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INTRODUCCIÓN
Tenemos que aprender más qué es la fe y a vivir más en ella. La fe irrumpe desde la dimensión sobrenatural de Dios en nuestra dimensión natural. La fe hace que el poder, la palabra y los planes de Dios operen en el mundo natural. La fe no ha sido dada a los ángeles para transmitir las cosas de Dios, sino que ha sido dada a los creyentes, a los hijos del Dios viviente.
Hay un círculo en el que tú te mueves y cuando sales de ese círculo entras en una dimensión que no conoces y no dominas. El primer círculo tiene un límite que es el de tu conocimiento natural, son las cosas que conoces y que dominas; ese el círculo de tu comodidad en el que casi no necesitas a Dios. Porque ya sabes lo que hay qué hacer, cuándo subir, cuándo bajar; cuándo hacer o no hacer, etc. Pero Dios quiere sacarte de tu círculo de comodidad. Lo que dominas a Dios no le sirve y Él te quiere introducir en el territorio en el que Él domina. Haber aprendido a manejar ciertas cosas te da sentido de seguridad. También te da un cierto sentido de seguridad pertenecer a la iglesia. Pertenecer a tu familia te hace dar cuenta de cuánta bendición hay en ella. Los pensamientos y los planes de Dios son más grandes y mejores que los tuyos en esa otra dimensión en la cual Él está trabajando para que tu fe opere y entres en esa ella, donde tienes que preguntarle todo a Dios; porque si no sabes nada y te pierdes en esa dimensión en la que tú no entiendes, Dios sí entiende y te va a guiar. Muchos quieren entrar en la voluntad de Dios, pero no todos entran. Muchos quieren vivir las grandes batallas de Dios, pero algunos se acobardan. En todo esto hay un detalle, y es que hay que perder el control para entrar en la dimensión de Dios, donde Él tiene el control. Es una dimensión en la que a medida que tú caminas, el Señor va abriendo el entendimiento y se va iluminando la mente y el corazón. Dios no te va a mostrar todos los planes que tiene contigo porque te vas a asustar y te vas a devolver. Así que Él trabaja mostrándote de a poquito los pasos que tienes que dar, pero tienes que caminar en fe. No puedes subir una escalera si no te subes al primer escalón y hay gente que todavía no ha dado un paso. Hay quienes quieren que se haga su propia voluntad y no la de Dios.
Vivimos en una dimensión en la que le decimos a Dios, quiero una casa, quiero un mejor trabajo con un mejor sueldo, quiero que cuides mi familia; y te mueves en lo visible y en lo tangible, y Dios te quiere sacar de ahí. Quien quiera que se haga en su vida la voluntad de Dios tiene que estar dispuesto a que Él le frustre sus planes. Ya no se trata de lo que tú quieres, se trata de lo que Dios quiere. Insisto en que, para que entres en esa dimensión de Dios tienes que estar dispuesto a renunciar a las cosas que dominas, a las cosas que piensas, que te parecen o que sientes. Satanás trae ideas que se mezclan dentro del campo de batalla que es tu mente, y esa batalla la gana la fe.
ABRAHAM EL PADRE DE LA FE
Hay un personaje en la Biblia que se animó a creerle a Dios y a obedecerle; él fue el padre de la fe. Abraham fue el patriarca del islamismo, del judaísmo y del cristianismo. Abraham se transformó en el héroe principal de las tres religiones monoteístas que hay en el mundo. Fuera de las religiones monoteístas están los politeístas que son los idólatras, los que creen en muchos dioses. Antes que existiera el monte Sinaí, antes que existieran las leyes y los sacerdotes; antes que existiera el templo, los ritos y los sacrificios de la religión, existían personas que conocían a Dios y uno era Abraham. Había en el mundo gente que conocía a Dios, uno de esos personajes fue Melquisedec.
Cuando todavía no había templo, ni ley, ni ritos, él era sacerdote del Dios Altísimo. Para que Abraham pudiera cumplir el proyecto de Dios tenía que obedecerlo. Dios tenía un plan con Abraham que consistía en sacarlo de su círculo de seguridad que era la cultura en la que él estaba, la ciudad y las costumbres en la que estaba. Y dice la palabra de Dios en Génesis 12:1: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Para cualquiera esto es muy duro y difícil, porque a nosotros nos retiene nuestra tierra, nuestra familia, nuestro barrio; y nos retienen las costumbres que tenemos en esos lugares. Déjame decirte que, si no estás dispuesto a soltar aquello que te ata, no vas a recibir lo que Dios quiere darte para bendición. Para esto se requiere fe y esta te obliga a liberarte del mundo natural para entrar en la dimensión sobrenatural de Dios. Se entra a esa dimensión sobrenatural de Dios a través de la fe en Dios, entonces, la puerta es la fe en Dios. Tú puedes entrar a una dimensión sobrenatural de algún mago, hechicero o brujo a través de determinadas prácticas, pero no es la dimensión de Dios.
