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Leemos en San Juan 7:37 al 39: “37En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.
Habían llegado a Jerusalén, al templo, personas de todas partes y Jesús se hace presente allí y se ofrece como la fuente del agua de vida.
Vemos a diario tanta gente que tiene un vacío en su interior, que tienen ansiedad o insatisfacción y quieren llenarlo de algún modo. A veces pareciera que esa insatisfacción no se puede llenar por culpa del esposo o la esposa que les ha tocado; algunos responsabilizan de su situación al presidente de turno. ¡Hay insatisfacción por infinidad de motivos! Otros creen que si se les muere la suegra se sentirán satisfechos, o esperan que el cónyuge cambie porque de ser así podrán llenar ese vacío que tienen, pero los maridos difícilmente cambian y las esposas también son muy difíciles de cambiar. ¡Creemos que son las cosas exteriores a nosotros las que tienen que cambiar para que podamos sentirnos satisfechos! Creemos que teníamos amigos cuando estábamos bien, pero ahora se han ido. ¡Pero la satisfacción plena del alma no viene de ninguna cosa exterior al hombre! ¡La satisfacción del ser humano es algo que tiene que estar adentro! Tú puedes estar en medio de un desierto pero sentirte satisfecho y declarar como el rey David: “1Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2 En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. 3 Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Salmo 23: 1 al 3). ¡No es que tiene que pasar algo con el gobierno o en tu matrimonio, sino que tiene que suceder algo adentro de ti! “El que tenga sed venga a mi y beba” te dice Jesús hoy. “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38).
LA INSATISFACCIÓN NO SE SACIA CON CUALQUIER COSA
Estuve ministrando a una niña de catorce años de edad, rebelde, que se ha escapado varias veces de su hogar con un novio de unos veintiún años aproximadamente. Esta chica había encontrado en él, una persona a quien aferrarse. Pero el motivo por el cual se había ido de su casa fue que el novio de su mamá le había propuesto tener relaciones cuando ésta se ausentaba. Como se había ido varias veces de su casa, seguramente habría notado que ella era muy valiente y entonces le hizo la propuesta. La chica le contó a su madre lo que había sucedido, pero ésta se enojó con su hija y le dijo que era una rebelde y estaba inventando tal historia para poder fugarse con el novio. La relación entre la madre y la hija se volvió tensa… Lo cierto es que yo noté a esa niña de catorce años muy insatisfecha, sin saber qué hacer con su vida, entonces le hice ver que ella no amaba a su novio, ella no había orado pidiéndole a Dios que le diera un novio, tampoco hacía con él planes para formar una familia, sino que ese muchacho era un bastón en su vida, a quien ella le ha entregado su cuerpo para poder sentir que tenía a alguien a su lado. La miré fijamente y le pedí que me dijera sinceramente si ella amaba a su novio y me respondió que no. Le aconsejé que no dejara que el muchacho tocara su cuerpo ya que él no era la solución para su vida. Pero igual que la niña, estaba la madre. ¡Las dos están insatisfechas! Cuántas mujeres hay que por no perder el hombre que tienen, soportan cualquier cosa. Muchas me han dicho que no los aman pero que están con ellos porque les dan un techo y sustento. ¡Qué vida más infeliz! ¡Qué tristeza es no poder vivir con alguien y ser amado! ¡Amar y ser amados y ser feliz! De modo pues, que la madre de esta chica anda buscando a alguien con quien ser feliz, e igual ocurre con la hija. ¡Y las dos están desorientadas!
Muchos dicen: “El día que consiga un buen trabajo voy a ser feliz. Le pido a Dios que haga un milagro y me lo dé, porque con el que tengo ahora no puedo mantener mi casa”. Están esperando que suceda algo para poder sentir satisfacción pero ésta es un espíritu que habita dentro de las personas que han recibido el espíritu de satisfacción que es el Espíritu Santo mismo; “…Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mí, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él…”
Una persona insatisfecha tiene una expresión en su cara conforme al tipo de insatisfacción que hay en su vida, pero cuando viene el Espíritu Santo, cambia tu interior.
Dios hizo posible que habiendo dejado padre y madre, habiendo dejado de lado el futuro que deseaban o la posibilidad de un noviazgo, los chicos que han ido a Haití estén felices. Cuando tienen que tomar agua caliente porque falló la electricidad, dan gloria a Dios. ¡Hay una satisfacción que viene de adentro de su ser! En esa nación hay posibilidades de contraer muchas enfermedades porque no cuentan con agua potable, la tenemos que comprar y lo hacemos, pero convivimos con otras personas que beben agua contaminada, entonces, aunque tomemos agua de buena calidad, nos podemos contagiar igual. Hay muchos inconvenientes por los que muchos no irían a Haití, como me declaró un gran dirigente cristiano: “¡Yo no iría a Haití aunque me ataran!” ¡Me pregunto si éste le ha entregado su vida a Cristo! Señor, te doy mi vida pero no me mandes a Haití.
¡Pero Dios cambia el corazón! Uno va a esa nación y comienza a amar ese lugar hasta derramar lágrimas por esa tierra. ¡Eso lo hace posible el Espíritu Santo que habita en nosotros! Hay cosas que vemos de determinada manera pero cuando es derramado el Espíritu Santo sobre nosotros, nos cambia la perspectiva. ¡La mejor visión nos la da el Espíritu Santo! ¡Él es un Espíritu de amor, de poder y de dominio propio!
Una chica me dijo hace un tiempo, que había un joven que gustaba de ella; él es una persona buena, consagrada, que ama a Dios pero a ella no le gustaba la cara. “Es feo apóstol, no me gusta”. La chica estaba mal porque tenía ganas de quererlo y “no le daba la nafta”. Le dije que no se afligiera porque si esto era de Dios, ella lo iba a ver lindo. ¡Dicho y hecho! No pasó un mes y me contó que lo veía lindo al muchacho. ¡Los milagros que hace Dios! Yo, al pibe lo sigo viendo feo pero ella lo ve lindo. ¡Esto es un ejemplo de las cosas que hace Dios con un noviazgo, o con una suegra!
A veces uno se encariña o se encamina en una dirección que no es la de Dios y cuando la cosa falla se pregunta cómo Dios permite tal o cual cosa. Recuerdo la alegría que teníamos por el terreno de Haití donde queríamos construir el hogar de niños, por el que nos pedían quince millones de dólares. Un hermano y amigo, Eduard, quería pelear el precio, pero a mí me parecía ridículo pretender que nos rebajaran esa suma, y la señora del dueño nos decía que ofertáramos porque su esposo quería venderlo a toda costa. ¡Nosotros queríamos comprarlo por menos de cien mil dólares y ella insistía que le presentáramos una oferta! Yo sabía que el hombre estaba loco y que ese terreno no sería mío, así que lo dejé de amar en ese momento. Dios me había puesto en el corazón que construiríamos un hogar de niños pero que no compraríamos el terreno sino que no los donarían, ¡y así fue como sucedió! Entonces, no hay lugar para la insatisfacción ni para el fracaso en la vida de aquellos que son dirigidos por Dios. Yo había ido con el propósito de ver el terreno y me volví sin nada, pero convencido de que Dios tenía algo en otro lugar.
Cuando uno cuenta con la presencia del Espíritu Santo y tiene la convicción de que lo que está haciendo es de Dios y para Él, no hay lugar para el desánimo. Una persona desanimada, amargada y triste es una persona insatisfecha y Dios quiere satisfacer tu alma y tu corazón; eso es lo primero que tiene que suceder en tu vida. ¡No es que te tiene que cambiar a tu suegra o a tu cónyuge, no tienen que suceder cosas fuera de ti sino adentro de ti! Jesús dice: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. ¡Él sabe lo que te tiene que dar!
Nosotros queremos encontrar cosas que creemos que nos van a satisfacer y si las logramos, pensamos que Dios está con nosotros y que Él nos ha dado eso que nos puede llenar; pero la cosa no es así porque nuestra satisfacción es Jesús. Si hay comida o no, si hay dinero o no, si estoy debajo de un árbol o en el desierto, ¡Jesús es quien satisface el alma cansada!
Le dije a la chica de catorce años que ella estaba mal porque su madre ha tenido varios novios y se ha sentido frustrada por causa de eso, de modo que ella misma quería uno para poder huir de su casa. ¡Pero comienza a sucederle lo mismo que a su madre! Agarra uno cualquiera y después de un tiempito, “y ya de segunda mano”, sale a buscar otro o se encuentra con otro. ¡Hay a quienes les gustan los autos cero kilómetros, y a otros les gustan los autos usados! Le pregunté a la joven: ¿Con cuántos hombres piensas que quedarás satisfecha? ¿Cuántos hombres son necesarios para satisfacer el vacío afectivo de una mujer?
¿Qué es lo que tiene que hacer Dios para que tú tengas gozo, alegría, felicidad, paz? La oración de algunas madres es: “Señor, no te pido nada, sólo que se sane mi hija y si es necesario, que yo me enferme con tal de que ella se sane”. Parece ser la oración de una noble mujer pero esa no es la satisfacción de Dios ni la de la mujer. “Que me caigan a mí todas las enfermedades, pero que mi hijo se sane”. ¡Eso no es lo que tiene que suceder para que tú seas feliz! ¡Lo que tiene que pasar es que el Espíritu Santo de Dios sea derramado sobre ti! “Esto dijo del Espíritu que habrían de recibir los que creyesen en Él”. ¡Quien crea en Él tiene que demostrar que tiene ese espíritu! ¡No es cuestión de cambiar la cara sino la esencia!
Hay un hermano que ha atravesado por muchas circunstancias, un hombre duro, difícil, que siempre anda con cara larga. Me habían dicho que Dios lo había tocado, y trabajando en Beraca lo he observado pero no le he encontrado nada diferente en su cara. Un día me lo crucé y le pregunté cómo estaba, a lo que me respondió que estaba mejor, entonces le dije: “¡Avísale a tu cara que estás bien!” ¡Cuando estás contento y satisfecho, cuando el Espíritu Santo satisface tu alma, tu cara cambia!
Una mujer que está ansiosa por ponerse de novia y le llora a Dios para que se lo dé, tiene una expresión en su rostro conforme a su deseo, a su necesidad, una cara de afligida, de necesitada, de angustiada, como que Dios no la oye, pero no consigue ningún novio. La misma aflicción le lleva a tener una expresión que, el mismo hombre que está designado por Dios para ella, dice: “¡Yo con esa no me meto ni a palos!” Pero un día se llena del Espíritu Santo, sale satisfecha alabando a Dios y declarando: “¡Con novio o sin novio, soy feliz!” Ahí aparece el muchacho y queda deslumbrado porque jamás la había visto así. ¡El Señor te hermosea el rostro! ¡La presencia del Espíritu Santo en la vida del creyente le cambia la cara! ¡No te esfuerces por cambiar las circunstancias! ¡No te esfuerces por mejorar a tu marido! ¡Mejora tú! ¡Tu marido pudo haber cambiado un montón pero ni te enteras porque vives amargada!
“El que tenga sed venga a mí y beba”, dice el Señor. ¿Sabes qué te está faltando? No es otro marido, ¡te está faltando Jesús!
Hay veces que nos sentimos impotentes porque la gente nos pide consejos y pretenden que le digamos lo que hay que hacer y lo que no. Muchas veces nos encontramos con panoramas complejos como le ha sucedido a la chica de catorce años que he mencionado. Ella no podía volver a la casa de su madre, ésta no le cree, el novio de la madre la quiso abusar, la salida que tenía era su novio pero éste no es el hombre que ama sino que pasó a ser “su peor es nada”, como dice el dicho popular. Entonces me viene a preguntar qué hace y ¡yo no sé por dónde empezar! Sólo le pude decir que el mejor remedio que yo le podía dar es que se acercara a Jesús y que el evangelio entrara en su corazón. ¡Le dije que lo que ella necesitaba es a Jesucristo!
Cuando tú tienes algún motivo de insatisfacción, no comiences a querer razonar, sólo clama a Dios y dile: “¡Señor, se me está escapando el Espíritu Santo, devuélvemelo, lo necesito!”, del mismo modo que clamó el rey David: “11No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente” (Salmos 51:11 y 12). “Lo que me está faltando no es un novio, lo que me está faltando no es que cambie mi esposo, o que se muera mi suegra. ¡Me falta ese río de agua vida! ¡Esa es la fuente que necesito pero no tengo!
Una de las cosas que hace el Espíritu Santo es guiarte a toda verdad, Él te enseñará todas las cosas. Tú no necesitas un mejor empleo, necesitas que el Espíritu Santo te diga o te muestre si es que tienes que quedarte desempleado o tienes que ir a otro lado. ¡Necesitas la guía del Espíritu Santo! Tú tendrás satisfecha tu alma con novio o sin novio, con esposo o sin él, con trabajo o desempleado, con empresa o sin ella, porque el único que puede satisfacer el alma es el Espíritu de Dios, ¡El único!
He hablado acerca de un cuñado mío que ya está por partir; yo estaba preocupado por su vida espiritual. ¡Es triste su condición de salud! Pude comunicarme con él y le dije de mi preocupación. Mi esposa fue una tarde a visitarlos a Buenos Aires y él me mandó a decir lo siguiente: “Decile a Jorge que se quede tranquilo. ¡Yo tengo mis cuentas arregladas con Jesús y tengo paz!” En el lecho de muerte y de dolor, me mandó a decir que me quedara tranquilo y así lo hice. ¡Un moribundo, sufriendo dolor, sin fuerzas, puede tener la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento! Puede estar en el umbral de la muerte, diciendo: “¡Gracias Jesús, porque aunque esté en esta condición, tú estás conmigo en estos momentos! ¡Gracias por ser mi compañía, gracias por la vida y la familia que me has dado! ¡Gracias por perdonar mis pecados!” El moribundo, lo menos que hace es quejarse por lo que está viviendo, porque Jesús llena su corazón.
Quizás tú piensas que te falta algo para sentirte feliz, estás esperando que Dios te dé algo para estar bien; si tú le pides a Dios conforme a su voluntad, ¡quédate tranquilo! ¡No te afanes por nada! El apóstol Pablo exhortaba a los filipenses: 6Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6 y 7). ¡El Espíritu Santo puede darte una paz que sobrepasa todo entendimiento!
El gestor de la obra de Dios, el director, el que guía conforme a los planes de Dios aquí en la tierra es el Espíritu Santo, pero lo conocemos y apreciamos muy poco. ¿Cuántas veces le has pedido al Espíritu Santo que te llene? ¡Quieres tantas cosas! ¡Deja que Él sea quien dirija tu vida! ¡Pídele a Dios que te llene con su Espíritu!
“Padre querido, tú eres nuestro Señor Jesús y te honramos. Declaramos que tú eres la fuente de nuestra alegría, de nuestras fuerzas, de nuestro ánimo. Venimos a ti Señor, ¿a quién otro iremos? ¿Quién otro tiene lo que tú tienes? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros queremos recibir esa satisfacción que viene de ti, Señor”.
Si tienes sed, ven a Él y bebe. No te quedes con tus resentimientos y amarguras, no te quedes con tus soledades. ¡Si te llena el Espíritu Santo, todo eso se irá de tu vida!
“Te adoramos Jesús, te bendecimos, Señor, tú eres nuestra esperanza, tu Espíritu Santo en nosotros es una esperanza de vida. ¡Bendice a tu pueblo!”
Tu agua es el Espíritu que Dios derrama sobre ti, porque has creído. Si has creído, te corresponde esta promesa. ¡Es tuya! ¡No dejes de reclamar las promesas que Dios tiene para ti! Yo te bendigo en el nombre precioso y poderoso de Jesús, que la gracia de Dios te acompañe, que Él haga resplandecer su rostro sobre ti y te dé paz. ¡Amén!
ANEXOS: