente en Él y le obedezca extraordinariamente!

Entonces el pueblo recordó las cebollas que comían en Egipto, y anhelaron volver. Ellos dijeron: “Dios nos ha traído hasta aquí para que muramos”. Hay personas que me han dicho: “Pastor, no me siento bien, lo que hago no me llena”. Y he visto a muchos volver atrás, lo que me apena, porque con ellos sucede lo que señala la Biblia, que el perro vuelve a su vómito. Más de uno ha dicho: “¡Esto es difícil para mi! ¡Es demasiado! o “¡Esto es muy fuerte para mi, yo no puedo!” Entonces miran para atrás y retroceden… ¡Qué triste!

            DIOS TAMBIÉN SE CANSA

            La Biblia señala que Dios es paciente y misericordioso, pero hoy te quiero contar de un Dios que también se cansa. Yo me pregunto: ¿Alguien que esté recibiendo este mensaje estará hartando a Dios? Leemos en Números 14:11: 11y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?

Para agradar a Dios hay que creerle y el que no le cree es alguien que desobedece y se vuelve rebelde a Dios. En este punto, antes de entrar en la tierra prometida, el pueblo decidió que la conquista de esa tierra era algo muy difícil de llevar a cabo y consideraban vivir una vida más tranquila, sin tanto apremio.

¡He visto gente oprimida por tener que servir a Dios! Yo doy gracias a Dios porque me ha concedido el privilegio de servirle hasta el cansancio y aún en medio del agotamiento, sentirme feliz. ¡A mí no me resulta pesado el yugo del Señor! Muchos me dicen que descanse, les impresiona toda la obra que hacemos y me preguntan de dónde saco tanta fuerza, ¡pero no es con mis fuerzas que sirvo a Dios! La Biblia dice de Gedeón que él estaba cansado pero persiguiendo; leemos en Jueces 8:4: 4Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo”. ¡Me encanta ese versículo! ¡Lo he hecho parte de mi vida! Muchas veces me siento cansado pero persiguiendo, haciendo la obra de Dios. ¡Se puede estar cansado, cansado, cansado y sentir que el yugo es liviano! Hay un punto en el que el Señor decide que no puede seguir contigo, que no realizará la obra que tiene que hacer contigo, porque necesita alguien que no se acuerde de las cebollas de Egipto. ¡El problema más grande que tenía Dios era que había gente que se acordaba y apreciaba demasiado los días de su esclavitud! Hay quienes eran esclavos del cigarro y después de un tiempo se enfrían en su relación con Dios y vuelven a fumar; gente que antes era esclava del adulterio, después de un tiempo se enfrían en su relación con el Señor y reinciden en ello. Personas que le han dicho a Dios: “¡Voy con todo! ¡Pongo las manos en el arado!” Comienzan a arar con ganas pero después de un rato miran para atrás y declaran: “¡Qué complicado es esto!”

Me viene a la memoria un hermano con el que prácticamente hemos edificado Beraca. Yo me cansé de verlo endeudado, herido, cansado, deprimido. Se edificó una casa en un terreno, el cual según le dijeron, no era de nadie. Se endeudó consiguiendo materiales y pocos años después se enteró que ese terreno tenía dueño; aparece esa persona y le pide que se vaya, pero él tenía la casa a medio hacer… decidió quedarse unos cuantos años pero no sabía si seguir acondicionándola por miedo a que lo echen. Recuerdo que me invitaron a cenar y no tenían sillas donde sentarse. Así estuvo por años con la casa a medio hacer hasta el día en que dijo: “¡Me quiero dedicar tiempo completo al Señor!” Y con su esposa y sus diez hijos se fueron a vivir a uno de nuestros centros comunitarios. ¡Qué alivio! Pudo saldar sus deudas, dejó la casa de porquería que tuvo sin terminar por muchos años y eso que el hermano es albañil, pero como reza el dicho: “En casa de herrero, cuchillo de palo”.

Ahora estaban felices viviendo en Beraca, viendo a sus hijos correr y jugar, y todos los días tenían un plato de comida. Beraca era para él la tierra prometida, pero un día comenzó a resultarle pasado servir a Dios, se fue debilitando hasta que llegó a la conclusión de que debía irse de ahí. ¡Decidió volverse a la casa de porquería que había dejado! Pensó que era el tiempo en que iba a prosperar, entonces compró unas ventanas fiadas, y con la idea de terminar su vivienda, comenzó nuevamente a endeudarse. Yo llevaba varios días pensando en ese hermano, hasta que me lo encontré y le dije: “¡Me pregunto cuánto más te has endeudado!”

¡Es duro para la carne servir a Dios pero es gozo en el espíritu! ¡Pero más duro para la carne y para el espíritu es retroceder! ¿Te gustaría que Dios diga de ti: “Hasta cuándo me ha de irritar fulanito o menganito? ¿Hasta cuándo no me querrá y no querrá hacer mi voluntad? ¿Hasta cuándo me pondrá excusas? ¿Hasta cuándo considerará que es más importante luchar por las añadiduras que por el reino?” ¡Yo estoy convencido de que Dios quiere hacer una obra grande en Uruguay! ¡Él va a sacudir las estructuras sociales, políticas y económicas del Uruguay! Pero, ¿con quién lo hará?

Que Dios se harte de ti no significa que dejó de amarte, Él no puede contradecirse. ¡Dios nunca dejará de amarte! Pero no podrás evitar las consecuencias de tus decisiones erróneas. Dios podrá ayudarte en tu vida y en tu futuro, pero, las consecuencias de tus decisiones mal tomadas vendrán sobre ti.

Moisés le pide a Dios que perdone al pueblo, y El le responde: 20Yo lo he perdonado conforme a tu dicho. 21Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra, 22todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, 23no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá” (Números 14:20 al 23).

Dios le estaba diciendo: “¡Ya me han cansado! ¡Son duros! ¡Los he llamado pero no han querido responder!”

Te pregunto: Cuándo Dios tiene un plan, ¿Él retrocede de ese plan que ideó? ¡No! Dios le juró a Abraham que le entregaría a su descendencia la tierra prometida; tierra en que fluye leche y miel, de viñas e higueras, tierra de bendición. Ese es el territorio del cual Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). ¡Dios quiere que tengas una vida abundante! Sin embargo hay personas que llegan al borde de la vida abundante, pero no pasan. La vida abundante es ese territorio donde Dios gobierna, allí Él es Señor y se le obedece. Afuera es donde decides que Dios no está en lo cierto y que a ti te conviene otra cosa. Llegas al borde de la tierra, la miras, la anhelas, quieres disfrutar de lo que hay allí, pero estando afuera. Es decir, te dedicas a las añadiduras como lo es tu casa, tu trabajo, una cuenta bancaria, cosas que te gustan y son lícitas, cosas que anhelas, de modo que entonces, quieres la bendición que está allí adentro pero te mantienes fuera de la línea.

            LOS PROYECTOS DE DIOS SON INAMOVIBLES

Entre la tierra de bendición y el desierto había un río, el Jordán, y Dios dijo: “Está bien, si les parece muy pesado hacer lo que yo les pido quiero que vuelvan al desierto”. Dios tomó una decisión drástica y es la que hoy toma con muchos que le dan vueltas. Leemos en Números 14:27 al 30: 27¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan? 28Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. 29En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. 30Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun”. ¡Cuando Dios tiene un plan no retrocede! Continuamos leyendo en Números 14:31: 31Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis”.

¡Yo hoy me la estoy jugando por los niños, si tú te quieres quedar, hazlo! ¡Yo estoy creyendo que Dios está levantando una generación de niños que dará un gran golpe a su nación! Cuando llegué a Uruguay, éramos, mi esposa, yo, mis dos hijitas que cursaban la primaria y tres chicas que nos acompañaron al comienzo. Yo tocaba el teclado, cantaba, ministraba la bienvenida, la ofrenda, predicaba, y mi señora levantaba la ofrenda. ¡Éramos tan pocos! ¡Hacíamos todo nosotros solos! Pero me siento feliz al ver que en el campamento de niños que ha tenido lugar en Baraca han participado mil trescientos niños. ¡Los hemos visto llorar en la presencia de Dios y entregarle su corazoncito a Jesús!

Si tú no quieres entrar en la tierra prometida, Dios se va a valer de tus hijos. ¡Él hará lo que ha dicho que hará! ¡Uruguay y las naciones verán la gloria de Dios! Esto es lo más importante que he predicado durante veinte años: ¡Uruguay y las naciones verán la gloria de Dios! ¡Dios hará la obra contigo o sin ti!

Leamos nuevamente lo que Dios dijo a su pueblo, que se negó a obedecerle: 30Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun. 31Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. 32En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. 33Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto” (Números 14:30 al 33).

“Pero lo que le prometí a Abraham, lo voy a hacer. Si no lo hago con esta generación lo haré con la que le sigue”, dice el Señor.

¡Los proyectos de Dios son inamovibles! ¡Sus proyectos son eternos! ¡Lo que Dios se ha propuesto hacer, lo hará! En aquel entonces hubieron dos personas, y espero que en la actualidad hayan más de dos; ellos eran Josué y Caleb, quienes dijeron: “¡No sean rebeldes contra Dios! ¡La tierra que nos está ofreciendo el Señor es muy buena! ¡Hemos visto el fruto!” Señala la Biblia, que cargaban un racimo de uvas sostenido por un palo entre dos personas. Leemos en Números 14: 7 al 9: 7y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. 8Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. 9Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis. 10Entonces toda la multitud habló de apedrearlos”.

Hubo dos que hablaron positivamente, pero los otros diez hablaron más, aunque Dios se agradó de esos dos. Al Señor le agradó la actitud de Josué y Caleb, por lo tanto, ellos fueron los únicos de esa generación que vivieron para entrar en la tierra prometida. Josué fue el conquistador de esa tierra y Caleb fue un hombre que siendo viejo conquistó el territorio que Dios le había prometido que sería de él.

Sólo cuando entras en el territorio de la bendición de Dios, y ese es el territorio de la fe y de la obediencia, obtendrás el fruto de esa tierra prometida. En lo visible es un Jordán, el territorio de lo que Dios te ha prometido, en lo espiritual, tú dejas el desierto el día en que le crees a Dios y le obedeces. Por más que tú te llames cristiano, si no le crees a Dios y no le obedeces todavía estás en un desierto y seguirás allí hasta que le creas y le obedezcas. Ten cuidado, pues puede ser que lo hartes y decida seguir con otro. Yo no sé cuál es el tiempo del hartazgo de Dios para con tu vida, sólo Él lo sabe; pero hay algunos que tientan constantemente a Dios. ¡Hay gente que retrocede! Pero éste es un día para hacer un pacto con Dios, y decirle: “Señor, no me quiero perder lo que tienes para mi. Quiero entrar en ese territorio, Señor. ¡Voy a cruzar el Jordán!” Tú sabes que cuando la decisión está tomada, Dios obra inmediatamente. Cuando el corazón está dispuesto, ya Dios comienza a operar.

Había que cruzar el Jordán pero estaba complicado, porque así como sucedía con el río Nilo, éste se desbordaba por todas partes. El pueblo tenía que pasar al otro lado y Dios hizo un milagro, detuvo las aguas que venían de arriba, las aguas de abajo se habían ido al mar y todos cruzaron. Sucedió igual que con el mar Rojo: ¡El pueblo pasó en seco hacia el otro lado!

La tierra prometida es un territorio donde Dios se mueve sobrenaturalmente, es el territorio de la bendición. Pero eso sucedió cuarenta años después con la generación de niños que no habían vivido en Egipto y no tenían memoria de ese lugar. Ellos jamás iban a decir: “¡Mejor eran las cebollas de Egipto!”

¡Dios necesita una generación de gente despojada de su pasado, que no mire atrás, que no esté recordando los momentos gratos que ha vivido, ni anhelándolos! ¡Todo lo que hay que vivir está adelante y no atrás! ¡Todo lo que hay que alcanzar está adelante y no atrás! ¡Todo lo que voy a alcanzar es por la fe y la fe es la certeza de lo que viene, es la certeza de lo que espero, no de lo que pasó! ¡La fe no trabaja con el pasado! Dile en esta hora: “Dios voy a mirar hacia adelante, no me voy a asustar por los obstáculos, no me va a asustar el Jordan desbordado. ¡Sé que tú vas conmigo, Señor! Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temerá mal alguno porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu callado me infundirán aliento. ¡Dios, caminaré contigo!”