El Señor dio testimonio de la fe de Abel y nosotros después de miles de años estamos hablando de esa fe. Abel fue un grande delante de Dios, aunque no duró mucho porque Caín lo mató, pero el testimonio quedó. Abel presentó ofrendas de fe. Recuerdas que todo lo que hagas tiene que provenir de la fe porque todo lo que no proviene de la fe es pecado. Todo lo que nace de ti es pecado. Las buenas ideas que vienen de ti son pecado y Dios no las quiere, porque Él tiene mejores ideas que las tuyas. Dios le dijo a Abram, vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré. Dios hizo así conmigo. Yo vivía en mi ciudad natal de San Juan y estaba enamorado de la tierra en la que nací. Allí me crie y estudié; allí estaba toda mi familia. Cuando nos juntábamos para Navidad, en total éramos veinte y pico de personas. Éramos una familia linda y unida. Yo tenía amigos por todas partes. Cuando me hacía falta algo, yo sabía a dónde ir y sabía a quién acudir. Había en San Juan un montón de lugares que yo conocía, sabía a qué oficinas dirigirme y conocía a las personas con las que tenía que tratar. Yo dominaba un montón de asuntos. También era muy conocido en las iglesias porque con Marta habíamos puesto una librería cristiana que nos conectaba con muchas iglesias y pastores. Mucha gente tenía muy en cuenta lo que yo decía y lo que hacía. Yo era todo un líder en San Juan. No me cabía en la cabeza que a Dios algún día se le ocurriera sacarme de ahí. Yo pensé que ahí iban a quedar mis huesos, pero no sabía que todo lo que yo hacía no era la voluntad de Dios porque Él tenía otros planes para mí. En definitiva, Dios me sacó de San Juan y me mandó a Buenos Aires. Y allí hay millones de personas totalmente desconocidas.
En mi ciudad natal yo sabía dónde estaba el médico. Cuando era adolescente, y tenía algún problema, agarraba mi bicicleta y me iba a ver al doctor. El médico era uno más de la familia y ya nos conocía. Hasta que Dios me llevó a Buenos Aires. Una vez instalado empecé a buscar iglesia y no encontraba ninguna, quería un pastor, pero no me identificaba con ninguno. Y yo buscaba a Dios y le preguntaba, ¿qué estás haciendo conmigo? ¿por qué me has traído hasta acá? Hasta que vi miles de personas y dije, ahora entiendo, Dios me va a usar en Buenos Aires, porque aquí hay millones de personas. Empecé a sentirme fuerte de nuevo, hasta el día que me quise dedicar tiempo completo a la obra. El pastor que yo tenía me mandó a Colonia. Pasé de millones a unos miles. Yo servía en una iglesia donde había miles y miles de personas, con 150 anexos, y yo ya estaba al frente de uno. Pero cuando llegué a Colonia no tenía ni 50 personas. Y otra vez, Señor, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué y por qué y por qué? Muchas veces quise estar al lado de mi pastor allá en Buenos Aires y mi pastor me resistía. Yo pensaba que tenía sarna. Yo quería estar al lado de él porque no servía para estar solo dirigiendo algo. Y me esforzaba por hacer, me encantaba demostrarle al pastor que yo lo podía ayudar. Pero estando en Uruguay, Dios me dijo: “¿Sabes por qué el pastor no te atendía? Porque yo te estaba preparando para que hagas la obra que tenía reservada para ti”. Así que cuando le pregunté a Dios, Señor, ¿qué estás haciendo? Dios me dio este versículo: “vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que yo te mostraré”. Deja a tu padre, deja a tu madre, deja a tu familia, tu casa y tus bienes.
No me olvido que con Marta teníamos un apartamento en San Juan que al final tuvimos que mal venderlo en un tiempo de muchísima inflación. El dinero que recibimos por ese apartamento los invertimos en acciones, las cuales se vinieron abajo, y cuando las quisimos vender no valían nada. Al final me alcanzó para comprar un autito y un tecladito. Y perdí tantas cosas. Perdí la iglesia que amaba, el coro que amaba, la gente que amaba. Y fue muy duro trabajo para mí. Pero Dios me ha consolado porque me ha permitido ver que sus planes eran mejores que los míos. Costó mucho porque mi papá sufrió bastante los últimos dos o tres años antes de morir y yo no podía viajar porque tenía que estar predicando en Uruguay. Aunque mis hermanos lo atendían. Algunas veces que fui me lo encontré muy delicado. Estamos varios hermanos comiendo, charlando y haciendo chistes. Tengo la imagen de mi papá en un rincón, sin ganas de hablar, sin fuerzas, sin ganas de hacer chistes o de escuchar ruidos. Y mientras nosotros reíamos, mi papá se fue a dormir una siesta. ¡Fue duro estar lejos! Hasta el día que me dijeron que papá había fallecido. Ese día decidí viajar en avión y no coincidían los vuelos para que yo llegara al momento de la sepultura. No encontré la manera de ir rápido para poder estar en el velorio. Así que decidí viajar en vehículo, 1200 kilómetros sin parar; toda la tarde, toda la noche. Fue duro llegar y encontrarse con el cajón. Mi papá ya se había ido. Yo siguiendo la voluntad de Dios había dejado a mi padre y había dejado a mi madre. Y cuando mi mamá murió, uno de mis hermanos nos convocó a todos los demás y nos dijo, mamá está mal y se muere en cualquier momento. Esta vez pude llegar a tiempo con toda mi familia, con la ilusión de verla, pero ella ya estaba en estado crítico. Ella ya no abrió los ojos. Yo quería alegrarle la vida a mi mamá antes de que muriera. Así que llegué a al hospital de San Juan con mi nieta en brazos y le dije, “mami, mira la nieta que tenés, mira”. Y no despertó. No la vio. No la conoció.
Hay muchas cosas que han quedado atrás en mi vida, muchas cosas que he tenido que soltar, y hay muchas ilusiones que se tuvieron que romper. Pero, ¿sabes qué es lo que a mí me bendice? Saber que estoy en la voluntad de Dios y que lo que Él ha hecho es mucho más grande de lo que yo soñé. Tenemos más de 20 iglesias, más de 60 hogares Beraca y hemos trascendido los límites de Uruguay. Hemos bautizado miles de personas. Realmente Dios nos ha concedido bendición. Pero yo tuve que venir a Uruguay, un país que realmente es distinto a Argentina. Cuando llegué noté la resistencia y el orgullo uruguayo que se cree mejor que el argentino. Se creen que son los humilditos, pero son dificilitos. Vivimos cosas difíciles, pero en todo vimos la mano de Dios. Sin darnos cuenta, habíamos echado las velas al mar y nos agarraron por ahí los vientos de Dios, y vivimos miedos, pero soltamos lo que había que soltar y la consecuencia es que tengo una familia de la fe maravillosa.
Aquellos que quieren que la voluntad de Dios se haga en sus vidas, sepan que tienen que renunciar a su propia voluntad. Sepan que tienen que negarse a sí mismos y seguir a Jesús. Dios te cambia aún la familia que tienes y te da otra que es la familia de Cristo. Le dijo Dios a Abraham: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”. Y Abraham le creyó a Dios. Uno de los nombres más importantes del mundo y en toda la historia de la humanidad es Abraham. En el islamismo, en el judaísmo y en las religiones cristianas, Abraham es el padre de la fe. No me voy a olvidar nunca de un hermano de esta iglesia que leyó este versículo y dijo, “¡Dios me dijo: engrandeceré tu nombre!” Entonces, comenzó a traer vehículos de China y le puso como marca registrada su apellido que es EFA. Creo que en Uruguay no hay quien no conozca ese apellido. Y no hay lugar en Uruguay donde no se sepa quién es el pastor Márquez.
Quiero hacerte entender esto que Dios le declaró a Abraham. Nosotros queremos bendición, pero algo mucho más grande y más superior es que tú seas una bendición. No estamos muy interesados en ser una bendición; estamos interesados en ser bendecidos. Pero Dios te dice: “No solamente te bendeciré, yo haré que todos los que te rodean sean bendecidos por tu causa. Yo haré que la gente sea sana por tu presencia. Haré que la gente reciba perdón de pecados por tu palabra. Yo haré cosas maravillosas en ti y a través de ti”. La gente querrá estar cerca de ti, y dirán quiero estar cerca de esa persona porque me bendice y me hace bien. Cuando me sonríe me hace bien y cuando me habla me produce paz. Yo quiero estar al lado de esa persona porque tiene sabiduría. Yo quiero tener el entendimiento que tiene ese hombre o esa mujer. Te convertirás en esa persona que ha sido transformada en bendición. Ya no serás solo una persona bendecida, sino que también serás una bendición. ¡Dios quiere hacer mucho más de lo que tú te imaginas con tu vida! También le dijo Dios a Abraham: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
Abraham fue un hombre que salió de una ciudad donde la idolatría gobernaba, salió de una cultura llena de dioses, pero este hombre conoció al verdadero Dios. Había dioses de la guerra, de la fertilidad, del fuego, del agua, de la lluvia. Tenían dioses para lo que quisieran. Algunos tenían dioses familiares. En la India hay 300 millones de deidades. La idolatría todavía existe. Y cuando tú crees en ti mismo, tú eres un idólatra. Es que tú tienes que creer más en Dios que en ti mismo. La idolatría domina tu vida si tú crees que sabes lo que tienes que hacer sin tener en cuenta a Dios y si Él no es el que tiene las riendas de tu existencia. ¿Estás seguro que quieres entrar en los planes de Dios? Dios a mí me rompió muchos esquemas. Yo no tenía otro horizonte más que mi título de arquitecto, mi empresa constructora, la que tuve que rematar. Pero Dios tenía algo mejor. Siempre Dios tiene algo mejor. ¡Bendito sea su nombre!
ABRAHAM NO SOLTÓ A LOT
Solo tuvo un problemita Abraham, según leemos en Génesis 12:4: “Se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán”. Hay algo que no soltó Abraham. Dios le había dicho vete de tu tierra y de tu parentela y él tenía un sobrino, hijo de su hermano. No sé por qué se llevó al sobrino, sí sé que se llevó un problema. Los que conocen la historia sabrán que Lot fue una espina clavada en el costado de Abraham, pero se lo quiso llevar con él. Entonces comenzaron los problemas con los pastores de Lot y los pastores de Abraham. Lot tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. Y dice la Biblia que hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot. Entonces Abram dijo a Lot: “No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda” (Génesis 13:8 y 9). Lot eligió de acuerdo a su vista, pero Abraham confió en Dios. Lot estableció sus tiendas, dice la Biblia, hasta llegar a Sodoma. Se acercó a su cultura y terminó viviendo allí.
Narra la palabra de Dios que Lot fue tomado cautivo y Abraham tuvo que armar un ejército para ir a rescatar a su sobrino. Luego, cuando Dios decidió destruir Sodoma y Gomorra, Abraham tuvo que interceder por su sobrino que allí vivía. Porque no quería que Dios castigara a su sobrino junto con la gente del lugar. Y los ángeles, por amor a Abraham, fueron a rescatar a Lot, los tomaron a él y a su familia de la mano, los sacaron de la ciudad y les dijeron que corrieran por sus vidas. También les advirtieron que no miraran atrás. Ellos no debían de ver lo que estaban dejando. Dios también lo llevó a Lot a perder todo. En la huida Lot perdió a su esposa, que, por mirar para atrás quedó convertida en estatua de sal. Y fue tanto el miedo de Lot que se fue a vivir a una cueva en la montaña con sus dos hijas.
En Génesis 19 leemos que las hijas de Lot, como veían que no iban a tener descendencia, emborracharon a su padre, durmieron con él y quedaron embarazadas. Uno de los hijos es el padre de los moabitas y el otro es el padre de los amonitas, que fueron una espina clavada en el costado de Israel, y le hicieron guerra. Fueron los moabitas, más precisamente el rey Balac quien pagó a Balaam para que maldijera al pueblo de Israel. Todo lo que tú no quieres soltar te va a dominar. Todo lo que tú no quieras dejar se va a constituir en tu señor y va a interferir en tu vida espiritual. Pero Abraham avanzó creyéndole a Dios y se constituyó en el padre de la fe, cuando todavía no había religión, cuando no había ritos y no había sacrificios por el pecado. Dios justificó Abraham por la fe cuando todavía no había pueblo de Israel y de Judá.
Aquí abro un paréntesis porque muchas veces no sabemos distinguir a los hebreos y a los israelitas, o no sabemos por qué le llamamos judíos. Los hebreos fueron aquellos que se unieron a Abraham y a sus descendientes Isaac y Jacob. Cuando Jacob tuvo hijos, uno de ellos se llamó Judá, pero, todavía no había pueblo de Judá y Dios le cambió el nombre a Jacob y le puso Israel. Así que fue el pueblo de Israel los descendientes de Jacob. Entonces, hasta Abraham eran los hebreos. A partir de Jacob, hijo de Abraham, aparecieron los israelitas, o sea, los hijos de Israel. Pero andando el tiempo, se dispersaron las tribus, los descendientes de Jacob, y se afirmó un reino que fue el reino del sur, de Judá; y una de las tribus, la tribu de Judá, dio a luz el pueblo judío. Así que esa es la diferencia entre judíos, israelitas y hebreos. Cierro el paréntesis.
Y caminó Abraham con Dios y el Señor lo bendijo. Y le dijo que de su descendencia traería salvación. Dios escogió a Abraham porque fue obediente, y estuvo dispuesto a soltar lo que fuera necesario para alcanzar su bendición. Y de la sangre y del linaje de Abraham Dios levantó a Jesús de Nazaret. Tú perteneces a la iglesia de Jesucristo y formas parte de la carne y de los huesos de Jesucristo por causa de Abraham. La Biblia dice que tú perteneces al verdadero Israel, los que creyeron como Abraham. Conclusión: ¿Cómo hago yo para conocer la voluntad de Dios? No vas a conocer bien la voluntad de Dios sobre tu vida hasta que no largues todo lo que tienes que largar. La puerta de entrada a la luz, al conocimiento, al entendimiento, a la revelación es la fe. Y la fe te lleva a obedecer a Dios, y te lleva a dejar tu tierra y tu parentela o lo que sea necesario. No significa que tienes que irte de Uruguay, pero sí que le tienes que dar prioridad a Dios en todo antes que, a tu madre, a tu padre; antes que, a tu casa, tu trabajo, tu profesión. Antes que cualquier cosa Dios tiene que ser primero en tu vida. La fe abre la puerta. Tú obedeces a Dios y cuando le obedeces, Dios empieza a guiarte hasta la tierra de Canaán, la tierra que Él te ha prometido. Él tiene bendición para ti.
No has nacido por casualidad, no has nacido por error, no has nacido en el cuerpo equivocado. Eres una persona creada por Dios a su imagen y semejanza y Dios tiene un territorio sobrenatural y un territorio de bendición para tu vida. Yo soy un hombre feliz porque tengo fe. Yo sé que tengo que dejar esta tierra. Una persona me dijo, “no se muera nunca, Apóstol”. ¡Es que me voy a morir! Pero soy un hombre feliz porque he sembrado lo que Dios me mandó sembrar. Y sé que esta tierra va a fructificar, y sé que hay corazones que están siendo tocados por el Espíritu Santo y Dios les va a levantar. Hace falta gente que crea como creyó Abraham. Tienes que salir de tu círculo íntimo, de las amistades que te atan, que te incitan a salirte de la iglesia y te critican porque según ellos te has metido en una secta. Hasta la familia se te pone en contra y detesta que seas de Cristo.” Ya no eres la misma”, te dicen. Una mujer le dijo a su hija, una joven alcohólica, drogadicta y prostituta, que un día llegó a la iglesia y se consagró; la joven estaba llena del Espíritu Santo y la madre le dijo: “Ya te olvidaste de tu familia, te prefería prostituta”. Se te vuelven en contra los amigos. Se te vuelven en contra los parientes. ¡Se te burlan! Por fe hacemos cosas que la gente no entiende. Se te vuelve en contra el sistema.
Ha salido en las noticias y yo he estado en contacto con un papá y una mamá que no han querido vacunar a su hija y cuando han ido a inscribirla en el centro de educación le han exigido presentar el carné de vacunación obligatoria. Pero como la niña no tiene las vacunas, les han dado un plazo y les dijeron que, si no cumplen con vacunar a su hija, les van a quitar la patria potestad. Estos papás son cristianos y les amenazaron con sacarles a la hija, para ponerla bajo la custodia amorosa del INAU. Hay una jueza que cree que esa niña va a estar mejor en el INAU que con los padres que la aman. Que quede claro que el estado existe para defender y cuidar los derechos de los ciudadanos. El soberano es el ciudadano. Los derechos no son del estado sino de los ciudadanos y el estado debe velar por esos derechos. Ningún ciudadano está obligado a recibir un tratamiento de salud que no apruebe. No estamos obligados y el estado tiene que defender ese derecho que nosotros tenemos. Y en el caso de los menores, la decisión y la patria potestad es de los padres, aunque estos estuvieran equivocados. Por ejemplo, los testigos de Jehová no admiten que se le haga transfusiones de sangre, pero no les pueden obligar por causa de su fe y de su conciencia. El estado está para velar por nuestro derecho religioso. El estado debe defender nuestra fe, nuestra conciencia, aun nuestra libertad de expresión, y la libertad de decir si me quiero vacunar o no. Estos padres me pidieron ayuda porque le quieren quitar a su hija y el papá me dijo: “Yo la amo profundamente. Nuestra hija con nosotros está muy bien. Está muy sanita, no tiene nada. Pero me dicen que es obligación de estado, y me dieron un plazo para vacunarla o me la quitan y la mandan al INAU”. Y agregó: “Pero esta es mi fe, esto es lo que creo y estoy dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias”.
Él cree que hay algo malo, que hay una mentalidad perversa en inocular a nuestros hijos con medicamentos que la salud pública no ha estudiado, que no han aprobado o son llevados por lo que dicen las grandes farmacéuticas. Este hombre está dispuesto a perder lo que fuera por causa de su fe.
CONCLUSIÓN
Piensa qué es lo que no quieres perder por causa de Cristo. ¿De verdad que quieres que la voluntad de Dios se haga en tu vida? Dios te quiere sacar de tu circulito y te quiere meter en un océano donde no haces pie y lo único que te sostiene es su palabra. Donde de todos modos, aunque tú no tienes dominio, si Él te ha dicho que te bendecirá, entonces te bendecirá. Y si Dios ha dicho que serás bendición, entonces serás bendición. Donde parece que te vas a hundir, vas a flotar, y ahí vas a ver el poder de Dios y vas a conocer su voluntad.
Tú tienes ciertos deseos y crees que hay cosas que ya sabes qué tienes que hacer, pero eso que crees que te mantiene seguro te está hundiendo. Tus pensamientos o tus ideas no te han sacado a flote. Tienes una vida mediocre y natural. No tienes una vida sobrenatural. Y Dios te quiere llevar a esa vida sobrenatural. Entra en la dimensión de Dios y suelta lo que tengas que soltar. No es más importante tu trabajo que su voluntad. No es más importante tu familia o tu casa que su voluntad. No son más importantes tus ideas y tus planes que las ideas y los planes de Dios. Te dice Jesús: “Hace mucho tiempo que estoy golpeando en la puerta de tu corazón. Quiero que renuncies y no renuncias. Hay cosas que anhelas y codicias que no quieres soltar”. El Señor dice, “ven a mis brazos, deja tu tierra y tu parentela y ven a la tierra que yo te mostraré. En el círculo en el que te mueves estás perdido; a donde yo te quiero llevar es más grande y ahí no te cansarás y no te fatigarás. Conocerás mi voluntad”.
Las muchas preocupaciones y ocupaciones no te dejan conocer la voluntad de Dios. Tus temores no te dejan conocer la voluntad de Dios. Tú tienes que tener un alma entregada, libre de preocupaciones, de afanes, de ansiedades. Tú quieres conocer la voluntad de Dios, entonces tienes que renunciar a tus ideas. No puedes seguir con ese ánimo que sube y baja. Jesús te dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28 al 30). Tus pensamientos no te dejan dormir, estas nervioso, tus ideas te hacen subir la presión y te meten en muchos problemas de salud. Y Dios dice, entrégame eso que te aflige y hallarás paz para tu alma. “Por nada estéis afanosos”, dice la Biblia; “sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6 y 7). ¡Deja de pensar, deja de hacer cuentas si te conviene o no te conviene! Tienes que creer que te conviene entregarle todo al Señor. Renuncia al territorio de tu dominio. Dile a Dios, “Esto ya lo manejé demasiado y hoy te quiero entregar las riendas de mi corazón. Tú eres el que camina por las aguas y yo no sé cómo hacerlo solo. Toma mi vida, hágase tu voluntad y se cumplan tus planes en mí y a través de mí, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: