LA TORMENTA ES ENVIADA PARA FORTALECERTE - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA TORMENTA ES ENVIADA PARA FORTALECERTE

Una de las promesas más preciosas que nos ha dado Jesús es: “He aquí yo estoy con vosotros  todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:20) ¿Qué tan consciente eres de esta promesa, de esta realidad, de esta verdad invisible, cuando vienen circunstancias duras a tu vida? ¡Dios está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo! ¡Todos los días!

El mundo busca paz, tranquilidad y seguridad, aún los cristianos buscan estas cosas. Esta semana leí que los envases plásticos tienen tres componentes básicos, pero uno de ellos es cancerígeno, que se va liberando poco a poco, especialmente cuando se lo calienta, por ejemplo, la mema del bebé. ¿Estás buscando seguridad? ¿Dónde la encontraremos? ¡El tema es donde vamos a encontrar paz y seguridad! La ciencia nos promete que nos va a sacar de líos, pero nos mete en cada lío. Nos ha vendido una serie de fertilizantes, fungicidas, insecticidas, etc, y nos hemos enterado después, que hacen mucho mal. Después de varias décadas se ha descubierto que muchos remedios para las plantaciones, aún quedan en el terreno por 50 años o más y todas las frutas y verduras que consumimos vienen con estos fertilizantes que se le están agregando a la tierra y a la vez, también van quedando en ella. Las vacas que nos gustan tanto, comen pasto junto con esas sustancias tóxicas que ingerimos cada vez que comemos esos ricos asados que tanto nos gustan, además de las hormonas que les inyectan a las vacas, para que crezcan mejor. La ciencia y los sabios de esta tierra que han inventado la bomba atómica nos han prometido bendecirnos, pero no estamos conscientes de cuantas enfermedades nos ha venido, por causa de tantos descubrimientos que por un lado nos hacen bien, pero por otro lado nos hacen mal. Necesitamos estar en paz y necesitamos estar tranquilos. Jesús dijo: La paz os dejo, mi paz os doy (Juan 14:27) “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, En el mundo tendréis aflicción; (sustancias cancerígenas, etc.) pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33) ¡No hay otro lugar donde poder estar y sentirse confiado!

 LO QUE SENTIMOS SE MANIFIESTA EN NUESTRO CUERPO

 Los estudios científicos que relacionan las emociones con las enfermedades han concluido que lo que sentimos como emoción da como resultado lo que luego sentimos en nuestro cuerpo. Esto se refiere a lo que llamamos enfermedades psicosomáticas. ¡Todos los sentimientos que albergamos en nosotros producen efectos en nuestro cuerpo! Lo que sucede en nuestro cuerpo, es el resultado de los sentimientos que  habitan en nosotros.

Una de las sustancias que se utiliza para purificar el agua es el cloro; si ponemos en una pecera, agua de la canilla, matamos a los pececitos por el cloro del agua. El cloro es una sustancia que difícilmente liberamos del cuerpo; hemos estado ingiriendo sustancias por años, por ejemplo, el agua con cloro que sale de la canilla, y de pronto aparece una enfermedad, que no sabemos de dónde viene. ¡Los médicos tratan con la enfermedad, pero no tratan con la raíz de la enfermedad! Del mismo modo, hemos estado de alguna manera consumiendo estados de ánimos, durante años, que han traído sobre nosotros maldiciones y enfermedades al cuerpo. Una persona que tiene odio termina por enfermarse, igual que una persona con amargura y resentimiento. De la misma manera que las sustancias afectan nuestro cuerpo, las sensaciones, sentimientos, estrés, depresión, también afectan el organismo, enfermándonos. ¡Y tenemos que saber como defendernos de esas situaciones! Cristo se propone como nuestro guardador, El es nuestro refugio, el que sana nuestras dolencias, quien perdona nuestros pecados. ¡Cristo nos da vida abundante y nos alegra la vida! ¡Cristo es nuestra esperanza!

Dice la Bibliaen Mateo capitulo 14:22-33: “Seguidamente constriñó a los discípulos a subir a la barca, para que fueran delante de El a la orilla opuesta, mientras despedía a las multitudes. Y luego de despedir a las multitudes subió al monte a orar en privado, y al anochecer estaba allí solo. Pero la barca, distando ya muchos estadios de la costa, era zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario. Y durante la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos andando sobre el mar, pero cuando los discípulos lo vieron andando sobre el mar, se turbaron, y dijeron: ¡Es un fantasma! Y comenzaron a gritar de miedo. Pero enseguida les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; Yo soy, no temáis! Pedro entonces, respondiéndole, dijo: Señor, si eres Tú, manda que vaya hacia Ti sobre las aguas. El le dijo: ¡Ven! Y bajando de la barca, Pedro anduvo sobre las aguas y fue hacia Jesús. Pero al ver el viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse, y gritó diciendo: ¡Señor, sálvame! Al instante, Jesús extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: ¡Falto de fe! ¿Por qué dudaste? Y al subir ellos a la barca, el viento se calmó. Y los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: Verdaderamente Tú eres el hijo de Dios”. (Versión La Biblia Textual).

Sensaciones, sentimientos, producen enfermedades y fracaso. ¿Qué sientes cuando una circunstancia grave viene sobre tu vida? ¿Qué sientes cuando las personas se comportan contigo de una manera que te afecta? Una mujer me decía: “¡Se me rompe el corazón!” Se había casado y había hechos votos con su esposo para toda la vida, con el deseo de atravesar todas las circunstancias y mantenerse a su lado hasta que la muerte los separe. Pero el esposo la dejó y se le rompió la ilusión; el corazón se le estremeció, comenzando a experimentar el fracaso, la amargura, y perdió las fuerzas. Hasta que una amiga le dijo: “Cuida tu salud; haz lo que corresponde”. Esta mujer desde una óptica podría decir: “Estoy enferma, porque mi marido me dejó”. Sin embargo la verdadera óptica sería: “Estoy enferma, porque dejé habitar dentro de mí, emociones que están destruyendo mi vida”. ¡El problema no está fuera de ti sino dentro de ti!

Llama la atención cuando la Biblia dice que Jesús constriñó a sus discípulos; parece ser que a veces Dios nos empuja a pasar por algunas tormentas. La palabra “constreñir” significa: “presionar, obligar”. Jesús los empujó a subir a la barca para que navegaran hacia el otro lado, de noche. Y entre las 3 y las 6 de la mañana, cuando la barca estaba en el medio del mar a muchos estadios de la orilla, (un estadio es 180 metros), ¡se desató la tormenta! No es nada que tengamos que atravesar circunstancias difíciles, sino que encima Dios nos manda atravesarlas. Jesús sabía que se iba a desatar una tormenta, sabía lo que iba a pasar con los discípulos. Es Dios mismo quien planifica muchas de nuestras circunstancias, o las permite, para bendecirnos. El usa esas circunstancias para hacernos crecer, no para debilitarnos, sino para enseñarnos. Cuando estés atravesando circunstancias difíciles, tienes que saber que de determinada óptica te vas a enfermar pero desde la óptica de Dios, vas a salir adelante, fortalecido en tu fe, sanito, ¡vivito y coleando!

Esta vivencia de Jesús con sus discípulos, tiene algunos paralelos en la Biblia. Por ejemplo, en Egipto, el faraón había ordenado que los niños de los hebreos sean tirados al agua del río Nilo. El agua era símbolo de juicio, era el elemento a través del cual se cumpliría la orden del faraón para que los niños murieran. Sin embargo una madre tiró su niño al agua, pero en una canastita, y el agua en vez de ahogar al niño, ¡lo sostuvo! El niño fue salvo y flotó en las aguas del río Nilo por causa de la fe la madre. ¡Esa canastita era símbolo de salvación!

Otra circunstancia fue el diluvio que ocurrió en la época de Noé. Noé hizo una embarcación muy grande de más de100 metros, por orden de Dios, quien envió un juicio también a través del agua. El agua que iba a destruir a toda la humanidad, es el agua que hizo flotar la barca donde iba Noe y su familia. El arca de Noe es tipo de Cristo y de la iglesia, porque no hay diferencia entre Cristo y la iglesia. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y Cristo es la cabeza de la iglesia. ¡Donde está Cristo hay salvación! ¡Cristo es el arca que nos libera del juicio y nos hace flotar en las aguas del juicio!

¡JESÚS TE EMPUJA HACIA LA TORMENTA PARA BENDECIRTE!

 Los discípulos iban navegando en esa barca, que era como una cáscara de nuez, en un mar embravecido… ellos eran pescadores, tenían mucho conocimiento del mar de Galilea, así que sabían de estas cosas del clima. ¿Será por eso que no querían subir a la barca? Porque dice la Biblia que Jesús los constriñó, los empujó, los apuró para que subieran a la barca. Seguramente habrán visto el cielo, que auguraba el peligro, pero Jesús les dijo, “¡ustedes vayan igual! ¡Suban y pasen al otro lado!” ¡Qué problema! Se levantaron las olas, vino un viento y una tempestad tremenda y comenzaron a amedrentarse y a sentir que se iban a hundir, pero vino Jesús caminando sobre las aguas. ¡Cuando Cristo viene hacia ti, viene la salvación! No hay tormenta que pueda hundirte si Cristo viene hacia ti.

Lástima que los discípulos no eran conscientes de que Cristo los cuidaba y oraba por ellos. Jesús se había quedado solo, orando; estoy seguro que Jesús se quedó orando por ellos. Porque dice la Biblia que Jesús guardaba a aquellos que el Padre le había dado, y los discípulos eran los que él había elegido para que lleven el evangelio a todo el mundo. Cuando le vieron caminar en el agua, creyeron que era un fantasma, mas Jesús les dijo: “No teman, soy yo mismo que vengo a ustedes”. Y se ve que Pedro, cuando vio a Jesús caminar sobre el agua, ya no le importaron las olas, ¡se olvidó de la tormenta! Y le dijo: “¿Eres tú Señor? Si eres tú el que camina sobre las aguas, manda que yo también camine sobre las aguas”. Jesús le dice: “¡Ven!” Y Pedro se bajó, pisó el agua, ¡y estaba firme!

Normalmente cuando hablamos con alguien le miramos a los ojos. Cuando Pedro se dirigió a Jesús, sus ojos miraban los de Jesús. ¡Pedro estaba mirando a Jesús! ¡El gran milagro que le había hecho olvidar la tormenta era que Jesús estaba caminando sobre las aguas! Así que pensó que él también podía caminar sobre el agua, en medio de la tormenta. Pero cuando bajó, vio el viento, vio la tormenta, dice la Biblia que Pedro temió, le vino miedo. ¡Lo que sientes te puede hundir! Pedro sacó la mirada de Jesús, la puso en la circunstancia y comenzó a temer. ¿Qué miran los cristianos cuando están atravesando alguna circunstancia?

Me enteré de una hermana que le han hecho varios análisis, y por el problema que tiene y la clase de análisis que le han hecho, se supone que puede tener cáncer. ¿Qué es lo primero que viene a la mente cuando recibe una respuesta como ésta? ¡Angustia y temor! Algunos cristianos cuando reciben esta clase de noticias ponen la mirada en el problema. También me encontré con un hermano que tiene muchos lunares en su cuerpo, y fue al médico quien vio entre todos los lunares, uno específico, y le dijo: “Esto no me gusta, y aunque sea benigno el lunar lo vamos a sacar para estudiar”. Para colmo, el resultado de los análisis que le hicieron, iba a demorar varios meses, así que este hermano está preocupado por saber si el lunar es benigno o maligno.

Normalmente nos volvemos temerosos y ansiosos y perdemos la fe, porque ponemos la mirada en la tormenta. “Pastor, yo se que Dios me ama, pero el médico me ha dicho que es cáncer”. O también ponemos la mirada en nuestros sentimientos: “Yo se que Dios me ama, ¡pero no lo siento!” ¿Qué sientes? ¡Me siento mal! ¡Siento que Dios no me ama! ¡Cuidado! ¡Lo que sientes te puede hundir! Me lo imagino a Pedro excitado; en un instante mira a Jesús y camina, pero en otro instante saca la mirada de Jesús, ¡y se ahoga! Un instante tiene gozo, alegría, esperanza porque puede caminar como Jesús, y hacer lo que El hace, ¡y en un instante saca la mirada y la pone en las circunstancias! En ese momento el temor entra a su vida, ¡y se hunde! ¡Yo no debo sentir lo que me enferma y lo que me hunde!

Un chico me dijo recientemente: “Pastor, siento ganas de volver al mundo y drogarme”. ¡Está siendo dominado por lo que siente! El ha estado muriéndose, durmiendo en la calle, pasando los inviernos fríos, sin ropa y sin comer, sin embargo siente algo que lo atrae hacia la muerte y hacia la maldición, y tiene miedo. En vez de tener fe, tiene temor. Si tú tienes temor, no puedes tener fe. “Pastor me han dicho que tengo una enfermedad terrible”. ¡Pero no tengas miedo! ¡Ten fe en Dios! “Pastor, tengo fe en Dios, pero tengo miedo”. ¡O tienes miedo, o tienes fe! El miedo echa fuera la fe y la fe echa fuera el miedo. ¡No pueden convivir! ¡No caminan en la misma dirección! La fe del creyente vence al mundo, vence las circunstancias, la fe del creyente le hace caminar sobre las aguas. Cuando Pedro temió, se hundió, y cuando Jesús lo sostiene, lo reprende y le dice: “¡Hombre de poca fe!” El temor le hizo bajar el nivel de fe. No se como funciona esto, pero en un instante Pedro tenía fe, y en otro instante perdió la fe. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Pelea la buena batalla de la fe” (1ª Timoteo 6:12). Satanás te quiere arrebatar la fe y usa circunstancias, personas que te hacen doler el corazón, situaciones de escasez, de enfermedad. Pero Jesús te dice hoy: “He aquí yo estoy con vosotros  todos los días hasta el fin del mundo.”

Que Dios te dé hoy, la virtud de reconocer que Jesús está contigo, que puedas ver a Jesús más que a las circunstancias. Cuando más miras las circunstancias, más te angustias, más te enfermas y más te hundes. ¡No mires más las circunstancias! ¡Ama a Jesús, mira a Jesús, y sírvele! Haz lo que debes hacer, no te enfermes.

Quizás te resistes a sacar tu mirada de tu angustia, de tu soledad, de tu tristeza, porque tu marido te dejó… ¡Deja de lado todas esas cosas, no vaya a ser que te enfermes! Encima que has vivido una circunstancia mala, ahora vas a recibir una enfermedad en tu cuerpo, por dejar habitar un sentimiento que te enferma y te mata. ¡Cristo tiene tarea para ti! ¡No dejes de hacer la tarea de Cristo, para rumiar tu angustia! No se qué tormenta estás atravesando, pero lo que entiendo a través de esta enseñanza es que la fe te lleva a vencer la tormenta, la fe te ayuda a mantener tu mirada en Jesús. Algunos me dicen: “Pastor, ¿cómo hago para tener fe? Al recibir este mensaje, ¿no te dan ganas de creer? ¿No te dan ganas que venga un mar embravecido para que pruebes vencerlo? ¡No te alejes de dela Palabrade Dios, no te alejes de la iglesia! ¡Que tu corazón no se aleje de Cristo y de tus hermanos! Sirve a Jesús, agradécele en cada circunstancia que atraviesas. ¡Jesús está contigo! El te ama, quiere librarte y quiere enseñarte a atravesar tus circunstancias mediante la fe.

En un instante Pedro estuvo feliz en medio de la tormenta. ¡Qué lástima que fue un instante! Fue el instante en que creyó. Si se prolonga ese instante en el tiempo, te mantiene en la paz de Dios, te mantiene en el gozo del Señor. En última instancia, mirar la tormenta es centrar tu atención en tus problemas. Dios no quiere que centres tu atención en tus problemas. Anhela que te acuerdes que tienes un Dios grande, poderoso y misericordioso. Al lado de ese problema tan grande que atraviesas, tienes un Dios más grande que ese problema. Es un pecado mirar el problema, cuando al lado hay un Dios tan grande y poderoso, un Dios que te lleva por sobre las aguas del mar embravecido. ¡Abre tu corazón y deja entrar la fe! El temor hace entrar en tu corazón la duda que batalla contra la fe.

Dice la Biblia que Pedro tuvo temor, e inmediatamente Jesús le dice: “¿Por qué dudaste? ¡Hombre de poca fe!” Vino el temor y junto con él, entró la duda. ¡El temor te hace dudar del poder de Dios! El temor te hace dudar de si Dios te ama y de si El lo hará o no. El que duda, no agrada a Dios, mas el que tiene fe, agrada a Dios.

Finalmente, tú decides lo que Dios hará. Si dudas, te hundirás en el mar embravecido, y si crees, Dios premiará tu fe y te sacará de allí. Cada tormenta que atravesamos en nuestra vida, es una prueba para conocernos a nosotros mismos. Dios te conoce, y sabe que ante la circunstancia te vas a espantar, el que no lo sabe eres tú. Es cuando viene la circunstancia y te espantas, donde te das cuenta lo débil que eres y qué poca fe tienes. “Señor, enséñame a mirar tus ojos, Señor muéstrame tu gloria, que yo pueda estar conciente que en cada instante de mi vida, tú estás conmigo todos los días. Los problemas están, pero tú estás también. Hay problemas, ¡pero está Jesús! Hay angustia y temor, ¡pero está Jesús! ¡Gloria a Dios!

Hay cristianos que le creen más al médico que a Dios. Le dije hace poco a una hermana: “No te hagas problema, vamos a orar y ese cáncer se irá”. “Ahhh pastor… pero cómo se ve que usted no está en mi pellejo”, me responde. ¿Yo tengo que estar en tu pellejo y vivir la circunstancia que vives, para poder hablarte de lo que te estoy hablando? ¡Te hablo lo que la Biblia dice! Y que yo también pueda oír bien lo que estoy predicando, porque si no, yo te lo predico a ti y luego me hundo cuando vienen las circunstancias sobre mi vida. O sea que hoy predico para ti y para mí. Tendemos a mirar nuestros problemas y nada más que nuestros problemas y no miramos Dios. Es más, nos concentramos tanto en nuestros problemas, que cuando alguien nos cuenta de sus problemas, nos parece que los de ellos son más chicos que los nuestros. ¡Y eso te maldice! La Biblia dice que para Dios no hay ni un solo problema difícil. He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” (Jeremías 32:26). ¡Ciertamente para Dios no hay nada difícil! El hace de las tinieblas luz, y de la luz tinieblas. Hace lo visible de lo invisible, de lo que no existe, El hace lo que existe, de lo que no se ve, El hace lo que se ve. Dios llama las cosas que no son, como si fuesen. ¡No hay nada difícil para Dios!

CONCLUSIÓN

Es hora de pedirle perdón a Dios. Piensa en el problema tan grande que tienes, ese problema que te desvela, que te mantiene en angustia, en soledad y depresión. Ese problema te mantiene en temor y te gasta muchas horas del día y de la noche. ¡Pídele perdón a Dios! Lo que sucede no es que el problema sea grande, porque para Dios no hay problemas grandes, lo que está pasando es que tienes la mirada puesta en tu tormenta. ¡Quita la mirada de tu tormenta! Pídele perdón a Dios y vendrá la fe de Dios sobre ti. Mirarás a Jesús y dirás: “Señor, manda que yo camine sobre las aguas, como tú caminas sobre las aguas”. ¡Las aguas que están para hundirte o para afligirte, te harán flotar!

Es momento que hagas una oración ahora mismo: “Señor, recibo esta palabra. Dios mío, estreméceme en mi corazón con tu palabra. Confieso que eres grande Jesús, ¡eres poderoso! Tú caminas sobre las aguas, y también mandas que yo camine sobre las aguas. Dios mío perdóname, porque hice mis circunstancias más grandes que mi Cristo. Ahora confieso que mi Cristo es más grande que mis circunstancias. ¡Gracias Señor! Recibo la fe, echo fuera el temor, echo fuera la impotencia y la angustia. Echo fuera la amargura y la duda. En el nombre de Jesús, ¡amen!

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