Hoy es tiempo de tomar la decisión de avanzar, de no mirar atrás ni retroceder. Debes luchar para ser aquel o aquella que Dios ha soñado que seas. Debes alcanzar todo lo que Dios ha soñado que tú alcances y lo harás no porque cuentas con tus fuerzas, sino porque crees. ¡Dios abrirá el mar Rojo! ¡Él abrirá el Jordán y hará milagros por ti! ¡Dios lo hará! ¿Quieres vivir una vida aventurada o vivir una vida cómoda? Dios hoy ya está preparando una generación de niños que le dirán: “¡Entraremos contigo a la tierra prometida!” ¿Serás tú como Josué y Caleb o como los diez espías malvados?

Una de las características de los espías que fueron con un reporte negativo, era que ellos no querían entrar pero tampoco dejaban que los otros entraran. Convencieron por mayoría, democráticamente, al pueblo, de que lo que Dios quería era demasiado. Yo no sé cómo Dios hará, pero Él me ha plantado en Uruguay para que esta nación vea su gloria. ¡No se cómo lo hará pero le voy a seguir creyendo y mis ojos lo verán! ¡No se con quién ni cómo lo hará, pero lo hará! ¡Y yo estaré ahí, yo veré la gloria de Dios en Uruguay!

            CONCLUSIÓN

Lo más precioso de la vida cristiana está adelante, pero está cruzando el Jordán. Está adelante pero incluido en la visión de Dios y en la fe y obediencia que Dios necesita que tengas para que Él pueda hacer lo que quiere. Lo que Dios está haciendo no es algo que se le ocurrió recientemente. ¡No! Dios está completando un plan eterno que ya había planeado desde antes de la fundación del mundo, que lo continuará y para ello se valdrá de gente valiente. Yo, una vez más, honro a los veinte uruguayos valientes que han ido a conquistar Haití. ¡Mi corazón se alegra al ver el valor y la fuerza de aquellos que han ido a esa nación y trabajan por conquistarla! ¡Bendito sea Jesús! ¿Cuál será la próxima? Le pregunto al Señor: ¿Será el Congo? ¿Dónde están los pobres y debilitados? ¿Dónde están los quebrantados? ¡Envíame, Señor! ¡Yo voy a arrasar con los poderes de las tinieblas que mantienen a la gente en idolatría, en miseria, en pobreza, en pestes y maldiciones! ¡Yo iré Señor! ¡Yo soy de aquellos que anhelan ver tu gloria!

“Señor, ¿qué me puedo llevar? ¿Puedo llevar mi cama?” Las zorras del campo tienen guarida, las aves del cielo tienen nido, mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza. ¿Lo vas a seguir sin ponerle condiciones? Señor, yo quiero que seas tú el que pone las condiciones.

Hubo otro episodio en la vida del pueblo de Israel en el que Dios le dijo a Moisés: “Les voy a enviar un ángel, les voy a dar la tierra que les prometí, pero yo no iré con ustedes porque me van a colmar la paciencia y los voy a consumir. ¡Les daré lo que les he prometido pero no quiero tratos con ustedes!” (Éxodo 33:1 al 3) Y hoy le dice a su pueblo: “¡Me tienes cansado! ¡Me has puesto excusas! Todo el tiempo me has hablado de tus necesidades, de tus trabajos y tus deudas. ¡Me han cansado tus excusas! ¡No me sirve que trabajes para las añadiduras, tampoco te sirve a ti! ¡Morirás en el desierto! ¡No podrás disfrutar de las bendiciones de la tierra prometida! El día que me creas y obedezcas, es el día que comenzarás a ver mi mano. En ese preciso momento en que decidas creerme y obedecerme, yo abriré el Jordán y tú entrarás”.

Hoy es un día de oportunidad para aquellos que han entendido que aún no han entrado en la tierra prometida y se encuentran en el desierto, pero hoy deciden entrar y dejar atrás lo que sea necesario, y están dispuestos a perder lo que haya que perder. ¡Hoy, Dios te quiere ungir para cruzar el Jordán! Este es el momento de decirle a Dios: “¡Te voy a tomar en serio! ¡Tú puedes contar conmigo! No sólo te voy a dar mi vida, te daré todo lo que tiene que ver con ella. ¡Podrás disponer de todo lo que quieras, Dios! Hoy renuncio a mí mismo, Señor. No quiero seguir viviendo fuera de la tierra prometida, ¡yo quiero ver tu mano! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

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