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Dios siempre quiere bendecirte, aún en el castigo; Él lo quiere hacer, y aún cuando te azota quiere bendecirte.
He conversado recientemente con un matrimonio; el esposo armó tremendo lío en uno de nuestros centros comunitarios por lo que lo mandamos a otro hogar, y esto les cayó mal y fue muy duro para ellos. Nos recriminaron que, ¿cómo íbamos a separar un matrimonio? Ellos tienen dos hijitas y consideraron que era muy duro el castigo. Yo, que había dado la orden, estaba tranquilo porque sabía que era un azote bien dado y valía la pena. Después de dos meses, el Señor nos mostró que la esposa debía irse al centro comunitario, donde se encontraba su marido ahora, y también nos mostró que los iba a levantar y a bendecir mucho. Entonces, ellos se dieron cuenta que valió la pena la disciplina; y dice la Biblia que Dios azota y castiga a todo el que recibe por hijo, y lo hace como un padre que ama. Ninguna disciplina o castigo es para hundirnos, sino para enderezarnos y bendecirnos. Dios es así y Él todo lo puede.
Si tú estás siendo azotado o castigado por Dios, no es para maldición sino para bendición. Si soportas la disciplina, entonces, Dios te trata como a hijo. Y dice la palabra de Dios: ¿Qué hijo hay a quien su padre no discipline? Nuestros padres nos disciplinaron por un tiempo, de acuerdo a lo que a ellos les parecía, y nosotros los honramos por habernos castigado, pero Dios, para lo que nos es provechoso, nos castiga y disciplina.
Leemos en Colosenses 2: 1 al 4: “1Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; 2para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, 3en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. 4Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas”.
El apóstol Pablo estaba luchando para que nadie logre convencer a los creyentes con palabras persuasivas; luchaba para que entendieran bien cuál era la manera de tener una relación correcta con Dios y que el conocimiento y la sabiduría de Dios estén sobre los creyentes. Porque los cristianos, la mayoría de las veces, carecemos de luz para enfrentar algunas situaciones en las que necesitamos sabiduría e inteligencia, y le pedimos a Dios, que es inteligente, que Él se encargue del asunto. Pero muchas veces, Dios no contesta porque quiere que nosotros seamos sabios e inteligentes como Él es.
Señala este pasaje, que el apóstol Pablo luchaba para que sean consolados los corazones de los creyentes. Algunos viven desconsolados porque no saben qué hacer con su matrimonio, otros no saben qué hacer con sus hijos, con las deudas o enfermedades que tienen, entonces, el apóstol Pablo, batallaba, y evidentemente lo hacía espiritualmente, en oración, porque no quería que los cristianos fuesen confundidos sino que sus corazones sean consolados, y estén unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas del pleno entendimiento. Este versículo no sugiere algo ideal sino real; estar unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas del pleno entendimiento, es decir, llegar al punto en el que el creyente sabe donde está parado en cada situación y sabe qué hacer con ellas. ¡La idea de estar unidos en amor es que alcanzamos todas las riquezas del pleno entendimiento!
Yo me he preguntado: ¿Qué tiene que ver el amor con el pleno entendimiento? Y Dios me trajo luz acerca de esto. Señala la Biblia: “…a fin de conocer el misterio de Dios del Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. ¿Quién va a errar en el camino o en alguna decisión si tiene todas las riquezas del pleno entendimiento y todos los tesoros del conocimiento de Jesucristo? ¡No hay manera de errar! ¡Tienes eso y eres la mujer maravilla o eres Tarzán! ¡Ya sabes qué hacer con tu economía o con las deudas! ¿Has visto a los creyentes endeudados? ¡Esos no tienen ningún tesoro! No saben salir de las deudas, pero sí cómo endeudarse más. ¡Tienen falta de entendimiento y de sabiduría! Su razonamiento es: “Tengo una deuda que me está afligiendo y me vuelve loco, no sé cómo hacer para saldarla, voy a conseguir otro crédito y con él, voy a pagar la deuda que tengo, así me voy a sentir aliviado. Con la otra, después veremos qué hacemos”. “Pastor”, me dice un hermano, “sabe que saldé toda la deuda y me saqué un peso de encima”. “¡Un milagro!” le respondí, ¿cómo fue? “Bueno, me contestó, ¡saqué otro préstamo y me metí en otra deuda!”
Recuerdo una pareja que decidió casarse. Ella era una compradora compulsiva; él se quería morir porque la mujer tenía cinco tarjetas de crédito y deudas por todos lados, ¿cómo iba a hacer para pagar todo? Creo que tuvieron diez años pagando esas benditas tarjetas. ¡Menos mal que me hicieron caso y se deshicieron de ellas! ¡Hay personas que carecen de entendimiento aunque son creyentes! Cuando pagan la deuda con el préstamo que han solicitado, tienen hipotecado el futuro por cinco años más. ¡Se aseguraron que van a vivir sin una parte de sus ingresos por unos cuantos años más, y no saben cómo salir! Aunque también hay quienes ganan muy poco y no se endeudan porque les da terror hacerlo. Conocen lo que dicen las escrituras acerca de que, quien pide prestado es esclavo del que presta.
Lo mismo pasa con los matrimonios que no saben cómo solucionar sus diferencias; se aman pero se pelean mucho, y llegan a la conclusión de que aunque se aman, lo mejor es divorciarse. ¡Faltan riquezas del conocimiento de Jesucristo! Ellos no entienden que Dios detesta el repudio. En la Biblia, al divorcio se le llama también, repudio y Dios abomina eso. Pero como no están llenos de esas riquezas de pleno entendimiento, ni conocen los tesoros de la sabiduría y de la inteligencia que habitan en Jesucristo, llegan a la conclusión de que lo mejor es separarse.
He estado conversando recientemente con un matrimonio, y después de escuchar todos los problemas que estaban atravesando, le pregunté al esposo primeramente, cómo pensaba él que se podía solucionar el asunto, a lo que me respondió: “Yo estoy esperando que ella cambie”. Luego me dirigí a ella y le pregunté: “¿Vos estás esperando que él cambie?” “Sí”, me respondió. ¡Se van a cansar esperando que el otro cambie! Porque según lo que me enseña la Biblia, yo debo cambiar primero, y cuando lo he logrado, mi cambio, provoca cambios. Yo debo controlar al indio que tengo adentro, tengo que controlar mi yo y mi ego. Yo no puedo controlar el ego o el alma de la otra persona, pero Dios me ha dado espíritu de amor, de poder y de dominio propio para saber controlarme.
El cristiano vive de manera lamentable, cuando tienen tantos errores en la apreciación o en la visión de cómo encarar un problema y solucionarlo; está contento con Cristo pero sufre dolores por todos lados. ¡No tiene la vida plena que Jesús ha prometido! El Señor dijo en su palabra: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”. No para que a la hora de enfrentar un problema clames: “¡Dios, toca este problema y soluciónalo!” Y Dios te contesta: “¡Yo te lo he mandado para que seas tú quien lo resuelva!” Tu universidad o tu escuela, es la vida que Dios te ha dado para que vivas. Ningún problema le ha sobrevenido a algún cristiano para hundirlo sino para que sea probado, rinda el examen, salga bien y pase al siguiente nivel. Entonces, ¿qué tiene que ver esto de, unidos en amor hasta alcanzar todas las riquezas? Dios me dijo: “¡Elemental Watson!” Desde el amor, la perspectiva de la vida es distinta, que estando fuera de éste. Unidos en amor significa: Desde del amor. Estando en esa posición podrás ver e identificar exactamente el problema tal cual es y podrás tomar decisiones acertadas. Porque, si te guía un espíritu de amargura, el problema que tienes lo verás desde otra perspectiva y no será la del amor. Y la perspectiva, o la visión, desde el amor, es la correcta y la verdadera, para poder entender qué pasa en mi matrimonio, en mis finanzas, en mi familia, para entender por qué sufro de soledad, por qué tengo temores, etc. El amor es el que hace que las cosas se vean desde la perspectiva exacta.
Leamos nuevamente Colosenses 2:2: “…para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,…” ¡Si no es en amor, jamás vas a conocer los misterios de Dios! Concluimos que el amor produce acercamiento entre las personas; el amor produce acercamiento del creyente con Dios, y a ese acercamiento le llamamos intimidad. ¡No hay intimidad si no hay amor! ¡La verdadera intimidad es la que produce el amor! ¿Cómo funciona esto? Cuando una mujer ama a un hombre y es correspondida por él, y ella lo siente, entonces se anima a abrirle su corazón y le cuenta lo que no le ha contado a nadie jamás. Tal vez ha sido violada en su niñez y nunca se había animado a contárselo a sus padres, pero ahora se siente segura con ese hombre y le cuenta su intimidad. Entonces, la mujer y el hombre comienzan a intimar. Llega el momento en que ese hombre tiene más intimidad con la mujer que con sus propios padres.
Si hay verdadero amor entre la mujer y el hombre, éste se ablanda y abre su corazón también produciéndose intimidad. ¿Quién produce el acercamiento y la intimidad? ¡El amor! Y la intimidad, lleva en si misma conocimiento. Si quieres conocer mejor a tu esposa, ámala más; si quieres conocer mejor a tu esposo, ámalo más, porque es en el amor que se produce esa intimidad y ese conocimiento que se necesita para vivir mejor. El conocimiento y la intimidad van de la mano, entonces, sucede también que una mujer, que jamás se desnudaría ante un hombre, lo hace delante del ser que ama, allí se produce la intimidad sexual y la relación íntima. Hay un conocimiento en cuerpo, en mente y en alma. ¡Eso es lo que Dios quiere para tu matrimonio!
Con Dios sucede igual, si no lo amas, no hay intimidad con Él. No es nada que tú te le acerques a Dios y le digas: “Padre, estoy dolido, te necesito”. No es suficiente que le digas: “Señor he pecado”. Si tú amas a Dios, lo más grandioso de todo, no es que tú le abrirás tu corazón sino que Él te abrirá el suyo. ¡Eso es lo más hermoso del amor! ¡Porque Dios sabe a quien abrirle el corazón! ¿Para qué te va a andar contando cosas si tú estás lleno de resentimientos y de amarguras? Si tú lo acusas y dices: “Si Dios es justo, ¿por qué permite que me suceda esto?” Así, Dios no puede tener intimidad contigo. “¿Qué te voy a contar cosas si tienes un mal concepto de mí y no me amas?”, te dice el Señor.
Muchas veces cuestionamos a Dios y queremos hacer nuestra propia voluntad, y nos molestamos porque Él no hizo el mandado que le pedimos y decimos: “¡Yo le pedí a Dios que hiciera esto y no lo hizo, ya no creo más en Él!” ¡Parecemos niños caprichosos! ¡Creemos que Dios es un mozo, pero no lo es! ¡Tú eres el siervo o la sierva de Dios! “¡Yo le pedí a Dios y el no me hizo caso!” ¡Así no funciona la intimidad y no funciona el amor!
Hay quienes no conocen las riquezas del pleno entendimiento, no conocen los tesoros de la sabiduría y de la inteligencia que están en Cristo para nosotros, porque no han logrado amar a Dios ni a los hermanos. Fíjate que amar tiene grandes ventajas; el corazón de Dios es revelado, su propósito y su luz vienen a nosotros cuando lo amamos profundamente a Él y a nuestros hermanos, porque Dios nos exige, no sólo amarlo a Él, sino también a los hermanos. ¡Ahí se puso más difícil! A mi me resulta fácil amar a esos hermanos, que, cuando termina el culto, se me acercan y me dicen: “¡Ah pastorcito, gracias por la palabra que me ha dado! ¡Dios lo bendiga apóstol! ¡Gracias a Dios por su vida!” ¡Yo, a esas personas las amo más fácil! Pero, resulta que Dios me mandó a amar a los otros también, a esos que andan hablando mal de mí y dicen: “¿Quién se cree que es? ¡Acá somos todos iguales!” Algunos son más fáciles de amar, en cambio, otros son más difíciles. Pero el verdadero amor se manifiesta con misericordia hacia aquellos que menos te aman. ¡Eso es lo que más le gusta a Jesús! Él dijo: “No invites a cenar a quienes te pueden invitar a ti de nuevo. ¿Por qué mejor no invitas a uno que no tenga que comer?” “Es que el pobre no me gusta, además no me va a poder retribuir lo que hice por él y encima me va a ensuciar todo”. Pero, la promesa del Señor es que, Él va a consolar nuestros corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento. ¡Todas las riquezas! O sea que, mientras más amas, más conoces; mientras más amas, más riquezas del entendimiento alcanzarás.
Leemos en 1ª Corintios 2: 9: “9Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman”. ¡Sorpresas para los que le aman! ¿Te quieres perder eso? Comienza a decirle a todos cuánto los amas, promételes que cada día los vas a amar mejor. A tu esposa, en lugar de ir a pelearla dile: “¡Cómo te amo mi amor!” Desde la perspectiva del amor, uno ve las cosas mejor.
En el Salmo 73, el salmista Asaf se queja y dice de todo, está cansado porque ve muchas injusticias; ve que los injustos prosperan mucho y se hacen ricos y no tienen miedo de morirse, etc. Y de tanto pensar pavadas termina diciendo: “13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, Y lavado mis manos en inocencia” (Salmos 73:13). Tal vez tú has declarado algo semejante como: “Esto me pasa por ser bueno… ¡Si hubiera sido malo estaría mucho mejor! Yo que hecho tanto bien a todo el que he podido, y ahora que necesito, nadie está conmigo”. Esos pensamientos y dichos no provienen del amor sino del ego. “Yo que soy tan bueno, mira ahora lo que me pasa”.
Recuerdo una mujer soltera, que tenía tres hermanas casadas, por lo que tuvo que quedarse con su madre y cuidarla. La llevaba al médico, le compraba los medicamentos, la alimentaba, etc. Pero, cuando le pedía a las hermanas que la ayudaran a cuidar a su mamá ya que ellas eran hijas también, las hermanas le ponían excusas; que tengo a la nena, que tengo que llevar al nene a la escuela, que esto y que lo otro. El asunto es que ella siempre se quedaba clavada cuidándola. Ella decía: “Es mi madre y lo tengo que hacer”. Un buen día internaron a la mamá y se presentaron muchos problemas; ninguna de sus hermanas podía cuidarla, entonces lo tuvo que hacer ella. Al tiempo, viene a consejería y me dice: “Pastor, yo soy la que más ha amado a mi mamá. Le he comprado los remedios, le doy de comer, me levanto de noche para ver como está. Siempre la amé pero mis hermanas nunca me ayudaron ni me apoyaron. Ellas se casaron y formaron su familia y yo estaba sola con mi madre”. Y de pronto continúa: “Yo no se lo que me pasa, pero tengo unas ganas de matar a mi mamá. Quiero que se muera pero no puede ser porque yo la amo”. ¡Hay quienes se cansan de hacer el bien o lo hacen con bronca y no con amor! La mujer estaba desorientada, no sabía cómo lidiar con todo. El asunto es que había llegado a odiar tanto a su madre ya que tuvo que postergar su vida por cuidarla a ella.
Desde el punto de vista de Dios; desde el punto de vista del amor, las cosas se ven distintas. ¡Nunca vas a llegar a desear que se muera tu madre! Pero el resentimiento y la amargura contra sus hermanas generaron malos estados de ánimo. ¡No la gobernaban las riquezas del entendimiento y de la sabiduría sino un mal deseo!
Leemos en Proverbios 3:32 “…Mas la comunión íntima del Señor es con los justos”. Comunión íntima significa que yo se lo que Dios me está diciendo y Él sabe lo que yo le quiero expresar. Yo se que, lo que estoy sintiendo, es lo que Dios me dice y no lo que a mí me parece, y no es que lo siento sino que lo se. Tengo una comunión tal con Dios que yo se lo que Él quiere. Y si me preguntas por qué se, yo te respondo: ¡Porque lo sé! Si me pides explicación de por qué lo se, yo te respondo que sólo sé que lo sé. ¡No hay explicación! ¡Eso es la fe! ¡Sé que lo sé!
Yo le pregunté: ¿Señor, quiénes son los justos? Y Él me respondió: “No hay persona más justa que aquel que ama”. La justicia de Dios se revela en la ley del amor; la justicia responde a la ley, y ésta es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y amarás a tu prójimo como yo te he amado a ti”.
¿Has visto a los hermanos justicieros? “El Señor dice que le ponga la otra mejilla si me pega, pero si pasa una tercera vez, dice la Biblia que es mejor dar que recibir”. ¡Esos son los hermanos justicieros! “A mí me la hacen una, me la banco, me la hacen dos o tres me la banco pero es la última que me hacen”. Esas son ideas de justicia, como también, por ejemplo: “Es que ya no aguanto. ¡No soporto la injusticia!” Estas personas tienen su idea propia de justicia. Mas la justicia de Dios es: “Amarás al Señor tu Dios y amarás a tu prójimo como yo te he amado”. El mandamiento viejo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pero Jesús dio un nuevo mandamiento y dijo: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). ¿Quieres tener esto?
En el Salmo 73 notamos que el salmista estaba mirando las cosas desde una perspectiva humana y no la del amor; y dice a partir del versículo 2: “2En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. 3 Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos. 4 Porque no tienen congojas por su muerte, Pues su vigor está entero. 5 No pasan trabajos como los otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres. 6 Por tanto, la soberbia los corona; Se cubren de vestido de violencia. 7 Los ojos se les saltan de gordura; Logran con creces los antojos del corazón. 8 Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; Hablan con altanería. 9 Ponen su boca contra el cielo, Y su lengua pasea la tierra. 10 Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí, Y aguas en abundancia serán extraídas para ellos”. Y continúa el salmista: “11Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo?” Como queriendo decir: “¿No ve Dios?” “¿Pero es que Dios no ve lo que me está pasando?”
Y continúa diciendo el Salmo 73: “12 He aquí estos impíos, Sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. 13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, Y lavado mis manos en inocencia” (versículos 12 y 13). El salmista señala: ¿de qué me sirve ser bueno? y agrega: “14 Pues he sido azotado todo el día, Y castigado todas las mañanas. 15 Si dijera yo: Hablaré como ellos, He aquí, a la generación de tus hijos engañaría. 16 Cuando pensé para saber esto, Fue duro trabajo para mí” (Salmo 73: 14 al 16). Mientras él más meditaba en estas cosas cuando veía a los ricos, a los poderosos, a los soberbios y a los políticos, mientras más veía cómo se llenaban de plata y de rapiña, lo hipócrita y mentirosos que eran, notaba como que iban hacia arriba. Llenaban con creces sus deseos, ponían su boca contra el cielo y su lengua paseaba la tierra. Entonces, él decía: “¿De qué me sirve ser bueno, y para qué he lavado mis manos en inocencia? ¡Es duro trabajo tratar de entender esto!” Pero, el Salmo 73:17 señala: “17 Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos”. ¡Cuando entró en el santuario de Dios comprendió todo!
Quiero hablarte del amor a Dios en el grado más alto. La adoración a Dios es la expresión de amor más alta. ¡Por favor, no digas que adoras a tu hijo, a tu nieto! ¡No digas que la persona a quien amas es divina! ¡Abuela, no digas que tu nieta es divina o tu nieto es divino porque estás ofendiendo a Dios! ¡El único divino es Dios! ¡Y al único que se adora es a Dios! ¡No digas: Yo adoro a mi hija! ¡No digas: Yo adoro a mi esposo! ¡No digas: Es divino! ¡No lo hagas! Porque el amor en sumo grado está destinado al Todopoderoso, al Dios Majestuoso; el grado más alto de amor está destinado al Dios del cielo. ¡Delante de Él me inclino y le adoro! Y cuando le adoro, le estoy expresando a Él un amor más grande que a mi nieta o a mi nieto; cuando le adoro, le estoy expresando a Dios un amor más grande que a cualquier otra cosa.
El salmista declara: “Cuando entré al santuario, comprendí el fin de ellos”. Antes de entrar al santuario, él veía las cosas de una manera, pero cuando entró a adorar a Dios, comenzó a verlas de otra manera. Termina diciendo el salmista en el verso 18: “Ciertamente los has puesto en deslizaderos; En asolamientos los harás caer”. ¡Antes los veía para arriba y ahora los ve para abajo! “19 ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. 20 Como sueño del que despierta, Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia. 21 Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. 22 Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti”. (Salmo 73:19-22). “Señor, yo opinaba pero lo hacía mal. ¡Yo veía mal! Yo creía que los malos prosperaban, Señor; yo creía que sólo a los poderosos de la tierra les va bien. ¡Pero cuando entré en tu santuario para adorar entendí todo!” Cuando una persona entra en el santuario de Dios es para adorar, y yo te voy a dar un indicio: si a la hora de adorarlo te pesan las manos y no las puedes levantar; si no puedes expresarle con libertad tu amor, tú no lo estás amando bien. Porque cuando lo amas, lo adoras, y cuando lo adoras te acercas a Él y Dios se acerca a ti.
El cumplimiento de la justicia de Dios es el amor, y cuando lo amas, eres justo; y la comunión íntima del Señor es con los justos. ¿Quién hace justicia? ¡El que ama! ¡No te hagas el justiciero si no amas! O si pretendes ser justiciero, sélo a la forma de Dios. Amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas, con toda tu mente, con toda tu fuerza y con toda tu alma; y a tu prójimo como Cristo te amó a ti. ¡Eso cambia todas las perspectivas!
El salmista declara: “Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti” (Salmo 73:22) Yo veía todo mal, pero, resulta que después de haberte adorado, veo todo bien. ¡Ahora lo entiendo todo!
¿No es hora de que dejes de lado algunas estrellas oscuras que te están guiando como la soledad, la amargura, la tristeza, el resentimiento, la angustia? ¡Nada de eso le sirve a Dios! ¡Él te quiere limpio de esas cosas! ¡Dios quiere derramar su amor sobre ti! Tú no vas a amar a Dios porque te lo propongas, porque de ti no sale el amor. ¡El amor sale de Dios! El apóstol Pablo declara: “…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones…” (Romanos 5:5) ¡Lo que tú necesitas es que el amor de Dios sea derramado en ti! Y precisas decirle: “Señor, yo necesito eso que yo no tengo pero que tú tienes y me quieres dar. Y quieres que yo lo tenga porque quieres intimidad conmigo”. ¡Dios quiere intimidad contigo! ¡Él quiere poder abrirte el corazón y revelarte cosas! Entonces, así, vas a comenzar a funcionar bien en tus finanzas, con tu matrimonio, en la relación con tu jefe, con tu suegra, con tus hijos, etc. ¡Dios te bendecirá! Porque Él, le llama justiciero, al que ama. “Señor, yo quiero amarte y quiero amar al prójimo, no a los que me son fáciles de amar. Quiero que me enseñes a amar a aquellos que son difíciles de amar. Por favor Señor, haz un milagro en mi vida. No quiero ver más las cosas desde la perspectiva del resentimiento o de los recuerdos”.
Hay recuerdos que te maldicen; “¿Te acordás lo que te dijo? ¿Te acordás cuando te miró feo?” ¿Cuándo dejarás de recordar eso? ¡Entrégaselo al Señor! ¡Qué importa lo que te dijeron! ¡Lo que tú necesitas es que Dios te revele todos los misterios de la sabiduría y del conocimiento que están en Cristo Jesús! ¿Te vas a perder eso?
Hoy tienes que reconocer que con ese mal sentimiento que habita en tu corazón, tú no puedes amar a Dios ni a tu prójimo, no puedes tener comunión íntima con Dios ni tener luz de parte suya. ¡Te falta revelación! Si algo está estorbando esa relación con Dios y con el prójimo es algún mal sentimiento; algún sentimiento justiciero, resentido, alguna amargura o recuerdo que no te deja amar, y no te deja perdonar. Este es el momento de recibir un bautismo de amor de parte de Jesús. Es el momento en que tienes que decirle: “Señor, yo te entrego a ti estos sentimientos que anidan en mi corazón, no los quiero tener más. ¡Yo quiero amar!”
Misión Vida es, y será una iglesia que se caracteriza por el amor. Todo el que se acerque sentirá un baño de amor y será abrazado por éste. Es el amor de Dios que está en los creyentes, ese amor que ama a través de los creyentes. Tú necesitas responderle a Dios en esto, si no, no hay justicia en tu corazón y no hay verdad en él. Si no hay amor, no hay luz y si no hay luz, no hay verdad. ¡Entrégale hoy a Dios aquello que está estorbando tu vida y pídele que te llene en esta hora!
ANEXOS: