Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
WhatsApp:(+598) 095333330
Mi hermano menor comenzó a tener un problema en la garganta porque tenía mucha flema y no podía expulsarlas con facilidad; ese problemita al que no le dimos mucha importancia, lo llevó a que toda esa mucosidad se le fuera a los pulmones, de modo que ya no podía ingerir alimentos, ni siquiera agua. Sin percatarnos nosotros, se fue debilitando al punto en que estaba deshidratado y desnutrido y ya no tenía fuerzas para nada. Me informaron que se había caído de la cama y no se podía levantar; él vive con mi mamá que tiene noventa y tres años y no lo podía alzar, así que ella llamó a otro hermano para que la socorriera. Este me informó que el cuadro era muy crítico y nosotros se lo atribuimos a una enfermedad que él tiene y es degenerativa, la que provoca que sus músculos vayan perdiendo fuerzas, entonces lo internaron y le colocaron una sonda gástrica por la que se le podía pasar los alimentos, ya que necesitaba nutrirse para poder recuperarse.
Así fue que yo viajé a San Juan a visitar a mi hermano y ayudar en su cuidado. Luego de unos días cuando le dieron de alta, ya en casa, a la hora de alimentarlo, colocábamos en la licuadora todo lo que podíamos, que fuera nutritivo, y mediante una jeringa se lo inyectábamos en la sonda. Mi hermano había perdido la capacidad de tragar, ni siquiera agua le pasaba por la garganta, así que había que reeducarlo para que lo logre por sí solo. A todo esto nos llevamos una sorpresa porque al haberlo estado alimentando mediante la sonda que iba directamente a su sistema digestivo, él comenzó a recuperarse y se sentía más animado, hasta podía dormir mejor. También le habíamos estado administrando antibióticos lo que le permitió que pudiera expectorar las flemas. En un estudio de radiografía salió que el pulmón derecho estaba lleno de flema; el asunto es que en tres días, gracias al antibiótico, pudo expulsar toda esa mucosidad y comenzó a comer por la boca, lo que le permitió recobrar las fuerzas. Anteriormente, no se podía dar vueltas en la cama, tampoco podía bajar por sus medios, entonces había que ayudarlo en todo. Yo me tuve que volver pero me llamaron y me dijeron que mi hermano estaba alimentándose normalmente y ya podía tragar bien, así que estoy muy feliz.
¡Fue una experiencia extraordinaria la que nos tocó vivir! Yo lloraba de gratitud a Dios por permitirme estar al lado de mi hermano para ayudarlo y bendecirlo. Algunos me preguntaban cómo hacía porque yo tengo una iglesia grande, además de todo lo que tengo para hacer, pero eso no me exonera de atravesar circunstancias como la que les toca vivir a cualquier hermano en la fe, por lo cual tuve que dejar de lado asuntos importantes para encargarme de cosas prioritarias. ¡Debemos aprender a ordenar las prioridades en nuestra vida! Y en días anteriores mi prioridad fue amar a mi hermano, estar con mi hermano, orar y llorar por él.
Pero todo ello me llevó a una reflexión; el hecho de dejar de comer de a poco, provocó que fuera perdiendo las fuerzas a tal punto de no poder hacer nada, ni siquiera tragar. Yo veo que en lo espiritual sucede lo mismo; hay hermanos que dejan de alimentarse, comienzan un día sin ganas de comer, al otro día sucede lo mismo; pasan los días y van perdiendo las fuerzas para comer y para orar, luego se asombran: “¡No sé qué me pasa!” Se han desnutrido y deshidratado espiritualmente, no tienen fuerzas para orar, para leer la palabra de Dios, mucho menos para servirle. Se han transformado en personas que necesitan de un bastón, alguien que les ayude porque carecen de fuerza espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo…Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida” (Juan 6:51 y 55). Y la palabra de Dios es Cristo según señala el evangelio de San Juan capítulo 1: “En el principio era el Logos, y el Logos estaba con Dios, y el Logos era Dios”. La palabra de Dios es Jesucristo y es Jesucristo encarnado, por lo tanto debemos comer de Jesús. Si nosotros recibimos su palabra en nuestro corazón, gozaremos de suficientes fuerzas porque estaremos alimentados. Pero hay gente que no considera tan importante congregarse, más bien consideran quedarse a descansar el fin de semana o tomarse unas vacaciones cuando lo que realmente están necesitando es acercarse más a Dios. Dicen que están muy cansados y agobiados por tantos problemas y satanás que es vivo, se encarga de mandarte muchos problemas de tal manera que te agobies. Entonces comienzas a darle prioridad a las preocupaciones que te provoca el diablo y a los afanes de la vida, y comienzas a descuidarte de alimentarte espiritualmente.
