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INTRODUCCIÓN
Leemos en 1ª Reyes 19:3: “Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado”. Aquí está hablando del profeta Elías, y notemos que, según el relato, él huyó para salvar su vida.
A Elías se le conocía como el profeta de Israel, posiblemente el más grande del Antiguo Testamento, que hizo milagros extraordinarios. Es así que, como las profecías dicen sobre él, se está esperando también un Elías antes de la venida de Cristo. En su primera venida fue Juan el Bautista quien lo precedió. Jesús dijo que Juan el Bautista fue el más grande de los profetas nacidos de mujer, así que yo no puedo aseverar que Elías fue el más grande; pero Jesús dio testimonio de que Juan el Bautista era el Elías que iba a ser enviado delante de él, antes de que Él viniera al mundo.
Este versículo de 1ª de Reyes 19 está dentro del contexto de una gran confrontación espiritual entre Elías, el profeta de Dios, con 450 profetas de Baal y 400 profetas de Asera. Según leemos en la Biblia, el rey Acab se había casado con una mujer perversa llamada Jezabel, la cual no era de Israel y que había difundido las prácticas abominables de su nación, dando culto a sus dioses. Entonces, Acab hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también una imagen de Asera para provocar la ira de Jehová, Dios de Israel.
El profeta Elías que era muy celoso de Dios le dijo al rey: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1ª Reyes 17:1).Y como dijo Elías, así sucedió, comenzó a faltar la lluvia. Pero el Señor le mandó a que se escondiera. Por tres años y seis meses no llovió sobre la tierra. Andaban las personas buscando por todos lados dónde encontrar un poco de agua para ellos y también pasto para los animales. ¡Nada producía la tierra porque todo se había secado! Aun así, Dios había provisto que no le faltara agua y alimento al profeta. Dice la Biblia que vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo.
Elías estaba siendo sustentado por Dios en el desierto, en una soledad impresionante; hasta que un buen día Dios se hizo presente y le dijo que se presentara ante el rey Acab. Este había mandado gente a todos los reinos, a todos los rincones de la tierra, en busca de Elías para matarlo, pero nunca lo encontraron. Dice la Biblia en 1ª de Reyes capítulo 18 que, pasados muchos días, vino palabra de Jehová a Elías en el tercer año, diciendo: “Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra”. Y así hizo Elías.
El hambre era grave en Samaria. Y Acab llamó a Abdías su mayordomo, el cual era temeroso de Jehová, y le dijo: “Ve por el país a todas las fuentes de aguas, y a todos los arroyos, a ver si acaso hallaremos hierba con que conservemos la vida a los caballos y a las mulas, para que no nos quedemos sin bestias” (1ª Reyes 18:5). Yendo Abdías por el camino, se encontró con Elías; y cuando lo reconoció, se postró sobre su rostro y dijo: “¿No eres tú mi señor Elías?” Y él respondió: “Yo soy; ve, di a tu amo: Aquí está Elías”. Pero Abdías temía que, si iba en busca del rey, Elías volvería a desaparecer. Entonces le dijo el mayordomo de Acab: “Acontecerá que luego que yo me haya ido, el Espíritu de Jehová te llevará adonde yo no sepa, y al venir yo y dar las nuevas a Acab, al no hallarte él, me matará”. Y le dijo Elías: “Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que hoy me mostraré a él”. Cuando Acab vio a Elías, le dijo: “¿Eres tú el que turbas a Israel?” Y él respondió: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel” (1ª Reyes 18:7, 8, 12, 15, 17, 18 y 19).
Entonces se presentaron todos los profetas de las religiones idolátricas y junto con todo el pueblo. Y Elías le dijo: “¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos? Si van a adorar a Dios, adoren a Dios, si van a adorar a Baal, adoren a Baal, pero decídanse qué van a hacer con Dios”. Luego pidió que se les diera dos bueyes, y que escogieran ellos uno, que lo cortaran en pedazos, y lo pusieran sobre leña, pero que no pusieran fuego debajo. Y dijo: “Yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ese sea Dios”.
Los profetas de Baal hicieron un altar y pusieron al animal y empezaron a gritar y a invocar a sus dioses. Dice la Biblia que se cortaban los brazos hasta sangrar y no pasaba nada. Ahora le tocaba a Elías. Él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado, tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob. Edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová, después hizo una zanja alrededor del altar, preparó la leña, cortó el buey en pedazos y lo puso sobre la leña. Pidió que llenaran cuatro cántaros de agua y lo derramaran sobre el holocausto y sobre la leña. Así hicieron tres veces. De manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: “Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios…” (1ª Reyes 18:36-37). Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1ª Reyes 18:39). Luego mandó prender a los profetas de Baal, para que no escape ninguno, y los llevó al arroyo de Cisón, y allí los degolló.
ELIAS VIO EL PELIGRO, Y HUYÓ PARA SALVAR SU VIDA
En 1ª de Reyes 19:1 en adelante leemos: “Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado”.
Por momentos parece que estamos fuertes. No entiendo cómo un profeta tan poderoso que no tuvo miedo de matar ochocientos profetas idólatras; y cómo no tuvo miedo enfrentarse a Acab quien lo buscaba para matarlo, ahora estaba lleno de temor y huía para salvaguardar su vida. En algún momento, miró el peligro. Así como Pedro, cuando vio caminar a Jesús sobre el agua, y quiso hacer lo mismo. Entonces se bajó de la barca y caminaba mirando a Jesús, pero de repente vio las olas y comenzó a hundirse. Elías había visto la majestad de Jehová de los ejércitos, era el representante del cielo en la tierra hasta ese momento y el que presentaba pruebas de que Dios existe. Pero dejó de mirar el plan de Dios y comenzó a mirar los peligros que acechaban su vida. ¿No acechaba Acab antes? ¿No acechaba Jezabel? La clave está en que cuando dejas de mirar a Dios los problemas de esta vida se hacen grandes y tú te haces pequeño. Si tu mirada está puesta en Dios los problemas siguen siendo pequeños y tu Dios sigue siendo grande.
No poner la mirada en Dios te lleva a tomar decisiones equivocadas. Nuestros sentimientos negativos quieren gobernar nuestra vida. Cuando entramos en depresión y en tristeza, éstas quieren gobernar nuestras decisiones. Cuando tienes temores, éstos toman el lugar de Dios y quieren gobernar tus decisiones. Quien tiene temores no obedece a Dios; obedece a esos temores; y no va para donde Dios quiere, sino que va para donde el temor le permite. No tienes derecho, si eres un hijo de Dios a permanecer en temor. Tus temores te llevan a tomar decisiones contrarias al proyecto de Dios.
¿Qué pasó con Elías? Viendo el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y se sentó debajo de un enebro. Siguió hacia el sur por el desierto de Judá que es muy frío de noche y muy caliente de día. Deseando morirse, dijo: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; entonces, un ángel le tocó, y le dijo: “Levántate, come”. Vio una torta cocida sobre las ascuas y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: “Levántate y come, porque largo camino te resta”. Elías se levantó, comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Para él se había terminado todo.
Pienso en aquellos que han perdido toda esperanza y dicen que ya Dios no los va a perdonar porque han fallado muchas veces. Ahora, lo que me llama la atención es que estas situaciones se les presentan aún a los más fuertes. En tiempo de pandemia muchos pastores han cerrado las puertas de sus templos. Muchos siervos de Dios se han suicidado, y muchas ovejas fueron desparramadas porque los pastores han perdido las fuerzas, se han llenado de angustia y de temores; y han fluctuado ante pensamientos de fracaso. Yo te digo hoy: Pon tu mirada en Dios. No sé cuál es tu problema o tu crisis en esta hora. No sé quién te está persiguiendo, o te dice cosas que te hacen llorar y verte como una persona fracasada. No mires el peligro, mejor pon tu mirada en el Señor. ¿Qué es lo que estás mirando? ¿Te has olvidado que Él es tu Padre, tu Dios y tu sustentador? ¿Te has olvidado que es tu sanador? Dios es quien te alimenta y te sana. Él es quien te colma de favores y misericordia.
Sucede que, luego de una gran victoria del creyente viene un ataque. Un día estás proclamando a Dios como Señor del cielo y de la tierra y otro día estás huyendo por tu vida y terminas debajo de un enebro en el desierto queriendo morir. Dice la Biblia que la segunda vez se levantó Elías, comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. El monte Horeb es el monte Sinaí. Esto está en Arabia, fuera de Israel. Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1ª Reyes 19:9).
Están los que obedecen al miedo y están los que obedecen la voz de Dios. Yo te pregunto, ¿qué es lo que estás haciendo? Algunos luchan denodadamente por salvar su panza. Su dios es la comida. Otros están luchando por acumular dinero para sí; para mejorar la casa, por ejemplo. Yo te pregunto, ¿estás haciendo lo que Dios te ha ordenado hacer? Muchos desean hacer la voluntad de Dios, pero yo los veo hacer, no lo que Dios quiere, sino lo que ellos quieren. No los veo orar ni ayunar por conocer la voluntad de Dios. Así como los hámsteres andan dando vueltas y vueltas sin saber a dónde se dirigen. ¿Qué hace el hámster dentro de la ruedita corriendo como loco? ¿A dónde va? ¡No va a ningún lado! ¿Hasta cuándo te va a dominar la prioridad que ha hecho que Dios no sea tu prioridad?
Vino a hablar conmigo una pareja. Él se quiere consagrar y quiere formar una banda en uno de nuestros anexos; a ella no le importa que él se quiera consagrar, y mantienen una vida de pecado. Él estaba sirviendo a Dios en el púlpito. Yo le digo: “¿Estás en el púlpito y estás pecando?” A lo que el joven asiente. Lo que pude ver es que quieren retener a Dios y quieren retener el pecado. Quieren tener un pie en el bien y un pie en el mal. Me dirijo a la chica y le digo: “Tenes que decidir si tu prioridad es Dios o tu novio. Y si tu prioridad es Dios entonces no tenés problema en cortar con tu novio porque te quedás con Dios”. Y ella agachó la cabeza y se largó a llorar desconsoladamente porque no quería soltar su relación; y es que el pecado podía en ella más que su amor a Dios.
¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos? Si Dios es Dios, dale la prioridad en tu vida. Elígelo a Él en toda circunstancia. Yo le insistía a la chica que me diera una respuesta, y nada. Después de un rato le digo: “No hace falta que me contestes. Ya me has mostrado que preferís tener a tu novio antes que a Dios como Señor de tu vida”. Si tenés angustia, ¿a dónde te está ordenando ir la angustia? Si tenés tristeza, ¿a dónde te está ordenando la tristeza ir? Si tenés miedo, ¿a dónde te está mandando el miedo? Quien obedece a sus estados de ánimo, no obedece a Dios.
Mira a Elías que se escondió en una cueva, y Dios le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?” El temor lo llevó a esconderse. Entonces, el Señor le dijo: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1ª Reyes 19:11 al14).
Dice la palabra de Dios que Elías se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; dice también que después que hubo comido, fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Y ahora Dios le dice: “Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar” (1ª Reyes 19:15-16). Tuvo que volverse y caminar todo el trayecto que había hecho hacia el sur, y más, pero esta vez, hacia el norte. Aunque el tiempo de Elías no había terminado, ahora Dios le encomendaría otra tarea. Son valientes aquellos que le dicen sí a Dios.
El joven que mencioné anteriormente no sabía qué hacer; quería servir y no quería seguir en pecado. Le insistí que dejara a su novia y se decidiera por Dios y le dije: “No seas cobarde porque los cobardes no entrarán en el reino de los cielos. Sabes lo que tenés que hacer y no lo haces y sabes lo que no tenés que hacer y lo haces”.
CONCLUSIÓN
Decide caminar en la voluntad de Dios y deja lo que tengas que dejar. Demuéstrale que Él es el primero en tu vida. Ya no le obedezcas al temor, a la angustia, a la tristeza o al odio. Te recuerdo que el odio no te deja perdonar. Si no sabes perdonar vas a tener que aprender porque Dios quiere que perdones como Él perdona y que ames como Él ama. Quiere el Señor que te despojes como Él se despojó y que lo ames como Él te ha amado. Dios quiere que seas lleno del Espíritu de Cristo, como Él llenó a Su Hijo con el Espíritu Santo.
“Padre, hay gente que de una vez por todas tiene que tomar una decisión porque te está avergonzando. El castigo va a ser grande porque están endurecidos creyendo que te van a ganar. Padre, que sepan hoy que van a cosechar lo que están sembrando”. El Señor está llamando personas que tienen que arrepentirse y pedirle perdón porque están siguiendo sus deseos e impulsos. Hoy tienes que decidir que de verdad Él sea el primero en tu vida. Dile a Dios: “No quiero tener fachada de cristiano, quiero ser cristiano, quiero hacer tu voluntad, quiero estar dispuesto a dejar lo que tenga que dejar, Señor. No acepto que me gobierne mis temores. No quiero hacer lo que hizo Elías, que, queriendo salvar su vida, huyó de tu voluntad. No quiero mentirte más. No quiero poner cara de cristiano cuando soy un perverso. En esta hora derribamos las fortalezas que te han frenado y el pecado que se ha enseñoreado de ti. Cortamos todo lazo con el poder del infierno. Padre, libra de temores, de angustias, de ansiedades. Libra del dominio del pecado, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: