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Montevideo
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Hoy vamos a meditar acerca de los principios básicos a seguir para alcanzar la prosperidad. ¿Necesitas prosperar? Todos lo anhelamos y también Dios quiere prosperarnos pero a él le sucede lo que a nosotros los padres con nuestros hijos, cuando le damos cosas que luego las rompen, las desperdician o no las usan bien, optamos por darles menos o no facilitarles nada. Al darles dinero, lo hacemos con un propósito, que aprendan a administrarse. Si te piden para comprar diez kilos de caramelos, les dices que no, que el dinero que les has dado no es para eso, pero como tienen en sus manos gran cantidad de dinero, compran lo que quieren y no lo que tú crees conveniente y necesario, de modo que optas por comprarles tú mismo los caramelos. Puede ser que el niño diga “gracias papá”, o que zapatee, grite, llore, te insulte… De modo que a medida que crecen y maduran, les vamos dando que manejen más dinero, conforme van creciendo en la gracia de administrar. Igualmente, Dios nos exige mucho en el área de administración; hay un significativo número de parábolas y enseñanzas enla Bibliaque ponen de manifiesto que Dios está esperando que seamos buenos administradores de lo que tenemos. Y tanto es así que si no administramos bien lo que él nos da, afirma su palabra que Él nos lo quitará para entregárselo a otra persona que sí administre bien.
Jesús nos enseñó ese principio a través de la parábola de los talentos. Dios le había dado cierta cantidad de talentos a tres personas; a cada uno le dio conforme a su habilidad y capacidad: A uno le dio cinco, a otro le dio tres, y a otro uno. Este último guardó el talento y no hizo nada, de modo que cuando vino el Señor le dijo, “aquí está el talento que me diste”. Era una buena persona, no se robó el talento pero el Señor le dijo: “¿Qué has hecho con el talento que te di?” “¡Lo guardé!” “¿Cómo que lo guardaste? Te lo di para que lo administraras”. “Tenía miedo de fallarte; se que tu eres un hombre muy exigente…” ¡Nuestro Dios es exigente! El te ha dado ojos y quiere que los administres bien, te ha dado manos y quiere que las administres bien, te ha dado pies, te ha dado sexo, te ha dado una familia, y quiere que los administres bien. ¡Tenemos un Dios que exige buena administración! También quiere que seas un buen administrador de tu tiempo, de tus relaciones familiares, y aún que seas un buen administrador para con las personas extrañas. La Bibliaafirma: “Ganad amigos por medio de las riquezas injustas” (Lucas 16:9). Dios quiere que seamos buenos administradores de las amistades. ¿Qué es ser buen administrador? Es planificación, organización, dirección y control; implica ejercer una autoridad planificada para el logro de objetivos estudiados. Dios me hizo pastor y me exige una buena administración de cómo uso el tiempo, de los pastores que tengo, y si no administro bien, la iglesia no avanza. Muchos dicen: “Si está el espíritu, todo marcha sobre ruedas”… No es tan así, existe enla Biblia un don de administración, ¡que es un don espiritual!
Volvamos a la pregunta del principio: ¿Quieres prosperar? Creo que todos queremos prosperar y Dios también lo anhela pero Él está esperando determinadas actitudes para prosperarnos. Él tiene planes con nuestra prosperidad por tanto, es de interés de su reino que seamos prosperados; ella es acorde a sus planes y propósitos para con el planeta tierra y le viene bien a sus negocios. Si tu motivación para prosperar no coincide con la de Dios, a Él no le interesa invertir en ti. Hay gente que dice: “Yo soy cristiano y como tal, no pretendo gran cosa… sólo quiero tener una heladerita, una cocinita, una camita, y una casita de baldosas, de las más baratas… ¡no soy una persona pretenciosa! Quiero tener un perro en el fondo, soy una persona sencilla, soy un uruguayo…” ¿Qué opinión te merece una persona así? ¡Es un egoísta! ¿Pensó en alguien? ¿Pensó en el reino de Dios? La persona se cree buena porque no es pretenciosa para con ella, pero todo lo que quiere es para sí misma, no está en concordancia con los planes de Dios. El no prosperará a una persona así. Jesús dijo “…en los negocios de mi padre me conviene estar…” La prosperidad es parte del proyecto para su reino, por tanto, nuestra prosperidad le interesa a Dios. El prosperará motivaciones santas, no egoístas. A veces pareciera que tú eres humilde cuando en realidad eres un tremendo egoísta, centrado en ti mismo y no en lo que Dios quiere.
Hoy estudiaremos tres principios fundamentales para prosperar. El primero de ellos está en Gálatas 6:7: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Cosechamos el mismo género de semilla que sembramos, y esto es un principio que está en Génesis, el primer libro dela Biblia. La teoría de la evolución no es verdad y no funciona porque Dios dijo que todo se iba a reproducir según su especie o género; es necesario que entienda que todo lo que siembre, voy a cosechar: Si siembro arroz, es ridículo que diga: “¡Oh Dios mío, he sembrado arroz pero voy a orar y ayunar porque quiero que me des una cosecha de trigo… el precio del trigo subió… oh Dios mío, transforma mi arroz en trigo, ¡cambia mi semilla de arroz en trigo!” ¡Es imposible! No podemos pedirle a Dios que haga cosas que vayan en contra de sus propósitos y de su voluntad. El ha establecido que las semillas de pino, den pinos, y así, cada especie da solamente semillas de su especie. Es importante saber que este principio se aplica a todas las áreas de la vida. Hay millones de cristianos que cuando están en necesidad económica hacen largas oraciones, diciendo: “Dios mío bendíceme, prospérame para que pueda pagar esta deuda”. Otros, cuando tienen serios problemas económicos viajan, para ver si encuentran trabajo en otro país. Pero Dios no necesita que te cambies de lugar para prosperarte, ¡No es lo que Dios quiere que hagas!
Tenemos que entender que la prosperidad es el resultado de una siembra. Los grandes empresarios, lo son en función de lo que arriesgan en sus inversiones; hay un dicho que dice ’’el dinero llama al dinero’’, es decir, los empresarios más arriesgados son los que más han prosperado. Y tampoco es suficiente ser arriesgado, hay que ser un buen administrador, hay que tener fe e intuición, para saber donde poner el dinero. Un empleado que sólo espera el sueldo y se lo come, y nunca ahorra ni invierte en nada, no puede prosperar, puede pasarse toda la vida orando hasta que se muera, pero no va a prosperar, porque prosperidad no es aumento en el sueldo, nunca nadie se hizo rico trabajando de empleado, sino que tuvo que dejar su empleo, renunciando así a su ingreso, para volverse una persona arriesgada, que invierte. Solamente quien invierte tiene posibilidades, por el riesgo que corre, de prosperar, y cuando estoy hablando de invertir, me refiero a sembrar. Implica decir: “pongo este dinero en este proyecto, porque creo que me va a redituar”, pero otros seguramente mirarán el proyecto y dirán: “¡Yo no metería mi dinero ahí!”
Prosperidad es mucho más que trabajar, prosperidad es que te ingresen riquezas multiplicadas muy por encima de la capacidad de tus manos, por eso hay personas que ganan diez mil o cien mil dólares diarios, no lo hacen por su capacidad de trabajo sino por su capacidad de siembra, de inversión, y, ¿qué invierten ellos? ¡Dinero! Estos principios de prosperidad pueden ser entendidos aún por un niño. Si le preguntas a un niño, después de una enseñanza sencilla como la que acabo de hacer, qué es necesario invertir para ganar dinero, te contestará: ¡Dinero! Y eso concuerda con la palabra de Dios; un cristiano que ora para prosperar y nunca arriesga nada, que no espere prosperar. ¿Sabes lo que hizo el mal administrador de la parábola que enseñó Jesús? ¡No invirtió el talento! La primera pregunta que tienes que hacerte es: ¿Qué invierto para prosperar? Si no inviertes, no esperes ser próspero; no puedes pedirle a Dios que te prospere si no estás dispuesto a invertir, y esto es una ley que la ha establecido Él, que cada uno administre conforme a lo que ha recibido de parte de Dios. Tú dirás: ¡No tengo mucho para invertir! Pero Dios te va prosperar en función a la inversión que hagas, y conforme a lo que tienes.
La primera ley de prosperidad, es la ley del género, es decir, cosechamos de acuerdo al género de semillas que sembramos. No es invirtiendo manos y pies, ni más tiempo, no es trabajando mucho que vas a prosperar. Hay quienes dicen: “Yo trabajo ocho horas diarias, entonces, voy a trabajar diez horas diarias para prosperar…” y prospera pero muy poco. Para ganar dinero no hay que invertir tiempo sino dinero, recuerda: Si quieres cosechar maíz, siembra maíz. Esta misma ley del género la podemos ver en Mateo 7:12: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. ¡Se aplica en todos los aspectos de la vida! Como tu quieres que te hagan, haz tú con ellos; en otras palabras, si estás necesitando amigos, sé amigo, si estás esperando misericordia, sé misericordioso. El que dice “no tengo” se condena a si mismo a no prosperar; mientras más amor siembres, se multiplicarán los que te amen, se correrá la voz que eres una persona amorosa y muchos querrán acercarse a ti.
De modo que no tengo que orar por prosperidad si no estoy dispuesto a sembrar; si quiero dinero, tengo que sembrar dinero. La pregunta es: ¿Qué estás haciendo con tu dinero? Si vas a tratar con Dios debes saber que no puedes pedirle una gran cosecha de dinero si no haces una buena inversión de dinero en el reino de los cielos. ¿Qué implica sembrar en el reino de los cielos? ¡Invertir en los negocios de Dios! Entonces Dios te reditúa por la inversión que haces en sus negocios. Cuando pretendes ahorrar en un banco, te dan intereses de acuerdo al monto que inviertes; te aseguro que si vas con un millón de dólares, te harán pasar para hablar directamente con el gerente, te darán un café y prometerán darte el mejor interés. Mientras más inviertes, más rédito tienes; del mismo modo, tienes que hacer tus planes de siembra en el reino de los cielos y éstos no deben ser egoístas. “Le estoy pidiendo a Dios que me dé una casita, un empleo, un autito…”, pero todo eso no es de interés del reino de los cielos, esas son las añadiduras del reino y Dios está esperando que tu inversión tenga propósitos elevados, que tenga que ver con sus planes. ¡Entonces sí, Dios tendrá interés en prosperarte!
Los bancos tienen distintos planes de préstamos; existen bancos que se especializan en dar créditos a la producción agropecuaria, otros, tienen créditos hipotecarios, y tienes que ir a ellos cuando quieres comprar una casa; todos los bancos tiene planes específicos para promover determinado tipo de actividad económica. Con Dios, sucede lo mismo, Él tiene planes con Uruguay y con Montevideo. Si te acercas a Dios porque quieres una prosperidad que tenga que ver con sus planes, a Él le interesa tu prosperidad, no puedes pedirle prosperidad para planes propios, Él no respalda el egoísmo. Recuerda que no vas a prosperar trabajando más sino sabiendo hacer una buena inversión y una buena administración de tu dinero. Si quieres trato con Dios, haz pacto con Él y asegúrate que tus planes le interesan. ¡Haz planes de inversión en el reino de los cielos!
Igualmente tienes que pensar en una inversión y en una cosecha que se corresponda a tu siembra. Imagínate un cristiano que tiene cien hectáreas y comienza a pedirle a Dios que lo prospere y ora diciendo: “¡Señor, dame una gran cosecha de arroz!” Imagínate que nunca planta nada, pero lleva una vida de ayuno y de oración, y clama: “Señor, hasta que no me des una gran cosecha de arroz no voy a probar bocado” ¿Qué sucederá? ¡Se morirá de hambre! Porque la cosecha no va a venir porque ore sino porque siembre lo que quiere cosechar. ¡Conforme a tu siembra será tu cosecha! Dios puede prosperar lo que tú haces, no lo que tú no haces. Si siembras arroz, puedes orar diciendo: “Señor, cuida de plagas la plantación, que no llueva tanto, aleja los vientos…” Yo puedo orar sólo conforme a la inversión que he hecho. Esta es la ley del género.
El segundo principio de prosperidad es la ley de la cantidad. Hace ya cierto tiempo que estoy comiendo ajo porque tengo baja la presión y como justo tenía un diente de ajo lo planté en una pequeña maceta; también estoy haciendo planes para venir con un camión con acoplado para la cosecha. ¿Qué opinas de este razonamiento? Que es una locura. ¡No esperes cosechar mucho si siembras poco! 2ª Corintios 9:6 afirma: “…El que siembra escasamente, también segará escasamente…” Generoso no es el que tiene mucho, sino el que da mucho en proporción a lo que tiene; el que tiene poco y da el cincuenta por ciento de lo que tiene, ha dado una gran cantidad desde el punto de vista de Dios, y el que tiene mucho y da el diez por ciento, ha invertido poco desde el punto de vista de Dios. La ley de la cantidad afirma que la siembra es proporcional a la cosecha. Por tanto, no puedo orar para que Dios me dé una cosecha de cien hectáreas si sólo he plantado un ajo en una macetita. Igualmente, cuando se invierte mucho, también es necesario prepararse con mucha expectativa para la cosecha, es más, se puede arruinar nuestra prosperidad si hemos invertido mucho pero no nos hemos provisto para la gran cosecha. Imagínate que haya sembrado mil hectáreas de arroz y pretenda comprar unas cuantas guadañas para levantar la cosecha. ¡La siembra y la cosecha guardan relación con la capacidad de administración! Si tú no estás dispuesto a ser un buen administrador en vano es que trabajes e inviertas mucho. 2ª Corintios 9:10 afirma: “Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia”, luego de haber dicho previamente: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2ª Corintios 9:6). Dios quiere darte para que puedas abundar en las obras que a Él le agradan. Esa es la voluntad de Dios, y ¡quiere verte próspero y saciado! Quiere que tengas lo suficiente para todo lo que necesitas y un poco más para abundar en toda buena obra. Si tú quieres sólo para tus planes, Él te dice: “No te doy”, pero si le dices: “Dios, quiero que me des para ayudar los que no tienen”, él te dará. Presta atención a lo que leímos: “…aumentará los frutos de vuestra justicia”. Si doy para que Dios me dé, eso no es un acto de justicia… ¿Qué es un acto de justicia? Es acordarse de los que se van al infierno, de los pobres, de los que están en las cárceles, de los que están enfermos; tiene que ver con aquellas cosas que Dios quiere arreglar en esta tierra, Él quiere que a los pobres se les predique el evangelio, que los enfermos sean visitados, si hacemos eso, aumentará y multiplicará nuestros frutos. Una ofrenda también es un acto de justicia para Dios, no es una dádiva para que me vaya bien sino una inversión de sumo interés de Dios. Si tu inversión no es un acto de justicia, a Dios no le interesa, tu siembra debe ser un acto de justicia, en otras palabras, en tu ofrenda, debe estar incluido el anhelo de salvación, arrepentimiento y sanidad de tu prójimo.
La tercera ley de prosperidad es la ley de la espera. Si quieres una gran cosecha, ven a la reunión de la mañana, ofrenda y luego cosecharás en la reunión de la tarde. ¿Correcto? ¡No! Hay quienes están desesperados porque han diezmado pero Dios aún no ha respondido, pero la ley de la espera expresa que entre la siembra y la cosecha hay un tiempo. En el caso del ajo, deben pasar cuatros meses desde que se sembró la semilla en la tierra… cuatro meses que implican cuidarlo que no se pudra, que no se apeste, etc. De modo que es necesario sembrar y perseverar en cuidar la siembra realizada. Asimismo, la espera tiene que ver con la fe. Cuando uno hace una inversión en el reino de los cielos, la fe es probada; es muy fácil orar diciendo: “Dios mío, toca mi ciudad, para ti no hay nada imposible”. La Bibliaenseña que la fe sin obras es muerta; cuado oras por algo se espera que inviertas en obras sobre aquello que estás orando. ¿Cómo me muestras que tienes fe? ¡Por tus obras! Esta ley tiene que ver con el lapso de tiempo existente entre la siembra y la cosecha. Hay muchos que diezman u ofrendan y se desalientan, y no hacen nada. Pero la Bibliadice: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). En San Juan, Argentina, es necesario regar la siembra que se ha hecho. Si por ejemplo planto cien hectáreas de ajo, y después desmayo, no estoy seguro que Dios me ha de dar una gran cosecha, me entra la duda, la incredulidad y por tanto dejo de regar, ¡los ajos se secan todos! Tus obras hablan de tu fe. ¿Qué estoy dispuesto a invertir para ver mi oración contestada? Si no estás dispuesto a hacer algo te vas a morir orando. ¡Es necesario poner las manos en el arado!
Dios tiene interés en una gran cosecha de almas en tu país, la pregunta es ¿te interesa? Es necesario que hoy le pidas a Dios que cambie las motivaciones de tu corazón. Si tus planes coinciden con los de Dios, entonces, Él está interesado en prosperarte. El hará su parte, si tú haces la tuya.
¡Dios quiere bendecirte y prosperarte! La prosperidad no es algo que viene así nomás, se requiere empeño, dedicación, devoción, amor. Dios mira tus ofrendas como actos de justicia, y si planificas e inviertes en el reino de los cielos, tendrás una cosecha conforme a tu inversión. Anhelo que Dios toque a la iglesia y levante empresarios conforme a su corazón. ¡El tiene planes de salvación para tu país! Si quieres ser uno de ellos, haz esta oración ahora mismo:
“Señor querido, dame un corazón para prosperar, y mira que no es por mi sino para tu reino. Dios, dame un corazón conforme a tus planes. Te pido perdón por mis pocos ingresos que te avergüenzan; no soy capaz de extender el reino por causa de mi escasez, pero hoy te pido que me des un corazón conforme al tuyo, que me interesen tus planes y sienta pasión por ellos. ¡Quiero honrarte y bendecirte! Quiero que mis diezmos y ofrendas realmente te honren. ¡Quiero que sepas cuánto te amo! No quiero darte descuidadamente, voy a ser un plan de inversión, un plan de siembra, y no voy a desmayar, sino que voy a sembrar y esperaré la cosecha. Quiero que cuando llegue al cielo, digas de mí: “buen siervo, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. ¡Enséñame el camino de la prosperidad! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: