¡LEVÁNTATE Y RESPLANDECE! - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

¡LEVÁNTATE Y RESPLANDECE!

11 Oct 2001 --- Boundless beginnings --- Image by © Lester Lefkowitz/CORBISINTRODUCCION

Leemos en Isaías 60: 1 y 2: “1Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. 2Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”.

¡Levántate y resplandece! Parece ser que Dios le dijo estas palabras a una persona que estaba caída, sentada u oprimida, alguien que tampoco estaba alumbrando o que no tenía nada para dar. Sin embargo, Dios, que llama las cosas que no son como si fuesen, el Dios que hace de la nada, todo, el Dios de los imposibles, quien de las tinieblas hace la luz, así como en medio de las tinieblas dijo: “Haya luz”, a uno que está apagado, turbado, cansado, agobiado, impotente y débil, hoy le dice: “Levántate y resplandece porque ha venido tu luz”.

Yo le he pedido al Señor una palabra para ti hoy, por lo tanto, este mensaje no se me ocurrió a mí y te lo predico con fe, a ti que tienes el corazón abierto para recibir la palabra de Dios. La realidad es que el Señor siembra su semilla que es su palabra, pero ésta no siempre cae en buena tierra y si tu tierra es fértil entonces esta palabra dará fruto.

Señala la segunda parte de Isaías capítulo 1 versículo 1: “Y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Aquí el Señor habla en tiempo pasado, o sea que ya fue hecho. ¡Hoy te lo dice pero ya ha ocurrido! Aquel que cree, tiene la virtud de arrebatar la palabra de Dios, no es cuestión de pensar cómo se aplica esto en mi vida porque quien tiene fe, declara: “¡Esto es para mí, lo tomo!” La persona que tiene fe no necesita muchas explicaciones. Dios suelta su palabra: “Levántate y resplandece”, y aquel que no tiene nada para dar, que está en tinieblas, de pronto comienza a resplandecer, no porque lo entendió sino porque Dios lo dijo y la persona lo creyó.

Mucho más fuerte es lo que el Señor declara en Isaías 60:2: “2Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”.

Dios te dice que las personas verán en ti una luz especial, otros verán en tu vida la gloria de Dios, ¿por qué? ¡Porque Dios lo ha dicho! ¡No tienes que tratar de entender esto, tienes que creerlo! Te lo digo yo que me ha tocado estar en situaciones muy complejas, por lo que me costaba entender que la luz y la gloria de Dios estaban sobre mí. Estando casado y con dos hijas atravesé un periodo muy difícil en mi vida y un desierto muy grande. Un día alguien predicó acerca de este pasaje que te estoy compartiendo y créeme que nunca más me pude olvidar de Isaías 60 versículos 1 y 2. ¡Esta palabra quedó clavada en mi corazón! Cuando yo creía que no tenía nada, Dios me dijo: “Levántate y resplandece porque ha venido tu luz”. Tenemos que caminar sin tratar de entender el por qué, y creer en la palabra de Dios. También el Señor me dijo que en medio de las tinieblas haría luz, y yo debía creer o reventar.

MI TESTIMONIO

Con mi esposa y mis dos hijas nos ha tocado vivir tiempos de mucha escasez; faltaba trabajo y por ende no había dinero para comprar alimentos, ni siquiera la leche para nuestras hijas. En ese entonces buscábamos a Dios desesperadamente. Habíamos dejado San Juan nuestra tierra natal, para ir a vivir a Buenos Aires donde no conocíamos nada, tampoco encontrábamos una iglesia en donde poder afianzarnos por lo que anduvimos muchos meses, cada domingo visitando diferentes iglesias pero no lográbamos encontrar una salida a nuestra situación. Las cosas no habían resultado como esperábamos: Yo pensaba que si Dios me mandaba a Buenos Aires iba a explotar la ciudad pero resulta que quien explotó fui yo. Pero cuando salí de San Juan, el Señor me había dado un versículo que tomé para mí y no lo solté. Él me dijo como le dijo a Abraham: “Vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré”. Con el tiempo me fui dando cuanta que esa tierra se trataba de Uruguay. ¡La tierra de los cananeos que te comen crudo!

Estando en esa situación conflictiva escuchamos a un pastor predicar acerca de Isaías 60: “1Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”.

Yo no tenía idea en ese tiempo de que iba a ser pastor, ni se me había pasado por la mente. Tal vez a ti tampoco te ha venido a la cabeza la idea de que serás pastor o pastora. Aunque hay algunos que quieren serlo pero Dios no los ha llamado, en cambio hay quienes se rehúsan a ser pastor y tienen un llamado de Dios. Yo no quería serlo, tampoco me cabía en la cabeza, sin embargo me faltaba luz. Pero cuando la luz de Dios alumbra la vida de una persona, comienzan a sucederle cosas que no había entendido, pensado o planeado, como por ejemplo, en mi caso, la errática idea de que yo sería pastor. Cuando Dios es tu luz ya no te puede alumbrar tu entendimiento ni tu mente. ¡Dios mismo te alumbra! ¡Él alumbra tu camino y guía tus pasos!

Estando en Buenos Aires asistíamos a una iglesia donde no teníamos ningún cargo, no éramos coordinadores ni diáconos, ¡no éramos nada! Marta y yo nos sentíamos abrumados por tantas dificultades. Mi señora sabe lo qué es tener que agregarle agua a la mema de mis hijas porque no alcanzaba la leche. Estando en la iglesia se me acerca un diácono, alguien que era más que yo y me dice que necesitaba charlar conmigo. Yo andaba con hombros caídos y le pedía a Dios que no me miraran a la cara porque con la expresión desdichada que había en mi rostro no bendecía a nadie. Pero el diacono se sentó a hablar conmigo y me dijo: “Necesito que me cuentes cómo has logrado ese brillo que tienes en los ojos y esa paz que irradias”. Yo asombrado me pregunté qué estaba viendo este, porque yo me sentía una persona derrotada.

En San Juan yo era el organista de la iglesia, director del coro, diácono, tenía todos los cargos que se podía tener, pero en Buenos Aires no era nada ni nadie. Sin embargo en San Juan nadie me buscaba para pedirme consejo, pero en Buenos Aires, donde yo no era nada, se me aproxima un diácono y me pide que ore por él. Yo sin mediar otra palabra oré por esa persona. Por dentro me decía: “¡Yo no tengo nada y no sé qué le pasa a este!” y por fuera oraba: “Padre bendícelo, úngelo, llévate toda carga de opresión”. El hombre suspirando me dijo: “¡Gracias!” Yo lo miraba y pensaba: “¡Qué le habré dado yo!” ¡La palabra de Dios hace la obra en tu vida!

1Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Cuando la luz de Dios quiere entrar en tu vida no te pide permiso, la gracia de Dios está sobre ti, el encenderse esa luz, tú manifiestas algo que quizás ni te imaginas, claro que cuando sólo piensas en ti mismo  no puedes vislumbrarlo.

Recuerdo que estábamos alquilando un apartamento en Buenos Aires con el dinero que nos giraban de la propiedad que alquilábamos en San Juan, pero nos habían dejado de girar el dinero y se nos hacía difícil cumplir con el contrato. La mujer que nos había alquilado estaba muy angustiada porque antes de nosotros había tenido a unos evangélicos como inquilinos y le costó tres años sacarlos de su propiedad por los medios legales. Estos se habían ido sin pagar. La mujer nos dijo sollozando: “¿Ustedes también son evangelistas? ¡Me van a arruinar la vida!” Le aseguré que si le llegaba a deber tres meses consecutivos me iba y le dejaba la casa,  pero ella insistía en que no teníamos donde ir con nuestras hijas. Le dije que me iba de todas maneras, porque no iba a actuar como los otros inquilinos. ¡Ella creía que yo le estaba mintiendo! Hasta que llegó el día en que debíamos tres meses de renta y le dije a mi esposa que nos íbamos sí o sí. Le comunicamos a la señora que le entregaríamos la propiedad en tal fecha y para reducir la deuda le dejaríamos el apartamento pintado. Cuando nos fuimos de allí, nos ofrecieron un galpón para guardar nuestros muebles y los tuvimos allí creo que por dos años; cuando fuimos a sacarlos estaban todos podridos. Un amigo me preguntó a dónde nos iríamos y le respondí que no teníamos idea. Había unos hermanos que se fueron de vacaciones por quince días y nos dejaron su casa, pero al regresar ellos, nos teníamos que ir y no sabíamos a dónde, entonces un amigo nos ofreció su casa para vivir, yo me negué pero él insistió y entonces tuve que acceder. La señora de mi amigo estaba embarazada y tenía dos hijos más. En la casa habían dos dormitorios, ellos cuatro dormían en un dormitorio y en el otro estábamos, Marta, yo y nuestras dos hijas. ¡A los diez días la mujer nos preguntaba cuándo nos iríamos! Un día mi esposa llorando me dijo que nos teníamos que ir porque estábamos estorbando a esa gente. La mujer era fanática de la limpieza, era algo enfermiza. Recuerdo la primera vez que me duché en su casa; yo me bañé y salí del baño, al otro día la mujer me dijo: “Jorge, cuando te bañaste dejaste todos los azulejos chorreados”. ¡Yo jamás he secado los azulejos después de bañarme! Ella me llevó al baño y me explicó cómo hacerlo; además tenía unas plantitas en la bañera y me rezongó porque se las dejé llenas de jabón. ¡Yo me preguntaba para qué las tenía ahí! Entonces me dijo que cada vez que me iba a bañar debía quitar las plantitas y colocarlas en otro lugar, y cuando terminara de ducharme tenía que secar los azulejos y luego volver a colocar las plantitas en su lugar. ¡Eso tuvimos que vivir mi esposa, yo y mis dos hijas!

En ese tiempo me habían puesto de consejero en la iglesia, no era nada, sólo un hermanito que aconsejaba; no tenía la más pálida idea de que algún día sería pastor. Se me acerca una mujer y me dice: “Hermano, ¿usted puede orar por mí? Y comienza a contarme: “Me ha llegado un cedulón notificándome que me van a desalojar. ¡Estoy desesperada! ¡Dígame qué puedo hacer!” Por dentro decía: “¡Yo estoy desalojado!” Comencé a citarle textos bíblicos que yo conocía y le pregunté cuándo la iban desalojar a lo que ella me responde: “En tres meses me tengo que ir”. “Ay hermana, para Dios un día es como mil años y mil años como un día”, le dije. “¡Treinta días son unos treinta mil años, sesenta días, sesenta mil años y noventa días son noventa mil años. ¡Dios puede hacer muchas cosas de aquí a tres meses, no se haga ningún problema! Le vamos a dar la carga a Dios y no nos vamos a afanar. La Biblia dice que no debemos estar afanosos por nada y que nuestras peticiones deben ser conocidas delante de Dios y Él nos dará su paz que sobre pasa todo entendimiento”. Cuando terminé de orar por la mujer, suspiró y me dijo: ¡Gracias hermano, Dios lo bendiga! ¡Me voy tan bendecida!” Yo la miraba y pensaba: “¿Y yo?” ¡Yo estaba alumbrando! Hemos bendecido a muchas personas en la peor época de nuestras vidas. ¡Es que Dios es así! Su luz se mueve independientemente de las circunstancias que nosotros vivimos. Los ojos que tenemos ven muchos problemas, pero los ojos de la fe no hacen caso a lo que ven nuestros ojos físicos. Yo iba por la vida mirando con mis ojos naturales, problemas por aquí y por allá, y me preocupaba demasiado, al punto de afligirme, pero Dios que es mi luz, me alumbró. Así comenzamos a andar por la vida mirando un poco con los ojos naturales y otro poco con los de la fe. Y a medida que vamos creciendo y madurando, si es que lo hacemos, comenzamos a ver más con los ojos de la fe. Por ahí aparece ese demonio llamado suegra y uno dice: “Ya no me asustas. ¡Te veo tan linda!” ¡Comienzas a verla de otra manera! O surge algo que te causa temor pero ya no te afliges porque ahora ves con los ojos de la fe y declaras que ese problema no podrá contra ti porque Jehová es tu luz y tu salvación. Ya no importa cuales sean las circunstancias que estoy viviendo porque ahora sé que existo para alumbrar. ¡Existo para manifestar la gloria del Dios viviente!

DIOS HACE COSA NUEVA

Cuando yo llegué a Uruguay una de las cosas que dije que nunca iba a hacer por nada del mundo es un campamento juvenil, y ya vamos por el número dieciséis. ¿Por qué dije que nunca lo iba a hacer? Porque me recordaba cuando estaba en una iglesia en donde participábamos de campamentos. Cuando crecí, cuando me renové en el espíritu y maduré vi lo que hacíamos en esos momentos y me dije no, ¡nada de carnalidades! Entonces me propuse que no íbamos a realizar ningún campamento. Recuerdo que en un dormitorio dormían unas cuarenta chicas en una punta, y en la otra había una puerta. Agarramos a mi cuñado, el hermano de mi esposa y le contamos lo que queríamos hacerle a las chicas, eran como las dos de la madrugada y ellas estaban durmiendo. La idea era que él se subiera a la moto, que la arrancara, entonces nosotros le abriríamos la puerta de adelante y él tenía que entrar con la moto haciendo mucho ruido, enseguida le abriríamos la puerta de atrás para que saliera. Mi cuñado accedió, arrancó la moto mientras le abrimos la puerta delantera, entonces entró haciendo mucho ruido y las chicas comenzaron a gritar. Pero nosotros no le habíamos abierto la puerta de atrás y él gritaba: “¡Ábranme!” En tanto las chicas gritaban despavoridas. ¡Eso hacíamos en los campamentos! Mira si ahora yo iba a realizar campamentos para que me hagan cosas semejantes. Entonces dije no, campamentos no. Otra de las travesuras que hicimos fue tomar las gallinas de los vecinos y largarlas en el cuarto de las chicas. En el campamento había una especie de sótano bien oscuro lleno de arañas y otras clases de alimañas, entonces agarramos a uno y lo arrojamos a ese sótano oscuro de noche. El gritaba: “¡Abran desgraciados! ¡Sáquenme de aquí!” Nosotros trancamos la puerta y lo dejamos encerrado un buen rato. Cuando le abrimos, el muchacho salía insultándonos y mientras subía la escalera nos decía de todo, pero al llegar arriba le arrojamos un balde de agua y lo mandamos al sótano de nuevo. ¡Ahí se acordó de toda nuestra familia! Después de un rato abrimos de nuevo y salió casi que llorando; cuando llegó arriba le arrojamos harina que habíamos robado de la cocina. Te darás cuenta que yo tenía razones de más para no querer realizar campamentos porque pensaba que eran una carnalidad. Sin embargo Dios me llevó a realizar los campamentos Beraca que son de bendición para toda América Latina.

Si Dios dice: “Yo soy tu luz y mi gloria estará sobre ti”, ¡es Dios el que habla! Y no te traigo una palabra que se me ocurrió a mí, yo le pedí a Dios que te hablara y el Señor te dice hoy: “¡Levántate y resplandece! ¡No mires tu pasado! ¡No pongas tu mirada en tus problemas y necesidades!” ¡Mira a tu Dios que te dice: “La gloria de Jehová ha venido sobre ti”!

No sé qué sientes en estos momentos pero si estás deseoso de oír palabra de Dios verás que Dios te habla específicamente a ti.

Yo tenía un concepto de los campamentos basado en mi experiencia pero Dios tenía planes distintos, y quiero decirte que nunca antes, en los quince campamentos juveniles de Beraca he tenido tanta convicción como la tengo con este campamento número dieciséis. Tengo la gran convicción de que Dios hará cosas tremendas. ¡El Señor levantará una generación de jóvenes que van a bendecir Uruguay y el mundo! No hace falta entender esto, lo tienes que creer. Cuando la palabra de Dios viene, yo la recibo y la creo. ¡Cree y recibe esta palabra porque es para ti!

Cuando Dios se dispone alumbrar a través de ti, se supone que ha encontrado una puerta abierta a través de la fe y ya no necesita pedirte permiso para hacer lo que Él quiere hacer porque por la fe tú se lo has concedido. Por la fe lo has habilitado para hacer lo que Él quiere en tu vida. Por eso yo terminé siendo pastor. Cuando no lo creía, y mucho menos me lo imaginaba; cuando no entendía que a Dios se le ocurriría la errática idea de que yo fuera pastor, sin embargo a Él se le había ocurrido desde antes de la fundación del mundo. ¡El tonto que no entendía era yo! Ya no son importantes los argumentos ni los pensamientos porque los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos y sus caminos son más altos que nuestros caminos. ¡Ya no importan nuestros pensamientos, nuestros caminos y nuestros planes! Lo que importa es que le digas a Dios: “¿Qué quieres de mí? Muéstrame tu voluntad para que yo la haga”.

Si Dios va a hacer algo en tu vida no dependerá de tus estados de ánimo. Si Él te dice hoy: “Levántate y resplandece”, lo que te queda es levantarte con todas tus miserias y comenzar a resplandecer. Él es el Dios que de las tinieblas hace luz y de la luz tinieblas. “¡Ah que soy muy flaco!” ¡Dios usa a los flacos! “¡Pero soy muy gordo!” ¡Dios usa a los gordos! “¡Es que yo soy muy impulsivo!” ¡Dios también usa a los impulsivos! “¡Yo soy demasiado tranqui!” ¡Dios usa a los que son tranqui! ¡Tú tienes un lugar en los planes de Dios! ¡El Señor quiere hacer contigo cosas grandes! Quienes tienen miedo de que Dios haga cosas portentosas son el diablo y tú.

El capítulo 60 de Isaías tiene afirmaciones muy importantes. Cuando la Biblia señala: “La gloria del Señor ha nacido sobre ti…sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”, significa que ya no importa si el sol alumbra o no, porque ahora quien te alumbra es Dios. Yo que trabajo en Monte Beraca preparando el predio para celebrar los campamentos, cada mañana me levanto y me fijo si hay sol o está nublado, y como dice la canción: “aunque no lo veamos, el sol siempre está”.

Isaías 60: 19 dice: “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria”.¡Dios te está hablando! Si las circunstancias son buenas, no es que el sol está alumbrando, de lo contrario, si las circunstancias son adversas no es porque el sol no alumbra. ¡Quién te alumbra es Dios! ¡La gloria de Dios ha sido vista sobre ti y no importa cuál sea la circunstancia, tú has sido puesto por Dios para brillar! Ya no necesitarás nunca más del sol y de la luna; ya no te importarán las circunstancias que te rodean, porque sabes que Dios tomará esas circunstancias y la transformará en bendición para tu vida. ¡Dios lo hará! Tú sabes que las circunstancias difíciles de la vida van a resultar finalmente en bendición para ti y para los que te rodean.

“No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados” (Isaías 60: 20).

Tal vez pienses que he sacado esto de contexto o que esto fue una profecía para Israel en otra época, en tiempo escatológico. ¡Piensa lo que quieras! ¡Yo te digo que le he pedido a Dios que me dé una palabra y Él me la dio, y es para ti hoy! La palabra de Dios es viva y eficaz y es más poderosa que toda espalda de doble filo. ¡Si Dios te la dio la cumplirá como Él quiera! Si la crees comenzarán a suceder cosas en tu vida como ha sucedido conmigo, que de pronto, cuando no tenía nada de luz, entré a formar parte de una iglesia donde se convertían miles y miles de personas. Los planes que tenían era formar un coro y me eligieron a mí para dirigirlo; el coro tenía cuatrocientas voces. Cuando comencé a preguntarle a cada uno cuánto tiempo tenían en el evangelio, uno me respondió que tenía tres meses de creyente y otro no más de un año, casi todos eran nuevos creyentes, parecía más una iglesia que un coro. Después de cada ensayo venían a pedirme consejo y desde ahí comencé a crecer. En un momento, Dios me dijo: “¿Viste que yo te tenía reservado para que seas pastor? Tú no lo veías pero yo sí”. ¡Así funcionan las cosas con Dios! “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1ª Corintios 2:9)

Así vine a parar a Uruguay sin saber qué quería Dios conmigo. Fundé una iglesia sin entender por qué Dios me mandó a este país. Sería más lindo que Dios te dijera: “Te voy a mandar a una nación lejana”. Entonces yo podría exclamar: “¡Uh Dios me mandó a la India!” ¡No, me mandó a Uruguay, cruzando el charco! Si me hubieran dado a elegir para ser misionero, elegiría algo más llamativo, como un país lejano y desconocido para poder decir que cuando llegué no entendía lo que hablaban y contar ese tipo de testimonio. ¡Sólo a Dios se le pudo ocurrir mandarme a Uruguay! Y aquí estoy, dándote palabra de Dios. Aquí he escuchado de todo, por ejemplo cuando decían: “¿Qué le va a enseñar un argentino a un uruguayo?” No sé, preguntale a Dios. “¿Qué se creen los argentinos?” No sé, preguntale a Dios. ¡Yo no ha venido por mi cuenta! ¡Él me trajo! “¿No me gusta el que te trajo?” No sé, preguntale a Él.

¿Tú puedes decir que Dios te ha hablado directamente a ti? Tú necesitas la luz de Dios en tu vida y Él te ha dicho que te levantes y resplandezcas porque ha venido tu luz. Aunque no hayas visto la luz, has escuchado la palabra y cuando te levantes y comiences a alumbrar, te vas a dar cuenta que Dios realmente te habló.

El Señor hoy te quiere confirmar y quiere soplar su Espíritu sobre ti. ¡No importa lo complicado que sea lo que estás viviendo! No importa lo conflictiva que sea tu situación ni lo inexplicable de tu problema. ¡Dios quiere confirmar su palabra en ti! Dios te dice hoy que te levantes y resplandezcas porque ha venido tu luz. Dile: “Señor, yo confieso que tú eres mi luz. Confieso que tu gloria será vista sobre mí y que tienes preparadas cosas para mí que ni siquiera imagino pero si no doy el primer paso de fe que es creer la palabra que tú me has dado, no lo veré”.

Esto funciona si Dios envía su palabra posiblemente en circunstancias muy difíciles. David, en un momento le entregó su familia a unos amigos y les pidió que cuidaran de ella hasta que viera que iba a hacer Dios con él. Eso era porque David estaba siendo perseguido por Saúl. Dios nos ha mostrado a través de su palabra que esto funciona de esta manera; aun cuando tú no ves nada, el Señor sabe lo que está haciendo. El rey David formó un ejército a partir de un grupo de inservibles que se reunían y vivían con él en la cueva de Adulam. Se refugiaron en la cueva junto con David, como si él no tuviera suficiente carga, siendo perseguido por Saúl y su ejército. Señala la Biblia que los que se juntaron con David eran cuatrocientos endeudados, amargados y afligidos. Sin embargo, de ahí surgió el gran ejército de su conquista. Dice la Biblia que David no perdió ni siquiera una sola batalla. ¡No importa qué estás viviendo, lo que importa es, qué estás creyendo!

CONCLUSIÓN

Yo llegué en una etapa de mi vida, a estar tan turbado, de modo que le preguntaba a Dios: “¿Qué hago en Buenos Aires? ¿Para qué vine? ¿Por qué me vine? ¿Me equivoqué?” Quería entender qué era lo que estaba pasando conmigo y Dios estaba obrando a través de esa circunstancia.

En una oportunidad, mi hermano que trabajaba en una empresa de transporte de mudanza, me llamó por teléfono y me dijo: “El sábado, el camión va a Buenos Aires y vuelve vacío, así que si querés volverte a San Juan carga los muebles”. Yo comencé a preguntarle a Dios: “Señor, ¿me vuelvo a San Juan o me quedo acá? ¿Qué hago, Dios mío?” ¡No sabía que hacer! ¡Estaba turbado! Buscando en la palabra de Dios, leo un pasaje donde dice que a la hora de decidir quién sería el sucesor de Judas, echaron suerte entre tres nombres y la suerte cayó sobre Matías. Entonces le dije a Dios: “Si no me contestas hasta las doce de la noche, voy a echar suerte”. ¡Pero Dios no me habló nada! A las doce de la noche le dije a mi esposa que iba a arrojar al aire una moneda, si salía cara, nos quedábamos en Buenos Aires, y si salía cruz nos regresábamos a San Juan. Cuando lancé la moneda, salió cara. ¡Todo me salía mal! ¡Y yo me sentía tan ridículo arrojando una moneda al aire! Encima, cuando lo hice, dije: “En tu nombre, Jesús”. Esto no es para que lo hagas tú, ya que no es ninguna cuestión doctrinal ni teológica. Eso se hace sólo cuando comienza un partido de futbol. El asunto es que hice eso de arrojar la moneda y decidimos quedarnos en Buenos Aires, pero desde esa noche tuvimos paz. ¡Nunca más se me pasó por la mente volverme a San Juan! Las circunstancias no cambiaron al otro día sino que comenzaron a cambiar de a poquito, pero yo ya tenía la luz dentro de mi corazón. Yo sabía que Dios quería que me quedara en Buenos Aires, ahí Él me formó para después traerme a Uruguay.

Tú no sabes lo que Dios va a hacer pero, ¿sabes que Él te ha ordenado que te levantes y resplandezcas? ¿Sabes que el Señor es tu luz y tu salvación y que ya no dependerás más de tus circunstancias? ¿Te habló Dios? ¿Penetró la palabra como espada en tu alma? ¡El Espíritu Santo te tocará con su poder y la gloria de Dios comenzará a resplandecer sobre ti!

¡Levanta una generación de hijos tuyos que alumbren en medio de las tinieblas, Señor!

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