CLAVES PARA RECIBIR: LA FE y EL PERDÓN - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

CLAVES PARA RECIBIR: LA FE y EL PERDÓN

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INTRODUCCIÓN

El capítulo 11 del libro de Marcos habla acerca de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En la actualidad, a ese día se le recuerda como “domingo de ramos”, porque en esa oportunidad, la gente le dio la bienvenida al Señor cuando entró montado en un burro a esa ciudad, cortando ramas de los árboles y extendiéndolas por su camino y proclamando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” Y lo declararon el Mesías, Rey de Israel. Eso sucedió el domingo anterior al día de resurrección, y durante esa semana anterior a la crucifixión y resurrección de Cristo, ocurrieron varias cosas.

Yo digo que Jesús es Admirable porque durante toda esa semana no se preocupó tanto de su situación personal, aunque sabía que iba a padecer hasta ser crucificado, sino que puso su mirada y atención en quienes le rodeaban. También sabía que sus discípulos lo iban a abandonar dejándolo solo, aún Pedro lo iba a negar. Jesús sabía muchas cosas pero se concentró en el propósito de su trabajo, en la visión de Dios para su vida.

                FE: PRIMERA CONDICIÓN PARA SER ESCUCHADO POR DIOS

                ¡ABRES TU BOCA Y COSAS OCURREN!

Jesús entró a Jerusalén aclamado por la gente, y señala la Biblia en al versículo 11 de Marcos que culminando ese día se fue a dormir a Betania, una aldea que estaba muy cerca de Jerusalén: 12Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. 13Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. 14Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos” (Marcos 11:12 al 14). Ubicándonos en el tiempo, ese domingo entró triunfalmente en Jerusalén, al otro día amanece en Betania, y de pronto siente hambre, ve una higuera, se acerca para ver si tenía higos, pero al no encontrar fruto, Jesús dio una sentencia diciendo a la higuera: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti”, y lo oyeron sus discípulos.

¡El Señor maldijo la higuera! Luego de ese acontecimiento, se dirigió a Jerusalén donde se produjo la purificación del templo y al llegar la noche, salió de la ciudad: 19Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad” (Marcos 11:19). Al oscurecer se vuelve a ir de Jerusalén, o sea lunes de noche; se levantan al día siguiente y continúa diciendo el pasaje bíblico: 20Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. 21Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. 22Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios” (Marcos 11:20 al 22). Esta es una enseñanza que ha afectado mi vida, porque sería imposible hacer la obra de Dios si no tuviera la fe que Jesús nos manda tener.

Ubicándonos en el tiempo, era el día martes y Jesús sería crucificado en dos o tres días más, pero Él estaba enfocado en enseñarnos, lo mismo que hoy, acerca de la fe.

En Semana Santa recordamos cosas que Jesús enseñó, como lo que señala Marcos 11: 22 y 23: 22Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Si todavía no ha explotado el planeta Tierra es porque faltan creyentes que pongan fe en esta palabra. Porque Jesús no sólo tenía autoridad y poder para decirle a una higuera que se secara (la que se secó) sino que también vemos en este hecho el poder que hay en las palabras que el Señor expresa. ¡En las palabras que Jesús declara hay poder!

Ese mismo día, los fariseos cuestionaron la autoridad del Señor, pero contra esa autoridad no hay argumentos que valgan porque cuando Jesús habla, cosas suceden. Muchos han interpretado que cuando Jesús le habla a la higuera, lo está haciendo al pueblo de Israel ya que en tres años de su ministerio no encontró fruto en ellos, entonces sentenció la caída de Israel, lo que ciertamente sucedió porque lo había profetizado días antes de su crucifixión.

Aquí aparecen dos enseñanzas: La primera, tiene que ver con la fe aplicada a lo que decimos. La palabra de Dios nos enseña que cuando un creyente tiene fe en el Señor, puede abrir su boca y hablar. Jesús le dijo a la higuera: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti”. ¡Había poder en sus palabras! Luego les dice a sus discípulos: “Ustedes también tienen poder”. Y señala Mateo: “Porque de cierto os digo que cualquiera…” ¿A quién se refiere al decir cualquiera? ¡A ti!

Ya no es que Jesús declara algo sino también dice que con la misma autoridad con la que Él secó la higuera, de igual forma, cualquiera que dijere a este monte –o a cualquier circunstancia- quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino que creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Jesús está creyendo y declarando que el mismo poder que Él tiene en su boca, lo posee cualquiera que tiene fe en Dios. ¡Cualquiera que tenga fe en Dios y no duda, sino que cree que lo que dice le será hecho, entonces, lo que diga le será hecho!

Fíjate que aquí no se encuentra el verbo orar sino el verbo decir; yo digo, tú dices, él dice, nosotros decimos. Lo que tú hablas produce efectos extraordinarios porque el poder y la autoridad que tiene Jesús para maldecir y secar una higuera es la autoridad que el cristiano, que cree en Dios, tiene para obrar también a través de la palabra.

Es más importante lo que tú dices que lo que haces, porque lo que tú declaras por la fe produce efectos mayores que lo que haces.

Jesús no corrió la piedra de la tumba de Lázaro sino que mandó a que la movieran, pero Él le habló a un muerto que hacía cuatro días que estaba pudriéndose. Su hermana le dijo: “Hiede ya”. Sin embargo, la Biblia señala que el Señor desde afuera de la tumba gritó a gran voz: “¡Lázaro, ven fuera!” Y Lázaro se levantó. ¡Jesús es admirable! ¡Hacía cosas tremendas!

¿Te has dado cuenta de lo que dice Marcos 11:14? “…Nunca jamás coma nadie fruto de ti”. ¿Te lo imaginas a Jesús hablándole a una higuera y sentenciando: “Nunca nazca de ti fruto”? Es que cuando habla Jesús, no importa si el que recibe tiene orejas o no. El Señor también le habló a la tormenta y le dijo al mar: “¡Calla, enmudece!” ¡Y el mar entró en calma!

Los religiosos de la época no entendían nada acerca de la autoridad que el Señor tenía. Ellos veían que Él hacía cosas que nadie hacía y sus palabras penetraban a donde las palabras comunes de las personas no llegaban.

Jesús le dijo a un paralítico: “Tus pecados te son perdonados”. ¿Qué se puede ver aquí? ¡Nada! Sin embargo, las palabras de Jesús penetraron en el hombre y éste fue perdonado en el mismo instante. Sucedió algo en su interior y los que estaban mirando decían: “¿Pero éste quién se cree que es? ¿Por qué dice que Él perdona pecados?” Entonces el Señor les dijo: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico…?” Volvemos a encontrar el verbo decir; no aparece aquí el verbo orar. 9¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?” (Marcos 2: 9) Entonces le dijo al paralítico: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. Y los miembros que nunca se habían movido comenzaron a tener movilidad porque Jesús habló.

Tengo la certeza de que Dios te dará una nueva visión para la vida basada en la fe en Él. Jesús dijo: “Tened fe en Dios”. Cualquiera que abra su boca creyendo, lo que diga, si no duda, le será hecho. ¡Dios necesita gente de fe que abra su boca! Y tú necesitas ser ungido con la misma palabra de autoridad, el mismo Espíritu y la misma unción que Jesús tenía cuando estaba aquí en la tierra. ¡Jesús no está aquí en la tierra pero está su Espíritu y estás tú!

El Señor tenía todo el poder, toda la unción y autoridad y nos lo ha dado a nosotros porque Él quiere gente con unción, con autoridad y poder, y que no tenga miedo a abrir su boca en fe. Oro a Dios para que la presencia del Espíritu Santo te toque, porque, sólo creyendo recibirás un gran regalo. ¡Sólo si puedes creer!

                PERDÓN: SEGUNDA CONDICIÓN PARA SER ESCUCHADO POR DIOS

He aquí la enseñanza número dos: “Y cuando estéis orando…” O sea que también funciona con la oración. Leemos en Marcos 11: 25 y 26: 25Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. 26Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”.

Aquí hay una condición; esto funciona cuando hay fe y cuando, quien quiera usar la fe esté libre de resentimientos y de odio.                 Donde hay resentimiento no hay amor. Cuando hay resentimiento, la oración no sirve, en cambio, donde hay amor la oración es eficaz. Por lo tanto necesitamos fe y amor. Porque el que ama, no tiene problemas en perdonar.

La traba más grande que yo he encontrado en mis veinticuatro años de ministerio en Uruguay al predicar, es que los cristianos quieren la bendición de Dios, pero no quieren perdonar ni olvidar, no quieren soltar. ¡Tienen resentimientos! Aunque ellos no le llaman así porque suena mal, más bien dicen que tienen un dolor. Si tienes dolor contra alguien, por causa de lo que te dijo o te hizo, ese dolor te está generando un resentimiento, o sea, un mal sentimiento que se repite. Un mal sentimiento que vuelve y te hace repetir la historia que ya has vivido. Puede ser que hayas vivido algo hace veinte años atrás, sin embargo hoy se repite dentro de ti porque no has podido olvidar ni perdonar.

Muchos cristianos me han dicho: “Yo no puedo perdonar lo que me han hecho porque fue muy grave”. Tienes que saber que Dios no te perdonará a ti si tú no puedes perdonar. Si le abres el corazón a Dios, Él lo llenará de amor, y al que tiene amor no le será difícil perdonar. ¡No digas que es imposible perdonar! ¡Cristo te perdona cualquier pecado!

Si vives recordando lo que te dijeron o te hicieron, si no puedes mirar francamente a los ojos a alguien, no esperes que Dios te bendiga. Se presentó hace poco, en uno de los cultos, una abuela que tiene a su nietita dos días internada. La mujer llorando decía: “Yo quiero que Dios salve a mi nieta”. Una colaboradora la quiso acompañar a mi oficina pero la mujer se fastidió y le dijo: “¡No le voy a hacer nada al pastor!” No quería que la acompañara. Yo pensé que esa mujer tenía algo feo y cuando se sentó frente a mí me dijo: “¡Yo no puedo perdonar porque son muchas las personas que me han hecho mal! ¡Me han hecho sufrir toda mi vida!” La miré y le dije: “Abuela no esperes que Dios sane a tu nieta”. Ella conmovida me dijo: “¡Yo la quiero mucho a mi nieta! ¡Yo quiero que Dios la sane!” “No le puedes pedir a Dios que sane a tu nieta si no estás dispuesta a perdonar a todos los que te han hecho daño”. Le hablé duro y a la mujer le entró unas ganas tremendas de perdonar. ¿Quién dijo que perdonar es difícil? ¡Cuando el amor de Dios entra a tu vida, todo es posible!

Aunque parezca duro lo que te digo, es lo que señala la palabra de Dios, y ésta es como espada de dos filos que penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos. ¡La palabra de Dios te tiene que tocar hoy porque si no, seguirás igual!

Si tienes algo contra alguien, tu oración no sirve, o lo que tú digas, por más que creas que lo haces con fe; y la abuela me dijo: “Pero yo oro mucho a Dios y le pido…” ¡Tienes que perdonar!

Es verdad que hemos vivido cosas muy difíciles y complicadas. Almorzando recientemente en uno de nuestros hogares, una chica me contó que se drogaba, que no había conocido a su papá pero finalmente pudo conocerlo y se fue a vivir con él, aunque su padre también se drogaba. Ella necesitaba droga y hasta se prostituía por conseguirla. El papá ofreció ayudarla pero con la condición de que ella le hiciera un favor, y le dijo que ya que se acostaba con tantos, que también se acostara con él. Hay historias que uno no puede creer, pero esto sucede en la vida real y si no tienes un espíritu perdonador, quiero que sepas que tú no estás atando a la persona que odias sino que eres tú quien está atado o atada. ¡Eres tú quien está en una cárcel! ¡Tú eres quien se enferma, porque el odio enferma!

He orado por personas que tenían resentimientos y rencores, quienes finalmente entendieron que de nada sirven sus oraciones si no pueden perdonar.

Esta enseñanza del perdón, Jesús la dio en Pascuas. Oro a Dios que esta palabra te toque en este tiempo en que celebramos Semana Santa. Como dije recién, oré y muchas personas fueron tocadas por Dios, pero en un momento el Señor me dijo que había gente enferma de los huesos por no perdonar. Así que llamé al altar a esas personas y fueron muchas las que acudieron. Entre ellas había una mujer por quien oré, a la que no vi bien, pero cuando escuchó que dije que los que no perdonaban no se sanaban de los huesos, pensó: “Esa debo ser yo”. ¡Es que tu pecado te condena a ti y no al otro, y tener resentimientos y rencor sólo te condena a ti!

Así que ya no importa lo que te hicieron o te dijeron, lo importante, delante de Dios, es tu pecado y debes ser libre hoy. Dios te limpiará y te perdonará por tu resentimiento.

El Señor te dice: “Si tú te limpias, si confiesas tu pecado, yo te voy a limpiar y te daré una boca que hablará palabras poderosas. ¡Tú hablarás y la montaña se moverá de lugar! ¡Yo te lo prometo si crees en tu corazón!”

¡Admiro a Jesús porque en Semana Santa se tomó el tiempo para enseñarnos esto! Él no estaba con su mirada puesta en sí mismo sino en nosotros. Jesús estaba pensando en lo que nosotros hoy debíamos aprender y recibir. Y la pregunta fundamental hoy es: ¿Tú puedes perdonar o tienes resentimientos? ¿Te niegas a creer que tienes resentimiento pero no puedes mirar a los ojos a algunas personas? Mira a esa chica a la que su papá sometió y prostituyó a cambio de droga. Tú me dirás: “Eso es difícil de perdonar”. Pero conozco cristianos que se ofenden por mucho menos. He tenido que lidiar con cristianos que se han ofendido conmigo porque pasé por su lado y no los saludé y dicen: “El pastor ni me mira” o “El pastor no me tiene en cuenta”. ¿Tú te ofendes así de fácil? Conozco cristianos que se han ido de la iglesia diciendo: “Falté dos semanas y nadie me llamó”. ¡Se molestaron porque no hubo un llamado telefónico!

Quien tiene un espíritu resentido está a merced y encarcelado por ese espíritu. No se trata de que el pastor no le haya saludado sino que esa persona tiene un veneno adentro llamado resentimiento.

Están esos que dicen: “A mí no me tienen en cuenta”. ¡Se ofenden porque sienten que no los tienen en cuenta! ¿Tú crees que Dios va a poner una espada grandota en tu boca para que hieras con tu resentimiento porque no te llamaron por teléfono, porque no se acordaron de ti o no te saludaron? ¡Hoy tienes que limpiarte bien! ¡Esta Semana Santa tiene que ser diferente! ¡La tienes que vivir con Jesús! Y hoy tienes que recibir la unción del Espíritu Santo. A cambio de que salga un demonio de rencor, el Señor derramará su Espíritu Santo, te ungirá y te dará palabra de poder. Tu oración será escuchada en el cielo y las higueras y las montañas te oirán; y no solamente te oirán sino que te obedecerán.

Jesús decía estas cosas y los religiosos de la época no lo soportaban:27Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” (Marcos 11: 27 y 28). Cuando alguien tiene la autoridad de Dios no necesita explicar de quién viene esa autoridad ni por qué la tiene. ¡La tienes y listo! ¿No es suficiente con que se haya secado la higuera?

Cuando alguien te pregunte: “¿En nombre de quién haces esto o con qué autoridad lo haces?” Tú tienes que secarle una higuera y decirles: “¡Con esta autoridad lo hago!” Quien tiene autoridad también tiene poder, porque el poder respalda a la autoridad.

Así que si tú tienes resentimiento en tu corazón, ¿por qué Dios te va a dar poder? Y el resentimiento trabaja con la amargura, la venganza y la crueldad. Muchas cosas se acomodan alrededor del resentimiento para terminar de maldecir a la persona que lo posee. Si tú tienes algunas de estas cosas, ¿cómo crees que Dios te va a ungir? ¿Cómo te dará una espada si tienes un espíritu resentido? ¡Herirás más a la gente! ¡No, Dios no te dará nada! Vas a ser más peligroso que “mono con navaja”, como dice el dicho popular. Pero si de verdad entiendes esta palabra, la crees en tu corazón y quieres ser transformado, si quieres que realmente el Espíritu Santo obre un cambio en tu vida, hoy serás libre de tu resentimiento. ¡Dios quita el rencor! ¡Él echa fuera el demonio de odio y en su lugar pone su Espíritu! ¡Pone el mismo Espíritu que hubo en Cristo Jesús, el mismo poder y la misma gloria; y la palabra de Dios aparecerá en tu boca!

Ahora puedes ir y abrazar a esa persona que jamás abrazarías. Puedes ir a abrazar a tu padre y a tu madre, a quienes hace tiempo no visitas; puedes abrazar a ese pariente al que nunca más frecuentaste.

La manera más fácil de saber que Cristo entró en tu vida es que vayas decidido o decidida y feliz a la casa de esa persona a la que no podías ver. ¡Esa es la señal más evidente de que el perdón entró a tu vida!

La abuela que tiene a su nietita internada en el CTI, me dijo llorando: “¡Yo amo a Dios!” Y le respondí: “¡No te creo!” Porque la Biblia señala que aquel que dice que ama a Dios pero aborrece a su prójimo es un mentiroso y realmente no ama a Dios.

¿Tú quieres bendición de Dios? ¡Todos quieren su bendición pero se rehúsan a perdonar! Consideran que es difícil perdonar una ofensa muy grande. Mas el Espíritu de Jesús está dispuesto a entrar en tu vida, el mismo Espíritu que, cuando Él estaba en la cruz del calvario, lo llevó a decir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¡Jesús no era resentido! El Señor desde la cruz se acordó de ti y de mí; se acordó de su madre cuando le dijo: “Ahí tienes a tu hijo”, y a Juan le dijo: “Hijo, ahí tienes a tu madre”. ¿En quiénes estaba pensando Jesús?

Cuando el Señor le dijo a sus discípulos: “Esta noche todos se van a escandalizar de mí y me dejarán solo”, no lo declaró porque estaba resentido, porque nunca los dejó de amar. Es más, les dijo: “Después que haya resucitado voy delante de ustedes a Galilea, ustedes hoy me van a abandonar dejándome solo, pero después que yo resucite, ¡los buscaré!” ¿En quién pensaba Jesús? ¡En sus discípulos! ¡Bendito sea el Señor!

Cuando Pedro le cortó la oreja a un alguacil de los sacerdotes, ¿en quién estaba pensando Jesús? ¡En el soldado! ¡Sanó su oreja! “¡Esperen! Después me matan, pero primero déjenme que le arregle la oreja a este hombre”. ¡Ese es mi Señor! ¡A Él yo admiro! Si hay algo que anhelo es amar cada día a Jesús y ser como Él.

                CONCLUSIÓN

                No tiene sentido que te dé más explicaciones. Si has creído y quieres un cambio en tu vida, es suficiente este mensaje. ¡Puedes recibir de parte de Dios una gran liberación! Si tenías resentimientos, hoy serás libre. Si has creído, le pedirás a Dios que haga una obra nueva en tu vida y le dirás: Señor, no quiero vivir un día más así como estoy.

¿Has sufrido heridas por causa de tu cónyuge, de tus hijos, de tu suegra? ¿Quién te ha herido? ¡No importa! ¡Dios quiere darte un corazón perdonador, un corazón que ama! Hoy alegrarás a Jesús al declararle: “Señor, yo quiero que tú reines y no el odio ni el resentimiento. ¡Toca mi vida hoy, te lo pido por favor! Es verdad que me han hecho cosas malas pero quiero ser libre. Líbrame en esta hora, ya no quiero ser esclavo de la amargura y del resentimiento. ¡Toma mi vida! ¿Cómo voy a declarar que soy cristiano si mi corazón no funciona como tal?”

No te engañes, no digas que conoces a Jesús si hay resentimiento en tu corazón. Quien no pueda perdonar a su prójimo, señala la Biblia, que tal persona no conoce a Dios, no ve nada, está en oscuridad y tropieza. ¡No te engañes que porque has asistido veinte o treinta años a la iglesia no puedes tener rencor! No puedes llamarle al rencor, dolor.

Dios hoy te dice: “Yo quiero poner palabras en tu boca como espada penetrante, y cuando me pidas algo en oración quiero responderte inmediatamente. ¿Me dejas obrar en tu vida? Lo único que quiero es un corazón limpio, y que no justifiques el pecado en tu vida, argumentando lo que te dijeron o te hicieron. No quiero que traigas más a memoria recuerdos del pasado, de cosas que te han hecho sufrir. ¡Entrégame todo a mí ahora! ¡Yo cargo con todo eso, no tú! ¡Yo llevo a la cruz del calvario todos tus pecados!”

 

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