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Hoy quiero hablarte de la fe “rompetechos”, esa fe que movió a unos hombres que tenían un amigo postrado en una camilla, a llevarlo donde estaba Jesús.
La fe es la que nos permite entrar a la dimensión de lo sobrenatural; sin fe es imposible agradar a Dios. Si quieres agradarlo, no te propongas hacer cosas buenas, simplemente proponte crecer en tu fe, porque ésta te va a llevar a hacer las cosas buenas que le agradan a Dios. Las obras buenas no son las que quieres hacer, haces o has pensado llevar a cabo, sino las que provienen del trono de Dios. ¡Es la fe la que produce las obras que alegran a Dios! ¡Sin fe es imposible agradarle!
Hay quienes no quieren asistir a la iglesia porque alegan que están muy sucios por causa de sus pecados, entonces esperan estar mejor para congregarse. Pero quien tiene que hacer la obra para que tú te sientas mejor es Dios, ¿y cuál es el taller donde Él obra? ¡La iglesia! ¡El hospital y la universidad de Dios es la iglesia! Tú no tienes que estar mejor para acercarte a Dios, sino que tienes que acercarte a Dios para estar mejor.
Leemos en Marcos 2:1 al 4: “1Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. 2E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. 3Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico”.
Todos tenemos techos y cuando logramos romperlos, pasamos del nivel natural al territorio de lo sobrenatural. Mientras no ejercemos fe y no rompemos los límites de nuestros razonamientos y pensamientos, permanecemos en un nivel chato y natural, al que llamo, el nivel de la razón.
Hay dos grandes fuentes de conocimiento que tiene el hombre, una es a través de la razón y la otra es a través de la fe. La razón es un arma poderosa que Dios puso en el hombre y no es de desechar, pero ésta fue obnubilada, fue oscurecida y pisoteada por causa del pecado; y la razón, perdió la razón y la luz. Es por eso que la Biblia dice que las naciones están en tinieblas, porque la razón del hombre fue oscurecida y enfermada por causa del pecado. Por esta causa el hombre no ve y no entiende bien las cosas, se mueve a tientas.
He hablado con una mujer que dejó a su esposo e hijos para irse tras un hombre casado. Ellos convivieron un tiempo hasta que se dieron cuenta de que no servía porque los hijos del hombre estaban muy angustiados al punto de tener que llevarlos al sicólogo. No entienden que privan a sus hijos de tener modelos de padre y madre, y que les están dando un mensaje de oscuridad. El mensaje que reciben sus hijos es: el amor no existe, la fidelidad no existe, el matrimonio y la familia es un verso.
Los pensamientos están ligados a los sentimientos, así que los primeros, que provienen de la razón, interactúan con los sentimientos, llevándonos a hacer cosas que no debemos, cosas que no conducen al bien sino al mal. La razón es el límite que le puso la Revolución Francesa al hombre para que no pueda entrar en el nivel de Dios, el nivel espiritual. En la Revolución Francesa se decidió que la razón es la fuente del conocimiento y de la sabiduría, la que nos revela todas las cosas, o sea que nos lleva a la verdad. Pero lo cierto es que la razón está en tinieblas y debe ser alumbrada desde el espíritu, el que verdaderamente tiene luz. Para tener el espíritu, necesitamos tener a Cristo, porque Él lo vivifica.
A los que defendían la razón, y se fundamentaban en ésta, introduciendo este tema en la escuela laica, gratuita y obligatoria, señalando como un mito las creencias de las religiones, o sea, cosas que no pueden ser demostradas por la razón, en algo tienen razón, porque la fe va más allá de la razón. A veces los predicadores tenemos miedo en declarar que la fe es irracional porque la gente podría decir que estamos locos, y lo dicen, porque nosotros predicamos cosas que no están fundamentadas en la razón. El apóstol Pablo decía de esto, bendita locura, que la salvación provenga por causa de la crucifixión de Cristo Jesús en la cruz del calvario.
Algunos buscan milagros y revelaciones, en cambio, otros buscan la ciencia y el conocimiento. Pero para nosotros, Jesucristo, es el conocimiento y la sabiduría de Dios, y por la locura del evangelio, es que entramos al reino de Dios y tenemos vida eterna. Lo declaro con todas las letras: ¡La fe es irracional! Porque supera ampliamente la razón. La fe logra cosas que la razón no entiende o se niega a aceptar.
Entonces, el hombre tiene un techo que tiene que ver con sus pensamientos y sentimientos. Sabe hoy que Dios no le ha puesto límites a la fe y ésta no le pone límites a Dios, pero la razón le pone límites a la fe y a Dios.
La razón es un arma poderosa pero debe estar bajo la autoridad del espíritu; tiene que ser alumbrada con la luz de Jesucristo.
A quienes desarrollaron estos conocimientos racionales les decían los iluminados porque tenían la luz y ésta era el conocimiento. Pero nosotros declaramos lo que dijo Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). ¡Iluminado es aquel a quien Jesucristo alumbra! El que sigue a Jesús tiene la luz de la vida y no tropezará porque la luz lo alumbra.
¿Por qué decimos que la fe es irracional? Un predicador que nos visitó dijo: “Hay alguien aquí a quien le explotó algo cerca de su oído derecho y el Señor lo sana ahora”, y sopló. ¡Es para internarlo en un psiquiátrico! ¡Eso es una locura! ¿Cómo digiere eso la razón? Pero este hombre vino de parte de Dios, porque, entre la gente había un muchacho que nos visitaba por primera vez; él pasó adelante, temblando, y nos declaró: “Hace trece años, jugando con mi hermano en navidad, una bomba me explotó cerca del mi oído derecho y perdí la audición. Yo tocaba el teclado y mi familia se enojaba porque usaba el volumen muy alto. Siempre inclinaba mi oído izquierdo porque con el derecho no escuchaba”. ¡En el momento en que el predicador habló y sopló, se sanó el oído del joven que nadie había podido sanar! ¿Entiendes que la fe hace cosas que escapan a la razón?
Mateo 2 nos dice que Jesús entró en Capernaum, la ciudad dónde Él vivía. Con mi señora y un grupo de hermanos hemos visitado Israel, y en la entrada de una de las aldeas, vimos un cartel que decía: “Capernaum, la ciudad donde vivió Jesús”. La Biblia menciona muchas ciudades que el Señor recorría pero no prestamos atención en el hecho de que Él vivió en Capernaum. Nosotros conocimos pues, las ruinas de la casa donde el Señor vivió; también vimos las ruinas de la sinagoga que habían construido los romanos en la localidad de Capernaum, ciudad muy importante, ya que era un lugar de paso de las caravanas del comercio; los romanos protegían esta actividad porque cobraban impuestos, por lo que tenían allí una delegación de soldados romanos, que no había en otras ciudades.
Las ruinas de la casa donde vivió Jesús se encuentran a cincuenta metros de la sinagoga, más o menos. Se dice que esa era la casa de la suegra de Pedro y contaba, como se estilaba en aquel entonces, con muchas habitaciones. No era un apartamentito de dos dormitorios como se ven hoy en día. Antes, se iba agrandando la propiedad cuando se casaban los hijos y luego cuando nacían los nietos, bisnietos, etc. Ahí no sólo vivía papá, mamá y los nenes, sino que también moraban los tíos, cuñados, abuelos, etc. Vivía Pedro que era el yerno de la dueña de casa, y parece ser que también vivía Jesús y sus discípulos. Continúa diciendo Mateo 2:1: “…y se oyó que estaba en casa”. ¡Era la casa de Jesús! Si no fuese el lugar donde Él vivía se diría que estaba en la casa de fulano de tal. Leemos en Marcos 2:2: “2E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra”. Y señala Lucas 5:17: “17Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar”. ¡Cuando se escuchó que Jesús estaba en su casa llegaron personas de muchos lugares y el lugar se llenó de gente!
Como habían ladrones y salteadores, las casas eran cerradas, la vida allí era hacia adentro y no hacia fuera. Habría posiblemente una sola puerta de entrada, pero cabía mucha gente; adentro habían patios, y contaban también con varias piezas para dormir, para comer, etc. Cuando llegó Jesús al lugar, la casa se llenó y ya no cabía más nadie. Ahí es cuando aparecieron los hombres que intentaban ingresar con su amigo el paralítico pero les fue imposible hacerlo. Si mal no recuerdo, la casa no tenía ventanas hacia el exterior, así que, la única posibilidad que había era entrar por la puerta, ó, hacer alguna locura. A los amigos del paralítico no les quedó otra que romper el techo. ¡Qué ocurrencia! ¡Esas son las ocurrencias de la fe!
¿Suena racional esto? Es como que si alguien llegara a mi casa para pedirme oración, y como está todo cerrado, me derriba la puerta y entra diciéndome: “Vengo a pedirle oración”. “¡Tu abuela, me estás rompiendo la casa, andá el domingo a la iglesia!” La razón diría: “No, tengamos cuidado, es el apóstol Márquez”, pero la fe te lleva a hacer lo que sea.
Lo que hicieron los amigos del paralítico son las obras de la fe, y no hicieron un agujero chiquito, porque bajaron al enfermo en su lecho: Yo me lo imagino bajando horizontal. ¡Interrumpieron a Jesús que tenía una gran charla con personalidades importantes! ¡No estaba comentando acerca del último partido de futbol! ¡Jesús hablaba cosas importantes!
Aquí hay una clave; Dios no puede resistir a aquel que viene a Él con fe. El Señor interrumpirá cualquier actividad cuando llega alguien con fe.
LA FE PRUEBA TU CORAZÓN Y TU EMPEÑO
En otra oportunidad, una mujer sirofenicia le rogaba a Jesús para que echase fuera de su hija un demonio y el Señor le dijo: “…No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24) y agregó: “…No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (Mateo 15:26). Es como si hubiera dicho: “No es bueno que deje de atender a mi familia para ocuparme de otros”. La mujer podría haberse ido con la cabeza gacha diciendo: “Yo creía que me iba a atender…” Se hubiera ido ofendida como lo hacen muchos conmigo, como una mujer que me dijo: “Apóstol, ¡qué difícil hablar con usted!” La mujer sirofenicia se podría haber ido ofendida y llorando, pero ella tenía fe. La decisión que Jesús le declaró fue: “No te voy a hacer un milagro porque no corresponde. No ha llegado la hora”. Y la mujer le respondió: “…Señor, pero aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. ¡Eso sólo lo hace una persona que tiene fe! “Señor, soy un perrito, déjame comer de las migajas de la mesa de los hijos”. ¿Qué le contestó Jesús? “…mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres”.
En muchas ocasiones el Señor detuvo la tarea que estaba haciendo. Él iba camino a una ciudad y un ciego comenzó a gritar: “… ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mi!” Molestaba a todos con sus gritos y los discípulos lo mandaban a callar porque estaba interrumpiendo al maestro, pero él gritaba más fuerte: “… ¡Hijo de David, ten misericordia de mi!” Dice la Biblia que Jesús dejó todo lo que estaba haciendo y le preguntó: “51…¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (Marcos 10:51 y 52). ¡A la fe no la detiene nada! ¡Ni Dios! Porque la fe es de Dios y es precisamente para eso, para probar tu corazón y tu empeño.
La razón es alumbrada en aquella vida donde no hay espíritu o donde éste está muerto, la razón es alumbrada entonces, a través de la observación, del estudio, del microscopio; de allí la razón obtiene la verdad. El nivel en el que actúa la razón es natural y chato. Nunca vamos a vivir en un nivel sobrenatural si la razón nos está frenando; si los pensamientos se levantan contra los planes de Dios, entonces Él no obra. ¡Pero donde hay fe el Señor actúa!
¿Cómo hago yo para tener más fe? La Biblia señala en Romanos 10:17: “17Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Tú escuchas la palabra de Dios y algo comienza a suceder dentro de ti. No sabes cómo ocurre, no sabes cómo es que crecen los huesos o el cabello de un niño en el vientre de la madre pero, de la misma manera, la fe produce la gestación de las grandes obras sobrenaturales de Dios, y es un arma suya puesta en las manos del hombre a favor del hombre.
La fe nos mueve en direcciones que la razón resiste, pero quien está dominado por la fe, no hay razón que lo detenga. Es por eso que los cuatro amigos se subieron al techo y lo rompieron. ¡Sin fe es imposible agradar a Dios! Estaba Jesús predicando, y de repente rompen el techo de su casa; la gente se tiene que hacer a un lado porque caen escombros… Jesús mira hacia arriba pero no ve el agujero que hicieron, como si estuviera ciego, es más, no le molestó que hayan roto el techo. ¿Qué vio Jesús? “5Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5). ¡Vio la fe de ellos! La Biblia no menciona qué habrá pensado Jesús acerca de la rotura del techo. ¡El vio bien! No se fijó si era una manga de locos carnales que le rompieron el techo sino que vio la fe de ellos.
Jesús ve las cosas muy bien, lo mismo que la fe; porque la fe trae revelación y luz. Quien tiene fe, tiene luz, sabe lo que hace. Los demás pueden mirar diciendo: “¿Qué le pasa a este loco?” Pero él sabe que sabe que Dios quiere que haga lo que está haciendo o diga lo que está diciendo, y sabe que Dios va a actuar porque la fe se mueve junto con Él.
Pedro le dijo a Jesús que si tenía que morir junto con Él, no lo iba a negar, y que aunque todos se escandalicen del Señor, él nunca se iba a escandalizar. ¿Qué tenía Pedro? Un lío en su cabeza, no era fe. Tenía un sentimiento profundo pero no era fe. Muchos se emocionan y declaran: “¡Yo lo sentí, era Dios!” Tengo que luchar con gente que me dice: “Porque yo lo siento”. El día que aprendas a discernir entre lo que sientes y lo que es de Dios, no dirás más que sientes sino que tienes certeza, porque esas cosas se afirman por la fe.
Dios necesita gente con fe porque es tiempo que la gloria del reino de los cielos se manifieste en la tierra. Dios ha puesto esta tarea en nuestras manos, y para que no le escapemos al asunto nos ha dado la fe. ¡Hoy el Señor está actuando para inyectar fe en tu corazón!
¡Estamos hartos de buenas intenciones! Como cuando alguien hace las cosas mal pero se excusa de que su intención era buena. La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. ¡Es seguridad! ¿De qué sirven las buenas intenciones? ¡No sirven para nada! Las obras de la fe producen hechos que glorifican a Dios. Cuando haces algo que proviene de la fe, los que te rodean glorifican a Dios. Porque las obras de Dios le dan la gloria a Él; las obras de los hombres les dan la gloria a los hombres.
Hay mucha gente que dice ser buena, que no se pelea con nadie, se lleva bien con todos, no tiene enemigos, si hay alguna dificultad mejor no se mete. ¡No sirven para nada! ¡Pero son de buenos! Mas las obras de Dios producen explosiones, producen bronca, rechazo y aceptación; las obras de Dios producen perdón y salvación.
¡Algo tiene que pasar en tu vida porque es muy aburrida! Es por eso que muchos se van al mundo. ¡Están hastiados de la vida cristiana! Tienen una vida tan aburrida, tan sin Dios, sin espíritu, que ven al mundo y desean ser como ellos. ¡Envidian al mundo porque la gloria y el poder de Dios no están en ellos! Jesús, que tiene fe le dijo a Pedro: “Esta noche me vas a negar tres veces”. “¡No! ¡Yo no te voy negar por más que éstos te nieguen! ¡Si es necesario voy a dar la vida por ti!” Jesús sabía todo de antemano y es porque tenía fe.
Cuando el Señor comenzó su ministerio en la casa de Capernaum, la suegra de Pedro tenía fiebre, entonces Jesús reprendió la fiebre y ésta dejó a la mujer inmediatamente. Dios me reveló que el Señor sabía que Pedro lo negaría, ¡por eso le sanó la suegra!
Cuando trato con los hermanos de la iglesia soy muy frontal, a mí no me frenan con argumentos. Hablé con una chica se negaba a hacer determinada cosa; eso me demostró que vive en el mundo de la razón, de los pensamientos y sentimientos. Entonces le dije que cuando ella volviera con una idea que yo considere que es de Dios, le pediría que hiciera tal cosa y me respondió que no lo hará porque no lo siente y no le parece. Le pregunté si sabía cuál era el plan de Dios y me reconoció que no sabe cuál es y que está esperando. Y mientras espera se pone de novia con otro, dejando al anterior porque ama al actual. ¡Qué lío se armó!
Necesitamos salir del ambiente natural de la razón y de los sentimientos y entrar en lo sobrenatural y espiritual de Dios, donde se producen sus obras, donde se manifiesta su gloria y se muestra a los hombres. ¡Una fe que rompe techos!
Cuando tus razonamientos y pensamientos cuestionan lo que Dios quiere hacer es cuando no pasa nada en tu vida. Si en tu vida no sucede nada sobrenatural, si vives aburrido porque nada sorprendente pasa, hoy te digo que Dios quiere que sucedan cosas grandes.
¡Dios está necesitando obreros! Hasta cuando oramos lo hacemos mal porque oramos de acuerdo a la razón. Durante años le hemos pedido a Dios que nos mande una cosecha de almas, que millones vengan a los pies de Cristo; pedimos lo que no hay que pedir porque Jesús nos dice en su palabra que la cosecha está lista. ¡No hay que orar para que se convierta la gente! ¡Hacen falta obreros que trabajen en la viña!
“37Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9: 37 y 38). Si la palabra de Dios dice algo yo tengo que creer en ella, lo que está faltando son obreros, gente que demuestre el poder de Dios en la tierra. Se necesita gente dispuesta y gente que hoy le abra el corazón a Dios para que Él lo llene de su presencia, de su poder y de fe; porque lo único que puede detener la mano de Dios es la falta de fe. Y la falta de fe le da lugar a los pensamientos y a las emociones. La razón se mueve a nivel del alma, pero el poder de Dios se mueve al nivel del espíritu. El día que tu alma esté muerta al mundo y la pongas bajo la autoridad del Espíritu Santo, Él alumbrará tu alma, y lo que ésta vea, lo verá bien; aún lo que piense tu alma lo pensará bien porque ya no serán tus pensamientos sino los de Dios. ¡Ya no será tu visión sino la de Dios!
¿Cómo actúa la fe? A un creyente nuevito le decimos que saldremos a la calle a predicar el evangelio y a orar por los enfermos para que se sanen, y éste que no está enredado aún en religiosidades, en teología o doctrinas, acepta salir con nosotros. La persona sale a predicar, ora por los enfermos y se sanan. En cambio, le preguntas a un creyente que lleva años en la iglesia qué dones tiene y no sabe, aún está esperando. Le preguntamos qué le gustaría hacer y señala que le gustaría sanar enfermos. “¿Has salido a orar por los enfermos?” “No, estoy esperando” responde.
Hay fe flotando en el aire pero tiene que entrar en ti. Dios quiere sembrar una semilla de fe en tu corazón. ¡Si tuvieras fe como un grano de mostaza! La semilla de mostaza mide uno o dos milímetros de diámetro. Jesús te dice: “Si tuvieras fe como un grano de mostaza, dirías a este monte: Pásate de aquí allá y se pasará…” (Mateo 17:20) Pero tú no tienes ni un milímetro de fe, por eso te invito a decirle al Señor: ¡Dame esa fe Dios! Yo te quiero honrar mientras estoy en esta tierra, Señor. Pregúntate para qué comes, para qué respiras, qué significado tiene tu vida aquí. ¡Dios tiene una vida excitante para ti! ¡Te sorprenderás cuando abras tu corazón y Dios comience a hacer obras maravillosas a través de ti! ¡El Señor te necesita! ¡Te ha llamado para que seas su instrumento y no para estar gastando oxígeno!
Dile en esta hora: “Señor, dale a mi vida significado. Yo quiero dejar una marca antes de morirme, no quiero que mi vida sea una vida más. ¡Tócame en esta hora Señor, te lo suplico! Señor úsame, no quiero ser un espectador, quiero ser un jugador, no quiero estar mirando lo que pasa, quiero producir tus obras Dios mío”.
¡Abre tu corazón a la fe! ¡Hoy Dios te dará unción y fe! ¡Pídesela a Él!
ANEXOS: