LA PALABRA DE DIOS: El sustento de tu vida - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA PALABRA DE DIOS: El sustento de tu vida

INTRODUCCIÓN

Dios ha inquietado mi corazón y tengo la necesidad de parte del Señor de comunicarle a la iglesia con toda crudeza y certidumbre una advertencia, y se trata de que aquellos que no estén arraigados en la palabra de Dios serán zarandeados, caerán, y muchos se perderán, y no te servirán de nada los diezmos y las ofrendas que has puesto o si has asistido a la iglesia. El sustento de tu vida eterna es la palabra de Dios. Dijo el apóstol Pablo: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría…” (Colosenses 3:16). Así dice la Biblia en Hebreos 4:12: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Al decir que es viva, se complementa con lo que dijo el apóstol Pablo al referirse a que la palabra de Dios more, o sea, viva en abundancia en nosotros. Dios requiere templos vivos, y esos somos nosotros, pero también requiere ese lugar vivo para hacer morar ahí su palabra viva.

¡ADVERTENCIA!

El mundo será terriblemente sacudido y muchos que no conocen bien la palabra de Dios o aquellos que tienen miedo y no se aferran a la palabra de Dios, serán perseguidos y matados. Muchos se perderán. Porque el ancla de la vida es la palabra de Dios. Leemos en Juan 3:31: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos”. Aquí queda claro que Jesús viene de arriba, y este versículo también nos sugiere que hay quienes vienen de abajo. Aquí el Señor hace una diferencia entre la naturaleza que Él tiene y la naturaleza que tenemos nosotros los terrenales. Hay una diferencia de sustancia, hay una diferencia en la naturaleza de lo que el Señor es y lo que nosotros somos; y también hace un énfasis en cuanto a lo que habla el que viene de arriba y lo que habla el terrenal. Si yo dijese: “Sea la luz” nada sucede; ahora, Dios dijo: “Sea la luz” y surgió la luz. Todo estaba oscuro, desierto, vacío y en caos; no había nada de luz, ni siquiera un resplandor. No había sol, luna ni estrellas, tampoco había lumbre. Mas Dios dijo: “Sea la luz” y fue la luz.

Yo puedo decir lo mismo que dice Dios y no pasa nada, pero si el Señor habla, suceden cosas extraordinarias. La palabra puede ser la misma, pero, una cosa es si esa palabra sale de la boca de Dios y otra si sale de nuestra boca. La raíz de las palabras terrenales está en el corazón de los hombres y la raíz de las palabras celestiales está en el corazón de Dios. Jesús, refiriéndose a sí mismo dijo: “Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio” (Juan 3:32). El Señor dice aquí que Él no habla por su cuenta, sino que habla lo que ve y oye de arriba, del Padre. El gran poder de Jesús radica en que Él habla lo que el Padre habla. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará…El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:23-24). Hay una diferencia abismal en cuanto a la sustancia y al poder de la palabra de Dios.

Por eso dije que el Señor ha inquietado mi corazón porque los que se sustenten en palabras terrenales, serán abatidos en el tiempo que viene. Aquellos que se sustentan en palabras terrenales no cumplen la voluntad de Dios y no hacen su obra. Pero Dios hace cosas extraordinarias con aquellos que creen en Cristo Jesús. Dice la palabra de Dios en Juan 1: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Aquí se une el hombre a Dios y comienza a disfrutar de una naturaleza que no tenía, y del poder que opera en la palabra de Dios que sale de la boca del hombre.

Muchos se sustentan en su orgullo; son brabucones y bocones porque son creídos; en cambio, hay muchos que son bravos porque tienen fe en Dios y cuentan con su poder. Tienen el respaldo de Dios y no el del brazo terrenal y humano. Jesús lo dice de una y de otra manera, así lo leemos en Juan 3:34 al 36: “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.

LA PALABRA DE DIOS DA VIDA ETERNA

¿Qué se necesita para creer? Se necesita oír. O sea que oigo la palabra de Dios y creo. Creer en la palabra de Dios que nos da vida eterna. La palabra es eterna y la sustancia también. Jesús declaró: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Todo existe por la palabra de Dios. Leemos en Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. La palabra de Dios produjo el firmamento y todo el universo. Todo lo que se ve fue hecho de lo que no se veía; el universo fue creado y se sustenta por la palabra de Dios. ¿Qué es más importante, el universo o la palabra de Dios? ¡La palabra de Dios! Dijo el Señor: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17). Está dicho en la palabra de Dios que hay un límite en cuanto a la existencia del planeta y del universo. En el libro de Apocalipsis capítulo 21, nos dice Juan: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Por lo tanto, el universo, que funciona de una manera tan extraordinaria va a desaparecer. No sólo lo dicen Isaías y Juan, también lo dicen los científicos, uno de ellos es Stephen Hawking quien declaró que en seiscientos años la tierra se convertirá en una enorme bola de fuego. O sea que la ciencia tiene bien claro que tanto la tierra como el universo van a desaparecer. ¡Chocolate por la noticia! Esto lo declaró Juan hace dos mil años atrás e Isaías setecientos años antes. Y aparece Jesús hace dos mil años, y dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. No se trata de un poema o algo alegórico; el Señor afirma que el cielo y la tierra pasarán, pero la palabra que les dio existencia al cielo y a la tierra no pasará. ¡La palabra de Dios es más firme que el universo!

Lamentablemente suenan tantas campanas en el mundo que nos marean y confunden, y hay muchos creyentes así. Hoy en día las personas no saben si son hombres o mujeres. Yo sí sé porque sigo aferrado a la palabra de Dios. A mí no me enseñan los enseñadores de esta tierra; a mí me enseña y me sustenta la palabra de Dios. Vienen tiempos en que seremos perseguidos e iremos a la cárcel porque nos acusan de que nos levantamos contra los derechos humanos. Por eso les digo a los cristianos que se afirmen en la palabra de Dios. Cuando venga la tempestad no habrá nada más firme que la palabra de Dios y nada te dará más paz que su palabra. No habrá nada que te pueda librar más que la palabra de Dios. Su palabra es su brazo, es su poder. Cuando Dios habla, cosas tremendas suceden.

¿Por qué Jesús sanaba a los enfermos y resucitaba muertos? Si un hombre común se parase ante la tumba de Lázaro y gritara: “Sal fuera”, esa sería una palabra terrenal. Pero Jesús se para ante la tumba y dice: “Lázaro ven fuera”, y el muerto de cuatro días, con olor nauseabundo, se levanta y sale afuera. ¡Esto es el poder de la palabra de Dios! ¿Cuál es la clave? Jesús no hablaba sus propias palabras, sino que hablaba lo que había visto y oído del Padre. El que viene del cielo es celestial y cosas celestiales habla; y manifiesta el gran poder de Dios a través de su palabra. El diablo está generando miedo en cuanto a confiar en la palabra de Dios; el diablo genera confusión porque enseña como verdades las mentiras del infierno, pero yo sé que habrá un remanente que se sostendrá en la palabra de Dios. Y yo soy uno que pertenece a ese remanente. El cielo y la tierra pasarán pero yo no pasaré porque mi sustento y mi comida es la palabra de Dios.

LA PALABRA DE DIOS ES TU PAN

Dijo Jesús: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). El pan es el sustento de la vida terrenal y biológica; hay un pan el cual no te ayudará a ir más allá del cementerio. Pero necesitas nacer de nuevo para escuchar la palabra de Dios, para creer en Jesucristo, para que tengas vida eterna. Primero es lo terrenal y animal, después es lo celestial. Tienes que nacer de la carne, ser sustentado en la carne, pero mientras vives en la carne tienes que recibir el alimento espiritual ya que no sólo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. La palabra de Dios sí te sustentará más allá del cementerio porque tiene y da vida eterna.

Hay dos alimentos, el pan que alimenta tu cuerpo biológico que no dura mucho tiempo, pero en ese lapso escucharás palabra de Dios la cual te da vida eterna y te sustenta por la eternidad. Jesús decía: “Aquel que oye mis palabras…” Y sabemos que esas palabras no eran suyas sino del Padre. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7:24 y 25). ¡La casa que está sustentada en la palabra de Dios no cae!

Hay un matrimonio que se lleva mal y estamos tratando de ayudar ya que se acusan uno al otro, que no tiene sustento porque pretenden sustentarse de argumentos. Ella le dice a él lo que tendría que hacer y él hace lo mismo con ella, pero las palabras terrenales sólo producen caos. ¡Ese matrimonio necesita ser sustentado por la palabra de Dios! Ellos no leen la Biblia; ellos discuten. No oran, sólo discuten. Las palabras terrenales sólo producen resultados terrenales. El resultado terrenal de un matrimonio que se lleva mal se llama separación y divorcio. Pero cuando un matrimonio, y este ejemplo lo podemos llevar a otro orden de cosas de la vida, cuando se apoya en la palabra de Dios y ambos la buscan para sustentarse, esa palabra de Dios mantiene firme la familia, porque quien edifica su casa sobre la roca, y la roca es la palabra de Dios, no sufrirá pérdidas. Cualquiera que oye y pone por obra la palabra de Dios, al estar sustentado en esa palabra, su matrimonio no se rompe. ¡Nada ni nadie puede contra lo que Dios establece con su palabra!

Lo que hoy te predico lo hago en fe, creyendo que Dios me ha puesto para predicar y no hablo palabra de Jorge Márquez, sino que predico palabra de Dios. ¿Cuál es ese problema tan grave que tienes que no lo pueda solucionar la palabra de Dios? Dijo Jesús: “Mis palabras son espíritu y son vida” (Juan 6:63). El Espíritu vive, no muere. Si las palabras de Dios penetran en tu corazón tú tienes vida, y junto con la vida tienes gozo y paz. “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” dijo Jesús. ¿Cómo opera el Señor para que tengas vida abundante? Habla. Él predica y tú crees o no, te aferras o no. Es mentira que Dios no te quiere bendecir. Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. ¡De tal manera amó Dios al mundo! Tú perteneces al mundo, eres parte del grupo de seres que Dios ama profundamente, tanto, que envió a su Hijo para que todo aquel que en Él cree no se pierda sino que tenga vida eterna.

Jesucristo es la palabra encarnada de Dios, así dice Juan 1:1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Se utiliza la palabra verbo porque denota acción, y como dije, la palabra de Dios es palabra viva. Así que este versículo se podría parafrasear de la siguiente manera: “En el principio era la palabra viva, y la palabra viva era con Dios, y la palabra viva era Dios”. Y agregó el apóstol Juan que esa palabra descendió y se hizo hombre y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. ¡La palabra de Dios es verdad! Aunque digamos lo mismo que Dios, no podremos decir verdad si lo que hablamos no proviene de Dios. Es que podrás decir lo mismo que Dios, pero lo sacas de tu corazón y eso no le sirve al Señor. Sólo lo que viene de Dios produce la obra de Dios.

El Señor nos ha hecho partícipes de su palabra. Nosotros podemos decir como Jesús, que las palabras que hablamos no son nuestras sino que vienen del Padre cuando realmente son del Padre. Dios da su palabra para un momento dado, para una circunstancia dada, en un lugar dado. No andes por ahí hablando sandeces, ponle freno a tu lengua y no hables lo que no proviene de Dios. Habla lo que el Señor quiere que digas y así harás las obras de Dios. Jesús dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Para que tú puedas creer, primero tienes que escuchar palabra de Dios. En el momento que crees las palabras de Dios, tienes esas palabras en tu corazón y haces las obras de Dios.

LA PALABRA DE DIOS ES TU LUZ

Dios no sólo quiere salvarte y perdonarte los pecados para hacerte sentir bien; Dios quiere usarte para que alumbres donde hay oscuridad. La Biblia señala que en los postreros tiempos los entendidos brillarán como el sol. Isaías 60 dice: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. ¿De dónde viene tu luz? ¡De la palabra de Dios! Hay alguien que entendía bien lo que te estoy diciendo. Dice el salmista en el Salmo 119: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Es la palabra de Dios la que te alumbra en cuanto a lo que debes o no debes hacer. Llegará el tiempo en que te arrepentirás de lo que dijiste porque entenderás que no debiste haberlo dicho, o de no haber hablado cuando debías haberlo hecho. Viene el tiempo en que Dios te dará certeza y pondrá firmeza en tu corazón; hablarás y no retrocederás porque sabes que lo que dices no es tuyo sino de Dios. ¡Dios no se ha dejado sin testimonio! Él nos ha dado testimonio de su poder a través de su palabra.

Vienen tiempos en que los cristianos sabrán y entenderán que los pensamientos que tienen no provienen de Dios y los desecharán. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55: 7 al 9). Dijo el salmista: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).Tú guardas la palabra de Dios, y dejas de pecar. Conocer la palabra de Dios alumbra el pensamiento, el entendimiento y la razón. ¡Bendita sea la palabra de Dios! Si te estás preguntando qué hacer, yo te digo que busques la voluntad de Dios. Hay algo que el Señor te quiere decir, que va a encaminar tu vida. Que la voluntad de Dios sea el sustento de tus decisiones. La palabra de Dios te guiará a hacer su voluntad. ¡Lee la Biblia y ora!

A la edad de diecisiete años yo era maestro de la escuela bíblica, y llegó un momento en que el Señor me quebrantó y me mostró que yo enseñaba la Biblia conforme a lo que mi corazón me guiaba; me mostró que yo no era espiritual y que lo que enseñaba no era lo que Él quería. Puedes enseñar la Biblia y no estar guiando al pueblo de Dios a hacer su voluntad. Yo tenía un versículo bíblico para todo, pero tanto me quebrantó Dios que empecé a ver que lo que yo enseñaba no tenía poder porque no era soplado por el Espíritu Santo. De pronto leí en la palabra de Dios: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1). Yo quería ser maestro, a la gente le gustaba escuchar cuando les enseñaba la palabra de Dios; pero a partir de ese momento desistí y no quise enseñar más porque el temor de Dios cayó sobre mí. Yo no estaba ungido por el Espíritu de Dios para enseñar. Hasta que fui lleno del Espíritu Santo y tuve un nuevo entendimiento acerca de la palabra de Dios y entendí que no cualquiera puede enseñarla porque quien lo haga tiene que estar encendido y tiene que ser lámpara de Dios o recibirá mayor condenación.

CONCLUSIÓN

Tú has nacido para mostrar la gloria de Dios, y tu boca debe hablar palabra de Dios. Entonces, esa palabra producirá las obras de Dios a través de tu boca. Comenzarás a declarar cosas y esas cosas sucederán. Haber hablado no siendo guiado por el Espíritu Santo ha sido causa de pecado en tu vida; haber enseñado la Biblia no por el Espíritu Santo sino por lo que hay en tu corazón es pecado. Debes decidir hoy no hacer nada que no esté sustentado en su palabra. ¡Pídele que te llene y que te transforme! Tú no eres tu dueño, tú no eres tu dueña; Cristo nos ha comprado con su sangre para que seamos suyos y hagamos su voluntad. Haciendo la voluntad de Dios, tu vida es bendecida y la paz del Señor te acompaña.

Haz un pacto de con Dios y dile que vas a respetar su palabra, que cuando Él te hable tú creerás y harás conforme a su voluntad. Si aún no has tomado en serio la palabra de Dios y obras conforme a lo que dicta tu corazón, eres una persona religiosa y no te salvará que cantes al Señor, no te salvará que ofrendes y diezmes ni que seas miembro de ninguna iglesia, porque la salvación viene de Cristo y Él es la palabra encarnada de Dios. Ponte a cuentas con Dios y pídele perdón porque has hablado livianamente. Pídele que haga una nueva obra en ti y que tu vida sea alumbrada por su Espíritu Santo. Desempolva tu Biblia, comienza a amar la palabra de Dios, a valorarla y a aplicarla a tu vida. Lee la palabra de Dios para saber qué hacer y no esperes a que el pastor te diga que hacer. ¡No vivas de la unción prestada! El Señor quiere que su palabra abunde en tu corazón y que tengas el poder de decidir por su Espíritu y por su palabra. El Señor no quiere que tengas dependencia humana, sino que dependas totalmente de su Espíritu para que digas y hagas conforme a lo que Él quiere.

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