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Montevideo
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Estuve compartiendo con un grupo de líderes de la iglesia, acerca del hecho que no parece que haya cuatro evangelios en la Biblia sino cinco; está el evangelio de Mateo, Marcos, Lucas, Juan y el evangelio según “los santos evangélicos”. Un predicador dijo: El quinto evangelio es el que está compuesto por todos los versículos que usted subraya en su Biblia. Son esos versículos que a usted le llega, le gusta, especialmente si tienen promesas. Si nos fijamos bien en nuestras Biblias advertimos que subrayamos las promesas. Entonces ese predicador decía: “Los cuatro evangelios están formados por todos los versículos de la Biblia correspondientes a cada uno de ellos, pero el quinto evangelio “de los santos evangélicos” está formado solamente por las partes que subrayamos de la Biblia; por ejemplo, hay un versículo que dice: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” pero si te pregunto qué dice antes, posiblemente no sabes. Santiago 4: 7 dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” Tú no escuchas tantos mensajes que hablen acerca de someternos a Dios sino de resistir al diablo; encontramos gente que no se somete a Dios “ni a palos”, como dice el dicho popular, ¡pero cómo les gusta resistir al diablo! ¡Te echo fuera diablo, te resisto! Se hacen los machos. Hay muchos versículos bíblicos como éste que acabo de mencionar, donde los santos evangélicos ignoran las demandas y anotan las promesas.
Ahora, en el evangelio del reino, Jesucristo es el Señor. ¡Todo gira alrededor suyo, la gloria es para Él, el poder le pertenece, el reino es de Él, Jesús es Soberano, le alabamos, le adoramos, nos postramos delante de Él y nos ponemos a su servicio! En cambio, en el otro evangelio, nosotros somos el centro de todo; entonces, según los santos evangélicos, Jesús no es el importante sino yo. Lo importante es: ¡Ayúdame Señor! ¡Bendíceme Señor! ¡Dame otro trabajo Señor! Todo tiene que ver con mi entorno: Mi trabajo, mi sueldo, mi comida, mi auto, lo que yo quiero, lo que a mí me gusta.
En el verdadero evangelio nosotros le decimos al Señor: “Heme aquí”; en el nuestro, el Señor dice: “Heme aquí”. Y si no contesta rápido, nos ofendemos y hasta hacemos huelga de diezmos, le cortamos las ofrendas, o si no escucha la oración de lo que le pedimos, dejamos de venir a la iglesia, porque nos enojamos con Él. ¡Los creyentes se ofenden con Dios! ¿Por qué? ¡Porque Dios no corrió a hacer lo que ellos querían! “Yo le pedí a Dios que no se muera mi abuela de 99 años, y él no me escuchó, así que no creo más en Él”. Encontramos mucha gente enojada con Dios o con la iglesia, porque en ese quinto evangelio, no estamos para dar sino para recibir, no estamos para servir, sino para que nos sirvan. Algunos dicen: “Estoy enojado porque el pastor no me visitó, porque no me saludó, porque no me vio; estoy enojada porque con el pastor nunca se puede hablar”. ¡Esa persona está pensando en ella misma!
Entonces tenemos que comenzar a rever esos versículos y subrayar también los otros, por ejemplo, esos que me demandan: “El que quiera seguir en pos de mí, tome su cruz”. En el verdadero evangelio el creyente toma su cruz. En el quinto evangelio es muy importante todo aquello que Dios tiene para darnos, en el verdadero es muy importante todo lo que nosotros tenemos que darle a Él. En uno, es lo que Dios demanda y en otro, lo que demandamos nosotros.
Hoy veremos el tema del amor; en este sentido muchas veces estamos confundimos. Si le pedimos algo a Dios, pero Él no nos responde, decimos: “¡Dios a mí no me ama!” Sentimos que no nos ama, pero, ¿será así? ¡El verdadero evangelio dice que Dios realmente nos ama! Cuando llevamos esa enseñanza a la relación matrimonial decimos: “Mi esposa no me ama porque no me da lo que le pido, si ella me amara me daría lo que le pido”. Ella señala: “No, es él quien no me ama, porque lo que le pido no me lo da”. El esposo dice: “Cuando ella me dé lo que yo le pido, entonces yo le voy a dar lo que ella me pide”. ¡Aquí hay un concepto egoísta en cuanto a lo que es el amor!
