Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
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Leamos Eclesiastés 3:1-8: “1Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 2Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 3tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; 4tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; 5tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 6tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 7tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; 8tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz”. Hay un tiempo y un cómo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.
Eclesiastés 9:11 asimismo dice: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aún de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”.
Hay un tiempo, una hora, un momento, y un cómo hacer para todo lo que estás deseando conforme a la voluntad de Dios. ¡No te impacientes! Porque cuando crees una promesa a Dios, hay un tiempo de espera, donde será necesaria la paciencia y la perseverancia en aquello que Dios te marcó y te enseñó, y donde tampoco has de perder ni olvidarte de la palabra sino que has de guardarla y ponerla por obra.
Dios hoy te dice: “No sólo soy poderoso para hacerte una promesa sino que soy poderoso para cumplirla, porque no hay nada imposible para mí”, aunque hay tiempo de aflicción, de angustia, y de persecución por causa de la palabra que recibiste. “Vuelve a retomar la promesa que te di y quita los espinos, los cardos, los afanes, las ansiedades y los temores. Vuelve a tomar mis promesas”. ¡Dios hoy te da una nueva oportunidad! Regresa a los textos que has marcado y subrayado cuando Dios te habló y vuelve a perseverar en oración; es necesario que ores siempre sin desmayar hasta que venga Dios con su recompensa para tu vida. Para todo lo que tu quieres, conforme a la voluntad de Dios, hay un tiempo y hay un cómo hacerlo. Hay un tiempo para recibir el cumplimiento de la promesa, y hay un tiempo en que has de actuar para el cumplimiento de esa promesa. Pero hay tiempos que son marcados por Dios para nuestras vidas; dice la Biblia: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación…” (Hechos 17: 26). El lugar donde vives es algo que tu no determinaste, sino Dios; tu vives en Uruguay porque Dios lo ha fijado. Hay un tiempo de Dios también, no sólo para lo que tu quieres, sino para lo que él quiere de ti y en ti. Y debes tener cuidado de no caminar fuera del tiempo de Dios para tu vida porque si pretendes hacer cosas en el tiempo que no es el de Dios, gastarás tiempo, dinero, energías y vida, y las cosas no te saldrán, o saldrán torcidas; no es lo mismo que el niño nazca a los 9 meses que a los 7 meses. Si tu estás edificando, gastando dinero, esforzándote no en el tiempo de Dios, estarás edificando sin Dios, pero si donde Él está edificando, tu te anexas y comienzas a pasarle la mezcla y demás materiales, tu vida dará un vuelco, porque “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan lo que la edifican” (Salmo 127:1). ¡No pierdas el tiempo de Dios en tu vida! Cree sus promesas, y asegúrate de hacer lo que conviene en este tiempo y asimismo ten paciencia en este tiempo porque grande es la bondad de Dios para aquellos que esperan en el y le temen hasta que él actúe. No te adelantes, no te pongas ansioso ni tampoco te turbes porque Jehová reina y está en el control y si él está en control, tu también. A Dios no se le ha escapado el control, di como el salmista: “En tu mano están mis tiempos…” (Salmo 31:15). ¿Te casaste en el tiempo que no era de Dios? ¿Tuviste hijos fuera de tiempo? Hay un tiempo para lo que deseas y quieres. Quizás tuviste un tiempo para estudiar y no lo aprovechaste, sino que anduviste de juerga por allí, pasó el tiempo y aún hoy deseas que regrese ese tiempo. Ese tiempo no volverá, no obstante, hoy Dios te da una oportunidad.
Ocurren dos problemas cuando no se conoce el tiempo de Dios: Primero, se gasta vida y tiempo en donde Dios no está trabajando; puede que el tiempo se emplee en cosas buenas, pero la persona no tiene la bendición de Dios porque no está en su tiempo correcto, pero el sabio sabe vivir el tiempo. Jesús le dijo a los fariseos de su época: “…¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”(Mateo 16:2) Hay señales del tiempo de Dios y según ellas pondré mis fuerzas, mi salud, mi dinero, mis años, todo lo mejor de mí para aprovechar ese tiempo, porque será el mejor tiempo invertido y el que me reditúe más.
Papá, si tus hijos se están criando, aprovecha el tiempo que estás con ellos, porque tiempo vendrá, en que desearás estar con ellos, pero estarán en otro lugar; mamá aprovecha el tiempo que se te es dado para estar con tus hijos… ¡Aprovecha tu tiempo!
Lo segundo que ocurre cuando no se conoce el tiempo de Dios para nuestras vidas, es que gastaremos energías en lo que realmente es, de modo que no estamos aprovechando bien el tiempo; ese tiempo pasará y después cuando lo añoremos, no lo tendremos. Ya no volverás a tener 15 años, 20 años, 35 años… todo tiene su tiempo, y el sabio, el que está en comunión íntima con Dios, entiende los tiempos. Quizás tuviste un tiempo para prosperar pero gastaste el dinero en lo que no aprovechó; José tuvo un tiempo para prosperar pero no malgastó el dinero sino que lo almacenó y cuando vino el tiempo de la escasez, tuvo de donde echar mano, por eso no pecas si ahorras y si atesoras donde el ladrón no hurta ni donde el orín corrompe, por eso no pecas cuando siembras en la obra de Dios porque en el tiempo de la necesidad tendrás fruto en tu cuenta. Habrá un tiempo en que coseches más, pero no disipes tu semilla, haz tesoros y siembra con sabiduría. Hoy el Señor te dice: “Para este año, discierne el tiempo y trabaja conmigo porque no te seguiré a los trabajos que tu tienes, estoy atareado en lo mío, mas bien sígueme tu y trabaja tú conmigo”. Porque una cosa es trabajar con Dios y otra muy distinta es hacerlo sin él. No sabemos los tiempos porque no entendemos las señales, ni estamos en comunión con Dios, estamos distraídos; hemos sido capacitados con dones y talentos y creemos que por eso podemos hacer lo que queremos, sin embargo, ¡estamos capacitados para hacer lo que Dios quiere! Dios te da el balde, la cuchara, cal y arena y te vas a edificar a un lugar, en tanto que Dios va para otro lado, y tu don, tu talento, tus fuerzas y tu juventud se desperdiciaron en lo que no era… pero esta palabra no es para desanimarte porque el Señor te dice: “Todavía no has pasado todos tus tiempos y aún es tiempo para volverte a mí y entablar comunión conmigo, aún es tiempo de una nueva oportunidad, aún es tiempo de que te encamines, aun es tiempo de avanzar y de lograr sueños”. Si ya no hubiera oportunidad, es porque estarías en su presencia, pero si vives, ¡es porque Dios aún tiene planes contigo, es porque todavía hay esperanza para ti!
Hay un tiempo para que te arrepientas, no pierdas la oportunidad; hay gente que tuvo tiempo para arrepentirse cuando era pequeño pero no entendieron las señales de Dios y gastaron su tiempo en otra cosa y hoy están añorando volver a ese tiempo pero el Señor dice: “Tu vida hoy es el resultado de tus decisiones”. ¡Pero hay un tiempo aun que no puedes desperdiciar! No mires el pasado ni te lamentes, Dios puede restaurar lo que pasó, quizás no logres todo lo que Dios tenía planificado en su momento para ti pero también es cierto que si hoy tomas la actitud correcta dejarás de perder lo que Dios tiene hoy para ti.
El tiempo del hombre es el cronos, el que medimos con lunas y con soles: Meses, semanas, años, pero el tiempo de Dios, el que él ha prefijado a los hombres, no tiene que ver con semanas, dijo Jesús que tiene que ver con “tiempos y sazones”; para algunos, el tiempo de ser pastor, fue a los 30 años, y cuando llegaron a los 30 años fueron pastores, pero no porque cumplieron 30 años, sino porque llegaron al tiempo, a la sazón de Dios, pero si esa persona estuviera en madurez y en sazón y hubiese crecido conforme al plan de Dios, por ejemplo a los 28 o 25 años, a esa edad hubiese sido pastor. Tu tiempo no ha llegado no porque no tengas edad; para entrar en el tiempo de Dios, hay cosas que debo hacer hoy, y esas cosas van a sazonarme y me llevarán a crecer, a madurar y a entrar en el tiempo de Dios; hay cosas que puedo hacer hoy, de tal manera que por hacerlas en todo tiempo, puedo llegar al kairos, al tiempo de Dios, y puedo tener fruto abundante. ¿Qué cosas puedo hacer hoy que puedan prepararme para llegar al tiempo de Dios? Primero: “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Eclesiastés 9:8). No toleres pecados conscientes, que nunca te falte la unción. ¡Hoy es necesario que renuncies al pecado y camines en santidad. Segundo: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca” (Salmo 34:1). Hay algo que tú puedes hacer: Bendecir a Dios, aunque te falte el trabajo, aunque estés en angustia; no le atribuiré a Dios despropósito alguno en lo que me sucede, ¡Él cumplirá su propósito en mi! Tercero: Hablando del justo, el Salmo 37:26 dice: “En todo tiempo tiene misericordia, y presta”. Es tiempo que perdones, que le des algo a quien no merece, es tiempo que vuelvas a dar otra oportunidad a quien te ha golpeado, es tiempo de tener misericordia, y extender la mano a quien una vez se levantó contra tí, es tiempo que ames, la misericordia es una manifestación del amor. Cuarto: Dice el Salmo 62:8: “Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio”. Es tiempo de no desesperar, de no estar ansioso, de no comerme las uñas, de no adelantarse al plan de Dios; Abraham no esperó el tiempo de Dios sino que se adelantó y erró el tiempo, y, hasta hoy, al ver las noticias mundiales, somos testigos del error de Abraham. No te adelantes, espera en Dios, cuando viene su tiempo, comienzan a aparecer señales; mirarás al cielo y verás una estrella como señal, como ocurrió con los reyes magos que avistaron la estrella de Belén como señal de que había nacido el Salvador; mirarás aquí y allí, y las cosas comenzarán a suceder, Dios te dirá: “Tuya Héctor, es tu tiempo”. Aún Jesús no se apresuró en su tiempo. Dice la Biblia que cuando escuchó que Juan el Bautista fue encarcelado, recién comenzó su ministerio. El no anduvo fuera de tiempo, estuvo un tiempo en la tierra y lo aprovechó y ejemplo nos dio para seguir sus pisadas. El rey David se rodeó de los hijos de Isacar, entendidos en los tiempos; la gente que sabe hacer en el tiempo correcto es líder, y es gente digna de seguir.
Sazónate hoy y prepárate para el tiempo de Dios, ¿quieres entrar en tiempo de cosecha? ¡Siembra hoy! Siembra una sonrisa y cosecharás sonrisas, siembra honra y cosecharás honra, siembra buenos modales y cosecharás buenos modales, Gálatas 6:9 nos dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. ¡No desmayes! ¡No te canses! Vuélvete de tu mal camino; si dices medias verdades, no lo hagas más. Provoca el tiempo que se viene haciendo lo correcto en este momento porque todo lo que tu quieres y deseas de parte de Dios tiene su hora y su momento; no es de los ligeros la carrera ni de los fuertes la guerra ni de los sabios el pan, ni de los elocuentes alcanzar el favor, sino de aquellos que distinguen el tiempo de Dios, actúan y aprovechan la oportunidad, porque tiempo y oportunidad nos ocurren a todos. ¡Aprovecha bien el tiempo y no lo malgastes! ¡Vuelve a entrar otra vez en la sazón de Dios! Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:
“Padre querido, sé que neciamente he perdido la hora y el tiempo de Dios, por no discernir las señales, por no entender ni comprender tu voluntad; hoy me propongo ser sabio y discernir los tiempos como los hijos de Isacar que sabían lo que tenían que hacer y lo que el pueblo de Dios debía hacer. Me someto a ti, quiero trabajar contigo, quiero ser tu colaborador y edificar donde tu edificas, caminar donde tu caminas. Me aferro a esta palabra y vuelvo a tomar el arado y hacer el surco. Perdóname, límpiame y lávame. Te recibo como el Señor y el dueño de mi vida, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: