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Jueces 6:16: “12Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente… 16Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre”.
Dice la Biblia que por la fe, Dios hizo todas las cosas por su palabra. Dios usó la fe para crear todo y él llama las cosas que no son como si fuesen. Toma un haragán y le dice: “Varón esforzado y valiente, gran trabajador”. Gedeón quedó sorprendido por esta declaración, como quizás muchos de nosotros hubiéramos quedado sorprendidos con tal afirmación, pero la mejor opción de todo ser humano es creerle ya que todo lo que Dios declara, se cumple. Dios le habló a la tierra y dijo: “Produzca la tierra” y la tierra obedeció y dijo: “¡Hay que producir!” Es que cuando Dios habla, ¡se cumple! Dios le habló al mar y el mar prestó atención y dijo: “Vamos a producir porque Dios ha dicho que produzcamos peces, grandes monstruos marinos y pececitos de colores”. ¡El mar oyó la voz de Dios!
Esto nos enseña algo práctico: En nuestras vidas, la palabra de Dios prospera si la oímos y la creemos. He conocido mucha gente que dice: “En Uruguay no hay trabajo”, pero duermen hasta las 11:30 de la mañana, se toman unos mates antes de almorzar, y almuerzan apurados porque se les va la hora de la siesta. A ésos, Dios les dice hoy: “Varón esforzado y valiente, yo estaré contigo ciertamente. Yo estaré contigo y derrotarás a los madianitas como un solo hombre”. Mi pregunta es: ¿Lo puedes creer?” El primer paso es tener un encuentro con Dios, el segundo paso es creer a su palabra y el tercer paso es obedecerle. ¡Antes de la victoria está la obediencia!
Hay un hermano de la iglesia que hace poco vivió una experiencia bastante triste; a él le ha costado mucho consagrarse porque él es de la idea de que cada vez que se ha querido consagrar, le ha venido algún problema. Comenzó a decir: “¿Para qué me voy a consagrar si cada vez que quiero hacerlo me viene un problema?” ¡A mí me sucede también! Más te quieres consagrar, más problemas tienes. Entonces, algunos deciden quedarse como están y no consagrarse pero esa no es una buena lógica. Hace poco este hermano fue a un encuentro y allí Dios lo tocó y dijo: “Finalmente me voy a consagrar”. Pero luego del encuentro comenzó a decir: “Algo malo va a pasar porque yo me estoy queriendo consagrar”. ¿Qué sucedió? ¡Su hijo desapareció de su casa! Tuvo un problema en el liceo, hacía ya varios meses que él mismo firmaba su carnet de calificaciones y el director decidió hablar con su padre, por lo que el chico, asustado por el castigo, no apareció en su casa como por una semana. El padre del chico ya estaba diciendo: “¿Viste? Cada vez que me consagro me pasa algo malo. ¿Para qué me consagré?” Cuando me enteré de esto, le llamé por teléfono y le dije: “Mira papá, tienes que pedirle perdón a Dios por lo que has pensado, pídele que te devuelva tu hijo y conságrate porque nada malo viene de Dios”. Hizo como le aconsejé y a la hora, ¡tenía a su hijo en su casa nuevamente!
Hay gente que le tiene miedo a Dios, piensan que él les va a fallar, pero, ¿podrá Dios olvidarse de ti? ¿Estará muy cansado y muy ocupado? Dios te demanda consagración, Dios hoy te dice: “Lo que sucede es que no me has buscado, has estado muy preocupado por muchas cosas pero no me crees, de lo contrario, no usarías la cinta colorada ni la ristra de ajo. Claro, crees en mí, ¡pero buscas consejo y ayuda donde no la debes buscar!”
¿Saben cómo fue el trato de Dios con Gedeón? Primero tuvo un encuentro con Gedeón, le dio una palabra, Gedeón la creyó y luego él obedeció. Dios le dijo, en Jueces 6:25:
“25Aconteció que la misma noche le dijo Jehová: Toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él; 26y edifica altar a Jehová tu Dios en la cumbre de este peñasco en lugar conveniente; y tomando el segundo toro, sacrifícalo en holocausto con la madera de la imagen de Asera que habrás cortado”.
Podríamos parafrasear esta frase de la siguiente manera: “Derriba estos dos altares y haz un altar para mí, ven y pon ofrenda en el altar de Jehová”. En otras palabras, le quiso decir: “No gastes tu dinero en lo que no aprovecha, no te apoyes en dioses que no son dioses, invierte en el altar de Dios. Ven y trae tus ofrendas al altar de Jehová de los Ejércitos, conságrate a él y toma el segundo toro del hato de tu padre”. El primer toro no existía porque era el primogénito del ganado y ya había sido consagrado, quedaba el segundo que era el semental, era el más importante y el más caro. Dios le estaba pidiendo que tome ese toro y lo sacrifique en holocausto delante de Jehová con la madera de la imagen de Asera.
Esto era terrible para Gedeón, es como que nosotros fuéramos a la playa y tomáramos la estatua de la diosa de bronce y Dios nos dijera: “Bueno, saca esa estatua que está allí, funde el bronce y haz una placa en mi honor”. Con toda seguridad que marcharíamos presos inmediatamente. ¿Saben? En la época de Gedeón no era ir preso, era ser muerto. Cuando la gente descubrió que había sido destruido el altar, dijeron: “¡Muera Gedeón!”. Él sabía muy bien que estaba enfrentando la muerte por obedecer a Dios; además, el altar de Baal, era el altar de su padre, lo que significaba enfrentarse también a su padre. Dice el relato bíblico que juntó diez personas y dijo: “Haré lo que Dios me ha mandado”. Y fue de noche porque tenía miedo de ser descubierto de día, pero hizo tal cual Dios le mandó, destruyó el altar de Baal, destruyó el altar de Asera, tomó la madera de la diosa de Asera y edificó un altar a Jehová; puso luego la madera sobre el altar de Jehová, mató el toro y lo presentó en ofrenda en holocausto delante del Señor.
Desde ese instante Gedeón se convirtió en un vencedor, tuvo un encuentro con Dios, creyó a su palabra y le obedeció. Esa es la clave para cada uno de nosotros: Tener un encuentro con Dios, creer su palabra y obedecerle.
¿Podrás creer? ¿Podrás obedecer? Hoy es el día que Dios planificó para tu victoria; no obstante, la decisión es tuya: Dios te promete la victoria pero él primero quiere tener un encuentro contigo, que le creas y le obedezcas. El momento de la victoria para Gedeón, fue cuando obedeció a Dios. Si quieres la victoria, hoy es el momento, haz esta oración ahora mismo:
“Padre querido, perdóname porque te he desobedecido, he vivido lejos de ti, sin tenerte en cuenta, pero hoy me arrepiento de ello y te pido que entres en mi corazón y limpies mis pecados. Creo Señor, que si te obedezco derrotaré a los madianitas como a un solo hombre; mi corazón está dispuesto a obedecerte. Proclamo que los poderes que me han estado aprisionando a las deudas, a la miseria y a la pobreza no podrán conmigo. ¡Lo creo! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: