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INTRODUCCIÓN
Leemos en el Salmo 34:15: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos”. ¿Tú te crees justo o justa? Muchos han declarado: “Dios no me escucha”, o “Dios se ha olvidado de mí”. ¡Para ellos no es este versículo! ¡Esta verdad es para quienes creen!
Quiero recalcar el hecho de que la palabra de Dios no es una palabra cualquiera, no es aleatoria o circunstancial; la palabra de Dios vive y permanece a través de los siglos. ¡Es la verdad de Dios! Y la palabra de Dios es Jesucristo. Señala Juan 1:1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Y Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:16).
La palabra de Dios es poderosa para actuar sobre aquellos que ponen su fe en ella. Tienes que ser libre de esos pensamientos que te hacen declarar que Dios no te escucha o que no se acuerda de ti. Tal vez has dicho alguna vez: “Es injusto lo que me está pasando. ¡Yo no me lo merezco!” Pero yo te voy a decir lo que tú mereces: ¡El lago de fuego y azufre! Con ninguna autoridad y ninguna verdad declaras que es injusto lo que te sucede y que no te lo mereces, pero tienes razón. ¡Lo que mereces es el infierno por causa de tus pecados! No has nacido exento de ser una pecadora o un pecador, y señala la Biblia que todos están destituidos de la gloria de Dios y que no hay justo, ni aun uno. Cada cual se apartó de su camino, pero Dios cargó en Jesús el pecado de todos nosotros.
Señala la Biblia que, por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios: “…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23) ¡Esa es la verdad!
Estoy indignado porque a través de la enseñanza laica, gratuita y obligatoria, se enseñan cosas que no son verdad. Hablando con una joven me declaró que estaba turbada porque la profesora de filosofía les enseñó que no hay una verdad que sea absoluta y que la verdad absoluta no existe. Ahora, ellos no demuestran nada de eso, sólo lo dicen. Te arrojan el aguijón del veneno de la incredulidad y la duda pero no te declaran de dónde sacan eso porque no está demostrado científicamente que la verdad no existe. ¡Es una creencia! Le aconsejé a la joven, que le diga a la profesora, que esa es su verdad, es decir, lo que ella cree que es la verdad, sin embargo, la verdad existe, más allá de lo que yo crea o piense; yo creo en la palabra de Dios y ésta me dice que la verdad existe, que su camino es verdad, su palabra es verdad, Jesucristo es verdad. Y más allá de lo que puedan enseñar en la universidad, yo le creo a Dios y no a la filosofía.
El hombre perdido, alejado de Dios, no conoce la verdad. Por eso, cada filósofo tiene su filosofía, pero las realidades que ellos enseñan han sido creadas por el hombre, en la siquis del hombre. No obstante, no hay verdad fuera de Dios. ¡Fuera de Dios todo es mentira! Y si tú quieres permanecer y prevalecer, debes creer que la verdad es eterna. ¡La verdad es inamovible, no cambia, no muda!
A esos profesores que afirman que la verdad absoluta no existe, les digo que esa declaración es una estupidez. Ellos dicen que la verdad que están enseñando es la verdad, y afirman que la verdad absoluta no existe. Yo les digo a ustedes, filósofos y profesores que su verdad es refutable, es un piojo muy fácil de exterminar.
Esos filósofos que les enseñan a sus alumnos a dudar de la existencia de Cristo, que les enseñan a nuestros hijos a dudar de la Biblia y de la existencia de Dios, no saben dónde están parados, porque ellos no han creído en la verdad.
Nosotros, los cristianos, fundamentamos nuestra fe y nuestra creencia en Jesucristo que es el camino, la verdad y la vida.
El Salmo 34 señala que los ojos de Jehová están sobre los justos. ¿Esto es relativo o es verdad? ¡Es verdad! ¿Tú eres de esos que se han quejado porque estás viviendo algo injusto, que Dios no te escucha o no se acuerda de ti? Entonces los ojos del Señor no están sobre ti porque están sobre los justos.
¿Qué es un justo y qué es la justicia? Para Dios es importante que sepamos quién es justo. ¿Tú crees que eres justo o injusto? Tú dices que crees en la palabra de Dios, que los ojos del Señor están sobre los justos y sus oídos atentos al clamor de ellos pero has declarado que Dios no te escucha y que lo que te está pasando no es justo. ¿Crees en su palabra o no? ¡Yo creo que lo que declara el Salmo 34 es palabra de Dios!
Si estás experimentando algo contrario será porque estás creyendo alguna otra verdad. Yo creo que los oídos de Dios están atentos al clamor de los justos, jamás declararé lo contrario. ¡Yo confieso por la palabra de Dios que los oídos del Señor están atentos a mi clamor! ¡Lo creo! ¡Esa es la verdad de Dios!
Lo que debemos discernir aquí es si somos justos o no lo somos. Hay un concepto de justicia que le pertenece a Dios y tiene que ver, no con la idea que muchos tienen. La idea de justicia de parte de Dios, está relacionada con su amor y su misericordia. Para el Señor no existe justicia sin amor y sin misericordia. Te recuerdo lo que la Biblia declara en Romanos 3:23: por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios, pero, la justicia de Dios incluye además, su amor y su misericordia. Es por su amor y por su misericordia que Cristo vino al mundo, murió en la cruz del calvario derramando su sangre preciosa sobre nosotros, para que seamos perdonados y limpiados; y la única menara de que seamos justos es, si la sangre de Cristo nos limpia porque de lo contrario, nuestra injusticia permanece en nosotros.
No se trata de cuánto esfuerzo hice para ser justo; no se trata de cuántas obras he hecho para ser declarado justo porque a Dios no le sirve ningún esfuerzo humano. ¡Nada que salga del corazón del hombre le sirve a Dios! La Biblia señala que el corazón del hombre es perverso más que todas las cosas. ¿Qué le quieres ofrecer a Dios? ¿Pretendes presentarle una buena obra que has sacado de la basura de tu corazón? ¡El corazón del hombre es una basura!
Hay quienes confían en lo que sienten, en lo que les perece; hay quienes confían en lo que creen, pero la palabra de Dios que es la verdad, declara que el corazón del hombre es perverso y no debemos confiar en él. ¡No pongas carne por tu brazo! ¡No confíes en la fuerza de tu voluntad ni en la fuerza de tu brazo! ¡Confía en Dios y en su palabra!
La justicia que es declarada sobre los creyentes, tiene que ver, no con las obras que hacen los cristianos sino con la fe que éstos tienen en la justicia de Dios y en sus obras sobre los creyentes. Al Señor no le interesa lo que tú puedes hacer de tu corazón para alegrarlo o complacerlo, o para que Él esté contento contigo, ¡eso no le complace! Lo que le complace a Dios es la obra que el Espíritu Santo hace a través de tu vida. Por cuanto te has arrepentido de tus pecados, te has humillado delante de Él y has permitido que su Espíritu venga sobre ti, entonces ahora, lo que vale, son las obras que el Espíritu Santo hace en tu vida, de tal manera que tú no tienes ningún crédito porque la justicia que hay en ti, no es tuya sino de Dios.
Señala la Biblia que creyó Abraham al Señor y le fue contado por justicia. La justicia tiene que ver con la fe y no con tu esfuerzo por hacer las cosas bien. ¡Tú no puedes hacer las cosas bien! Quien puede hacerlo es el Espíritu Santo en tu vida, y tienes que confiar que Él hará una obra extraordinaria a través de ti.
Tú no puedes producir buenas obras porque tu carne y tu corazón fueron corrompidos por causa del pecado, es por eso que debemos ir a la cruz y morir. “…ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…”, decía el apóstol Pablo. Y lo que hago ya no lo hago en la carne sino lo que Él hace en mi. Así que cuando vas delante de Dios y le dices: “Yo hago todo el bien que puedo, yo ayudo a los vecinos”, cuando comienzas a exponer las buenas obras que haces, ¡sube un olor feo delante de Dios! ¡Asegúrate que lo que haces, es iniciativa de Dios y no tuya!
He escuchado creyentes que han declarado: “Dios me ha bendecido porque he ayunado cuarenta días”. ¿De quién era el ayuno, del Espíritu o tuyo? Si declararás por ejemplo: “El Espíritu Santo me guió a ayunar cuarenta días y yo lo hice en obediencia al Señor, y después de haberlo hecho vino una bendición muy grande”, se entiende que ese ayuno es obra de Dios y no tuya. Y si es una obra de Dios en tu vida, entonces tú no tienes ninguna gloria y toda la gloria le pertenece a Él. ¡Dios es el misericordioso! ¡Es el poderoso! ¡Es el bueno! ¡Y es el que produce en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad! ¡Bendice el nombre del Señor!
Cuando en el Salmo 34 dice que los ojos del Señor están sobre los justos y atentos sus oídos al clamor de ellos, se refiere a aquellos que han sido limpiados por la sangre de Cristo. Claro que cuando se escribió este Salmo, Cristo no había muerto aún y ni siquiera había nacido, pero ya Dios justificaba a los de la fe. Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Los que ya antes confiaban en Dios, eran personas justificadas por haber creído en la obra del Señor en su vida.
He visto muchas personas que viven muy angustiadas y afligidas, que declaran: “Yo no veo que Dios me ayude. No creo que Dios obre en mí. No se si Él me escucha”. ¡Pero la Biblia dice que Dios escucha y ve, y yo lo creo! Es más, el mismo Salmo 34 señala que la ira de Dios está contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos.
¿Tú dices que eres injusto? ¡La ira de Jehová está sobre ti! Ahora, yo te pregunto: ¿tus pecados han sido perdonados? ¿Se ha producido en ti en algún momento de tu existencia lo que la Biblia llama arrepentimiento? Porque lo que hace el arrepentimiento es que sintamos nuestra impotencia delante de Dios y clamemos a Él para que obre limpiándonos y perdonándonos.
Una pareja llegó recientemente a la iglesia, para presentar a su hijita delante de Dios. Yo le pregunté al papá de la criatura si creía en Dios y me dijo que sí, aunque no iba a ninguna iglesia. Lo miré como diciéndole, qué haces acá, y pensé: “la que cree entonces es la mamá”, y le hice la misma pregunta, a lo que me respondió que no creía en Dios. Le pregunté por qué quería la bendición sobre su hijita si no creía y me dijo que Dios no la había bendecido a ella pero quería su bendición sobre la hijita. En otras palabras, ella me ha querido decir: “No me importa que yo sea maldecida, quiero la bendición para mi hija”. Le señalé que los padres son la cobertura espiritual de los hijos. Cuando la mujer se presentó en el altar y me dijo que no creía en Dios yo le dije que no era que no creía sino que estaba enojada con Él y lo reconoció. Ella estaba enojada con el Señor por todo lo que había vivido. ¡Pero estaba peleada con el que la podía ayudar! Estás enojado con Dios, sin embargo esperas que Él te bendiga, pero no puedes mirarlo a los ojos.
La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, ¿a quién? A aquel que ha creído la verdad, a ese que se ha arrepentido de sus pecados. No existe tal cosa como que voy a la iglesia, me porto bien, canto, ofrendo, pero declaro que Dios no se acuerda de mí. La Biblia dice que los ojos de Jehová están sobre los justos y sus oídos atentos al clamor de ellos. ¿Pero quién es justo?
Muchas veces creemos y entendemos mal el evangelio. ¿Qué es arrepentimiento? Todo comienza con un arrepentimiento genuino y oro para que el Espíritu Santo te convenza porque Él es el que alumbra el entendimiento, la razón y el corazón. Oro para que el Espíritu Santo te toque en esta misma hora. Porque el arrepentimiento es una convicción profunda que me lleva a entender la gravedad de lo que significa haber pecado contra Dios.
Una mujer me escribió y me pidió que la ayude porque estaba muy mal. Estaba angustiada y afligida, y no sabía bien qué era lo que le estaba sucediendo. Me contó que en la actualidad estaba embarazada pero que se había separado del marido tiempo atrás y conoció a otro hombre. Ella no estaba segura de quién es el hijo que espera. Me dijo: “Estoy casi segura que es de mi marido”. Yo le pregunté si ya le había contado a su esposo al respecto y me contesta: “¡Nooooo! ¿Cómo se lo voy a contar? ¡Me va a echar de casa! Yo no lo quiero perder ni perder mi hogar”. Ella ha pecado pero su preocupación no es que cometió una falta contra Dios sino que su marido no se entere porque si no, va a perder su matrimonio. ¡Eso no es arrepentimiento! ¡Ella llora lágrimas de cocodrilo!
Te debo decir que hay alguien que está más ofendido que tu marido. ¡A quien realmente has ofendido es a Dios y es con Él que debes arreglar tus cuentas! Tu problema más serio no es si pierdes tu matrimonio o familia; tu problema más serio es que te irás al infierno. Porque el pecado es el agujón de la muerte. El verdadero creyente arrepentido se acerca a Dios y le pide perdón sabiendo que el mayor ofendido es el Señor. ¡Señor quiero tu perdón! ¡Lo necesito! ¡No se que sucederá con mi marido y con mi familia pero no quiero vivir un día más sin tu perdón! ¡Yo te he ofendido y clamo por tu perdón! ¡El aguijón de la muerte está sobre mí, quiero arreglar mis cuentas contigo!
El arrepentimiento verdadero pone la mirada en el pecado y en la ofensa a Dios. Un arrepentimiento que no es genuino, pone la mirada en las cosas que uno puede perder por causa de lo que ha hecho. Hay muchos que están empeñados en conseguir bendición de Dios pero minimizan lo que significa tener una buena relación con Él y haber confesado sus pecados. Los pecados, sólo salen afuera cuando uno los confiesa. Cuando no los confiesas siguen adentro de ti produciendo males, congestionando la información espiritual que se mueve, afectando tu sangre, tus órganos, etc. El pecado afecta la naturaleza humana orgánica y espiritualmente, produciendo la muerte espiritual. La muerte espiritual significa separación total y absoluta de Dios. ¡Necesitas tener bien en claro si es que tus pecados han sido perdonados o no!
Se me acercó un hombre, un líder muy importante en su iglesia y me dijo: “Pastor, he pecado, caí en adulterio con una hermana de la congregación que me sedujo”. Estaba llorando muy acongojado y uno puede pensar que es porque está arrepentido, ¡pero no lo estaba! Me dijo: “Si se entera mi señora se va a enojar y me va a echar”. Y me pidió que orara para que el Señor guardara su familia. Yo le insistí que debía contarle a su esposa pero se negaba y agregó: “Mi esposa es una tana muy dura. En el altar me juró que me perdonaría cualquier cosa menos el adulterio y yo no le puedo contar lo que hice”. ¿Cuál era su preocupación? No era el ser perdonado sino que Dios hiciera un milagro y estuviera todo bien con su señora: “Señor, yo me quedo con mi pecado y te pido que te hagas cargo de mi familia”. En otras palabras: “Yo me voy al infierno pero mientras viva, que pueda conservar mi familia”. ¡No había convicción de pecado! No había un sentir profundo que lo llevara a declarar que había ofendido a Dios y que necesitaba que lo perdonara porque requería tener paz con Él.
Aquellos que han sido limpiados con la sangre preciosa de Jesús, aquellos que han sido perdonados de sus pecados, esos son los justos sobre quienes están los ojos del Señor y atentos sus oídos al clamor de ellos. Cuando hay alguien arrepentido, Dios no lo pierde de vista. ¡Y no hay muchos de esos!
Cuando viajo en avión de noche, veo que está todo oscuro. Pero en cualquier lugar donde hay una luz prendida en la tierra, desde el avión se puede ver. La Biblia dice que oscuridad cubrirá las naciones y literalmente cuando viajo en avión desde lejos, éste pasa por varios países y viendo el panorama asimilo lo que señala la Biblia en Isaías 60:2: “Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”. En medio de las densas tinieblas que cubren las naciones, un corazón arrepentido es una luz encendida y Dios no la puede perder de vista. ¡El Señor no puede ignorar un corazón arrepentido! La biblia dice que Él está cercano al quebrantado de corazón. (Salmos 34:18) El Señor no salva a los que “se matan” haciendo buenas obras sino a los que están quebrantados delante de Él y le dicen: Señor, necesito que me perdones y me limpies. ¿A dónde voy a ir si no me perdonas? Cúbreme con la sangre preciosa de Jesús. ¡Aplica la obra de Jesús en la cruz del calvario a mi vida, Padre!
¿Cuándo se van a ir tus angustias? La joven que mencioné anteriormente fue abusada desde los tres años de edad por su padrastro. Ella vivió muchas injusticias y lamentablemente se resintió con Dios, tanto que se dedicó a alcoholizarse y a drogarse. Me contó también que le había disparado a un vecino al querer robarle, una persona que los había ayudado mucho. La joven no tenía paz porque estaba enojada con Dios. También estaba enojada con su madre porque se prostituía y la había hecho vivir una vida miserable; cuando le contó que su padrastro abusaba de ella, la madre no le creyó. En determinada etapa de su vida comenzó a tener relaciones con todos los hombres que se le cruzaban, también a drogarse y a alcoholizarse y terminó haciendo cosas peores que las que hacía su madre. Le aconsejé que debía volverse a Dios y pedirle perdón por sus pecados. En un momento oramos y la hice confesar delante de Dios: “Señor, yo le disparé al vecino que ha sido muy bueno con nosotros y quiero que me perdones”. La joven lloró mucho y cuando finalizamos la oración me agradeció y me dijo que estaba aliviada. Le pregunté si Dios la había perdonado y me respondió que si. “¿Cómo sabes que te perdonó?” agregué, y me dijo: “Porque siento alivio” ¡La carga del pecado salió de su vida!
La carga del pecado es algo muy real que muchas veces uno la lleva encima pero es consciente de ello, y convencido que la tiene que cargar declara: “Esta es mi cruz”. ¡No, eso es tu pecado!
CONCLUSIÓN
Hoy debes arrepentirte y pedirle perdón a Dios; esa es la única manera de que el Señor te declare justo o justa, es la única manera de que sus ojos estén mirando tu vida para guardarte, y sus oídos estén prestos para escuchar tu clamor. Tal vez por muchos años has estado esperando que Dios te conteste pero no lo ha hecho. El problema no está en Dios sino en ti. ¿Crees que el Señor es injusto o que tú lo eres? Salmos 34:19 declara: “19 Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová”. Dios no te ha dicho que no tendrás aflicciones sino que te iba a librar de todas ellas; no dijo que no caerían injusticias sobre ti, pero sí te ha declarado que te iba socorrer. ¡No te librará del setenta y cinco por ciento de tus aflicciones, del ochenta o del noventa por ciento, te librará del cien por ciento de ellas!
Si esto fuera una verdad relativa, tú seguirías cargando con tu aflicción, pero si crees que la palabra de Dios es la verdad absoluta, entonces ya no padecerás angustias porque Él te librará de todas ellas. Leemos en Salmos 34:20 al 22: “20 El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado. 21 Matará al malo la maldad, Y los que aborrecen al justo serán condenados. 22 Jehová redime el alma de sus siervos, Y no serán condenados cuantos en él confían”. La Biblia señala que los que confían en Dios no serán condenados, no los que se portan bien y tratan de ser educados.
Dios te da su perdón y su naturaleza para que tú produzcas sus obras. Un naranjo da naranjas. Imagínate al árbol tratando de ser bueno y diciendo: “¡Voy a tratar de dar naranjas!” Da naranjas porque está en su naturaleza hacerlo. No podemos pedirle a un naranjo que dé higos. Del mismo modo, un hombre o una mujer pecadores no pueden dar los frutos del Espíritu Santo si no han sido perdonados y limpiados, y si no tienen la nueva naturaleza de Jesucristo morando en su corazón. O sea que si tú das el fruto del Espíritu y haces las obras de Dios, queda claro que el Señor te ha perdonado de todos tus pecados y que te libra de todas tus angustias, entonces tú estás produciendo. Al malo lo matará su maldad, pero Dios recompensará al justo. Y justo no es aquel que se la pasa haciendo fuerza para obrar bien sino aquel que ha sido redimido por Dios y lleno del Espíritu Santo.
La verdad es que si tú crees ya tienes lo que necesitas; si crees tienes la naturaleza que Dios te proveyó para que así como el naranjo da naranjas, tú des el fruto del Espíritu Santo. No debes afligirte tratando de ser quien no eres. Si tú eres un hijo o una hija de Dios vas a producir las obras de Dios. No es lo que tú haces sino lo que Dios hace. Y Él quiere hacer algo nuevo en tu vida, quiere quitarte la angustia y la aflicción. Quiere que sepas que estará atento a tu clamor pero primero debes arrepentirte y pedirle perdón por tus pecados.
No digas que has pecado porque tu madre ha sido mala. ¡Deja de lado los pecados de tu madre y arregla tus cuentas con Dios! ¡Deja a tu padre con sus pecados y arregla tus cuentas con Dios! No digas que la vida te ha hecho así; deja la vida de lado y arregla tus cuentas con Dios. ¡Tú has pecado y debes arreglar tus cuentas con el Señor! La aflicción huirá de ti, la angustia y la impotencia huirán de ti. Ya no dirás que Dios no te escucha o que no se acuerda de ti y comenzarás a declarar que el Señor te ama, te guarda y está haciendo cosas grandes contigo que nunca habías imaginado.
Debes ser limpio de tus pecados. No hay forma de alegrar o de conformar a Dios si no es a través de la sangre de Cristo sobre tu vida. ¿Sabes eso? Tú has querido agradar a Dios tratando de ser bueno y no has podido porque la Biblia señala que no hay justo ni aun uno. ¡No hay uno que haga lo bueno! Tú tienes que acercarte sinceramente a Dios y decirle: “Yo no te he tenido en cuenta. He querido justificarme y he pretendido presentarte mis buenas obras”.
¿Necesitas que Dios perdone tus pecados? ¿Necesitas tener paz con Él? ¡Tu pecado no puede quedar oculto, debe ser confesado! Tú lo sacas afuera, Dios te perdona y te limpia. Si el Espíritu Santo te ha tocado para arrepentimiento, si te sientes angustiado porque has pecado delante de Dios y necesitas confesar tu falta, acércate a Dios para recibir su perdón y para ser libre. Dile a Dios en esta hora: “Te pido perdón por mis pecados Señor. ¡Líbrame! Yo sé que si tú no me cubres con tu sangre, no hay esperanza para mí. ¡Ten misericordia de mí! Yo creo en tu amor y en tu misericordia. Sé que a partir de hoy comenzarás a producir cambios en mi corazón y en mi vida, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: