COMUNIÓN + VISIÓN + FE = VICTORIA - Misión Vida para las Naciones

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Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

COMUNIÓN + VISIÓN + FE = VICTORIA

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INTRODUCCIÓN

Quiero compartir contigo la siguiente frase: “Nunca harás nada importante a menos que tengas una visión importante. Nunca tendrás una visión importante a menos que tengas una fe genuina. Nunca tendrás una fe genuina, si Cristo no gobierna tu vida”. ¡La fuente de todo es Cristo! Así que hablamos de visión, de fe y de la fuente de estas dos, que es Dios mismo.

Cuando digo que nada importante harás en la vida, o más puntualmente en este año, si no tienes una visión importante, significa que nadie podrá hacer algo grande si no aspira a algo grande o si no ve algo importante en su futuro.  Cuando la persona ve lo que tiene que lograr, entonces tiene una visión. Si tu visión es pequeña, lo que hagas nunca llegará a ser relevante. Mucha gente no quiere problemas, sólo pretenden un puestito de trabajo, marcar tarjeta, cumplir un horario, y después, llegar a su casa y tomar mate. Aspiran tener una vida tranquila y feliz, y a su entender no piden mucho. ¿Tú le llamarías a esto una visión importante? ¿Qué logrará una persona que piensa así? ¡Nada! En cualquier momento se muere y el mundo no sentirá su ausencia. “Se murió el vecino… ¡Era un hombre bueno! Cada tarde se sentaba en la vereda a tomar mate”. ¿Qué logró ese hombre? ¡Nada! Pero aprendió preparar el mate. ¡Era un  buen cebador!

Si tienes una visión importante puedes aspirar a algo importante. Yo tengo la certeza de que nadie ha venido al mundo para pasar desapercibido. Cuando Dios nos hizo a su imagen y semejanza nos creó como seres singulares, personas especiales con la capacidad de obtener logros que lo glorifiquen, que lleguen a objetivos que le den gloria y que lo manifiesten a Él en nosotros, para que la gente vea en nosotros las grandezas del Dios en quien creemos. Por lo tanto, para no pasar como cualquier hijo de vecino en el mundo, necesitamos visión y Dios les muestra a sus hijos una visión.

DIOS TIENE UNA VISIÓN ESPECÍFICA PARA TI

He estado varios días en el predio de Beraca, lo que me permitió compartir tiempo con mi nieta y le enseñé varias cosas. Entre ellas, le mostré cómo arrojarse desde arriba de la mesa a mis brazos; la llevaba a la orilla y le decía que se tirara pero ella no quería, y aunque yo le trasmitía confianza, no hubo caso, hasta que en una de esas, tímidamente se animó y se lanzó a mis brazos, entonces yo la atajé. En ese momento mi nieta sonrió porque hizo lo que no se animaba a hacer. Y cuando ya estuvo en mis brazos me pidió más. Después de varios días la pongo en la mesa y ella se lanza a mis brazos confiada. Yo le inculqué una visión: podes estar tranquila con el abuelo. ¿Cómo traduces esto en el mensaje que te traigo? “No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas”. Cuando Dios le dijo a Josué que repartiría al pueblo por heredad, la tierra de la cual Él juró a sus padres que se la daría a ellos, me imagino a Josué como mi nietita en el borde de la mesa y yo pidiéndole que se lance, y Josué diciendo que no se animaba. Mas el Señor le respondió: 9Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9). Dios imparte visión: “¡Tú vas a hacer esto!” “¿Pero cómo lo voy a hacer yo?” “¡Tú lo vas a hacer, yo voy a estar contigo!”

¡Tú necesitas tener visión y Dios quiere dártela! Cuando el Señor se propuso hacer un pueblo, el cual llegó a ser Israel, Él tomó ese pueblo de Abraham, a quien le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Ahí había comenzado a gestarse una visión en Abraham, y él debía tomar una decisión: “Tengo que dejar a mi madre y a mi padre, tengo que irme de Ur de los caldeos”. Entonces, le dice a su esposa: “Dale vieja, que nos vamos”. “¿A dónde nos vamos?” pregunta Sara. “A una nueva tierra que Dios nos va a dar”. “¿Y qué llevamos?” “¡Llevate todo!” “¿Y vamos a regresar?” “No se, Dios dijo que nos fuéramos para allá”. ¡Y emprendió el viaje! Todo, Dios lo hace inculcando primero una visión. Cuando Abraham llegó a Canaán, Dios le dijo:14Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. 15Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Génesis 13:14 y15). En otras palabras: “Hasta donde puedas ver, vas a conquistar”. Hoy te digo esto mismo de parte de Dios. Hasta donde puedas ver, tú serás una persona de conquista. ¡Si no ves nada, no conquistarás nada!

Dios quiere que sepas que en este año te puede hacer una persona confiada, con fe y segura de que, lo que Él te muestra, tú lo vas a lograr. Visión clara, objetivo claro. Si tú quieres derribar un pájaro, para poder lograrlo debes apuntar hacia el ave. ¡Dios quiere que tengamos una visión clara de parte suya! Todo comienza con lo que uno ve. No se trata de lo que vemos con nuestros ojos físicos sino de lo que vemos en el mundo espiritual, de parte de Dios, que a veces incluye lo que vemos con nuestros ojos físicos. Cuando el Señor quiso darle una visión a Moisés de que él llevaría al pueblo de Israel a la conquista de la tierra prometida, provocó un fenómeno, una zarza ardiente que no se consumía, un absurdo total. Cuando Moisés vio que no se consumía, le llamó la atención: “3Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema” (Éxodo 3:3). Cuando llegó al lugar, el Señor le mandó que se quitara el calzado de sus pies porque el lugar que estaba pisando era tierra santa, entonces Dios le habló y le dijo que iría a Egipto; en ese momento Moisés no tenía planes, pero Dios armó sus planes. ¡Y hoy te digo a ti que no hagas planes porque Dios ya tiene los suyos! Cuando Dios te creó, porque fue Él quien lo hizo, no tu madre ni tu padre, el Señor ya tenía previsto planes para ti.

Visión clara, objetivo claro. No hay cosa más linda que tener la visión concreta de por qué existo. Tú tienes que saber responder unas preguntas muy sencillas: ¿Por qué estoy donde estoy? ¿Por qué vivo donde vivo? ¿Será una casualidad? ¿El destino lo quiso? Yo puedo responder que vivo en Uruguay porque Dios me mandó. La otra pregunta importante es: ¿Quién soy? Algunos dicen: “Mi abuelo era pobre, mi padre era pobre y yo también lo soy y a mucha honra. Aquí estoy, pobre. ¡Como ellos fueron pobres, yo estoy orgulloso de ser Juancito el sonso! Es decir, pobre. ¿Eso es una gran visión? ¡No! Es importante que sepas que tú requieres tener una visión. Entonces, ¿por qué estoy donde estoy? ¿Quién soy? ¿Tú eres Juancito el sonso? Yo podría decir muchas cosas que tienen que ver con quién soy, como por ejemplo: yo soy Jorge Márquez, el esposo de Marta Molina, o, yo soy Jorge Márquez, arquitecto, profesor de materiales de construcción, etc. Podría decir muchas cosas acerca de quien soy, pero hay algo que me define como la persona que Dios soñó, aún cuando yo no estaba en el vientre de mi madre: Yo soy el apóstol Jorge Márquez, siervo de Dios. Si lo tengo claro, sabré quién soy y me comportaré de acuerdo a lo que sé que soy.

Hace unos siete años atrás estuve con un hombre que vivía una crisis existencial tremenda. Por doce años venía ejerciendo el pastorado. Entonces me abrió su corazón y me dijo que él lo hacía por obediencia; él no quería, pero su pastor le dijo que tenía que pastorear y por obediencia accedió. ¡Por doce años ejerció el pastorado pero aún no estaba seguro si era pastor! “¿Tú te subes cada domingo a predicar y todavía no sabes si eres pastor?” le pregunté, y me respondió que lo hacía por obediencia. “¡Entonces llevas doce años pecando!” le afirmé. En mi caso, yo subo al púlpito y predico porque soy pastor, y ¿por qué lo soy? ¡Por voluntad de Dios! ¿Cómo lo se? ¡Por la fe! Algunos me han preguntado: “¿Y a usted quién lo levantó de apóstol? ¡Usted se levantó solo!” ¡No! ¡A mí me levantó Dios!

Tienes que saber responder por qué estás donde estás. Hay gente que me ha dicho: “Hace años que me fui de la iglesia pero se que mi hogar es Misión Vida”. “¿Y qué haces en otra iglesia? ¡Venite!” “Usted sigue siendo mi pastor”, agrega. “¿Y qué haces con otro pastor, entonces?” le pregunto. Palabras del pastor Cash Luna: “A los miembros les resulta muy fácil cambiarse de iglesia. Los únicos que no podemos cambiarnos de iglesia somos los pastores”. Imagínate que yo me enoje con la congregación y me cambie de iglesia. ¡Yo se por qué estoy donde estoy!

Segunda interrogante, ¿quién soy? Y por último, ¿de dónde vengo? y, ¿a dónde voy? Yo lo tengo claro, estoy conquistando el Uruguay. ¡Yo se a dónde voy! No podría estar predicándote si no supiera contestar estas preguntas. Responder a estas preguntas te da la certeza acerca de la visión de tu vida.

No falta quien diga: “Yo siento que no tendría que haber venido al mundo” o “nunca tendría que haber nacido”. ¡Pero ahora que naciste hay que apechugar! “Yo no pedí nacer”, “soy el fruto de un adulterio”. ¡Tú eres un hijo y una hija del Dios viviente!

Responder estas preguntas forma parte del hecho de tener una visión. Si yo se que soy apóstol, ¿qué hago arreglando bicicletas? Si soy apóstol, tengo que cumplir con la función apostólica pastoral y tengo una tarea que desarrollar, entonces lo hago.

Dios trabaja poniendo visión en sus hijos y trabaja dándoles identidad. El Señor opera confirmando a sus hijos en el lugar donde deben estar, a dónde deben ir, y les confirma en su identidad, o sea, quiénes son y de dónde vienen. Aún hay quienes no saben de dónde vienen. Hace más de doscientos años nos han estado enseñando que descendemos del mono y que venimos de la materia. Allá ellos, ¡yo vengo de Dios! ¡Se de dónde vengo y a dónde voy!

Trato de sembrar elementos para que todos podamos tener un año extraordinario, por lo tanto, debes tomar en serio lo que te estoy enseñando. ¡Es necesario tener visión! Aunque no es suficiente con eso.

LA VISIÓN DE DIOS SE CUMPLE

Leemos en Isaías 30:8: 8Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre”.

Dios le da una visión a Isaías, y no sólo lo manda a proclamarla al pueblo de Israel, sino que también la escriba en una piedra para que quede grabada para siempre, así sabrán lo que el Señor les ha dicho. Entonces Dios le da un panorama: “9Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; 10que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; 11dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel. 12Por tanto, el Santo de Israel dice así: Porque desechasteis esta palabra, y confiasteis en violencia y en iniquidad, y en ello os habéis apoyado; 13por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente” (Isaías 30: 9 al 13). Aquí Dios está enfrentando al pueblo de Israel que está pensando en una situación conflictiva, como lo es confiar en Egipto, mas el Señor les dice: “Ustedes no tienen que confiar en Egipto sino que tienen que quedarse en paz donde yo los he puesto y su salvación será en paz y en confianza”.

Dios le dio una visión al profeta Isaías. “Ustedes quieren confiar en lo que yo les dije que no confiaran”, dijo el Señor. “Entonces vendrá su caída, súbita y repentinamente” Y agrega: 14Y se quebrará como se quiebra un vaso de alfarero, que sin misericordia lo hacen pedazos; tanto, que entre los pedazos no se halla tiesto para traer fuego del hogar, o para sacar agua del pozo. 15Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis, 16sino que dijisteis: No, antes huiremos en caballos; por tanto, vosotros huiréis. Sobre corceles veloces cabalgaremos; por tanto, serán veloces vuestros perseguidores. 17Un millar huirá a la amenaza de uno; a la amenaza de cinco huiréis vosotros todos, hasta que quedéis como mástil en la cumbre de un monte, y como bandera sobre una colina” (Isaías 30:14 al 17). Dios le dice a su pueblo lo que les va a suceder porque Él sabía de antemano lo que ellos iban a hacer. “18Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él” (Isaías 30:18)

Isaías profetiza esto y Dios le ordena que lo escriba en una tabla para que se conozca hasta la posteridad, y esta palabra que el Señor le dio al profeta la conocemos nosotros hoy. O sea que la palabra que Dios da, se cumple hasta el día de hoy. Yo te la estoy compartiendo, cumpliendo la profecía de Isaías que señala que, esto debía quedar escrito para que se conozca en la posteridad. ¿Qué se tenía que conocer? Que Israel sería perseguido, que ese pueblo iba dejar de ser ya que serían dispersados, que sería roto como una vasija de alfarero. E Israel ha vivido durante dos mil años así. Dios los dejó librados a sus enemigos y han sido perseguidos por grandes imperios como el medo-persa, el imperio griego, el romano, hasta el imperio de Hitler hace unas décadas atrás. ¡Se ha cumplido sobre Israel la visión de Dios! El profeta Isaías la creyó, la escribió y la divulgó, y nosotros somos testigos de que esa profecía era una visión de Dios.

En aquel entonces a quien tenía visión de parte de Dios se le llamaba vidente, mas el pueblo no quería escucharlos. Leemos en Isaías 30:9-10: 9Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; 10que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras”.

¡Tú tienes que ser un vidente! ¿Qué es un vidente? Uno que tiene visión o que ve de parte de Dios.

Un día, entró en mi corazón la idea de edificar un hogar de niños en Haití. ¡Bendito sea ese día en que nació la visión! Parecía algo muy difícil, y cuando llegamos allá nos dimos cuenta que era más complicado de lo que habíamos imaginado. La primera vez que fui a esa nación, me volví temblando y llorando. Después de haber estado allá cuatro días, estaba fatigado y me sentí seguro, por primera vez, adentro del edificio de la aerolínea. Yo lloré y le dije al Señor: “Dios, ¿cómo vamos a hacer esto?” El asunto es que la visión era de Dios, ¿cómo no la íbamos a hacer? ¡Esa era la pregunta correcta! Si la visión era de Dios había que hacerlo. Entonces regresé a Haití dos veces más y a la tercera me llevé veinte uruguayos. La primera vez que nos habíamos establecido allá, no podía dormir, entonces me levanté a las cinco de la mañana y bajé a la playa; allí comencé a llorar y le dije a Dios: “Señor, ¿por qué estoy aquí?” Y Dios me dio la respuesta a través de una canción. Cuando llegaron los hermanos hasta donde yo estaba, hicimos un devocional, oramos, leímos la palabra de Dios, nos pusimos en sus manos y comenzamos a cantar: “Yo no quiero estar aquí por obligación, yo no quiero estar aquí, por la religión. Sólo quiero estar aquí porque te amo. Yo no quiero estar aquí para hacer una canción, yo no quiero estar aquí, para pedir una bendición. Sólo quiero estar aquí porque te amo. Porque te amo, yo paro todas las cosas, porque te amo, me postro hoy ante ti. Porque te amo, escojo la buena parte. Es estar aquí, es adorarte Dios, oír tu voz y estar aquí porque te amo”. Yo no estaba ahí porque me gustaba Haití, no estaba porque me encantaba ser un misionero en ese país. No estaba ahí porque amaba a los negritos de Haití. Pero Dios me dijo: “¡Tú estás aquí porque me amas!” En ese momento supe por qué estaba en ese lugar. Y nos esperaban meses de muchísima lucha, de calor agobiante; nos esperaban meses de muchísimas frustraciones, pero el saber que yo estaba ahí porque amaba a Dios y no por ningún interés personal, me confortaba.

A una joven que quería trabajar conmigo le he dado algunas responsabilidades para hacer en Beraca, las que ha cumplido eficientemente. Pero cuando le di la tarea de regar plantas se le vino abajo el ánimo porque consideraba que no era digno de ella lo que le pedí. Se excusaba que no podía hacer la tarea porque le dolía la cabeza, además de otras tantas. Yo le dije que los pastores de Misión Vida no tenían problemas en hacer tareas menores y lo hacían con gusto. Es más, le dije que en nosotros tenía ejemplo, ya que también me ha visto a mí regar las plantas, pero ella se negaba a hacerlo porque no era lo que quería. ¡Pero Dios nunca te ha mandado a hacer lo que tú quieres! Él siempre nos ha enseñado que debemos hacer su voluntad. ¡No lo que a ti te gusta!

La primera semana, cada día, a las cinco de la mañana cantamos esa canción, y cada día yo lloraba; entonces le dije a Dios: “Es verdad Señor, yo estoy aquí porque te amo”. ¡Si no lo amara no hubiera ido! Pero estando allí, la visión comenzó a gestarse y aunque se levantaron contra nosotros problemas gigantes, los derribamos con las piedritas de David. Una de las tareas importantes que ha estado haciendo un hermano durante quince días en Haití, fue dejar a punto todo un sistema de electricidad por medio de paneles solares, de modo que ya no se enciende más el motor generador de energía porque el sol nos la da y eso está funcionando hoy en día a full.

Una de las chicas que está allá me escribe: “¡Qué lindo poder prender la luz!” Antes de instalar este sistema, apagábamos el generador a las nueve de la noche y a partir de esa hora el lugar parecía una boca de lobos. ¡Ahora dejan la luz prendida toda la noche porque el sol nos provee durante todo el día la energía que se precisa en la noche! Yo puedo sentir en mi corazón la alegría y la satisfacción que estarán viviendo los hermanos uruguayos que están trabajando en Haití, de poder hacer uso de la energía que no les cuesta nada. ¡Dios fue confirmando la visión! Hemos traído de allá a tres jóvenes que han participado en el campamento de Beraca, uno era mi traductor, quien me traduce cuando voy a Haití, la otra era una encargada de un hogar de niños de allá que se nos ha unido, y un joven más que vive también en el hogar. ¡Qué alegría fue haberlos recibido! Ellos son parte de mi familia; son parte de mi conquista.

Volvamos a repasar algunos puntos. Dije que es importante tener visión, pero ¿qué hago yo con esa visión si no tengo fe? ¿De qué servirá? “Sabe pastor que soñé que le predicaba a multitudes, pero yo no creo eso. No creo que Dios me use a mí para predicarles a las multitudes. Ese sueño se debe a los tallarines que me comí a noche”. ¿De qué le sirve a Dios mostrarte una visión si tú no tienes fe para ello? ¿Vas a creer o no? Para que la obra que vas a hacer sea importante, la visión tiene que ser importante. ¡Dios no anda con pequeñeces! ¡Él es Todopoderoso y sobrenatural! El Señor nos quiere elevar a su nivel sobrenatural y nos quiere llevar a hacer cosas que van más allá de nuestras fuerzas, de nuestra imaginación y de nuestro poder. Porque lo que Dios tiene para hacer con nosotros sólo se hace con su poder y su visión que es eterna.

La visión y la fe son importantes. No se puede tener visión si no se tiene fe. Ésta es la que nos hace arrebatar las visiones del cielo. ¡Tenemos que creerle a Dios!

Cuando el Señor mandó a que el pueblo entrara en la tierra prometida, ellos decidieron que la empresa era muy difícil. Recordemos la palabra que habla acerca de los diez espías malvados, quienes dijeron: “La tierra es linda y es buena como ha dicho Jehová pero nosotros no podemos ir a conquistarla”. Y Dios les dijo: “Bueno mis chiquitos, si no se animan, embrómense. Vayan al desierto nuevamente por cuarenta años hasta que se mueran”. ¿Qué te queda si no quieres creer la visión? ¡Te queda volver al desierto! ¿De dónde has venido? ¡Del desierto! ¿A dónde irás si no crees? ¡Al desierto! Pero si crees, irás a la conquista de la tierra prometida. Aquel que no aspira al futuro que Dios tiene para darle, no le queda nada más que su pasado para llorar y lamentarse.

¿Vas al desierto? ¡Yo no iré al desierto! ¡Iré a la conquista que Dios me ha prometido! “¿Y cómo hago yo para tener esa fe?” En la farmacia no la venden, en la universidad no hay, entonces, ¿dónde conseguimos fe? La Biblia señala que Cristo es el autor y el consumador de la fe, por lo tanto yo debo tener comunión con Jesús. Así que todo proviene de Dios: la visión, la fe, el poder y la victoria. ¿Y quién derrota a nuestros enemigos? ¡Dios! Y no te creas que te van a aplaudir a ti por lo que has hecho porque la gloria también es de Dios. ¿Y a mí que me toca? La alegría y el gozo que son el resultado de esta experiencia que Dios me ha permitido vivir, por la que me ha desafiado y me ha llevado a formar parte de sus proyectos eternos.

CONCLUSIÓN

Tienes que disponerte a buscar a Dios. ¡Tu comunión con Cristo tiene que ser una prioridad en tu vida! Tener la visión de Dios se tiene que transformar en la prioridad de tu existencia, y tener fe para llevar a cabo la visión de Dios para tu vida también tiene que ser una prioridad.

Ahora, si tus grandes preocupaciones son las añadiduras, Dios te dejará con eso. “Pastor, le pido oración porque este mes no puedo pagar la factura de la luz”, “pastor, ore porque mi marido esto y mi hijo lo otro”, “pastor, ya no quiero este trabajo, ore para que Dios me dé otro que me agrade”. ¡Esas son tus prioridades! ¡No te veo haciendo algo trascendental! ¿Vas a hacer algo grande? Nunca harás nada importante a menos que tengas una visión importante y la visión viene de Dios. Nunca tendrás una visión importante a menos que tengas una fe genuina. La fe es necesaria para vislumbrar esa visión y para obrar en función de ella. Y nunca tendrás una fe genuina, si Cristo no gobierna tu vida. La única fe genuina es la de Jesucristo. Podrás creer en la ristra de ajos, en el médico, en las piedras, etc. Pero la única fe genuina, original y poderosa, que te lleva al nivel sobrenatural de Dios proviene de Jesucristo, el autor y consumador de la fe.

Te irá bien en la vida, pero sólo en función de lo que Dios te está diciendo. Tú dices: “Estoy esperando que Dios haga algo”. Y yo tengo que decirte que no eres tú el que está esperando hacer algo sino que es Dios quien espera que tú hagas algo. ¡El Señor está esperando que hagas la obra que ha determinado para ti! Yo te bendigo en el nombre de Jesús y oro para que Dios te dé visión y fe. Tu parte es abrir tu corazón y decirle al Señor: “Jesús, reina tú, en mi vida. Que no me gobiernen mis buenos deseos ni mis inclinaciones, hazlo tú, Señor. Muéstrame la visión, dame la fe y yo haré tu obra, Señor. Este será un año de logros para mí. Estoy dispuesto, heme aquí Señor, envíame a mí.”

“Padre, oro por tu pueblo, que sean bendecidos en esta hora. Golpea a la puerta de sus corazones, que ellos vean la bendición. Que tu pueblo abrace tu visión y tenga fe para ponerla por obra, te lo pido en el nombre bendito de Jesús. Yo proclamo que vendrá un tiempo de logros y veremos cosas extraordinarias, cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido en el corazón de los príncipes de este siglo, esas son las cosas que tienes preparadas para nosotros, lo que te amamos. ¡Derrama tu Espíritu sobre tu pueblo y quebranta toda visión que no provenga de ti, Padre! Sabemos que si tenemos tu visión, con ella tendremos tu respaldo sobrenatural. ¡Que esta verdad se clave en el corazón de tus hijos! Levanta siervos y siervas en este tiempo. Oro para que envíes obreros a la mies. Necesitamos gente que esté dispuesta a responder a este llamado, te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén”.

 

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