TU CRISIS TIENE PROPÓSITO - Misión Vida para las Naciones

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INTRODUCCIÓN

Quiero contarte que hay una gran bendición en las crisis. Si yo hoy te predico con fe y esperanza, con convicción y fuerza, es porque Dios me ha hablado y no fue precisamente cuando yo andaba corriendo de un lado para otro, buscando nuevo empleo o mejor sueldo. ¡No! El Señor me ha hablado en medio de mis crisis, y no solamente me habló sino que también me marcó y ahora, después de más de veinticinco años de ministerio puedo decir que Dios es sabio y he podido ver cómo Él me preparó para consolar, para ayudar, para bendecir, dar consejos y trasmitirle confianza a las personas. Y no te predico acerca de algo que leí en algún librito o en la Biblia; yo te hablo de vivencias que tienen que ver con Dios hablando a través de su palabra, y uno aprende muchas cosas con el Señor.

En una época en que estaba atravesando una crisis profunda y no sabía qué más hacer ni qué puertas golpear, porque ya había probado todo lo que yo sabía hacer para salir adelante en la situación en la que me encontraba, le pedí a Dios que me hablara, entonces busqué en su palabra y Él me habló a través del Salmo 40: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación…”

Yo no salí inmediatamente del pozo pero el Señor ya me había hablado; esas palabras penetraron en la médula de mis huesos, si bien en ese momento no me consolaron porque yo no entendía qué era lo que Dios me quería decir, pero yo estaba desesperado por salir del pozo. Resulta que cuando estás ansioso, afanoso, corriendo mucho de acá para allá, no estás sintonizado con Dios y no lo puedes escuchar bien porque tu alma está muy ocupada, entonces el Señor necesita aquietar tu alma para poder hablarte. Es en esos momentos, cuando paras la máquina, que puedes escuchar la palabra de Dios. No siempre estamos con el corazón abierto, pero el Señor marca en tu interior alguna palabra que tal vez ahora no entiendes, pero la entenderás más adelante. Esto es cuando Dios nos da una palabra Rhema, que no muchas veces la entendemos pero queda guardada en nuestro corazón y en algún momento aflora, en medio de alguna circunstancia que nos toca vivir. ¿Qué significa Rhema? Es la palabra de Dios actuando en un momento dado, y en una situación dada.

                CUANDO DIOS HABLA, TIEMBLA EL UNIVERSO

Fíjate que el diablo usó la palabra de Dios para tentar a Jesús, pero no era palabra Rhema. La palabra de Dios en la boca del diablo no es Rhema sino palabra del diablo. Ahora, cuando un creyente quiere usar la Biblia para darle palo a otra persona, lo que habla, tampoco es palabra de Dios. Ese cristiano usa la palabra de Dios pero no es Rhema, es la palabra de Juancito en la boca de Juancito. ¡Pero cuando Dios habla, tiembla el universo! Cuando el Señor habla, cosas maravillosas suceden. Claro, no siempre estamos preparados para aceptar la palabra que Dios nos da y a veces nos parece medio absurdo. Cuando leí el Salmo 40, había allí una expresión que no me cayó bien y era la palabra “pacientemente”. Yo quería salir de ese pozo a como diera lugar, porque estaba desesperado. Pero el Señor me dijo a través de esa palabra: “¡Necesitas esperar en mí, pacientemente!” Te digo una gran verdad, quien está ansioso y afanoso, no está demostrando ni esperanza, ni confianza, ni fe en Dios. Si estás ansioso o afanoso no sabes ni puedes esperar en el Señor, pero a Él no lo vas a apurar, porque estés ocupado. Una de las frases que compartí en las redes recientemente, dice lo siguiente: “Mala costumbre es que, porque nosotros estamos apurados, queremos apurar a Dios. Te digo un secreto, Dios es infinito y tiene todito el tiempo que Él quiera o necesite para lo que sea; o sea, Dios no está apurado”. ¿Quién es el valiente que quiere apurar a Dios? Pero hay quienes se enojan si Dios no se apresura a contestarles, hasta algunos se vuelven ateos porque el Señor no hizo como ellos le sugirieron que hiciera. ¡Qué poco sabemos de Dios!

Del Salmo 40 aprendí que cuando tengo que tratar con Dios, primero tengo que esperar en Él, tengo que confiar y ser paciente. El hecho de que tú estés turbado no significa que Dios lo esté y que por ende tenga que actuar inmediatamente. Así como esa experiencia, te podría hablar de muchas cosas que aprendí de la palabra de Dios.

Lo que menos tenía yo y lo que aún tengo que aprender, es paciencia. Hace veinte años que les vengo diciendo a algunas personas lo que deben hacer, respecto de alguna cosa, pero no lo hacen; yo creía que si me enojaba y les sermoneaba los convencería de su error, pero nada. Así que ya después de tantos años me sucede igual que con mi esposa, cuando le digo: “Sí, mi amor”, “Sí, mi vida”. Cuando me casé con ella yo la quería cambiar, como si hubiese venido mal de fábrica; pensé que yo sería más feliz si la cambiaba y me volvía loco intentándolo. Los hombres sabrán que cambiar a las mujeres es una tarea muy difícil; a mí me ha costado toda una vida y no lo he logrado, así que me tuve que conformar con amarla. Me sucedió así con muchas personas a las que les tengo que volver a decir lo que les vengo diciendo hace años pero ya no me enoja, aunque por ahí me sale: “¡Ya te lo dije! ¡Llevo años diciéndote!” Así me sucede con los sonidistas, con los que filman, etc. Pero con el tiempo uno va aprendiendo y se va aplacando. Con la vida y con los golpes uno aprende paciencia. Y resulta que un buen porcentaje de esas personas, con el paso de los años he notado que han cambiado, y ahora se ven los frutos. ¡Tarde o temprano el fruto viene!

                LA PALABRA RHEMA DE DIOS, TRANSFORMA TU VIDA

En tiempos de crisis, la palabra Rhema se metió adentro de mi corazón; Dios me habló más que nunca en mis crisis. ¡Sí, Dios habla a través de las crisis! En el tiempo en que tuvieron que intervenirme quirúrgicamente, me lamentaba: “¡Yo aquí parado, internado por varios días sin hacer nada! ¿Qué propósito tendrá Dios conmigo? ¿Por qué permite que me suceda esto?” A todos en algún momento nos sucede algo y terminamos diciendo: “¿Por qué tengo que vivir esto? ¿Por qué?” El día en que habíamos programado levantar siete pastores en nuestra iglesia y hacer una fiesta tremenda en Monte Beraca, me levanté con un sangrado importante y me tuvieron que llevar de urgencia al hospital, donde quedé internado. Hasta ese momento había una cierta clase de gente a las que yo no le había prestado atención o nunca había valorado y esas personas eran las enfermeras. La mayoría de las que me atendieron eran mujeres preciosas; una de ellas me decía: “Hola Márquez, ¿cómo amaneció? ¡Ya va a pasar todo!” Yo pensaba qué hermoso que te dijeran algo así, aunque habían otras que me regañaban: “¡No se queje hombre!” Cuando me dieron de alta, les regalé chocolate a cada una de las que me atendieron y las bendije en el nombre de Jesús. Hoy le doy gracias a Dios por la vida de las enfermeras y oro por ellas. Algunas trabajan en el CTI, ahí donde el diablo empuja a varios para que se vayan al infierno, y ellas están en ese lugar para arrebatar a esas almas en el momento de la muerte, intercediendo para que se vayan al cielo. ¡Yo bendigo a esas mujeres!

Uno tiene que aprender de las crisis y Dios tiene mucho que hablarnos a través de ellas, porque cuando andamos corriendo no tenemos tiempo para atender a Dios y mucho menos para escuchar su voz. Recuerdo una circunstancia específica en donde yo estaba sentado en el piso de mi casa llorando, pidiéndole a Dios que me hablara, entonces abrí la Biblia y leí en el Salmo 119 algunos versículos que me marcaron profundamente. Por ejemplo, en el Salmo 119: 41 y 42 leí: “Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador que en tu palabra he confiado”. Quien escribió este Salmo era un hombre que estaba afligido. Quiero hablarte acerca de qué es la palabra de Dios y de la  importancia que ésta tiene. Al que me avergüenza, ¿qué le voy a decir? ¡Que en tu palabra Señor, he confiado! Algunos confían más fácilmente en lo que les dice un pariente o algún amigo que en la palabra de Dios. A veces las circunstancias se presentan de tal manera que, lo que te dice alguien, o lo que sientes, resulta más convincente o más penetrante que la palabra de Dios, y terminas haciendo lo que sientes o lo que esa persona te dijo, y no lo que Dios te habló a través de su palabra. ¿Por qué? ¡Porque lo sentí! El diablo tiene sus doctrinas y les ha enseñado a las personas que tienen que hacer lo que sientan. ¡Eso no está en la Biblia! ¡Es una manipulación del infierno! A ti te han enseñado que si no haces lo que sientes, entonces eres un hipócrita. ¡Eso es mentira! Uno no tiene que hacer lo que siente sino lo que es bueno, lo correcto y lo que es conforme a la verdad de Dios. ¡Eso sí es justo! ¡Eso sí está bien!

En nuestras vidas se presentan muchas circunstancias, en las que argumentamos, por ejemplo: ¿Y si Dios es real, por qué te está sucediendo esto? Hay una confianza que es tan fuerte y que opera más allá de lo que uno ve; hay una confianza basada en una convicción y va más allá de lo que uno escucha. Y hay veces que parecemos ridículos, cuando en medio de una dificultad nos dicen: “¿Y tu Dios dónde está?” o “Si Dios existe, ¿por qué permite esto?” En esos momentos da vergüenza ser cristianos porque no sabemos qué responder, pero el salmista declaró: “A mi avergonzador le voy a decir que en la palabra de Dios yo he confiado”.

¡Yo me he aferrado a la palabra de Dios y he decidido creer en ella! He visto cómo en centros de estudios hay profesores que se especializan en ridiculizar a los jóvenes cristianos, quienes tienen la convicción de que Dios nos ha creado. Yo aliento a los jóvenes cristianos a levantarse y a decirles a los profesores: “¡Yo creo en la palabra de Dios y confío en ella! ¡A mi avergonzador yo le diré que he confiado en la palabra de Dios!” ¡Profesores, creer que descendemos del mono es una cuestión de fe! ¡Yo no creo que venga del mono! ¡Creer que venimos de la materia es una cuestión de fe y yo no creo en eso! ¡Me parece ridículo! ¡Yo he decidido confiar en Dios y he puesto mi confianza en su palabra! ¡La Biblia dice que Dios creó los cielos y la tierra e hizo al hombre y a la mujer y yo le creo! “Ah, pero eso es mitología”. ¡Yo creo en esta mitología! ¡Yo creo en la palabra de Dios! Alguno te dirá: “Demuéstrame que Dios existe”. ¡Qué ridículos! No pueden creer que venimos de Dios pero creen que somos el resultado de una explosión. ¡Hay que tener fe para creer semejante cosa! Esto lo digo porque veo cómo sufren los estudiantes de secundaria, ya que los profesores les hacen la guerra por discrepar con ellos en cuanto a nuestro origen, entonces les exigen que les digan por qué creen en Dios y quieren que se lo demuestren. Encolerizados, les dicen: “A mí no me hable de la fe, demuéstremelo”. ¡Es imposible conocer a Dios si no es por la fe! Lo que sucede es que Dios es invisible en el laboratorio pero es tangible en el creyente. Le diré a mi avergonzador que en tu palabra he confiado, Señor. Es que cuando confío en la palabra de Dios, confío en Él. Algunos dicen: “Yo creo en Dios pero en cuanto a lo que dice la Biblia…” ¡Nada! Si tú crees en Dios, entonces crees en su palabra. ¡Es imposible separarlo de su palabra! Si dices que crees en Dios, tienes que creerle a su palabra.

                LA PALABRA DE DIOS, ES DIOS

La palabra de Dios es Dios. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. El término “verbo” viene del griego y significa “logos”.  En el principio era la palabra, y la palabra era con Dios, y la palabra era Dios. Y señala la Biblia que esa palabra se encarnó, o sea que se hizo hombre. La palabra de Dios no es meramente un sonido. Jesús dijo: “…las  palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Cuando uno recibe la palabra de Dios, recibe espíritu y vida. Cuando recibes la palabra de Dios, recibes a Dios porque el Espíritu Santo es Dios mismo; y cuando recibes la palabra de Dios, recibes la verdad.

Pensando en determinadas cosas que tienen que ver con la justicia, al ver las leyes que están promulgando yo le pregunto a Dios: “Señor, ¿pero cómo?” ¡Están promulgando leyes que se basan en verdades del hombre, porque no creen en las verdades de Dios! La justicia está anclada en la verdad, por lo que si no hay verdad, entonces no hay justicia, y si la verdad es cambiante, la justicia no existe o es insegura. ¡Una justicia cambiante no existe! El único que no se mueve de su postura es Dios. ¡El dueño de la verdad es Dios y no el hombre! Así que en Dios está la verdad y la justicia, y en Él entonces está el bien. Estas cosas las aprendemos de su palabra pero el diablo nos quiere marear. Fíjate que ahora se utiliza mucho el término, conveniencia política. Hoy en día las leyes no se hacen conforme a la verdad y a la justicia sino a la conveniencia política, como el aborto por ejemplo. Un ministro, quien tiempo atrás fue senador declaró en la sala de senadores que él reconocía que el aborto era matar una vida pero que era conveniente por causa de las mujeres que sufrían. Las leyes se hacen conforme a la conveniencia política pero nosotros creemos en la ley de Dios, que es conforme a la verdad de Dios. El salmista dijo: “Daré por respuesta a mi avergonzador que en tu palabra he confiado” Dile a Dios: “Señor, en ti espero. Perdóname porque muchas las veces me adelanté a hacer algo y no esperé; he corrido cuando debía esperar en ti y pretendí que tú corrieras a responderme. Hoy quiero proclamar que en ti confío y confío en tu palabra”.

La palabra de Dios está ligada entonces a la verdad y está ligada a Él; y la palabra de Dios fue la que se hizo hombre, se encarnó y declaró: “Yo soy la verdad”. Si te desvías de la verdad te introduces en un terreno pantanoso y de oscuridad y desde la oscuridad todo se ve gris.

El Salmo 119:67 dice otra verdad: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra”. Muchos han tomaron decisiones e hicieron cosas sin darse cuenta que estaban mal, llenándose de argumentos a la hora de tomar esa decisión. Uno de los argumentos de una chica a la que le gusta un muchacho es: “Yo lo quiero, mamá” Y la madre le dice: “Pero hija, se droga”. “Pero yo lo quiero, mamá”. “Esperemos a ver si Dios lo transforma…” “Pero yo lo quiero”, insiste la hija. Hay argumentos que te llevan a tomar decisiones erradas y después te lamentas: “¿Por qué lo hice?” Y andas descarriado. Pero no vale lo que Dios y la madre opinan sino lo que esa persona siente.

Hay muchas verdades que dan vuelta en el mundo. Una chica de la iglesia cumplió dieciocho años y les dijo a sus padres: “Cumplí dieciocho años y ahora puedo hacer lo que quiera”. Ella estaba enamorada de un joven y los padres la animaban a orar para ver si eso era de Dios o no, pero la hija se fue de la casa a vivir con ese joven. A los días los llama y llorando les dice: “Papá, mamá, yo sé que hice mal. Perdónenme”. Entonces el padre le pregunta: “¿Cuándo volves hija?” “No, no voy a volver. Yo ya tomé una decisión, papá”, le respondió la hija. ¡Esas cosas no surgen de la Biblia! ¿Dónde has leído tú que a los dieciocho años puedes mandar a pasear a tus padres? Y aún hay chicos cristianos que creen que a los dieciocho años ya no necesitan ni a Dios, ni al padre, ni a la madre, ni al pastor. Creen que automáticamente al cumplir la mayoría de edad se vuelven más importantes para tomar decisiones que lo que dice la Biblia, sus padres o el pastor. ¡Y esa idea se está instaurando en la sociedad actual! Claro, hay algunos más adelantados que no necesitan cumplir dieciocho años para hacer lo que quieran, porque lo hacen a los quince o dieciséis años. Es como que a las cero horas el día de tu cumpleaños, tú ya eres dios y puedes hacer lo que se te antoje y nadie te puede decir nada porque eso es lo que ha estipulado la ley humana. Entonces ya no importa que la Biblia diga, honra a tu padre y a tu madre, porque la ley declara que al cumplir dieciocho años les puedes dar una patada y mandarlos a pasear. Los padres de la joven que mencioné, acongojados y tristes le dijeron: “Hija, no fuiste criada para eso”.

Pero cuando tú vuelves a la palabra de Dios ya no estás más descarriado. El salmista declaró: “Yo estaba descarriado pero ahora guardo su palabra”. Y esto no es solamente para los que tienen dieciocho años. Hay algunos de cuarenta, cincuenta años o más que todavía andan descarriados, y por los que uno se pregunta, a dónde van a parar. La palabra de Dios es la que te direcciona; creer en ella es la brújula de tu vida para que te vaya bien. Yo te estoy predicando de cosas que he vivido porque hace veintiocho años más o menos que vinieron estas palabras a  mí cuando yo todavía no era pastor y no sabía qué hacer de mi vida. Yo estaba sentado en el suelo llorando, preguntándole a Dios qué había hecho mal para estar así y si estaba pagando algún pecado. ¡Yo necesitaba conocer la verdad de Dios! En ese tiempo se afirmaron en mí los versículos que te estoy compartiendo en este mensaje y comenzaron a dar fruto; y por más de veinte años, estos versículos que se clavaron en mi corazón, y han estado dando fruto en mi vida. ¿Y por qué te predico esto? ¡Porque quiero que te vaya como me fue a mí, o mejor aún!

                LA PALABRA DE DIOS TE HACE UNA PERSONA SABIA

Hay tres versículos más que me han impactado y son los versículos 98, 99 y 100  del Salmo 119 y dicen así: “Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos”               La palabra de Dios consiste en mandamientos; Dios te dice qué se debe hacer y qué no, qué está bien y qué está mal. ¡Matar está mal! Por más que por conveniencia política digan que está bien y hay que darles el derecho a las mujeres de matar a los hijos, no está bien hacerlo. Me ha ocurrido que la palabra de Dios, que entró en mí, cuando yo la creí, produjo algo especial y es que yo puedo discernir, cuando alguien habla conmigo, entre los pensamientos y las intenciones de esa persona. Yo puedo ver cuándo aparece un demonio en la vida de alguien y el proceso de las intenciones de éste y cómo lleva a la persona a una situación equis. Tú tienes que poder ver en el mundo espiritual y entender cuando viene tu enemigo y por dónde va a atacar y no basarte en lo que ellos te han argumentado sino en lo que percibes, porque el Espíritu de Dios está en tu vida, la palabra del Señor está dentro de ti. Nuestros enemigos son invisibles, dice la Biblia que nuestra lucha no es contra sangre y carne; los enemigos no son las personas sino los poderes espirituales de maldad que operan en ellas.

Hay personas que sienten rechazo, tienen amargura o tristeza; tienen rencor y deseos de venganza y a veces eso está muy solapado detrás de una máscara. Hay gente que te odia y desean verte muerto pero se aproximan a ti sonrientes, te dan la mano y te dicen que te aman. Hay personas endemoniadas o afectadas por presiones demoníacas que han procurado una entrevista conmigo, a las que les pregunto si conocen alguien de su entorno, gente que se mueva con brujería me responden que no hay nadie, pero seguimos hablando y entonces, de pronto, se acuerda de alguien que…, y ahí  podemos entender por qué esa persona está siendo oprimida. A veces vivimos en una nube y no podemos ver las opresiones demoníacas que están operando en nuestras vidas o en las de otros. La conclusión es que Dios me hizo más sabio que el mismísimo diablo. ¡Cuántas veces lo esquivé porque la gracia de Dios estaba operando en mí! Fueron varias las veces en que desistí de encarar algo porque la mano de Dios estaba sobre mí y su palabra me guardó. Muchas veces he discernido cuando una persona cercana tramaba algo contra mí y eso es por la palabra de Dios que me alertó. Me has hecho Señor más sabio que mis enemigos con tus mandamientos porque siempre, tus mandamientos están conmigo. Hay una gracia especial que emana de la palabra de Dios y si tú tienes su palabra, entonces lo tienes a Él. Si tienes la palabra de Dios, tienes al Espíritu de Dios. Jesús declaró: “Mis palabras son espíritu y son vida”.

“Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación” (Salmo 119:99). Esto significa, he entendido más que mis maestros. Ha habido muchas personas que me han enseñado en la vida, como pastores, maestros de la Biblia, etc., y a muchos de ellos los he visto retroceder, los he visto estancarse, llegar a un techo y no poder pasarlo. Algunos maravillados me dicen: “Jorge, ¡cómo te ha bendecido el Señor! ¡Qué lindo ministerio te ha dado! Eso es porque has permanecido fiel” ¡Yo no tengo méritos! ¡Es sólo por haberme aferrado a la palabra de Dios! Ella me ha alumbrado siempre, como dice el Salmo 119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Tus compañeros de estudio, tus amigos, tus familiares te dicen tantas cosas, hasta te presionan y manipulan diciéndote, yo soy tu padre, o, yo soy tu amigo, haceme caso, y eso te angustia. Pero tú tienes una guía extraordinaria y es la palabra de Dios.

En el Salmo 119 los sinónimos que se le dan a la palabra de Dios son: estatutos, mandamientos, testimonios, la ley de Jehová, etc. Testimonio es una declaración que presenta evidencia y la palabra de Dios es su testimonio, es decir, testifica de Dios y presenta sus evidencias. Cuando la palabra de Dios dice que sana, entonces sana; cuando la palabra de Dios dice que tal cosa es verdad, eso es verdad. Cuando la palabra de Dios dice esto está mal, entonces eso está mal. ¡Es el testimonio de Dios! Su palabra opera en el mundo invisible dando resultados porque Dios ofrece testimonio a través de ella. La palabra de Dios no es sólo para leerla sino para meditarla. Estos versículos bíblicos que estoy compartiendo contigo, que se han clavado en mi corazón y yo no entendía en su momento, han ido generando bendición para muchas personas por más de veinticinco años y han ido afirmando mi vida en el camino que yo debo seguir. Es que la palabra de Dios destila la gracia, la bendición y el consejo.

El Salmo 119: 100 dice: “Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos”. En aquel entonces, el saber se acumulaba en las personas mayores; hoy en día se sabe tantas cosas que no caben en todos los viejos que hay en el mundo y el salmista declara, más que los viejos he entendido. Me ha sucedido que se me han acercado hombres mayores que yo, y me han dicho: “Usted es el papá que yo nunca tuve”. En una oportunidad, cuando fui al baño de la iglesia, porque los pastores también orinamos, y estaba lleno el lugar; mientras yo orinaba se me acercó un hombre que con insistencia me decía: “Apóstol, necesito hablar con usted”. Y ahí mismo comenzó a contarme: “Toda mi vida, todo lo que hice ha sido para demostrarle a mi padre que yo sí servía para algo pero nunca logré convencerlo. He hecho cosas para agradarlo tratando de que me valorara, pero nada ha dado resultado. En cambio usted me ha bendecido. ¡Usted es como un padre para mí!”  ¡Yo era unos veinticinco años más joven que el hombre! En ese momento me vino a memoria el versículo 100 del Salmo 99: “Más que los viejos he entendido…”

Y andando el tiempo me causa gracia porque mi hija Viviana, con veinticinco años se ha hecho cargo de uno de nuestros hogares de Beraca donde viven más de cien personas, además de pastorear algunas de nuestras iglesias, entonces se le aproximan mujeres con sesenta años de edad y le dicen: “Usted es mi mamá”. ¡Eso es por la gracia que Dios pone sobre nosotros! ¡Qué bendición que una persona te pida consejos! Y yo confieso que la palabra de Dios ha hecho eso en mí. No digo que ya estoy completo, porque Dios aún no ha terminado conmigo, pero quiero decirte que estas palabras que quedaron marcadas en mí, anhelo que hoy se claven en tu corazón. Proclamo que a partir de hoy estas palabras comienzan a germinar dentro de tu corazón y a producir las obras de Dios en ti. Serás más sabio que tus enemigos; serás más entendido que los que te enseñan y que los viejos.

¡Hay esperanza para el que está debilitado! ¡Hay esperanza para el que se encuentra en un pozo! Lo bueno del pozo es que no puedes hacer muchas cosas porque el espacio es pequeño y está oscuro, así que ahí tu puedes clamar: “Dios mío háblame. Si tú no haces algo, yo me muero”. ¡Hay bendición en el pozo! “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso…” Donde hay desesperación o afán no hay lugar para la confianza; donde hay ansiedad, no hay fe. Una persona con fe, tiene confianza. Tú tienes que tomar la palabra de Dios, apretarla fuerte y sonreír. Tu fe será probada y no será en el mismo instante que aprietes en el pecho la palabra, sino con el tiempo. Los árboles crecen con el tiempo pero comenzará a destilar a partir de hoy la bendición en tu vida.

                CONCLUSIÓN

¡Asegúrate de darle otro status a la palabra de Dios en tu corazón! Hay quienes consultan más a un pastor que a la palabra de Dios, otros ni al pastor ni a Dios. Si no estás aferrado a su palabra, entonces haces cosas que no son conforme a su palabra y sólo lo que haces conforme a su palabra es verdad y es justicia delante de Él. “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra”. Cuando tú haces un pacto con Dios, haces un pacto con su palabra; de lo contrario, si no haces pacto con su palabra entonces el pacto que haces con Dios es inválido porque al Señor lo conoces y tu relación con Él tiene que ver con el amor que le tienes a su palabra y la obediencia a ella. Tú le has dicho a Dios que crees en Él, pero no te has preocupado por conocer su consejo; has esperado que haga algo pero no has buscado su consejo y es que tal vez la solución no estaba en que Dios hiciera algo sino en que tú seas obediente. Ahora sabes bien que si Dios envía su palabra, envía su Espíritu.

En cuanto a los enemigos, dice la Biblia que la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de doble filo y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Yo no entendía eso de que la palabra de Dios discierne los pensamientos y las intenciones de corazón y meditando acerca de este mensaje que comparto contigo, Dios me dijo: “La presencia de mi palabra en tu vida hace que tú entiendas la diferencia que hay entre lo que piensas y lo que tu corazón quiere hacer”. Y es que a veces pensamos muy lindo pero el corazón va en otra dirección. Dios me dijo: “El hecho de que mi palabra esté en ti hace que entiendas cuando alguien te dice algo con sus pensamientos pero su corazón va en otra dirección”. Hay personas que pareciera que están contigo pero cuando quieres ver no lo están y las delatan las intenciones de su corazón. Tal vez te hablan muy lindo o te lisonjean. ¡Cuántas cosas tenemos que aprender de la palabra de Dios! De su palabra entendí que aquel que me lisonjea mucho, dice la Biblia en Proverbios 27:14: “El que bendice a su amigo en alta voz, madrugando de mañana, por maldición se le contará”. Hay quienes me aman bien, pero hay quienes por poco me ponen al costado del trono de Dios como si fuera Cristo y enseguida me doy cuenta que esas personas me van a causar problemas, y es por la palabra de Dios que me alerta de ello y me da entendimiento porque está habitando en mí.

¡Tú necesitas atesorar la palabra de Dios! Hay consejos que no vienen de Dios y son malos. Eso de que a los dieciocho años crees que eres Dios y puedes hacer lo que quieras no va. Tienes que hacer hoy un pacto con Dios y con su palabra porque has andado turbado, por no haber conocido su palabra. Dios dijo: “Mi pueblo fue cortado porque le faltó conocimiento”. ¡Me duele ver a algunos cristianos que están descarriados después de haber estado por años en la iglesia! Pero es que no han tenido temor de la palabra de Dios. Hay alguien que me declaró que quiere bajarse de la barca, entonces le pregunté a dónde lo llamó Dios para irse, y no sabía qué responderme, insistí en preguntarle dónde estaba Dios en todo eso y me dijo que no sabía, sólo sabía que debía bajarse de la barca. Así ha sucedido con varias personas. La Biblia dice que Jesús fue a la barca  y cuando Pedro lo vio caminar sobre el agua, le dijo: “Señor, ¿eres tú? Si eres tú, di que yo vaya”. Y se bajó. Si has sido tentado a salirte del camino que Dios te ha marcado, espera a que Jesús llegue, espera a poder verlo. ¡No te bajes tan rápido de la barca! No sé para quién va esta advertencia, pero tómala.

“Renueva tu pacto con Dios y con su palabra en esa hora. Oro que tu Espíritu Santo convenza Padre, en el nombre de Jesús. Bendice a los que quieren aferrase a tu palabra, Dios. Toca las vidas ahora con tu fuego y séllales, Señor. Hacemos pacto contigo Padre, en el nombre de Jesús, amén”.

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