Te doy un consejo: No dejes de congregarte y si estás débil, con más razón acércate a Dios. En su casa, Dios te dará las vitaminas que tú necesitas. No le pongas excusas al Señor, porque si no, tendremos que inyectarte la palabra de Dios por medio de una sonda. ¡Si pudiéramos colocarle un conducto espiritual para poder alimentar a los creyentes que han dejado de congregarse y se han debilitado espiritualmente! Estos quedan muy faltos de fuerzas para enfrentar los embates o circunstancias de la vida. Entonces ven cómo otros pueden, pero ellos no o cómo Dios ayuda a otros que hace poco están en la iglesia y ellos que están hace años, siguen igual. Sucede que tú estás lánguido y deshidratado espiritualmente entonces, en lugar de dar, necesitas recibir. Pero Dios no te ha creado para que vivas débil. “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”, dijo Jesús. ¡O sea, para que sobre y salpique!
Ahora, toda crisis brinda una oportunidad; toda crisis saca a luz algo, y si tú eres hijo o hija de Dios, si eres una persona fuerte, no importa si la dificultad es chica o grande porque lo que ésta provocará en tu vida, es sacar a luz tu identidad. Todos veremos cómo saldrás de la crisis y diremos: “Este, verdaderamente es un hijo de Dios”. Ningún problema en la vida viene para debilitarte o destruirte, todos vienen para manifestar el tamaño del Dios que tienes, lo poderoso que es Él y que tú eres hijo del Dios viviente. Tus crisis no podrán derribarte si tú estás alimentado y fortalecido con el alimento del cielo y hoy estás recibiendo una inyección espiritual.
Quiero que aprendas algunas cosas importantes. Los ángeles y los demonios están observando cómo te desempeñas en tus guerras. ¡Tú eres el actor principal en las crisis! Los demonios se relamen con la idea de comerte crudo, de que te debilites al punto de no tener fuerzas para hacer nada más y te vayas al infierno como un inútil que no supo enfrentar las circunstancias de la vida. ¡Dios te está observando y nosotros también! Eres un buen ejemplo o mal ejemplo; eres luz o tinieblas. Los que te rodean necesitan ver en ti el gran poder de Dios. No es tan importante lo que hablas sino lo que haces, porque hablar, hablan todos, y me refiero a los opinólogos. ¡La cantidad de personas que me escriben a través de las redes sociales para criticarme o aconsejarme qué debo hacer! ¿Por qué no cuentan ellos qué están haciendo? ¡Hablar es fácil! El mundo quiere saber qué es lo que sucede cuando tú hablas o cuál es resultado de lo que hablas.
Es importante que entiendas que toda circunstancia, todo conflicto o toda guerra que enfrentas tiene básicamente un componente espiritual. Tu crisis no sólo es visible en el mundo material o tangible; paralelamente a lo que sucede en el mundo vivible, hay algo que está sucediendo en el plano invisible. Los demonios están trabajando detrás de esa crisis, también lo está haciendo el Espíritu de Dios y tú eres el actor principal. ¡Tú decides si obtendrás la victoria! Tu fe decide si serás un vencedor o tu incredulidad si serás un perdedor. ¡Poder se tiene que manifestar a través de ti! Las personas que están espiritualmente bien alimentadas, tienen fe, porque la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios. La comida espiritual no entra por la boca sino por la oreja. ¡El pan del cielo entra por los oídos! Es importante que entiendas que si estás bien alimentado algo muy fuerte sucede dentro de tu vida: ¡Se manifiesta la fe! Por eso yo no le aconsejo a nadie que se tome licencia de la iglesia. Si te sientes débil y no sabes qué te sucede, congrégate igual, no esperes estar bien para ir a la iglesia porque ese lugar es un taller donde Dios te va a restaurar. Si te falta fe, asiste a la iglesia porque es ahí donde Dios te dará fe. Recibirás palabra de Dios, y la fe viene por el oír y del oír de la palabra de Dios; y el que tiene fe es vencedor. ¡Quien tiene fe obtiene el poder y la victoria! ¡El que tiene fe no será derrotado! ¡El tamaño de tu guerra o tu conflicto no tiene importancia! ¿Qué conflicto hay que sea grande para Dios si para el que cree todas las cosas le son posibles? ¡No hay guerra tan grande que tú no puedas enfrentar porque Dios te ha equipado para que puedas enfrentar cada conflicto que venga sobre tu vida y seas victorioso! Tú puedes decir que el problema de los demás es chiquito en comparación con el tuyo. Dios te ha mandado un conflicto a la medida de tu capacidad espiritual, así que si tu problema es más grande que el mío será que Dios considera que tú tienes que tener una victoria más grande que la mía. ¿Tú quieres victorias grandes? Si te acontecen problemas chiquitos obtendrás victorias pequeñas. Solamente para los problemas grandes, le corresponden victorias grandes. Así que cuando estás contento porque todo te va bien, dices: “¡Dios está conmigo!” Pero viene una circunstancia difícil y tú te lamentas: “¿Dónde está Dios? ¿Por qué permite que me pase esto?” El Señor quiere poder decir: “¿Han visto a mi hijo? ¿Han visto a mi hija?” Y los demonios se relamen: “¡Le vamos a dar duro!” “Denle tranquilos porque él o ella aguanta”, agrega Dios. Los problemas y las crisis son parte de la vida. ¡No te debilites tan fácilmente! ¡Dios te ha capacitado para soportar grandes conflictos! ¡El Señor está contigo! `
Hay uno que se hizo grande, que pasó la línea de la mediocridad y comenzó a ser admirado por causa de una circunstancia particular, ese fue David cuando era un muchacho. Nadie lo conocía, él era el menor de ocho hijos. Los tres hermanos más grandes estaban alistados para la guerra y eran soldados del rey Saúl; los cuatro restantes atendían los negocios del padre y David cuidaba de las ovejas. Parecía un trabajo aburrido, él tenía un arpa, y cada día debajo de un árbol tocaba el instrumento y cantaba adoraciones a Dios. Una de las adoraciones fue el Salmo 23: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo…” En ese tiempo David, que amaba profundamente a Dios, buscaba tener comunión con Él. Allí estaba cuidando a las ovejitas y si aparecía un león o un oso y veía que se querían comer alguna, los enfrentaba; si veía al león o al oso con una de sus ovejas en la boca, David con valentía se las arrebataba de las fauces. Fuese oso o fuese león, David los enfrentaba en el nombre de Jehová de los ejércitos. Él declaraba: “Jehová estaba conmigo porque si no, el oso o el león me hubieran comido crudo”. La Biblia señala que si era necesario, David le abría la quijada para arrebatarle la oveja y así lo mataba. ¡David era un adolescente! Pero él ya tenía sus tratos con Dios. Sucedió que pasado el tiempo, los israelitas estaban enfrentados con los filisteos, éstos estaban en una montaña y los israelitas en otra; el ejército de los filisteos contaba con un paladín imponente que desafiaba a los israelitas, diciendo: “¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo” (1ª Samuel 17: 8 al 10). Señala la Biblia que durante cuarenta días y cuarenta noches estuvo este paladín atormentando al ejército del rey Saúl. ¡Estaban todos amedrentados, hasta el rey Saúl! ¡Nadie se animaba a enfrentarlo!
David era el chico de los mandados, entonces su padre lo mandó a llevarles comida a sus hermanos y le pidió que se fijara cómo estaban ellos, también le dijo que trajera una prenda de ellos para saber que estaban bien. Cuando David llegó al lugar, se encontró con Goliat insultando, burlándose, desafiando y maldiciendo a las huestes del ejército de Israel, y preguntó: “¿Qué le pasa a este? ¿Por qué habla así? ¿Nadie va a pelear?” Y le respondieron: “No, nadie se anima”. Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: “¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1ª Samuel 17:26). Y le respondieron: “Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel”. David no sabía de miedos porque en su experiencia, ya había caminado con Dios y tenía fe; él estaba bien alimentado y no estaba débil. ¡El temor te debilita y te roba la fe! Pero David no tenía temor. Entonces volvió a preguntar qué le daban al que venciere al gigante y todos le decían lo mismo. “¡Me gusta!” dijo David. Y se enteró el hermano mayor, que en aquel tiempo era una figura de autoridad, era el responsable de la familia después del padre: “Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿Y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido” (1ª Samuel 17: 28). Esa era la opinión que tenía el hermano mayor de David. “David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?” Como queriendo decir: “Yo te voy a demostrar que no solamente estoy hablando…” ¡Detesto los opinólogos! Los que no hacen nada y nos quieren marcar las pautas a los que sí hacemos, nos dicen que somos orgullosos, etc. Esa es gente que solamente habla pero cuando quieres ver qué obra han hecho, sólo tienen opiniones que pasean con su lengua por toda la tierra. David no era como ellos, él le dijo a su hermano: “Esto es mero hablar”. ¡Y lo dejó con la palabra en la boca! “Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes. Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir” (1ª Samuel 17: 30 y 31). David era un muchacho; un adolescente. Toda la experiencia en batalla que tenía era cuidar ovejas, ya que los problemas más grandes que había enfrentado en su vida, fueron luchar contra osos y leones.
El rey lo manda a llamar y David le dice algo interesante: “No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo” (1ª Samuel 17:32). “No sólo estoy hablando rey, yo voy a ir a pelear contra el filisteo”. ¡Eso le dijo un adolescente al rey! Saúl era un hombre fornido, según señala la Biblia, era alto, rubio y hermoso; David también era rubio y de buen parecer pero era apenas un muchacho. “Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente” (1ª Samuel 17: 33 al 35). Me imagino cómo seguiría la conversación entre el rey Saúl y David: “¡Mira qué bien! ¿Y qué armas usabas?” le preguntó el rey. “Una honda” responde David. “¡Qué bárbaro! ¿Y qué otra arma usabas?” “No, ninguna más, sólo la honda…” Pero Saúl no pudo convencer a David que él no podía enfrentar al gigante porque David insistió: “¡Yo voy! ¡Yo voy! ¡Yo voy!” Entonces el rey le dijo: “Y bueno, ¡qué Dios te acompañe!” Y quiso ayudar a David un poquito: “Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas” (1ª Samuel 17: 38 y 39). Se sacó todo y se fue como estaba, con su túnica, a enfrentar al gigante: Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo… Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo” (1ª Samuel 17: 42 al 44).
Toda confrontación en la vida, tiene una connotación espiritual. Sustancialmente, el problema es espiritual en toda guerra. El apóstol Pablo lo dijo así: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Tu problema no es tu esposa, no es tu suegra, tampoco tu padre o tu madre; tu problema es espiritual y lo tienes que vencer en el mundo espiritual. Las guerras primero, se ganan en el mundo espiritual y después en el mundo visible. David fue decidido a matar a Goliat y venció. Él era un vencedor en su corazón; estaba mentalizado; “Si Jehová está conmigo, ¿quién contra mí? El Señor está a mi lado como poderoso gigante. Por Dios yo puedo vencer a Goliat, al oso, al león y a quien sea”.
Goliat maldijo a David por sus dioses; invocó a sus dioses para maldecir al muchacho. Quiero decirle a los creyentes que están tan débiles, esos que me dicen acongojados: “¡Pastor, me echaron un trabajo de brujería! ¡Me tiraron aceite en la puerta!” ¡Qué problema! Si te lo hubieran echado sobre una sartén te podrías haber hecho un huevo frito. “¡Pusieron en mi puerta un gallo muerto con pororó y velas rojas! ¡Ore por mí, pastor!” Hoy en día sigue esa práctica de maldecir en nombre de un determinado dios. Y ahí están algunos creyentes, amedrentados como los del ejército de Saúl porque les hicieron un trabajo de brujería. “¡Me quiero mudar! ¡Tengo una casa tan linda pero justo al lado vive un macumbero y no sé qué es lo que estará haciendo pero yo tengo miedo! ¡Siento ruidos extraños de noche!”
Goliat maldice a David por sus dioses y te reitero, la crisis, sustancialmente es espiritual, pero David que estaba consiente de ello le dice al filisteo: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel” (1ª Samuel 17:45 y 46). Estaba el ring preparado, pero ¿cuántos rounds tuvo esta pelea? Goliat había invocado a sus dioses y David invocó al suyo. ¡La victoria la tenía en el corazón! Imagínate si hubiera dicho: “Yo vengo contra ti en el nombre de Jehová de los ejércitos y estoy casi seguro que te la voy a dar”. Romanos 8:37 dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.¿Soy o no soy? Estaba por verse si lo que había hablado David tendría resultado en el mundo visible o no. El hermano opinó, el rey opinó; todos opinaron, pero en esta circunstancia había que ver los resultados.
Toda confrontación en el mundo material es el resultado de una confrontación en el mundo espiritual. Si Dios está contigo, ¿qué guerra podrás perder? ¡Ya has sido declarado más que vencedor por medio de Jesucristo! Claro que si andas débil y no has comido lo suficiente, tu fe andará por el piso y tus fuerzas también. David metió la mano en su bolsa, sacó una piedra, de las cinco que juntó. Si hubiera sido yo, llevaba un camión de piedras. ¡Pero no, el muchacho metió cinco piedras en la bolsita! Entonces sacó una y la puso en su honda, que consistía de dos tientos con un espacio para poner la piedrita, luego la revoleó y soltó uno de los tientos y la piedra salió disparada. Me imagino lo que David habrá practicado mientras estaba aburrido allá con las ovejas… él no sabía que un día Dios iba a usar la honda que tenía. ¡El Señor puede usar tu vida! En las manos de Dios, lo que tú haces es tremendo. ¡Nadie se imaginaría nunca que alguien podría ir a la guerra con una honda! ¡Sólo a Dios y a David se les podría haber ocurrido esto! ¿Qué quería hacer Dios? El Señor quería avergonzar a los filisteos y mostrarles a todos que en Israel hay Dios.
En medio del ring estás tú peleando tus batallas y comienzas a llorar: “Su problema es más chiquito que el mío…” Tal vez has dicho alguna vez: “Está cruz es demasiado grande. Los problemas de los demás son pequeños en comparación con los míos” O quizás dices: “¿Por qué justo a mí me tiene que suceder esto?” Yo vuelvo a decirte que si Dios permite que tu problema sea grande es porque quiere mostrar que Él es un Dios grande a través de esa circunstancia y es por eso que quiere darte una victoria grande.
Ese día fue glorioso porque alguien que venía de la nada, que era un pobre pastorcito, metió la piedra en su honda y comenzó a revolearla. Yo me imagino a Goliat riéndose y diciendo: “¿Este qué pretende hacer con esa hondita?” Pero cuando David soltó la piedra, ésta se le clavó en la frente del gigante, entonces le temblaron las piernas y dijo: “Ah David, tu onda me mata”. ¡Cayó el gigante! David corrió, se subió encima de él, le sacó su espada y con ella le cortó la cabeza. A partir de ese día, todo el pueblo supo que había Dios en Israel. Los filisteos huyeron avergonzados, no lucharon contra los israelitas porque éstos salieron a enfrentarlos; ahora todos eran machos. ¡Todos eran valientes!
Cuando volvían de derrotar a los filisteos, las mujeres habían preparado un canto que decía: “Saúl hirió a sus miles y David a sus diez miles”. ¡Qué lengua larga eran las mujeres! ¡Le crearon un problema tremendo a David! Pero en ese momento David era famoso. Dios mostró una gran victoria a través de él. ¡El Señor lo levantó a través de una crisis! Dios no te engrandece cuando estás debajo de un sauce tomando jugo, sino cuando, en medio de las crisis le muestras al mundo las victorias que Él te da. Por tu autoestima, tú necesitas tener victoria contra satanás y sus demonios. Tú necesitas mostrarle a tu familia que Dios te respalda, no tienes que andar diciendo: “Acá yo soy la autoridad”. Como le dicen los padres borrachos a sus hijos: “Yo soy tu padre y vos me tenés que respetar”. Eso no te hace grande, más bien te denigra. ¡Necesitas la autoridad de Dios en tu vida!
Si estás cansado de acarrear derrotas, pídele a Dios que te llene y te dé fe. Si te esfuerzas para asistir a la iglesia, te hará bien porque la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios. ¡Y a través de este mensaje la fe está creciendo en ti! Entiende que si te alimentas con la palabra de Dios, estarás fuerte y tendrás victoria, no importa cuál sea el problema. Yo te estoy dando una transferencia espiritual, pan del cielo, palabra de Dios para que vivas bien y tengas victoria. Para que no agaches la cabeza ante tu enemigo, ante la circunstancia que estás atravesando, sino que lo mires fijo y le hables con firmeza: “¡No vas a poder contra mí porque Dios está conmigo!”
Las crisis sacan a luz tu identidad, en ella se ve si eres o no eres. No interesa cuántos versículos bíblicos sepas, ya que si tiemblas ante una circunstancia adversa demuestras que eres un derrotado y que Dios no te está respaldando, porque no tienes fe y eso, porque no te has alimentado espiritualmente. ¡Quien se alimente espiritualmente tiene fuerzas y la victoria garantizada! Si cargas con derrotas, temores, debilidades, si sabes que eres débil y encima declaras que eres cristiano estás avergonzando a Dios y al evangelio. Pero el Señor hoy te da una oportunidad. “Ven a mí que yo te quiero equipar”. te dice Dios. “Quiero quitar sobre tus hombros todas tus derrotas. Yo te he concebido como mi hijo, como mi hija, para que tengas victoria, para que no seas una negación del evangelio sino un estandarte mío, para que seas una luz potente y los que te vean me den gloria porque yo estoy contigo. Que vean que no eres una persona que cae derrotada frente a cualquier dificultad, sino que estás fuerte para vencer, y habiendo terminado la batalla, permanece firme”.
Esta palabra hará que tu vida cambie a partir de hoy porque tiene poder para transformar tu existencia. Si no sucede algo en tu vida es porque has desechado esta palabra. No es que Dios no cumple lo que dice, porque Él siempre cumple su palabra. ¡Cuando la recibes con fe, el resultado es victoria! ¡Se verá en tu vida la gloria y el poder de Dios!
“Reconocemos Dios, que eres nuestra fuerza; reconocemos que eres nuestro Dios. Tu palabra es nuestro alimento Señor, tú tienes las vitaminas que necesitamos. Quita la debilidad de tu pueblo, de aquellos que tiemblan frente a las circunstancias o a las maldiciones de los hechiceros; quita la debilidad sobre aquellos que tiemblan frente a sus parientes que gritan, insultan y presionan. ¡Haz fuerte a tu pueblo! Úngelo en esta hora, te lo pido en el nombre de Jesús. Espíritu Santo, unge a aquellos que están cansados de perder, que están agobiados de su debilidad y no tienen fuerzas para orar o para asistir a la iglesia; en el nombre de Jesús te lo pido, amén”.
ANEXOS: