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Hoy he salido de parte de Dios a buscar obreros. ¡Él está necesitando obreros para la mies! Cuando veo todo lo que hay para hacer, llego a la conclusión de que Jesús había visto bien, también advirtió que había mucho para hacer, Él vio que la mies es mucha y los obreros son pocos. Los oidores son muchos y los hacedores pocos; los que hablan son muchos pero los que hacen son pocos. Este mundo necesita ser transformado y no lo será por los charlatanes u oidores ni por los políticos o los científicos. El mundo será transformado por el poder de Dios y los instrumentos que Él usará serán sus obreros, aquellos que le abran el corazón y le digan: “Señor, lo que tú quieras, donde quieras y cuando quieras”. ¡Dios ha salido a buscar gente que quiera trabajar en su empresa y en sus proyectos!
Muchas veces hemos orado: “Señor, envíanos gente. ¡Que vengan a la iglesia!” Pero llega el frío polar y las personas se quedan en su casa. Creo y estoy convencido que tienes que dejarte cautivar por Dios y debes dejar que Él ponga dentro de tu corazón lo que tiene en su corazón. ¡La obra de Dios no se hará con tus planes ni con tus ideas!
He conocido muchos cristianos que me dicen: “No sé cuál es la voluntad de Dios para mi vida. Estoy esperando que Él me muestre”. Hoy te voy a decir cuál es la voluntad de Dios para tu vida y nunca más podrás decir que no la conoces; el evangelio es muy sencillo y práctico, no tienes que esperar que Dios te presente un gran plan, tienes que empezar ya donde estás, como me sucedió a mí cuando comencé a pastorear una iglesia en la ciudad de Juan Lacaze. Yo venía de la ciudad de Buenos Aires que tenía quince millones de habitantes y Juan Lacaze, tendría, creo yo, unos diez mil, en el año mil novecientos noventa. Entonces le preguntaba a Dios: “¿Qué hago acá, Dios mío? ¿Qué quieres hacer conmigo?” Y Él me respondía: “Cállate y predica. ¡Haz la obra que te he dado que hagas!”
¡Es muy sencillo! Jesús no nos dijo: “Aquí tienen un manual”, sino que nos mandó: “Vayan y prediquen el evangelio a toda criatura, en todas las naciones y bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y he aquí yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. ¡Mira qué cosa más difícil es conocer la voluntad de Dios!
En el libro de Mateo, capítulo 9 versículo 18, lo veo a Jesús sanando a la hija de Jairo, levantándola de la muerte, y sanando también a la mujer que tocó su manto, la que por doce años padecía de flujo de sangre. Luego, en el versículo 27 lo veo sanando a dos ciegos; más adelante en el versículo 32 sanó a un mudo: “32Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado. 33Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel”.
¿Puede un demonio quitarle el habla a una persona? ¡Sí, puede! ¿Puede un demonio producir enfermedades? ¡Seguramente! ¿Puede trastornar tu manera de ver o entender las cosas? ¡Claro que sí! Y Jesús está en contra del trabajo de los demonios, por lo tanto, te voy a explicar tres cosas que tienen que ver con la voluntad de Dios y con lo que Él quiere que tú hagas. Dios quiere que prediques el evangelio, que liberes a los endemoniados y sanes a los enfermos. ¡Ya está! Podría dejar este mensaje por aquí porque ya te dije lo que Dios quiere de tu vida. ¡Predica el evangelio! ¡Sana a los enfermos! ¡Libera a los endemoniados! ¡Déjate de preguntas y cuestiones! ¡Deja de pensar, de elaborar y hacer planes! ¡Ve a un hospital y ora por los enfermos! ¡Cuando encuentres una persona perturbada, triste y amargada en la calle, predícale el evangelio!
Alguno dirá: “Yo no tengo palabras, no estoy preparado”. Para hacer esto no necesitas ir a un instituto bíblico, no necesitas un certificado de Teólogo, solamente debes decirle a las personas: “¡Arrepiéntanse porque el reino de los cielos se ha acercado! ¡Deja de hacer lo que estás haciendo! ¡Deja tu vieja vida y tu pasado! ¡Entrégale tu corazón a Jesús y Él te dará vida eterna, te dará paz y te irá bien! ¡Dios guiará tu vida!” ¡Listo!
No necesitas ser un Teólogo ni saber mucho de doctrina, lo que quiere Jesús es que prediques el evangelio del reino. Leemos en Mateo 9:35: “35Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”.
¿Qué es el evangelio del reino? Dejar de lado el reino de las tinieblas, volvernos atrás de nuestra manera de pensar, de ver y de sentir y entregarle nuestro corazón a Jesús; entonces Él nos alumbrará con su luz y nos dará una nueva visión, de tal manera que veamos y sintamos como Jesús ve y siente, y tengamos el corazón que Él tiene. ¿Te entusiasma esto o te parece aburrido? Quizás dirás: “Eso ya lo sabía”. Sí, ¡tú ya lo sabías pero no lo haces!
¡Está por verse lo que van a descubrir los creyentes cuando salgan a la calle a predicar el evangelio del reino! Jesús salía a predicar el evangelio, se encontraba con un endemoniado y le echaba fuera el demonio; se encontraba con un enfermo y lo sanaba. La pregunta es: ¿Qué tenía Jesús que no tengo yo? La Biblia nos muestra lo que tenía el Señor en Mateo 9:36: “36Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.
Jesús veía a las multitudes como una gran cosecha. Él iba por las aldeas y pueblos y veía por todos lados gente desorientada, endemoniada y enferma. Y, ¿qué hacía Jesús? Les predicaba el evangelio del reino, los liberaba de los demonios y sanaba las enfermedades. ¿Qué cosa más aburrida hacía Jesús, no? Alguno dirá: “Yo quiero sentir algo, una electricidad, un fuego”. Si quieres saber cuál es la voluntad de Dios para tu vida, ¡ya te la dije!
Lo que tenía Jesús y que quizás tú no tienes es compasión. El Señor miraba a la gente y veía que todos se iban al infierno, los veía desorientados y sentía compasión por ellos. ¿Qué es la compasión? Es sentir lo que el otro siente. Compasión procede del latín «compassio» que está formada por «con» que significa reunión, «patior» que significa sufrir o padecer juntamente con el otro, sentir lo que el otro siente, y «ción» que significa acción de. Tener compasión significa que si alguien está triste, a mí me entristece ver a esa persona así. Me aflige ver una persona afligida. Cuando te compadeces, cuando sientes lo que siente el otro, tienes ese deseo ferviente de ayudarle en su problema, en su soledad, etc. Cuando te encuentras con una persona que sufre de soledad y te compadeces de ella, esa persona ya no se sentirá más sola porque ha encontrado alguien que se ha compadecido por ella.
Hoy en día hay un problema muy serio y es que los hijos no saben a quién ir a preguntar cuando tienen alguna interrogante, porque los padres no están para responderles. Papá no se encuentra en ese momento o de lo contrario está muy ocupado con sus quehaceres. Los hijos, hoy en día son una molestia, entonces, no hay padres que se compadezcan de sus hijos. Jesús vio la multitud y tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas, es decir, no tenían amparo, no tenían dónde cobijarse. Los niños que viven en el hogar de Haití les dicen papá a los jóvenes que los cuidan, los besan y los abrazan; esos hombres, que en otro tiempo han estado tan desorientados ahora lo están más que antes, porque ellos nunca han tenido papá, y ahora, los niños corren a sus brazos y les dicen papá. Ellos, maravillados declaran: “¿Qué ha hecho Dios conmigo? ¡Me transformó en papá!” Es una delicia ver a Angelita decirle al bebé más chiquito: “¡Venga con mamá!” ¡Y el niño le tira los brazos, la babea, se ríe con ella! ¡Ese niño que no sonreía ahora hace igual que mis nietos! ¡Qué hermoso verlo!
¡Qué triste está el mundo y qué desorientado! Cuando la Biblia señala que estaban desamparados, este término también tiene que ver con desorientación. La gente anda buscando algo que la haga sentir bien, andan buscando la paz. ¡Y le ofrecen cada cosa! Le ofrecen Yoga, Reiki, pastillas, aloe, etc. ¡Qué es lo que no te ofrecen para que te sientas mejor! Y tú pruebas esto y aquello pero nada te llena. Nadie se da cuenta que la satisfacción del alma es la presencia de Jesús en el corazón. Entonces andan buscando en todos lados, pero desechan a Jesús. Buscan en las películas, en el sexo, en el alcohol, en la droga, etc. ¡Aunque siguen desamparados como ovejas que no tienen pastor! Nunca han contado con alguien que les guíe bien, y ahora son padres, pero están desorientados ellos y los hijos. ¡La sociedad entera está desorientada! ¡No saben qué hacer!
Con respecto al proyecto de ley que pretende legalizar el consumo de marihuana en Uruguay, en una noticia, leí acerca de un diputado que no quiere votar a favor de esta ley porque no está convencido de que sea favorable para la sociedad. Entonces, señala la noticia que el presidente Mujica lo ha llamado por teléfono, y para convencerlo le dijo entre otras cosas: “Tenemos que quitarle este negocio a los narcotraficantes”. ¡Cuánto amor por los jóvenes! ¡Cuánta compasión! ¡El presidente está desorientado! Él está pensando en quitarle el negocio a los narcos y que ahora se encargue el estado. ¡Están locos! El estado señala que no se quiere perder este negocio por lo que a partir de esta ley, le venderán la noble, dulce e inocente marihuana a quienes tengan más de dieciocho años, con lo cual están diciendo: “Nos resignamos a dejarles parte del negocio a los narcotraficantes”. Porque los chicos comienzan a los ocho o nueve años a consumir marihuana y ya para los once están consumiendo pasta base.
¡Los jóvenes están cada vez más desorientados! Necesitan alguien que les diga: “La droga no te va a sacar del estado enfermo de tu alma. Lo que te librará es la sangre poderosa de Jesucristo”.
¡Vivimos en una sociedad que ha perdido la brújula! ¡Las mujeres están desorientadas! Muchas creen que de haber nacido hombre, serían más felices. Una joven me dijo: “Mi papá se iba con mis hermanos a ver los partidos de futbol y yo me quedaba sola. Si yo hubiera nacido hombre, mi papá me hubiera tratado diferente y me hubiera querido”. Creía que su felicidad estaba en que su padre le prestara atención, pero yo quiero decirte que Dios te está prestando atención. ¡Él te ama como nadie te ha amado! ¡Tu padre jamás podrá amarte como Dios te ama!
¡Hay un lío bárbaro porque hay muchas mujeres que quieren ser hombres y hombres que quieren ser mujeres! Hubo una discusión en un programa periodístico porque uno sugería que los padres no tienen que comprarles muñecas a sus hijas ya que les están condicionando que resuelvan su orientación sexual por decisión propia. Entonces, si la niña eligiera ser hombre, los padres la estarían condicionando. Uno decía: “¿Cómo no le voy a comprar una pelota de fútbol a mi hijo? ¡Usted está loco!” “Si le compra una pelota lo está condicionando”, agrega otro. “Tendría que enseñarle a jugar al futbol y también a las muñecas”. ¡Eso discutían!
Jesús miraba a la multitud y decía: “Estos no tienen pastor”. Lo que sucedía en aquel entonces sucede hoy en día a pesar de los grandes avances que tenemos. Se han inventado un sin número de cosas para estar bien y vivir mejor como los lavarropas, los seca ropas, lavavajillas, etc. ¡Hay de todo para estar bien! ¡Sin embargo la gente no está bien!
Hace unos quince años atrás era inadmisible pensar que andaríamos como tontos con un teléfono por la calle. Recuerdo el ladrillo, el primer teléfono celular que usé. El asunto es que con esa invención nos están facilitando la vida. Con un teléfono celular podemos hablar en el ascensor, en el auto, en el ómnibus. Hoy en día andamos todos conectados pero la soledad es cada vez mayor. La comunicación que hay no mejora las relaciones, no mejora la soledad del corazón de los hombres y las mujeres… Hasta podemos hablar por teléfono celular en el baño, pero cuando subimos a un avión ya no lo podemos usar. ¡Qué bronca que da! Ahora, con todo esto: ¿Vivimos mejor? ¡Yo creo que vivimos peor!
Jesús iba por las ciudades y aldeas, y al mirar a la gente veía lo que a veces nosotros no vemos, que estaban desamparadas, que eran como ovejas dispersas que no tenían pastor. ¡Así están todavía las ciudades! ¡Los valores que hicieron grandes a las naciones de la civilización occidental se están rompiendo a pedazos! ¡Los gobiernos les dan droga gratuita a los drogadictos para bajar los niveles de violencia! En algunos lugares de Europa, en la década de los noventa, el estado les brindaba a los jóvenes jeringas esterilizadas para que pudieran drogarse y pensaban que les estaban haciendo bien.
En Haití he visto señales de cambio pero para bien y eso me ha sorprendido. Se están haciendo obras de alumbrado en algunas avenidas y construcciones en varios lugares. Cuando llegué a ese país me llamaba la atención, cómo las mujeres se levantaban las faldas y orinaban o defecaban por ahí. En una cena en la que participé, hablé acerca del pudor, que es un concepto de la civilización occidental. Lo que sucede en Haití, también sucede en África y en India. Pero los que tenemos fundamento en la Biblia, ésta nos lleva a tener el pudor de guardar nuestros miembros ya que son privados.
Recuerdo cuando fuimos a una feria en Haití, donde miles de personas transitaban; al frente mío había una acequia y en ésta había una mujer haciendo sus necesidades; ella me miró y me sonrió. Hay hombres que orinan contra una pared, pero hay otros que se ponen mirando a la calle, ventilando el miembro viril. ¡Yo daba gracias que en nuestra civilización occidental las cosas no son así!
También recuerdo cuando fui a un retiro en Corea, donde había mil pastores. En el lugar había unos baños con una entrada grande y en medio de esos baños una línea de mingitorios; entonces pasaban las personas por esa puerta y podían ver a los hombres orinando ahí. ¡Qué lindo haber nacido en países con una cultura que se originó con ese pudor que enseña la palabra de Dios, de no desnudarse ni andar mostrando los miembros! Pero resulta que por ahí te encuentras gente protestando por el aumento del boleto en el transporte y sale un grupo de hombres desnudos en bicicleta. También hace poco, unas mujeres estuvieron protestando a favor del aborto y para hacerse notar se desnudaron en el Palacio Legislativo. Uno se pregunta qué tendrá que ver eso con el aborto pero según ellas sólo querían llamar la atención. ¡Cada vez estamos más locos! Jesús miraba la multitud y veía que estaban desamparados, desorientados, dispersos como ovejas que no tienen pastor.
En mi último viaje a Haití, un ingeniero, funcionario del estado, me dijo que había salido un decreto, el cual establece que a todo aquel que se le encuentre orinando o defecando en la vía pública irá a la cárcel. Pensé que no iban a alcanzar las celdas, pero me alegré mucho por esta noticia, porque puedo ver que algo está cambiando en ese país. Comparando este acontecimiento con Uruguay, no hace mucho, los senadores estuvieron discutiendo un tema sumamente importante para la nación y se trataba de que si se podía o no orinar o defecar en la vía pública. ¿Sabías que hay un proyecto de ley que permite a las personas orinar o defecar en la calle sin que les digan nada? Allí, se puso de pie un senador y dijo que él había tenido que hacer uso de ese derecho porque faltan baños públicos. ¡Salió en la prensa que el senador había orinado en la calle! Así que los que estamos del lado del pudor nos comenzamos a parecer a los haitianos y ellos están procurando parecerse a nosotros. ¡El mundo está desorientado!
He participado en una cena, en la que unos chicos habían hecho un sketch; colocaron un biombo con palabras como soledad, odio, rencor, temor, etc. en cada uno de los lados. Adentro había un muchacho que gritaba: “¡Alguien que me saque de este pozo! ¡Estoy mal, sáquenme de aquí!” Entonces se acerca uno y le dice: “Yo estaba mal como vos pero probé la marihuana y santo remedio. ¡Vos tenés que probarla!” El otro desde adentro le preguntó: “¿Estás seguro que si fumo marihuana me ayudará a salir?” “Sí, seguro, probala…” le responde. El joven fuma un poco y al rato grita: “¡No! ¡Sáquenme de aquí, esto no me ayuda!” Vinieron otros que le ofrecían alcohol, pastillas, trabajo -ya que éste dignifica-, pero nada le sirvió, él seguía mal. ¿Con qué sale la gente del estado de depresión, de tristeza y de angustia? ¿Con qué sale la gente de su estado de odio? ¿Distrayéndolo? ¿Dándole pastillas? ¡No! Dios sigue mirando las naciones y pueblos y sigue diciendo que la gente está desorientada, son ovejas desparramadas que no tienen pastor. ¿Quién irá a ayudarles? Vio Jesús las multitudes y tuvo compasión de ellas. ¿Qué es lo que lo movía a Jesús? ¡La compasión! Cuando los vio desamparados y dispersos como ovejas que no tenían pastor tuvo compasión de la multitud. Entonces llamó a sus discípulos y le dijo: “A la verdad la cosecha es grande pero los obreros son pocos”. ¡Jesús mismo se sintió impotente al no poder atender a toda esa gente! Por lo que les dijo: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:38).
Muchas veces los pastores hemos orado: “¡Padre, que venga la gente! ¡Danos una gran cosecha!” Pero estuvimos orando mal porque la Biblia señala que la cosecha es grande, la gente desorientada es mucha, la gente dispersa sin pastor es mucha, lo que falta son personas que tengan la compasión que tiene Jesús. Si tú estás preocupado por ti mismo no puedes compadecerte del resto. Si te ocupa mucho tu problema, tu familia, tu trabajo o tu dinero, tú no tienes tiempo para sentir compasión por tu prójimo. ¿Quieres hacer la voluntad de Dios? Para ello requieres tener un fuego adentro que te saque de ti mismo y te enfoque en la gente, y que puedas ver en el corazón y en los ojos de ellos, lo que les está pasando. Cuando no tienes compasión, tus ojos no ven lo que tienen que ver, ni tu corazón late por lo que tiene que latir. Jesús te dice: “Lo que tú necesitas para hacer mi voluntad es sólo tener compasión por la gente. ¡Tu pasión tiene que ser la gente!”
¿Tú querías saber cuál era la voluntad de Dios para tu vida? ¡Lo que necesitas es tener compasión por la gente! Cuando te preocupas por lo que quieres, lo que te falta o a donde quieres llegar, no tienes tiempo para Dios. Pero cuando le entregas tu corazón y dejas que Jesús entre en él, comienzas a ver las multitudes como Él, y te compadeces de ellas porque son como ovejas dispersas que no tienen pastor.
Comencé el mensaje diciendo que Dios ha salido a buscar obreros. ¡Él necesita obreros! Ya te he dicho que debes tener compasión y eso te llevará a la gente; y cuando tú te comunicas con ellos les predicas el evangelio, si están enfermos oras y se sanan, si están endemoniados los liberas y les echas fuera los demonios; entonces, las personas comenzarán a sentir que hay alguien que se interesa por ellos.
Cuando comencé a ocuparme de la gente, en ese tiempo estábamos en el período más crítico de nuestro matrimonio con Marta. No teníamos trabajo, no había dinero, pero sentíamos un llamado muy fuerte de parte de Dios, así que juntábamos las moneditas para ir a la iglesia, nos tomábamos tres ómnibus, regresábamos a nuestra casa a las dos de la mañana, con nuestras hijas pequeñas, a veces bajo la lluvia y no sólo íbamos a la iglesia los domingos sino varios días a la semana. Allí, nos poníamos a hacer consejería, nos sentábamos a hablar con la gente y podíamos estar de veinte minutos a una hora con quien lo necesitara. Las personas se apasionaban por nosotros y nos preguntaban qué teníamos de especial.
Siempre cuento de una mujer que se nos acercó desesperada porque le había llegado un cedulón y nos dijo: “¡En treinta días tengo que entregar la casa! ¡Por favor oren por mi!” En ese entonces nos habían desalojado a nosotros y estábamos viviendo en la casa de unos amigos. ¡No teníamos dónde vivir y debíamos atender a la mujer que se encontraba desorbitada porque le había llegado la notificación de desalojo! Hablé con ella por más de media hora y le dije: “¡Mi hermana, no te preocupes, entrégale a Dios todos tus afanes!” y le pregunté: “¿Cuántos días faltan para que te vayas?” “Treinta días”, me responde. Entonces agregué: “¡Hijita, un día son como mil años para Dios, treinta días son treinta mil años! ¡Mirá si Él no va a tener tiempo para arreglar tu situación!” Ella se reía y le gustaba que yo le hablara así. Continué diciéndole: “¡No estés mal! ¡La Biblia declara: No he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan!” La aconsejaba dándole esperanzas y yo me encontraba en la lona, ¡pero tenía tantas ganas de ayudar a la gente y de consolarles! ¡Ansiaba que al orar por las personas algo grande sucediera! ¡La gente me bendecía y se encariñaba conmigo! Cuando oré por la mujer, me declaró: “¡Qué paz que tengo! ¡Gracias por sus palabras!” Y continuó diciéndome: “¡Ustedes deben estar muy bien!” “Yo no tengo casa”, le respondí. “¡A mí me echaron hace un mes!” Sorprendida me preguntó: “¿Y cómo hace para tener esa paz?” “¡Tengo la paz del Señor!” agregué.
Yo estaba quedándome en la casa de un amigo porque no tenía dónde vivir, entonces oré: “¡Padre, yo estoy enseñando a la gente lo que declara tu palabra: No he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan y yo no tengo casa!” Dios me respondió así: “¿No te gusta la casita que he provisto para ti?” “Sí, está linda” respondí. Ahí entendí que no se trataba de tener una casa propia. ¡Dios ha prometido que no vas a quedar sin techo! ¡Él nunca me dejó en la calle y hasta el día de hoy yo no tengo casa propia! Aunque muchos andan diciendo que tengo una quinta, que tengo casa, y esto y lo otro, ¡yo no tengo casa propia! ¡Ni me preocupa tenerla! Es más, nos tuvimos que ir de donde estábamos viviendo ahora porque nos pedían la casa y mientras yo me encontraba en Haití, mi esposa estaba buscando apartamentos y una vez que encontró un lugar se encargó de la mudanza. El último departamento que alquilamos pertenecía a un matrimonio que se había ido a España, entonces lo habían dejado todo equipado. ¿Qué hizo mi esposa cuando dejamos el apartamento anterior? ¡Comenzó a repartir todo lo que teníamos a los hogares de Beraca! ¡Nos quedamos sin nada! Ahora, nos mudábamos a un apartamento que no tenía nada, así que tuvimos que salir a comprar todo lo que necesitábamos. Yo, más contento, invité a almorzar a unos amigos y compré un vinito. Mi esposa me mira y me dice: “¡No tenemos copas!” “Bueno, vamos a tomar un cafecito”, sugerí, y ella me dijo: “¡No tenemos cafetera!” Salimos a comprar copas, cafetera, pocillos para el café que tampoco teníamos, y otras cosas más. Estaba preparando una carne y me dio un cuchillo chiquito para cortar, entonces le pido uno más grande, pero me dice: “¡No tenemos cuchillos!” ¡Tuvimos que proveernos de todo! ¡Pero nos sentimos felices de verles la cara a nuestros hermanos y poder hablarles al corazón y declararles que Dios les ama!
Dios tiene compasión de ti, pero tú debes tener compasión por el prójimo. No puedes llevar adelante una vida cristiana esperando que Dios tenga compasión de ti pero que tú no sientas lo mismo por tu prójimo. ¡Jesús quiere que tengas el mismo corazón que Él tiene! No es que te vas a proponer tener compasión, esto es algo que le pertenece a Dios. ¡Es parte de la esencia del corazón de Dios! ¡La compasión es parte de amor de Dios!
Tú necesitas pedirle perdón a Dios por no tener esa compasión, porque te estás manejando con tus propios conceptos que parecen buenos, como tener una buena conciencia, ser caritativo, etc. Todas esas cosas son de la democracia, como también el ser solidarios. ¡La esencia de todo es el amor! ¡La esencia de todo es la compasión! ¡No le des a alguien porque te causa tristeza o porque se te revuelven las entrañas! ¡No lo hagas por eso! ¡Si es de Dios hazlo! ¡Pero si es tuyo no lo hagas! ¡No le sirve a Dios y ni a nadie! ¡Dios quiere que tu corazón palpite con el suyo! ¡Él quiere cambiar tu existencia! ¡Tiene multitudes de personas desorientadas y necesita ayuda para orientarlas! Por eso el Jesús dijo: “Oren al Señor de la mies para que envíe obreros a la mies”.
Leemos en Mateo 10:1: “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”. Jesús les hizo ver que esto no era obra suya solamente sino que también era de sus discípulos, entonces les dio autoridad para echar fuera demonios y sanar a los enfermos. ¡Lo que tú necesitas es tener compasión! ¡Necesitas poder para sanar a los enfermos y liberar a los endemoniados del diablo! Pero si no hay compasión, ¿qué autoridad te va a dar Dios? Cuando tu corazón comienza a latir al ritmo del corazón de Dios, su autoridad viene sobre tu vida.
¿Es difícil el evangelio? ¿En qué consta el evangelio? ¡En predicar vida eterna y perdón de pecados en el nombre de Jesucristo de Nazaret! Debemos advertirles que el sistema se va al bombo, que los partidos políticos se van al bombo pero Cristo establecerá su reino aquí en la tierra.
Si estás sintiendo la demanda de Dios sobre tu vida, si reconoces que has sido egoísta y por demasiado tiempo has estado pensando sólo en ti, y en cuál sería la voluntad de Dios para tu vida pero entiendes que lo que debes tener es compasión por la gente y predicarles, amarles y orar por ellos, entonces declárale a Dios: “Señor, me falta compasión. Yo sé que paso corriendo por al lado de la gente porque estoy apurado. Hablo con las personas y ni me entero si están tristes y no me preocupa si están hundidos en el pozo de sus pecados. ¡Te pido perdón, Señor! Confieso que lo que más me ha interesado de la gente es qué me pueden dar ellos a mí y te pido perdón. Lo que me interesa de ti es lo que me puedes dar a mí. ¡Perdóname, Señor! Quiero que esto cambie en mi vida. Te doy mi corazón. Hazme libre del egoísmo Jesús, quiero sentir compasión por la gente. ¡Llena mi corazón de tu compasión! Quiero amar como tú amas, y compadecerme de mi prójimo. ¡Tócame, Dios! Pon tu corazón en mi corazón, quiero ser como tú, Señor. ¡Ven a mi vida, Señor! En el nombre de Jesucristo hago esta oración, amén”.
Recibe hoy autoridad de parte de Dios. Orarás por los enfermos y éstos se sanarán, las personas endemoniadas serán libres, recibe ahora poder de Dios, en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: