HACER LA VOLUNTAD DE DIOS, “NOS CONVIENE” - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

HACER LA VOLUNTAD DE DIOS, “NOS CONVIENE”

INTRODUCCIÓN

Cuesta entender, ver y recibir la idea de que Dios es un buen padre; la palabra “padre” se utiliza para Dios y para el hombre y nuestra mente asocia conceptos de modo que cuando nuestro problema con nuestro padre de aquí abajo es conflictivo, también es conflictivo sacar de nuestro subconsciente la herida o el trauma que tenemos con la palabra “padre”; pero tenemos que venir a Dios y entender que él es un buen padre. De ninguna manera él hace las cosas por capricho, para que nos vaya mal, él mejor que nadie sabe qué es lo mejor para nosotros. Dice la Biblia que la voluntad de Dios es agradable y perfecta. Por lo tanto para vivir bien, lo único que necesitamos es conocer la voluntad de Dios y hacerla. ¡Qué sencillo! No obstante hay dos serios problemas, que nos causan mucho conflicto: Primero, nos va mal cuando no conocemos la voluntad de Dios y también nos va mal cuando la conocemos pero no la hacemos. Si te va mal, pueden estar sucediendo dos cosas: que no conoces la voluntad de Dios o que la conoces y no la haces. ¡Dos serios problemas! ¿A cuál de los dos les va peor? Le va peor al que conoce la voluntad de Dios y no la hace; pero igualmente  le va mal a ambos. ¡Hacer la voluntad de Dios, “nos conviene”!

             EL PROBLEMA ESTÁ EN TU MENTE

Romanos 12:2 dice: “Nos os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. El conocimiento o no de la voluntad de Dios está relacionado al entendimiento. Cuando hablamos de entendimiento nos referimos a la mente y pensamientos; el problema está en tu mente. Allí es donde se define si vas a conocer o no la voluntad de Dios y si la vas a hacer o no. El apóstol Pablo aconseja: “Transfórmense renovando vuestro entendimiento para conocer la voluntad de Dios». La mente es un área muy compleja y es necesario que tengamos dominio de lo que pasa en ella. Tu mente no tiene que pensar lo que se le da la gana, sino que tú tienes que decidir lo que ella va a pensar; tienes que prestar atención a lo que piensas para saber si es correcto o no. Lamentablemente, a la gente le gusta recibir las cosas digeridas; si en la TV dicen que un gusano se transforma en mono, lo creemos. ¡La gente es perezosa para pensar! La Biblia dice que así como piensas, así eres. Si renuevo y transformo mi manera de pensar, soy transformado. En otras palabras: ¿Te gusta ser como eres? ¿Estas conforme? Si quieres cambiar, ¡puedes!

Veamos tres ejemplos: Saulo de Tarso creía que la voluntad de Dios era perseguir a los cristianos hasta matarlos; él creía que estaba haciendo la voluntad de Dios pero estaba equivocado. Un día, Dios lo tiró del caballo y una voz del cielo le dijo: “Saulo, ¿por qué me persigues?” Jesús habló con él y su entendimiento cambió, su mente y su corazón fueron transformados y ya no vio a los cristianos como gente pervertida, sino como gente que posee la verdad. El que no conoce la voluntad de Dios hace todo en desacuerdo con Él, por lo tanto es SU enemigo. ¡Tienes que saber y conocer la voluntad de Dios! El otro ejemplo es Jonás: El sabia cuál era la voluntad de Dios; tenia que ir a profetizar y predicar a Nínive pero no quería hacerlo, le molestaba hacer la voluntad de Dios, ¡tenia otra idea mejor! Tercer ejemplo: Mi propia vida. Yo tenia una mezcla de que no sabía si Dios quería que fuera pastor, y, si Dios quisiera que fuese, ¡yo no quería serlo!  Ni siquiera quería enterarme de que la voluntad de Dios fuese que yo fuera pastor. Yo cerraba la puerta antes de conocer la voluntad de Dios. Recuerdo que decía: “Yo ser pastor, ¡ni loco!”. Pero Dios me fue cerrando los caminos de a poco, y lentamente me fui dando cuenta que eso quería Dios de mi, aunque mi corazón no estaba de acuerdo con eso. Yo tenía una mala imagen de lo que era ser pastor; había visto muchos pastores sufrir, todos los años votábamos para decidir si lo dejábamos o no. Me acuerdo que en algunas asambleas le solicitábamos que se fuera de sala… a veces pedía un aumento y deliberábamos si le subíamos o no el sueldo. Yo viví esa situación que el pastor no podía ni “chillar” debiendo soportar a todas las ovejas de modo que me dije: “pastor yo, ni loco, prefiero ser diácono”. ¡Yo como diácono tenia más autoridad que el pastor! Me había criado en un ambiente donde era una vergüenza ser pastor. No tenía el concepto que tengo ahora del pastorado: El pastor es la autoridad. En cualquiera de estos tres casos, la vida no es agradable; solamente viviendo en la voluntad de Dios se vive en agrado y se siente que se está en el lugar correcto. ¡La voluntad de Dios es agradable y perfecta!

Tenemos primero, que renovar nuestro entendimiento para conocer la voluntad de Dios, y segundo, si estamos mal, lo que necesitamos es estar en la voluntad de Dios, porque ésta es agradable y perfecta. Entonces, ¿qué es la voluntad de Dios? Es lo que Él quiere. Con solo conocer la voluntad de Dios no es suficiente, estar de acuerdo con la voluntad de Dios significa  alinearse con lo que Él quiere. A veces pareciera que uno no es el siervo de Dios, sino que Él es nuestro siervo y se tiene que apurar porque de lo contrario, no le doy el diezmo. ¡Yo era uno de esos también! Más de dos veces no le pedía las cosas a Dios. Decía: “Yo ya le pedí, él ya sabe lo que quiero”. Era orgulloso, egocéntrico y vanidoso. Decía el Dr. Fletcher, rey de Ghana: “Cuando entro a algún lugar, todos mis siervos me hacen reverencia porque yo soy el rey; no hay nadie que no me haga reverencia porque soy el Señor. Entonces, cuando en África explicamos que Jesús es el Rey de Reyes y Señor de Señores, se tiran todos al piso porque tienen claro lo qué es ser Señor”. Nosotros no lo tenemos claro porque vivimos en democracia, no tenemos rey, subimos y bajamos políticos según nuestro parecer, por eso, antes de hacer la voluntad de Dios, “pesamos” si conviene o no hacerla. Vivimos entonces, una vida mediocre, pero Dios no quiere para nosotros una vida así, Él quiere para nosotros una vida conforme a su voluntad que es agradable y perfecta. Un hijo debe obedecer a sus padres, un empleado a sus patrones, un siervo a su Señor y un hijo de Dios debe obediencia a Dios.

Hay dos temas claves que abordamos: Qué sucede con mi mente y con mi obediencia. Todos queremos vivir bien. Leamos pues, 2ª Corintios 10:4-6: “…porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando pronto para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”. ¡Cuando tú seas un perfecto obediente estás en condiciones de castigar a los desobedientes! No quieras corregir a los demás si eres un descorregido.

            DIOS NOS HA DADO ARMAS PARA DERRIBAR FORTALEZAS

¿A qué se refieren estas fortalezas, altiveces y argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios? A los pensamientos. Si no nos damos cuenta que los pensamientos que tenemos no son del Espíritu de Dios, éstos comienzan a formar como un envoltorio dentro de nuestra mente que va cegando nuestro entendimiento, se van fortaleciendo y afirmando, creando luego argumentos. Las fortalezas son estructuras de pensamientos. Una mujer que tiene un marido medio difícil; anota en el inconsciente todo lo que le va sucediendo con él; al principio la mujer dice: “Un día va a cambiar”. Pero siguen los portazos, y un día, viene otro pensamiento: “¡Este no va a cambiar!” Se van formando entonces, argumentos y fortalezas en su mente. Pero nuestra lucha es derribar esas fortalezas con las armas de Dios. Estamos esquematizados en nuestra manera de pensar, con lo que hemos vivido con nuestra madre o padre o esposo. Asociamos lo que nos sucedió con otras personas y quedamos enredados y bloqueados en nuestros argumentos. ¿Cómo vamos a conocer la voluntad de Dios cuando tenemos asentado en nuestra mente la manera de pensar y de ver las cosas? Esas altiveces se levantan contra el conocimiento de Dios. Queremos conocer la voluntad de Dios pero no la conocemos porque nuestra manera de pensar está bloqueando el hecho de que podamos conocerla. ¡Tu mente se levanta contra la voluntad de Dios! Es muy común ver creyentes que luego de diez años que conocen a Dios, no saben qué dones tienen ni tampoco conocen la voluntad de Dios para sus vidas. Muchos han regresado a la iglesia diciéndome: “Usted tenía razón en lo que me dijo, ¿me puedo divorciar?” Cuántos no conocen la voluntad de Dios en cuanto a elegir la compañera de su vida. ¡Eso es fatal!

La guerra pues, está en la mente. La Biblia dice que no solamente hay que derribar esas fortalezas y altiveces, sino  llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo y una vez que somos obedientes perfectos, estamos capacitados para castigar toda desobediencia. La voluntad de Dios consiste en la obediencia. La palabra obediencia en su etimología, significa “oír de abajo”, en otras palabras, “oír con un espíritu dispuesto a obedecer”. Hay quienes quieren saber lo que el pastor opina de la situación pero no están dispuestos a obedecerle. ¡Para conocer la voluntad de Dios tenemos que “oír de abajo”! Hay que ser humilde para oír. La gente se confunde muchas veces, porque el apóstol o el pastor es una persona de carne y hueso como los demás seres humanos, pero es un ungido de Dios. ¡Yo no te doy mi opinión sino la de Dios! Se requiere humildad para oír con sujeción la voluntad de Dios; el que es humilde, es probable que conozca la voluntad de Dios. El que no es humilde, no la conoce, mira con soberbia al pastor y dice: “No es de Dios”. ¡Está al mismo nivel que el pastor o más alto aún! Es pues, un problema de obediencia, de oír con un espíritu sujeto y dispuesto a obedecer.

Las armas de Dios derriban altiveces, fortalezas y argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios. La persona sujeta y obediente puede discernir la voluntad de Dios. Una persona humilde, “agacha la cabeza” y dice: “No estoy convencido de que lo que usted dice sea la voluntad de Dios, pero voy a ayunar para conocerla”. Conocer la voluntad de Dios tiene que ver con el oír y con la humildad. Recuerden que la voluntad de Dios es agradable y perfecta y todos queremos que nos vaya bien, entonces no debemos ser soberbios ni desobedientes; conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres.

Cuando uno tiene demasiados argumentos está en rebelión, pero ésta no se deja ver. Cuando la serpiente habló con Eva no se manifestó como tal. La rebelión no es solamente “patalear”, hay algunas personas que son dulces y suaves pero son rebeldes, por eso nuestras armas no son carnales sino poderosas en Dios para destruir esas fortalezas. Es una cuestión de revelación, de conocimiento. Dios dice que al que cree todas las cosas le son posibles. Si viene el médico y te dice: “Cáncer diseminado en el hígado”. ¿Qué haces? ¿Qué se levanta contra la fe? ¡Los pensamientos! Es la palabra del médico contra la palabra de Dios; has escuchado tan solo dos palabras y le das mayor crédito a la palabra del médico que a la de Dios. ¡Necesitas conocer la voluntad de Dios! Ese es el tesoro más grande que tenemos, saber cuál es la voluntad de Dios y hacerla. Lo importante no es que Dios haga lo que yo quiero sino que yo haga lo que Él quiere. Su palabra es poder, no la mía. El salmista David decía: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado”. (Salmo 40:8) ¡Es necesario que tomemos su ejemplo!

El otro problema con el que chocamos es que pensamos que Dios no nos quiere decir su voluntad. Muchos oran diciendo: “Señor, ¡quiero hacer tu voluntad! ¿Cuál es? ¿Estás sordo?” Pero Dios no está tratando de esconder su voluntad o de hacerla un misterio difícil de descubrir. Es lo que más anhela, que conozcas su voluntad porque dentro de ella, andarás bien. ¡Dios promete que será encontrado! Hay algunos que están distraídos, pero Él promete que lo encontrarás. Jeremías 29:11-12 dice: “Porque yo se los pensamientos que tengo que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mi, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Suena duro pero a algunas personas les digo: “No quiero hablar contigo”. Hay personas con las que he gastado horas, pero hay personas que vienen de corazón y aunque esté cansado, les atiendo. Estoy seguro que Dios también a algunos les dice: “Contigo no hablo”. ¿Ustedes creen que Dios quiere hablar con quien ya tiene sus conceptos y manera de ver las cosas? ¡Hay que “oír de abajo”!

             CONCLUSIÓN

El espera que se vaya toda tu altivez y vengas humilde, dispuesto a obedecerle; ese día Dios oirá tu voz y te mostrará su voluntad. ¡El tiene pensamientos de paz para ti! Pero antes, es necesario que te vuelvas a él y le pidas perdón por tu rebeldía. El quiere revelarse a ti y mostrarte su voluntad; si lo deseas, haz esta oración ahora mismo:

“Señor, quiero hoy entregarte mi corazón y poner en tus manos mi mente, mis emociones, toda mi vida. Destruye toda altivez, todo pensamiento, todo argumento que hay en mí contra tu verdad, contra tu conocimiento. Doblega toda fortaleza, quiébrala, destrúyela; reconozco que mis pensamientos no me dejan ver tu gloria y se levantan contra ti con altivez. Te pido perdón y me humillo delante de ti. Renuncio a todo pensamiento rebelde, a todo espíritu rebelde en mi mente. Quiero renunciar a todo lo que me aleje de ti y quiero darte lo que me pidas. Quiero tu voluntad, recibo ahora tu voluntad y clamo a ti con todo mi corazón, en el nombre de Jesús, amén”.

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