En los cristianos se puede apreciar el amor a Dios y al prójimo, en su dedicación; el amor es algo que no se puede esconder, dice Cantares 8:7: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor”. Pero hay cristianos que se las arreglan muy bien para apagarlo. Le decimos: “Hermano, ¿podemos contar contigo?” Y te contestan: “Disculpe, pastor, es que estoy ocupado”. En un tiempo asistían a nuestra iglesia un grupo de hermanos de una iglesia del interior del país, que vivían en Montevideo, por causa de sus estudios; a esos chicos no les podíamos pedir que hagan nada, porque sus padres y sus pastores les habían demandado como prioridad que estudien. Entonces, estos chicos estudiaban y venían a nuestra iglesia de visita. Había un muchacho al que le pedía si podía hacer alguna tarea y me decía que no porque trabajaba y estudiaba, estaba muy ocupado. Pero un buen día se puso de novio, y lo más lógico es que como trabajaba y estudiaba tanto, no tendría tiempo para verse con su novia; pero no fue así, tres veces por semana salía con la novia, la visitaba, y tomaban mate. ¡De pronto tenía tiempo para la novia! Y los demás chicos que no tenían tiempo para hacer nada en la iglesia, se las arreglaban para juntarse a comer pizza, y perder tiempo hablando tonterías. Sus prioridades no era estar “al servicio de…”. Encima te decían: “¿Qué, uno no puede salir a comer unas pizzas ahora?” y el que se puso de novio, reclamaba: “¿Ahora no puedo ver a mi novia acaso?” Todo es mí: Mi novia, mi estudio, mi trabajo, mi tiempo.
Pero en el verdadero evangelio no es tu tiempo, es el tiempo de Dios, no es tu trabajo, es el trabajo que Dios te ha dado; no es tu estudio, sino que es el que Dios te mandó que estudies para servirle a Él. Y si él no te mandó estudiar esa carrera, ni siquiera la estudies.
A ese muchacho que se puso de novio lo transformó el amor. Cuando vino el amor, sí “tenía tiempo para…” pero para servir a Dios no tenía amor, no era falta de tiempo sino de amor. ¡El amor te ayuda a hacerte “tiempo para”!
He hablado con un hombre al que su señora le pidió el divorcio; le dijo que se iba a casar con otro, hasta había puesto fecha para ello, pero viajando en moto con el otro hombre, ya con fecha para casarse, se mató en un accidente. Era una miembro de la iglesia que se fue enojada. Este hombre me dijo: “Mi esposa se quejaba de que yo no tenía tiempo para ella, que nunca le hice caricias, y yo que creía que estaba haciendo todo bien porque trabajaba y le traía el sustento a ella y a mis hijos. Él confesó que se dio cuenta muy tarde que no le había dado el lugar que ella requería. ¡Cuando el amor funciona, éste se hace tiempo!
Conozco mujeres muy ocupadas y con nada de dinero ni de tiempo, pero si tienen un hijo en la cárcel ellas se hacen tiempo para visitarlos. ¿Qué es lo que hace posible que aunque no tenga dinero ni comida vaya a la cárcel a ver a su hijo? ¡El amor! El amor es el oxígeno del reino de los cielos.
Hoy quiero hablar del amor fraternal. Cuando asistes a la iglesia, la persona que se sienta a tu lado: ¿Es tu prójimo? El mandamiento más importante es “amarás a tu Dios con todo tu corazón” y el segundo mandamiento es “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Si has contestado afirmativamente la pregunta anterior, te has equivocado: El que está al lado tuyo cuando asistes a la iglesia, no es tu prójimo. ¡El que está al lado tuyo es tu hermano! No pertenece a la familia de al lado, sino a tu propia familia, a la de Cristo. Tenemos que terminar con eso de que yo prefiero hacer negocios con los incrédulos porque meterse con cristianos no sirve, con los creyentes siempre te va mal. ¡Los creyentes son tus hermanos, aunque eso no te asegura que te va a ir bien negociando con ellos!
Pero hay un concepto acerca del amor que cambia del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, no había hermanos, había prójimo. El mandamiento en el Antiguo Testamento es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”; pero en el Nuevo Testamento entra el nuevo concepto de que somos todos uno en Cristo porque pertenecemos a la familia de Dios; gracias a la obra de Jesucristo en la cruz del calvario somos todos hermanos, hijos del Dios viviente. Aparece entonces el concepto del amor fraternal, el amor entre hermanos, que es un nivel de amor superior respecto al amor al prójimo. Es un entendimiento más profundo del verdadero amor.
Descubriremos este asunto en el evangelio según San Juan, éste es el discípulo del amor, nadie habla más y mejor del amor que él, tanto en el evangelio de San Juan como en sus cartas. Él escribió en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Él habla mucho del amor. Y luego, en San Juan 13:34 dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. ¿Cuál es la novedad aquí? Jesús dice: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Resulta que hasta el Nuevo Testamento Cristo no había venido y la mejor razón para poder amar al prójimo era de acuerdo a como me amaba yo, así que, como yo me amaba a mí mismo, tenía que amar a mi prójimo; no había nadie mejor que yo, porque de haberlo, el Señor hubiera dicho por ejemplo: “Ama a tu prójimo como Danilo ama a su prójimo”.
En el Antiguo Testamento el mandamiento era incompleto, no había sido revelada en profundidad la verdadera dimensión del amor al prójimo. Ahora, cuando vino Cristo y nos amó, dio su vida por nosotros; el apóstol Juan en sus cartas dice: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1ª Juan 3:16). Amar al prójimo incluye algo más que mi preocupación porque no le falte pan; ahora sí, amar al prójimo tiene mayor contundencia, mayor sustancia, mayor profundidad; ahora tengo que amar a mi hermano (ese es el amor fraternal) como Cristo me amó a mí. ¿Cómo me amó Cristo? Cuando a mí me faltaba una corbata, Cristo me dio una, cuando yo tenía hambre, Él partió su comida y me dio la mitad. Cuando amamos como a nosotros mismos, nos comienza a interesar nuestro hermano, con la misma intensidad con que nos interesamos por nosotros, de tal manera que si mi hermano no tiene algo con qué cubrirse y yo tengo dos abrigos, entonces le doy uno.
El amor al prójimo basado en como me amo a mí mismo, supone que si yo tengo agua y o comida y mi prójimo no, yo le comparto de la que tengo. Tengo que anhelar que al otro le vaya como yo quiero que me vaya a mí. En el Nuevo Testamento el asunto cambia fundamentalmente; el amor se revela, no en el hecho de que Cristo comparte sus miserias conmigo, sino en que Cristo da su vida por mí. ¿Cristo me amó como él se amaba a sí mismo? ¡Me amé más! ¿Cuál es la revelación del evangelio? ¡Qué Cristo me amó más que a Él mismo porque consideró mi vida más valiosa que la suya, es por eso que puso su vida por mí!
El mismo Juan que en el capitulo 3 versículo 16 de su evangelio dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, escribió también en 1ª de Juan 3:16: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. Juan llegó a la siguiente conclusión: Si Jesús nos dice: “Ustedes se tienen que amar como yo los he amado a ustedes” entonces, también nosotros debemos poner nuestra vida por los hermanos. Ya no hay más excusas como: “No tengo tiempo”; al final te das cuenta que no es por las muchas ocupaciones sino porque no te importa amar a tu prójimo, consideras más importante lo tuyo, lo que te pertenece. Consideras más importante tu familia, tu matrimonio, tus muchos quehaceres, o tu trabajo que te absorbe, o tus hijos; lo tuyo te tiene absorbida o absorbido. Ahí descubrimos que eso no es amor, que así no se ama. ¡La gran revolución del mundo será el día que la iglesia de Jesucristo se despierte y se de cuenta que tiene que dar su vida por los hermanos! Así que la conclusión es que si me amaras como te amas a ti mismo, yo tendría el derecho de sentirme molesto y decirte: “Yo no quiero que me ames como a ti mismo, quiero que me ames como Cristo me amó”.
San Juan 15:13 dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. ¡Que uno ponga su vida por sus amigos es el mayor nivel de amor, es más que compartir mi pan y mi techo; el amor que Jesús nos demanda va mucho más allá que compartir ropa o comida, incluye dar mi vida por otros! La forma más cercana que he podido ver en nuestra iglesia de amor al prójimo es el amor de los pastores y los encargados de los centros comunitarios que han renunciado a sus trabajos, a sus proyectos, han renunciado a sus pretensiones, dando su vida para vivir con los chicos y chicas de la calle. Dile a uno que está muy ocupado en sus negocios, en su estudio o trabajo que abandone lo que está haciendo, y dé su vida por el prójimo. Aclaremos que dar la vida no significa precisamente matarme, sino que es negarme a mí mismo y tomar mi cruz. Negarme a mí mismo significa “dejar de lado mis proyectos, mis deseos y hacer que mi deseo sea el de Jesucristo”; significa, poder amar al prójimo como Jesucristo lo ama, dar mi vida por él. ¿Tú creías que Jesús, el Señor del universo estaba muy ocupado como para atender a la gente? El Dios del universo tenía tiempo para hablar con la prostituta, con el paralítico; detuvo una enseñanza para sanar al paralítico que le estaban bajando del techo. ¿Por qué Jesús lo podía hacer y yo no? Porque Él no tenía planes personales, su plan era la gente. Él sí tiene tiempo para ti, pero tú no tienes tiempo para Él. Cuando estabas mal Él te vino a buscar, cuando lo necesitaste, Él estaba ahí, cuando necesitaste consuelo ahí estaba Jesús consolándote; cuando necesitaste el perdón de tus pecados ahí estaba Jesús perdonándote, cuando clamaste por bendición, ahí estaba para bendecirte. ¡Está contigo en todo momento! “…y he aquí yo estoy con vosotros todos loss días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20)
Leamos nuevamente Juan 15:13 dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. ¿De qué estaba hablando Jesús? Hablaba de la mayor revelación de amor que estaba por ocurrir en la tierra. 1ª Juan 3:16 dice: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”.
¿Cuál es la medida del amor? ¿Cuánto tengo que amar? A alguno se le ocurrirá decir: “¡Bueno, pero yo no soy Cristo, no puedo amar como Él!” Jesús dijo que teníamos que amarnos como Él nos ha amado. ¡Qué problema! Nosotros sentimos rechazo por algunos, gordos, petizos, negros, miramos la cara de alguien y decimos: “¡La cara de éste no me gusta!” ¡Qué bueno que Jesús no piensa así, como nosotros! ¡Qué bueno es saber que nos amó y murió por todos nosotros!
Quizá te sientes el peor de todos y piensas: “Yo no merezco el amor de Cristo, yo no creo que Él me ame”. Déjame decirte que yo tampoco merezco su amor. Por eso es que Jesús podía decir que teníamos que amar a nuestro enemigo porque Él amó a sus enemigos. Cuándo Cristo te encontró, ¿creías que eras amigo o amiga de Él? ¡No! Éramos enemigos de Dios en nuestra mente según dice la carta del apóstol Pablo a los Efesios; todo lo que pensábamos, todo lo que hacíamos era enemistad contra Dios, contra su voluntad; cuando en otros tiempos anduvimos siguiendo la corriente de este mundo conforme al príncipe de la potestad del aire, éramos por naturaleza hijos de ira. ¡Estábamos condenados porque antes éramos enemigos de Dios! Me imagino que Jesús dijo: “Bueno, ahora voy a dejar el cielo y me voy a buscar algunos amigos, voy a ver si encuentro algunas caras lindas, o algunas personas buenas; voy y vuelvo”, le dijo a los ángeles. ¡Miró un poco pero no encontró ninguno! Y dijo: “¿Qué hago? ¡Voy a morir por ellos!” Al peor de todos los pecadores, Jesucristo le ofrece salvación.
¡Jesucristo tiene las 24 horas para amar al prójimo! Nosotros nos damos el lujo de amar al prójimo después de trabajar, pero resulta que después de trabajar nos llamó nuestra esposa, y después la suegra, y ya no nos queda tiempo para amar al prójimo. Si soy un cristiano ya no puedo amar como me amo a mí mismo, porque mi amor por mí mismo es una forma incompleta de amor.
Lo que dice Juan 13:34 no es el mandamiento número 11, es el mismo mandamiento que encontramos en el Antiguo Testamento, alumbrado, iluminado, revelado en su máxima potencia. 1ª de Juan 3:16 nos señala que nosotros también tenemos que dar la vida por nuestros hermanos.
Muchos cristianos conocen las perlas bíblicas. ¡Qué lindo! ¡Cuántas promesas! Cuando estás triste, tomas una y te sale: “¡Te amo! ¡Cuando pases por las aguas no te anegarás y si por el fuego no te quemarás!” ¿Pero alguna vez te salió: Nosotros tenemos que dar la vida por nuestros hermanos? Es que ese versículo no es del quinto evangelio sino del evangelio del reino. ¿Qué si Dios te demanda algo como tu profesión, o tu vehículo? ¿Qué si Dios te demandara ir a Haití? ¿Estás dispuesto a dar tu vida por tus hermanos? ¿Qué pasa si Dios te demanda que entres en un Centro Comunitario? ¿Tiene derecho Dios a pedirte algo por amor a la gente? ¿Sí o no? ¿Qué si Dios te pide que le dés esos ahorros que tienes para comprarte una casa? Si Dios te dijera: “Che, sabes que yo puedo darle mejor uso a esos ahorros”, podrías estar contento porque eso sería menos que dar la vida por el prójimo.
¿Estamos lejos de esa medida de amor, verdad? Yo no te puedo recriminar nada y ponerme en la posición de que soy mejor que tú, sino que estoy reflexionando sobre algo que es muy duro para Dios, porque Él sabe que el mundo sería tan distinto si amáramos a la gente como Cristo nos amó a nosotros; aún en la iglesia, seríamos tan amables con los hermanos y ninguno nos caería pesado porque el amor pasa por alto los errores y faltas. ¡El amor rompe todas las barreras! Dice la Biblia que el amor es el vinculo perfecto. El amor es el que hizo posible que yo venga a ser parte de Cristo, su propia sustancia, que yo venga a ser digerido por Dios para que ya no sea yo, sino Él en mí. Dirás: “Pero yo nunca voy a poder amar como Cristo”. ¿Cómo que no puedes amar como Él? ¿Quién vive en tu corazón? ¿Por qué es posible amar como Cristo amó? ¡Sencillo! ¡Ya no vivo yo, vive Cristo en mí!
¿Cuál es la verdadera causa por la que Cristo manda que amemos como Él lo hizo? La verdadera causa es que, se supone que ya no vives en tu casa sino que Cristo vive en ti. ¡Hoy te estás enterando que no le habías dado tu vida a Cristo! Muchos proclaman: “¡Vengan a Cristo que les va a ir bien! Entrégate a Jesús, no lo dejes afuera, Él está a la puerta de tu corazón, se está helando de frío, ¡pobrecito! ¡Míralo en la cruz, ahí, flacucho, huesudo, bésale los pies, llora con él, impotente, triste, colgando! ¡Ábrele tu corazón, ten misericordia de Cristo!” ¡Hemos predicado mal el evangelio! Hemos predicado: “Acepta a Jesús en tu vida” ¡El maíz se quiere comer a la gallina! Está por verse si Él te acepta a ti.
Dile hoy al Señor: “Hoy renuncio al quinto evangelio”. Es un evangelio como cuando en la edad media algunos creían que el sol giraba alrededor de la tierra y ésta era el centro de todo. Al final se descubrió que el sol es el centro y la tierra gira a su alrededor. Debemos renunciar a ser los señores de Cristo y dejar que Él sea nuestro Señor.
¿Es Jesucristo tu Señor, puede demandar lo que quiera de ti? ¿Estás dispuesto a dar tu vida, no sólo por Cristo sino también por tu hermano? Cualquiera diría: “¡Por Cristo doy la vida!” Pero cuando encontramos a uno de esos sinvergüenza en la calle que nos ha robado y Jesús nos dice que tenemos que dar la vida por ese, ¡qué demanda grande la de Dios! Es que Jesús no te hace cargo de fabricar ese amor, Él lo tiene y quiere llenar tu vida. La pregunta es: ¿Tú estás dispuesto? ¿Tú quieres abrir tu vida a Jesucristo ahora? ¿Entiendes que lo tienes que hacer? Cristo no te manda a hacer lo que no puedes, sino que Él desea vivir en ti, quiere que abunden en ti su gloria y su poder. Lo que Jesús quiere realmente, es ser tu Señor en todo el sentido de la palabra, el dueño absoluto de tu vida.
Si no te has dado cuenta que Jesús no es el dueño y sigues haciendo lo que te gusta y te parece, rechazando lo que no te agrada, seguirás siendo el señor de tu vida; pero si entiendes que debes renunciar a tí mismo y entregarle tu vida a Cristo, ésta es la hora señalada por Dios, dile: “Señor, reconozco que me falta mucho para la medida de la demanda que me has hecho en este día”.
Este es el día que Cristo se entroniza en tu vida, lo que tú no puedes, Él lo hará. Repite esta oración y di: “Señor, tú me has hablado y he entendido que necesito entregarte mi vida, declaro ahora que tú eres mi Señor de aquí en más. Yo se que no doy la medida, pero tú la das en mí, Señor. Perdóname, límpiame, transfórmame y lléname en esta hora; tú tienes poder para hacerlo, hazlo Señor, mi vida es tuya. En el nombre de Jesús recibo perdón de pecados y vida eterna, y recibo de ti el amor que me estás demandando, amén”.
ANEXOS: