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Nuestra táctica contra satanás no debe ser de defensa sino de ataque. Una guerra defensiva implica que el ejército retrocede o se queda en determinado punto, en tanto que una guerra ofensiva implica avanzar sobre el enemigo. Una cosa es atajarse de las embestidas del enemigo pero otra cosa muy distinta es embestir al enemigo, una cosa es que el diablo conozca mi espalda y otra es que yo conozca la de él. La iglesia tiene que salir de la posición defensiva y entrar a una ofensiva. Hoy Dios nos entrega un arma poderosa, que no es nueva, sino que siempre ha existido, pero nunca será suficiente el énfasis que hagamos en cuanto a ella. Hay 3 armas que son básicas: La oración, el ayuno y la palabra de Dios. Hoy hablaremos acerca de esta última. Dios nos ayude a entender y a comprender la dimensión del poder que se mueve a través de esta arma. Existe un tremendo potencial en las palabras. Yo tengo un poder terrible en mis palabras. Hoy me levanté y le dije a mi esposa: “¿Me harías un té?” ¡Al ratito lo tenía a mi lado! Luego, quise comprar unos peces para la pecera, así que fui al negocio y le dije con mi boca al que vendía los pececitos: “Quiero dos de esta pecera, tres de aquella y uno de la otra”. Y el hombre hizo exactamente lo que le pedí. “¡Qué poder que tengo!” pensé. Hablo y pasan cosas. Pero también las palabras del vendedor tienen poder, porque luego me dijo: “Son $ 300”. Inmediatamente metí la mano en el bolsillo y le di el dinero. Todo lo que sucede en nuestras vidas, tiene que ver con palabras. Con las palabras herimos, destruimos, alentamos… ¡con las palabras se gobiernan naciones! Qué importante es cuando un presidente da un discurso porque cuando él habla, cosas ocurren en todo el país. Pero hoy no quiero hablarte del poder de las palabras de los hombres, sino del poder de la palabra de Dios que es infinitamente superior.
Cuanto más poderoso es un hombre, más importantes son sus palabras, pero hay alguien que es poderoso por sobre todos, es el Todopoderoso, así que cuando él habla el universo tiembla. Este Dios debe ser conocido y exaltado, sus palabras deben ser conocidas, creídas, habladas y ejecutadas. Hay cristianos que cuando viven circunstancias que no esperan o no desean, se hacen preguntas como éstas: “¿Por qué Dios lo permitió?” Hablé esta semana con un empresario importante, que cuando tenia 9 años, su mamá se enfermó y él comenzó a pedirle a Dios que no se muera, pero su madre murió y desde entonces este hombre está enojado con Dios y lo trata con prepotencia, “A mí ese Señor todavía no me ha explicado por qué se llevó mi madre” ¡Qué triste! “Ningún ataque ni tentación de satanás puede venir a un hijo de Dios sin conocimiento previo, sin permiso de Dios y tampoco viene sin la completa provisión de Dios para la victoria” dijo el Dr. Morris Cerillo. Nadie cae en un pecado porque se descuidó y cayó en el pozo. Dios nos ha equipado a los creyentes o pretende equiparnos para obtener una total victoria. El deseo de Dios no es un 50 o 60 % de victoria sino un 100 % de victoria. La investidura del creyente es para lograr una victoria total. En esos términos hablaba el apóstol Pablo cuando decía: “…en todas estas cosas (y hablaba de hambre, de desnudez, de persecución entre otras cosas…) somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:37) Hoy tienes que convencerte de que satanás no tiene poder para derrotarte y que Dios quiere darte una cobertura para que seas un vencedor. Dios tiene provisión, por lo tanto ningún cristiano puede decir “Dios me soltó de su mano, Dios no me ha ayudado”. ¡Todo lo contrario! Dios ha hecho cosas increíbles por nosotros: Nos ha dado una nueva naturaleza, conforme a la de Jesús, para vencer aún a la misma muerte y nos ha dado una unción igual a la de Jesús, un poder igual al de él, para que podamos tener su misma victoria frente a toda dificultad. El creyente que no tiene victoria, no es porque no tenga armas, no es porque Dios no lo quiera librar, sino porque simplemente no quiere tener victoria. ¡La provisión de Dios, es una provisión total, para una victoria total! La prueba más grande de su victoria, fue la muerte de Jesús en la cruz del calvario; él salió ileso de la misma, y demostró que el enemigo más poderoso que había: la muerte, también fue derrotado. No fue solamente la parálisis, la sordera, la ceguera, no fue solamente levantar a un muerto, sino que fue levantarse él mismo de la muerte: “… yo pongo mi vida, para volverla a tomar”. (Juan 10:17). Donde hay un creyente lleno de fe, lleno de la palabra, lleno del poder de Dios, no hay ocultista que tenga la victoria. Hoy debes tener esa certeza, ese convencimiento de que no existe poder del enemigo que te pueda vencer. Aquí el único que puede perder eres tú mismo por no creer y no recibir lo que hoy Dios tiene para ti. Afírmate porque delante de Dios no tienes excusas, no puedes decir, “Dios no se acordó de mí”. ¡Dios te ama profundamente! Cristo derramó su sangre por ti en la cruz del calvario, él fue condenado en tu lugar para que no te llegase la condenación a ti, fue al mismísimo infierno y de allí se levantó. Jesús dijo: “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. ¡Ese es el poder de Jesús!
El arma por excelencia ofensiva es la palabra de Dios. Dice Efesios 6:17 que ésta es la espada del espíritu. Nuestra guerra no es contra sangre ni carne; no necesitas de un buen palo para darle por la cabeza a tu marido, necesitas una espada espiritual. En vano es que te enojes con tu esposo, porque la guerra está en el mundo espiritual, tiene que ver con la oración, con el ayuno y con la palabra de Dios. Si no tienes victoria en el mundo espiritual, no sirve que te esfuerces en lo visible, en lo material. Para tu problema, necesitas sólo una palabra de Dios. La palabra es la espada del espíritu. Dice la Biblia: “…la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Dios conoce tu corazón, camina con fe, ten confianza, pues el espíritu de Dios que habita en ti, te dará la palabra en el momento oportuno. Algunos se desesperan y dicen: “¿Qué pasa con Dios que no contesta? No te preocupes, él no llega tarde a ningún lado. Recientemente le hice una pregunta a Dios: “Señor, ¿30 años lo tuviste a Jesús aquí en la tierra sin hacer nada? ¡A los 30 años lo ungiste!” Pero Dios me contestó: “Yo no estoy apurado, tengo todo ordenado en el tiempo kairos”. En ese tiempo de Dios están todas las cosas cronometradas. ¡La palabra de Dios es poderosa!
Mateo 28:18 dice que Jesús reunió a sus discípulos y les dijo: “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. La pregunta es: “¿Quién está contigo? “Jesús”, dicen algunos, “pero tengo miedo”. ¡Entonces el miedo está contigo! “Pastor, oré pero no me contesta” ¡Entonces la incredulidad está contigo! Los átomos le obedecen, el sol, los peces y las ballenas también. ¡Nada sucede sin que él lo sepa y sin que él lo permita! 1º Juan 3:8 dice: “…Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. El diablo impacta a las personas con lo que él puede hacer pero Jesús impacta a las personas no sólo con lo que puede hacer sino con lo que él puede deshacer. La muerte quedó desecha en la cruz del calvario, para esto apareció Jesús, para deshacer las obras de diablo. ¿A qué le temes? ¿Qué te preocupa? ¿Cuál es tu ansiedad? A veces perdemos tiempo imaginando lo que Dios hará… a mi me ha pasado también… pero tu no tienes que imaginarte, sino que tienes que saber cuál es la voluntad de Dios, tienes que creerla y emitir la palabra necesaria. Dios tiene poder, Jesús tiene toda potestad en el cielo y en la tierra. Cuando confías en Jesús confías en el “number one”.
Marcos 1:27 dice: “Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?” No conozco nadie más rebelde, mentiroso y engañador que los demonios, pero Jesús con su poder manda y éstos le obedecen. Y pensar que muchas veces tememos lo que el médico nos dice, ¡yo no me voy a morir cuando el médico lo diga, me voy a morir cuando Dios quiera! ¡La última la tiene él!
Asimismo, Jesús reviste de autoridad. El transfiere y deposita autoridad en los hombres. Lucas 10:19 dice: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Pregunta: La autoridad que Dios le da al creyente, ¿es similar o es menor a la de Jesús? ¡Es igual a la de Jesús! Y si tienes dudas, leamos Juan 20.21 y 22: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. De tal palo, tal astilla. ¿Qué recibieron los discípulos? ¿Un espíritu inferior al de Cristo o el espíritu de Cristo? ¡El Espíritu de Cristo! Por lo tanto Jesús no ha limitado la iglesia, el Dios todopoderoso, reviste de poder a los creyentes y los unge con el mismo poder para que nada los derrote. El que es derrotado es porque no conoce o no cree.
La palabra de Dios es poderosa cuando Dios la habla e igualmente poderosa cuando sus hijos la hablan. El poder no está en tu palabra, sino en la palabra de Dios y cuando tú esa palabra, ella produce milagros ¡También, la debes publicar! Si sólo queda en tu mente o corazón, no es espada; solamente cumple con su propósito para lo cual fue enviada cuando abres tu boca en fe y la emites ¡No la guardes, grítala! ¿Por qué las palabras de los hombres no tienen poder? Porque provienen de sus sentimientos y pensamientos. El hombre emite palabras de acuerdo a sus estados de ánimo; según como se siente y como piensa, habla. ¿Qué justicia pueden tener nuestras palabras cuando lo que sale tiene que ver con algo tan variable como es el estado de ánimo? La verdad es esta: Yo no soy débil cuando me siento débil, tampoco soy fuerte cuando me siento fuerte. Un creyente no depende de sus pensamientos ni de sus estados de ánimo. ¡Qué bueno cuando nos llenamos de la palabra de Dios! Dice la Biblia que él pone en nuestra boca sus palabras, las que debemos decir. Nuestros pensamientos pueden estar alterados y errados por lo que pueden producir palabras que dan resultados nulos, pero Dios es inamovible, él no tiene sombra de variación, él es el mismo ayer, hoy y por los siglos y dijo a través de su hijo Jesús: “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”.
En la Biblia hay palabra suficiente como para transformar toda circunstancia, destruir toda fortaleza y dar vuelta el mundo entero pero Dios no le dio autoridad a la Biblia como libro sino que les dio autoridad a sus hijos para usar las palabras que están en ella. Tienes que leer la Biblia y buscar esos versículos que tienen que ver con el problema que estás viviendo. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Como poderoso gigante está al lado de los que le temen. Él es tu pronto auxilio en las tribulaciones. ¡Desde este día no temerás! Si puedes decir, “ésta palabra es mía”, tu confiarás, no te detendrás fácilmente, irás tranquilo a la Biblia, comerás del pan que hay dentro y cuando vengan las dificultades sacarás la espada del espíritu que esta dentro de ti. Hoy es tiempo de aferrarte a Dios y su palabra; si ésta palabra ha llegado a tu corazón, haz esta oración ahora mismo:
“Dios mío, perdóname porque he vivido temeroso de lo que pueda hacerme el diablo, he vivido en incredulidad, creyendo que puedes hacer milagros en los otros, pero no en mi vida. He pecado contra ti, ¡perdóname Señor! ¡Límpiame con tu sangre preciosa! Hoy deposito toda mi esperanza en ti. Hoy declaro que tu palabra es mi espada y que no hay poder contra mí. Toda potestad te ha sido dada y tú me has dado esa potestad. Recibo ahora la autoridad que viene de ti y en ti confiaré, en toda circunstancia difícil. Abro mi corazón para que tú lo llenes de amor por tu palabra. Desde este día amaré tu palabra, la honraré, la leeré y hablaré de ella como tu dices. Me declaro libre en el nombre de Jesús, por la palabra que he escuchado y he creído, de toda maldición heredada de mis padres, de mis abuelos, de toda maldición que haya recibido conciente e inconscientemente, me declaro libre de todo pacto conciente o inconsciente, me declaro libre de toda hechicería, de toda brujería, de toda nicromancia, de toda maldad, de todo trabajo que hayan hecho contra mí, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: