EL ORIGEN DE TODOS LOS MALES - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

EL ORIGEN DE TODOS LOS MALES

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Hay un problema muy grande que ha sometido al mundo a actuar con injusticia, a padecer enfermedades, a vivir en pobrezas y contraer pestes; un problema que ha esclavizado al mundo bajo los embates de las guerras y la violencia. Hay un poder que opera detrás de todas las maldiciones que hay sobre la tierra como la desigualdad, el racismo, los grandes problemas financieros y ese poder es el pecado. Si no hubiera pecado, tampoco habría injusticias, enfermedades, pobreza y pestes. El pecado es un poder que se levanta contra Dios, y lo hace para maldecir y destruir a las personas. Es el problema más viejo que existe sobre la tierra y aflige a creyentes y no creyentes, ya que, tanto unos como otros, pecan. Es por eso que entre los creyentes también hay miserias, temores, injusticias, pestes, enfermedades, etc., ya que todo mal tiene origen en el poder del pecado.

Tenemos que aprender cómo opera este flagelo del pecado y cómo hacer con él. Algunos creen que si tratamos debidamente con éste, alegraremos a Dios y obtendremos el derecho de recibir sus bendiciones; por ejemplo, si yo me porto bien, Dios se va a alegrar conmigo y me dará un premio. Si yo consigo dejar de fumar, entonces Dios me va a bendecir, o si logro no volver a adulterar estaré bien delante del Señor. Hay gente que cree que para entrar a la iglesia tiene que dejar afuera toda la mugre y la suciedad que tienen encima pero resulta que por más que intentan no logran despojarse, porque no se pueden librar por sí mismas del pecado ya que para ello se requiere un Salvador.

                EL PECADO DETERMINA NUESTRA MUERTE

Las personas son libradas del pecado, no por el esfuerzo que hacen de no pecar sino por el poder de un Salvador, quien perdona y libra de toda maldad, su nombre es Jesucristo el Señor. La Biblia señala que el pecado es el aguijón de la muerte, es un veneno, un virus que circula a través de nuestra sangre llevando muerte. Dice la palabra de Dios que la sangre de Jesús es preciosa porque tiene vida y da vida. ¡Nosotros necesitamos a alguien que tenga más poder que el pecado, ya que éste ha dominado el mundo! Jesucristo declaró que quien hace pecado es esclavo del pecado y también señala la Biblia que el alma que pecare morirá. ¡Hay una sentencia de muerte para toda alma que ha pecado! El Señor le dijo a alguien que quería seguirle: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”, porque Él no los veía vivos sino muertos. Yo no le regalo flores a mi señora porque cuando corto una rosa, le estoy regalando una flor muerta. Tendrá un rico perfume, será hermosa la flor pero para ella está determinada la muerte. El pecado determina la muerte de las personas, puede ser que éstas caminen y respiren pero la muerte está establecida y en la Biblia ésta, es condenación eterna. Por lo que la muerte no es dejar de existir sino que es condenación eterna.

No es suficiente decir que no vas a pecar más, porque si el veneno, el virus de muerte ya está en la sangre, por más que dejes de fornicar, de blasfemar o mentir entre otras cosas, tú ya tienes el veneno en tu ser. Nadie puede dejar de mentir o de pecar por voluntad propia porque el que hace pecado es esclavo del pecado. Lo primero que debes hacer es reconocer que no tienes poder contra el pecado. Quien venció este flagelo fue Jesús ya que para vencer al pecado hay que vencer sobre la muerte. Cuando Jesucristo murió en la cruz del calvario resucitando al tercer día, Él declaró vencido el poder de la muerte y del pecado. El Señor demostró que tenía poder sobre ese poder.

Es importante poder detectar y reconocer el pecado, ya que hay personas que no se dan cuenta que el pecado los tiene atados. Tratamos de disfrazar el pecado para que no se vea tan feo, aludiendo que somos así por culpa de nuestra madre, de nuestro padre, de la sociedad, etc. Hay una canción que dice así: “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así, porque nadie me ha tratado con amor…” Señala la Biblia que la prostituta se arregla, sonríe y dice: “No he hecho mal”. A veces hay argumentos que son una especie de lavada de cara. Un borracho, sosteniendo una botella de vino en su mano, me dijo una vez: “Yo tomo esto porque es la sangre de Cristo”. Le dije que estaba haciendo daño y me respondió que no le hacía mal a nadie, sólo a él mismo.

Estuvimos cenando recientemente con unos amigos en un restaurant y le predicamos al dueño, un hombre de setenta años que prepara la comida. Le dijimos que necesitaba acudir a Cristo y permitir que Él lo limpie lo perdone, entonces nos respondió: “No, yo no lo quiero molestar porque tiene tanto trabajo. Sí le diría que ayudara a otras personas porque yo ya estoy del otro lado”. Es importante que podamos identificar bien el pecado y para ello necesitamos luz, porque una de las cosas que provoca el pecado es oscurecer nuestro entendimiento. Tú razonas y justificas tu pecado, lo ves como algo pequeño en comparación a otros, así como también ves la cruz de los demás, más chiquita que la tuya. El pecado oscurece la razón y el entendimiento de tal manera que uno no ve la profundidad de la ofensa que comete contra Dios y no entiende la gravedad del asunto.

Se dice que de noche todos los gatos son pardos; las personas, en la oscuridad no logran ver bien, carecen de luz y no pueden vislumbrar la gravedad de su falta. Ya he contado en otras oportunidades y ahora viene al caso, que cuando iniciamos la obra de Beraca, trabajábamos aun de noche con algunos albañiles, alumbrados con faroles porque no había corriente eléctrica. Sucedió que me levanté un día y fui a ver lo que habíamos hecho la noche anterior; la pared estaba desnivelada, entonces uno de los que estaba conmigo me dijo: “Lo que pasa es que lo que se hace de noche se ve de día”. ¡Esa frase me quedó muy grabada! De día vemos muy bien las cosas, aunque no es así de noche. Si el pecado domina tu vida, podrás declarar que amas a Jesús y crees en Él pero estás siendo gobernado por el pecado. Si éste no ha salido a luz, no tienes suficiente entendimiento o dimensión de la gravedad del asunto. ¡El pecado es muerte! ¡No puedes tolerarlo en tu vida! ¡No puedes aceptar ni un poquito!

Hay quienes frente al pecado son legalistas; hay personas e iglesias legalistas, que te caen con toda la ley. Ellos tienen sus reglamentos, saben muy bien lo que dice la ley, lo que se puede hacer y lo que no. Hay iglesias que no permiten que las mujeres usen pantalones. He conocido algunas que hacen sentar a los hombres de un lado y a las mujeres del otro con una cortina por medio para que no se miren, pero salen afuera y se miran todos. Entre otras cosas que no permiten esas iglesias es que las mujeres se maquillen, se corten el cabello o se depilen. ¡Por ahí levantan el brazo y sale una tarántula! Hay iglesias que no han tolerado casamientos entre personas de diferentes etnias; hay colectividades de determinados país que se instalan en un país y no permiten que sus hijos se casen con gente que no pertenezca a su linaje, es por ello que son todos parientes. ¡Y si la iglesia es pequeña se arma un lío tremendo! Sé de personas que han sido desheredadas por casarse con alguien que no pertenecía a su etnia. ¡Aún querían conservar su lengua en un país que hablaba otro idioma!

El legalismo anda con una lupa tratando de detectar a los pecadores, aunque parece que hay pecados que no son malos, por ejemplo, ser hipócrita. Hay personas que tienen una habilidad tremenda para poner cara de santos, se les permite ser hipócrita porque ese pecado no está en la lista del legalismo. Si alguien quería pertenecer a esas iglesias tenían que renunciar a unas cuantas cosas, no podía entrar si olía a marihuana o si era homosexual, entonces la gente debía arreglar su vida antes de entrar. No podían entrar al templo siendo pecadores porque ofendían a la iglesia y al Señor; sólo se les permitía el acceso a los pecadores que han sido aprobados por el reglamento de la iglesia.

Las personas legalistas desprecian la gracia. La gracia es el gran regalo del amor de Dios hacia los pecadores. Es eso que tiene el Señor que hace que un pecador pueda acercársele. Hay quienes creen que si conviven con pecadores se contaminan. Dios le dijo a una hermana: “¿Tú crees que si yo abrazo a un pecador me contamino con su pecado? Cuando abrazo a un pecador lo contamino con mi santidad”. Dios puede abrazar a un pecador y se compadece de él. En las iglesias legalistas te tienen oprimido y te sacan a relucir el reglamento dos por tres. Pero en el otro extremo están los liberales quienes señalan que Dios ama a todos, entonces, hay iglesias que nombran pastores a personas gay, cuando antes no le servían la santa cena a un divorciado, ahora se la sirven a personas homosexuales. Los liberales son los que se hacen afectos a la gracia y desprecian la ley. Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17 y 18).

La ley es como el semáforo; desde el día que se instala la señal, si el semáforo está en rojo no puedes pasar porque de lo contrario estarás cometiendo una infracción. Por decirlo de alguna forma, has violado las normas. La ley sirve para indicarte cuando cometes un pecado y cuándo la has infringido, pero no tiene poder para perdonarte, para liberarte o consolarte; sólo sirve para marcarte cuáles son los niveles morales de Dios. Si tú haces conforme a la ley te irá bien y gozarás de la bendición de Dios. Aunque nadie puede estar bajo la ley porque ella no tiene capacidad propia para poder enderezar tu corazón y tu vida, ni tú tampoco tienes capacidad para liberarte del pecado. Si pecas eres esclavo del pecado y no tienes fuerza sino que estás débil por cuánto éste te domina entonces pasas el semáforo en rojo. ¡Así funciona la ley, como un semáforo! Si no existiera este tipo de señalización no habría infracción de la ley por lo que si no hay ley no hay trasgresión. Si no hubiera una ley que ordena: “No mentirás”. ¡Nadie te podría condenar por mentir! Pero la ley dice: “No mentirás”, entonces cuando tú infringes esa ley, eres señalado porque has mentido y has hecho mal.

                GRACIA + VERDAD

El pecador no necesita la ley sino un Salvador. Leemos en San Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. La verdad no puede ser ignorada; la gracia sin la verdad no sirve y no funciona. Cristo es la verdad y la gracia. “Yo soy el camino y la verdad y la vida” dijo el Señor. ¡No existe gracia sin verdad! Para entender mejor, el pecado debe salir a luz, debe haber entendimiento acerca de la verdad. Un juez no puede condenar a una persona sin haber conocido toda la verdad. Yo tengo que ir con la verdad de mi pecado a Dios, no puedo presentame delante de Él disfrazando mi pecado o ignorándolo. Yo no puedo decirle con liviandad: “Perdóname todos mis pecados”. Debe haber una convicción profunda y ni siquiera el hombre tiene tal cosa; es el Espíritu Santo quien hoy te está hablando, el que te convence de que tienes que tomar en serio tu relación con Dios. Él no puede llenar una vida cargada de pecado y si éste domina tu existencia entonces Jesús no es el Señor.

No entendemos bien el significado de la palabra “Señor”, pero sí podemos entender lo que significa “soberano” aunque está muy desdibujado este término en la democracia. En la democracia el gobierno es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, entonces el soberano es el pueblo. Pero en la antigüedad el soberano era el señor; antes no se le decía señor a cualquiera, hoy da igual. ¡Cualquiera es señor! Te cruzas con un ladrón asesino y le dices: “¡Pase señor!” El término señor está prostituido. Señor es el que ejerce señorío, es el soberano que tiene autoridad. Si el pecado ejerce autoridad en tu vida, entonces Jesucristo no es tu Señor. Él debe ser el Señor de tu existencia. El pecado no puede vencer a Jesús pero siempre podrá vencerte a ti porque una vez que has cometido pecado eres esclavo de éste y se transforma en tu señor. Y para que Cristo sea tu Señor, tienes que acercarte a Él con todo tu pecado, pedirle perdón y declarar que es tu Señor. Si Jesús es Señor entonces yo soy su esclavo, soy súbdito y no señor.

Así que por un lado están los liberales; algunos homosexuales me dicen que creen que Dios les ama tal cual son y dicen bien porque Dios ama a todos los pecadores pero eso no significa que todos los pecadores acceden a la gracia. A esa gracia acceden los que buscan de corazón a Jesús y reconocen humildemente sus pecados. Cuando la Biblia dice de Jesucristo que vimos su gloria como la del unigénito del padre, lleno de gracia y de verdad, esto último significa que hay un corazón dispuesto a limpiar, a perdonar, restaurar y guiar a quienes los necesiten. ¡Eso es gracia! Tú no puedes decidir que porque tu pecado es muy grande no puedes acceder a la gracia porque ésta siempre será más grande que tu pecado.

Juan1:17 dice: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. La verdad es la luz y el Señor declaró: “Yo soy la luz del mundo”. Como señala el dicho, de noche todos los gatos son pardos. ¡Da lo mismo cualquier cosa! Pero cuando viene la luz, tú comienzas a entender la gravedad de asunto. Dice la Biblia que nosotros éramos enemigos de Dios en nuestra mente. ¡Solamente lo que pensamos es suficiente para que seamos enemigos de Dios! Tú sabes que tus pensamientos te llevan a tomar decisiones y cometer acciones. Si tus pensamientos funcionan de acuerdo a lo que hay en tu corazón, éstos generan enemistad contra Dios. Éramos enemigos de Dios y estábamos muertos en nuestros delitos y pecados mas gracias sean dadas a Dios que aun estando nosotros muertos en nuestros pecados y delitos, el Padre envió a su Hijo Jesucristo para salvarnos.

                LA SANGRE DE CRISTO               

El anhelo más grande de Dios es restaurar vidas. Tal vez eres una persona frustrada que ha hecho intentos nulos por librarse de su pecado para poder agradar a Dios. Debo decirte que tu sangre está contaminada con un virus de muerte y se llama pecado, y por tu ser circula ese flagelo de muerte. La única sangre que el poder del pecado no pudo dominar es la sangre preciosa de Jesús. Tu sangre es muerte pero la de Cristo es vida. Lo único que puede revertir tu posición delante de Dios es que la sangre de Cristo sea aplicada a tu vida. Ahí comienza la esperanza y la regeneración. No se trata de enmendar o mejorar tu vida sino de un nuevo nacimiento. Jesús le dijo a un religioso, ortodoxo y legalista, quien le preguntó qué debía hacer para entrar en el reino de Dios: “Te es necesario nacer de nuevo”. No se trata de recauchutar tu vieja vida pecadora sino de que la vida de Cristo palpite dentro de tu ser. En un tiempo, algunas mujeres que llegaban a la iglesia, me preguntaban: “¿En esta iglesia dejan que las mujeres se maquillen?” “¡En mi iglesia no me dejan teñirme el pelo!” En Haití, algunos pastores le dijeron a Carolina, la encargada del hogar y de la iglesia en Haití, y quien entre otras cosas, dirige los cultos en la iglesia de allá: “Usted no se va a llevar bien con nosotros si usa pantalones”. La han mandado a usar vestido y le señalaron qué largo tiene que ser, cinco centímetros por debajo de las rodillas. ¡Esa es la ley! Como si en la antigüedad los hombres usaran pantalones. La Biblia dice que los hombres no se deben vestir con ropa de mujer ni con ropa de hombre las mujeres, y eso es correcto, pero todos usaban túnicas. ¡No había pantalones! Pero se ve que había túnicas para hombres y para damas; no era ropa unisex. Así que imponer ahora que las mujeres no pueden usar pantalones es hacernos creer que en la época de Jesús, él andaba de jeans.

La gracia quiere entrar en tu vida y el favor de Dios quiere apoderarse de ti. ¡El Señor quiere perdonar tu pecado! ¡Él quiere limpiarte y llenar tu vida! ¡Es el gran amor de Dios por ti! ¡El Señor te ama profundamente!

He estado en Haití hace poco y antes de regresar oré por el noviazgo de Vanny y Carlos, él negro y ella rubia. ¡Hermoso los dos! Estas cosas suceden por causa del amor de Dios. Cuando su amor te llena, Él no se fija si eres negro, blanco, hombre o mujer. ¡A Dios no le importa nada! ¡Él quiere salvarte! ¡Jesús murió en la cruz del calvario para salvarte! ¡Su gracia es suficiente y está disponible para ti! Pero no hay gracia sin verdad; y la verdad es que el pecado tiene que salir a luz. Tú estás tratando de preservar tu imagen y no eres capaz de sacar de adentro tu pecado y confesarlo; debes sacar a luz la mentira que hay escondida en tu corazón, y mira que satanás no quiere que lo hagas, él engaña a las personas diciéndoles que si confiesan sus pecados quedarán avergonzados, y no serán aceptados en la iglesia. Muchos me han dicho que no quieren contarme sus pecados porque piensan que no los voy a querer más y no entienden lo qué significa la gracia. Cuando se hace la luz, la gracia se ilumina porque si no hay verdad, entonces no hay gracia. Si tú quieres tapar tu pecado, Dios te dice: “Quédate con tu pecado”. Pero si quieres confesarlo, la gracia está disponible para limpiarte, para perdonarte y restaurarte. Jesús no ignora la ley, Él declaró que vino a cumplirla pero sabe que nadie puede cumplir las normas; o sea que el Señor trae la gracia que es el antídoto contra la maldición que produce la ley. La ley produce maldición pero la gracia produce bendición. Cuando ésta se deposita sobre ti, se sanan todas tus enfermedades, tus pensamientos se enderezan; comienza a alejarse de ti la maldición, la tristeza y la miseria. Porque cuando opera la gracia, la persona ve, entiende y hace bien; y si hace bien, le va bien.

Hay quienes dicen: “No sé por qué me va mal si yo hago todo bien”. Creo que esa persona no está entendiendo nada porque quien hace bien le va bien y el que hace mal le va mal. Si mezclas café y leche, ¿qué obtienes? ¿Ácido Sulfúrico? ¡Obtienes café con leche! Mira si los de la NASA dijeran: “Hicimos todo bien y la nave se fue para donde quiso”. Cuando la nave hace eso, los científicos comienzan a indagar en qué se equivocaron. Ellos no van a decir. “Hicimos todo bien y la nave se desvió”. Si haces bien entonces te irá bien; y haces bien, no es porque eres inteligente sino porque la gracia de Dios está operando en ti. Pero tienes que reconocer que la inmundicia del pecado te ha turbado y te ha cegado el entendimiento.

Tú no puedes estar evitando que se conozca tu pecado, Cristo quiere que lo saques afuera y se lo confieses. Si tienes una olla con comida en mal estado que emana olor a podrido, ¿le pones una tapa en lugar de deshacerte de esa comida? Así hacen las personas que no quieren que se conozca su pecado, emanan olor a podrido pero tapan para que no se sienta el mal olor. Y hay quienes tienen la habilidad de mostrarse bien como si nada malo estuviera pasando. Como la mujer que se acostó con el vecino y cuando llega el esposo le dice: “Hola mi amor, tengo lista la cena”. ¡Saben despistar lo más bien! Tú podrás despistar a tu marido pero no a Dios. Podrás engañar al pastor y a la iglesia entera pero no podrás engañar a Dios. Dios requiere que seas transparente, Jesucristo trajo la gracia y la verdad y te guía a la verdad. Si hay verdad, entonces hay gracia.

Estamos en una cultura que ignora el pecado, es más, esta palabra ni se utiliza porque se prefiere hablar de error. Da la impresión de que si tú dices que cometiste un desliz o un error no suena tan grave. Porque si cometiste un error, todo lo que tienes que hacer es enmendar el asunto pero si lo que cometiste es un pecado, éste tiene que ser perdonado y limpiado, ahí tiene que actuar el Salvador y con su sangre limpiarte. ¡No se trata sólo de un desliz o un error! ¡Se trata de un virus de muerte! Si tus pecados no son perdonados, entonces tú eres un muerto que camina. “Deja a los muertos que entierren a sus muertos y tu ven y sígueme” dijo Jesús. Los pecadores están muertos y Jesús no ignora la ley pero quiere sacar a luz la verdad porque la justicia de la ley se hace cuando uno confiesa su pecado y lo saca a luz. Cuando lo escondemos, queda adentro y sigue operando y dominando; pero cuando lo confesamos, entonces el Señor entra en la vida de la persona y comienza a cambiar su mente y su corazón. ¡Y es Dios quien endereza las vidas, no el creyente!

Jesús nos muestra cómo funciona la gracia y la verdad mediante un hecho en concreto. Leemos en Juan 8: 3 al 5: “Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” ¿Qué dice la ley? ¡Marche preso! Esta persona debe morir. ¡Debe ser apedreada! Jesús que no ignoraba la ley, les respondió: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Había uno que al escuchar lo que el Señor dijo se atragantó y pensó: “¡Yo me acosté con ella!” Otro pensaría: “Yo no me acosté con ella pero tuve relaciones con varias mujeres. ¿Cómo la voy a apedrear? ¡Yo no tengo autoridad para hacerlo!”Juan 8:9 dice: “…acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio”. La ley dice que debes morir porque has violado el reglamento. “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. ¡Jesús no ignora el pecado! Él declara: “El adulterio es el que te llevó a la muerte, la ley dice que debes morir. Vamos a sacar a luz ese pecado que te está matando. Quiero que sepas que yo te voy a dar lo que tú no mereces; te voy a dar el perdón y la gracia. Voy a derramar mi amor sobre ti y te haré libre, pero no peques más”. ¡La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo!

                CONCLUSIÓN

¿Cómo trata Jesús con el pecado? ¡Amándote! “Si puedes creer en mí, te dice el Señor, si traes a mí tu pecado y no andas escondiéndolo porque si lo tapas eres un hipócrita y yo no puedo bendecir hipócritas. No puedo bendecirte si no quieres que tu pecado se vea tan mal. ¡Quiero que veas correctamente! ¡Yo soy la luz y quiero alumbrarte! Tu pecado no es cualquier cosa. No es que te voy a perdonar porque sí nomás, ni siquiera porque te amo. Te voy a perdonar porque tú vienes a mí y reconoces tu pecado”. La mujer adúltera no podía no reconocer su pecado porque la habían agarrado en la cama con un hombre. ¡Había sido humillada! Estaba llorando en el suelo y Jesús se compadeció de ella porque la mujer no tenía forma de esconder su adulterio. ¡Su pecado había salido a luz!

Dile a Dios en esta hora: “Señor, no quiero convencerte con palabras ni disfrazar mi pecado. No quiero echarle la culpa a mi madre, a mi padre y hermanos, porque es mi pecado”. Mucha gente se fue ofendida de la iglesia; sus ofensas y resentimientos que llevaron adentro de su corazón les ataron y les llevaron a pecar más aún, pero vuelven cansados y fatigados reconociendo que hicieron mal. ¡El perdón está ahí! El pecado es el problema más antiguo del mundo y el peor problema que enfrenta el hombre. ¡Pero gloria a Dios por Jesucristo que lo enfrentó por ti en la cruz del calvario y venció!

Si desesperadamente necesitas el perdón de tus pecados y has entendido que debes entregárselos a Jesús, haz una oración y dile al Señor: “Padre amado, yo te necesito. He querido ignorar mis pecados, y aun, que otros lo ignoren. ¡No me he percatado de la gravedad del veneno de muerte que es el pecado! ¡He sido tu enemigo porque mis acciones han ido contra ti y contra tu voluntad! ¡Sálvame Señor! El pecado no requiere de mi esfuerzo pero necesita de ti. Sé que lo puedes quitar ahora. Tú lo puedes limpiar. ¡Hazme libre, Señor! Yo me inclino ante ti, Dios. Tú eres el Señor y me humillo ante tu presencia. Recibo tu perdón y la libertad; recibo vida y paz, en el nombre de Jesús, amén”.

 

 

 

 

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